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martes, octubre 27, 2009

¿Qué chucha es el Proletariado?/Consciencia e Inconsciencia de Clase 



La dominación burguesa se mantiene porque el proletariado no la destruye. Si hasta ahora no ha sido capaz de hacerlo es porque esta clase social no se ha constituido aún en fuerza lo suficientemente compacta y potente para ello.
Ahora bien, para constituirse en fuerza de abolición del sistema social se requiere que la lucha por la vida se cristalice en una actividad revolucionaria voluntaria y consciente. La consciencia histórica de la necesidad de constituirse en fuerza, en partido, está determinada a su vez por las condiciones materiales, por la explotación y la lucha contra la explotación, por la contradicción cada día más explosiva entre las posibilidades que tiene la humanidad en función del desarrollo de las fuerzas productivas y la miserable realidad en la que se mantiene la mayor parte de la especie humana.

Los revolucionarios han constatado más de una vez que esa determinación histórica general hacia la revolución social no es lineal, no es inmediata, y que puede ser retrasada, condicionada, desviada por muchísimos factores de orden político, ideológico, religioso, cultural, etc. Por eso en condiciones materiales impresionantemente catastróficas, como las actuales, la protesta contra dichas condiciones no se asume, directamente, como quisiéramos, como acción organizada y centralizada para la destrucción del capitalismo (2).

En esas condiciones hay diferentes tipos de movimientos sociales del proletariado, desde las simples protestas, huelgas o manifestaciones callejeras que responden a tal o cual acto de un patrón, un ministro o el gobierno, hasta movimientos mucho más generales y violentos que atacan a todos los partidos y fuerzas del capitalismo en presencia y que en los hechos están mostrando una tendencia mucho más general a atacar todo el orden burgués. Pero incluso en estos casos la consciencia que tienen los protagonistas de pertenecer a una misma clase que lucha en todos los países del planeta, la necesidad de organizarse y centralizarse mundialmente, la consciencia de la necesidad de destrucción de la sociedad burguesa, no es para nada comparable con la que caracterizó al proletariado mundial en los años 1917-23, ni tampoco con la que se desarrolló en los años 1968-73. En muchos de nuestros trabajos intentamos trazar las líneas generales que determinan y caracterizan el período actual de lucha y la contradicción entre la fuerza con que reaparece aquí y allá el proletariado internacional y su bajísimo nivel de organización internacional permanente, de asociacionismo, de conciencia de clase.

En nuestros diferentes textos analizamos los cimientos de la dominación burguesa, la democracia, los diferentes subterfugios de la misma para desarmar, desorientar y aplastar todo tipo de revuelta proletaria que no sepa, en un momento dado, pasar a la ofensiva y mostrarse como una fuerza centralizada compacta y decidida luchando por su dictadura contra la sociedad mercantil.

No es por casualidad que las herramientas del poder del capital son siempre las mismas. La repolarización de la sociedad en diferentes alternativas burguesas, del estilo derecha contra izquierda (3), antifascistas contra fascistas, liberales contra antineoliberales, nacionalistas contra imperialistas, frentepopulistas contra nacionalistas, dictadores contra demócratas, militaristas contra pacifistas, islamistas contra cristianos, republicanos contra monárquicos, no es una forma entre otras de reorganizar la dominación burguesa que está en peligro, sino el método general que tiene la sociedad (¡desde hace muchos siglos!) para transformar la rabia social contra la sociedad en rabia al interior de la sociedad, la guerra social en guerra interburguesa, la bronca proletaria en delegaciones y negociaciones al interior del estado, el cuestionamiento de toda la sociedad en cuestionamiento de una forma particular de dominación, la lucha contra el capitalismo en lucha en contra de una fracción burguesa y a favor de otra.

Si el secreto de la revolución es la autonomía del proletariado y la constitución del mismo en clase y por lo tanto en partido; la clave de la contrarrevolución es la atomización del proletariado y su canalización dentro de la sociedad al servicio de la lucha de tal fracción contra tal otra. Si los mayores triunfos de la revolución mundial están siempre ligados a la conquista de la autonomía de clase, a la transformación de la guerra imperialista en guerra social revolucionaria como por ejemplo el proceso que conduce a la insurrección de 1917 en Rusia o en Ucrania un poco después, los mayores triunfos de la contrarrevolución están todos ligados a una liquidación del proletariado como fuerza autónoma y su repolarización dentro de las fuerzas burguesas, como por ejemplo el proceso que va desde la insurrección proletaria de Asturias en 1934 y julio de 1936 en Barcelona hasta su alineamiento internacional en el fascismo y antifascismo y el comienzo de la “segunda” guerra mundial.

Esta forma general de acción de la contrarrevolución se articula con un conjunto de elementos fundamentales de la democracia, como el terrorismo de Estado, las promesas parlamentarias, los escuadrones de la muerte, las guerrillas nacionalistas, las patotas patronales o/y sindicales, los llamados a elecciones, las movilizaciones para defender el Estado de derecho,... elementos todos que confluyen para desarmar y liquidar al proletariado. Nuestros trabajos sobre la actualidad contienen cientos de referencias y explicaciones concretas como tal o cual partido de tal o tal país utiliza la bandera electoral, la bandera nacionalista, la bandera de la paz, la bandera de los derechos del hombre ... para aturdir al proletariado en el momento decisivo, para desviarlo de sus objetivos propios, para hacer diversión en el mismo momento en que otras fracciones (¡o las mismas!) organizan la masacre y el aprisionamiento de sus elementos más decididos. Al estos elementos podríamos designarlos aquí, solo a los efectos de ser más claros, como los elementos políticos de la dominación democrática.

En otros trabajos hemos descrito el funcionamiento normal de la sociedad burguesa actual, el proceso general de atomización cotidiano, de ciudadanización, de imbecilización generalizado que ha hecho del ser humano un bien amaestrado animal cuya actividad central consiste en ser espectador (¡y no solo televisivo!). Contribuyen a dicha obra (4) todos los medios de de información, lo que se llama arte y cultura, la escuela, la ciencia, las iglesias y sectas, las estructuras alternativas, los medios de comunicación y fabricación de ideas, la urbanización, los productos químicos, drogas y psicofármacos, los juegos, la seguridad social, la medicina, la psicología, los circos y otras distracciones organizadas,...Solo para hacer esta exposición lo más clara posible los denominaremos elementos sociales de la dominación democrática.

Es indispensable tener claro que ambos tipos de elementos, al mismo tiempo que son diferentes caras de la misma realidad, están a su vez determinados por lo que es la esencia de la dominación democrática, la economía mercantil, la producción y reproducción de la sociedad como confluencia de vendedores y compradores libres de mercancías, como encuentro de individuos confinados en su propio ser, como pugna de egoísmos recíprocos, como la expresión de la lucha de todos contra todos, como contraposición libre de arbitrios e intereses privados. Al respecto no debe olvidarse que los tan cacareados derechos humanos no son más que la formalización jurídica de esta oposición recíproca entre los individuos, que “ninguno de los llamados derechos humanos va por tanto más allá del hombre egoísta, del hombre como miembro de la sociedad burguesa, es decir del individuo replegado sobre sí mismo, su interés privado y su arbitrio privado y disociado de la comunidad” (Marx: “La cuestión judía”).

Está muy lejos de nosotros el pretender separar o dividir la dominación burguesa en sus aspectos económicos, políticos, ideológicos, sociales como hacen los estructuralistas como si aquellos aspectos pudiesen ser tratados como entidades separadas (¡que luego la teoría articula!); toda nuestra concepción concibe a la totalidad como calidad diferente de la suma de las partes. Además basta aislar un elemento para comprobar que en él se encuentra la totalidad, que lo social, por ejemplo, es a la vez económico, ideológico y político (5). No hay duda pues que no se tratan de diferentes realidades o estructuras sino únicamente de aspectos, de ángulos de percepción, de una misma realidad, como sucede por ejemplo con conceptos como el de capital, burguesía y Estado burgués por un lado o clase y partido proletario del otro.

Lo que hacemos es utilizar una clasificación relativamente arbitraria de los diferentes elementos para poner en evidencia mejor la democracia como globalidad y el análisis que podemos efectuar por separado de los aspectos de esa totalidad sólo tiene validez entre nosotros en la medida que contribuye a captar la globalidad de la dominación burguesa (o que nos permite más fácilmente discutir de ella) y es concebido como parte de una acción contra esa globalidad. Como el lector puede comprobar, la mayoría de nuestros trabajos al respecto denuncian la totalidad de la dominación burguesa y están concebidos como armas de lucha contra la misma. Y ello incluso cuando tratamos únicamente de un aspecto de esa totalidad, en la medida en que siempre ponemos en evidencia la ligazón efectiva que tiene ese aspecto con la lucha internacional e histórica contra la sociedad burguesa en su conjunto.

Es con esas premisas que definiremos el objetivo específico de esta pequeña contribución. Trataremos de analizar un elemento fundamental y de base que hoy es decisivo en la reproducción de la totalidad, en la persistencia de la contrarrevolución. Como veremos en este artículo el elemento primario, que caracteriza la forma actual de la dominación burguesa y permite la coherencia actual de los elementos económicos, políticos y sociales de la democracia, es la inconsciencia de clase, la mitología que permite al proletario hoy considerarse cualquier cosa menos un proletario. Primario, básico, porque es sobre esa no consciencia de pertenecer a una misma clase que se fundamenta toda la dominación.

Pondremos en evidencia entonces que la clave de la dominación burguesa en la actualidad es el haber extendido la negación histórica del proletariado como clase, luego de las derrotas de las mayores olas revolucionarias de la historia (6) a un nivel tan generalizado que el proletariado mismo reproduce esa negación, porque en su vida de todos los días, se desconoce como clase, porque su práctica no es realmente práctica clasista. De más está decir que esa negación del proletariado como clase, base de toda esta sociedad de explotación, miseria y destrucción sin fin, aunque encuentre en la consciencia su expresión, no es una mera cuestión teórica y mucho menos una simple cuestión de ideas, sino un problema eminentemente práctico y que solo encontrará su solución histórica en la práctica revolucionaria.

La clave de la dominación burguesa en la actualidad es el haber extendido la negación histórica del proletariado como clase... a un nivel tan generalizado que el proletariado mismo reproduce esa negación, porque en su vida de todos los días, se desconoce como clase, porque su práctica no es realmente práctica clasista.

La inconsciencia de clase

En efecto, la televisión y el fútbol, las elecciones y los sindicatos, la “droga” y la “música”, la play station y los consoladores (teléfonos móviles, chats...), la política de izquierda y de derecha, las distintas banderas nacionales, la corrupción y la “crisis”, el (¡¿neo?!)liberalismo y su oposición, las bandas parapoliciales y sindicales, la guerrilla nacionalista y la islámica, el alternativismo y sus talleres autogestionados, los gobiernos populares y las campañas antiterroristas,... funcionan perfectamente como mecanismos de falsificación, de desviación, de canalización, de repolarización (7), de destrucción de los esfuerzos del proletariado por organizarse, porqueel proletariado mismo no se reconoce como clase y porque desconoce su potencia histórica y su programa.
O formulado de otra manera. Si hoy le resulta tan fácil a la burguesía responder a una lucha proletaria en cualquier parte, ello se debe sin dudas a que el proletariado del resto del mundo no se reconoce en la misma, a que por un conjunto de mecanismos de control (y hasta de fabricación) de la información, de la historia... el capitalismo logra que los proletarios del mundo crean que lo que sucede en otra parte no tiene nada que ver con lo que sucede “aquí”, al hecho de que la ausencia de asociación, de discusión, de prensa proletaria internacionalista... se cristalice en una total inconsciencia en cuanto a la realidad, llevando a una dispersión total de la potencia proletaria mundial que queda reducida a un conjunto de espectadores que se imaginan que en “Albania la gente protesta contra una gigantesca estafa”, en “Argelia quieren imponer el islamismo”, en “Estados Unidos los que protestan son los negros o los latinos... de todas formas ahí no hay miseria”, que en “Argentina o Brasil hay saqueos porque hay hambre provocada por la corrupción”, que en “Irak la lucha es entre las masas dirigidas por los nacionalistas y el Estado central” o peor “entre diferentes fracciones islámicas” “que en África se lucha entre tal o cual tribu o etnia”, que en “México la alternativa es el subcomandante Marcos”... (8) y/o que la contradicción es entre un Chavez y un Bush.

Ese sentimiento de que lo que pasa en otra parte es diferente, es evidentemente clave en la negación del proletariado como clase. A él contribuyen todos los mecanismos ideológicos. La insolidaridad general de clase, se sustenta en que a cada uno se lo hace creer que él no será afectado por lo que pasa en el mundo, que su salvación está en la mejora local (de la comuna o la ciudad), que él estará a salvo gracias al sindicato o a la mejora de la economía nacional. Todas las estructuras del capital le dirán que aquella lucha no es la suya y cuando no logran convencerlo organizarán una campaña humanitaria para destruir la solidaridad de clase y enfrentar la acción directa del proletariado en lucha.

Resultaría absurda una discusión que quisiera determinar si la destrucción del proletariado por la contrarrevolución (luego de las diferentes olas revolucionarias de 1917/23 y en menor medida de 1967/73) es la que “explica” ese desconocimiento general que tiene el proletariado de sí mismo como clase y consiguientemente el actual éxito en los mecanismos actuales de la democracia; o si por el contrario es el funcionamiento normal de esos mecanismos los que por su efectividad en la idiotización (también en el sentido original de desconocimiento, desinterés por “la política”) generalizada hacen posible que el proletariado se desconozca a sí mismo, que ignore totalmente lo que sucede en el mundo hoy y lo que sucedió antes cuando efectivamente el proletariado se contraponía como fuerza mundial consciente (9) a todo el orden establecido. Es un hecho que ambos procesos han contribuido y contribuyen a ese desconocimiento de clase que caracteriza hoy al proletariado.

Resulta mucho más interesante para desmenuzar (analítica y prácticamente) la dominación burguesa estudiar los diferentes niveles de este desconocimiento del proletariado de su propio ser, de esta autonegación negativa del proletariado como clase internacional: negación de su propia vida, de su propia lucha, negación que reproduce la dominación burguesa.

Entendemos por “negación negativa del proletariado” la que realiza el desarrollo mismo del capital, su reafirmación, su reproducción ampliada, porque en la misma el proletariado no es sujeto sino simple objeto: negación de su fuerza, atomización ciudadana, reducción a simple parte del capital reproduciéndose (capital variable). El ejemplo supremo de esta negación es la masacre generalizada en la guerra imperialista en donde como carneros con banderitas nacionales respectivas los hombres se matan entre ellos, constituyendo así parte indispensable del ciclo del capital reproduciéndose (crisis, guerra, reconstrucción, expansión, crisis...): aquí, el proletariado no es más que carne de cañón. En oposición a esto, como veremos en este texto, entendemos por negación positiva del proletariado su constitución en fuerza, en clase dominante, para abolir el trabajo asalariado y el capital y por lo tanto todas las clases sociales, negándose así positivamente como clase. En ambos casos el proletariado se niega, pero mientras en la negación negativa el sujeto activo es el capital, en esta última, que es además una negación definitiva e infinitamente más rica en determinaciones, el sujeto es el proletariado mismo y es en este sentido que puede (debe) concebirse la revolución comunista como la autonegación del proletariado.

Es precisamente esto lo que queremos tratar en este texto como pequeña contribución a la inversión de la praxis que concluirá con la reafirmación del proletariado, su constitución en clase y por lo tanto en partido, para su verdadera autonegación positiva: la constitución en clase dominante para abolirse como clase y abolir así para siempre todas las clases, toda la explotación y toda la dominación secular de clases y constituirse en verdadera comunidad humana mundial.



(Tomado de revista COMUNISMO, Nº 57, GCI, Febrero de 2008).

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