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sábado, marzo 12, 2016

Comentarios de libro: Asel Luzarraga, Los buenos no usan paraguas (2013). 

Asel Luzarraga, Los buenos no usan paraguas. Desmontando un montaje. Desnudando al Estado. Editorial Quimantú, 2013.



Pocos se acuerdan ahora de la historia de Luzarraga, preso en Temuco a consecuencia de la histeria antiterrorista antes del más famoso caso bombas metropolitano del 2010. En su momento, la respuesta solidaria de los antiautoritarios no se hizo esperar,  se podían ver afiches por todas partes, además de circular una que otra entrevista con el vasco.  

El libro hace un recuento detallado de toda su experiencia, y en ese sentido es interesante a efectos de estudiar en detalle la manera en que opera la policía y otras agencias criminalizadoras. Llama la atención eso sí que gran parte del libro obedezca a la intención de elogiar una y otra vez a quien fuera en definitiva su abogado de confianza (tras tener defensor público y luego un desastre de defensor privado al cual se dedica un capítulo entero). Nos referimos al abogado Jaime Madariaga, héroe de estas páginas que actualmente desempeña un importante cargo en el gobierno de la Nueva Mayoría, que curiosamente asume la defensa con la condición de que Asel no pronunciara nunca la palabra “montaje” (porque según él nunca se había ganado un juicio en Chile con la teoría del montaje). Pero montaje era lo que todos le decían a Asel, desde sus compañeros de cárcel hasta algunos gendarmes.

Y al “montaje” precisamente alude el título del libro, y es lo que se demuestra hasta con fotos que indican que un supuesto bolso con materiales explosivos no estaba en la casa de Asel hasta que llegó la policía en vísperas del año nuevo 2010. La veneración del defendido por su abogado (que dicho sea de paso perdió el juicio y el recurso de nulidad) resulta casi un tipo especial de “síndrome de Estocolmo”, y llega hasta el extremo de que era él quien tomaba importantes decisiones no sólo en relación al caso, sino que respecto de las juntas con personas y lugares a visitar antes de hacer abandono del país (dado que ya antes de ser condenado por infracción a la Ley de Control de Armas y Explosivos había una orden de expulsión firmada en el Ministerio de Interior).

Curioso por decir lo menos, pero no por eso la historia disminuye su interés para eventuales clases de Chanchología. Tal vez en este sentido las lecciones más importantes vienen dadas por el relato de la manera en que la DIPOLCAR a través de sus secciones locales (las SIP) trabaja: al enterarse de que un grupo de jóvenes punks libertarios realizan murales con consignas anarquistas y anticarcelarias, un equipo se constituye en el lugar en auto y observa la acción. Después de un rato bajan y hacen control de identidad (figura que en el artículo 85 del Código Procesal Penal requiere algunos requisitos y justificaciones mínimas que los pacos rara vez comprenden y mucho menos se sienten obligados a aplicar). Ven que en el grupo hay un español (en realidad vasco), que es algo más viejo que el resto. Con esos datos van a su oficina y se ponen a googlear su nombre: “chucha, este hueón es vasco, escribe libros, y debe andar acá en alguna misión”. Y ahí se activa el proceso del compañero Asel, anarquista de una variedad más de “desobediencia civil” que otra cosa, pero con el que de todas formas todo el mundo solidarizó como se debía cuando estaba en las garras del enemigo. Y así debe ser nomás.


También resulta interesante el que en las numerosas transcripciones del juicio oral se aborde el tema del uso de los detectores de explosivos por los pacos, en base a técnicas como la prueba de Griess, que sencillamente detecta presencia de iones nitritos, las cuales pueden estar en muchas sustancias, entre ellas la pólvora deflagrada. En Inglaterra desde los 80 ya no se le da mucho valor, por haberse basado en ella para condenar a los Seis de Birmingham, que estuvieron presos más de una década hasta que el juicio fue revisado y fueran absueltos. Hay hasta una canción de los Pogues que trata de eso en su primer álbum (“Streets of sorrow/BirminghamSix”, del LP If I Should fall in grace with God, 1987), pero los pacos acá la siguen ocupando como si nada.

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