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viernes, agosto 02, 2019

Rábanos/Comunismo/Ayler/¿Ecofascismo? 



RÁBANOS
El P.”C”. chileno apoyó la invasión de la U.R.S.S. a Checoslovaquia en 1968. Gritaban: “Checo, entiende, los rusos te defienden”.
 Guardó silencio cuando fue la Masacre de Plaza Tiananmen, donde al contrario de lo que dice la propaganda capitalista occidental y oriental, los jóvenes murieron haciendo flamear la bandera roja y cantando La Internacional.  
Apoyó el frustrado golpe de Estado de la vieja jerarquía del P.”C”.U.S. contra Boris Yeltsin. Aplaudían de pie a Gorbachov y pocos años  después lo trataban de “payaso imperialista”. 
Más recientemente, mandaron flores cuando se murió al papá del jerarca actual de Corea del Norte, hijo de Kim Il Sung, estalinista que inició esa dinastía. 
Y ahora, ¿a alguien le extraña que entre estos estalinistas reciclados y la socialdemocracia internacional existan algunas diferencias en torno a cual bando capitalista apoyan en Caracas? Se resuelven rápido en todo caso: el Stalin de Recoleta llama por teléfono a la Primera Dama de la Internacional Socialista, y todo arreglado.
Lo que sí es un poco más llamativo es el supuesto surgimiento de una “disidencia”. ¿Será tan así? Los ejemplos del pasado no son muy alentadores en todo caso: la gran mayoría de las “escisiones” del PC son hacia la derecha: la Asamblea de Renovación Comunista terminó con casi todos sus cuadros en el PPD. El FPMR “Autónomo” fue una escisión de izquierda….Y no sabría decir si lo eran o no esos famosos “consejos comunistas” que habían salido hace unos años. ¿Qué fue de ellos? En todo caso, no eran comunistas de consejos.

COMUNISMO
En fin, para discutir en serio sobre teoría y práctica del comunismo, se podía ir a este evento ayer, 

y este otro que es hoy.


NO subí el de ayer a tiempo, pero da lo mismo. Es poco probable que alguno/a de las pocos pero interesantes lectores/as de este sitio hayan ido, pero no se pierde nada con invitarlos/as a que vayan hoy.

HOMENAJES
En el rubro homenajes, escuchemos atentamente este álbum de David Murray titulado “Flores para Albert (Ayler)”, editado en 1976, y re—editado en 1996 con el concierto entero con Olu Dara en trompeta, Fred Hopkins en bajo y Philip Wilson en batería:
1 Flowers for Albert
2 Santa Barbara and Crenshaw Follies
3 Joanne's Green Satin Dress
4 After All This
5 Roscoe
6 The Hill
7 Ballad for a Decomposed Beauty
Habría que hacerse esta polera:
AYLER SÍ! ZORN NO!


¿ECOFASCISMO? (x Barbaria, parte 5 de “El decrecentismo y lagestión de la miseria”)

La perspectiva del «ecofascismo» sirve a los decrecentistas para justificar lo injustificable. Tampoco aquí se innova demasiado respecto a la socialdemocracia clásica. Se trata en realidad del mismo antifascismo que llevó en los años 30 al proletariado de la región española a renunciar a la revolución por la defensa de la democracia. También es el mismo antifascismo que legitimó, con la inestimable ayuda del capitalismo soviético, la carnicería de la Segunda Guerra Mundial.

Al menos en los años 30 sí había fascismo[19]. Lo que el decrecentismo llama «ecofascismo» no es más que la gestión de la miseria desde el Estado-nación ―el pan nuestro de cada día en cualquier democracia―, sólo que en un contexto de mayor explotación que la actual ―en lo que se refiere a algunas regiones del planeta―y por tanto con una mayor labor represiva ante la posibilidad de la polarización social y la explosión de revueltas proletarias. Si la gestión de la miseria se concreta en un reparto de las migajas para los nacionales y una caza al migrante por parte de la policía, tampoco es una realidad que nos sea extraña actualmente, como no lo es la cruda represión del Estado cuando se producen estallidos de clase[20].

En realidad, al plantear la posibilidad del «ecofascismo» el decrecentismo simplemente está lavándole la cara a su propia propuesta para gestionar la miseria. Ya hemos explicado cómo en ausencia de una revolución proletaria, el único escenario es el de una catástrofe capitalista ampliada. Por ello, si la propuesta decrecentista se llevara a cabo desde la alternativa institucional ―evidentemente, sin «decrecer»―, la miseria capitalista sería gestionada con las mismas fronteras asesinas, la misma ley del hambre que rige el capital[21], la misma explotación asalariada. Sin duda se podría aplicar algo de maquillaje, montar un programa de Welcome Refugees, colgar una pancarta llena de colores en el ayuntamiento y hacer esperar colas inmensas a un puñado de sin papeles ―los que hayan sobrevivido al intento de entrar en el país― para que les sellen una hoja con su demanda de asilo. Ya que estamos, se podría añadir a las categorías de refugiado económico y político la de refugiado climático, y así hacemos mejor la criba. Que esa sea la diferencia entre el ecofascismo y la democracia decrecentista ya es elocuente.

Además del antifascismo, en la corriente decrecentista convive toda una serie de tópicos socialdemócratas. Son los mismos con los que históricamente se ha hecho pasar la defensa del capitalismo por la de nuestros propios intereses. Entre ellos está el ensalzamiento de la autogestión (del capital)[22] y la idea del Estado como un ente neutral, diferente a las propias relaciones capitalistas y por ello capaz de hacer decrecer un sistema que consiste en un crecimiento ilimitado. Ambas ideas están arraigadas en una incomprensión absoluta de lo que caracteriza al capitalismo frente al resto de sociedades de clase.

Como decíamos antes, en el decrecimiento los términos están invertidos: ya no son las sociedades las que descubren, inventan y utilizan recursos y tecnologías en función de las necesidades que desarrollan, sino que son esos recursos y tecnologías los que permiten la emergencia de unas sociedades u otras. De esta forma, el capitalismo se ve reducido a una cuestión de aviones y teléfonos móviles. Se asume así que el agotamiento de los combustibles generará tal descentralización que desaparecerá el capitalismo y que los Estados dejarán de ser Estados, al menos Estados tal y como los conocemos.

El problema es que el capitalismo no puede reducirse a unos medios de transporte optimizados a base de petróleo. Que haya una menor disposición energética hará simplemente que las crisis capitalistas sean cada vez más agudas, que los flujos de capital ficticio funcionen todavía más como la máquina de respiración artificial de este sistema de locos y, en todo caso, que asistamos a un cierto revival de medios de transporte movidos por la energía solar y animal. ¿Las dificultades de centralización internacional que ello genere harán que el sistema colapse? No, porque el capitalismo no se reduce a la tecnología que ha desarrollado para alimentar su lógica, sino que es una relación social mucho más profunda. Incluso en el caso de un mundo más descentralizado, no volveríamos al «neofeudalismo caciquil esclavista» que imagina Emilio Santiago. ¿Desaparece el dinero y la mercancía por transportarlos a caballo en lugar de en avión? Si fuera así, sería incomprensible que el capitalismo haya nacido en el siglo XVI. Añadir el prefijo neo al feudalismo y darle una estética steampunk no resuelve el problema.

Este argumento nos sirve también para comprender el absurdo de acabar con el capitalismo a base de «comunas ecosocialistas libertarias». Una fragmentación semejante de la humanidad es incapaz de acabar con el valor, cuyo sentido reposa precisamente en unir lo separado. Es la existencia misma del intercambio mercantil la que nos ha llevado al crecimiento desbocado del capital, con sus consecuencias catastróficas. Incluso si pudiéramos pensar comunidades rurales que no intercambiaran los productos del trabajo en su seno, ello no impediría el intercambio mercantil con otras comunidades. Por lógica, aquellas con menos recursos naturales o que simplemente hubieran sido castigadas por una catástrofe natural ―no poco probable a medida que avanza el cambio climático― acabarían o bien comprando los excedentes de otras comunidades, o bien emigrando, con la tensión que ello introduciría en las comunidades receptoras de cara a su uso de los recursos: ¿sería tan extraño que entonces los nuevos sin papeles de este mundo feliz acabaran ofreciendo su trabajo a cambio de un salario? El localismo sólo reinicia la lógica del capital.

Notas:
[19] Lo cual no quita que el antifascismo agitara el fantasma del fascismo para atribuírselo a cualquier fracción burguesa de carácter conservador, como ocurrió con la CEDA o con el propio franquismo en España
[20] Por no irnos muy lejos, solo hace falta pensar en las decenas de ojos reventados por la policía francesa durante el movimiento de los chalecos amarillos, o las decenas de muertos en las recientes protestas de Sudán contra el alza de precios del pan
[21] Cf. los 15 artículos escritos por Amadeo Bordiga en la serie Sul filo del tempo de Il programma comunista entre 1953 y 1954 y recopilados en español en el blog Bordiga y la izquierda italiana. En particular, recomendamos el artículo XI: «La mercancía nunca quitará el hambre al hombre»
[22] Cf. Cuadernos de Negación, nº 12: «Crítica de la autogestión»

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