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viernes, abril 28, 2017

"Anarquía & Comunismo" N° 7 y 8 / "La producción del comunismo (fragmento) por Kosmoprolet / C.T. y Mingus "Oh Yeah" 



1.- Entre finales del 2016 y lo que va del 2017 han salido dos nuevos números (7 y 8) del boletín teórico-agitativo “Anarquía & Comunismo”. Se pueden descargar por ahora desde el blog El Radical Libre. Unxs compas en la parte norte de este mismo continente tradujeron el texto “Contra la no-vida”, del N° 8, al inglés, ver Ediciones Inéditos.

Contenidos:

N° 7:
- Separaciones y superaciones: a favor de la teoría revolucionaria.
- Contra el estado.
* Estado, civilización y democracia.
* Estado y territorio.
- Obituario (Fidel): Ha muerto un sátrapa del capital.
- Afilando las palabras: "Pequeña burguesía".


N° 8:
- Contra la no-vida
- Guerras del colapso de la modernización: México
- Policía y democracia
- Mapeando la represión: Temporada de expulsiones
- Afilando las palabras: Comunización (tercera parte)


2.- La producción del comunismo (fragmento del texto “La comunización y sus teóricos”, de Kosmoprolet, diciembre de 2016).

Marx critica el trabajo en el sentido de que hace distinguible el carácter dual del trabajo productor de mercancías, el cual supone tanto el valor de uso como el valor de cambio. Él consideró esta dualidad como el "eje"  de la crítica de la economía política, porque en es allí donde se originan en forma embrionaria todas las contradicciones del modo de producción existente.

El movimiento obrero socialista no atacó el carácter dual del trabajo, sino que luchó contra la "contradicción entre la producción social y la apropiación privada". El escándalo del cual este movimiento surgió fue la oposición flagrante entre los trabajadores pobres y los no trabajadores. Si los burgueses habían escandalizado a la nobleza feudal parasitaria exigiendo que la riqueza fuese fruto del trabajo, ahora era el movimiento obrero socialista el que movilizaba esta misma consigna contra la propia sociedad burguesa. Su crítica estaba dirigida contra los capitalistas que vivían del trabajo de otros y su socialismo consistía en realizar el principio burgués del mérito: "De cada cual según sus capacidades, a cada cual según su desempeño". Con todo, a pesar de la miseria que el sistema fabril impuso a los trabajadores, la gran industria parecía ser un tremendo avance sobre las formas premodernas de producción. Estaba simplemente en manos equivocadas y tenía que ser arrebatada de los capitalistas egoístas para ser aplicada al bien común bajo los auspicios del Estado. Si bien el movimiento obrero se opuso a la forma concreta del proceso de trabajo, nunca atacó la forma social del trabajo productor de mercancías en cuanto tal; se limitó a exigir que éste fuera controlado conscientemente por el Estado. En este sentido, el socialismo de Estado oriental fue un hijo legítimo del movimiento obrero y, en consecuencia, sus críticos -y esto es particularmente evidente en el trotskismo- denunciaron casi exclusivamente su despotismo político y su atropello a las libertades civiles democráticas, pero rara vez la naturaleza de su economía.

El movimiento obrero no propugnaba un mundo de trabajo porque le entusiasmara especialmente el trabajo pesado, sino por simple necesidad. Se suponía que el progreso técnico y la extensión de la obligación de trabajar a todos los miembros de la sociedad, terminarían abreviando la jornada laboral. Los historiadores sociales de izquierda han insistido acertadamente en que la lucha de clases y el movimiento obrero -esto es: la conducta de los trabajadores y los programas oficiales de sus organizaciones- eran dos cosas muy diferentes. La brecha entre los líderes obreros que exigen un aumento de la producción y los trabajadores que quieren escapar del trabajo allí donde sea posible, se puede ver desde el siglo XIX hasta la guerra civil española, y de allí hasta el Chile socialista bajo Salvador Allende. Pero la sociedad en su conjunto no podía escapar del trabajo, y si los obreros querían una sociedad diferente, suponían también que el trabajo necesariamente seguiría siendo su base.

Esto era cierto incluso para los disidentes. En su programa de 1920, el ultraizquierdista KAPD (Partido Comunista Obrero Alemán) exigió la "aplicación implacable de la obligación de trabajar,"  y mientras el socialismo de Estado elogiaba su propia "aplicación consciente de la ley del valor," los comunistas de consejos trataron de probar en un extenso documento, que el tiempo de trabajo socialmente necesario en el que se basa la ley del valor también podría ser calculado por los propios productores asociados a fin de superar las relaciones de mercado. "En su esencia, por lo tanto, la revolución social no es más que la introducción de la hora de trabajo como la medida unitaria que regula y controla toda la vida económica. Sirve como medida de la producción y, al mismo tiempo, mide a través de su instrumentalidad el derecho de los productores a participar en el producto social".  Este último punto es especialmente importante para los autores. Incluso después de mayo de 1968, los ultraizquierdistas franceses presentaron estas técnicas de medición como un principio a aplicar en el futuro.

Es significativo que Paul Mattick, ex miembro del KAPD, se refiriese a esta idea como "débil" cuarenta años después, en una introducción a la publicación. Los comunistas de consejos de los años treinta describieron "una fase del desarrollo socialista dentro de la cual el principio del intercambio de equivalentes todavía prevalece." Mattick contesta a este crudo igualitarismo socialista citando a Marx: "La abolición del cálculo basado en el tiempo de trabajo para la distribución” lleva a “la realización del principio comunista: de cada uno según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades. En los países capitalistas avanzados ... las fuerzas sociales de producción están lo bastante desarrolladas como para producir medios de consumo en abundancia. Más de la mitad de toda la producción capitalista, así como las actividades improductivas asociadas a ella (sin tener en cuenta las fuerzas productivas que no son explotadas), seguramente no tienen nada que ver con el consumo humano real, sino que tienen sentido en la economía irracional de la sociedad capitalista. Está claro, entonces, que bajo las condiciones de una economía comunista, se podrían producir tantos bienes de consumo que cualquier cálculo de los aportes individuales al tiempo de trabajo socialmente necesario sería superfluo."



3.- Siempre es bueno leer escuchando algo. Por ejemplo, a Cecil Taylor con su Orquesta de Dos Continentes, en vivo en Paris en 1984, y a Charles Mingus con su album "Oh Yeah" de 1962, donde por cierto está  el maestro Roland Kirk, que se luce al inicio usando los vientos para llamar chanchos en 'Hog Callin Blues'. Tal vez el mayor nivel de locura individual y colectiva lo expresan en el sorprendente 'Cómete ese pollo', track 6, y una de mis favoritas es 'Por favor no arrojen esa bomba atómica sobre mi', que vuelve a estar lamentablemente de moda gracias a EEUU/Corea del Norte.

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