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sábado, agosto 09, 2014

Algunas actividades de Jappe en Chile/Espectáculo, fase suprema de la abstracción 

Si quieren escuchar a Anselm Jappe hablando de cómo "La sociedad del espectáculo" de Debord no es una superficial crítica de los medios sino una profunda crítica del capitalismo, vayan a Valparaíso el miércoles 13 de agosto a las 10:30 en la Universidad de Valparaíso.

Si quieren escucharlo en Santiago hablando de "anti(neo)liberalismo o anticapitalismo?" vayan el 18 a las 18 a Casa Viva, en Avenida España #502 (cerca de los pacos y del Darío Salas).

Además pueden volver a escucharlo en Santiago el 21 a las 18:30 en la Universidad de Chile (Campus Gómez Millas), en el lanzamiento de un libro sobre el escritor Panait Istrati.

Por mientras, los dejamos con un extracto de su libro sobre Guy Debord, "El espectáculo, fase suprema de la abstracción", amenizado con el mejor álbum de post punk pro situ que conozco, "Y", del Pop Group ("somos tiempo, somos tiempo").

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El concepto de “sociedad del espectáculo” se entiende a menudo referido exclusivamente a la tiranía de la televisión y medios similares. Para Debord, sin embargo, este aspecto de mass media no es sino el aspecto más restringido del espectáculo, “su más abrumadora manifestación superficial”. Sólo aparentemente se trata de la invasión de un instrumento neutro, tal vez mal utilizado. El funcionamiento de los medios de comunicación de masas expresa perfectamente la estructura de toda la sociedad de la que éstos forman parte. La contemplación pasiva de imágenes, por lo demás elegidas por otros, sustituye el vivir y determinar los acontecimientos en primera persona.

    La constatación de este hecho es el núcleo de todo el pensamiento y de todas las actividades de Debord. A los veinte años, en 1952, exige un arte que sea creación de situaciones y no la reproducción de situaciones ya existentes. En la plataforma de 1957 para la fundación de la Internacional Situacionista define por primera vez el espectáculo: “La construcción de situaciones comienza más allá del derrumbe moderno de la noción de espectáculo. Es fácil ver hasta qué punto está vinculado a la alienación del viejo mundo el principio mismo del espectáculo: la no intervención”. En los doce números de la revista Internationale Situationniste, publicados entre 1958 y 1969, este concepto viene ocupando un lugar cada vez más importante; pero su tratamiento más sistemático se halla en las 221 tesis de La sociedad del Espectáculo de 1967.

    Respecto a una primera fase de la evolución histórica de la alienación, que se puede caracterizar corno una degradación del “ser” en “tener”, el espectáculo consiste en una ulterior degradación del “tener” en “parecer”. El análisis de Debord parte de la experiencia cotidiana del empobrecimiento de la vida vivida, de su fragmentación en ámbitos cada vez más separados y de la pérdida de todo aspecto unitario de la sociedad. El espectáculo consiste en la recomposición de los aspectos separados en el plano de la imagen. Todo aquello de lo cual la vida carece se reencuentra en ese conjunto de representaciones independientes que es el espectáculo. Como ejemplo cabe citar a los personajes famosos, actores o políticos, que deben representar aquel conjunto de cualidades humanas y disfrute de la vida que se halla ausente de la vida efectiva de todos los demás, que se encuentran aprisionados en unos roles miserables. “Alfa y omega del espectáculo” es la separación, y si los individuos se hallan separados unos de otros, sólo reencuentran su unidad en el espectáculo, donde “las imágenes desprendidas de cada aspecto de la vida se fusionan en un cauce común”. Pero los individuos se encuentran reunidos allí sólo en cuanto que separados, puesto que el espectáculo acapara toda comunicación: la comunicación se vuelve enteramente unilateral; es el espectáculo quien habla, mientras los “átomos sociales” escuchan. Y su mensaje es, esencialmente, uno solo: la justificación incesante de la sociedad existente, es decir, del espectáculo mismo y del modo de producción del que ha surgido. Para eso el espectáculo no tiene necesidad de argumentos sofisticados: le basta ser el único que habla, sin tener que esperar réplica alguna. Su condición previa, que a la vez es su producto principal, es, por tanto, la pasividad de la contemplación. Sólo el “individuo aislado” en la “muchedumbre atomizada” puede sentir la necesidad del espectáculo, y éste hará todo lo posible para reforzar el aislamiento del individuo.

    Las condiciones principales en que se funda el espectáculo son dos: “la incesante renovación tecnológica” y “la fusión económico-estatal”, y tres son las principales consecuencias, particularmente en su fase más reciente: “El secreto generalizado, la falsedad sin réplica y un perpetuo presente”.

El espectáculo no es por tanto un mero añadido del mundo, como podría serlo una propaganda difundida por los medios de comunicación. El espectáculo se apodera, para sus propios fines, de la entera actividad social. Desde el urbanismo hasta los partidos políticos de todas las tendencias, desde el arte hasta las ciencias, desde la vida cotidiana hasta las pasiones y los deseos humanos, por doquier se encuentra la justificación de la realidad por su imagen. Y en este proceso la imagen acaba haciéndose real, siendo causa de un comportamiento real, y la realidad acaba por convertirse en imagen.

    Esta imagen es, por lo demás, una imagen necesariamente falsificada. Pues si el espectáculo es. Por un lado, toda la sociedad, por otro lado es una parte de la sociedad, así como el instrumento mediante el cual esta parte domina a la sociedad entera. El espectáculo, por tanto, no refleja a la sociedad en su conjunto sino que estructura las imágenes conforme a los intereses de una parte de la sociedad, lo cual no deja de ejercer un efecto sobre la actividad social real de quienes contemplan las imágenes.
Subordinándolo todo a sus propias exigencias, el espectáculo debe, por ende, falsificar la realidad hasta tal punto que, como escribe Debord, invirtiendo la célebre afirmación de Hegel, “en el mundo realmente invertido, lo verdadero es un momento de lo falso”. Todo poder necesita la mentira para gobernar, pero el espectáculo, siendo el poder más desarrollado que jamás ha existido, es también el más mentiroso. Y lo es tanto más cuanto es también el más superfluo y, por consiguiente, el menos justificable.

    El problema, sin embargo, no es la “imagen”, ni la “representación” en cuanto tal, como afirman tantas filosofías del siglo XX, sino la sociedad que tiene necesidad de esas imágenes. Es cierto que el espectáculo se apoya particularmente en la vista, que es “el sentido más abstracto y el más mistificable”, pero el problema reside en la independencia que han conquistado esas representaciones que se sustraen al control de los hombres y les hablan de forma monológica, desterrando de la vida todo diálogo. Esas representaciones nacen de la práctica social colectiva, pero se comportan como seres independientes.

    Aquí se evidencia que el espectáculo es heredero de la religión; es significativo que el primer capítulo de La sociedad del Espectáculo vaya encabezado, a modo de epígrafe, por una cita de La esencia del cristianismo de Feuerbach. La vieja religión había proyectado la potencia del hombre en el cielo, donde adquiría los rasgos de un Dios que se oponía al hombre como una entidad extraña; el espectáculo lleva a cabo la misma operación en la tierra. Cuanto mayor poder atribuye el hombre a los dioses que él ha creado, tanto más siente su propia impotencia; y del mismo modo se comporta la humanidad frente a esas fuerzas que ha creado, que se le han escapado y que “se nos muestran en todo su poderío”. La contemplación de esas potencias es inversamente proporcional a lo que el sujeto vive individualmente, hasta tal punto que incluso los gestos más triviales son vividos por algún otro en lugar del sujeto. En este mundo, “el espectador no se siente en su sitio en ninguna parte”. Al igual que en la religión, en el espectáculo cada momento de la vida cada idea y cada gesto encuentran su sentido sólo fuera de sí mismos (1).

    Todo eso ni es una fatalidad ni el resultado inevitable del desarrollo de la técnica. La separación que se ha producido entre la actividad real de la sociedad y su representación es consecuencia de las separaciones que se han producido en el seno de la sociedad misma. La separación más antigua es la del Poder, y es ella la que ha creado todas las demás. A partir de la disolución de las comunidades primitivas, todas las sociedades han conocido en su interior un poder institucionalizado, una instancia separada, y todos esos poderes tenían algo de espectacular. Pero sólo en la época moderna el poder ha podido acumular los medios suficientes no sólo para instaurar un dominio capilar sobre todos los aspectos de la vida, sino para poder modelar activamente la sociedad conforme a las propias exigencias. Lo hace principalmente mediante una producción material que tiende a recrear constantemente todo aquello que produce aislamiento y separación, desde el automóvil hasta la televisión.

    Este estadio “espectacular” del desarrollo capitalista ha venido imponiéndose a partir de los años veinte, y con mayor fuerza desde la segunda guerra mundial. Tal evolución se halla sujeta a una aceleración continua: en l967, cuando caracteriza el espectáculo como “el autorretrato del poder en la época de su gestión totalitaria de las condiciones de existencia”, Debord parece convencido de que éste ha alcanzado un estadio casi insuperable. Pero en 1988 se ve obligado a reconocer que en 1967 el dominio del espectáculo sobre la sociedad era todavía imperfecto en comparación con la situación que se da veinte años después.

    Lo que se ha dicho hasta aquí no se aplica únicamente al capitalismo de las sociedades occidentales: el reino de la mercancía y del espectáculo abarca todos los sistemas sociopolíticos del mundo. Así como el espectáculo es una totalidad en el interior de una sociedad, lo es también a escala mundial. El verdadero antagonismo entre el proletariado que reivindica la vida y un sistema en el cual la mercancía se contempla a sí misma en un mundo que ella ha creado es ocultado por el espectáculo de los antagonismos entre sistemas políticos que en verdad son sustancialmente solidarios entre sí. Tales antagonismos no son, sin embargo, puras quimeras, sino que traducen el desarrollo desigual del capitalismo en las distintas partes del mundo.

    Al lado de los países del libre desarrollo de la mercancía aparece su seudonegación: las sociedades dominadas por la burocracia de Estado, como la Unión Soviética, China y muchos países del Tercer Mundo. Debord designa estos regímenes en 1967, lo mismo que a los gobiernos fascistas instaurados en los países occidentales en tiempos de crisis, como “poder espectacular concentrado”. El menor desarrollo económico de esas sociedades, en comparación con el de las sociedades de lo “espectacular difuso”, es compensado por la ideología como mercancía suprema; su punto culminante es la obligación de que todos se identifiquen con un líder, sea Stalin, Mao o Sukarno. El poder espectacular concentrado es poco flexible y gobierna, en última instancia, gracias a su policía. Su imagen negativa cumple, sin embargo, una función dentro de la “división mundial de las tareas espectaculares”: la burocracia soviética y sus ramificaciones en los países occidentales, es decir, los partidos comunistas tradicionales, representan de modo ilusorio la lucha contra el poder espectacular difuso. No parece haber más alternativa que elegir entre esas dos formas, de modo que los opositores en el interior de cada uno de los dos sistemas espectaculares toman a menudo por modelo el otro sistema, como sucede en muchos movimientos revolucionarios del Tercer Mundo.

    Debord comprendía, ya por entonces, que el modelo triunfante del espectáculo seria aquel que ofreciera la mayor elección entre mercancías diversas. Cada una de esas mercancías promete el acceso a aquella “satisfacción, ya problemática, que se atribuye al consumo del conjunto”, y en el momento de la inevitable decepción aparece ya otra mercancía que promete lo mismo. En la lucha entre objetos, de la cual el hombre es sólo espectador, cada mercancía particular se puede desgastar; el conjunto del espectáculo se refuerza. “El espectáculo es entonces el canto épico de esta confrontación, que ninguna caída de Troya puede concluir El espectáculo no canta a los hombres y sus armas, sino a las mercancías y sus pasiones”, dice Debord, con una de las más bellas formulaciones de La sociedad del espectáculo. Hoy en día el valor de cambio “ha terminado por dirigir el uso”, y la desvinculación de la mercancía de toda auténtica necesidad humana alcanza finalmente un nivel seudo-religioso con los objetos manifiestamente inútiles: Debord cita el coleccionismo de llaveros publicitarios, que define como una acumulación de “indulgencias de la mercancía. Ello demuestra que la mercancía no contiene ya ni un “átomo de valor de uso”, sino que ha pasado a ser consumida en cuanto mercancía (2).

    El espectáculo no se halla ligado, por tanto, a ningún sistema económico determinado, sino que es la traducción del triunfo de la categoría de la economía en cuanto tal en el interior de la sociedad. La clase que ha instaurado el espectáculo, la burguesía, debe su dominio al triunfo de la economía y de sus leyes sobre todos los demás aspectos de la vida. El espectáculo es el «resultado y el proyecto del modo de producción existente”, eso es, “la afirmación omnipresente de la elección ya hecha en la producción, y de su consumo que es su corolario”. No solamente el trabajo, sino también las demás actividades humanas, el llamado “tiempo libre”, están organizadas de modo que justifiquen y perpetúen el modo de producción dominante. La producción económica ha dejado de ser un medio y se ha transformado en un fin, de lo cual es expresión el espectáculo que, con su “carácter fundamentalmente tautológico”, no tiene más objetivo que la reproducción de sus condiciones de existencia. En lugar de servir a los deseos humanos, la economía, en su fase espectacular, crea y manipula incesantemente unas necesidades que se resumen, en fin de cuentas, en “una sola seudonecesidad: la del mantenimiento de su reino”.

La “economía” se ha de entender aquí, por tanto, como una parte de la actividad humana global que domina todo el resto. El espectáculo no es otra cosa que este dominio autocrático de la economía mercantil. La economía autonomizada es ya de por sí una alienación; la producción económica se basa en la alienación; la alienación se ha convertido en su producto principal, y el dominio de la economía sobre la sociedad entera entraña esa difusión máxima de la alienación que constituye precisamente el espectáculo. “La economía transforma el mundo, pero lo transforma solamente en mundo de la economía”.

Se habrá comprendido que aquí no se habla de economía en el sentido de la “producción material”, sin la cual, obviamente, ninguna sociedad podría existir. Aquí se habla de una economía que se ha independizado y que somete a la vida humana; lo cual es consecuencia del triunfo de la mercancía en el interior del modo de producción.

    En el segundo capítulo de La sociedad del espectáculo se analiza el proceso por el cual “la economía entera se transformó entonces en lo que la mercancía había demostrado que era durante esa conquista: un proceso de desarrollo cuantitativo”. La explicación del predominio del valor de cambio sobre el valor de uso no se aparta de la que diera Marx, ni aun cuando recurre a formulaciones figuradas coma esta: “El valor de cambio es el condotiero del valor de uso, que terminó librando la guerra por su propia cuenta” (3). Si Marx había hablado de la ley de la caída tendencial de la tasa de beneficio, Debord habla de una “caída tendencial del valor de uso” corno “constante de la economía capitalista”, es decir, de la subordinación progresiva de cualquier uso, incluido el más trivial, a las exigencias del desarrollo de la economía y, por tanto, a la pura cantidad. Aunque el progreso de la economía haya resuelto en una parte del planeta el problema de la supervivencia inmediata, la cuestión de la supervivencia en sentido lato se vuelve a plantear una y otra vez, puesto que la abundancia de la mercancía no es más que carencia provista de equipos materiales.

    Cuando Debord concibe la alienación - el espectáculo - como un proceso de abstracción cuyo origen está en la mercancía y su estructura, está desarrollando ciertas ideas que eran fundamentales en Marx pero que no por azar han gozado de escasa fortuna en la historia del marxismo.

    Para Hegel, la alienación está constituida por el mundo objetivo y sensible, hasta que el sujeto llega a reconocer en este mundo su propio producto. También para los “jóvenes hegelianos”, Ludwig Feuerbach, Moses Hess y el primer Marx, la alienación es una inversión de sujeto y predicado, de lo concreto y lo abstracto. Ellos la conciben, sin embargo, de una manera exactamente opuesta a Hegel: el verdadero sujeto es para ellos el hombre en su existencia sensible y concreta. Este hombre se vuelve alienado cuando se convierte en predicado de una abstracción que él mismo ha puesto, pero que no reconoce ya como tal y que se le aparece, por tanto, como un sujeto. Así el hombre acaba dependiendo de su propio producto que se ha independizado. Feuerbach descubre la alienación en la proyección de la potencia humana al cielo de la religión, que deja impotente al hombre terrenal; pero la vuelve a encontrar asimismo en las abstracciones de la filosofía idealista, para la cual el hombre en su existencia concreta no es más que una forma fenoménica del Espíritu de lo universal. Hess y el joven Marx identifican otras dos alienaciones fundamentales en el Estado y en el dinero, dos abstracciones en las que el hombre se aliena en calidad de miembro de una comunidad y de trabajador. Eso significa también que el fenómeno no afecta de igual modo a toda la “humanidad”, sino que una alienación particular pesa sobre aquella parte de la humanidad que debe trabajar sin poseer los medios de producción. Su propio producto no les pertenece y se les aparece, por tanto, como una potencia extraña y hostil. En todas las formas de alienación, el individuo concreto posee valor sólo en cuanto participa de lo abstracto, es decir, en cuanto posee dinero, es ciudadano del Estado, es un hombre ante Dios o un “sí-mismo” en sentido filosófico. Las actividades del hombre no tienen ningún fin en si mismas, sino que sirven exclusivamente para que pueda alcanzar lo que él mismo ha creado y que, aun siendo concebido como mero medio, se ha transformado en un fin. El dinero es el ejemplo más evidente.

    El espectáculo es, en efecto, el desarrollo más extremo de esta tendencia a la abstracción, y Debord puede decir del espectáculo que su “modo de ser concreto es justamente la abstracción”. La desvalorización de la vida a favor de las abstracciones hipostasiadas involucra entonces a todos los aspectos de la existencia; las mismas abstracciones convertidas en sujeto no se presentan ya como cosas, sino que se han vuelto más abstractas todavía, transformándose en imágenes. Se puede decir que el espectáculo incorpora todas las viejas alienaciones: el espectáculo es “la reconstrucción material de la ilusión religiosa” , el “dinero que se mira solamente”, “inseparable del Estado moderno”; es “la ideología materializada” (título del último capítulo de La sociedad del espectáculo) (4).

    Pocos años después, Marx supera esta concepción, aún demasiado filosófica, de la alienación como inversión de sujeto y predicado y como subordinación de la “esencia humana a sus propios productos. En el Manifiesto del Partido Comunista ironiza contra aquellos “literatos alemanes” que “a continuación de la crítica francesa de las relaciones dinerarias escribían, ‘enajenación de la esencia humana’” (5). Pero el concepto de alienación, entendida como abstracción, retorna en los escritos del Marx maduro sobre la crítica de la economía política, donde se revela, por otra parte, el origen histórico del proceso de abstracción. En el primer capítulo del primer volumen de El Capital Marx analiza la forma de la mercancía en cuanto núcleo de toda la producción capitalista y demuestra que el proceso de abstracción, lejos de ser sólo un deplorable revés de la economía moderna, se halla en su corazón mismo. No hay que olvidar que en este análisis de la forma-mercancía Marx no habla aún ni de la plusvalía, ni de la venta de la fuerza de trabajo ni del capital. Todas las formas más desarrolladas de la economía capitalista se derivan, en el análisis marxiano, de esa estructura originaria de la mercancía - que es como la “célula del cuerpo” (6) - y de la contraposición entre lo concreto y lo abstracto, entre cantidad y cualidad, entre producción y consumo, entre la relación social y la cosa que ésta produce (7).
 
(INTERRUPCIÓN: A estas alturas puede que le haya dado sueño, hambre, sed, o que se la haya acabado el disco que estaba escuchando si aceptó nuestra humilde sugerencia. Ahora nos permitimos sugerir que vaya por un vaso de vino, un pan con queso, se moje la cara con agüita helada, ponga otro disco, como por ejemplo el "Etapa anal" de Los Jorobados -un guiño a todxs lxs que se quejan de que acá hay poco "rock en español"-, y siga leyendo. "Dinero sucio, dinero falso").

    Marx subraya el doble carácter de la mercancía: además de su utilidad - es decir, su valor de uso -, ésta posee un valor que determina la relación por la cual se intercambia con otras mercancías (valor de cambio). La cualidad concreta de cada mercancía es necesariamente distinta de las de todas las demás mercancías, que resultan en este plano inconmensurables entre sí. Pero todas las mercancías tienen una sustancia común que permite intercambiarlas, en la medida en que representan diferentes cuantías de dicha sustancia. Marx identifica esta “sustancia del valor” con la cantidad de tiempo de trabajo abstracto que se necesita para producir la mercancía en cuestión. En cuanto valor la mercancía no posee, por tanto, ninguna cualidad específica; las diversas mercancías se diferencian entre sí solamente desde un punto de vista cuantitativo. Lo que constituye el valor del producto no es, sin embargo, el trabajo concreto y especifico que lo ha creado, sino el trabajo abstracto. “Con el carácter útil de los productos del trabajo desaparece el carácter útil de los trabajos representados en ellos, desaparecen, pues, también las diferentes formas concretas de esos trabajos, que dejan de diferenciarse y se reducen todos juntos a trabajo humano igual, a trabajo humano abstracto” (8). Se pierde el carácter cualitativo de los diversos trabajos que producen productos distintos. El valor de una mercancía es sólo una “cristalización” de aquella “gelatina” que es el “trabajo humano diferenciado” (9) en el sentido de un mero “gasto productivo del cerebro, los músculos, los nervios, la mano, etc., del hombre” (10), cuya única medida es el tiempo que se haya gastado. Se trata siempre del tiempo necesario, por término medio, para producir un determinado producto en una sociedad dada y con unas condiciones de producción dadas; los trabajos más complicados tienen el valor de un trabajo siempre multiplicado, es decir de una mayor cantidad de trabajo simple. En la fórmula aparentemente trivial “veinte metros de tela valen lo mismo que cinco kilos de té”, Marx descubre la forma más general de toda la producción capitalista: dos cosas concretas adquieren la forma de algo distinto que las une, el trabajo abstracto, cuya forma final es el dinero.

    Toda mercancía debe tener, sin embargo, un valor de uso y satisfacer alguna demanda, sea ésta real o inducida. El valor de una mercancía se presenta siempre bajo la forma de un valor de uso que en el proceso de intercambio sólo cuenta como “portador” del valor de cambio. El valor de uso, para realizarse, debe convenirse en “«forma de manifestación de su opuesto, el valor” (11). El proceso mediante el cual lo concreto se convierte en un predicado de lo abstracto es entendido aquí por Marx no ya en un sentido antropológico, sino como consecuencia de un fenómeno histórico determinado. La difusión de la mercancía es, efectivamente, un fenómeno de la época moderna. La subordinación de la calidad a la cantidad y de lo concreto a lo abstracto está inscrita en la estructura de la mercancía, pero no toda producción humana se basa en el intercambio ni, por tanto, en la mercancía.

    Mientras las diversas comunidades humanas, como las aldeas, producen ellas mismas lo que necesitan y se limitan al intercambio ocasional de los excedentes, la producción está determinada por el valor de uso. Cada trabajo particular forma parte de una división de tareas en el interior de la comunidad, a la cual se halla directamente vinculado, y conserva un carácter cualitativo. Marx dice, por consiguiente, que el vinculo social se produce a la vez que la producción material. Las relaciones entre los hombres pueden ser brutales pero siguen siendo claramente reconocibles cuando, por ejemplo, el siervo de gleba o el esclavo ven que el amo les sustrae una parte de su producto. Sólo cuando el desarrollo y el volumen del intercambio traspasa un cierto umbral, la producción misma se encamina esencialmente a la creación de valores de cambio. El valor de uso del producto propio reside ahora en su valor de cambio, mediante el cual se accede a los otros valores de uso. El trabajo mismo se convierte en fuerza de trabajo que se vende para realizar un trabajo abstracto. Al valor de uso, eso es, a lo concreto, se accede sólo por mediación del valor de cambio o, más concretamente, del dinero.

    En la sociedad moderna, los individuos se hallan aislados dentro de una producción en la que cada uno produce sólo conforme a sus propios intereses. El vínculo social que los une se establece sólo o posteriori mediante el intercambio de sus mercancías. Su ser concreto, su subjetividad, se deben enajenar en la mediación del trabajo abstracto que horma todas las diferencias. La producción capitalista significa que las características de la mercancía se hacen extensivas al conjunto de la producción material y de las relaciones sociales. Los hombres no hacen más que intercambiar unidades de trabajo abstracto, objetivados en valores de cambio que luego pueden transformarse de nuevo en valores de uso.

    El valor de los productos es creado por el hombre, pero sin que él lo sepa. El hecho de que el valor se presenta siempre bajo la forma de un valor de uso, de un objeto concreto, produce la ilusión de que son las cualidades concretas de un producto las que deciden su destino (12). Este es el famoso “carácter fetichista de la mercancía y su secreto” (13) del que habla Marx, parangonándolo explícitamente con la ilusión religiosa, en la que los productos de la fantasía humana parecen dotados de vida propia (14) . En una sociedad en la que los individuos se encuentran solamente en el intercambio, la transformación de los productos del trabajo humano y de las relaciones que lo guiaron en algo aparentemente natural implica que toda la vida social parece ser independiente de la voluntad humana y se presenta como una entidad aparentemente autónoma y “dada” que sigue sólo sus propias leyes. Según una formulación de Marx, las relaciones sociales no sólo parecen ser, sino que son efectivamente “relaciones de cosas entre las personas y relaciones sociales entre las cosas” (15).

    En las escasas ocasiones en que se ha mencionado en la discusión marxista el “fetichismo de la mercancía”, se lo ha tratado casi siempre como un fenómeno que pertenece exclusivamente a la esfera de la conciencia, esto es, como una falsa representación de la “verdadera” situación económica. Pero esto no es más que un aspecto. Marx mismo había advertido que “el tardío descubrimiento científico de que los productos del trabajo son, en cuanto valores, meras expresiones objetivadas del trabajo humano gastado en su producción es un descubrimiento que hace época en la historia evolutiva de la humanidad, pero no disipa en absoluto la apariencia objetiva de los caracteres sociales del trabajo” (16). El concepto de “fetichismo” significa más bien que la entera vida humana se halla subordinada a las leyes que resultan de la naturaleza del valor, ante todo la de su permanente necesidad de acrecentarse. El trabajo abstracto, representado en la mercancía, permanece del todo indiferente a sus efectos en el plano del uso. Su único objetivo es producir, al final del ciclo, una cuantía de valor mayor - en forma de dinero - de cuanto había al principio (17). Esto significa que la doble naturaleza de la mercancía contiene ya la característica del capitalismo de ser un sistema en crisis permanente. El “valor”, lejos de ser, como creían los marxistas del movimiento obrero, un hecho “neutro” que se vuelve problemático solamente cuando da lugar a la extracción de “plusvalia” (a la explotación), conduce, por el contrario, inevitablemente a una colisión entre la razón “económica” (creación de cada vez más valor, independientemente de su contenido concreto) y las exigencias humanas. Desde el punto de vista del valor, el tráfico de plutonio o de sangre contaminada vale más que la agricultura francesa: y no se trata de una aberración, sino de la lógica del valor mismo (18). Se comprenderá que el valor no es en modo alguno una categoría “económica”, sino una forma social total que causa a su vez la escisión de la vida social en diversos sectores. La “economía” no es por tanto, como la terminología de Debord acaso pueda inducir a pensar, un sector imperialista que ha sometido a los demás ámbitos de la sociedad, sino que está constituida ella misma por el valor.

    En Marx se encuentran efectivamente las dos tendencias: la exigencia de librarse de la economía, y la de liberar a la economía misma y de liberarse mediante la economía, sin que sea posible atribuirlas simplemente a fases distintas de su pensamiento. En su crítica del valor, Marx desveló la “forma pura” de la sociedad de la mercancía. Tal crítica era, en su momento, una anticipación audaz, pero sólo hoy en día puede efectivamente captar la esencia de la realidad social. Marx mismo no era consciente - y mucho menos lo fueron sus sucesores marxistas - del contraste que existía entre la crítica del valor y la mayor parte de su obra, en la que examinaba las formas empíricas de la sociedad capitalista de su época. No podía saber en qué grado ésta estaba aún llena de elementos precapitalistas, de modo que sus formas en gran parte distaban todavia mucho, o incluso eran directamente lo opuesto, de lo que más tarde seria el resultado del progresivo triunfo de la forma-mercancía sobre todos los restos precapitalistas. Marx tomaba, por consiguiente, por rasgos esenciales del capitalismo unos elementos que en verdad eran debidos a su forma todavía imperfecta, tales como la creación de una clase necesariamente excluida de la sociedad burguesa y del disfrute de sus “beneficios”. El marxismo del movimiento obrero - desde la socialdemocracia hasta el estalinismo, con todos sus reflejos más o menos elaborados en el campo intelectual - conservó de la teoría de Marx sólo esta parte. Aun deformándola a menudo (19) el movimiento obrero no dejaba do tener plena razón al reivindicarla puesto que esta parte fue verdadera durante la fase ascendente del capitalismo, cuando se trataba todavía de imponer las formas capitalistas en contra de las preburguesas. Este desarrollo tuvo su apogeo en la época que se resume en los nombres de Ford y de Keynes, y en cuyo transcurso el marxismo del movimiento obrero alcanzó sus mayores triunfos. Durante los años setenta, en cambio, se inició una crisis que no nace ya, como las anteriores, de las imperfecciones del sistema de la mercancía sino precisamente de su triunfo total. Esperamos poder demostrar que el aspecto más actual del pensamiento de Debord es que fue uno de los primeros que supieron interpretar la situación presente a la luz de la critica marxiana del valor, mientras que sus debilidades se encuentran allí donde permaneció ligado al marxismo del movimiento obrero. Debord fue al mismo tiempo el último representante de una cierta corriente de la crítica social y el primer representante de una nueva etapa de la misma.

    Recordemos, de momento, dos consecuencias de la crítica del fetichismo que Debord supo captar muy tempranamente. En primer lugar la explotación económica no es el único mal del capitalismo, ya que éste es necesariamente la negación de la vida misma en todas sus manifestaciones concretas. En segundo lugar; ninguna de las numerosas variantes internas de la economía de mercado puede aportar un cambio decisivo. Perfectamente vano sería, por tanto, esperar una solución positiva del desarrollo de la economía o de una distribución adecuada de sus beneficios. La alienación y el desposeimiento son el núcleo de la economía mercantil, que de otro modo no podría funcionar, y los progresos de ésta son necesariamente los progresos de aquéllos. Esto fue un auténtico segundo descubrimiento, si se tiene en cuenta que ni la ciencia burguesa ni el “marxismo” practicaban la “crítica de la encomia política” sino simplemente la economía política, en la cual el trabajo se consideraba desde el lado abstracto y cuantitativo, sin ver la contradicción con su lado concreto” (20). Este marxismo no veía ya en la subordinación de toda la vida a las exigencias de la economía uno de los resultados más abominables del desarrollo capitalista sino, por el contrario, un dato ontológico, cuya denuncia parecía un hecho revolucionario.

    La “imagen” y el “espectáculo” de los que habla Debord se han de encender como un desarrollo ulterior de la forma-mercancía, con la que comparten la característica de reducir la multiplicidad de lo real a una sola forma abstracta e igual. La imagen y el espectáculo ocupan efectivamente en Debord el mismo lugar que en la teoría marxiana ocupan la mercancía y sus derivados. La primera frase de La sociedad del espectáculo dice: “Toda la vida de las sociedades donde rigen las condiciones modernas de producción se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos”. Se trata de un détournement de la primera frase de El Capital: “la riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un ‘enorme cúmulo de mercancías’”. Una sustitución de la palabra “capital” por “espectáculo” en una frase de Marx se encuentra en otro pasaje: “El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas, mediatizada por imágenes” (21). Según la teoría marxiana, la acumulación de dinero se transforma en capital cuando traspasa cierto umbral cualitativo; según Debord, la acumulación del capital llega a un punto en que se convierte en imagen. El espectáculo es el equivalente no sólo de los bienes, como lo era el dinero, sino de toda actividad posible, precisamente porque todo lo que “el conjunto de la sociedad puede ser y hacer” se ha convertido en mercancía. “El carácter fundamentalmente tautológico del espectáculo” refleja exactamente el carácter tautológico y autorreferencial del trabajo abstracto cuyo único fin es incrementar la masa de trabajo abstracto, para lo cual trata la producción de valores de uso como mero medio a este fin (22). Debord concibe el espectáculo como una visualización del vinculo abstracto que el intercambio instituye entre los hombres, del mismo modo que el dinero es su materialización. Las imágenes se materializan a su vez y ejercen una influencia real en la sociedad; por eso Debord dice que la ideología dista mucho de ser una quimera.
Notas
(1) Debord/Canjuers, Préliminaires pour une définition de l’unité du programme révolutionaire, Paris, 1960, reproducido en: M. Bandini, L’estetico, il politico, Officina Edizioni, Roma 1977, p. 342.
(2) Theodor Adorno había afirmado ya había afirmado ya en los años treinta que actualmente se consume el valor de cambio y se intercambia el valor de uso, y que “cualquier disfrute que se emancipe del valor de cambio adquiere rasgos subversivos” (Dissonanzen, en Gessamelte Schriften, vol. 14, Suhrkamp. Frankfurt. 1977. pp 24-25).
(3) Esta frase era tan del agrado de su autor que la volvió o utilizar citándose a sí mismo más de veinte años después (Panegírico: 83-84).
(4) Una vez más se puede observar que en el espectáculo se produce una continua inversión entre la imagen y la cosa: aquello que era sólo “ideal”: la religión y la filosofía, se materializa y lo que poseía cierta realidad material, el dinero y el Estado, se reduce a imagen.
Karl Marx/Friedrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista, Obras, Crítica Grijalbo. Vol.9, pp. 162.
(5) Karl Marx, El Capital, vol. 1, Obras, Crítica Grijalbo, pp. 406.
(6) Nada más erróneo por tanto, que la opinión de aquellos intérpretes que sostienen que fue sólo por motivos metodológicos que Marx comenzara por el análisis del valor, que no tendría sentido más que siendo leído a través del posterior análisis de la plusvalía. Louis Althusser, por ejemplo, recomienda a sus lectores que en la primera lectura salten el capítulo inicial de El Capital, y confiesa el motivo cuando afirma que las páginas sobre el carácter de fetiche de la mercancía, como último nefasto residuo del hegelianismo, han ejercido un influjo extremadamente pernicioso sobre el desarrollo del marxismo (”Averttissement au lecteur du Livre I du Capital” [1969], prólogo a Le Capital. Livre I, Flammarion, París, 1989. pp. 3 y 22). De ser así, sin embargo, la “crítica de la economía política” marxiana no seria más que una variante de la economía política de sus predecesores burgueses como Ricardo.
(7) El CapitaI. op. cit., Vol. 40, pp. 46. Quien se sorprenda de lo poco que se ha hablado del “trabajo abstracto” encuentra aquí un primer elemento significativo: la traducción francesa de El Capital de Le Roy, de 1872, la más antigua y con mucho la más difundida, omite sin más las palabras “a trabajo humano abstracto”. Es verdad que Marx recibió personalmente dicha traducción, pero también es verdad que lamentó haber tenido que simplificar. muchos pasajes, sobre todo del primer capítulo, a fin de hacerlos aceptables para el lector francés (cf. sus cartas a N. F. Danielson del 28-V-1872, del 15-XI-l878 y del 28-XI-1878, así como la carta de Engels a Marx del 29-X1-1873). Sobre el valor de dicha versión francesa, resulta sumamente instructiva la amplia reseña que le dedica Pedro Scaron en la “Advertencia del traductor”, de su esmerada edición de EI (8) Capital, vol. 1. Siglo XXI. Madrid. 1983. pp. XXlX-XXXVIII.
(9) Loc. Cit.
(10) Marx/Engels, Obras, Vol. 40, pp. 52.
(11) Marx/Engels, Obras, Vol. 40, pp. 65.
(12) Si una tonelada de hierro y dos onzas de oro tienen “el mismo valor” en el mercado. el sentido común ve en ello una relación natural; pero en realidad se trata de una relación entre las cantidades de trabajo que las han producido. Marx/Engels, Obras, Vol. 40, pp. 83.
Título del apartado cuarto del primer capitulo.
(13) Marx/Engels, Obras, Vol. 40, pp. 83.
(14) Id.
(15) Marx/Engels, Obras, Vol. 40, pp. 84.
(16) En el capital portador de interés, e.e., el “dinero que produce dinero”, el carácter tautológico de la producción de valor alcanza su expresión más clara: “D (Dinero)-D’ (Más dinero); estamos ante el punto de partida primitivo del capital, ante el dinero de la fórmula D-M (Mercancía)- D’, reducido a los dos extremos D-D’, donde D’ = D + ^D, o sea, dinero que engendra más dinero. Es la fórmula general y primitiva del capital, condensada en un resumen carente de sentido” (El Capital. vol. III, FCE, México, 1946. p. 373: trad. revisada).
(17) En el número 13 (1993) de la revista alemana Krisis, una de las pocas publicaciones de los últimos años que han ahondado en estos temas, escribe Ernst Lohoff: “La actitud contemplativa y afirmativa con la que Hegel hace desarrollarse la realidad a partir del concepto del “Ser” es enteramente ajena a la descripción marxiana (del valor). En Marx, el valor no puede contener la realidad, sino que la subordina a su propia forma y la destruye, destruyéndose en el mismo acto a sí mismo. La crítica marxiana del valor no acepta el “valor” como un dato de base positivo ni argumenta en su nombre, sino que descifra su existencia autosuficiente como apariencia. Precisamente la realización en gran escala de la mediación en forma de mercancía no conduce al triunfo definitivo de ésta, sino que coincide con sus crisis”.
(18) Los situacionistas, que aborrecían los dogmas y los amos, declaraban que eran tan marxistas “como Marx cuando decía ‘Yo no soy marxista’”. (Internationale Situationniste, 9/26).
(19) Marx califica de “punto de vista burgués” el punto de vista “puramente económico”, es decir cuantitativo.
(20) Cf. El Capital, Obras, Vol. 41, pp. 412.
(21) Mientras que el trabajo, por su lado concreto, produce siempre una transformación cualitativa (por ejemplo, del paño en un abrigo), por su lado abstracto no lleva a cabo transformación alguna, sino solamente un aumento de valor (dinero, trabajo muerto objetivado): de ahí su carácter tautológico.

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jueves, agosto 07, 2014

Ghosts (A. Ayler)/There is the bomb (D. Cherry)/El caso bombas de la Nueva Burguesía 

Y hablando de fantasmas, nunca es malo levantar los ánimos escuchando a Albert Ayler y su clásico tema "Ghosts",  que aparece en dos versiones al inicio y al final del Spiritual Unity, de 1964 (con Gary Peacock en contrabajo y Sunny Murray en batería).

Por su parte, Don Cherry interpreta "There is the bomb" (4:49) al inicio del lado B de su álbum "Where is Brooklyn?", de 1966, con Pharoah Sanders en saxo tenor y flautín, Henry Grimes en contrabajo, y Ed Backwell en batería. Si se atreven, vayan luego al lado A, donde el saxo de Pharoah alcanza los niveles más corrosivos que se logran en ese instrumento y hasta incorpora algo así como una  cumbia tropical al final del último tema "The Thing".

Y a continuación los dejamos con el periodismo burgués más serio del último tiempo:

La Moneda enfrenta los fantasmas del caso bombas

La irrupción de una seguidilla de atentados modificó la agenda de gobierno en seguridad pública: hizo girar el debate por la aplicación de la Ley Antiterrorista y tiene a las autoridades trabajando para dotar de facultades operativas a la ANI.

por F. Artaza, F. Siredey y G. Faúndez - La Tercera, Domingo  03/08/2014 - 02:00

Dentro de las carpetas con informes de coyuntura e inteligencia que Andrés Chadwick le entregó a Rodrigo Peñailillo en el proceso de cambio de mando del Ministerio del Interior en febrero pasado,  había un apartado especial que aludía a una serie de antecedentes recopilados sobre el tema “bombas”. Para entonces -según señalaron autoridades de la época- ya había preocupación por la posibilidad de un recrudecimiento de los atentados explosivos e incendiarios perpetrados por grupos antisistémicos.
El temor se fundaba en informes de inteligencia que daban cuenta de un hecho que escapaba a la lógica con la que habían actuado hasta entonces los grupos anarquistas: ya no se trataba de un aparato incendiario lanzado al interior de una iglesia o de un rudimentario y artesanal artefacto explosivo en un cajero automático o en las cercanías de una unidad policial o de Gendarmería. El 11 de diciembre de 2013, cuatro jóvenes armados habían asaltado una sucursal del BancoEstado en Pudahuel. Uno de ellos, Sebastián Oversluij, murió alcanzado por los disparos del guardia de seguridad, mientras otros dos delincuentes fueron detenidos más tarde por la policía. Por primera vez, había un intento por conseguir financiamiento a través de un asalto bancario, dinero que, según los informes policiales, podría ser usado en nuevas acciones.
La inquietud se agudizó menos de un mes después, cuando, en enero de este año, durante un nuevo aniversario de la muerte de Matías Catrileo -un joven estudiante universitario que falleció mientras participaba en la ocupación de un fundo agrícola en 2008-, tres nuevos aparatos incendiarios aparecieron en Temuco acompañados de panfletos en los que también se leía el nombre de Oversluij, muerto en el asalto de Pudahuel.
Así, entre los antecedentes traspasados a las nuevas autoridades había dos inquietudes que quedaron plasmadas en los informes: se estaban produciendo acciones -al menos una- presumiblemente para conseguir financiamiento y, segundo, se daban los primeros indicios de una conexión entre los movimientos anarquistas y reivindicaciones mapuches.
Desde entonces hasta la fecha, 21 artefactos explosivos han sido instalados en la Región Metropolitana, aunque sólo ocho han detonado, lo que habla de la precariedad de estas acciones. Aún así, la cifra inquieta a las autoridades de Interior -hoy encabezado por Peñailillo- y las policías, pues se trata de la tasa más alta que se ha registrado desde 2005, cuando comenzó esta seguidilla de ataques. Además, entre esa fecha y 2014, a nivel nacional, se registran 295 incidentes, con un peak de 45 casos en 2008, seguido de 2009 y de 2013, con 41 casos cada año.
Pero hay algo más que preocupa. El atentado al vagón del Metro del 13 de julio pasado en la Estación Los Dominicos en la Línea Uno marcó un antes y un después: nunca se había registrado un bombazo en un medio de un transporte con pasajeros. Veintidós personas iban a bordo del carro del Metro y sólo la fortuna permitió que éstas alcanzaran a bajar en la estación terminal antes de que estallara la bomba.
Según la tesis que manejan la policía y el Ministerio del Interior, lo más probable es que el artefacto debía explotar tiempo después, cuando el Metro ya no estuviera en servicio. Pero el sistema de relojería, adosado a un extintor de incendios lleno de pólvora negra y unos tarros de gas butano, de esos que se usan para las cocinillas de camping, era tan precario, que bien podría haber estallado varias estaciones antes, con quizás cuántos pasajeros al lado.
El inédito modus operandi alertó a La Moneda, que decidió hacer uso de la Ley Antiterrorista para perseguir a quien resulte responsable del bombazo. Sin embargo, la acción no fue disuasiva y, en días posteriores, hubo una bomba incendiaria en la Iglesia Santa Ana y otro explosivo que no detonó frente a un jardín infantil en el centro de Santiago.
A continuación, una seguidilla de avisos  falsos -algunos de los cuales generados por alarma de la población- han obligado a evacuar en dos ocasiones el Metro y a movilizar a efectivos antibombas del Grupo de Operaciones Especiales de Carabineros a distintos puntos de Santiago y regiones. La alerta pública obligó, además, al gobierno a solicitar el jueves 31 un inédito fiscal exclusivo, Christian Toledo, -antes sólo se había recurrido a la  figura de un fiscal preferente- para unificar las distintas investigaciones.
El escenario no sólo hizo aparecer en La Moneda el fantasma del denominado caso bombas que marcó la gestión del ex titular de Interior Rodrigo Hinzpeter, y que terminó en octubre de 2012, cuando 13 acusados por asociación ilícita terrorista fueron sobreseídos definitivamente y sólo seis sospechosos llegaron a juicio oral, siendo posteriormente absueltos.
“Cuando fuimos gobierno y enfrentamos a estos grupos, dirigentes y parlamentarios de la Concertación y el PC prefirieron aprovechar la situación para criticar y hacer oposición al gobierno antes que enfrentar con seriedad, decisión y visión a estos grupos anarquistas”, señaló el ex ministro Andrés Chadwick, quien sucedió a Hinzpeter en el cargo.
Una alta una fuente de La Moneda -que prefirió reserva de su identidad- sostuvo a Reportajes que el actual escenario supone un “problema, pero no una crisis”, para las actuales autoridades. No obstante, reafirma que la coyuntura será utilizada por el gobierno para reforzar las atribuciones de los organismos de inteligencia -como la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI) que hoy dirige Gustavo Villalobos, a la que se pretende dotar de capacidad operativa- y las de las policías.
Desde Interior, Peñailillo y el subsecretario de la cartera, Mahmud Aleuy, se han reunido en los últimos días a lo menos en dos ocasiones con las policías, el director de la ANI y los fiscales para coordinar nuevas medidas ante la falta de resultados en las investigaciones.
El gobierno ha terminado por avalar la tesis sustentada por las policías de que se trata de cerca de 30 personas las que estarían involucradas en los atentados explosivos e incendiarios de los últimos años. Estos operan en grupos de cuatro a seis personas sin vínculos jerárquicos y cuyas acciones no están sujetas a planificaciones exhaustivas ni evaluaciones posteriores, lo que las hace bastante impredecibles. Es usual, además, que en cada “acción directa” cambien de nombre, en recuerdo de mártires anarquistas propios o incluso italianos o españoles.
La idea de que se trataría de los mismos autores del caso bombas también ha tomado fuerza entre las actuales autoridades, lo que abre un flanco político por las fuertes críticas realizadas a sus antecesores, donde desde la oposición se les acusó en ese entonces de “montaje”.
“No estamos hablando de grupos que vienen de cero. El gobierno ha identificado ya algunos nombres y rostros de antes”, afirmó otra alta fuente de La Moneda.
CAMBIO DE AGENDA
Aún incipiente es un debate que -al menos en Palacio- ya toma velocidad: fortalecer los organismos y la gestión de inteligencia a todo nivel.
La discusión, en todo caso, se prevé compleja, debido a las reticencias de un sector del oficialismo crítico de este tipo de labores en general, pero especialmente a la postura de los movimientos sociales que califican estas prácticas como ilegítimas y represivas.
La irrupción de la seguidilla de atentados terminó por modificar la agenda de La Moneda en seguridad pública, según admiten las actuales autoridades.
En septiembre, el grupo de ocho abogados expertos, liderados por Juan Pablo Hermosilla y convocados por el gobierno para revisar la Ley Antiterrorista, deberán entregar un primer informe.
Aunque -de acuerdo a personeros oficialistas y dirigentes de oposición- la labor fue encargada con la perspectiva de derogar la normativa -cuestionada por organismos internacionales-, el recrudecimiento de los atentados incendiarios y explosivos de grupos ácratas obligó a un giro hacia la modernización de la ley.
Uno de los aspectos sensibles, por ejemplo, a la revisión del “dolo directo”, modificación que se realizó bajo el mandato de Sebastián Piñera y que eleva los estándares para la aplicación de la Ley Antiterrorista al reconocimiento del imputado a la generación de “terror”.
En las reuniones de las autoridades con la policía y los fiscales realizadas esta semana también quedó establecido que el gobierno impulsará cambios a la ley de inteligencia. De hecho, un equipo de interior ya comenzó a trabajar de manera exclusiva en este tema y las primera luces de esta labor serán dadas a conocer por Peñailillo mañana ante la comisión especial de Seguridad Ciudadana del Senado.
“Los juicios se ganan con pruebas y el  problema que hemos tenido es que las técnicas de inteligencia no han permitido prevenir estos delitos, y el sistema de seguridad ha sido incapaz de probar en un juicio la tesis respecto de la participación de determinadas personas”, afirma el senador PPD y ex subsecretario de Interior  Felipe Harboe.
Así, las modificaciones apuntan a introducir en la normativa técnicas investigativas que están presentes en la ley antidrogas y de lavado de dinero, como uso de informantes pagados, agentes encubiertos, testigos protegidos, escuchas telefónicas, entre otras prácticas comunes hoy en la lucha contra el narcotráfico.
Para el abogado Mauricio Daza, defensor de Pablo Morales en el fallido caso bombas, “son absurdas las justificaciones de las policías y del fiscal nacional para explicar que no haya resultados concretos a partir de sostener que la ley no les entregaría facultades suficientes. Esto es falso. El tenor de la ley de conductas terroristas y de la ley de inteligencia del Estado facultan a los organismos policiales para hacer interceptación telefónica, de correspondencia y hasta hacer infiltración bajo requerimientos mínimos y que no se condicen con un estado de derecho en forma”.
Una de las modificaciones que se elaboran con mayor reserva en el Ministerio del Interior y que augura una dura polémica es la de dotar a los órganos de gobierno de mayores capacidades preventivas e investigativas, es decir, una reformulación de la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI) para darle facultades operativas.
Estas modificaciones estarían listas para ser presentadas en dos semanas en el marco de la presentación del Plan Nacional de Seguridad del gobierno.
La ANI hasta ahora sólo puede hacer análisis a partir de fuentes abiertas y coordinar la eventual información residual que resulte del trabajo de los organismos de inteligencia de las Fuerzas Armadas.
Las modificaciones apuntan a permitir a sus agentes operaciones de infiltración, interceptación telefónica y seguimientos, entre otros.
El debate no se prevé fácil. Primero se debe superar la resistencia que genera en amplios sectores de la izquierda el recuerdo de los organismos de seguridad de Pinochet, como la Dina y la CNI. Pero el oficialismo tiene sus propios fantasmas en las actuaciones de la llamada “La Oficina”, que en los años 90 buscó desmantelar al FPMR y al Lautaro.
“Chile tiene que superar el trauma de la dictadura y entender que tenemos  que contar con un sistema de inteligencia que no dependa exclusivamente de las policías”, dice Harboe. En la misma línea se manifestó el diputado DC Gabriel Silber, quien sostuvo que “tenemos una agencia de inteligencia muy precaria respecto de sus facultades y debemos discutir en serio cómo tener una agencia de inteligencia robusta, con facultades operativas y que efectivamente anticipe conflictos y entregue información eficaz, en este caso, contra el terrorismo”.
Esas posturas se matizan en el sector más progresista de la Nueva Mayoría, donde aunque no se explicita se alude a la polémica experiencia de “La Oficina”.  “Darle más facultades a la ANI es distorsionar su rol, que es la reunión de antecedentes y de información para tomar adecuadas decisiones en el ámbito público, pero no para reunir información ajena a las policías”, comentó el diputado PC Hugo Gutiérrez.

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Cancionero bomba y 2 análisis "compañeros" sobre la sensación de Deja Vu que se respira en el aire 

"Compañero": todos/as aquellos/as que de alguna manera luchan contra el capitalismo.
"Camaradas": todos los seres humanos que además de ser anticapitalistas luchan contra el principio estatal en su germen mismo.

Set List:

1.- Flipper, Sex Bomb
2.- The Clash, Spanish bombs
3.- Attaque 77, Hay una bomba en el colegio
4.- Guitarra armada, Los explosivos
5.- 31 Minutos, El maguito explosivo
6.- The Jam, A bomb in Wardour street
7.- Crass, They've got a bomb
8.- Tradicional, Arroja la bomba

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1.- Los fantasmas del caso bombas: la necesidad del Estado para suturar aquella fractura expuesta de su vulnerabilidad (esbozos)

n.a.c (Tomado de hommodolars.org)

Miércoles 6 de agosto de 2014


Como todos los escritos publicados por nac, estos corresponden a esbozos elaborados al calor de los acontecimientos sin la rigurosidad de un artículo acabado. Esto que puede ser una debilidad puede ser su fortaleza para los objetivos de esta web. Y es que hablamos de reflexiones en torno a situaciones concretas que pretenden aportar a la reflexión colectiva, gestar aperturas y no conclusiones. Aquí ofrecemos esbozos que aporten a la crítica unitaria al capitalismo, al mundo de las mercancías, pero que solo lo son en tanto sujetas a crítica o acopladas a una praxis, genere un despliegue de la misma en términos de profundizar el pensamiento revolucionario (el pensar como sensibilidad, acción y racionalidad).

Los fantasmas del caso bombas: la necesidad del Estado para suturar aquella fractura expuesta de su vulnerabilidad (esbozos)

nac
Cuando finalizo el “caso bombas” nos encontramos con algo mas que un montaje que se caía. Nos encontramos con el fracaso de un ataque jurídico por parte del Estado hacia quienes forman parte del movimiento que expresa las contradicciones del capitalismo y las materializa en diversos actos que intervienen en la realidad de la mercancía para alterarla, despojarla de su normalidad, de su constante reproducción y observación de un mundo que no controlamos y en el cual simplemente somos un engranaje que actúa acorde a ciertas racionalidades que nos han sido impuestas como propias. Es el presente perpetuo que circula ante nuestros ojos y se muestra como una realidad petrificada, sin grietas, naturalizada como la única forma de entablar relaciones y vivir.
*
Para nosotros eso fue el caso bombas. Y viéndolo de esa forma, el fracaso no era un mero montaje contra inocentes. Era un golpe para fortalecer al Estado en su función disuasiva y preventiva, en su control y fuerza. Era un modo de conformar una opinión publica que le ofreciera mayores garantías para descargar toda su fuerza contra lo que atenta al orden capitalista. Y aquello fallo. Lo que quedo visible fue la incapacidad del Estado en castigar a sus enemigos. Pero por lógica era claro que “la cobrarían”. Y así parece.
*
Remontándonos al intento de expropiación en el cual es asesinado el compañero Oversluij, la prensa curiosamente no armo revuelo respecto a aquella acción…se hablo de delincuentes que eran cercanos al anarquismo. Esperábamos que la prensa pusiera el grito en el cielo, pero sabíamos que si no lo hacían era porque la inteligencia policial empezaría a trabajar subterráneamente.. Sabíamos que si no hablaban era porque se armaría un nuevo puzle. Cuando este esta listo, cuando el pan esta en la puerta del horno, empieza de nuevo el proceso de conformar esa opinión publica que legitime la nueva puesta en escena de un enemigo que debe ser liquidado, pues si bien pueden hacerlo cuando quieran, de todas formas necesitan una movilización de la población para colaborar en aquella “cruzada” contra los subversivos. Y la necesitan para poder recomponer su fracaso, la debilidad que fue expuesta.
*
La cosa es simple: hace tiempo que han ocurrido acciones directas pero apenas ocuparon paginas en la prensa. No se alarmo como otras veces. Ocurrió lo del metro los dominicos y el guion estaba escrito, las conclusiones fueron inmediatas: los anarquistas ahora quieren atentar contra la población. La mesa estaba servida. El silencio de la prensa y su modificación radical en su agenda nos hace evidenciar que requerían de un momento de cierta “tranquilidad” mediática, instalar esa tranquilidad en tanto representación de la mercancía como realidad para dar una vuelta radical en aquella: de un momento a otro aparecen en escena los subversivos que, esta vez si, quieren generar terror en la población y así propiciar el terreno no solo para instalar en lo público la necesidad de cambiar la ley antiterrorista (para poder dotarse de mejores armas en esta guerra) pero mas importante aun es que podrían recuperar el “caso bombas” y dotarlo de otro significado.
Y es que lo vital para el Estado no es encontrar culpables, sino demostrar que siempre tuvieron la razón, que los absueltos por el caso bombas, o quizás el circulo cercano a aquellos, siempre fueron los responsables. (Este discurso que se ha instalado viene de parte de nuestro viejo conocido y cocainómano, jalandro peña quien lo aseguro en La Tercera.)
Y no se trata de victimizar a nadie, no se trata de alegar inocencia. Se trata de recomponer el fracaso, de volver a aquello que no funciono y demostrar que estaban en lo cierto, que no perdonan. Es ahí donde esta cuestión tiene que ver con la recomposición del Estado, de suturar aquel momento en que se develo su fragilidad. Es ese fracaso el que el poder suele verbalizarlo como “la absolución de los acusados provoco que se sintiera un aire de impunidad”. Es decir, el golpe debía atacar a las convicciones de que el Estado es vulnerable.
Es la detallada construcción de una pseudorealidad en donde nos quieren poner en un lugar de incapacidad de actuar y de un sin sentido del mimo. Es aquello lo que quieren demostrarnos al proclamar la invencibilidad el Estado, del dominio total del Capital, Eso es lo que buscan los golpes.
*
*
Pero sabemos que no es así: el capital tiene condiciones materiales que lo hacen posible, cuestiones que son posibles de abolir por una fuerza que existe, que esta ahí, que es parte de un movimiento informal del cual formamos parte todos los que identificamos las contradicciones y vemos que es posible acabar con esta vida reducida a una mercancía. El enemigo hemos sido siempre aquellos que apostamos por acabar con la determinación de nuestras vidas por el valor que se valoriza. Ese objetivo es lo que nos reúne como movimiento, con diversas tácticas que actúan de manera aislada, difusa, colectiva; que expresan las capacidades de muchos en alterar la normalidad del capital desde la precariedad proletaria.
En este caso apuntan a lo más visible. El daño a las estructuras del mundo de las mercancías, como una táctica, es una fuerza potencial cuando se recuperan aquellas acciones y potencian la convicción y capacidad del movimiento. Ante otras tácticas (la creatividad del proletariado es algo que no pueden eliminar cuando sabemos como se reproduce esta mierda) que resquebrajan las representaciones mistificadas del capital y que constituyen la pseudorealidad del espectáculo, existen técnicas mas sutiles para controlarlas, no tan mediáticas aun cuando su peligrosidad para el poder puede ser hasta mayor que un bombazo. Pero la importancia de estas últimas radica en que exponen más abiertamente su debilidad. Por lo mismo el haber apuntado a una organización que seria responsable y haber fracaso en ese intento se vuelve una obsesión para el Estado. Una obsesión en tanto la precariedad de ese actuar no puede ser derrotado y por tanto el fortalecimiento de este proletariado pondría en mayor riesgo al Estado.
*
*
El caso bombas se volvió entonces una vieja herida para el Estado, para el Capital. Requieren restablecerlo, ponerlo en escena y recomponer su fragilidad. No nos criminalizan, simplemente buscan reforzar las condiciones en las cuales lo inmediato aparece como un presente perpetuo, en donde se interioriza que este mundo de las mercancías es la condición de la propia existencia y por tanto, aquel que se le opone, es una amenaza a su propia existencia mercantilizada.
A nosotros no ha de importarnos si tal o cual acción genera una modificación en los mecanismos represivos pues eso lo harán se haga o no algo. Lo que debemos tener en cuenta es que si el poder empieza a aceitar su aplanadora nosotros debemos estar preparados. Pensar todos los escenarios posibles, no huir, al revés: afrontar y demostrar la superioridad de nuestras convicciones y capacidades ante los defensores del Capital.
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Atacar al Estado y Capital en todo momento no ha de ser una consigna atribuible al insurreccionalismo. Atacar la realidad no es únicamente la destrucción material, es instalar la dislocación en las relaciones sociales, es poner en común nuestra existencia proletaria con los otros y conformar una verdadera red informal que tensiona lo establecido. Cada acto, gesto y acción es la potencia para que las contradicciones se hagan más fuertes y la representación mercantil de la realidad se resquebraje. No acumulamos fuerzas, simplemente creamos las condiciones para nuestra propia emancipación. Y aquello es un proceso que no es proceso pues no avanza hacia un final determinado, no es teleológico. Es la construcción de la insurrección, es el estar siempre preparado para la destrucción de lo que hace posible nuestra reducción a meras cosas.

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2.- Sobre nuestro criollo terrorismo y el delirio de los hombres de la "inteligencia"

x R. Román

El 13 de julio del año que corre, aparentemente explotó una “bomba” al interior de un carro del metro estación Los Domínicos. Dicha noticia generó a partir de aquel día una puesta en escena por parte de la inteligencia policial, la fiscalía y el ministerio del interior muy, pero muy parecida a la que se viviera en Chile a partir de Junio de 2010.

En efecto, el relato instalado corresponde al mismo que a la sazón instaló Rodrigo Hinzpeter y que ahora, el otro Rodrigo, Peñailillo, se ha encargado, tanto o más encopetado que aquel, de difundir profusamente a través de los medios de comunicación; de todos, sin excluir ninguno.

Fiscales con dedicación exclusiva, inyección de recursos, plazos para las policías, mayores y más severas atribuciones para estas últimas y la fiscalía, han sido parte de los argumentos de ese viejo relatoque se han reproducido en esta nueva embestida.

El fundamento ideológico y teórico de dicho libreto lo encontramos, según la inteligencia policial, en los conocimientos que aportan personajes tales como Erick Marín, psicólogo de ella y autor de la mal lograda obra titulada Informe Pericial del Caso Bombas, digno de estudiar en la academia a propósito de cómo no se deben analizar las cosas.

Gonzalo Yussef, ex jefe de la ANI, quien con un fanatismo preocupante insiste, hasta estos días, en sus tesis de cuarta categoría acerca de que los autores de los bombazos son los mimos del caso bombas, aserto que carece absolutamente de asidero y más bien se acerca a una expresión al menos injuriosa y/o calumniosa.

Y para coronar, es dable hacer presente que este libreto también le trae al mismísimo fiscal peña(ex, para ser más preciso), quien también habiendo sido invitado a distintos estelares noticiosos, insiste en reproducir los mismos argumentos de los sabuesos de la inteligencia policial, quienes, hasta aquí y según lo han consignado ya variados fallos judiciales, se han encargado de realizar investigaciones sesgadas y tendenciosas, dirigiendo su puntería, según hemos tenido ocasión de escuchar hasta la saciedad, hacia lo que ellos denominan grupos anarquistas insurreccionalistas y veganos también el último tiempo.

Así entonces, han llevado el mismo relato a diversos tribunales, en cinco ocasiones, solo en la región metropolitana, en todos los cuales han obtenido la misma respuesta, esta es, que las investigaciones además de tendenciosas se han llevado a efecto con falta de rigurosidad y profesionalismo.

Esto último se fundamenta, con la acreditación en varios de ellos, de la manipulación de los sitios del suceso, informes periciales falsificados y prueba obtenida ilícitamente, tal cual se puede leer en los sendos fallos que UNANIMEMENTE han sostenido que la colocación y activación de los artefactos explosivos, en cada uno de ellos, no configuran delitos de carácter terrorista.

Lo señalado en el párrafo precedente confirma las sospechas enunciadas en el primer párrafo de este artículo, en cuanto a la efectividad de haberse producido el citado evento, dicho de otra forma, es mejor ver para creer, más aún si se tiene presente que el primer sospechoso, “el chaqueta roja”, resultó ser tan inocente como lo serían también los “chaquetas rojas” del gabinete de Piñera.

Por su parte, los otros eventos que supuestamente han ocurrido en la capital y en la V Región, que van desde los bromistas del metro, que ya suman dos, más los del aeropuerto, de colegios, parques públicos y otras instalaciones que en vano han sido DESALOJADAS producto de “falsas alarmas”, dan cuenta que este relato comienza a despertar fundadas sospechas en distintos grupos de la sociedad, dentro de los que se cuentan, por lejos a muchos más que los tres personajes citados, quienes con una cobertura desmedida, se han encargado de infundir un pánico que limita con el delirio.

Otro tanto dice relación con la activación de los supuestos artefactos incendiarios (no explosivos) activados también a partir del 13 de Julio, tanto en la Iglesia Santa Ana, como así también a un par de modestos vehículos estacionados en distintos puntos de la capital y de la V Región, todos los cuales también formarían parte del quehacer de los grupos terroristas, según lo han referido Marín, Yussef, Peña y también al parecer ahora Peñailillo, ello, a juzgar por sus últimas declaraciones relativas al tema en comento.

Si esto último efectivamente así ocurrió, perfectamente se encuadraría dentro del ilícito penal de incendio, delito establecido en el Código Penal desde su dictación, hace algo más de ciento cuarenta años, haciendo innecesario, según también lo han señalado los tribunales que han juzgado eventos de similares características, la aplicación de leyes penales especiales, como lo es la deslegitimada y cuestionada ley sobre conductas terroristas.

Capítulo aparte significaría abordar las increíbles similitudes de nuestro criollo relato con el que con mayor vigor se da en España respecto de los chilenos Francisco Solar y Mónica Caballero allí detenidos por “presunta” pertenencia a grupos terroristas y colocación y activación de artefactos explosivos y con el que en ITALIA en la década del 90’ instalara el fiscal Mariniquien también ha participado en la formación de nuestros fiscales y miembros de la inteligencia policial durante los últimos años, según discretamente los han consignado los medios de comunicación durante los últimos años.

Respecto de esto último es conveniente insistir que más allá de lo que majaderamente diga La Tercera, El Mercurio y ahora el Canal 13, todos medios de comunicación de la inteligencia policial, el fenecido CASO BOMBAS confirmó que no solo Solar y Caballero, sino que todos los imputados de aquel son inocentes, aun cuando aquellos los presenten como “medios inocentes” o “medios culpables”, siendo en consecuencia la persistencia en esa parte del relato lo que en buen chileno conocimos como respirar por la herida.

El puerto el cual arribará tamaña operación de inteligencia es desconocido por este principiante, no obstante, sospecho que tendremos algo parecido a lo que siempre los montajes rebelan al final del día, esto es, que el relato el cual se nos ha presentado tan terroríficamente solo aparentemente correspondería a la verdad, ello, teniendo presente la definición de montaje que nos entrega la RAE.

Si verdaderamente la inteligencia policial y los ricos y poderosos quisieran hablar de verdad de terrorismo, por supuesto, tendrían que hablar de los niños cabezas partidas en la franja de gaza, de los nuestros también heridos y maltratados en el Wallmapu, de los compañeros y compañeras detenidas desparecidas y ejecutadas políticas y de tantos otros horrorosos episodios que si habláramos en serio, si califican de terrorismo.


Santiago, Agosto 02 de 2014.

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miércoles, agosto 06, 2014

Revista COMUNISMO: números 3, 5 y 8 

Los compañeros del Grupo Comunista Internacionalista han digitalizado y subido a su sitio 3 de los primeros números de la revista Comunismo, de por ahí por 1980/81.  El índice de contenidos es el siguiente:

COMUNISMO No. 3 - (Febrero-Mayo 1980):
• Liberación Nacional: Cobertura de la Guerra Imperialista
• Una Página Poco Conocida de la Vida de Gramsci
• Nuevo Salto en la Carrera hacia la Guerra
• Perlas de la Burguesía
• A Propósito de Confluencia
COMUNISMO No.5 - (Octubre-Enero 1980):
• Polonia: Los obreros contra el Estado Capitalista
• Movimiento Comunista y Sindicatos (Tesis)
• Contra la Mitología que sustenta la Liberación Nacional
o Crítica de la Tesis 3 sobre el carácter mundial del capitalismo
o Crítica de la Tesis 4 sobre las "tareas democrático-burguesas"
• Bolivia: Aperturas democráticas, plomo y metralla contra un proletariado indomable pero sin dirección revolucionaria.
• Tentativas de coordinación obrera en Italia
COMUNISMO No.8 – (Octubre 1981):
• Acerca de la lucha contra la democracia en los difíciles años 80 del siglo pasado
• EL PRODUCTOR
o La libertad en las democracias 22/12/1889
o Eso... ¡nunca! - 27/1/1889
o ¡O pan o plomo! - 23/6/1889
o Democracia y socialismo (I) - 21/6/1888
o Democracia y socialismo (III) - 5/7/1888
o Democracia y socialismo (IV) - 12/7/1888
• Reconstituir la historia del proletariado revolucionario
• El socialismo sandinista
• El ejercito y la política militar de Estados Unidos
o Primera parte introductoria : Conocer los Gendarmes del Orden Capitalista Mundial.
o Segunda parte : Los Cambios "Estratégicos" en el Ejército Norteamericano
• Aún otra tendencia trotskista (OCRIA, Combate Comunista, Núcleos Leninistas)



"Nuestro más caluroso saludo comunista, nuestro apoyo incondicional a todos los proletarios que luchan para afirmar sus intereses autónomos de clase mundial, contra la bestia capitalista, contra su Estado y contra los partidos y sindicatos pseudo-obreros que perpetúan su supervivencia".

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