domingo, abril 02, 2023

El mundo con Don Cherry. Café Montmartre, 1966.

 


En los viejos tiempos de trabajo asalariado en plano centro como una especie de junior leguleyo que debía revisar y mantener en orden la papelería jurídica de un miserable conjunto de empresas de ingeniería y no sé qué más, me acostumbré a sacar la vuelta peinando los estantes de la antigua casa matriz de la Feria del Disco (RIP).  Media hora en el Conservador de Bienes Raíces, y el doble de eso en los subterráneos de la Feria y sus cajones de ofertas ordenadas por precio.

Siempre me topaba con un CD que se llamaba “I don’ t know this world without Don Cherry”. No tenía idea de quien era Don Cherry: en esos años buscaba discos de Henry Rollins y pasaba de largo los de Sonny Rollins: CRASSo error.  

Después cuando en esas mismas estanterías descubrí a precios bastante razonables el “Bap-Tizum” del Art Ensemble of Chicago y el “Free Jazz” del cuarteto doble de Ornette Coleman, así como el “The shape of jazz to come”, todo en Atlantic, me di cuenta que DC era nada menos que el ilustre y magnifico trompetistas de los primeros discos del cuarteto de Ornette.  Así fue que de a poco compré “Brown Rice” (de 1976: una maravilla cuasi oriental, con bajos eléctricos y el saxo chirriante de Frank Lowe), The Sonet recordings (el Don Cherry “tibetano” en el CD1, “Eternal Now” de 1974, y un concierto en Turquía 1969 en el disco 2), y el muy posterior pero bastante cautivante “Multi Kulti” (1990, que incluye una Rumba).

Después me pude conseguir la discografía más esencial de este tremendo artista humano, que a mi juicio es la de la segunda mitad de los 60 en el sello Blue Note (“Where is Brooklyn”, “Symphony for improvisers” y “Complete Communion”, liderando bandas junto a Gato Barbieri, Pharoah Sanders y otros próceres.

Sin entrar en detalles sobre su trayectoria, baste señalar por ahora que antes de empezara a hacer sus discos como “líder” de banda (una denominación muy poco feliz en el caso de este maestro antiautoritario) colaboró además de con Ornette, con Coltrane (escuchen el disco conjunto “The Avantgarde”), con Sonny Rollins, Archie Shepp y con Albert Ayler.

Piensen en eso: estar recién cumpliendo 30 años, tocando, grabando y editando un tipo de música totalmente original y fresca, luego de tocar colaborando estrechamente con cinco de los más grandes saxofonistas de todos los tiempos.

La etiqueta misma de “jazz” o incluso “free jazz” no tenía micho sentido para esta alma inquieta que absorbía con pasión todas las músicas de las comunidades humanas del mundo, mucho antes que Paul Simon, Peter Gabriel y Michael Jackson pusieran de moda y lucraran con las “músicas del mundo”.   


En esta ocasión quiero concentrarme en la edición por ESP Disk de los tres volúmenes del quinteto de Don Cherry en vivo en el Café Montmartre, 1966, espacio relevante para el desarrollo del jazz libre en Europa. Recordemos que muchos artistas negros (decir “black artists” no es ofensivo, supongo) se radicaron en Europa a fines de los 60, donde su trabajo musical era más respetado y no tenían a la CIA y el FBI encima por estar asociados a los movimientos de liberación negra.

En relación a esta banda y evento, los dejo con las sabias palabras de Ekkehard Jost en su libro “Free Jazz. Estudios críticos sobre el jazz de la década del sesenta” (1975, editado en Argentina en traducción de Omar Grandoso, Letra Sudaca/Improvisación Colectiva en Mar del Plata, 2021):

Durante 1964/64 Don Cherry estuvo en Europa varias veces, primero en la gira junto a Sonny Rollins, luego con Archie Shepp y el New York Contemporary Five, y por último con Albert Ayler. A finales de 1964 en París formó su primera agrupación estable. Durante su contratación en el Chat qui pece, el club de jazz que fue uno de los baluartes del free jazz en Europa -otros son el Montmartre de Copenhague y el Gyllene Cirkeln en Estocolmo-. Allí conoció a varios músicos con los que posteriormente alcanzaría una unidad de concepción, bastante inusual en la escena del free jazz, caracterizada por ensambles en cambio constante. Esos músicos fueron: el saxofonista tenor argentino Leandro “Gato” Barbieri, el vibrafonista y pianista alemán Karlhanns Berger, el contrabajista francés Jean Francois Jenny-Clark, y el baterista italiano Aldo Romano.

Karlhanns Berger, que había trabajado con anterioridad junto a Jenny-Clark y Romano, dice acerca de este período:   

“Reunirnos con Don Cherry nos dio un impulso terrible. Por primera vez en mi vida participé de una clase de música sin ningún problema en absoluto; no había necesidad de hablar de estilo y ese tipo de cuestiones. Todo se hacía sin palabras; el hecho de que todos habláramos idiomas diferentes, hacía que apenas fuese posible comunicarse verbalmente, mucho menos discutir algo…Todo lo que más tarde tocamos evolucionó colectivamente” (Berger, 1967).

En este auténtico quinteto internacional, que permaneció unido -excepto por breves interrupciones- hasta mediados de 1966, Cherry pudo por primera vez llevar sus ideas a la práctica, no sólo como improvisador, sino en un sentido más amplio.

Desafortunadamente, la música de este grupo aparece sólo en un LP editado por un sello discográfico francés poco conocido (Durium A 77 127) y no fue editado en Alemania, donde este libro fue escrito”.

Nota del Traductor argentino:

“Con posterioridad a que este libro fuera escrito, unas grabaciones de este grupo registradas durante 1966 en el Café Montmartre (con el contrabajista dinamarqués Bo Stief en lugar de Jenny-Clark), fueron editadas de manera pirata en Europa, y de manera oficial por el sello ESP-Disk en tres volúmenes en CD (ESP 4032, 4043 y 4051) durante el 2007”.

Con esas tres maravillas los dejo acá. Es de destacar el repertorio, que además de piezas que luego salieron en discos como Complete Communion incluye uno que otro guiño al folclor sudamericano.

Montmartre:

-Volumen 1

-Volumen 2

-Volumen 3


Para terminar, y dejar en claro que siempre es prudente tratar de no hablar demás, los dejo con la anécdota de Viv Albertine, guitarrista de las Slits, cuando invitaron a Don Cherry a una gira y una vez instalados arriba del bus viven este muy incómodo momento:

 “El primer día de la gira, para alegría mía, me toca sentarme en una mesa del autobús junto con Don Cherry y un par de músicos de su grupo. Para mí es un privilegio y estoy superentusiasmada. Nos ponemos a charlar en un ambiente amistoso y relajado. Intento contenerme y no ponerme nerviosa por estar hablando con un músico norteamericano tan genial y con tanto talento. No recuerdo como, pero empezamos a hablar de los yonquis. “Yo odio a los yonquis”, digo. Se hace un gran silencio. No sé qué ha pasado. Los miro y ellos me devuelven la mirada imperturbables, nadie habla, nadie sonríe. Algo va mal. Empiezo a sentirme muy sola en aquella mesa, los tres tipos parecen hacerse más grandes y cernirse sobre mí a medida que yo empequeñezco más y más. Entonces, Don Cherry me mira a los ojos y, con voz pausada y en tono frío y comedido, me dice: Yo odio el odio”. Es un desprecio total. Sé que es el título de una canción de Razzy (“I hate hate”, el DJ solía ponerla en el Dingwalls) y me encanta; pero me siento una idiota y he quedado como tal al decir que hay cosas que odio. Les parece una cateta intolerante y con prejuicios.

Se me hace un nudo en el estómago que ya no se me quitará durante el resto de la gira por culpa del ambiente enrarecido entre Don y yo. Me siento una intrusa dentro de mi propia gira. No veo el momento de que termine. No puedo mirar a Don a los ojos y tampoco él me mira a mí. La interpretación de Don a la trompeta es increíble, pero su grupo es decepcionante. Debió pensar que, como iba a tocar con gente joven, lo mejor sería llevar músicos de rock. Trajo consigo al grupo que suele tocar con Lou Reed. Don no interpreta la música pura y embriagadora que esperábamos sino más bien una especie de rock hipertecno.

Dos meses después de acabar la gira Tessa me dijo que Don Cherry era adicto a la heroína”.   

(Viv Albertine, Ropa música chicos, Anagrama, 2017).



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