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miércoles, febrero 01, 2012

LOCO LIVE 1992 (x JC Ramone) 


Corrían tiempos extraños. Los años de lucha masiva se habían acabado, imperaba la somnífera "democracia de los acuerdos" y salvo ciertos puñados de ultrones buenos pa encapucharse y arrojar molotovs, todo el resto del mundo parecía estar en otra, trabajando y viendo tele en la privacidad del hogar. Mientras tanto, lo que quedaba era la rabia, las salidas a la calle, y el punk rock. Cuando empecé a escucharlo tenía 21, y me lamentaba de no haberlo conocido en el mejor momento, es decir, a los 15 o antes. Pensaba que si en los 80 se hubiera escuchado más masivamente el hardcore punk, en vez de peñas de "llanto nuevo", la dictadura habría sido derrotada. Porque al final, nunca se le derrotó, y la prueba está en lo que vivimos hasta el día de hoy.

Nunca olvidaré la sensacion que tuve al escuchar por primera vez a los Ramones. Estaban en el lado B del caset que aun amigo se le quedó en mi casa. Supuestamente yo no estaba ni ahí con esa banda, pero cuando escuché esa grabación no tenía idea de qué mierda era, pues en el caset no decía nada. Me fanaticé de ese lado de la cinta, y me sorprendí cuando mi querido amigo me dice: "Es el It´s alive de los Ramones". Luego de eso arrendé el CD donde salían los dos primeros albums juntos, y no la podía creer: cada canción era un himno, un proyectil de energía adolescente que nunca duraba más de uno o dos minutos, y que deseaba no se acabara nunca.

Como los ateos nunca le pedimos nada a diosito, éste nos ayuda, así que el destino quiso que en 1992, en el momento en que más fanatizado estaba con esta banda, anunciaron su visita a Chile. Un grupo de 4 o 5 amigotes que andábamos siempre juntos y en la misma y que en algunos momentos nos identificábamos como el "Colectivo Anarquista Cadáver Exquisito" esperamos la fecha con emoción.

La cosa era en el velódromo del Estadio Nacional, habían entradas de a dos y de a cuatro lucas. Todos compramos la más barata. Se esperaba que la tocata ibaa ser complicada, la violencia era habitual en la escena punk de la época (todavía un residuo de la de los 80, y antes del surgimiento de la escena hardcore de la segunda mitad de los 90), y además esa misma tarde ahí al ladito se jugaba un clásico entre la U y Colo-Colo. Nos emborrachamos en mi casa con cervezas y partimos al lugar de los hechos, donde conocimos a un punk algo más viejo que nos regaló una de pisco porque ya estaba muy loco y no quería borrarse antes de ver a los Ramones. A punto de entrar, el dueño del caset que cambió mi vida se percató de que no andaba con la entrada y tuvo que ir rajado a su casa a buscarla. Lo esperamos bajando la botella de pisco.

Cuando llegó entramos eufóricos, yo en primer lugar. El lugar estaba repleto de pacos, que revisaban detalladamente a cada uno de los asistentes. Cuando un paco me agarró violentamente la entrepierna, al punto que me llegó a doler, no pude evitar decirle: "¿Por que no te revisai el hoyo, paco conchetumadre!", me miró y me dijo: "Cagaste, cagaste", y salí corriendo con toda confianza en librar, pues veía una masa de gente más adelante donde sería fácil perderse. Pero no contaba con que la labor represiva de los de verde era complementada por unos señores de terno azul que eran algo así como guardias del Estadio nacional. Uno de ellos me hizo una zancadilla y varios pacos culiaos se me fueron encima dando lumazos, para luego subirme arriba de un bus que estaba a un costado del escenario. A un amigo que intentó socorrerme también le aforraron, pero lo dejaron tirado en el suelo nomás.

Arriba del bus, esposado y echando la foca a los pacos no la podía creer: miraba a un costado y veía el escenario y la gente ya preparados para el ritual que había esperado por semanas. Mis amigos atinaron a decirle a los pacos que yo tenía problemas de claustrofobia y por eso me había descontrolado, o algo así. Y yo me mantuve todo el rato diciendo que tenía mi entrada en el bolsillo, y que tan sólo le había parado el carro a un paco que aparentemente era un homosexual reprimido, y que no tenía por qué aguantar un agarrón en las bolas, etc. De repente, para mi gran asombro me dejaron ir. Me encontré rápidamente con mis amigos, que a su vez habían encontrado a otros más, y nos fuimos en fila india para quedar justo frente al escenario.

Todos los sectores de la fauna del punk rock local estaban ahí. Primero tocaron los Fiskales, y luego el momento esperado: escenario lleno de humo, y la música de "El bueno, el malo y el feo". Se disipó el humo y no la podíamos creer de tener parado frente a nosotros al mismísmo Joey Ramone. Arremetieron con el breve instrumental "Durango 95" y de ahí ya no me acuerdo bien: un hit tras otro, desde "Teenage Lobotomy" y "Sheena" hasta "Poison Heart" y "Strenght of endure" (era la gira del Mondo Bizarro). Un pogo salvaje, pero sin ahueonamientos. Los punks estaban tan felices que se olvidaron de hacer lo que mejor hacían en esa época: pelearse entre distintos piños. Cuando el concierto terminó hubo todo un hueveo para recobrar los cinturones, cadenas y demás artefactos que habían sido requisados y dejados en una especie de guardarropía, pero lo más cuático estaba por venir. Al salir por Pedro de Valdivia hacia Grecia, con la felicidad de haber vivido un momento histórico, los pacos a caballo empezaron a corretearnos a todos dando golpes con una especie de sables enfundados. Se reaccionó de inmediato armando barricadas y agarrándolos a piedrazos. Finalmente, pudimos salir del sector para ir a celebrar con más cervezas y piscola. Al otro día un amigo pasó en micro por el sector y vió a varios punk rockers que estaban siendo obligados por la fuerza pública a barrer y limpiar la zona. Nunca olvidaré el grito que se hacía en las primeras filas de gente frente al escenario: "Todos juegan a la pelota y nadie juega al arco! Movimiento anarco!". Así de poco serio. Pero era lo que había en ese momento. Punk rock. Punk rock!

(Publicado en Crónica Negra N°2).

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