miércoles, marzo 01, 2017
más fragmentos nipones. versiones pretéritas de un trabajo que avanza más lento de lo que me gustaría
BESAR EL CIELO POR ASALTO (“EXCUSE ME, WHILE I KISS THE SKY”)
Al igual que en el resto del mundo, el 68 trajo en Japón lo que en referencia a Italia algunos llamaron “la gran ola revolucionaria y creativa, política y existencial” (ver el libro La Horda de oro, de Nanni Ballestrini y Primo Moroni, editado en español por Traficantes de Sueños). En 1969 se requirió de 2 días y 8 mil policías de asalto para poder desalojar la ocupación en la Universidad de Tokyo. El alumnado se metía también al distrito de Shinjuku, donde escapaban de la policía, formaban vínculos e irrumpían en plazas y calles como “folk guerrillas”.
En los Festivales de la Juventud
contra la guerra, y otros eventos de la juventud combativa, se mezclaban
instrumentos musicales tradicionales con guitarras eléctricas amplificadas,
saxofones con percusiones de todo tipo y tradición. Y los “músicos” hacían la
crítica del arte y de la vida cotidiana, y algunos se mezclaban no sólo en las
luchas más sociopolíticas sino que inclusive en acciones de lucha armada como
las emprendidas por el Ejército Rojo japonés (el secuestro de un Boeing a punta
de machete sin armas de fuego, fue tal vez la más llamativa. Acá en Chile algo
similar pero con cortapluma y avioneta hicieron según recuerdo algunos
adolescentes de la VOP, casi coincidiendo totalmente en el tiempo, tratando de
tomar “el cielo por asalto”. Profetizo que alguien está a punto de lanzar una
publicación sobre este poco conocido episodio. Sobre el Ejército Rojo japonés,
en su deriva más psicótica denominada Ejército Rojo Unificado, existe hasta una
película de Koji Wakamatsu).
(CORRECCIÓN: eran dos
adolescentes (14 y 15 años) que actuaron totalmente solos. La acción iba bien
hasta que en el norte de Chile la tripulación se les fue encima y los redujo.
Los cabros querían ir a Cuba. Uno de ellos después ingresó a la VOP. El libro
profetizado, “El cielo por asalto”, será lanzado a fines de diciembre del 2017
por ediciones Memoria Negra. Los japoneses en cambio querían desviar el avión
hacia Corea del Norte. Preferí dejar la primera versión y agregar esta
corrección, porque de todas formas mis “errores” en la memoria pueden ser
interesantes desde un punto de vista freudiano. Supongo).
Ya en los años 20, o sea, durante
los años del Primer Asalto proletario contra la sociedad de clases (1917/1923)
se había expresado en Japón el movimiento Mavo,
impulsado por Murayama Tomoyoshi, que
había estado en contacto directo con los dadaístas de Berlín en 1922, y que a
su regreso realizó una especie de fusión con la Asociación japonesa de Arte Futurista
para crear esta revista. La radicalidad de Mavo estribaba no sólo en sus formas
e intenciones sino que en la inter-relación del mensaje revolucionario con su
soporte físico: la portada de Mavo 3, secuestrada por la policía antes de
llegar a los kioskos en 1924, adjuntaba un petardo de verdad, junto a la
leyenda: “Bum! Estalla una bomba… Mavo clama por la revolución!”). Mavo, al
igual que dadá, no significa nada traducible.
Me gustaría creer que algo de esa
explosión frustrada sobrevivía y latía en la explosión sonora que vamos a
revisar a continuación.
Dada la hegemonía clara de formas
de “música occidental”, nos guste o no, todas sus formas se mezclan y reciben
diversas formas de uso, tergiversación y readaptación en otras partes del
centro y en todas las periferias a la larga…Los izquierdistas más reaccionarios
chillaban de rabia al ver a los jóvenes distraídos con guitarras eléctricas y
dejándose el pelo largo. Pero en Japón aquí y en la quebrá del ají se
desarrollaron en estrecha competencia dos fenómenos inevitables: expansión de
la contracultura como una variedad de crítica radical de la vida
cotidiana/mercantilización y a la vez intentos permanentes y sistemáticos de neutralización
de dicho potencial crítico de la cultura juvenil, como maniobra ya
especializada de la industria cultural (el último y más claro caso: véase como
manejó al PUNK, pero así y todo, los resultados son ambiguos y ambivalentes…).
A grosso modo uno podría señalar
que en retrospectiva la mayor influencia sónica que dejó la producción de artefactos
musicales a inicios de los 70 serían Black
Sabbath y John Coltrane. En
ambos casos, trato de dejar de lado mis gustos personales: me concentro en lo
que creo sintetiza mejor el nivel de desarrollo de las “fuerzas productivas
estéticas” de esa época, y que yendo mucho más allá que su envase meramente
comercial, eran dos tipos de materiales que emblemáticamente llamaban a mucha
gente a atreverse a explorar el sonido, sea con un cuernófono o instrumento de
viento, o con el formato clásico del combo de hard rock: guitarra, bajo,
batería y micrófono de voz.
Para el caso de la (contra)
cultura japonesa de esos tiempos, por alguna razón, y tal como lo ha destacada
en entrevistas el señor Keiji Haino,
por alguna razón insisto la dupla más influyente y mítica fue la de Blue Cheer y Albert Ayler. A medio camino entre ambas vías se citaba también la influencia de los
alemanes de Guru Guru (un
caleidoscopio de rock ultradenso pero humorístico y fragmentado a morir).
De todas formas, si no todos los
japos de que hablaremos eran seguidores entusiastas de Ayler, es fácil imaginar
el impacto de la gira que hizo Coltrane en 1966, que está documentada en una
caja de 4CDs, con una formación propia de su última y más furiosa época (en vez
del cuarteto clásico: Pharoah Sanders
en saxos tenor y alto; Alice Coltrane
en piano; Jimmy Garrison
–sobreviviente del cuarteto- en contrabajo; Rashied Ali en batería). En este set la famosa y adorada “My
favorite things” (versión de Rodgers-Hammerstein) dura 57 minutos y ocupa el
cuarto CD entero. En los 44 minutos de
“Leo” en el disco tercero Trane y Pharoah se dan tiempo hasta para retarse a
duelo con los saxos altos que les acababa de regalar Yamaha…
Ese mismísimo año de Nuestro Señor de 1966 visitaron Japón los Beatles, con enorme despliege policial dadas las amenazas de odiosos estudiantes reaccionarios y nacionalistas, y el compositor alemán Karlheinz Stockhausen.
El power trio Blue Cheer es algo
más antiguo que Black Sabbath, y fueron los auténticos pioneros del sonido del
heavy metal, pero que por la influencia avasalladora de los chicos de Ozzy
(junto a otros megavendedores como Led
Zeppelin y Deep Purple), terminaron siendo injustamente relegados a un lugar
casi de culto (junto a otras dos grandes B del género Heavy Metal: Budgie, y Blue Oyster Cult). Lester
Bangs alababa el efecto sonoro de la ineptitud de la guitarra, y por esa
vía los ubicaba entre el panteón de los pioneros del Ruido Horrible (En A reasonable guide to horrible noise (1981)
Lester decía que: “Estos tipos pueden haber sido la primera verdadera banda de
heavy metal, pero lo que importa acá no es si Leigh Stephens dio nacimiento a
ese gruñido de macho antes que Mark Farner –de Grand Funk- (ambos se lo robaron
a Hendrix) sino que sus overdubs de guitarra sub-sub-sub-sub Hendrix se
encuentran unos con otros tan ineptamente que convergían en una atonalidad
realmente vivificante”). Sus dos primeros y más relevantes albums, Vincebus Eruptum y Outsideinside eran de 1968, justo el inicio del período que estamos
analizando aquí, y tienen toda su marca registrada de uso/abuso del feed back y
agujeros negros de puro ruido eléctrico.
Ayler podría ser visto como hijo
de Coltrane, pero en realidad lo que más bien ocurrió fue un proceso de
influenciamiento recíproco en el más alto nivel de la expresividad y
creatividad individuales. Sin el sonido de Ayler, no podríamos ni imaginar el
nivel de intensidad y expresión humana pura a que llegó Coltrane en su tramo
final, justo antes de morir. Además, creo que es evidente que es la escuela
ayleriana del free jazz la que mayor efecto de inspiración y contagio hacia
otras formas musicales ha tenido…lo cual resulta evidente si escuchamos al
Captain Beefheart y su Banda Mágica de
fines de los 60, a los Stooges y MC5.
Y no me cabe duda de que por ahí
van las influencias expresadas notoriamente en agrupaciones de Haino como Lost Aaraaff y Fushitsuha (proyecto que mantiene hasta el día de hoy). Pero si nos
atenemos a un documento bastante conocido a estas alturas del “japo rock”, el
primer álbum de la Flower Travellin Band,
Anywhere (1970) (cuya portada es a la
vez la tapa del libro JAPROCKSAMPLER
de Julian Cope, que por lo visto
ningún alma amable ha subido hasta ahora a la web -a diferencia de su
maravilloso KRAUTROCKSAMPLER-) la
selección de material para versionar no parece tan distinta de la de cualquier
joven rockero del mundo: “Black Sabbath” la canción, “House of the rising sun”
de los Animals, y una de King Crimson: “21th century schizoid
man”. Nada mal, pero por original que resulte el tratamiento dado a ese
material, tampoco parece muy fuera de serie, ¿no? Como sea, habrá que esperar sólo
un año para obtener el aporte más definitivo de los FTB: el maravilloso álbum Satori (1971).
A simple vista (o audición), el
sonido no deslumbra por la pesadez que uno podría suponer, pero es a nivel
sobre todo compositivo donde se manifiesta la singularidad de este ensamble nipón.
Mediante un desarrollo en cinco partes, Satori
es un viaje por panoramas que se alejan bastante de lo que ofrecía el hard y el
prog rock más conocido de esos años. La vocalización no encuentra parangón en
el mundo occidental, y más parece una batalla entre samuráis que…el encuentro
entre luchadores de sumo que sería una imagen más adecuada para la abulia de Van Halen y Whitesnake…(no sé cómo llegamos hasta este punto). Haciendo
escuchar este material a ciegas a una amiga el otro día, resultaba evidente para
su oído que estábamos en una zona intermedia entre heavy metal y krautrock…pero
en ningún caso adivinó que se trataba de una banda japonesa.
En fin, en el plano del rock and
roll tal vez mucho más impresionante que la mismísima Banda de la Flor Viajera,
tenemos a Les Rallizes Denudes, que
a estas alturas parecen ser bastante conocidos en el mundo de la melomanía
hipster y no tanto, en parte gracias a las recomendaciones de Julian Cope. Me decía alguien que hasta
parece que habían traído una copia de uno de sus LPs a una tienda muy ondera
del centro de Santiago de Chile. No me consta. No he ido. Lo importante es tener en cuenta que esta
banda se mantuvo operando durante un asombrosamente largo lapso de tiempo
(¡empezaron a funcionar como banda en 1967!, y unos años antes que eso, pero
como grupo de teatro), a veces en base a impros de ruido blanco puro y duro, y
de repente en medio de todo eso también gracias a un breve y simple y bello
puñado de temas que repetían una y otra vez, y en que lo que de inmediato
cautiva al oyente es la mezcla de candor ingenuote del ritmo y la melodía (una
amiga una vez dijo que sonaba bastante “a go go”), y las maravillosamente monstruosas
explosiones de ruido generadas por la guitarra del cantante, Takashi Mizutani cuando de vez en
cuando irrumpe masacrando la canción desde adentro. No en vano los apodaban
como “los Velvet Underground japoneses”, referencia que si bien es más o menos
adecuada, tampoco es totalmente justa. Mizutani impresiona incluso antes de
oírlo: solo con su look. Junto a Haino deben ser de lo más “fashionable” que
pudiera surgir de toda esta movida, pero por suerte los hipsters todavía no se
disfrazan de ellos. La radicalidad extrema de su abordaje estético lo hace más
que difícil. Por suerte.
(NOTA: a Mizutani se le han atribuido
simpatías por el Ejército Rojo, y hasta he leído que un bajista de la banda, Moriaki Wakabayashi, efectivamente tomó
parte el famoso secuestro de un avión el 31 de marzo de 1970, un mes antes del
inicio de protestas masivas por la ocupación gringa de Okinawa. No me consta.
Habría que investigar un poco más).
Demás está decir que en su
versión del noise rock LRD van mucho más allá de las distinciones tradicionales
occidentales entre hippies/sicodelia, punk rock/hardcore, etc., porque su
amalgama sonora es una lava que derrite esas barreras. Casi todos sus discos
suenan mal, y son piratas, y así y todo me atrevo a recomendar su doble en vivo
de 1977, y otros que se han editado mucho después con nombres tan interesantes
como “El bebé ciego tiene los ojos de su madre” o “Más pesado que una muerte en
la familia”. Si exploran en youtube, les será fácil encontrar incluso registro
de sus tocatas en festivales estudiantiles de lo más militantes.
Etiquetas: 68, 77, cualquier cosa, free jazz, punk rock
Comments:
Publicar un comentario