miércoles, febrero 17, 2021
Vivir (y morir) en un Estado policial
El “control de identidad” en manos de una policía
deslegitimada y violenta como la chilena se ha transformado en una mortal
pesadilla para quienes circulan por las calles y se hacen objeto de estos
procedimientos.
Durante casi todo el siglo XX la policía tuvo a disposición
el mecanismo de la “detención por sospecha”, autorizada por el viejo Código de
Procedimiento Penal ante personas que se encontraren en circunstancias que
hicieran presumir “malos designios”. Una ley aprobada en 1998, la N° 19.567,
derogó esta polémica figura, identificada como causa de una permanente
vulneración de derechos en desmedro de la juventud popular urbana. Al mismo
tiempo esa ley incluyó en el Código Penal los delitos de apremios ilegítimos
cometidos por funcionarios públicos, intentado así dar aplicación parcial a las
Convenciones Internacional y Americana sobre la Tortura, de las que el Estado
de Chile se había hecho parte.
Luego vino el cambio de siglo, la Reforma Procesal Penal, y
con ella la regulación en el Código Procesal Penal del nuevo “control de identidad”, concebido
inicialmente como un mecanismo excepcional que habilitaba a la policía a exigir
la identificación de una persona ante determinados “indicios” de comisión de
delitos. Para ese entonces el “populismo penal” ya había sido adoptado
transversalmente a ambos lados de la “democracia de los acuerdos”, y se hizo
costumbre legislar para “dar señales” en lo que se definió como un “combate
contra la delincuencia”. La mano blanda con el delito de los poderosos se
compensaba con un permanente aumento de las facultades policiales en contra del
común de la población. En esta campaña participaron alegremente derechistas y
concertacionistas, liberales y conservadores, socialdemócratas de varios
colores e incluso frenteamplistas, y gracias a ella se fueron ampliando
sucesivamente los supuestos del control de identidad hasta hacerlo aplicable en
base al mero criterio del funcionario policial, y extendiendo sus límites más
allá de todo lo razonable hasta las 8 horas de duración.
Además, el gobierno de la Nueva Mayoría promovió y logró
aprobar en el 2016 mediante la Ley 20.931 (conocida como “segunda agenda corta
anti-delincuencia”) la creación de una nueva forma de control de identidad al
que se llamó “preventivo”, que podía ser aplicada sin necesidad de invocar absolutamente
ningún supuesto, con el único límite de no poder conducir a los controlados a
recintos policiales y no ser practicado a menores de edad (1).
El 2018 se aplicaron casi 4 millones y medio de controles
preventivos, que ascendieron a más de 5 millones el año 2019, contra tan solo
300 mil controles “con indicio” (regulados en el CPP). Las cifras demuestran
que a pesar de la prohibición legal expresa, cada año se aplican controles
preventivos a decenas de miles de menores de edad.
En este escenario, resulta claro que la única convicción para
tomar medidas en la materia es la que sintetizó muy bien la subsecretaria Katherine
Martorell hace dos años al defender en el Congreso un nuevo proyecto para
“fortalecer” los controles de identidad -haciendo los controles preventivos más
intrusivos aún y aplicables a partir de los 14 años de edad-: “cuando una ha trabajado en este tema sabe
que lo que hay que hacer es dar siempre más facultades a la policía”.
Este “fortalecimiento” avanzaba raudamente en el Congreso
antes de la rebelión de octubre, gracias a votos de Demócrata Cristianos como
los diputados Verdessi, Calisto y Silber, que únicamente pusieron como
condición para apoyar esta ley piñerista que los controles preventivos se aplicaran
a partir de los 16 años de edad en vez de a los 14. El fundamento de dicho
“límite” tan generoso era, según expresaron solemnemente en la respectiva
Comisión, su “humanismo cristiano”. Silber incluso llamó en su enérgica
intervención en el hemiciclo el 16 de octubre de ese año a “volver a confiar en
Carabineros”.
Dos días después de apoyar esta aberración jurídica en la
Cámara de Diputados estallaba la revuelta del 18 de octubre, y este proyecto no
volvió a ser mencionado.
El sábado 19, mientras los militares posicionaban sus tanques
en la Plaza Italia, el diputado Gabriel Silber era fuertemente zamarreado por
los Carabineros que custodian La Moneda mientras trataba de llegar con otros
parlamentarios a entregar una Carta al Presidente Piñera. ¿Habrá cambiado de
opinión, o insistirá en obsequiarle a la adolescencia la posibilidad de ser
controlados por la policía sin necesidad de que exista un motivo razonable
contemplado en la ley?
La nueva ley sobre fortalecimiento de los controles de
identidad no siguió siendo tramitada, pero en aplicación de la normativa
vigente (artículos 85 y 86 del Código Procesal Penal y artículo 12 de la Ley
20.931: por razones de “autodefensa jurídica” recomiendo tener estos textos
legales siempre a mano) se han practicado innumerables detenciones ilegales, se
ha torturado, apremiado y vejado a transeúntes y manifestantes (como en el
emblemático caso de Arzola, “el paco nazi”, condenado junto a otro funcionario
por cuatro delitos de tortura), además de usarse habitualmente después de
octubre del 2019 como una forma eficaz de hostigar y sacar de circulación por
un rato a manifestantes, prensa independiente, observadores de derechos
humanos y voluntarios de la salud.
Ahora un joven ha sido asesinado en Panguipulli por balas
policiales en un procedimiento policial en que, bajo pretexto de controlarlo
por hacer malabarismo en una esquina con machetes de utilería, se le intentó
detener por no portar carnet de identidad y “resistirse al procedimiento”.
La violación de la normativa sobre detención, control de
identidad y uso de la fuerza es tan flagrante y evidente que no sorprende que
sólo en la franja del 22% se justifica esta verdadera ejecución extrajudicial
como un acto de “legítima defensa”.
Si el “estallido social” de octubre de 2019 sirvió entre
otras cosas para desnudar el terrorismo de Estado que yace siempre por debajo
del Estado Policial que se ha ido construyendo hace décadas, dejando un mar de
víctimas sobre el que se va lentamente pavimentando de nuevo la impunidad, el
“despertar” que se ha encauzado por la vía del proceso constituyente no debería
perder de vista en este momento histórico la necesidad apremiante, urgente e irrenunciable
de poner fin a la violencia sistemática del Estado ejercida sobre el pueblo
mediante sus aparatos armados.
Si no es ahora, ¿entonces cuándo?
Cruzarse de brazos o entretenerse en procesos electorales
varios es hacerse cómplice de un terrorismo de Estado que ya ha mutilado muchos
cuerpos y destruido varias vidas y que sin duda lo seguirá haciendo si no lo
detenemos ahora ya.
( 1) Sobre las diferencias entre ambos tipos de controles y el proyecto de ley de
Piñera II para fortalecerlos, ver: https://www.elciudadano.com/justicia/controles-de-identidad-perfeccionando-el-estado-policial/08/16/
. Para un análisis de casos concretos, ver: http://carcaj.cl/encuentros-cercanos-con-el-control-de-identidad/
Etiquetas: chanchos culiaos asesinos