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viernes, septiembre 20, 2019

Músicos, no-músicos y antimúsicos. Acerca del esnobismo en Zappa y Cutler 



El caso de Frank Zappa es conocido: odiaba el punk rock y a todas las formas musicales más simples. “No saben lo que se pierde tocando sólo acordes mayores y menores, el verdadero goce empieza en el 11vo grado tonal”. O mejor, esta otra: “El punk es una forma de ganarse la vida para la gente que no sabe tocar, y está muy bien que así sea, porque si se dedicaran a otra cosa, a lavar coches, por ejemplo, yo no quisiera que pusieran sus manos en el mío”.

¿Y qué pasaría si juzgáramos a Zappa por sus discípulos? Los ultra-virtuosos Steve Vai y Terry Bozzio, por citar sólo a dos de sus colaboradores estrellas, hicieron pura mierda alejados del maestro, y no serán recordados, a diferencia de bandas que Zappa despreció por su amateurismo, entre ellos los Residents…

Pero también sabía dar consejos bastante do-it-yourself, como estos:

“Si quieren aprender a tocar guitarra, oigan a Wes Montgomery. Y consíganse algún disco de Cecil Taylor si quieren aprender a tocar piano”.

El problema es que si hubiera que recomendar un solo disco de Cecilio, no sabría escoger cual. Si hubiera que recomendar uno solo de Zappa (con las Madres), sería Freak Out. ¿O Lumpy Gravy?



El caso de Chris Cutler: excelente percusionista prog rock, con una férrea labor en bandas como Henry Cow, y luego Cassiber e incluso un tiempo en Pere Ubu (para ese magnífico retorno que se mandaron en 1988 con The Tenement Year). Teórico de peso, con libros a punto de ser traducidos a nuestra lengua, etc.

Pero maltrató a los cabros de Scritti Politti cuando tiernamente le enviaron una copia de su primer disco. Los Scritti eran jóvenes comunistas disciplinados y veneraban a la banda commie-prog por excelencia, articuladores del movimiento del Rock In Opposition. Les armaban tocatas y los alojaban en su espacio. En fin: Chris les devolvió el disco por correo, con una nota que decía: “Dejen la música a los músicos”.


Unos años después Cutler se encargaría de mirar en menos y negarse a distribuir un disco aparentemente demasiado liviano y “pop” de su viejo compañero Fred Frith. El disco se llama “Barato a mitad de precio” (1983), y lo encontré adorable desde la primera vez que lo escuché allá en la radio a fines de los 80.  Además de tener excelentes perlas de pop rock, un poco parecidas en espíritu a lo que los Residents hicieron para la época de su Album Comercial, hay samplers de Ronald Reagan y crítica política por doquiera, lo que a su manera lo hace un buen disco “punk” de protesta típico de esos años de Reagan/Thatcher/Wojtyla y Pinochet. Además, después de su labor en densas formaciones como los ya referidos Henry Cow y Skeleton Crew (con Tom Cora), y luego  de eso sus dos enormes albums “solistas” Gravity y Speechless (en cada lado de los cuales trabajo con una banda diferente: desde los Samlas y los Muffins a Massacre y Etron Fou Leloublan. Pónganle play: nunca se van a cansar de escuchar ambos dos artefactos), demás que Fred Frith merecía relajarse un rato probando un formato más inmediato, con grabaciones caseras (por ese entonces FF estaba viviendo en un depto. en Nuea Yol) y apoyándose incluso con un casiotone.

Ahora Cutler ha modificado su punto de vista, y distribuye el disco, haciendo humorosas alusiones a que “ciertos esnobs del prog” habían despreciado dicho artefacto en un inicio. Él sabe que el esnob era él mismo. Con lo cual demuestra buen humor. Pero no perdamos de vista que tras este tipo de descalificaciones lo que opera es una forma de “clasismo”: la de la clase de los músicos especializados, profesionalizados, que están convencidos de que merecen la admiración que les profesamos.

Que los músicos discriminen a los no músicos es parte del funcionamiento básico de las sociedades de clases. El antimúsico lo sabe, y obra en consecuencia.

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