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viernes, diciembre 17, 2021

Grandes mambos/Octubre no ha muerto 

 

No tengo mucho que decir, así que no diré nada.

Sólo los dejaré con música de fiesta: Dámaso Pérez Prado, Grandes mambos.



Y música funeraria: el funeral de Pérez Prado, interpretado por un gran fan, Steven Stapleton, como Nurse with Wound.

[Alguna vez Steven dijo que él sólo era un coleccionista completista de Captain Beefheart y de Pérez Prado. La razón en este último caso era que en sus muchísimos discos los temas son siempre los mismos, pero nunca en las mismas versiones].



 

Después de bailar celebrando la muerte de la muerte, lean estos textos completos en la revista DISENSO:

Iván Torres, Octubre y elestallido de la política

“Es preciso estar dispuesto a escuchar el grito de Reich: ¡no, las masas no han sido engañadas, ellas han deseado el fascismo en un momento determinado”. Estas son las palabras con las que Gilles Deleuze piensa el fascismo en la juntura entre deseo y poder. Sin embargo, Michel Foucault –con quien se encuentra dialogando– antes había introducido una serie de contrapuntos, quizá con algo de cautela, frente a esta perspectiva, indicando el problema de “«psicoanalizar» a bajo precio lo que debe ser objeto de una lucha”. ¿Por qué resultaría relevante para nosotros retomar estas palabras?

En primer lugar, porque, en la actual coyuntura, nos ayudan a evitar la tentación de culpabilizar a la masa por el avance de la extrema derecha. En segundo lugar, porque nos permite introducir una dimensión algo olvidada al interior de los análisis políticos contemporáneos: el recurso a una analítica de las relaciones de fuerzas y a la historia que las recorre. El ingreso analítico es relevante, además, porque nos permite releer la revuelta de octubre y proyectarla en lo que no «tiene» de acontecimiento, esto es, en lo que deja a la vista como repetición y continuidad. Recuerdo en este punto las indicaciones de Ornette Coleman para quien, la improvisación en la música –y, para nosotros, el acontecimiento en la historia– expresa una creación inédita, pero sobre la base de una trama pre-escrita que ha sido su condición de posibilidad.

 

Gerardo Muñoz, ¿Qué es ganar?

Hacia finales de la década del 60, cuando Jacques Camatte declaraba la “crisis del hombre social”, a la par de Pasolini quién notaba la mutación antropológica de la especie, y Giorgio Cesarano que entreveía la función utópica del capital en su fase ilimitada en la subjetividad; el viejo Amadeo Bordiga lanzó una hipótesis correctiva que en realidad no ha sido elaborada hasta sus últimas consecuencias: “Habrá comunismo una vez que dejemos de preocuparnos tanto por la organización”. Tal vez ha llegado el momento de tomarnos en serie esa aclamación.

Llevando esta intuición sobre nuestro presente pudiéramos afirmar que podremos ganar sólo cuando aprendamos a ser lo suficientemente desorganizados. En efecto, como ha mostrado Rodrigo Karmy en Intifada (2020), la revuelta a diferencia de la revolución tiene la potencia intempestiva de desorganizar todas las topologías, alterar los tiempos, y las lenguas habilitando un devenir menor que rechaza aquellos mandatos ilustrados de los fundamentos retóricos de lo social. Solo así se vuelve posible abrazar una persuasión destituyente que nos devuelve el tono irreductible de nuestro ánimo. Y ese ánimo es la entrada de vuelta al mundo. Por eso, la desorganización puede ser el resorte técnico para el nuevo partido de la multiplicidad. Y la multiplicidad es la composición de un campo de fuerza que rechaza aquella acreditación valórica desde la cual lo Social ha buscado garantizar una fe en el Futuro. Aquí ‘ganar’ no supondría la consolidación de una hegemonía –esa sutura de la subordinación voluntaria – sino el rechazo de todo principio que pretenda formalizar la topología del acontecimiento. 

 

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