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miércoles, febrero 19, 2025

TRUMP, THOMPSON Y PIÑERA COMO PERSONIFICACIONES DEL CAPITAL 

 


I.-

DONALD TRUMP

To trump significa vencer, superar, abrumar, pero el sustantivo trump también significa pedo, pedo apestoso” (Franco “Bifo” Berardi).

Para este especial F.O.R.B.E.S. pensé escribir algo sobre Trump el apestoso, aprovechando lo que dijo Bifo en vísperas de la elección en que el “hombre pedo” aplastó sin dificultades a Kamala Harris. No es por casualidad que el sitio FORBES.cl se promocione como: “Noticias de negocios y estilo de vida para los líderes de Chile”; esos líderes están disponibles para hacer América, Argentina o Chile grandes de nuevo, en sintonía con su héroe Donald Trump.

Su prepotente figura de viejo de mierda resulta un desagradable dato de la realidad que nos obliga a preguntarnos sobre la relación entre el Capital como algo impersonal (la relación social capitalista), y su encarnación en personajes que como el difunto Piñera o Elon Musk parecen personificar el espíritu del capitalismo en monstruosas personas de carne, hueso y botox, respecto a las cuales es difícil no pensar con horror, y cuyas imágenes mediáticas me hacen siempre recordar el grito de Johnny Rotten en 1977 diciendo de la Reina de Inglaterra que “¡Ella no es un ser humano!” (1).

En “Querida arma humeante” (2) el italiano  Bifo nos recuerda que Félix Guattari en un texto fechado en 1989 (para muchos, “el 68 al revés”) ya describía las aventuras mercantiles de hombres como el Peo Apestoso (3) “que se apoderan de barrios enteros de Nueva York, de Atlantic City, etcétera, para ‘renovarlos’, en cuyo proceso aumentan los alquileres y expulsan de paso a miles de familias pobres, cuya inmensa mayoría se halla condenada a perder su hogar, siendo este caso el equivalente, a nuestros efectos, al de los peces muertos de la ecología medioambiental” (Les trois écologies (4)).

Apenas me empezó a quedar claro que Kamala Harris y el partido demócrata estaban haciendo todo lo posible por perder esta elección, recordé no a Guattari sino que a Mark Fisher, que alcanzó a presenciar el primer triunfo de Trump en el 2016, y se refirió al fenómeno esbozando una explicación en las últimas clases que estaba dando ese fin de año y de las que sólo alcanzó a completar 5 de 15. Las clases fueron desgrabadas y editadas en español por Caja Negra, bajo el título de Deseo Postcapitalista. Las últimas clases (5).

Por desgracia, Mark falleció a inicios del 2017, tras no recibir atención médica oportuna durante una crisis depresiva. La clase 7, que no alcanzó a hacer, iba a tratar sobre “La destrucción del socialismo democrático y los orígenes del neoliberalismo: el caso de Chile”. Como en cada sesión, Mark escogía dos textos para que el alumnado los leyera previamente y algunxs voluntarixs los comentaran al inicio de la clase. Los de la clase sobre la contrarrevolución chilena de 1973 eran un capítulo de La doctrina del shock, de Naomi Klein, y otro del libro Revolucionarios cibernéticos, de Éden Medina, centrada en el proyecto Synco de la Unidad Popular, escrito en inglés y editado en español por LOM el 2013.

En sintonía con su texto inconcluso Comunismo ácido, Fisher entendía la revuelta global desatada a partir de 1968 como la irrupción de una verdadera interseccionalidad a partir de la lucha de clases, que se expresa sobre todo en una contracultura que aún nos fascina, y que la izquierda tradicional no supo valorar ni menos potenciar (6). Fisher se pregunta: “¿Por qué todavía nos importan los sesenta? ¿Por qué deben importarnos los sesenta? ¿Por qué nos acechan en el nivel de la iconografía y por qué persisten sus formas culturales?”. Y responde en voz alta: “Diría que tiene que ver con los deseos no realizados que eran inherentes a esas formas y a los que esas formas todavía les hablan…No me gusta esta expresión, ‘hablarle a’…Mejor dicho: los deseos no realizados para los cuales esas formas culturales todavía son relevantes” (Clase 2: “Una revolución social y psíquica de magnitud casi inconcebible”: la bohemia contracultural como prefiguración).

En la Clase 4 (“Poder sindical y poder del alma”) Fisher y sus alumnxs se dedican a aplicar los conceptos lukácsianos sobre clase y conciencia de clase estudiados en la clase anterior al contexto del escenario abierto en 1968, cuya expresión más álgida se da en el tipo de lucha “interseccional” desarrollado en Italia y Estados Unidos, en que por un breve momento la lucha de clases se unió a las luchas basadas en el género y la raza, alcanzando una inusitada intensidad. Fisher sitúa en ese momento, inicios de los setenta, la irrupción de lo que denomina la “clase trabajadora reaccionaria”, que le dio el triunfo a Nixon cuando los sindicatos norteamericanos le dieron la espalda a la contracultura y la Nueva Izquierda. 

Esta clase fue efectuada el 28 de noviembre de 2016. 20 días antes Trump había derrotado a su rival Hillary Clinton (apoyada por el grueso de la “izquierda progresista” o “woke”), y ese dato hace a Fisher afirmar una tesis muy interesante: Si después de la contrarrevolución neoliberal iniciada en Chile en 1973 y extendida al resto de occidente -aunque no siempre usando tanta violencia directa- la interseccionalidad excluyó su dimensión de clase, pasando a centrarse en lo que ahora llamamos “política de las identidades” (precisamente una característica definitoria de la izquierda posmoderna), lo que se estaría viendo entonces con el triunfo de Trump era ni más ni menos que “el retorno de la clase”, pero precisamente de esa clase trabajadora reaccionaria, sin conciencia de clase.

Así la paradoja es que Trump “fuera capaz de jugar la carta de la clase (de manera grotesca, en más de un sentido)”:

“¿Cómo podría hablar de clase un  millonario como él? Bah, es multimillonario, ¿no? Lo que sea, Trump es un desarrollador inmobiliario, alguien que heredó su dinero; no es que se haya hecho desde abajo… ¿Cómo podría un desarrollador inmobiliario multimillonario ser un ventrílocuo verosímil de las preocupaciones y angustias, de la subjetividad de los miembros de la clase trabajadora? Es una buena pregunta, pero el hecho es que logró serlo”.

Una posible explicación que arriesga Fisher en ese momento es “fantasmática”: la supresión de la conciencia de clase opera en parte “a través del reclutamiento fantasioso de los subordinados en la identificación con una carrera”, y cita un artículo del Harvard Business Review según el cual “muchos miembros de la clase trabajadora están resentidos con los profesionales -abogados, médicos, profesores, etc.- pero se identifican con los ricos”. Esta operación funciona en parte porque “se alienta a las personas a creer que ya son ricas, solo que aún no tienen dinero (…) No es que sea una tara de su parte, o una ilusión. Se los alienta a esta identificación”.

En otras palabras, estamos acá frente al problema de lo que en Chile suele denominarse “facho pobre”, que en el fondo remite a la aguda observación de Wilhelm Reich en 1933, cuando hizo ver a la izquierda que el fascismo no se le impone a la gente, sino que hay un momento en que la gente “desea el fascismo”.    

Mi impresión es que tras la derrota nunca asumida de Trump a manos de Biden, con el consiguiente intento de sus partidarios de impedir el cambio de mando asaltando el capitolio a inicios del 2021, y el despliegue abiertamente guerrerista de Biden/Harris en el plano internacional, incluyendo su entusiasta apoyo al genocidio sionista en Gaza, todo estaba servido para la inevitable segunda venida de Trump, que logró de una manera aún más contundente que en el 2016 captar el apoyo popular a su figura y la de los multimillonarios con que ha llenado su gabinete. El resentimiento anti-profesional de la clase trabajadora reaccionaria/facho pobre tiene a la izquierda “woke” en su peor momento, representando casi exclusivamente a elites con buena formación académica, en una redefinición de la clásica dicotomía izquierda/derecha en que ahora es la nueva extrema derecha y no la izquierda quien mejor capta y representa los deseos y el resentimiento de los sectores populares. 

En este sentido, además de tener en cuenta a W. Reich y su “Psicología de masas del fascismo” (1933), debemos recordar el análisis que en su momento hiciera Georges Bataille.

En “La estructura psicológica del fascismo” (también de 1933 (7) Bataille realiza una distinción entre la parte homogénea de la sociedad: su parte productiva o útil, de la cual “cualquier elemento inútil está excluido”, aunque “no de la sociedad total, sino de su parte homogénea”, y las “fuerzas heterogéneas”, que son “elementos imposibles de asimilar” (violencia, delirio, desmesura, locura), siendo excluidas incluso del campo de la atención científica. Este proceso de exclusión de los elementos heterogéneos por la parte homogénea de la conciencia “recuerda de una manera formal la de los elementos descritos (por el psicoanálisis) como inconscientes, que la censura excluye del yo consciente”.  Pese a esta censura o represión, “los elementos heterogéneos provocan reacciones afectivas de intensidad variable, según las personas”, pues “a veces hay atracción y otras repulsión, y todo objeto de repulsión puede convertirse en determinadas circunstancias en objeto de atracción, y viceversa”.

Como ejemplo de elementos heterogéneos Bataille incluye “sin lugar a dudas” a los líderes fascistas: “enfrentados a los políticos demócratas, que representan en los diferentes países la banalidad homogénea, Mussolini o Hitler aparecen inmediatamente, a bulto, como enteramente distintos”. Es más, “sean cuales fueren los sentimientos que provoca su existencia actual en tanto que agentes políticos de la evolución, es imposible no tener conciencia de la fuerza que les sitúa por encima de los hombres, de los partidos e incluso de las leyes”.

Tal vez ahí está una de las claves para entender este segundo triunfo inapelable de Donald Trump. Heterogeneidad, resentimiento, identificación.

II.-

BRIAN THOMPSON

“Golpear a uno para educar a cien” (Brigadas Rojas).

Di por concluidas las reflexiones sobre Donald Trump apenas supe de un acontecimiento imprevisto que capturó la imaginación de muchxs. La primera semana de diciembre nos enteramos de la noticia del atentado a balazos en Estados Unidos contra un ejecutivo de la industria de los seguros de salud: Brian Thompson, de 50 años de edad, director ejecutivo de UnitedHealthcare, compañía filial del grupo controlador de Isapres Banmédica y Vida Tres en Chile.

La consigna de las Brigate Rosse vino a mi mente cuando leí que varias empresas habían eliminado de sus páginas web los nombres de los ejecutivos, y al ver que varias autoridades gringas se mostraban indignadas por el hecho de que muchas personas no sólo no se apenaran sino que se alegraran abiertamente por la ejecución de este agente del Capital. En pocos días, nos enteramos de que es un CEO, y supimos que la consternación por el hecho se vio acotada a los pares del finado, es decir, gerentes y miembros de la clase empresarial. BBC informó acerca de “Cómo el asesinato en Nueva York de Brian Thompson, director de la mayor aseguradora de EE.UU., revela la ira contra el sistema de salud privado”.

De acuerdo al Network Contagion Research Institute de las diez publicaciones más populares en X que mencionan a Thompson o UnitedHealth, seis de ellas eran publicaciones que apoyaban implícita o explícitamente el asesinato o criticaban a Thompson: “Algunas resaltaron comentarios que pedían más asesinatos de directores ejecutivos y una guerra de clases;  un investigador del instituto dijo que el asesinato fue enmarcado como "un golpe inicial en una guerra de clases" y que los elogios por el asesinato vinieron de todo el espectro político. Después de la muerte de Thompson, la empresa matriz de UnitedHealthcare, UnitedHealth Group, publicó una declaración en Facebook detallando la muerte y sus condolencias oficiales. Aunque la sección de comentarios de la publicación fue desactivada, aproximadamente 90.000 usuarios de Facebook respondieron a la publicación con una reacción "Jaja" (o "riendo") con solo 2.200 reacciones "Triste" al 6 de diciembre”.

Los medios ahora informan con fingida sorpresa acerca de “la oscura fascinación que despierta el acusado del asesinato del director de la mayor aseguradora sanitaria de EE.UU.”. No lo señalan en ninguno de sus reportajes, pero la solidaridad con acción del acusado Luigi Mangione nos remite a los tiempos de los buenos y viejos magnicidios y tiranicidios, que siempre gozaron de una amplia simpatía popular e incluso de justificaciones morales y jurídicas en el Derecho antiguo. En el escrito que Mangione portaba al ser detenido en un MacDonalds decía “Estos parásitos se lo merecían”.

Pero si menos del 2,4% de los usuarios de Facebook que opinaron sobre el evento lo lamentaron, ¿cómo se puede explicar a la abrumadora mayoría de casi 98% que lo celebraba? ¿Conciencia de clase o resentimiento? Tal vez la situación de la salud privada en EE.UU. y el gran malestar que genera en la población explican esta reacción anti-elite que se da al mismo tiempo que el candidato ganador, Trump, con la ayuda de Elon Musk, repleta de multimillonarios su gabinete.

Thompson no era exactamente un miembro de la clase capitalista, sino una especie de profesional dedicado a la administración del capital en uno de los sectores más inútiles y obscenos del sistema actual: la industria que lucra con la enfermedad y la muerte de los seres humanos proletarizados en una época en que no hay conciencia de clase entre los de abajo y la guerra de clases suele asestar golpes exclusivamente desde arriba. Por eso sería necesario ver a Thompson y otros agentes como un apéndice humano del Capital, un enemigo sin duda alguna, un soldado de su numeroso ejército de capataces y gestores, pero no al Capital en sí mismo, que según Marx es un vampiro de trabajo muerto alimentándose de trabajo vivo.

Esta precisión es importante para no darle más espacio a formas populistas de anti-elitismo fascistizante,  cuyo anticapitalismo selectivo (como el viejo “socialismo para imbéciles” que prontamente derivó en socialismo nacional y nacional socialismo) es incapaz de apuntar a la superación de la totalidad de la relación social capitalista, para entretenernos en cambio con el odio a categorías completas de personas de carne y hueso que en cada momento son identificadas como “parasitarias” y enemigas de la nación o el pueblo, y que llegado el caso siempre es posible usar como chivos expiatorios para ejercer una violencia sacrificial que jamás cuestione al capitalismo mismo.

Nancy Fraser ha explicado que el populismo de derechas y el de izquierda tienen elementos comunes y diferencias. Así, “ambos brindan una especie de mapa que define quiénes están arriba y quiénes abajo, quiénes pisan las cabezas de quiénes”. Pero “en el caso del populismo de izquierda, tal como muestra el 99% contra el 1%, se afirma que existe una oligarquía elitista o un pequeño grupo de gente que parasita a todo el resto. Entonces la idea es intentar movilizar a todo el mundo en contra de ese pequeño grupo”. En cambio, “el populismo de derecha no tiene esta estructura dual. Tiene una estructura tripartita. Hay una élite parasitaria y luego una clase baja parasitaria que ‘nos roba lo que es nuestro’. En el populismo de derecha, al ‘pueblo’ lo conforman quienes están atrapados en el medio. Por lo tanto, el populismo de derecha se alza contra el 1% pero también contra los inmigrantes, contra la gente de color, contra las minorías sexuales, etc.”.

A su vez, “el populismo de derecha define al enemigo en términos concretos, identitarios o sustantivos. Por lo tanto, cuando definen a quienes están arriba, siempre se trata de una conspiración internacional judía o, si están abajo, de inmigrantes sucios o negros vagos, etc. Son distinciones identitarias concretas que definen una categoría de persona —el enemigo— en términos de sus características culturales o sustantivas”. Por el contrario, “el populismo de izquierda como mucho define las características del enemigo, es decir, no define a nadie en términos de su cultura, su identidad ni nada concreto, sino en términos de la función que ocupa en el sistema”. El problema es que cuando desde la izquierda se apunta a ‘Wall Street’, “históricamente la frase puede desplazarse hacia los banqueros judíos”, porque en verdad “no hay una barrera absoluta entre los dos populismos” (8).

Fraser agrega que desde su punto de vista “la identificación del mundo de las finanzas con ‘el sistema’ es correcta”, pues “hoy existe una forma de capitalismo en la cual las finanzas juegan un rol muy importante, muy distinto del que jugaban en otras formas de capitalismo anteriores”. Y podemos agregar que justo aquí reside el riesgo de resurgimiento de formas ya clásicas de confusionismo fascista, que al criticar al sistema capitalista sólo por su componente “parasitario” hacen posible pasar por anticapitalismo sus soluciones autoritarias y posiciones racistas (hoy en día más culturales que biológicas).

Un buen ejemplo de este oportunismo es el inflado filósofo italiano Diego Fusaro, que según informa su editorial en Chile “se considera discípulo de Hegel, Marx, Gramsci y Gentile (9)”, y que publica tanto en la prensa del grupo abiertamente fascista CasaPound, como en editoriales españolas “de izquierda” tales como El Viejo Topo. En “Lucha de clases en el siglo XXI. El señor globalista contra el siervo nacional-populista” Fusaro se esfuerza en presentar sus posiciones neofascistas usando una jerga marxiana e incluso pontificando con “la sociedad del espectáculo”, pero centrándose siempre en la crítica a los “parásitos”, a “la nueva alquimia bancaria, que cambia el papel impreso en oro”, calificándola como una “segunda acumulación originaria, de matriz financiera”. En esta configuración que asumiría hoy en día la lucha de clases, mientras la “elite globalista” que está arriba tendría valores de izquierda (globalismo, libertinismo, radicalismo libertario, eliminación de fronteras) e ideas de derecha (competitivismo, desregulación, privatización, despolitización), el siervo nacional-popular, desde abajo, “debería serle antitético, asumiendo valores de derecha (arraigamiento, patria, honor, lealtad, trascendencia, familia, eticidad) e ideas de izquierda (emancipación, derechos sociales, igual libertad material y formal, dignidad del trabajo, socialismo democrático en la producción y en la distribución)” (10).

O sea, el fascista Fusaro en el fondo está proponiendo esta indigesta ensalada como la fórmula actualizada de “Tercera posición” para el siglo XXI.  Al igual que pasa con Aleksander Dugin, estas palabras son especialmente aptas para seducir a izquierdistas “realistas”, necesitados de “enemigos concretos”.

III.-

SEBASTIÁN PIÑERA

“Yo me muero como viví” (El necio, Silvio Rodríguez)

En su momento, el odio a Piñera concentró el grueso de la energía movilizada en la revuelta de octubre.

Se le insultaba de una manera muy significativa. El “hit del verano” 2020 rezaba así: “Piñera conchetumadre, asesino, igual que Pinochet”.

Como yo lo veo, en Chile le decimos “conchetumadre” (o en las redes: “ctm”) a alguien de quien desearíamos que no existiera. Ese es el sentido sublimado y profundo de la expresión “ándate a la concha de tu madre”. Al revés de lo que cree el macho chileno tradicional, no es un insulto a la madre, sino un deseo de aniquilación total, planteado radicalmente como para decir: “desaparece”, “vete por donde viniste”.

El canto, que se escuchó masivamente no sólo en las calles, sino que incluso de forma atronadora en la versión de ese año del Festival de Viña del Mar, que por primera vez en su historia contó con barricadas y enfrentamientos entre manifestantes y carabineros en las inmediaciones de la Quinta Vergara, el Hotel O´Higgins y el centro de Viña, decía en su conclusión -tras el insulto más fuerte de nuestra jerga (“ctm”)- que, al igual que Pinochet, Piñera era un asesino.

Esta verdad es innegable y no se nos puede olvidar: el 20 de octubre de 2019 el empresario-presidente Piñera le declaró la guerra al pueblo por cadena nacional. Los militares y policías lo escucharon, y actuaron en consecuencia. Esa intervención fue determinante como origen directo de las muertes y mutilaciones que ensangrentaron las calles en esos días de revuelta, cuyos patrones de conducta policial/militar ciertamente demuestran un nivel de sistematicidad en su accionar. Por eso era totalmente legítimo, justo y necesario, coronar la insurrección erótica derrocándolo. Y por es que Boric cometió un acto criminal al evitar esa consumación natural de la revuelta mediante el acto de estampar su firma a título individual en el documento en que se consagró el acuerdo de toda la clase política esa madrugada del viernes 15 de noviembre.

Pero la afirmación de la equivalencia entre Pinochet y Piñera, entre la violencia represiva de la dictadura militar y de la democracia capitalista, que es en esencia correcta, se ha prestado también para lecturas bastante erróneas en las filas de la izquierda realmente existente.

Mucha gente de izquierda que no ha hecho la crítica de la democracia necesitó decir que Piñera era un dictador, para así poder combatirlo digamos “democráticamente”, perdiendo de vista que el régimen de los 30 años se salvó en el momento más terrible apelando a la negociación parlamentaria y no a la declaración de un nuevo estado de excepción. Es como si la burguesía hubiera rectificado la historia, y en esta ocasión nos derrotaran no con tanques sino que con negociaciones y urnas: la contrarrevolución democrática-institucional, que tras una “vuelta larga” con dos procesos constituyentes fracasados nos dejó más o menos donde mismo estábamos antes del 18 de octubre de 2019.

La mirada izquierdista nostálgica ni siquiera es capaz de entender bien la especificidad del momento represivo utilizado para enfrentar la revuelta. Muchxs sostienen que la represión “fue igual que en dictadura”, perdiendo de vista que en esta ocasión no necesitaron romper del todo con las reglas procedimentales de la democracia, y que el aparato represivo del Estado no necesitaba desarticular a partidos y estructuras clandestinas como en los 70 sino que a una insurrección acéfala. La situación se parecía un poco más a las jornadas de protesta nacional de los 80, pero acá no hubo ni MIR ni FPMR, y tampoco CNI o DINA. La forma específica que asumió la represión del escenario inédito que era una insurrección generalizada y permanente en todo el país fue el uso de la mutilación masiva mediante el armamento “menos letal” de Carabineros de Chile.  

En fin, más allá del análisis de las formas represivas, quiero destacar que el odio a Piñera tenía un doble motivo: además de su odiada gestión política en tanto Presidente, se le odiaba también como ricachón o “piraña”, pues en tanto empresario siempre jugó al límite de la delincuencia. Con motivo de las filtraciones wikileaks en 2010, pudimos saber que de acuerdo a informes de la Embajada de EE.UU. en Chile “Piñera maneja la política y sus negocios al límite de la ética y la ley". O sea, teníamos en él a un “innovador” puro y duro de acuerdo a la tipología de las adaptaciones con que Robert Merton intentó explicar el “comportamiento desviado”: para acceder a las metas u objetivos culturales (prestigio, estatus, riqueza) se saltó siempre los medios institucionalizados (legítimos o lícitos) (11), y en la medida que lograba el éxito económico, nadie le reprochó mucho más después del famoso escándalo del Banco de Talca en los 80. En definitiva, como señala Merton, “la admiración expresada a menudo en privado y a veces en público hacia estos individuos ‘astutos, vivos y prósperos’ es producto de una estructura cultural en que el objetivo sacrosanto justifica virtualmente todos los medios”. 

Por lo anterior es que resulta bastante ambigua una consigna usual en el estallido, que vi hace poco grafiteada en una pared que quedó como recuerdo de esos días de rebelión: “Evade como Piñera”. Esta invitación a evadir el pago del transporte público imitando las “transgresiones” del empresario/presidente puede ser leída como humorística, pero en rigor me temo que está operando ahí también una bastante neoliberal mezcla de resentimiento e identificación.

La muerte de Piñera fue el mejor resumen de su vida: tras insistir en pilotear un helicóptero para un viaje de pocos minutos entre el fundo de un amigo y el suyo propio, a pesar de las advertencias sobre las malas condiciones climáticas, cayó sobre las aguas del Lago Ranco para salir de ahí muerto por asfixia por inmersión. A diferencia de la leyenda que trataron de crear sus cercanos, no salvó a nadie diciendo “salten ustedes primero” ni mucho menos. No tuvo tiempo para nada de eso, y sus últimas palabras al parecer fueron: “¿Qué pasó?”.

En fin: Murió como vivió. Y tuvo mucha suerte pues se mató solo, cuando todo indica que estuvo muy cerca de haber matado también a sus tres acompañantes. Como se dijo en esos días, las aguas del lago resultaron milagrosas pues esta verdadera encarnación humana del Capital que era Piñera “entró como delincuente y salió como un santo”.

Para concluir, solo diré que las personificaciones del capital y el poder tienen un indudable valor como imágenes movilizadoras en contra de “los de arriba”. Por eso la acción de Luigi Mangione ha suscitado tanta admiración y apoyo, y por eso fue posible movilizarse contra Pinochet en los 90 y contra Piñera en el 2019. Pero la lucha anticapitalista no puede conformarse con la idea de que “bastará con derrocar al gobierno capitalista y poner otro en su lugar” (Rosa Luxemburgo (12)), ni limitarse a “conquistar los símbolos del poder” y a derribar cabezas como en un tiro al blanco. 

Luchar contra el capital es luchar por otras formas de vida.



(3) Quedará para otra ocasión explorar por qué de entre todos los países hispanohablantes la lengua chilena es al parecer la única en que a esta expresión se le extirpa la letra d, quedando sencillamente en “peo”, una expresión que si bien no es considerada muy elegante, todo el mundo emplea cuando se refiere al lanzamiento de gases, o en derivaciones como “irse a puro salto y peo” o cuando se califica algo como “al peo”. En países cercanos como Argentina y Uruguay “estar en pedo” designa la borrachera etílica. Para otras expresiones derivadas, consultar el https://diccionariochileno.cl/ Y para una interesante exploración de la “obsesión excrementicia” y la doble acepción original de la escatología (proveniente de éskhata y skatós) consultar la presentación de Oyarzún a los “Poemas sucios” de Swift (Jonathan Swift, Tulipas radiantes. Una introducción a la escatología. Ensayo de presentación, traducción y notas de Pablo Oyarzún R., LOM, 2016).

(4) Bajo el mismo nombre de Las tres ecologías existe una conferencia en Chile el 24 de mayo de 1991 incluida en su momento en El devenir de la subjetividad (1998) y actualmente en el volumen titulado Las luchas del deseo. Capitalismo, territorio, ecología, de Pólvora editorial, 2020, Colección puntos singulares, dirigida por Cristóbal Durán. En esta versión no se menciona a Trump al describir los procesos de gentrificación urbana.

(5) Editado en el 2024 y que ya va en su segunda edición. Alguien debería liberar el pdf.

(6) Muy ilustrativo de este desencuentro es lo que contó el poeta norteamericano Allen Ginsberg en una entrevista del año 1973 con la revista Gay Sunshine, cuando explica que entre las razones por las que fue expulsado durante una visita a Cuba en 1965 estuvo el haber propuesto a la cúpula del partido hacer las gestiones necesarias para que los Beatles tocaran en la isla. La respuesta que obtuvo de Haydée Santamaría fue: “No tienen ideología; tratamos de construir una revolución con ideología”. Sumado a su defensa de la marihuana y la homosexualidad, además de señalar públicamente que “había rumores de que Raúl Castro era gay y que el Che Guevara era guapo”, el desencuentro le costó la expulsión de la isla, siendo sacado a la fuerza del Hotel en que se encontraba ante la mirada atónita del poeta chileno Nicanor Parra. Lo que le hizo concluir a Ginsberg que la ideología a la que se refería Santamaria era “la ideología de una burocracia policial que persigue a los maricas”.   

(7) Publicado en 1933 en “La Critique sociale”. Incluido en: Obras escogidas, Barcelona, Barral, 1974. 

(9) Notable mescolanza: Giovanni Gentile fue “el filósofo” del fascismo italiano.

(11) Diego Fusaro, Lucha de clases en el siglo XXI. El señor globalista contra el siervo nacional-populista, Ediciones Ignacio Carrera Pinto, 2021.

(11) Robert K. Merton, Estructura social y anomia: revisión y ampliación (1949). En Fromm, Horkheimer, Parsons y otros, La familia. Introducción de Ralph Linton, Ediciones Península, 1970.

(12) Citada por Furio Jesi, Spartakus. Simbología de la revuelta, Adriana Hidalgo editora, 2014.

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