jueves, enero 12, 2023
Neofascismo tropical
Sobre la rebelión bolsonarista en Brasil y los acontecimientos del domingo pasado, escribí una columna para CIPER:
Amenaza golpista en Brasil: Bannon, Bolsonaro y el "gen fascista":
La oleada actual de ascenso de la extrema derecha en el mundo, iniciada tras la crisis financiera de 2008 y que tuvo como hitos las victorias del Brexit y de Trump en el 2016, ha ofrecido algunas figuras fascinantes que han oficiado de gurús de esta nueva forma de populismo que a falta de un mejor nombre varios califican de «posfascista» [ver columna previa del autor, en CIPER-Opinión 17.11.2022].
Entre ellos, además de personajes como el ruso Aleksandr Dugin y el francés Alain De Benoist, el norteamericano Steve Bannon, mano derecha de Trump en su campaña del 2016, destaca sobre todo por su excentricidad y capacidad articuladora de un movimiento nacional-populista a nivel internacional. Bannon estuvo al mando de Breitbart News, sitio de noticias que en coordinación con la firma británica privada de datos digitales Cambridge Analytica consiguió hace unos años aprovechar la web y las redes sociales como caja de resonancia de posiciones nacionalistas blancas de extrema derecha, a través de un creativo uso de fake-news, ataques personales a diversas figuras de la izquierda liberal y el masivo uso de la información personal de sus usuarios suministrada por Facebook. Cabe agregar que el mismo Bannon ha dicho en una entrevista reciente que fueron Bolsonaro en Brasil y Salvini en Italia quienes le aportaron a la llamada alt-right (derecha alternativa) norteamericana varias lecciones sobre el uso de redes sociales para atraer multitudes casi sin gastar dinero.
El antiglobalismo de los movimientos nacionalistas hace en principio difícil la colaboración internacional, pero Bannon ha decidido asumir el complejo desafío de tejer sistemáticamente redes entre distintos líderes y movimientos, sobre la base de tres ejes que ha definido como: soberanía, fronteras y migración. Se ha convertido así en un asesor internacional de poderosas figuras, mucho más allá de Donald Trump: Giorgia Meloni, en Italia; Marine Le Pe, en Francia; Jair Bolsonaro, en Brasil; Mauricio Macri, en Argentina; los neofascistas Demócratas, de Suecia (actualmente en el gobierno); el partido Vox, en España; y el ultraconservador Victor Orbán, en Hungría, lo han escuchado con atención y respeto. Hay quienes, incluso, han sugerido su presencia tras la campaña del Rechazo en Chile, al menos en el plebiscito de entrada [ver entrevista de Rodrigo Pulgar (Krypto)].
Después un compañero me envió este otro análisis, realmente interesante y muy crítico con las posiciones de la izquierda tradicional:
Notas sobre la Extrema derecha insurgente en Brasil, por Agnes de Oliveira/Colectivo Quilombo Invisible:
Hoy, 9 de enero, se cumplen 72 días de movilización de la extrema derecha. Una posible interpretación, es en la que insiste la izquierda institucional: desde que comenzaron las movilizaciones, estas y el propio bolsonarismo se están debilitando. Todo indica lo contrario, ya que la extrema derecha se fortalece y gana más consistencia y radicalidad en su accionar. El movimiento bolsonarista no solo ha cambiado de táctica, sino que ha ido adoptando varias simultáneamente: bloqueos de carreteras, campamentos en cuarteles, y acciones como saqueos, quema de camiones, autobuses y automóviles, destrucción de infraestructura, además de ataques armados, incluidas acciones de secuestro. Aquí hay una lista, insuficiente:
El 18 de noviembre , en Ariquemes, cerca de Porto Velho, Rondônia, hubo destrucción del depósito de agua de la ciudad. El acto se enmarcó en la Ley Antiterrorista de Dilma de 2016. En la misma ciudad hubo conflicto con la policía, ataques a camiones de una cadena de supermercados, incendio, vandalismo y saqueo de carga.
El 19 de noviembre, en la carretera entre Sorriso y Lucas do Rio Verde (Mato Grosso), un grupo armado de diez hombres invadió, disparó e incendió camiones en la base de la concesionaria Rota do Oeste. En la acción, los bolsonaristas también destruyeron peajes e incendiaron, dejando la autopista sin cobrar. La región es la misma que concentra a los empresarios agroindustriales que financiaron los bloqueos.
El 20 de noviembre, en Sinop, camiones son alcanzados por disparos en una gasolinera [1]. También hubo robo de camiones para interceptar carreteras. En Mato Grosso, dos camiones cisterna fueron colocados en la carretera e incendiados [2].
El 23 de noviembre , dos tramos de la Carretera Anhanguera, en Campinas, fueron bloqueados por bolsonaristas que dañaron camiones. Además, un empleado del Instituto Brasilero de Geografía y Estadística fue golpeado por bolsonaristas en Amparo, cuando intentaba huir de una protesta.
El 24 de noviembre, en Pará, la Policía Federal arrestó a seis presuntos golpistas y atacantes de la Policía Federal de Carreteras.
El 27 de noviembre, también en Pará, en una acción de bloqueo de carreteras, una caravana de camiones fue alcanzado por disparos en la región de Novo Progresso [3].
El 12 de diciembre, en Brasilia, 5 buses y 3 automóviles fueron quemados por bolsonaristas. También intentaron invadir la sede de la Policía Federal y rompieron vidrios en una comisaría.
El 8 de enero, los bolsonaristas invadieron el Congreso Nacional, el Palacio del Planalto y la sede del Supremo Tribunal Federal, en Brasilia. En São Paulo, bloquearon la Avenida 23 de Maio y la carretera Anhanguera [4]. En Mato Grosso, la carretera BR-163 fue bloqueada [5]. En Itajaí, Santa Catarina, la BR-101 también fue bloqueada [6].
El 9 de enero, los bolsonaristas bloquearon la Marginal Tietê en São Paulo, incendiando neumáticos y escombros.
En todas estas acciones hubo connivencia y activa colaboración por parte de las fuerzas represivas (militares, civiles, policía federal y ejército) [7]. Esto muestra una intensificación de la autonomía política de las fuerzas represivas en relación con los gobiernos, síntoma de la expansión del Estado de excepción permanente que se ha ido expandiendo incluso en gobiernos progresistas. Tal autonomización constituye, de manera elemental, el bolsonarismo, por lo tanto, cualquier intento de combatir la extrema derecha a través de la policía, el estado penal y dispositivos excepcionales (con la garantía de la ley y el orden) fracasará. El Estado Penal (Poder Judicial, Penitenciario y Policial) y la excepción no sólo son parte del problema, sino que constituyen la economía política de la extrema derecha.
De todos modos, lo más grave en este momento es la terrible situación en Perú, con el Estado policial/militar causando una masacre que se ha cobrado medio centenar de vidas para ahogar una enorme rebelión popular que no cesa. Espero poder informar sobre eso prontamente con noticias y análisis anticapitalistas/antiautoritarios.
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