miércoles, agosto 30, 2017
Flower Travellin' Band y Les Rallizes Denudes: capítulo 5 de Barricadas A-Go-Go.
Por supuesto que resulta bastante desagradable que te roben
la bicicleta. Sobre todo si la sacan justo de afuera de tu domicilio. Más aún
si es que estaba hecha a medida de mi morfología, peso y necesidades. Pero
estas cosas son inevitables hoy por hoy. En fin…”Sin dolor”. Adiós fiel
compañera.
Recordé la sensación de sorpresa y profunda mala impresión
que me produjo ver una vez al perro de la casa posando al lado de un CDR que
contenía en archivos MP3 toda la discografía más esencial de Les Rallizes
Denudes. Completamente destrozado. Mucha pena, algo de rabia, y nada que hacer.
Los objetos van y vienen y debería darnos lo mismo. Pero
otra cosa son las personas. Y éstas insisten en perderse, en ir y desaparecer…
Bueno. Cambio y fuera.
A otra cosa mariposo, y…
Ya ni me acuerdo de cuales parte de BA-G-G ya fueron subidas
a este humilde y viejo sitio, algo inestable a veces pero a la larga siempre
fiel a sí mismo....(La invarianza, que le dicen). Pero sigamos ahora con este otro, que vendría
a ser así como el capítulo 5, dedicado a dos ejemplos superiores del “rock
japonés” (la comilla indica siempre algo de sano escepticismo y distanciamiento).
LA FLOWER TRAVELLIN´ BAND Y LES RALLIZES DENUDÉS: DOS EJEMPLOS
SUPERIORES DE ROCK JAPONÉS
“La música rock consiste en mover grandes cajas negras de un punto a
otro de la ciudad en la parte de atrás de tu auto” (John Thompson, citado
por Pere Ubu).
Si nos atenemos a un documento
bastante conocido a estas alturas del “japo rock”, el primer álbum de la Flower Travellin´ Band, Anywhere (1970) (cuya portada es a la
vez la tapa del libro JAPROCKSAMPLER
de Julian Cope[i],
que por lo visto ningún alma amable ha subido hasta ahora a la web -a
diferencia de su KRAUTROCKSAMPLER-
pero que mi querida madre me acaba de regalar después de un viaje que hizo) la
selección de material para versionar no parece tan distinta de la de cualquier
joven rockero del mundo: “Black Sabbath” la canción, “House of the rising sun”
de los Animals, y una de King Crimson: “21th century schizoid
man”. Nada mal, pero por original que resulte el tratamiento dado a ese
material, tampoco parece muy fuera de serie, ¿no? Como sea, habrá que esperar
sólo un año para obtener el aporte más definitivo de los FTB: el maravilloso
álbum Satori (1971), que Cope pone en
el puesto N°1 de su lista de 50 albums japoneses favoritos de ese período de
tiempo, y destaca con razón su naturaleza única, pues sencillamente aún no se
han grabado artefactos sonoros que se le puedan comparar.
A simple vista (o audición), el
sonido no deslumbra por la pesadez que uno podría suponer, pero es a nivel
sobre todo compositivo donde se manifiesta la singularidad de este ensamble
nipón. Mediante un desarrollo en cinco partes, Satori es un viaje por panoramas que se alejan bastante de lo que
ofrecía el hard y el prog rock más conocido de esos años. La vocalización no
encuentra parangón en el mundo occidental, y más parece una batalla entre
samuráis que…el encuentro entre luchadores de sumo que sería una imagen más
adecuada para la abulia de Van Halen
y Whitesnake…(no sé cómo llegamos
hasta este punto). Haciendo escuchar este material a ciegas a una amiga el otro
día, resultaba evidente para su oído que estábamos en una zona intermedia entre
heavy metal y krautrock…pero en ningún caso adivinó que se trataba de una banda
japonesa. La portada y las gráficas del
interior del álbum (eso sí que se aprecia con la vista) fue encargada al
artista visual Shinoba Ishimaru, con
gran resultado, en un estilo que integra elementos del budismo, hinduismo y la
psicodelia: una silueta de
Buda acoge en su interior a Jesús, un macho cabrío, los Beatles en su faceta de
Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band, el submarino amarillo encallado junto a
la oruga fumadora de Alicia que le da la espalda mientras mira al horizonte, y
unos rockeros melenudos japoneses azotan sus instrumentos: Todo ahí.
En el caso de esta banda, es
interesante tener en cuenta su origen, pues da cuenta de la tendencia a la
disolución de barreras que estamos mencionando en esta parte del texto, y las
sucesivas transformaciones y readaptaciones que estos procesos iban provocando
en sus diversos protagonistas. Así, fue un veterano de fases previas de la
música japonesa, Yoya Utchida, quien
a su regreso al país diera forma a the
Flowers, un septeto, casi a la manera de un supergrupo tomado tanto de
bandas preexistentes de la escena Group Sounds, como de músicos ligados al jazz
y agregando en voz a la encantadora Remi
Aso. Utchida había estado moviéndose
desde fines de los 50, pasando de ser imitador de Elvis en japonés, a quedar
deslumbrado por los Beatles y probar suerte en varias bandas, pero al ser
expulsado de los que pasaron a ser the
Tigers, se fue unos años a Europa, y regresó con toneladas de hard rock en la cabeza, y varios
proyectos a realizar, principalmente la formación de esta superbanda, respecto
a la cual en cierta forma su papel puede compararse al de Uwe Nettelbeck con Faust
en el mundo del llamado krautrock
(Uwe era un periodista radical, que escribía en konkret, y que convenció a Polydor records de que este combo serían
“los nuevos Beatles”).
De a poco esa banda deviene hacia
1970 en la Flower Travellin’, con sólo dos músicos sobrevivientes del septeto
(guitarrista y baterista), sumados a un nuevo vocalista y un bajista que tuvo
que ser reclutado. La banda dejó una decena de discos, con a lo menos tres
obras maestras, y cada uno es en sí mismo un concepto único que determinaba
incluso la gráfica y el envoltorio del artefacto sonoro. En su sonido destacan
un guitarrista virtuoso pero inteligente con total dominio de las escalas y
modos orientales, Hideki Ishima, y
la impresionante pero bastante bien dosificada labor vocal del protopunk rocker
de cabello afro Akira “Joe” Yamanaka,
reclutado del elenco de la versión japonesa de la ópera rock Hair, capaz de gritar infernalmente por
momentos, y de mantener largos silencios hasta su próxima irrupción (cosa rara
en los vocalistas de rock en general).
Pido disculpas por esta
digresión, pero Hair fue presentado también en Chile en esos años, y no puedo
dejar pasar esta oportunidad para exhibir un registro histórico que demuestra
como los jóvenes estalinistas e izquierdistas en general se escandalizaban
también por estas bacanales de pelo largo, desnudez, rock y excesos juveniles.
Se trata del libro Viaje por la juventud,
de Lucho Abarca y Juan E. Forch, editado en la colección “Nosotros los chilenos”
de editora Quimantú –el gran proyecto editorial de la Unidad Popular-, en
septiembre de 1972. Desde la página 32, bajo el subtítulo de “La tomadura de
todos los pelos”, y acompañada de la foto de unos de los actores junto a la
leyenda “’Hair’: en un rato les voy a mostrar la ‘tulinga’”, se hace una
descripción resumida del espectáculo:
“Aparecen en escena doce gallos
y gallas argentinos. Chascones, jóvenes. Comienza la música de Acuario. Clao agarra el micrófono y con una voz
entre agria y vinagre se larga a cantar la famosa canción de Hair. Después Suzy, una chicoca rucia bien
computable; ella cuenta que estaba enamorada de Clao, allá en Buenos Aires, y
de repente quedó embarazada. Se fue donde su mamá. Clao descubrió en el
firmamento una estrella muy brillante. La siguió. Llegó al Bolsón, que queda
como 1.000 kilómetros al sur. Agotado, se tendió y besó la Tierra Prometida. Al
cabo de medio año regresó a Buenos Aires para conocer a Aladino. Pero resultó
que Susy amaba a Teddy y también un poco a Clao, y como Clao amaba a Bárbara y
Bárbara amaba a Suzy, no hubo ningún problema, y Suzy, Bárbara, Teddy y Clao,
más el diminuto Aladino, se fueron al Bolsón. Hasta que se les acabó la guita.
Entonces decidieron que en Argentina no había libertad. Se vinieron a Chile (y
la encontraron en el “Eve”, a 500 lucas un par de tragos/ Además de esta
pública narración, durante el show violan a Bárbara, acarician a Clao,
crucifican a Teddy, se dan un banquete y se desnudan. Por efecto de las luces,
no se ve ni cacho. Excepto los de primera fila, que alcanzan a divisar algo
cuando un viejo verde y libidinoso prendió un encendedor para aguaitar. Y
termina ‘De Todos los Pelos, el Pelo’”.
Así que en esos tiempos era usual
querer liberar al cuerpo de la ropa, mostrarse desnudos, y en eso los Flowers
destacaron tanto con ocasión de la portada de Challenge! (1969), en colores, con tonos soleados y luminosos, la
bella cantante Remi de espaldas en primer plano y los seis músicos al fondo
también de espalda a excepción de uno de ellos que sostiene un periódico que
cubre su entrepierna, como luego en la Flower Travellin´ Band misma en la del
ya aludido Anywhere (1970), donde se
ve a los miembros de la banda cabalgando sus motocicletas en completa desnudez,
sin presencia femenina y ahora en blanco y negro. Cualquiera de esas dos
portadas es por cierto mucho más interesante que la de Aguaturbia en su LP debut (1970). Pero se trata del mismo espíritu,
en todo caso.
En cuanto al balance final de la
banda misma a nivel sónico, no está lejos de la verdad Julian Cope cuando dice
que destilan las mejores movidas de bandas como Led Zeppelin, Alice Cooper, Black Sabbath y the Who, sin sonar a copia, y en el
proceso terminan siendo “los Can del rock pesado”.
En fin, en el plano del rock and
roll tal vez mucho más impresionante que la mismísima Banda de la Flor Viajera,
tenemos a Les Rallizes Denudes, que
a estas alturas parecen ser bastante conocidos en el mundo de la melomanía
hipster y no tanto, en parte gracias a las recomendaciones de Julian Cope. Me
decía un camarada que hasta parece que habían traído una copia de uno de sus
LPs a una tienda muy ondera del centro de Santiago de Chile. No me consta. No
he ido. Nunca he tenido en mis manos un disco de ellos, y sólo estoy provisto
de una decena de registros que descargué hace más de 10 años cuando usé durante
meses el famoso soulseek[ii].
Lo importante es tener en cuenta
que esta banda formada en el ambiente bastante libre y creativo de la
Universidad de Doshisha, se mantuvo operando durante un asombrosamente largo
lapso de tiempo. Empezaron a funcionar como banda hacia 1967 (o sea que a estas
alturas sólo los Rolling Stones y
los Scorpions son más viejos que
ellos), autodenominándose a veces como La Banda
Negra Gitana de Música Radical, y debutando en el festival Barricadas A-Go-Go. A veces su sonido
era en base a impros de ruido blanco puro y duro, y en medio de todo ese caos
irrumpe un breve y simple y bello puñado de riffs y melodías que forman sus
temas, curiosos hits que repetían una
y otra vez, y en que lo que de inmediato cautiva al oyente es la mezcla de
candor casi ingenuote del ritmo y la simplicidad pop de la melodía (una amiga
una vez dijo que sonaba bastante “a-go-go”, y en realidad la canción en
cuestión, “Noche de los asesinos”, casi suena como una variación eterna sobre
el riff de I will follow him, de Peggy Lee), y las maravillosamente
monstruosas explosiones de ruido generadas por la guitarra del cantante, Takashi Mizutani cuando de vez en
cuando irrumpe masacrando la canción desde adentro. No en vano los apodaban
como “los Velvet Underground japoneses”, referencia que si bien es más o menos
adecuada, tampoco es totalmente justa. Mizutani impresiona incluso antes de
oírlo: solo con su look. Junto a Haino deben ser de lo más “fashionable” que
pudiera surgir de toda esta movida, pero por suerte los hipsters todavía no se
disfrazan de ellos. La radicalidad extrema de su abordaje estético lo hace más
que difícil. Por suerte.
Mientras los japoneses se
gringificaban, los outsiders eran atraídos por el existencialismo y la
literatura francesa. Eso explica el curioso nombre de la banda, que se dice en
su falso francés designaba a personas estúpidas. En cuanto a su estética más visual
que sonora, hay que destacar la admiración de Mizutani por la banda folk
existencialista the Jacks, con su LP Vacant World (1968).
Según Cope, hacia los inicios de la banda en
1969, cuando Mizutani creía que entre otras razones el 68 era el año cero por
haberse editado el debut de Blue Cheer y el Luz Blanca/Calor blanco de Velvet Underground, se asomaron a un
estudio y tanto el proceso como los resultados fueron tan desastrosos que
llevaron a nuestro héroe a decidir no meterse nunca más a uno, y Mizutani
definió 4 reglas muy sencillas como fórmula eterna de la banda:
1.- Nunca grabar en un estudio.
2.- Tocar sólo con músicos para los que la más
ligera variación respecto del riff resulte ciertamente calamitosa.
3.- Nunca editar discos (nunca jamás).
4.- Persistir por tres décadas hasta que el
mundo externo se entere.
A Mizutani se le han atribuido
simpatías por el Ejército Rojo, y en efecto un bajista de la banda, Moriaki
Wakabayashi, tomó parte el famoso secuestro de un avión el 31 de marzo de
1970, un mes antes del inicio de protestas masivas por la ocupación gringa de
Okinawa. Dicho evento resultó desastroso para el futuro de LRD, aunque no se
puede negar que es parte del atractivo del estatus de culto de la banda. Según
informa la prensa hace poco, Wakabayashi sigue hasta el día de hoy en Corea del
Norte, y se ha declarado arrepentido de la acción, que ahora califica de
“egoísta”[iii].
Hasta hace poco no tenía
información clara acerca de estos eventos y su relación con la banda, pero es
Julian Cope quien se encarga de dar una descripción que por lo relevante
transcribiré íntegramente[iv]:
“Temprano en la mañana del 31 de marzo de 1970,
la vida de Takeshi Mizutani cambió para siempre cuando el bajista de Rallizes
Denudés, Moriyasu Wakabayashi, tomó parte en el infame secuestro del “Yodo-go
Airplane”. Desafortunadamente para Mizutani y Les Rallizes Denudés, la acción
de Wakabayashi garantizó que la banda fuera de ahí en adelante reducida a nada
más que una nota al pie de un escándalo internacional. Poco después del
secuestro, los otros miembros de Rallizes desaparecieron de la escena cuando
Mizutani se encontró siendo perseguido por agentes federales de Japón que nunca
lo arrestaron, pero que observaban sus acciones a la distancia. Sin embargo, la
presencia de varios nativos de Estados Unidos a bordo del Yodo-go
inevitablemente llevó la atención de la CIA a Japón, y estos caballeros eran de
todo menos casuales en su observación de Mizutani. Finalmente, el líder de
Rallizes se tuvo que esconder, y se cambió al departamento de un amigo en el
exclusivo distrito de Aoyama. Habló de embarcarse en una carrera solista, o de
reformar Rallizes como una banda acústica, pero lo que más le freía el cerebro
eran los efectos colaterales del secuestro. Miembro tras nuevo miembro que
entraba y salía, Mizutani invitaba a sus amigos Chahbo y Fujio de Murahatchibu
a que fueran su banda de soporte, ¡solo para que luego ellos se robaran el
nombre de Rallizes e hicieran conciertos sin él! Luego de ser incluido en el
altamente relevante festival “Rock in Highland”, un gigantesco y prestigioso
evento que tenía a bandas como Mos y Flower Travellin’ Band en la cartelera,
Mizutani fue culpado cuando solo aparecieron 100 espectadores para el evento.
Todo el mundo se mantuvo lejos porque Rallizes estaba presente, se decían los
promotores del evento a sí mismos, y probablemente tenían razón. Este “gitano
existencialista radical” estaba rápidamente transformándose en una figura
humorística, un triste fracaso por el que la escena japonesa tenía que pasar.
En agosto de 1970, cuando Mizutani se encontró con el cantante y compositor
Masato Minami, mientras paseaba por el distrito de Shibuya en Tokio, los dos
decidieron improvisar juntos e incluso hablaron de formar una banda mientras se
armaban para tocar. Pero a penas Mizutani botó las paredes con su colosal
phaseshifter y sus acoples de guitarra, el impresionado Minami “se dio cuenta
de que la idea era realizable”. Determinado a reducir los niveles de depresión
de su amigo lo más bajo posible, Minami invitó a Mizutani a contribuir con su
guitarra al nuevo LP KAIKISEN (Trópico de Capricornio). Pero cuando el álbum de
Minami se transformó en el altamente popular comienzo de una carrera de alto
perfil, el amargado Mizutani se sintió incluso más rechazado, y continuó sin
ser grabado y sin ser editado a lo largo de 1970.
Durante la mayor parte de 1971, Mizutani estuvo
atrincherado en el departamento, aventurándose más allá de él sólo para comprar
leche y otros abarrotes. Engañado y paranoico, a estas alturas estaba
convencido de que el mundo estaba contra él. Cuatro años de tocar rock´n´roll
no le habían conseguido más que una cola de la CIA, y todo tipo de talentos
menores estaban de gira por todo Japón. Incluso peor, hacia el final de abril
del 71 incluso los amigos más confiables desconfiables de Mizutani, Fujio y
Chahbo de Marahatchibu, habían navegado exitosamente las riesgosas aguas de los
estudios de grabación y consiguieron la promesa de un contrato discográfico.
Ocasionalmente, una versión reducida de Rallizes tocaría en el club Oz, en
Tokio, pero nadie iba porque el mundo había cambiado. Conciertos solistas
serían estrujados entremedio de grandes actos como los Mops, Blues
Creation, Zuno Keisatsu y Speed, Glue y Shinki solo redujeron el espíritu de este
gran nihilista, este verdugo sónico. Y lentamente Mizutani se perdió en el
fondo. Su único héroe era el técnico de sonido de Oz, Doronco (cubierto de
barro), pero incluso él estaba preocupado de publicar su propio periódico
comunista. Una vez, el acólito de Mizutani, Keiji Haino intentó revivir la
carrera de Mizutani al formar un power trío que solo tocaba covers de Blue
Cheer, pero incluso esta idea murió antes del show y las cintas se perdieron.
Hacia 1973, incluso el club Oz se había ido a la bancarrota, y Les Rallizes
Denudés, ahora manejados por Doronco —el mismo, no el bajista— se encontraron
sin tener dónde tocar en Tokio”.
Pese a toda esa carga, Mizutani
ha sido capaz de reflotar una y otra vez a través del tiempo diversas
encarnaciones de su banda. Demás está decir que en su versión del noise rock
LRD van mucho más allá de las distinciones tradicionales occidentales entre
hipismo/sicodelia, punk rock/hardcore, vanguardia/pop, etc., porque su amalgama
sonora es una lava pura que derrite todas esas barreras.
Casi todos sus discos –que a
estas alturas son varias decenas- suenan mal, y son piratas. Entre medio de
todos ellos, me atrevo a recomendar mis favoritos: su doble en vivo de 1977, y
otros que se han editado mucho después con nombres tan interesantes como El bebé ciego tiene los ojos de su madre
o Más pesado que una muerte en la familia,
además de compilados como Yodo-go-a-go-go.
Si exploran en youtube, les será fácil encontrar incluso registro de sus
tocatas en aquellos masivos y combativos festivales estudiantiles de la época.
[i] Julian Cope, Japrocksampler. How
the post-war japanese blew their minds on rock’n’roll, Bloomsbury Publishing,
Londres, 2007.
[ii] Consultado este camarada para efectos
de esta investigación ratifica la historia y agrega que era una copia del
“Heavier than a death in the family”.
[iii] Kyodo
News, "Ex-Red
Army Faction Member Says Airplane Hijacking Was 'Selfish'", March 31,
2010.
[iv]
Tomado de Japrocksampler. Páginas 173 a 174. Traducción realizada la madrugada
del 4 de febrero de 2017 a medias con el camarada RB mientras bajábamos una
botella de tequila y escuchábamos Heavier
tan a death in the family.
Etiquetas: 68, 77, anti punk, Japo, punk rock, rock (no punk), rock pichulero
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