Este texto de Guattari es de 1968 pero está incluido al final de su entrevista de 1977 editada por Tinta Limón como "Deseo y Revolución". No viene mal leerlo escuchando música Hassaniya del Sahara occidental y Mauritania.
Autogestión y narcisismo
La autogestión como consigna puede servir para cualquier cosa. De
Lapassade a De Gaulle, de la CFDT a los anarquistas. ¿Autogestión de qué?
Referirse a la autogestión en sí, independientemente del contexto, es una
mistificación. Se convierte en algo así como un principio moral, el solemne
compromiso de que será en sí mismo, por sí mismo, que se administrará lo que es
de tal o cual grupo o empresa. La eficacia de tal consigna depende sin
duda de su efecto de autoseducción. La determinación en cada situación del
objeto institucional correspondiente es un criterio que debería permitir
clarificar el asunto.
La autogestión de la escuela o la universidad está limitada por su
dependencia objetiva del estado, por el modo de financiación, por el compromiso
político de los usuarios, etc. No puede ser sino una consigna de
agitación transitoria y que en definitiva corre el riesgo de crear
bastante confusión si no está articulada en una perspectiva revolucionaria
coherente. La autogestión de una fábrica o de un taller está expuesta también a
ser dominada por la ideología reformista psicosociológica, que considera que el
dominio “interrelacional” tiene que ser tratado con técnicas de grupo, por
ejemplo el training group entre los técnicos, cuadros, patrones (para los
obreros, tales técnicas son demasiado “caras”).
Se “impugna”, en lo imaginario, la jerarquía. De hecho, no solamente
no se toca nada, sino que se le encuentra un fundamento modernista, se la
disfraza con un estilo y una moral rogeriana o con cualquier otra. La
aplicación de la autogestión en una empresa implica el control efectivo de la
producción y de los programas: de inversiones, de organización del trabajo, de
relaciones comerciales, etc. En consecuencia, una comunidad de trabajadores que
“optara por una autogestión” en una fábrica tendría que resolver numerosos
problemas con el exterior. Lo que sería perdurable y viable sólo si este
exterior estuviera también organizado como autogestión. Una sucursal de correos
aislada no viviría mucho tiempo con la autogestión y, de hecho, el conjunto de
los engranajes productivos se interpenetran a la manera de centrales
telefónicas. Las experiencias de autogestión durante las huelgas, el
funcionamiento de sectores productivos de una fábrica para responder a las
necesidades de los huelguistas, la organización del aprovisionamiento, de
la autodefensa, son experiencias indicativas muy importantes. Demuestran las
posibilidades de superar los niveles reivindicativos de las luchas. Indican una
vía de organización de una sociedad revolucionaria durante un período
transitorio. Pero es evidente que no podrían aportar respuestas claras y
satisfactorias a los tipos de relaciones de producción, a los tipos de
estructuras adaptadas a una sociedad que haya expropiado los poderes económicos
y políticos de la burguesía en una economía desarrollada.
El control obrero plantea de hecho problemas políticos fundamentales,
puesto que afecta a objetos institucionales que cuestionan la infraestructura
económica. Un aula universitaria autogestionada en una solución pedagógica
excelente, sin duda alguna. Una rama industrial directamente controlada por los
trabajadores plantea inmediatamente todo un conjunto de problemas económicos,
políticos y sociales a escala nacional e internacional. Si los trabajadores no
se hacen cargo de estos problemas de una forma que supere los marcos
burocráticos de los partidos y sindicatos actuales, la autogestión económica
pura corre el riesgo de transformarse en un mito y concluir en estancamientos
desmovilizadores.
Hablar de autogestión política es igualmente una fórmula que sirve para
todo y que además es tramposa. La política es fundamentalmente ajustamiento de
un grupo en relación a otros grupos en una perspectiva global, explicitada o
no. La autogestión tomada como consigna política no es un fin en sí mismo. El
problema consiste en definir, en cada nivel de organización, el tipo de
relaciones, de formas que deben alentarse, y el tipo de poder a instituir. La
consigna de la autogestión puede convertirse en una pantalla si sustituye
masivamente las respuestas diferenciadas por los niveles y los sectores
diferentes en función de su complejidad real.
La transformación del poder del estado, la transformación de la
administración de una rama industrial, la organización de un aula, la
impugnación del sindicalismo burocrático, son cosas totalmente diferentes que
tienen que ser consideradas de un modo separado. No sería nada raro que a la
consigna de la autogestión, que se reveló justa en las luchas de impugnación de
las estructuras burocráticas en el plano universitario, se la apropien los
ideólogos y políticos reformistas. No hay una “filosofía general” de la
autogestión que la haga aplicable en todas partes y en toda situación, en
particular en las que se refieren al establecimiento de un doble poder, de la
instauración de un control democrático revolucionario, de una perspectiva de
poder obrero, de la aplicación de sistemas de coordinación y regulación entre
los diversos sectores de lucha.
Si no se efectúa a tiempo un esclarecimiento del alcance y los límites de
la autogestión, esta “consigna” viciará su contenido con concepciones
reformistas y será rechazada por los trabajadores en provecho tal vez de otras
formulaciones de tipo “centralista democrático”, que rápidamente serán tomadas
por la dogmática del movimiento comunista.
Félix Guattari , 8 de junio de 1968
No hay comentarios.:
Publicar un comentario