La contrarrevolución alemana
En la Alemania central, en el
antiguo gran ducado de Sajonia-Weimar, terminaba sus trabajos la Asamblea
Nacional alemana.
El 11 de agosto de 1919, promulgó
la Constitución de la nueva República alemana, una Constitución impecable,
elaborada conforme a los mejores modelos occidentales. Como un manual, daba a
sus discípulos objetivos, principios, guías y directrices. En verdad había sido
elegido primer presidente de la República Friedrich Ebert, el socialdemócrata
de Heidelberg, tal como el soldado Spiro había predicho el 6 de diciembre del
año anterior, en la Wilhelmstrasse. Pero Ebert sospechó entonces que le tendían
una trampa y declaró que se trataba de un asunto demasiado importante, que
tenía que discutirlo con sus compañeros. Ahora había sido elegido, lo habían
tomado como modelo de moderación y calma, y parecía llamado a guiar al pueblo
por aquella senda que la Constitución marcaba.
Lentamente los prisioneros de
guerra regresaron a Alemania. Las tropas aliadas mantenían ocupada Renania.
Pero ya al cabo de dos años el
mismo Friedrich Ebert, que seguía gobernando, dictaba, fugado a Stuttgart, un
llamamiento al proletariado alemán:
“Trabajadores, camaradas. El
golpe militar ha llegado.
“La división de marina Ehrhardt
marcha sobre Berlín.
“No hemos hecho la revolución
para volver a reconocer hoy el sangriento régimen de los mercenarios.
Tendríamos que avergonzarnos si hubiéramos actuado de otro modo”
(Alfred Döblin, El regreso de las tropas del frente. Segunda
parte Vol. II de Noviembre 1918).
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