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jueves, diciembre 26, 2019

La revolución de octubre. Presxs, heridxs, libros. 



-La Revolución de Octubre. Jazz. En vivo, 22 de octubre de 1994. Rashied Ali en batería, Myra Melford en piano y varios más.

Revolución de octubre en el jazz  era el nombre de un evento musical realizado en octubre de 1964 por obra del trompetista Bill Dixon, en al Café Cellar de Nueva York.

Se ha conmemorado y re-organizado varias veces. Incluso en este enorme 2019 que ya se acaba:




-La gran insurrección. Linton Kwesi Johnson. Entiendo que acá LKJ estaba homenajeando la rebelión juvenil de 1981, iniciada en Brixton por confrontaciones raciales (skins contra negros y  asiáticos y luego todos ellos contra la policía en gran parte del país). Ver también a Hiatus feat. LKJ: Insurrección. Misma idea pero con sensibilidad más "trip hop" (por decir algo...no soy nada experto en estos nuevos ritmos juveniles).


-Barricada Sonora. 20 de diciembre en Parque Bustamante. El “copamiento preventivo” del ahorcador feminicida frustrado del Intendente Guevara obligó al ejército de ruidistas a reunirse en el Café Literario de Bustamante. 

El ataque sonoro duró 3 horas y media. Sólo se interrumpió cuando se difundió el video del criminal atropello de Oscar Pérez por dos zorrillos de las FFEE. Primero pensamos que había muerto. Fuerza para él, y ya se les devolverá a los pacos y sus jefes todo el horror que han causado.

Hasta la próxima barricada sonora.

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Algunxs presxs han salido en libertad. Pero siguen dentro de las mazmorras alrededor de dos mil personas acusadas por delitos en el contexto de la revuelta (no sólo “saqueos”, que es lo que quieren que creamos, sino que los delitos con que reprimen a quienes son capturados en combate callejero: incendio, ley de control de armas, daños, atentados a la autoridad, desorden público).
Hay que visibilizar esta situación y fortalecer las redes de apoyo.

Lo mismo en relación a la gran cantidad de personas heridas con perdigones que han tenido consecuencias en cuanto a plomo en la sangre, baja de defensas, e infecciones de las heridas.  La salud pública no da cuenta de esto, y en la mayoría de los casos los perdigones no se han extraído.

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En líbrerias, justo antes de Navidad, se apilan en la sección de “novedades” varios libros sobre el “estallido”. Uno de fotos de las paredes (Ceibo), otro de fotos de las protestas (Ocho Libros), uno de Matamala y otro de Mayol. Me imagino que luego se viene un libro con las abundantes y delirantes columnas de Mario Waissbluth, las supinas e insulsas colecciones de idioteces de Warnken. Y de ahí en adelante cada “intelectual” tendrá su libro sobre “la revolución de Octubre”.



Una excepción en este mar de oportunismo y opinología es “El provenir se hereda: fragmentos de un Chile sublevado”, libro breve con escritos de Rodrigo Karmy, redactados  al calor de la revuelta.

Fragmentos de una entrevista a RK en El Desconcierto:

RK–Eso que Piñera quiso llamar “normalidad” no es más que una confiscación de nuestro tiempo por el tiempo del capital. La revuelta destituye ese tiempo de los vencedores, si se quiere, y abre un terreno exento del cálculo donde múltiples voces, asonadas y batallas se juegan intempestivamente. 

Más profundamente: la revuelta es aneconómica porque siempre va a pérdida. En esto quisiera detenerme: nunca una revuelta “gana”, pero tampoco “pierde” en el sentido habitual del término (como aquella acción que debe cumplir un objetivo preciso como, por ejemplo, la toma del poder estatal). Está más allá del bien y el mal, del éxito y el fracaso.

Tal como ocurrió en la intifada palestina de 1987 o en la propia Primavera árabe de 2011, tiene lugar solo como invención de formas y nuevas prácticas y no en base a una receta preconstituida o mucho menos, como una determinada “filosofía de la historia” que pueda ilusionarnos con una suerte de futuro garantizado al que llegar. La impureza de la revuelta la vuelve una tensión permanente sobre sí: en esa tensión surgen creativamente estrategias pero entendidas no como caminos trazados de antemano en abstracción del proceso, sino como fuerzas rítmicas en las que los cuerpos descubren nuevos usos: por ejemplo, LasTesis introdujeron otro ritmo, otra marcha a la revuelta que permitió sustraerla de la campaña de criminalización operada desde el gobierno. 

La revuelta es conjunción imaginal: por un lado, desde un análisis vertical nos encontramos con la jerarquía de clases en la que encontramos una alianza clave entre capas medias y populares (cuya conjunción sensible lucha contra el 1% de la oligarquía financiera); por otro, horizontalmente se han desplegado cuatro potencias actuando en estos 60 días: la irrupción secundaria, los movimientos feministas, la asonada encapuchada (primera línea) y la ciudadanía en general que se ha integrado a uno de estas potencias y que, en conjunto han configurado una constelación que baila a sus propios ritmos y que los ha ido modificando a medida que el poder intenta imponer los suyos, sustrayéndose, cada vez, a la posibilidad de su captura y consecuente parálisis.  

La revuelta muestra nuestra fragilidad, la condición de que en nosotros nada ni nadie está detrás dirigiendo el mundo. El carácter aneconómico de la revuelta hace que los ciudadanos se junten de otro modo, que sus cuerpos se toquen de otra manera y que todos, de una u otra forma, devengamos otros.

ED–¿Cómo este movimiento nos ha devuelto el poder por sobre nuestros cuerpos?

RK–No diría que nos ha devuelto “poder” sino más bien, que ha restituido la “potencia” de los cuerpos. Frente a las estrategias de separación de la vida, la revuelta no hace más que restituirla a sus múltiples e inmanentes formas. Eso es justamente lo que el poder no puede soportar. Porque no entiende que los pueblos pueden hacer uso de su potencia, que sus cuerpos pueden abrazar las superficies en las que se juega la sensibilidad común. Y entonces, los poderosos inventan “detrás”: “detrás” de la revuelta estaría la estupidez del castro-chavismo, el anarquismo, los narcos, en suma, los alienígenas. En la intifada palestina de 1987 –y la nuestra hoy en 2019 es una intifada porque la intifada se ha vuelto paradigma de subversión mundial– los israelíes no dejaron de perseguir a los “líderes”, con la consecuencia de que la sublevación se mantuvo y persistió por casi cinco años. El poder siempre se abalanza sobre “alguien” a quien la asonada policial del pensamiento intenta identificar y apresar. Pero justamente una revuelta no tiene nada más que la superficie de sus cuerpos, su vida sensible. No lleva nada “detrás” de sí más que la sensibilidad por la que fluye la imaginación popular. 



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