(fragmento de Félix Guattari, Deseo y Revolución. Diálogo con Paolo Bertetto y Franco Bifo Berardi – 1977, Tinta Limón,
2021).
Guattari: Tengo la impresión de que la discusión no avanza y de que no estás
teniendo en cuenta mis objeciones a tu razonamiento. Como sea, intentemos avanzar.
Creo que la subjetividad en la sociedad implicada en el proceso de producción
cambió de naturaleza: ya no es más un tipo de subjetividad humana que se añade
al nivel de la subjetividad de las clases sociales, sino también a nivel de los
procesos subjetivos ligados a la producción misma o a la ciencia o al arte. Hay
un desplazamiento de la subjetividad que es cada vez menos humana y cada vez
más maquínica; lo que no significa más alienante, sino al contrario más
liberadora.
Entonces, yo también estoy convencido de que una de las
determinaciones fundamentales de la situación actual, un motor –como dice Bifo–
es el rechazo del trabajo, solo que este elemento no me parece
caracterizar para nada a la clase obrera como clase social, sino que me parece
caracterizar la emergencia de un nuevo tipo de socialidad, un nuevo tipo de
organización que ya no pasa a través del viejo tipo de oposición de clase.
No acepto el discurso de Bifo cuando habla de trabajo porque
encuentro francamente absurdo que se determine una función social en relación
al trabajo como tal. Quisiera que Bifo repensara lo que dijo teniendo presente
esta pregunta: ¿de qué tipo de trabajo se trata? Yo distinguiría cuatro tipos
de trabajo, pero hay otros.
Existe, en primer lugar, el trabajo del deseo, el
trabajo del sueño, en el sentido en que Freud hablaba de trabajo del sueño: un
trabajo que no representa ninguna finalidad social evidente, inmediata. Es el trabajo,
por ejemplo, de un niño que se hace caca encima. Se trata, sin embargo, de algo
que tiene un valor, de algo que es un trabajo, porque de algún modo el hecho de
que el niño acepte o no acepte seguir las reglas maternas y las reglas de
educación esfintérica es un trabajo como otro.
En segundo lugar, hay otro tipo de trabajo, es el que produce
valores de uso, alguien que hace de comer, pela las papas, etc.; es algo
que presenta una finalidad social evidente. No se trata, ciertamente, de un
juego: trabaja para comer él y sus amigos. He aquí otro tipo de actividad que
es un trabajo. No hay ningún motivo para creer que este tipo de trabajo no deba
participar en una definición general de trabajo, en una definición, diría, física.
Otro tipo de trabajo es aquel que determina la producción de
mercancías, es decir de algo que entrará al interior de un sistema de
intercambio, intercambio con equivalentes de cualquier naturaleza, con una
prestación de servicios o con un salario correspondiente a la fuerza de
trabajo, y que implica la organización de sistemas que permitan la extracción de
plusvalor. Han sido propuestos criterios de análisis del valor ligados a una
tasa de explotación media o a una proporcionalidad en relación al tiempo de
trabajo social medio… En fin, existe toda una serie de criterios que se pueden
obviamente discutir. Se puede intentar formular un criterio de valoración de la
producción de los valores de uso en relación al dispendio de energía, y de este
modo se puede tener otra valoración del tiempo de trabajo en relación al
sistema de intercambio relativo a las otras mercancías.
Yo propondría luego un cuarto tipo de trabajo: es el trabajo
de normalización, el trabajo que con los amigos del Centre d’Etudes, de
Recherches et de Formation Institutionnelles habíamos llamado antiproducción.
Trabajo de la antiproducción, que no por esto deja de ser un trabajo: el
trabajo de los policías, el trabajo de los guardia cárceles, gran parte del
trabajo de los docentes. Es un trabajo que no tiene como finalidad la
producción de mercancías, sino la producción de un orden social, de una
redundancia social.
Va de suyo que cuando examino estos cuatro tipos de trabajo,
ciertamente, ninguno está completamente separado de los otros. Seguramente hay comunicación
entre los valores de deseo, los valores de uso, los valores de cambio y los
valores de normalización: es necesario que un policía obtenga placer con algo,
es preciso que este algo tenga un uso inmediato, que es un uso al interior de
la circulación, es decir un valor de cambio… y todo esto forma un rizoma muy
complicado.
Dicho esto, es fundamental hacer notar que la clase obrera se constituyó en su relación antagonista con la burguesía, esencialmente, sobre el valor de cambio y sobre la producción de valores de cambio. Entonces, todo un sector de otros trabajadores ha quedado fuera de esta definición de la clase obrera, más bien del movimiento obrero como clase trabajadora.Y esto sucede, esencialmente, bajo dos formas: por un lado, en lo concerniente a los valores de deseo –que en cambio son asumidos por los movimientos utópicos y por el movimiento anarquista– y, por otro, en lo concerniente a los valores de uso –que es la fractura entre la clase obrera y la gente que se ocupa de la vida cotidiana, del militantismo cotidiano.
La clase obrera, el motor de la historia, se define entonces
en su relación con la máquina de producción capitalista y también está separada
respecto al valor de normalización, está en relación con cierto tipo de
producción y no con otro: las personas que participan del valor de
normalización, de regulación, de planificación y de organización del trabajo, en
efecto, no forman parte de la clase obrera. Esta opción, entonces, esta
clasificación de una clase en base a cierto tipo de producción, a cierto tipo
de valor, no es solo una elección económica o tecnológica, sino también una
elección social: significa que se ha concebido enteramente la lucha en función
de cierto modelo de producción, de cierto crecimiento de esta producción y de
cierto tipo de sociedad.
Quiero destacar que yo creo que la clase obrera fue en los
últimos años el verdadero motor de la capacidad de la sociedad capitalista de
continuar su propio progreso. Gracias a que las burocracias obreras reemplazaron
los viejos sistemas de encuadramiento a nivel de la producción, de las
diferencias salariales, de la formación de la fuerza de trabajo y de la
seguridad social es que el capitalismo ha podido sobrevivir. En la medida en
que las burocracias obreras han entrado en unión con las burocracias de estado
es que se han podido realizar experiencias políticas como el new deal,
utilizando la capacidad del estado de intervenir para normalizar los procesos
económicos y superar la crisis.
Entonces, en estas condiciones, la oposición clase obrera/burguesía
es fundamental y continúa siéndolo en el cuadro de una sociedad determinada que
tiene su propia lógica, que desemboca en la regulación de sus procesos. Bifo
señala la pasividad obrera en la URSS. Es verdad, y esto no produjo un movimiento
revolucionario, sino una sociedad burocrática represiva y reaccionaria que se
comportó de una manera tal como para que no se haya producido un inmenso
levantamiento revolucionario contra la represión y el Gulag.
Dicho esto, es justo subrayar que las luchas obreras en
Inglaterra, en Francia, en Italia, en Alemania alcanzan un equilibrio, una
regulación, pero no impiden en absoluto que estas sociedades sean
reaccionarias; más bien todo lo contrario: hay un conformismo simétrico,
idéntico –y quizá también más pronunciado– por parte de las aristocracias
obreras respecto a la burguesía.
Por esto digo que hoy estamos frente a una sociedad de clases
y a una oposición de clases que están enteramente focalizadas sobre cierto tipo
de mercancías y de valores, y que forman un continuum con la burguesía
capitalista comercial dominante y la burguesía de estado; un continuum en
el cual todas las burocracias se encuentran montadas al movimiento obrero
político sindical y a los trabajadores sociales de la misma clase obrera. En
realidad, hay un continuo, ya no hay más un frente de clase, hay una polaridad,
muy importante, que es fundamental para la evolución misma del capitalismo: se
ve claramente que el retraso del capitalismo español depende en gran parte del
hecho de que hay un retraso en la promoción de las vanguardias burocráticas del
movimiento obrero.
Un país capitalista desarrollado tiene necesidad de una
burocracia obrera desarrollada. En caso contrario, hay cierto retraso al nivel
del encuadramiento, de la formación, pero también de la promoción del mercado
interno. Es importante que exista una clase obrera reivindicativa, que
participe en el ciclo de las jerarquías internas, que consuma más automóviles, más
heladeras, y que tenga también mayor formación profesional, porque es un factor
de aceleración de la circulación del capital al interior del país y, al mismo
tiempo, de su competitividad a escala internacional. Es igualmente importante
tener petróleo que tener un Partido Comunista y un sindicato comunista fuerte:
todo esto es indispensable para una economía capitalista desarrollada.
Pienso que Bifo responderá: “de acuerdo, pero todo aquello de
lo cual hablas no es la clase obrera.” Este es el problema principal. Si esta
no es la clase obrera, entonces no sé qué sería la clase obrera.
Porque, y te propongo una distinción, yo hablo de la
verdadera clase obrera, es decir de aquella que de un modo u otro se reconoce
en el movimiento obrero, aquella que tiene su subjetividad en el Partido Comunista
y en el sindicato comunista, en la seguridad social y en todos estos
organismos; mientras que aquella de la que habla Bifo no es la clase obrera, sino
una especie de conjunto de todos los conjuntos de personas que trabajan.
Quizá Bifo quiera decirme que en la clase obrera también hay
niños y que su trabajo es explotado, porque es necesario darse cuenta de que
los niños trabajan dado que participan de la formación colectiva de la fuerza
de trabajo: los niños que juegan, a los cuales se le hacen test, que miran
televisión, que van a la escuela son instrumentos fundamentales del proceso de
producción, como las personas que transportan tierra y fabrican un edificio. No
se puede concebir una clase obrera si no se pone a trabajar a los niños, a
formarse dentro del proceso semiótico de la sociedad moderna.
Quizás, además de los niños, también incluís a las mujeres en
la clase obrera. No se puede concebir, en efecto, una sociedad que no
reproduzca los trabajadores al nivel de la sexualidad, de la formación y de la
creación de un ambiente familiar. No existe sociedad que no reúna trabajadores,
incluso, en células consumidoras, siendo siempre fundamental, como dice la
economía política, la reproducción y la continuidad de cada célula consumidora
y la unidad de las economías familiares. Podemos decir, entonces, que también
la mujer trabaja. Si decís que la clase obrera son los niños, los adolescentes,
las mujeres, pues entonces me parece bien que se defina así a la clase obrera,
pero será preciso recordar que no estamos hablando de la clase obrera de la que
habla el marxismo desde hace una centena de años.
Bifo: Marx en la primera parte de El Capital distingue entre work y
labor, trabajo y actividad; creo que es una distinción importante. En el
capítulo de El anti-Edipo dedicado a la antiproducción hay una ambigüedad,
no tanto conceptual como lingüística: cuando se habla de trabajo y se plantea
la cuestión de las máquinas deseantes en relación al problema del trabajo.
Quizá en la lengua italiana, como en la francesa, no exista esta distinción
entre actividad y trabajo, pero sí es posible distinguirlas en la
lengua inglesa y quiero subrayarlo.
Guattari: No, porque el capitalismo no la hace, no existe actividad que hoy no
esté sobrecodificada por el capitalismo: mirar televisión, mear, coger no son “actividades”:
todo está completamente codificado en las grillas del capitalismo… ¡Todo es
trabajo!
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