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viernes, octubre 12, 2018

Jackson Prole/Tempestades/Pinchadiscos/Esquina Intransitiva 


1.- Ya está disponible “Jackson Proleta”, un nuevo artefacto del Colectivo No, en base a un registro de una presentación en el Bar 1 por ahí por septiembre  del año 2016 si no me equivoco, para la enésima versión de la Fonda Michael Jackson.




3 temas (o debería decir, “tomas”) de 10 minutos aprox. c/u: Ave, Universal Proleta y Moord. 

Ideal para escuchar haciendo combinaciones de líneas en el Metro de Santiago. Recuerde: lo que no nos mata, nos fortalece.

2.- Lanzamiento del primer título de editorial Tempestades, hoy a las 19:00. Atenti a los nuevos títulos.



3.- Concierto este domingo a beneficio de una Federación de Pinchadiscos. No tengo claro si tocan 10 bandas o solo 3, pero se supone que a lo menos tocarán Disturbio Menor y Enfermos Terminales. Además, estarán pinchando discos (of course). 

A las 17 horas, 3 lucas, en Comercio Atlético (San Diego con Matta).

No encuentro el afiche. Imagínenselo.

Si quiere ir a la marcha de la resistencia mapuche a las 11:00 y además ir después al concierto, le deseamos lo mejor en cuanto a saber escurrirse a tiempo para que no se vaya en cana.

4.- Otro texto del cuadernillo  “Disturbio Menor”, que ya casi se agotó en sus primeras 50 copias, con tapa roja (y negra) el 5 de octubre en la Blondie. Quedan solamente 10 copias, que estarán disponibles este domingo. Si Ud. cree que tiene algo que decir sobre DM, el hardcore punk de los 90, la transacción a la Mierdocracia, etc., no dude en enviarnos su texto, para incluirlo en las sección de “historias” en nuevas re-impresiones de este hermoso artefacto.





ESQUINA INTRANSITIVA (x Ismael)

Porque tú propones, dios dispone y eso es la cristiandad.

De seguro era verano, probablemente del 97’. La esquina, esa que con el tiempo se transformaría en un clásico del hardcore punk, hasta que fue demolida y en su lugar se erigió uno de esos monstruosos Paz Froimovich: la Laberinto. Las Becker desechable de litro corren de mano en mano, abundan los cinturones con remaches, las cadenas, pantalones apretados, algunos con look de hardcore neoyorquino. Es mi primera tocata, tengo cerca de trece años y voy a ver a una de las bandas que me han volado la cabeza, Fun People. Tocan además Enfermos Terminales y Disturbio Menor, bandas que en ese momento no conocía. Como siempre, la espera afuera es larga, y la tocata comienza con dos horas de atraso. Los pacos pasan mirando para otro lado, obviando las botellas vacías.

Una vez dentro todo cambia de ritmo. Es un gran paréntesis en el que no existen las estrellas de rock, sino solo los pares. Contrario a lo que mi cabeza adolescente pensaba, acá hay camaradería y se huele. Los recuerdos se ponen nebulosos, como el humo que envuelve todo adentro de la Laberinto, que le hace honor a su nombre. No sé quién abrió, si fue Disturbio o los Enfermos. Recuerdo ver al batero de Enfermos rompiendo dos baquetas por canción, pegándole como endemoniado a su bataca, y pensar que esa era la música que quería hacer.

Salen los Disturbio Menor y se siente en la gente que es una banda ya querida, los aplausos y silbidos resuenan, y los cabros que se suben agradecen mirando el suelo. Dos minutos de la primera canción y escucho un estilo de hardcore que no conocía. La música acelerada y con cortes que parecen fallas técnicas, variando velocidades e intensidades. Después conocería a Fugazi y otras bandas que seguían esa línea, pero ese día es como si se hubiese abierto un nuevo espectro. Unos meses más tarde me llegaría un cassette pirata en que podría escuchar sus letras, escupiendo palabras que hablan de la autogestión, de estar lúcidos para no dejarse manipular por el sistema, que hablan de organización contra el capital y de la mediocridad del catolicismo. Es como un torrente de información directa al cerebro. Tocan con rabia, tocan con inconformidad y con anhelo. Podías ver un pequeño disturbio formándose dentro de un bar, una liberación de energía que podía transformarse en cualquier minuto en una gran revuelta. Los Disturbio Menor fueron una banda que se alzaron como uno de los estandartes de quienes cantaron contra la transición que sigue transitando. Su inconformidad nació de la decepción y de las promesas no cumplidas, con Pinochet como Senador Vitalicio. Ahí, en ese subterráneo que era la Laberinto, sembraron los cimientos de lo que hoy sigue creciendo en muchos de quienes estuvimos esa tarde.

Hoy, veinte años después, paso por esa esquina y veo el adefesio Paz Froimovich, intentando mantener sepultado un espíritu de lucha que no cesa. Y recuerdo nuevamente las letras de esta banda que hablaba de que uno es quien se hace a sí mismo, que no hay que esperar a que dios disponga de nada, que hay que ir y derrumbar todo lo que nos parece injusto. En tiempos en los que renace en nuestro país un fascismo negacionista, en que los cómplices de la dictadura, civiles y militares, siguen libres o están siendo soltados, en que la izquierda es una maqueta hecha pedazos arreglada por la derecha, gritar como antaño se hace imperioso. A veces me gustaría tomarme una cerveza con mi yo de trece años, y decirle que siga ahí, en esa esquina, que las cosas no han cambiado y que tendremos que seguir dando la pelea codo a codo. Decirle que guarde fuerzas para lo que viene, que veinte años son nada, que a la alegría la encerraron en un departamento de 22 metros cuadrados, que hay que seguir, seguir, seguir, porque sabemos que ese maldito lema de la dictadura era un holograma, y que no vamos bien, y mañana estaremos peor.

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