martes, noviembre 03, 2015
Lanzamiento de "La Mistificación Democrática" de Jacques Camatte, este sábado a las 18 en YO ME LIBRO (Pza. Bogotá)
Presentación a la edición Quimera, Santiago, 2015.
1.- La democracia y su crítica
De entre todas las
necesarias rupturas con el arsenal de conceptos que nos mantiene anclados al
viejo mundo, hay dos que llegaron después de todas y que todavía no hacen su
pleno efecto entre los partidarios de la revolución social: la crítica del
progreso, y la crítica de la democracia.
La crítica del progreso
ha ido llegando de a poco, de la mano principalmente de Walter Benjamin (sobre
todo sus Tesis de filosofía de la historia), y luego por el surgimiento de
corrientes que se denominan a sí mismas como “antidesarrollistas”.
La crítica de la
democracia también se ha ido abriendo espacio muy de a poco. Y es necesario
profundizar ambas para avanzar en la conformación de un campo revolucionario
coherente.
Pero algo es algo. A mediados
de los 80, por situarse en un pasado más o menos reciente, los revolucionarios
viejos que conocí enseñaban que la batalla final ya estaba ganada, y que el comunismo era inevitable, o mera
“cuestión de tiempo”. Por otra parte, en esos años (70 y 80) claramente se
luchaba por “democracia”, más que por el “socialismo”, (para eso sirve el
“antifascismo”), y en el mejor de los casos, se entendía al socialismo como una
“democracia popular”, “democracia social”, o incluso “democracia obrera” -concepto
que por lo demás, en diversas formas concretas, es reivindicado tanto por Rosa
Luxemburgo, los consejistas (o izquierda comunista germano-holandesa), y hasta
por la Internacional Situacionista-.
Los situacionistas, por
ejemplo, saludaban en su recuento del movimiento de las ocupaciones (mayo/junio
de 1968) las banderas rojas y negras en los edificios ocupados, por simbolizar
precisamente la “democracia obrera” (ver “El comienzo de una época”, en IS N°
12, septiembre de 1969).
Herederos algo distanciados
de la IS como el proyecto Enciclopedia de las Nocividades (EdN), al hacer un
balance de lo ocurrido después de 1968 y hasta 1981 (Historia de diez años),
también acuden constantemente revelan a un uso positivo del concepto de
democracia, como característica de la autoactividad proletaria, usualmente
acompañado del adjetivo “total”.
Por citar otro ejemplo
tomado de encima de la mesa, recientemente me encontré en un libro sobre las
cárceles en la transacción democrática española que su autor (encarcelado por 8
años tras el infame montaje policial conocido como caso Scala en Barcelona
1978) se queja de que “la democracia nunca llegó a las cárceles” (Se trata del excelente
libro testimonial de Xavier Cañadas, Entremuros, en Muturreko Burutazioak, editado
el 2012).
Y así, hasta el día de
hoy no es inusual escuchar muchísimas alusiones a que vivimos en una “falsa
democracia”.
Entonces, ¿estamos
nosotros, los anticapitalistas, a favor de la democracia “verdadera”? ¿puede
ser visto el comunismo como una ampliación, profundización o incluso superación
de la democracia?
El que nos estemos
planteando estas preguntas en el año 2015 demuestra lo anteriormente dicho: que la crítica de la
democracia en general, y no solo de la “democracia burguesa”, llegó bastante
tarde a nosotros, y no lo aprendimos de la IS sino que a través de los escritos
de Gilles Dauvé y la obra del Grupo Comunista Internacionalista (sobre todo la
revista Comunismo), los que a su vez nos descubrían los viejos textos de Amadeo
Bordiga y las posiciones de la izquierda
comunista italiana.
En el medio
hispanohablante, creo no equivocarme si digo que fue sólo a través del contacto
directo de los compañeros del MIL con los franceses de Movimiento Comunista y
la librería El Viejo Topo que estas posiciones se conocieron, a partir de los
70. Entre otros esfuerzos por dar a conocer dicha crítica, podemos
mencionar la publicación en 1977 por
Etcétera-correspondencia de la guerra social de un folleto de Bordiga titulado
“La ilusión democrática” (que reúne dos textos de principios de los años 20:
Sobre la cuestión del parlamentarismo, y El principio democrático).
En el caso de Chile,
creo que hasta hoy el tema casi no se ha discutido. Si bien la más conocida
crítica de la democracia viene de la mano del anarquismo más combativo (ese que
en general se plantea ya como abiertamente “antisocial”), a la vez que el
anarquismo más leninoide y derechizado reivindica abiertamente la democracia
directa, cuando no la democracia a secas, y hasta la soberanía de la nación,
parece evidente que aún falta profundizar en la vinculación directa entre la
dominación social del capital y su forma jurídico-política que es la
democracia. Forma que por lo demás no sólo “esconde” sino que más bien se
ajusta plenamente a la generalización de las relaciones sociales capitalistas,
es decir, la imposición de la dictadura del valor.
Porque es precisamente
en las sociedades que generalizan el uso del dinero donde se generaliza la
democracia como forma política. Y es justamente en el capitalismo moderno donde
se busca legitimidad mediante la revitalización de la vieja democracia griega,
interesante truco ideológico que va a la par con el uso interesado de la
mitología de la vieja república romana y la reutilización de las codificaciones
de la fase final del Derecho romano, que como muchos juristas han señalado, se
presta maravillosamente bien para configurar el orden público/privado de la
sociedad burguesa.
Tal vez donde mejor se
aprecia que la democracia es la forma política por excelencia del capitalismo
moderno, es en el surgimiento de la pena de cárcel. En efecto, donde el Antiguo
Régimen distinguía varios tipos de criminalidad y las asociaba a distintos tipos
de penas (infamantes, corporales, pecuniarias), la Modernidad trae consigo la
conversión de todas las infracciones penales a una escala temporal: a tal
infracción, tal cantidad de tiempo de privación de libertad. Algo así hubiera
sido imposible antes de la generalización de la producción de mercancías, y no
resulta exagerado decir que esta forma la burguesía democratizó incluso las
formas punitivas.
2.- Democracia, burocracia, acracia.
El Diccionario de la
real Academia Española incluye dos acepciones de democracia: 1.- Doctrina
política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno. 2.- Predominio
del pueblo en el gobierno político de un Estado.
A estas alturas debiera
ser claro que donde hay democracia no hay acracia, que es precisamente le negación
de todo Estado y Gobierno, incluyendo el pretendido “gobierno del pueblo”.
Los anarquistas, al
igual que los comunistas, superan y destruyen no sólo la democracia burguesa,
sino que la democracia en general. La democracia obrera no basta para señalar
una ruptura con la ideología dominante, y en los hechos vemos que no impide el
que finalmente siempre una burocracia
usurpe el nombre y la supuesta función histórica del proletariado. Por eso
debemos ser claros: cualquier forma de reivindicación de la democracia (aunque
sea bajo la idea de una “democracia socialista”, nombre que hasta Bakunin
eligió en un momento para denominar en su momento a su Alianza), nos impide una
ruptura completa con el nefasto legado de la socialdemocracia, que no sólo es el
“partido burgués para los proletarios” sino que la ideología democrática que
sigue impregnando las ideas y luchas del proletariado.
Mientras los
proletarios e individuos de la especie humana que se rebelan contra la dictadura
del valor sigan creyendo que luchan “por la verdadera democracia”, jamás será
posible romper con el viejo orden del mundo, hacia la comunidad humana
reconciliada consigo misma y con el planeta.
Otra cosa muy distinta
es que si tras las promesas de libertad/igualdad/fraternidad con que se inicia
la fase revolucionaria de la burguesía había contenidos reales que en tanto
quedaban supeditados al desarrollo de la Economía capitalista se revelaban como
ilusorios o incluso como pura ideología. Lo cierto es que si en la
autoactividad humana que se manifiesta embrionariamente en las luchas
proletarias hay una verdadera participación y autonomía individual y colectiva,
precisamente por respeto a ese contenido real emancipatorio que hasta ahora es
sólo un índice de cómo será la sociedad futura es que preferimos no colgarle a
eso la dudosa etiqueta de la democracia.
En el camino de esta
superación crítica de la democracia, no sorprende que encontremos mejores
herramientas en el arsenal del “marxismo revolucionario” o crítico que en las
del anarquismo oficial, que ya en 1936 mostró de una vez y para siempre su
compromiso profundo con la democracia (contracara de la identificación de su
doctrina anarquista con una verdadera ideología).
Por eso es que no
resulta casual que el material que presentamos a continuación provenga de un
tipo particularmente preciso de “marxismo”: las posiciones defendidas desde
Francia por Jacques Camatte desde la publicación “Invariance”, consideradas por
algunos como una posición o agrupación “neobordiguista”, y que han sido un
referente esencial para la “ultraizquierda” post68 y las posiciones comunistas
revolucionarias hasta el día de hoy (influyendo incluso a ciertas corrientes
anarco-primitivistas). Quien quiera adentrarse en el estudio de dicha
corriente, debería acudir al excelente texto de Federico Corriente titulado
“Jacques Cammate y el eslabón perdido de la crítica social contemporánea”.
La versión original del
texto “La mistificación democrática” fue publicada en francés en el Número 6 de
Invariance (1969). La versión en español que ofrecemos a continuación fue
publicada en el número 32 (noviembre de 1992) de la revista Comunismo, del GCI,
que intercalaba a cada tesis el comentario crítico del grupo. En esta ocasión
volvemos a ofrecer ambos pero como textos separados.
Para seguir
profundizando en el tema, recomendamos además la lectura del libro de Miriam
Qarmat “Contra la democracia”, y el libro de Comunización/Klinamen “Materiales
para una crítica de la democracia”.
Así que adelante
compañeros: ¡un esfuerzo más, hacia la ruptura proletaria completa con el
legado de la socialdemocracia! Pues ya sabemos que la revolución no puede ser
parcial, sino que total, y que quienes hacen revoluciones a medias, cavan su
propia tumba.
Un comunista-anárquico
Octubre de 2015
Etiquetas: a desalambrar, anarquia, Chantiago, comentario de libros, comunismo, democracia/dictadura, Quimantú
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