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viernes, mayo 18, 2018

La lógica del género y la comunización (Endnotes/2&3 DORM) 

Finalmente ya está en línea el cuarto cuadernillo de la serie excursos de 2&3 DORM. Pronto (?!) en papel.




Notas introductorias

Los defensores del orden afirman que la prostitución es el trabajo más viejo del mundo, para nunca decir que la más vieja prostitución del mundo es el trabajo. —Boletín La Oveja Negra

Nadie es otra cosa que su patrimonio, sus ingresos, su posición y sus oportunidades. La máscara económica y lo que hay tras ella coinciden en la conciencia de las personas hasta en los pliegues más sutiles. Cada cual vale lo que gana, cada cual gana lo que vale. Experimenta lo que es en las alternativas de su vida económica. No se conoce como otra cosa. —Adorno y Horkheimer

En 1846 se publicó un poco conocido trabajo de Marx llamado Peuchet: acerca del suicidio en la revista renana Gesellschaftsspiegel. Se trata de una traducción comentada de una serie de casos extraídos de los archivos policiales de Peuchet, funcionario de la restauración francesa. Tres de las cuatro historias recogidas en el texto refieren a mujeres. Se presenta el caso de una joven costurera que se arroja al Sena como resultado de la cólera de sus padres luego de pasar la noche en casa de la familia de su novio; la historia de una joven casada que se mata después de estar sometida al encierro violento administrado por un marido herido por su repentina deformidad; y el caso de una joven huérfana rica que, embarazada de su tío y sin poder abortar, prefiere saltar a un pozo. En cada caso, el suicidio se convierte en el recurso más extremo contra los males de la “vida privada” a la que estaban condenadas las mujeres en tanto propiedad de sus maridos y padres. En la reseña de estos casos Marx pone de manifiesto el carácter social del impulso autodestructivo que atraviesa a los individuos sometidos a los imperativos y restricciones específicas de la comunidad del trabajo asalariado.

Según los análisis de Marx, lo que diferencia a la sociedad capitalista moderna de otras sociedades no capitalistas es que en ella el trabajo se constituye como forma de mediación social. Se trata de una nueva forma de interdependencia social donde las personas no consumen lo que producen, ni sus productos son distribuidos de acuerdo a las normas de la tradición, relaciones de parentesco o de dominación personal, sino que el trabajo mismo, más concretamente, la venta de la capacidad para trabajar, se transforma en la condición esencial para el acceso a los medios de vida. El que las relaciones sociales se constituyan por el trabajo es una cuestión única desde el punto de vista histórico y genera formas de dominación impersonales y abstractas que abarcan la totalidad de la existencia social. Los textos que presentamos a continuación se abocan a la tarea de desentrañar la naturaleza históricamente específica de la relación hombre/ mujer en el capitalismo.

Estos textos buscan entender cómo la división antagónica de la humanidad en hombres y mujeres —sobre la base de una diferencia anatómica que determina roles sociales específicos y atributos subjetivos peculiares— sirve a la reproducción del orden social basado en la acumulación del (supuesto) (1) valor que el trabajo asalariado produce.

A lo largo del siglo xx, distintos movimientos feministas han apuntado a diferentes aspectos de la sociedad capitalista donde se objetiviza el lugar subordinado de las mujeres: la asignación naturalizada del trabajo doméstico y reproductivo, la violencia misógina, la feminización de la pobreza, la desigualdad salarial, etc. Sin embargo, ninguno de estos aspectos considerados de manera aislada puede ayudarnos a entender por qué aquellos asignados al destino mujer ocupan un lugar “especial” para el Capital ni menos por qué la categorización de la humanidad en hombre/mujer, o el género como categoría esencial de existencia social, es necesario para la expansión del modo de producción centrado en la extracción de trabajo. Creemos que esta cuestión debe ser abordada por la crítica anticapitalista para que nuestra lucha en actos termine de una vez por todas con la totalidad de las condiciones que enajenan cotidianamente nuestras fuerzas vitales y someten la satisfacción de nuestras necesidades al cálculo de la ganancia. Hoy es más importante que nunca realizar esta tarea crítica, pues asistimos a la más profunda crisis de reproducción de la relación capital-trabajo. Por todas partes los síntomas de la desintegración se dejan ver: tanto en la creciente velocidad de destrucción de la base natural de las sociedades, como en las epidemias de las masacres masivas y la soledad allí donde el capitalismo se ha desplegado de forma más total (2).

 El texto que abre este dossier, La comunización y la abolición del género, ofrece un primer recuento sobre la génesis de la cuestión del género al interior de la corriente comunizadora. Sin ánimo de hacer proselitismo político ni de abanderarnos por tal o cual teoría, nos parece importante publicar este texto, pues, a diferencia de otros análisis, la teoría de la comunización recupera la perspectiva de una tradición de lucha centrada en la abolición concreta e inmediata de las relaciones capitalistas en las que los trabajadores se reproducen a sí mismos como trabajadores. Según esta corriente, la revolución adquiere esta forma particular, pues el propio desenvolvimiento de la relación capital-trabajo, al exacerbar las diferencias entre los miembros de la clase trabajadora, ya no le permite a los proletarios afirmar su identidad como tales y organizar su lucha sobre esta base. Por lo tanto, la abolición de todas las divisiones de la vida social se presenta como la única alternativa posible para superar la creciente desintegración. Esta abolición solo puede ser llevada a cabo de manera directa por quienes están sometidos a la relación de clase y supone acabar con todas las categorías de socialización que articulan la totalidad capitalista (mercancía, trabajo, dinero, valor, Estado, etc.). En este sentido, nos parece importante el aporte de este texto, pues elabora, entre otras cosas, al respecto de la necesaria abolición de la relación de género, junto con la clase, en la praxis revolucionaria.

En cuanto al segundo texto, El circuito basado en el género: Leer El Arcano de la Reproducción, se trata de una revisión de las ideas centrales de un trabajo desechado por la tradición marxista que responde a la importante pregunta de cómo llega la fuerza de trabajo lista para ser consumida por el Capital al mercado de trabajo. Nos parece necesario incluir este texto, puesto que sirve como una primera aproximación a las categorías que luego serán desarrolladas en extenso, aunque con algunos cambios, en La lógica del género. Como veremos, la teorización que se expone en este trabajo apócrifo permite situar, por primera vez, la esfera del trabajo reproductivo no-pagado —como una necesaria condición de existencia del trabajo asalariado— dentro del circuito de reproducción del capital, al distinguir entre un tipo de actividades directamente productivas y otras que no lo son y de las cuales los hombres han sido tradicionalmente relevados a través de la estructura de la familia. De este modo, el Capital asigna a la clase trabajadora en general, y a las mujeres en particular, el costo de la reproducción generacional del proletariado.

Finalmente, el texto que cierra el dossier, La lógica del género, realiza la importante labor de criticar los términos binarios heredados del discurso feminista (productivo/reproductivo, pagado/no-pagado, público/privado, sexo/género) que, careciendo de especificidad histórica, no permiten entender las transformaciones en la relación de género a partir de los cambios estructurales de los años 70 (3). Nos parece necesario publicar este texto no solo por su importante labor esclarecedora, sino que también por su aporte a la comprensión de la lógica procesual de la reproducción capitalista. En este sentido, este texto propone dos categorías que permiten comprender el vínculo dinámico entre la producción de valor, la relación de género y la reproducción de la fuerza de trabajo: la esfera directamente mediada por el mercado y la esfera indirectamente mediada por el mercado. Lo que distingue a estas esferas es la reproducción mercantilizada: mientras que las actividades llevadas a cabo en la esfera directamente mediada por el mercado son reconocidas socialmente como trabajo mediante el salario, aquellas que ocurren en la esfera indirectamente mediada por el mercado no cuentan con tal reconocimiento social aunque son fundamentales para la reproducción del sistema basado en la extracción de la capacidad para trabajar.

Lo interesante de esta teorización es que demuestra que la reproducción del Capital ocurre en esferas duales dentro del mismo modo de producción basado en el trabajo asalariado. La separación de las esferas mencionadas anteriormente se deduce a partir del análisis de la esencial contradicción capitalista entre el valor de uso y el valor de cambio de la mercancía fuerza de trabajo. Como veremos, puesto que el valor (de cambio) de la fuerza de trabajo equivale solo al tiempo necesario para producir los medios de subsistencia que entran en el proceso de su reproducción, el trabajo que transforma esos medios de subsistencia en capacidad viva de trabajo es vuelto estructuralmente no-trabajo. Así pues, la producción de valor, cuya fuente reside en el consumo del valor de uso de la fuerza de trabajo, presupone la separación de las esferas directamente e indirectamente mediadas por el mercado.

Con respecto al género, este se define como el anclaje de cierto grupo de individuos a una esfera específica de actividades sociales (la esfera indirectamente mediada por el mercado). Este proceso ha operado históricamente de maneras diversas: primero, en la distinción de ciudadano/otro —que distinguía entre aquellos individuos que podían vender su fuerza de trabajo directamente (trabajadores libres) y aquellos condenados a hacerlo indirectamente a través de los que gozaban de la libertad capitalista (libertad de los medios de producción y libertad para venderse)— y, una vez que la diferenciación estructural fue inscrita en los cuerpos “biológicos” de los individuos, como una etiqueta de precio menor para la fuerza de trabajo de aquellos asignados al destino mujer.

Para finalizar, quisiéramos hacer un alcance con respecto a un proceso característico de aquellas sociedades industrializadas donde el Estado de bienestar está en crisis y que es descrito en La lógica del género como la “emergencia del abyecto”. Este proceso refiere al hecho de que las actividades reproductoras de la fuerza de trabajo, que antes eran provistas por el Estado como servicios, ahora son privatizadas bajo las demandas de la austeridad y se convierten en la carga del proletariado y sus mujeres. Creemos que en las sociedades que no conocieron un Estado de bienestar desarrollado este proceso puede observarse como una continua precarización de los pocos servicios que todavía son financiados (parcial o totalmente) por el Estado. Un ejemplo de lo anterior es el caso de Chile que durante la época de la dictadura militar en los años 70 atravesó un intensivo proceso liberalización y privatización de los servicios sociales. En este lugar se observa un sostenido deterioro en la calidad de servicios tales como la salud y educación pública. A raíz de esto podemos observar todo tipo de intentos por organizar colectivamente esas labores reproductivas y de cuidados. Sin negar el potencial transformador que puede estar contenido en estas formas de autoorganización, este proceso usualmente tiende a reafirmar el género, procurando las condiciones para la mantención cada vez más precaria de la fuerza de trabajo en la época de la crisis.

Si puede servir de aliento para quienes enfrentan estos textos por primera vez basta decir que este material es necesario para la crítica anticapitalista porque desarrolla un lenguaje común con el que nombrar las relaciones que dan forma a nuestra condición. Si la contribución de estos textos se redujera solo a eso sería, sin lugar a dudas, tremenda, considerando el grado de confusión que reina —también— entre los que estamos tratando de entender la catástrofe humana y planetaria en la que estamos inmersos.
Invierno de 2018, Galaxidi


1.- Decimos “supuesto valor” para señalar que nuestra actividad práctica produce objetos, servicios, conocimientos… no valor. El valor es la forma que adquiere nuestra actividad bajo la dictadura capitalista, es una abstracción social que determina el consumo de nuestra capacidad para trabajar, pero no un producto directo de esta. Quizás lo más correcto sería decir que solo en la sociedad capitalista el trabajo “produce” valor.

2.- A propósito, quisiéramos ofrecer algunos ejemplos bastante ilustrativos de la dimensión de la miseria. En Estados Unidos los jóvenes enfrentan la muerte en masa en las escuelas: según algunas estadísticas oficiales, en las primeras 6 semanas del 2018 hubo 18 tiroteos masivos en diferentes escuelas a lo largo del territorio, lo que arroja, en promedio, una matanza escolar cada 60 horas en lo que va del año. Por otro lado, en Japón la gente muere sola. La primera vez que este fenómeno llamó la atención de la llamada “opinión pública” fue el caso de un hombre de 69 años cuya muerte pasó desapercibida por tres años. Y es que en la miseria capitalista nadie nota la muerte de un solitario que sigue pagando las cuentas mediante transferencias electrónicas automáticas. Sin embargo, cuando los ahorros del cadáver se agotaron en el 2000, las diligentes autoridades se aparecieron en el departamento solo para encontrarse con un esqueleto tumbado en el piso de la cocina.

3.- A partir de esta década se observa la creciente importancia del sector de los servicios para la acumulación capitalista. Según un estudio realizado por la UNCTAD, entre 1980 y 2015, el peso de los servicios en el producto interno bruto aumentó a nivel global de manera excepcional. En las llamadas “economías desarrolladas” este aumento fue del 61% al 76%, mientras que en las “economías en desarrollo” fue del 42% al 55%. Así mismo, se estima que a nivel global el sector de los servicios emplea al 49% de la población. Particularmente, el 75% del total de los trabajadores de las economías desarrolladas se encuentra empleado en el sector de los servicios, mientras que en las economías en desarrollo alcanza un 44%. Este giro ha sido denominado por algunos como el “giro feminizador” de la economía porque esta tendencia ha incorporado masivamente a las mujeres a la explotación capitalista. A propósito, según otro estudio realizado por la OIT, en el 2010 el 75.5% de las mujeres ocupadas en Latinoamérica y el Caribe lo hacía en el sector de los servicios concentrándose en dos ramas particularmente: el comercio (mujeres: 25.6%, hombres: 19.1%) y los servicios comunales, sociales y personales (mujeres: 42.3%, hombres: 16.7%).



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