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domingo, febrero 27, 2022

"Tierra sin hombres" (Izumi Suzuki) 

 


Extracto de “Terminal Boredom” (Verso, 2021), primera publicación en inglés de la ficción especulativa de la japonesa Izumi Suzuki (1949-1986). Suzuki es un ícono contracultural de los setenta y ochenta, cuya vida ha sido retratada parcialmente en la película “Endless Waltz” (1995) de Koji Wakamatsu, centrada en la relación con su pareja el saxofonista de free jazz e improvisación Kaoru Abe, con quien se casó en 1973 y tuvo una hija en 1976. Abe murió por una sobredosis de tranquilizantes en 1978. Escritora desde 1969, trabajó como desde 1970 como actriz en films eróticos bajo el alias de Naomi Asaka, fue dama de compañía y modelo de desnudos para revistas y sesiones con fotógrafos como Nobuyoshi Araki, además de participar en la compañía de teatro de vanguardia Tenjo Sajiki.  Publicó su primera historia corta, “Trial Witch”, en la revista japonesa de ciencia ficción S-F en 1975. En 1986 se suicidó ahorcándose en su casa. 

Traducción propia.



Esta mañana un niño pasó cerca de mi casa.

Cuando le conté a mi hermana Asako, me dijo, ‘Tonta, tú sabes bien que no hay chicos por acá”.

Estaba en lo correcto.

Mucho tiempo atrás, la Tierra sólo estaba poblada por mujeres. Ellas vivían en paz hasta que un día cierta mujer dio a luz a una criatura como nunca antes se había visto: su cuerpo era deforme, era rudo y descuidado en todo lo que hacía, y provocaba un montón de problemas para todos antes de producir un poco de descendencia y luego morir. Así fue el advenimiento del hombre. A partir de ahí, el número de hombres se incrementó sostenidamente. Fueron ellos quienes inventaron la guerra y sus implementos obligatorios. Peor aún, ellos empezaron a jugar con nociones como las de revolución, trabajo, y arte, desperdiciando su energía en todo tipo de propósitos abstractos. Incluso tuvieron la audacia de proclamar que esa era la más grande característica de la humanidad – su celosa búsqueda de aventura, romance, todas cosas que eran completamente inútiles en la vida cotidiana. Aunque los hombres fueran adultos seguían siendo niños, aparentemente complejos, pero tan simples como podían serlo; eran criaturas absolutamente inmanejables.   

Las mujeres tenían algo también, algo llamado “amor”, pero eso era algo mucho más concreto. Era tratar con un bebé llorando, cambiar sus pañales, aunque estuvieras exhausta. Era compartir cualquier alimento que encontraras con pequeños y frágiles seres a tu cuidado. Pero no con los extraños. Porque si lo hacías, tú y tu linaje no sobrevivirían.

A medida que crecía el número de hombres, las mujeres tuvieron que mantenerse alertas respecto a todos y cada uno de ellos. Esta tarea era realmente onerosa, pero la mayoría de las mujeres parecían tener la habilidad para hacerla. Tenían que resguardar su hogar y su familia.

Con el paso de muchos largos años, los hombres llegaron a dominar la sociedad a través de la violencia y la astucia, y luego no hacían nada más que la guerra. Parecían encontrar su razón de ser en grandes y pequeños conflictos. La guerra se introdujo en la vida cotidiana, y así nacieron las “guerras del tráfico” y las “guerras de admisión”. Dichos términos se volvieron tan comunes que la palabra “guerra” perdió todo su significado.  Esta deplorable situación fue obviamente responsabilidad de los hombres. Y, cuando el ruido del tráfico y las competencias para entrar a la universidad se volvieron tan terribles que la gente apenas podía soportarlas, reemplazaron la palabra “guerra” por “infierno”, acuñando frases como el “infierno del tráfico” y el “infierno de los exámenes”.

Las fábricas seguían operando, y la era resonaba con himnos de progreso y harmonía. Pero entonces, en la última mitad del siglo XX, una cosa extraña sucedió: la tasa de natalidad de hombres empezó a declinar. Esto aparentemente se debió a algo llamado polución. Los hombres que inventaron la máquina de vapor probablemente nunca esperaron activar una cadena de eventos que terminaría por poner fin a su propia especie.

En todo caso, los hombres se volvieron escasos. Por alguna razón las mujeres habían desarrollado el hábito de encontrar un hombre en particular para amar, así que estaban terriblemente tristes por esto. Así y todo, el número de hombres continuó disminuyendo.

Hoy en día, no había forma de que posaras los ojos sobre uno a menos que visitaras la Zona de Ocupación Terminal de la Exclusión de Género.

‘¿No estarías viendo cosas?’

Asako sirvió un poco de té. Mi confianza se evaporó delante de su pregunta.

‘Tal vez. Pero después revisé un libro, y las ropas que tenía eran bastante parecidas a las de los chicos de fines del siglo XX. Su pelo era corto y llevaba pantalones’. 

‘Igual que yo.’

El pelo de Asako en verdad estaba rapado. Llevaba un par de pantalones de campana de algodón ligero. Y su pecho era plano como una tabla.

‘También hay mujeres así, lo sabes.’

‘Su onda era muy diferente. Era muy sólido y alto, como un resorte al caminar. Había algo…intenso en él’.

‘Guau. Pareciera que tienes todas las respuestas, sin importar el hecho de que nunca hayas visto antes a un hombre.  El año que me gradué del liceo fuimos en un paseo a la Zona de Ocupación, pero los hombres no resultaron ser para nada como yo esperaba. Eran lampiños y olían divertido, y me ponían los pelos de punta. Quizás es porque están recluidos en ese lugar, pero parecían todos tan flojos. Lo entenderás cuando vayas y los veas. Son horribles. Pero me dijiste que viste uno en un libro. ¿Dónde viste tú un libro como ese?’

La publicación de material relativo a los hombres está estrictamente prohibida.

‘En la casa de una amiga.’

‘Guau. ¿Y cómo llegó ahí?’

‘Supongo que su mama trabaja en el Buró de Informaciones. Mi amiga no lo sabe bien tampoco.  Abrió la puerta de su estudio con un pinche de pelo y me dijo que podía ver cualquier libro que quisiera.’

‘Qué pequeña delincuente’.

‘Había un montón de películas también’.

‘Si eso se supiera, sería un verdadero problema. Yuko, sé que tú en realidad no lo entiendes, pero ese es el tipo de cosas que conduce la sociedad al caos. Quiero recordarte esto: el orden es lo más importante. Obedecer las reglas. Si todas lo hacemos, la humanidad puede evitar su destrucción.’

Dio esta lección gentilmente, como una hermana mayor.

Le eché un poco de leche a mi té. ‘¿Por humanidad te refieres a las mujeres?’

‘Por supuesto. ¿No te enseñaron eso en la escuela?’

‘Claro.’

‘Bueno, ahí lo tienes.’

‘¿Y los hombres?’

‘Los hombres descienden de la humanidad también, pero son una tendencia desviada. Son “freaks”’.

‘Pero hubo una época en que florecían, ¿cierto?’

No nos enseñan mucho sobre eso en la escuela. Sólo aprendes sobre esos temas tabú en las conversaciones susurradas entre amigos. Dos o tres años atrás alguien publicó un panfleto titulado Sobre los hombres, y una amiga me lo mostró. Luego la policía allanó y destruyó todas las copias. Las culpables fueron rápidamente identificadas y llevadas a centros de detención.

Los titulares noticiosos la etiquetaron como una publicación peligrosa porque “estimulaba la curiosidad”.



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martes, febrero 08, 2022

Last Poets y los Pseudopillos: música sin instrumentos musicales  


Muchos creen que, sin un instrumento musical adecuado, ojalá de marca , con buenos amplificadores y pedales de efectos y haciendo "upgrades" cada cierto tiempo, no se puede hacer música.

Y tienen razón, pero sólo parcialmente: ellos no podrían hacer música sin toda esa parafernalia, lo cual es bastante triste, pero totalmente coherente con el largo proceso de mercantilización del sonido que se vive hace décadas.

Desmintiendo estos fetichismos tan arraigados podemos recordar y apreciar a los gloriosos Last Poets, formación norteamericana que en cierto modo inventó el rap, cuando desde un taller de poesía en la cárcel pasaron a inventar temas vocalizados con un discreto acompañamiento de percusión.

“Los negros le tienen miedo a la revolución” es claramente el mayor hit de su primer álbum, de 1970, pero todo el disco es una obra maestra de poesía urbana y que sigue los ritmos respiratorio y circulatorio de los poetas que pululan por el metro y los suburbios rimando verdades que impactan más que varios libros escritos desde la seguridad aislacionista de los escritores de escritorio.

Por cantar en inglés recomendaría leer con texto en mano. Sino sería el equivalente de escuchar a Evaristo Páramos o Víctor Jara cantando en japonés.

Después de ese notable álbum debut, hicieron otro que incluso se podría considerar que lo supera en calidad y poder: “Esto es una locura” (1971). Hasta John Coltrane hace aparición en medio de las rimas, en un tema que después fue versionado o más bien citado desde Jamaica por el gran poeta del dub reggae Big Youth, en su tema “Jim Screechie”.



Otros que no se hicieron atado por no tener más instrumentos que la percusión de palma fue la “banda” Proto-Prisioneros conocida como Los Pseudopillos.

El segundo álbum recopilatorio “Extremista!” es una genialidad de principio a fin, y comenzando por su portada plagiara del Sandinista! De los Clash. Llega a dar envidia tanta creatividad y al escucharlo con audiófonos anoche en la calle no pude evitar las carcajadas en varias ocasiones, motivadas tanto por la lírica en sí misma, como por las voces que utilizaban estos adolescentes, que llegan en momentos a oírse tan delirantes como las de los Residents.

“Mucha gente creía que yo era socialista…” Jajajaja. Insuperable. Además, es posible apreciar el acento chileno tal cual era antes de los 80, por ejemplo la pronunciación de la "ch" como "shhh". Eso cambió durante la década del ochenta, donde además se aprobó la Ley Antiterrorista (antes de eso se hablaba de "extremista" nomás).

Por si se les hace poco, escuchan además el primer álbum recopilatorio: “Let it Pillo”.

Estas grabaciones datan de 1980.

Según informa su bandcamp:

Entre 1980 y 1982, Los Pseudopillos, grabaron más de un centenar de canciones. Jorge González, Claudio Narea, Álvaro Beltrán y Rodrigo Beltrán, sin saber tocar instrumentos musicales crearon divertidas canciones, algunas de las cuales presentamos aquí.

Antes de Los Vinchukas y mucho antes de ser conocidos como Los Prisioneros, en San Miguel ya sonaban LOS PSEUDOPILLOS.

¡Qué sigan sonando!

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viernes, febrero 04, 2022

Free Jazz sudafricano: Blue Notes y Brotherhood of Breath 

 


La banda emblema del free jazz sudafricano, the Blue Notes -que como ya contamos acá, se exilió en Londres a partir de 1964 y desde ahí cada uno de sus integrantes participó en la creación de los sonidos del jazz y la improvisación libre en Europa- sufrió a fines de 1975 la muerte de Mongezi Feza, por una neumonía no tratada a tiempo.

Este trompetista había colaborado en varias formaciones de jazz, y en discos clave del rock de vanguardia, como “In praise of learning” de Henry Cow y “Rock Bottom” de Robert Wyatt, dos obras que vengo escuchando reiteradamente desde mi primera adolescencia (y ya voy como en la cuarta).

Los Blue Notes se reunieron en una sala de ensayo sin decir nada, y tocaron por espacio de casi cuatro horas como homenaje y despedida a Mongezi.

Recomiendo obviamente escucharlo completo, pero aviso a los apurones que los momentos de más alta intensidad de su “fire music” se alcanzan al final del segundo movimiento.


De pasadita sería bueno escuchar
Legacy: la única grabación en vivo que al parecer existe de su fase africana, registrada en 1964, justo antes de partir.

Otro de los ensambles que armaron estos sudafricanos en el exilio fue la Brotherhood of Breath de Chris McGregor, del cual ya habíamos hablado en este sitio.  



De ellos quiero destacar ahora dos tremendos conciertos: Willisau 1973, y Procesión-en vivo en Toulouse 1978.


Son varias horas de música bellísima e intensa. Si no les interesa este tipo de material, entonces salgan de mi blog y váyanse a escuchar Skrewdriver

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