jueves, enero 17, 2019
A 100 años de la revolución alemana
Comparada con la revolución rusa
de 1917, no se sabe casi nada del proceso revolucionario en Alemania hacia 1918-1921,
más allá de los asesinatos de los comunistas “espartaquistas” Liebknecht y
Luxemburgo.
Además de recomendar la lectura
del N° 10 de Anarquía & Comunismo, dedicado al “primer asalto”, hay un interesante
programa de Anabasis dedicado al tema.
En cuanto a textos, creo que lo
básico sería acudir a la presentación de Authier y Dauvé en el libro “Ni parlamento ni sindicato: ¡Los Consejos Obreros! Los comunistas de izquierda en
la revolución alemana (1918-1922)”, publicado en español por ediciones
Espartaco Internacional. De esa introducción titulada “El movimiento comunista
en Alemania” he seleccionado una parte relativa al aplastamiento de la
insurrección de enero, hace exactamente 100 años. Además, va el último texto de
Rosa Luxemburgo, escrito en la víspera de su asesinato en manos de
social-fascistas: “El orden reina en Berlín”.
Para hacerse una idea interesante
de esos tiempos, aunque se sitúa unos pocos años después, habría que leer “Berlin
Alexanderplatz” de Alfred Döblin, y/o ver la versión para serie de TV que hizo
en los 80 Fassbinder. Düblin escribió además una trilogía sobre “Noviembre de
1918”, de la cual vi hace poco en el centro la segunda parte: “El pueblo traicionado”.
Banda sonora:
-Sobre el suicidio (Eisler) por Art Bears
-Oferta y Demanda, Dagmar Krause (canciones de Brecht,
Eisler, Weill)
-Tanques de batalla, Dagmar Krause (canciones de Eisler)
-Berliner Requiem, Kurt Weill.
El enfrentamiento de
enero de 1919 (primer fracaso de la revolución)
El período comprendido entre enero y abril de
1919 no es más que una sucesión de insurrecciones y tomas de poder a escala
local, aplastadas muy violentamente por los restos del ejército alemán que
habían escapado al torbellino de la derrota y por los “cuerpos francos”,
organizaciones militares de extrema derecha sostenidas bajo cuerda por el nuevo
gobierno. La represión es dirigida por el Partido socialdemócrata, que obtiene
en diciembre de 1918 la confianza del Congreso de los consejos y después, en
enero de 1919, la del pueblo (por las elecciones a la Constituyente).
En Berlín, la insurrección de enero (del 6 al
15) es motivada por la destitución del prefecto de policía Eichhorn, del USPD -Partido Socialista Independiente- (el cual se había proclamado como tal durante los acontecimientos de
noviembre). Los revolucionarios se apoderan de toda la ciudad, pero se dividen
inmediatamente. El USPD, que ha formado un comité insurreccional, entabla
enseguida conversaciones con el Consejo de los comisarios, que ha huido fuera
de Berlín, en lugar de organizar la lucha contra él.
Al principio, Luxemburgo y la
dirección comunista en su conjunto condenan la insurrección, después se unen a
ella pero sin querer tomar el poder (en la línea de ¿Qué quiere Spartacus?,
como queda indicado más arriba). Liebknecht, sin que lo sepa la dirección, toma
parte en el comité insurreccional del USPD, después es obligado a dimitir de
él. Finalmente, la izquierda (proveniente del ISD -Socialistas internacionalistas de Alemania), no obstante ser fuerte,
participa de modo dirigente en las diversas acciones militares pero no se
decide a actuar por sí misma y a crear lo irreparable; necesitará varios meses
para darse cuenta de ello. De este modo, mientras que las discusiones van a
buen paso entre los insurrectos (y que sus jefes, en su conjunto, minimizan la
insurrección, queriendo reducirla a un elemento de la política tradicional), la
socialdemocracia (representada por el comisario del pueblo Gustav Noske)
establece metódicamente su plan de reconquista de la capital. La represión
ocasiona numerosos muertos (entre ellos, Luxemburgo y Liebknecht). A pesar de
todo, este aplastamiento no parecerá suficiente y se asestará un nuevo golpe al
proletariado berlinés dos meses después, en los combates de marzo. Estas dos
acciones causarán varios miles de muertos, nada más que en Berlín. Es decir,
enseguida más muertos que durante toda la revolución rusa de 1917.
Al mismo tiempo son aplastados
los poderes proletarios locales: República socialista de Brunswick, República
de los consejos de Bremen, así como las huelgas insurreccionales en el Ruhr y
en Alemania central. En todas partes, los socialistas, a quienes los obreros
revolucionarios dejan libertad de acción, los traicionan, preparando el terreno
antes de la intervención de la fuerza armada. Pero durante los combates la
democracia continúa a pleno rendimiento: nuevas elecciones a los consejos con
vistas al II congreso pan-alemán de estos órganos en marzo de 1919, elecciones
a los parlamentos locales de los diversos Estados de que se compone el Reich
alemán. Casi siempre es el SPD -Partido Social Demócrata) quien detenta la mayoría absoluta, salvo en
Sajonia oriental, donde es el USPD.
Pero un solo Estado se muestra
insuficiente para domeñar una Alemania en estado de revolución: Francia ocupa
la orilla izquierda del Rin, y el gobierno de Berlín prefiere no intervenir en
Baviera mientras el movimiento no esté lo bastante dominado. En 1871 Bismarck
había ayudado a Thiers a masacrar a los comuneros, devolviendo las armas
modernas a los soldados que acababa de vencer. En 1918 la Francia victoriosa le
devuelve el favor.
En Baviera es el USPD el que toma
el poder pero no para hasta que organiza elecciones en las que, por lo demás,
no obtiene más que el 2’5% de los votos, el 12 de enero de 1919. A pesar de
todo, el asesinato de su jefe, Kurt Eisner, el 21 de febrero, aclara las
relaciones de fuerza: los consejos toman el poder y la Dieta burguesa acabada
de elegir se dispersa ella sola. Pero los consejos vuelven a pasar el poder a
la Dieta con un gobierno SPD-USPD. Una fracción de este último partido toma
poco después, el 7 de abril, la iniciativa de proclamar la República de los
consejos de Baviera, por arriba. El gobierno socialdemócrata huye a Bamberg y
comienza la guerra civil.
Los consejos se radicalizan, se
desembarazan del USPD: es la segunda República de los consejos en la que
participa el KPD -Partido Comunista de Alemania-. Los obreros forman un ejército rojo, a expensas de los
patronos, haciéndose pagar las jornadas dedicadas al entrenamiento. No intentan
verdaderamente atacar las relaciones sociales capitalistas, contentándose con
encargarse de la gestión de la sociedad tal cual está e imponer algunas
reformas en su favor. Son aplastados a principios de mayo de 1919.
--
"EL ORDEN REINA EN BERLÍN”
Rosa Luxemburgo, 14 de enero de
1919
"El orden reina en
Varsovia", anunció el ministro Sebastiani a la Cámara de París en 1831
cuando, después de haber lanzado su terrible asalto sobre el barrio de Praga,
la soldadesca de Paskievitch había entrado en la capital polaca para dar
comienzo a su trabajo de verdugos contra los insurgentes.
"¡El orden reina en
Berlín!", proclama triunfante la prensa burguesa, proclaman Ebert y Noske,
proclaman los oficiales de las "tropas victoriosas2 a las que la chusma
pequeñoburguesa de Berlín acoge en las calles agitando sus pañuelos y lanzando
sus ¡hurras! La gloria y el honor de las armas alemanas se han salvado ante la
historia mundial. Los lamentables vencidos de Flandes y de las Ardenas han
restablecido su renombre con una brillante victoria sobre...los 300
"espartaquistas" del Vorwärts. Las gestas del primer y
glorioso avance de las tropas alemanas sobre Bélgica, las gestas del general
von Emmich, el vencedor de Lieja, palidecen ante las hazañas de Reinhardt y
Cía., en las calles de Berlín. Parlamentarios que habían
acudido a negociar la rendición del Vorwärts asesinados,
destrozados a golpes de culata por la soldadesca gubernamental hasta el punto
de que sus cadáveres eran completamente irreconocibles, prisioneros colgados de
la pared y asesinados de tal forma que tenían el cráneo roto y la masa cerebral
esparcida: ¿quién piensa ya a la vista de estas gloriosas hazañas en las
vergonzosas derrotas ante franceses, ingleses y americanos? "Espartaco"
se llama el enemigo y Berlín el lugar donde nuestros oficiales entienden que
han de vencer. Noske, el "obrero", se llama el general que sabe
organizar victorias allí donde Ludendorff ha fracasado.
¿Cómo no pensar aquí en la
borrachera de victoria de la jauría que impuso el "orden" en París,
en la bacanal de la burguesía sobre los cadáveres de los luchadores de la
Comuna? ¡Esa misma burguesía que acaba de capitular vergonzosamente ante los
prusianos y de abandonar la capital del país al enemigo exterior para poner
pies en polvorosa como el último de los cobardes! Pero frente a los proletarios
de París, hambrientos y mal armados, contra sus mujeres e hijos indefensos,
¡cómo volvía a florecer el coraje viril de los hijitos de la burguesía, de la
"juventud dorada", de los oficiales! ¡Cómo se desató la bravura de
esos hijos de Marte humillados poco antes ante el enemigo exterior ahora que se
trataba de ser bestialmente crueles con indefensos, con prisioneros, con
caídos!
"¡El orden reina en
Varsovia!", "¡El orden reina en París!", "¡El orden reina
en Berlín!", esto es lo que proclaman los guardianes del "orden"
cada medio siglo de un centro a otro de la lucha histórico-mundial. Y esos
eufóricos "vencedores" no se percatan de que un "orden" que
periódicamente ha de ser mantenido con esas carnicerías sangrientas marcha
ineluctablemente hacia su fin. ¿Qué ha sido esta última "Semana de
Espartaco" en Berlín, qué ha traído consigo, qué enseñanzas nos aporta?
Aun en medio de la lucha, en medio del clamor de victoria de la
contrarrevolución han de hacer los proletarios revolucionarios el balance de lo
acontecido, han de medir los acontecimientos y sus resultados según la gran
medida de la historia. La revolución no tiene tiempo que perder, la revolución
sigue avanzando hacia sus grandes metas aún por encima de las tumbas abiertas,
por encima de las "victorias" y de las "derrotas". La
primera tarea de los combatientes por el socialismo internacional es seguir con
lucidez sus líneas de fuerza, sus caminos.
¿Podía esperarse una victoria
definitiva del proletariado revolucionario en el presente enfrentamiento, podía
esperarse la caída de los Ebert-Scheidemann y la instauración de la dictadura
socialista? Desde luego que no si se toman en consideración la totalidad de los
elementos que deciden sobre la cuestión. La herida abierta de la causa
revolucionaria en el momento actual, la inmadurez política de la masa de los
soldados, que todavía se dejan manipular por sus oficiales con fines
antipopulares y contrarrevolucionarios, es ya una prueba de que en el presente
choque no era posible esperar una victoria duradera de la
revolución. Por otra parte, esta inmadurez del elemento militar no es sino un
síntoma de la inmadurez general de la revolución alemana.
El campo, que es de donde procede
un gran porcentaje de la masa de soldados, sigue sin estar apenas tocado por la
revolución. Berlín sigue estando hasta ahora prácticamente asilado del resto
del país. Es cierto que en provincias los centros revolucionarios -Renania, la
costa norte, Braunschweig, Sajonia, Württemberg- están con cuerpo y alma al
lado de los proletarios de Berlín. Pero lo que sobre todo falta es coordinación
en la marcha hacia adelante, la acción común directa que le daría una eficacia
incomparablemente superior a la ofensiva y a la rapidez de movilización de la
clase obrera berlinesa. Por otra parte, las luchas económicas, la verdadera
fuerza volcánica que impulsa hacia adelante la lucha de clases revolucionaria,
están todavía -lo que no deja de tener profundas relaciones con las
insuficiencias políticas de la revolución apuntadas- en su estadio inicial.
De todo esto se desprende que en
este momento era imposible pensar en una victoria duradera y definitiva. ¿Ha
sido por ello un "error" la lucha de la última semana? Sí, si se
hubiera tratado meramente de una "ofensiva " intencionada, de lo que
se llama un "putsch". Sin embargo, ¿cuál fue el punto de partida de
la última semana de lucha? Al igual que en todos los casos anteriores, al igual
que el 6 de diciembre y el 24 de diciembre: ¡una brutal provocación del
gobierno! Igual que el baño de sangre a que fueron sometidos manifestantes
indefensos de la Chausseestrasse e igual que la carnicería de los marineros, en
esta ocasión el asalto a la jefatura de policía de Berlín fue la causa de todos
los acontecimientos posteriores. La revolución no opera como le viene en gana,
no marcha en campo abierto, según un plan inteligentemente concebido por los
"estrategas". Sus enemigos también tienen la
iniciativa, sí, y la emplean por regla general más que la misma revolución.
Ante el hecho de la descarada
provocación por parte de los Ebert-Scheidemann, la clase obrera revolucionaria
se vio obligada a recurrir a las armas. Para la revolución era
una cuestión de honor dar inmediatamente la más enérgica
respuesta al ataque, so pena de que la contrarrevolución se creciese con su
nuevo paso adelante y de que las filas revolucionarias del proletariado y el
crédito moral de la revolución alemana en la Internacional sufriesen grandes
pérdidas.
Por lo demás, la inmediata
resistencia que opusieron las masas berlinesas fue tan espontánea y llena de
una energía tan evidente que la victoria moral estuvo desde el primer momento
de parte de la "calle".
Pero hay una ley vital interna de
la revolución que dice que nunca hay que pararse, sumirse en la inacción, en la
pasividad después de haber dado un primer paso adelante. La mejor defensa es el
ataque. Esta regla elemental de toda lucha rige sobre todos los pasos de la
revolución. Era evidente -y haberlo comprendido así testimonia el sano
instinto, la fuerza interior siempre dispuesta del proletariado berlinés- que
no podía darse por satisfecho con reponer a Eichhorn en su puesto.
Espontáneamente se lanzó a la ocupación de otros centros de poder de la contrarrevolución:
la prensa burguesa, las agencias oficiosas de prensa, el Vorwärts.
Todas estas medidas surgieron entre las masas a partir del convencimiento de
que la contrarrevolución, por su parte, no se iba a conformar con la derrota
sufrida, sino que iba a buscar una prueba de fuerza general.
Aquí también nos encontramos ante
una de las grandes leyes históricas de la revolución frente a la que se
estrellan todas las habilidades y sabidurías de los pequeños
"revolucionarios" al estilo de los del USP, que en cada lucha sólo se
afanan en buscar una cosa, pretextos para la retirada. Una vez que el problema
fundamental de una revolución ha sido planteado con total claridad -y ese
problema es en esta revolución el derrocamiento del gobierno
Ebert-Scheidemann, en tanto que primer obstáculo para la victoria del
socialismo- entonces ese problema no deja de aparecer una y otra vez en toda su
actualidad y con la fatalidad de una ley natural; todo episodio aislado de la
lucha hace aparecer el problema con todas sus dimensiones por poco preparada
que esté la revolución para darle solución, por poco madura que sea todavía la
situación. "¡Abajo Ebert-Scheidemann!", es la consigna que aparece
inevitablemente a cada crisis revolucionaria en tanto que única fórmula que
agota todos los conflictos parciales y que, por su lógica interna, se quiera o
no, empuja todo episodio de lucha a sus más extremas consecuencias.
De esta contradicción entre el
carácter extremo de las tareas a realizar y la inmadurez de las condiciones
previas para su solución en la fase inicial del desarrollo revolucionario
resulta que cada lucha se salda formalmente con una derrota. ¡Pero
la revolución es la única forma de "guerra" -también es ésta una ley
muy peculiar de ella- en la que la victoria final sólo puede ser preparada a
través de una serie de "derrotas"!
¿Qué nos enseña toda la historia
de las revoluciones modernas y del socialismo? La primera llamarada de la lucha
de clases en Europa, el levantamiento de los tejedores de seda de Lyon en 1831,
acabó con una severa derrota. El movimiento cartista en Inglaterra también
acabó con una derrota. La insurrección del proletariado de París, en los días
de junio de 1848, finalizó con una derrota asoladora. La Comuna de París se
cerró con una terrible derrota. Todo el camino que conduce al socialismo -si se
consideran las luchas revolucionarias- está sembrado de grandes derrotas.
Y, sin embargo, ¡ese mismo camino
conduce, paso a paso, ineluctablemente, a la victoria final! ¡Dónde estaríamos
nosotros hoy sin esas "derrotas", de las que hemos
sacado conocimiento, fuerza, idealismo! Hoy, que hemos llegado
extraordinariamente cerca de la batalla final de la lucha de clases del
proletariado, nos apoyamos directamente en esas derrotas y no podemos renunciar
ni a una sola de ellas, todas forman parte de nuestra fuerza y nuestra claridad
en cuanto a las metas a alcanzar.
Las luchas revolucionarias son
justo lo opuesto a las luchas parlamentarias. En Alemania hemos tenido, a lo
largo de cuatro decenios, sonoras "victorias" parlamentarias, íbamos
precisamente de victoria en victoria. Y el resultado de todo ello fue, cuando
llegó el día de la gran prueba histórica, cuando llegó el 4 de agosto de 1914,
una aniquiladora derrota política y moral, un naufragio inaudito, una bancarrota
sin precedentes. Las revoluciones, por el contrario, no nos han aportado hasta
ahora sino graves derrotas, pero esas derrotas inevitables han ido acumulando
una tras otra la necesaria garantía de que alcanzaremos la victoria final en el
futuro.
¡Pero con una condición!
Es necesario indagar en qué condiciones se han producido en cada caso las
derrotas. La derrota, ¿ha sobrevenido porque la energía combativa de las masas
se ha estrellado contra las barreras de unas condiciones históricas inmaduras o
se ha debido a la tibieza, a la indecisión, a la debilidad interna que ha
acabado paralizando la acción revolucionaria?
Ejemplos clásicos de ambas
posibilidades son, respectivamente, la revolución de febrero en Francia y la
revolución de marzo alemana. La heroica acción del proletariado de París en
1848 ha sido fuente viva de energía de clase para todo el proletariado
internacional. por el contrario las miserias de la revolución de marzo en
Alemania han entorpecido la marcha de todo el moderno desarrollo alemán igual
que una bola de hierro atada a los pies. Han ejercido su influencia a lo largo
de toda la particular historia de la Socialdemocracia oficial alemana llegando
incluso a repercutir en los más recientes acontecimientos de la revolución
alemana, incluso en la dramática crisis que acabamos de vivir.
¿Qué podemos decir de la derrota
sufrida en esta llamada Semana de Espartaco a la luz de las cuestiones
históricas aludidas más arriba? ¿Ha sido una derrota causada por el ímpetu de
la energía revolucionaria chocando contra la inmadurez de la situación o se ha
debido a las debilidades e indecisiones de nuestra acción?
¡Las dos cosas a la vez! El
carácter doble de esta crisis, la contradicción entre la intervención ofensiva,
llena de fuerza, decidida, de las masas berlinesas y la indecisión, las
vacilaciones, la timidez de la dirección ha sido uno de los datos peculiares
del más reciente episodio.
La dirección ha fracasado. Pero
la dirección puede y debe ser creada de nuevo por las masas y a partir de las
masas. Las masas son lo decisivo, ellas son la roca sobre la que se basa la
victoria final de la revolución. Las masas han estado a la altura, ellas han
hecho de esta "derrota" una pieza más de esa serie de derrotas
históricas que constituyen el orgullo y la fuerza del socialismo internacional.
Y por eso, del tronco de esta "derrota" florecerá la victoria futura.
"¡El orden reina en
Berlín!", ¡esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena.
La revolución, mañana ya "se elevará de nuevo con estruendo hacia lo
alto" y proclamará, para terror vuestro, entre sonido de trompetas:
¡Fui, soy y seré!
Etiquetas: 1917, comunismo, memoria negra
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