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miércoles, octubre 03, 2018

Nick Cave en Chile: i´m stranded 




A mediados de los 90 uno de mis principales héroes musicales era Nick Cave. Lo conocí gracias aun compañero de universidad que duró poco en esa carrera (no lo culpo) y que por ser hijo de exiliados en Alemania cuando retornaron a la dulce patria tuvo que dejar su colección de LPs allá, pero copió todo o casi todo en casets y los prestaba generosamente (bueno, era comunista, en el buen sentido del término). Gracias a él conocimos a Black Flag, Die Haut, Nick Cave, Leonard Cohen, Birthday Party, Sonic Youth y Big Black, entre varios otros.

La primera vez que tuve un trabajo remunerado, cuando tenía como 22 años, en un sofocante subsuelo de un edificio en Nataniel con Santa Rosa desde cuya ventana podía mirar a la gente caminando arriba en la vereda, apenas me pagaron el primer sueldo de 40 mil pesos fui corriendo a una disquería que duró poco tiempo en Providencia a comprar el “Hits” de Birthday Party. Por esos mismos años me llegó una vez de regalo el “Tender Prey” de Nick Cave sin Birthday Party pero con los Bad Seeds aún en plena forma, incluyendo a Kid Congo Powers (ex Cramps).

En 1994, viajando en la extinta aerolínea “soviética” Aeroflot por 3 días (itinerario: Santiago, Miami, Irlanda, Luxemburgo, Moscú, Copenhague) para de ahí cruzar en barcaza a Malmö (Suecia) donde una gran cantidad de parientes, mezcla de exilio político de los 70 y económico de los 80, ví en las paredes que los Bad Seeds iban a tocar en Christiania en unas semanas más. Cuando traté de conseguir entradas desde Suecia, ya se habían agotado. Era la gira del “Let love in”, a mi juicio, el último disco realmente bueno de Nicolás  Cuevas y las Malas Semillas, aunque las “Baladas asesinas” y “The Boatman´s call”  tienen aún varios buenos momentos.

En esos años MTV todavía era un canal de música, y en Europa daban una vez a la semana el programa 120 minutos, con invitados. Cuando estuvieron Nick Cave y Blixa Bargeld mostraron entre otras joyas a los australianos Saints, tocando “I´m stranded” (o "estoy varado"). Aún les agradezco eso.

Ya de regreso en Chile, en 1996, fuimos junto a Lautaro (guitarra de Disturbio Menor) y otros amigos de madrugada a El Mercurio a buscar invitaciones para el festival Crazy Rock (o “rock loco”), convocado por helados Crazy, donde tocarían, en este orden: Aterciopelados, Los Tres, Nick Cave and the Bad Seeds, Love & Rockets y Cypress Hill, en el Caupolicán. El resultado fue famoso: ¾ de la audiencia eran puros entusiastas del hip hop, que hostilizaron a tal punto a Aterciopelados que le arrojaron una lluvia de escupos a la vocalista (que con actitud bastante punk decía: “por lo menos apúntenme bien a la boca”) y lanzaron un enrome petardo al baterista en el pie, momento en el cual se retiraron de escena. A continuación, salen Los Tres, haciendo gala del peor chovinismo, con una bandera tricolor (sí, la misma que según Piraña está en el corazón de la bandera gringa, lo cual me llena de alegría pues por dada bandera de EEUU incinerada en estos tiempos se ha quemado también, lo sepan o no los quema-banderas, nuestra buena mierda tricolor). Esa tropa de giles comandada por Titae y Alvarito-transplante-de-hígado Henríquez, a quienes siempre he detestado profundamente, juntos o por separado, llamaron a apoyar la música nacional (“si es chileno es bueno”) y fueron tolerados por las hordas de raperos durante todo su set.

Luego salieron los Bad Seeds, y la hostilidad llegó a los niveles más altos, al punto que en rigor casi no pudieron tocar, Nick Cuevas se mosqueó y se retiró del escenario cuando la lluvia de pollos ya era intolerable, y costó unos buenos minutos de darlo todo entre el puñado de fanáticos que habíamos para que saliera de mala gana a ofrecer un par de temas más, en versión resumida, incluyendo “The mercy seat” y “From her to eternity”. Uno de los conciertos más tensos e intensos en que he estado.

De hecho, en un momento en que un piño de raperos avanzaba a puro escupitajo hacia el escenario, junto a mi hermana chica tratamos de encararlos, y pude aplicarle un buen gargajo en el rostro al que venía primero. Cuando se disponían a darme un severo tratamiento masivo de patadas, una chica karateca surgió de la nada, golpeó al primero en el hombro con un pie, y retrocedieron. Entre mi hermanita y yo le agradecimos como pudimos, y disfrutamos los últimos minutos del accidentado set.
Unos amigos fueron a dejarle a los Bad Seeds al hotel unas botellas de pisco, a modo de desagravio. Al otro día mi hermana y una amiga fueron al aeropuerto pro no los encontraron. En cambio, estuvieron un rato compartiendo con Cypress Hill. Los amigos de las botellas de pisco sí que se toparon con Nick Cave, que les ofreció vino, acusó recibo de una tremenda resaca de pisco, y les regaló un retrato de cada uno de ellos al lápiz en pequeñas hojas de papel. Cuando un guardia del aeropuerto Pudahuel le dijo a Nick que no podía beber vino en ese recinto, éste bajó la cabeza y dijo “sí señor”. Apenas se fue, descorchó otra. Uno de esos amigos, Orlando,  ya falleció.

No voy a ir a verlos este viernes 5 de octubre (30 aniversario de la masiva validación de la Constitución de 1980 por un pueblo desesperado que se conformaba con sacarse de la presidencia a Pinochet. Jaime Guzmán y Pinocho mismo todavía se deben estar riendo desde su sitial a la derecha de Dios Padre) por dos sencillas razones:

1.- Mientras más conozco a los nuevos Bad Seeds más me gustan los antiguos Birthday Party, y

2.- ese día vamos a tocar, tras 21 años, con lo que considero la formación única y original de Disturbio Menor.






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