FEMINACIONALISMO,
x Sara R. Farris (traducción de Elena Fernández-Renau, Traficantes de Sueños,
2021)
(Fragmento de la INTRODUCCIÓN: EN NOMBRE DE
LOS DERECHOS DE LAS MUJERES)
Creo que nos enfrentamos a mujeres
muy enfermas [es decir, mujeres musulmanas que llevan velo completo] y no creo
que su patología tenga que definirnos.
Élizabeth Badinter, filósofa feminista francesa
El islam [...] expulsa a los judíos y
a los gays y tira por el retrete décadas de derechos de las mujeres.
Geert Wilders, líder del partido neerlandés de extrema
derecha Partido por la Libertad
No puede haber una regularización
para aquellos [migrantes] que entraron ilegalmente, para aquellos que violen a
una mujer o roben un chalet; pero a la hora de regularizar, sin duda tendremos
en cuenta todas esas situaciones que provocan un gran impacto social, como es
el caso de las [mujeres] migrantes cuidadoras.
Roberto Maroni, exlíder del partido de extrema derecha
italiano Liga Norte
El éxito de la extrema derecha en las elecciones de 2014 al
Parlamento Europeo atrajo la atención internacional. Por todo el continente,
vimos cómo partidos nacionalistas de extrema derecha ganaban un número de
escaños sin precedente o consolidaban su ya significativo apoyo popular (1).
Estos logros electorales, junto con la dureza de los eslóganes antiislam que
caracterizaron sus campañas, desataron el temor del regreso del fascismo. Aun
así, uno de los rasgos más llamativos que distingue a los partidos nacionalistas
europeos contemporáneos de sus homólogos del pasado es la reclamación de la
igualdad de género (y en ocasiones de los derechos lgbt) dentro de su retórica,
por lo demás, xenófoba. Es más, a pesar de su falta de preocupación por
elaborar políticas concretas de igualdad de género y su estilo de política
masculinista, estos partidos promueven cada vez más sus programas antiislam en
nombre de los derechos de las mujeres. Desde Geert Wilders en los Países Bajos
a Marine Le Pen en Francia y Mateo Salvini en Italia (los impulsores clave de
la «internacional parda» en la que se centra este libro), uno de los tropos
principales al que han apelado estos partidos es el grave peligro que
constituyen los hombres musulmanes para las sociedades europeas, debido, ante
todo, al trato opresivo que dispensan a las mujeres (2).
Algunos investigadores han descrito el acercamiento por parte
de los nacionalistas a las cuestiones sobre la igualdad de las mujeres como un
intento por modernizar sus programas y aumentar su electorado femenino (3).
Otros han trazado una conexión entre Europa y Estados Unidos, por los políticos
conservadores que plantearon las guerras imperialistas tras el 11-S en Oriente
Próximo como misiones para liberar a las mujeres musulmanas de los hombres musulmanes
(4). A pesar de todo, los nacionalistas de extrema derecha no son los únicos que agitan la bandera de
la igualdad de las mujeres de formas que parecen contradictorias con su
ideología y políticas esenciales. Al otro lado del espectro político, ciertas
feministas reputadas y sin pelos en la lengua también se han sumado al coro
antiislam. Durante los años dos mil, la filósofa feminista francesa de fama
internacional, Élizabeth Badinter, la política feminista Ayan Hirsi Ali y la
famosa «feminista ocasional» italiana Oriana Fallaci denunciaron que las
comunidades musulmanas eran excepcionalmente sexistas en comparación con los
países occidentales, lugares donde las relaciones de género eran «superiores» (5).
De igual manera, tanto las organizaciones de mujeres, como las burócratas de
primera línea de las agencias estatales por la igualdad de género (a las que a
menudo me referiré como femócratas) señalaron las prácticas religiosas
islámicas como especialmente patriarcales y defendieron que no cabían en la
esfera pública occidental (6). En consecuencia, todas respaldaron propuestas
legislativas como la prohibición del velo, que retratan a las mujeres
musulmanas como víctimas pasivas que necesitan ser rescatadas y emancipadas. De
esta manera, este frente heterogéneo feminista y antiislam presenta el sexismo
y el patriarcado como de dominio casi exclusivo de ese Otro musulmán.
No obstante, el peculiar encuentro de la agenda antiislam y
la retórica emancipatoria sobre los derechos de la mujer no queda restringido a
nacionalistas y feministas. Los defensores del neoliberalismo que, por lo
demás, son antinacionalistas, también han hecho un uso cada vez mayor de
representaciones antiislam en nombre de los derechos de las mujeres (7). Buen
ejemplo de ello son los programas de integración civil para «nacionales de
terceros países» que, como explicaré más adelante, son un referente del
neoliberalismo. Diseñados para promover la inclusión de los migrantes en el
tejido de las sociedades europeas, estos programas han logrado que la
residencia a largo plazo de los migrantes dependa de un compromiso certificado
por aprender el idioma, la cultura y los valores del país de destino. Instan a
los migrantes tanto a reconocer los derechos de las mujeres como valor central
de Occidente, como a integrarse en las prácticas culturales occidentales, que
se presentan como más civilizadas y avanzadas. Lo que también resulta
sorprendente es que las políticas de integración civil tienden a generalizar la
supuesta misoginia inherente a las comunidades musulmanas y las aplican a todos
los migrantes no occidentales.
Así, tres actores políticos bien distintos (nacionalistas de
extrema derecha, ciertas feministas y agencias por la igualdad de las mujeres y
los neoliberales) recurren a los derechos de las mujeres para estigmatizar a
los hombres musulmanes y así promover sus propios objetivos políticos. Pero,
¿por qué estos distintos movimientos recurren al mismo tropo e identifican a
los hombres musulmanes como una de las mayores amenazas para las sociedades
occidentales? ¿Acaso los partidos de extrema derecha no «traicionan» sus
políticas antifeministas, las feministas sus políticas de emancipación y los
neoliberales sus políticas antinacionalistas cuando todos ellos recurren a los
derechos de las mujeres contra los sujetos musulmanes masculinos? ¿Quiénes
representan exactamente las fuerzas nacionalistas, feministas y neoliberales
que oponen la igualdad de género al islam y cuáles son sus argumentos
concretos? ¿Asistimos al auge de una nueva alianza impía, o este aparente consenso
que atraviesa el arco político es simplemente fortuito y circunstancial? Y, por
último, ¿por qué las mujeres musulmanas reciben ofertas de «rescate» en un
contexto de creciente islamofobia y sentimiento antinmigración, en particular
en lo que respecta al empleo y al bienestar?
Tal y como planteo en las siguientes secciones, varios
académicos han explicado la nueva centralidad de la igualdad de género y a
veces la del colectivo homosexual dentro de los programas antiislam como
consecuencia del giro a la derecha y de la guerra del terror que marcó los años
dos mil en Europa y Estados Unidos, en particular tras el 11-S. Así, enfatizan
las lógicas de seguridad de las narrativas contemporáneas que definen a las
mujeres musulmanas como víctimas e interpretan estas narrativas
fundamentalmente como constelaciones políticas que caracterizan el actual
espíritu neoliberal y nacionalista de la época.
En su lugar, este libro defiende que se han ignorado gran
parte de dimensiones político-económicas importantes que subyacen a estas
paradójicas intersecciones en Europa occidental. Además, defiendo que las
formas en que las campañas antiislam en nombre de la igualdad de género
promueven y definen ideologías e instituciones racistas y antinmigración de
carácter más diverso no han recibido la atención que merecen. En nombre de los
derechos de las mujeres pretende proponer nuevos vínculos, conceptualizaciones
y categorías para el análisis con el objetivo de descifrar las razones de la
sorprendente intersección entre nacionalistas, feministas y neoliberales. Para
nombrar esta intersección y enmarcar la lógica político-económica que lo
sostiene, propongo la noción de feminacionalismo.
Esta forma abreviada de «nacionalismo feminista y
femocrático», feminacionalismo, se refiere tanto a la explotación de las
temáticas feministas por parte de nacionalistas y neoliberales en sus campañas
contra el islam (pero también, como expongo más adelante, en contra de la
inmigración), como a la participación de ciertas feministas y femócratas en la
estigmatización de los hombres musulmanes bajo el estandarte de la igualdad de
género. El feminacionalismo, por lo tanto, describe, por un lado, el intento de
los partidos de Europa occidental, neoliberales y de la derecha, de promover
políticas racistas y xenófobas al pregonar la igualdad de género; y, por otro,
captura la implicación de varias feministas y femócratas reputadas y muy
visibles en la actual representación del islam como la religión y la cultura
misógina por excelencia. Para definir y mapear el feminacionalismo, este libro
se centra en tres contextos nacionales específicos (Países Bajos, Francia e
Italia durante los años 2000-2013) y tres actores y agendas políticas
concretas: 1) los partidos nacionalistas de derechas (el Partij voor de
Vrijheid [pvv, Partido por la Libertad] de los Países Bajos, el Front National
[fn, Frente Nacional] de Francia y la Lega Nord [ln, Liga Norte] de Italia); 2)
políticas e intelectuales feministas notables, organizaciones de mujeres y
femócratas de los tres países; y 3) políticas neoliberales dirigidas a
migrantes no occidentales dentro de programas de integración civil.
Llegados a este punto, es preciso realizar dos aclaraciones.
En primer lugar, debería recalcar que, a diferencia de los partidos nacionalistas
de derechas que instrumentalizan la igualdad de género en campañas
antinmigración más amplias, las feministas, las organizaciones de mujeres y las
femócratas que señalo han dirigido sus principales críticas contra los
musulmanes y no contra los migrantes en general. Sin embargo, este libro
detalla la implicación de algunas de estas feministas, organizaciones de
mujeres y femócratas en la elaboración y puesta en marcha de algunos de los
elementos de los programas de integración civil dirigidos a mujeres migrantes
no occidentales en general (8). Así, muestro cómo la retórica antiislam ha
permeado los mecanismos institucionales dirigidos a la población migrante no
occidental en general. En nombre de los derechos de las mujeres intenta aclarar
este complejo entramado al afirmar que, a pesar de que la retórica
antimusulmana se haya convertido en la retórica dominante antiOtro, en ciertos
puntos y en ciertos lugares y discursos coincide con la retórica
antinmigración. Para explicar este entramado, por un lado, desarrollo cómo la
conexión entre las políticas antiislam y antinmigración se da mediante la
presunción de que los hombres y mujeres musulmanes son los principales
representantes del binomio opresor y víctima. A continuación, este binomio se
proyecta y se generaliza a los migrantes no occidentales del Sur global de
forma generalizada (como sucede con las políticas de integración civil). Por
otro lado, debato cómo el binomio opresor y víctima que se usa hoy para
presentar a los musulmanes alimenta especialmente las representaciones y los
estereotipos instalados desde la época colonial en los tres países y que son
parte integrante de un repertorio racista más amplio.
En segundo lugar, mi crítica del retrato europeo de las
mujeres musulmanas como las víctimas por excelencia del patriarcado no
occidental no implica en ningún caso que niegue la desigualdad o la represión a
la que estas mujeres (igual que aquellas que tengan cualquier otro origen
cultural, social o nacional) puedan estar sometidas dentro de sus sociedades.
Aun así, este libro se centra ante todo en las representaciones y conceptualizaciones
del imaginario cultural de Europa occidental y en las formas en las que
dichas representaciones y conceptualizaciones se alimentan de (y por lo tanto
alimentan) estereotipos racistas profundamente arraigados, así como intereses y
prácticas económicas que afectan también a otras mujeres (migrantes) no
occidentales.
En definitiva, En nombre de los derechos de las mujeres
se propone introducir un marco teórico más robusto para analizar el uso de la
igualdad de género en campañas xenófobas. Lo hace de un modo que va más allá de
la lente «política» que en gran medida ha dominado el análisis de este
fenómeno. Insisto en la necesidad de descifrar el entramado que tejen el
nacionalismo de derechas, ciertas capas del feminismo y el neoliberalismo en
nombre de los derechos de las mujeres mediante la revelación de sus modelos de
funcionamiento político-económicos. Por lo tanto, al proponer la noción de
feminacionalismo quiero aportar un concepto teórico que capture el programa
político-económico que alimenta esa interpelación a los derechos de las mujeres
a la que se suman toda una serie de actores diversos. Esta interpelación, bajo
mi punto de vista, está íntimamente ligada al profundo temor al Otro y, dada
nuestra coyuntura histórica actual, a la islamofobia. En consecuencia, propongo
que el feminacionalismo debe entenderse como una ideología que surge de un modo
de encuentro específico, o como prefiero llamarlo, de una convergencia entre
distintos proyectos políticos que se produce por, y a su vez produce, una
lógica específicamente económica. Las siguientes secciones las dedico a aclarar
las tres dimensiones teóricas del feminacionalismo: feminacionalismo como convergencia,
como formación ideológica y como economía política neoliberal.
(…) DESCARGAR PARA SEGUIR LEYENDO (...)
NOTAS:
1 Tres partidos nacionalistas de extrema derecha aparecieron
por primera vez en sus respectivos países: el Partido Popular Danés obtuvo el
25 por ciento (+18,7) de los votos, el fn obtuvo el 26,6 por ciento (+11,8) y
el Partido de la Independencia del Reino Unido el 27,5 por ciento (+11,4). En
general, los partidos de extrema derecha obtuvieron sus mejores resultados en
los países occidentales europeos (con la excepción de Hungría). Para un enfoque
en mayor profundidad de estos resultados, consúltese el análisis de Cas Mudde,
«The Far Right in the 2014 European Elections: Of Earthquakes, Cartels and
Designer Fascists» de 30 de mayo de 2014 en el Washington Post.
2 Véase el
artículo de Thanasis Kampagiannis «The “Brown International” of the European
Far Right», Left Flank, 12 de enero de 2014.
3 Bartlett et
al., «Populism in Europe»; Mayer, «From Jean-Marie to Marine Le Pen»; Akkerman
y Hagelund, «“Women and Children First!”»; Towns et al., «Equality Conundrum».
4 La invasión de Afganistán tras los ataques terroristas
contra las Torres Gemelas en Nueva York se presentó ante el público
internacional como una misión para liberar a las mujeres afganas de su opresión
bajo el mandato talibán, en la misma medida que se planteaba como un acto de
defensa y de represalia contra quienes habían perpetrado los ataques; y así lo
respaldó la opinión pública. Desde entonces, las imágenes de mujeres musulmanas
con velo como cuerpos prisioneros han entrado en nuestro inconsciente colectivo
occidental junto con las de hombres musulmanes con barba que aparentemente
planean ataques terroristas contra objetivos occidentales. Por todo Occidente,
no solo las fuerzas nacionalistas y conservadoras de extrema derecha, sino
también ciertas organizaciones feministas de la izquierda y algunas figuras
públicas han respaldado el retrato de las mujeres musulmanas como víctimas a
las que salvar. En Estados Unidos, la Feminist Majority Foundation, una de las
voces feministas líderes en el país, respaldó activamente la invasión de
Afganistán por considerarla necesaria para liberar a las mujeres afganas del
«apartheid de género» (Russo, «Feminist Majority Foundation’s Campaign to Stop
Gender Apartheid»). Al otro lado del Atlántico, el icono feminista alemán Alice
Schwarzer ha sido una de las opositoras más firmes al islam por considerarlo
una religión y una cultura misóginas, ideas de las que se hicieron eco una
amplia gama de fuerzas políticas tanto de izquierda como de derecha. Esta
actitud está tan extendida en el país que según una encuesta realizada por la
agencia de sondeos Allensbach en 2012, el 83 por ciento de las mujeres alemanas
asociaban la palabra «islam» con «opresión de las mujeres». En Suecia y
Noruega, se ha dado una convergencia entre las feministas y los partidos de la
derecha y antinmigración, como son el Sverigedemokraterna (Demócratas de
Suecia) y el Fremskrittspartiet (Partido del Progreso), en nombre de la
igualdad de género contra las comunidades inmigrantes no occidentales (romanís
y musulmanes en particular). Si miramos a otros países occidentales, la
situación no es tan distinta. Tras los disturbios raciales de Sídney de 2005, en
Cronulla, en los que australianos blancos asaltaron a hombres de color durante
días acusándoles de ser violadores, el primer ministro Carl Scully afirmó que
estaba «preocupado por que un pequeño número de hombres de Oriente Próximo
parecía tener un problema para respetar a las mujeres» (Ho, «Muslim Women’s New
Defenders»).
5 Oriana Fallaci no se definió como feminista, aunque se la
asocia con el feminismo liberal por su participación activa en la lucha por el
derecho al aborto y al divorcio durante los años setenta.
6 Aquí uso la definición de femócratas de Inside Aligators de
Hester Eisenstein como «feministas que participan en la burocracia estatal».
Para un debate en profundidad sobre la noción de femócrata y de feminismo de
Estado desde una perspectiva transnacional, véase Haussman y Sauer, Gendering
the State in the Age of Globalization. Véase también McBride y Mazur, Politics
of State Feminism.
7 El neoliberalismo se suele asociar con doctrinas
político-económicas que promueven la globalización. Se asume por lo tanto que
trasciende las fronteras nacionales y que rechaza las ideologías nacionalistas.
El capítulo 3 desafía esta visión mayoritaria. Para una visión general de estos
debates, en especial dentro del ámbito de la economía política internacional,
véase Harmes, «The Rise of Neoliberal Nationalism».
8 Algunos de los argumentos que recientemente han utilizado
ciertas feministas y femócratas para estigmatizar a los hombres musulmanes y
retratar a las mujeres musulmanas como víctimas a las que rescatar replican las
representaciones estereotipadas de la supuesta victimización de las mujeres no
occidentales que, al menos desde los años setenta en adelante, ha caracterizado
el relato europeo occidental de las mujeres migrantes. Además, las políticas de
integración civil que algunas feministas, organizaciones de mujeres y
femócratas han apoyado o directamente implementado sobre la base de su
perspectiva antiislam no solo afectan a migrantes de Oriente Próximo, el norte
de África y el sur de Asia, sino también a africanos en general, albanos,
rusos, serbios, chinos y demás (en resumen, a migrantes no europeos/no
occidentales). Por esta razón, a lo largo de este libro me refiero a hombres y
mujeres migrantes musulmanes y no occidentales, a no ser que el contexto exija
hacer referencia a nacionalidades o filiaciones religiosas específicas. En
concreto, destacaré cómo la mayoría de mujeres musulmanas (migrantes y no
migrantes por igual) y la mayoría de mujeres que migran a Europa desde el Sur
global y desde algunos de los países del bloque postsocialista se ven afectados
al menos por algunas de las políticas y procesos que resumo en este libro.
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