<$BlogRSDUrl$>

miércoles, octubre 05, 2022

El auge del feminacionalismo (x Sara R Farris). 

 


FEMINACIONALISMO, x Sara R. Farris (traducción de Elena Fernández-Renau, Traficantes de Sueños, 2021)

 (Fragmento de la INTRODUCCIÓN: EN NOMBRE DE LOS DERECHOS DE LAS MUJERES)

Creo que nos enfrentamos a mujeres muy enfermas [es decir, mujeres musulmanas que llevan velo completo] y no creo que su patología tenga que definirnos.

Élizabeth Badinter, filósofa feminista francesa

El islam [...] expulsa a los judíos y a los gays y tira por el retrete décadas de derechos de las mujeres.

Geert Wilders, líder del partido neerlandés de extrema derecha Partido por la Libertad

No puede haber una regularización para aquellos [migrantes] que entraron ilegalmente, para aquellos que violen a una mujer o roben un chalet; pero a la hora de regularizar, sin duda tendremos en cuenta todas esas situaciones que provocan un gran impacto social, como es el caso de las [mujeres] migrantes cuidadoras.

Roberto Maroni, exlíder del partido de extrema derecha italiano Liga Norte

El éxito de la extrema derecha en las elecciones de 2014 al Parlamento Europeo atrajo la atención internacional. Por todo el continente, vimos cómo partidos nacionalistas de extrema derecha ganaban un número de escaños sin precedente o consolidaban su ya significativo apoyo popular (1). Estos logros electorales, junto con la dureza de los eslóganes antiislam que caracterizaron sus campañas, desataron el temor del regreso del fascismo. Aun así, uno de los rasgos más llamativos que distingue a los partidos nacionalistas europeos contemporáneos de sus homólogos del pasado es la reclamación de la igualdad de género (y en ocasiones de los derechos lgbt) dentro de su retórica, por lo demás, xenófoba. Es más, a pesar de su falta de preocupación por elaborar políticas concretas de igualdad de género y su estilo de política masculinista, estos partidos promueven cada vez más sus programas antiislam en nombre de los derechos de las mujeres. Desde Geert Wilders en los Países Bajos a Marine Le Pen en Francia y Mateo Salvini en Italia (los impulsores clave de la «internacional parda» en la que se centra este libro), uno de los tropos principales al que han apelado estos partidos es el grave peligro que constituyen los hombres musulmanes para las sociedades europeas, debido, ante todo, al trato opresivo que dispensan a las mujeres (2).

Algunos investigadores han descrito el acercamiento por parte de los nacionalistas a las cuestiones sobre la igualdad de las mujeres como un intento por modernizar sus programas y aumentar su electorado femenino (3). Otros han trazado una conexión entre Europa y Estados Unidos, por los políticos conservadores que plantearon las guerras imperialistas tras el 11-S en Oriente Próximo como misiones para liberar a las mujeres musulmanas de los hombres musulmanes (4). A pesar de todo, los nacionalistas de extrema derecha no son los únicos que agitan la bandera de la igualdad de las mujeres de formas que parecen contradictorias con su ideología y políticas esenciales. Al otro lado del espectro político, ciertas feministas reputadas y sin pelos en la lengua también se han sumado al coro antiislam. Durante los años dos mil, la filósofa feminista francesa de fama internacional, Élizabeth Badinter, la política feminista Ayan Hirsi Ali y la famosa «feminista ocasional» italiana Oriana Fallaci denunciaron que las comunidades musulmanas eran excepcionalmente sexistas en comparación con los países occidentales, lugares donde las relaciones de género eran «superiores» (5). De igual manera, tanto las organizaciones de mujeres, como las burócratas de primera línea de las agencias estatales por la igualdad de género (a las que a menudo me referiré como femócratas) señalaron las prácticas religiosas islámicas como especialmente patriarcales y defendieron que no cabían en la esfera pública occidental (6). En consecuencia, todas respaldaron propuestas legislativas como la prohibición del velo, que retratan a las mujeres musulmanas como víctimas pasivas que necesitan ser rescatadas y emancipadas. De esta manera, este frente heterogéneo feminista y antiislam presenta el sexismo y el patriarcado como de dominio casi exclusivo de ese Otro musulmán.

No obstante, el peculiar encuentro de la agenda antiislam y la retórica emancipatoria sobre los derechos de la mujer no queda restringido a nacionalistas y feministas. Los defensores del neoliberalismo que, por lo demás, son antinacionalistas, también han hecho un uso cada vez mayor de representaciones antiislam en nombre de los derechos de las mujeres (7). Buen ejemplo de ello son los programas de integración civil para «nacionales de terceros países» que, como explicaré más adelante, son un referente del neoliberalismo. Diseñados para promover la inclusión de los migrantes en el tejido de las sociedades europeas, estos programas han logrado que la residencia a largo plazo de los migrantes dependa de un compromiso certificado por aprender el idioma, la cultura y los valores del país de destino. Instan a los migrantes tanto a reconocer los derechos de las mujeres como valor central de Occidente, como a integrarse en las prácticas culturales occidentales, que se presentan como más civilizadas y avanzadas. Lo que también resulta sorprendente es que las políticas de integración civil tienden a generalizar la supuesta misoginia inherente a las comunidades musulmanas y las aplican a todos los migrantes no occidentales.

Así, tres actores políticos bien distintos (nacionalistas de extrema derecha, ciertas feministas y agencias por la igualdad de las mujeres y los neoliberales) recurren a los derechos de las mujeres para estigmatizar a los hombres musulmanes y así promover sus propios objetivos políticos. Pero, ¿por qué estos distintos movimientos recurren al mismo tropo e identifican a los hombres musulmanes como una de las mayores amenazas para las sociedades occidentales? ¿Acaso los partidos de extrema derecha no «traicionan» sus políticas antifeministas, las feministas sus políticas de emancipación y los neoliberales sus políticas antinacionalistas cuando todos ellos recurren a los derechos de las mujeres contra los sujetos musulmanes masculinos? ¿Quiénes representan exactamente las fuerzas nacionalistas, feministas y neoliberales que oponen la igualdad de género al islam y cuáles son sus argumentos concretos? ¿Asistimos al auge de una nueva alianza impía, o este aparente consenso que atraviesa el arco político es simplemente fortuito y circunstancial? Y, por último, ¿por qué las mujeres musulmanas reciben ofertas de «rescate» en un contexto de creciente islamofobia y sentimiento antinmigración, en particular en lo que respecta al empleo y al bienestar?

Tal y como planteo en las siguientes secciones, varios académicos han explicado la nueva centralidad de la igualdad de género y a veces la del colectivo homosexual dentro de los programas antiislam como consecuencia del giro a la derecha y de la guerra del terror que marcó los años dos mil en Europa y Estados Unidos, en particular tras el 11-S. Así, enfatizan las lógicas de seguridad de las narrativas contemporáneas que definen a las mujeres musulmanas como víctimas e interpretan estas narrativas fundamentalmente como constelaciones políticas que caracterizan el actual espíritu neoliberal y nacionalista de la época.

En su lugar, este libro defiende que se han ignorado gran parte de dimensiones político-económicas importantes que subyacen a estas paradójicas intersecciones en Europa occidental. Además, defiendo que las formas en que las campañas antiislam en nombre de la igualdad de género promueven y definen ideologías e instituciones racistas y antinmigración de carácter más diverso no han recibido la atención que merecen. En nombre de los derechos de las mujeres pretende proponer nuevos vínculos, conceptualizaciones y categorías para el análisis con el objetivo de descifrar las razones de la sorprendente intersección entre nacionalistas, feministas y neoliberales. Para nombrar esta intersección y enmarcar la lógica político-económica que lo sostiene, propongo la noción de feminacionalismo.

Esta forma abreviada de «nacionalismo feminista y femocrático», feminacionalismo, se refiere tanto a la explotación de las temáticas feministas por parte de nacionalistas y neoliberales en sus campañas contra el islam (pero también, como expongo más adelante, en contra de la inmigración), como a la participación de ciertas feministas y femócratas en la estigmatización de los hombres musulmanes bajo el estandarte de la igualdad de género. El feminacionalismo, por lo tanto, describe, por un lado, el intento de los partidos de Europa occidental, neoliberales y de la derecha, de promover políticas racistas y xenófobas al pregonar la igualdad de género; y, por otro, captura la implicación de varias feministas y femócratas reputadas y muy visibles en la actual representación del islam como la religión y la cultura misógina por excelencia. Para definir y mapear el feminacionalismo, este libro se centra en tres contextos nacionales específicos (Países Bajos, Francia e Italia durante los años 2000-2013) y tres actores y agendas políticas concretas: 1) los partidos nacionalistas de derechas (el Partij voor de Vrijheid [pvv, Partido por la Libertad] de los Países Bajos, el Front National [fn, Frente Nacional] de Francia y la Lega Nord [ln, Liga Norte] de Italia); 2) políticas e intelectuales feministas notables, organizaciones de mujeres y femócratas de los tres países; y 3) políticas neoliberales dirigidas a migrantes no occidentales dentro de programas de integración civil.

Llegados a este punto, es preciso realizar dos aclaraciones. En primer lugar, debería recalcar que, a diferencia de los partidos nacionalistas de derechas que instrumentalizan la igualdad de género en campañas antinmigración más amplias, las feministas, las organizaciones de mujeres y las femócratas que señalo han dirigido sus principales críticas contra los musulmanes y no contra los migrantes en general. Sin embargo, este libro detalla la implicación de algunas de estas feministas, organizaciones de mujeres y femócratas en la elaboración y puesta en marcha de algunos de los elementos de los programas de integración civil dirigidos a mujeres migrantes no occidentales en general (8). Así, muestro cómo la retórica antiislam ha permeado los mecanismos institucionales dirigidos a la población migrante no occidental en general. En nombre de los derechos de las mujeres intenta aclarar este complejo entramado al afirmar que, a pesar de que la retórica antimusulmana se haya convertido en la retórica dominante antiOtro, en ciertos puntos y en ciertos lugares y discursos coincide con la retórica antinmigración. Para explicar este entramado, por un lado, desarrollo cómo la conexión entre las políticas antiislam y antinmigración se da mediante la presunción de que los hombres y mujeres musulmanes son los principales representantes del binomio opresor y víctima. A continuación, este binomio se proyecta y se generaliza a los migrantes no occidentales del Sur global de forma generalizada (como sucede con las políticas de integración civil). Por otro lado, debato cómo el binomio opresor y víctima que se usa hoy para presentar a los musulmanes alimenta especialmente las representaciones y los estereotipos instalados desde la época colonial en los tres países y que son parte integrante de un repertorio racista más amplio.

En segundo lugar, mi crítica del retrato europeo de las mujeres musulmanas como las víctimas por excelencia del patriarcado no occidental no implica en ningún caso que niegue la desigualdad o la represión a la que estas mujeres (igual que aquellas que tengan cualquier otro origen cultural, social o nacional) puedan estar sometidas dentro de sus sociedades. Aun así, este libro se centra ante todo en las representaciones y conceptualizaciones del imaginario cultural de Europa occidental y en las formas en las que dichas representaciones y conceptualizaciones se alimentan de (y por lo tanto alimentan) estereotipos racistas profundamente arraigados, así como intereses y prácticas económicas que afectan también a otras mujeres (migrantes) no occidentales.

En definitiva, En nombre de los derechos de las mujeres se propone introducir un marco teórico más robusto para analizar el uso de la igualdad de género en campañas xenófobas. Lo hace de un modo que va más allá de la lente «política» que en gran medida ha dominado el análisis de este fenómeno. Insisto en la necesidad de descifrar el entramado que tejen el nacionalismo de derechas, ciertas capas del feminismo y el neoliberalismo en nombre de los derechos de las mujeres mediante la revelación de sus modelos de funcionamiento político-económicos. Por lo tanto, al proponer la noción de feminacionalismo quiero aportar un concepto teórico que capture el programa político-económico que alimenta esa interpelación a los derechos de las mujeres a la que se suman toda una serie de actores diversos. Esta interpelación, bajo mi punto de vista, está íntimamente ligada al profundo temor al Otro y, dada nuestra coyuntura histórica actual, a la islamofobia. En consecuencia, propongo que el feminacionalismo debe entenderse como una ideología que surge de un modo de encuentro específico, o como prefiero llamarlo, de una convergencia entre distintos proyectos políticos que se produce por, y a su vez produce, una lógica específicamente económica. Las siguientes secciones las dedico a aclarar las tres dimensiones teóricas del feminacionalismo: feminacionalismo como convergencia, como formación ideológica y como economía política neoliberal.

                                           (…) DESCARGAR PARA SEGUIR LEYENDO (...)



NOTAS:

1 Tres partidos nacionalistas de extrema derecha aparecieron por primera vez en sus respectivos países: el Partido Popular Danés obtuvo el 25 por ciento (+18,7) de los votos, el fn obtuvo el 26,6 por ciento (+11,8) y el Partido de la Independencia del Reino Unido el 27,5 por ciento (+11,4). En general, los partidos de extrema derecha obtuvieron sus mejores resultados en los países occidentales europeos (con la excepción de Hungría). Para un enfoque en mayor profundidad de estos resultados, consúltese el análisis de Cas Mudde, «The Far Right in the 2014 European Elections: Of Earthquakes, Cartels and Designer Fascists» de 30 de mayo de 2014 en el Washington Post.

2 Véase el artículo de Thanasis Kampagiannis «The “Brown International” of the European Far Right», Left Flank, 12 de enero de 2014.

3 Bartlett et al., «Populism in Europe»; Mayer, «From Jean-Marie to Marine Le Pen»; Akkerman y Hagelund, «“Women and Children First!”»; Towns et al., «Equality Conundrum».

4 La invasión de Afganistán tras los ataques terroristas contra las Torres Gemelas en Nueva York se presentó ante el público internacional como una misión para liberar a las mujeres afganas de su opresión bajo el mandato talibán, en la misma medida que se planteaba como un acto de defensa y de represalia contra quienes habían perpetrado los ataques; y así lo respaldó la opinión pública. Desde entonces, las imágenes de mujeres musulmanas con velo como cuerpos prisioneros han entrado en nuestro inconsciente colectivo occidental junto con las de hombres musulmanes con barba que aparentemente planean ataques terroristas contra objetivos occidentales. Por todo Occidente, no solo las fuerzas nacionalistas y conservadoras de extrema derecha, sino también ciertas organizaciones feministas de la izquierda y algunas figuras públicas han respaldado el retrato de las mujeres musulmanas como víctimas a las que salvar. En Estados Unidos, la Feminist Majority Foundation, una de las voces feministas líderes en el país, respaldó activamente la invasión de Afganistán por considerarla necesaria para liberar a las mujeres afganas del «apartheid de género» (Russo, «Feminist Majority Foundation’s Campaign to Stop Gender Apartheid»). Al otro lado del Atlántico, el icono feminista alemán Alice Schwarzer ha sido una de las opositoras más firmes al islam por considerarlo una religión y una cultura misóginas, ideas de las que se hicieron eco una amplia gama de fuerzas políticas tanto de izquierda como de derecha. Esta actitud está tan extendida en el país que según una encuesta realizada por la agencia de sondeos Allensbach en 2012, el 83 por ciento de las mujeres alemanas asociaban la palabra «islam» con «opresión de las mujeres». En Suecia y Noruega, se ha dado una convergencia entre las feministas y los partidos de la derecha y antinmigración, como son el Sverigedemokraterna (Demócratas de Suecia) y el Fremskrittspartiet (Partido del Progreso), en nombre de la igualdad de género contra las comunidades inmigrantes no occidentales (romanís y musulmanes en particular). Si miramos a otros países occidentales, la situación no es tan distinta. Tras los disturbios raciales de Sídney de 2005, en Cronulla, en los que australianos blancos asaltaron a hombres de color durante días acusándoles de ser violadores, el primer ministro Carl Scully afirmó que estaba «preocupado por que un pequeño número de hombres de Oriente Próximo parecía tener un problema para respetar a las mujeres» (Ho, «Muslim Women’s New Defenders»).

5 Oriana Fallaci no se definió como feminista, aunque se la asocia con el feminismo liberal por su participación activa en la lucha por el derecho al aborto y al divorcio durante los años setenta.

6 Aquí uso la definición de femócratas de Inside Aligators de Hester Eisenstein como «feministas que participan en la burocracia estatal». Para un debate en profundidad sobre la noción de femócrata y de feminismo de Estado desde una perspectiva transnacional, véase Haussman y Sauer, Gendering the State in the Age of Globalization. Véase también McBride y Mazur, Politics of State Feminism.

7 El neoliberalismo se suele asociar con doctrinas político-económicas que promueven la globalización. Se asume por lo tanto que trasciende las fronteras nacionales y que rechaza las ideologías nacionalistas. El capítulo 3 desafía esta visión mayoritaria. Para una visión general de estos debates, en especial dentro del ámbito de la economía política internacional, véase Harmes, «The Rise of Neoliberal Nationalism».

8 Algunos de los argumentos que recientemente han utilizado ciertas feministas y femócratas para estigmatizar a los hombres musulmanes y retratar a las mujeres musulmanas como víctimas a las que rescatar replican las representaciones estereotipadas de la supuesta victimización de las mujeres no occidentales que, al menos desde los años setenta en adelante, ha caracterizado el relato europeo occidental de las mujeres migrantes. Además, las políticas de integración civil que algunas feministas, organizaciones de mujeres y femócratas han apoyado o directamente implementado sobre la base de su perspectiva antiislam no solo afectan a migrantes de Oriente Próximo, el norte de África y el sur de Asia, sino también a africanos en general, albanos, rusos, serbios, chinos y demás (en resumen, a migrantes no europeos/no occidentales). Por esta razón, a lo largo de este libro me refiero a hombres y mujeres migrantes musulmanes y no occidentales, a no ser que el contexto exija hacer referencia a nacionalidades o filiaciones religiosas específicas. En concreto, destacaré cómo la mayoría de mujeres musulmanas (migrantes y no migrantes por igual) y la mayoría de mujeres que migran a Europa desde el Sur global y desde algunos de los países del bloque postsocialista se ven afectados al menos por algunas de las políticas y procesos que resumo en este libro.

Etiquetas: , , , ,


Comments: Publicar un comentario

This page is powered by Blogger. Isn't yours?