<$BlogRSDUrl$>

sábado, junio 26, 2010

El comunismo profético 


(Cap. 11 de "Apocalipsis y sobrevivencia", de F. Santini, tomado de Comunización)

Otro aspecto característico de la corriente radical en los años setenta fue la difusión de profecías.

Siguiendo la periodización mencionada más arriba, en 1971 se cerraba el ciclo abierto en el 64 por las revueltas de los negros y el movimiento de los derechos civiles en los Estados Unidos. Se abría una nueva fase de espera, que sin embargo según la percepción de los revolucionarios, debía ser breve: el 68 había reabierto la era de las revoluciones. Sobre todo Detroit (1967) demostraba que los Estados Unidos eran el nuevo epicentro de la revolución mundial (contra las previsiones de Bordiga), aunque Danzig y Stettin (1970) confirmaban por otro lado la importancia de “la zona alemana” (con Bordiga). Es cierto que la teoría es previsión o no tiene razón de ser; pero la profecía basada en cálculos exactos de los ciclos de crisis, tal como fuera formulada por Bordiga en los años cincuenta, se convirtió para nosotros en un “artículo de fe” tomado medio en serio, por cuanto venía a resolver todas las dudas teóricas: una profecía mencionaba el año 1975; otra, más precisa y específica, indicaba el 77 como la fecha de una crisis y de una violenta convulsión del capitalismo: para nosotros ésta era, sin más, la fecha de la revolución.

Toda el aura de secta esotérica que rodeaba al Partito Comunista Internazionale - irrisorio como organización formal pero a la vez fascinante encarnación del partido histórico - era confirmada por los míticos Bordiga y Vercesi (Ottorino Perrone),que eran miembros del Comité Central sin estar inscritos en el partido formal, puro expediente e instrumento del partido histórico, o más bien de la formidable actividad teórica del profeta napolitano.

Otras fuertes interpretaciones proféticas fueron tomadas de Norman O. Brown y de Herbert Marcuse: del primero se extrajo una interpretación de Freud según la cual el conflicto inconsciente entre el instinto de vida y el de muerte se agudizaría hasta desembocar finalmente en una explosión vital-destructiva o autodestructiva-narcotizada; con Marcuse se preveía la llegada de una nueva era que llevaría definitivamente el horizonte revolucionario hacia el triunfo de Eros, de la nueva sensibilidad y los nuevos valores inaugurados por el movimiento hippie norteamericano. Todas las profecías esotéricas y astrológicas decretaban el advenimiento de la crisis final y de la Era de Acuario. A comienzos de los setenta todo se podía interpretar – no sin cierta dignidad teórica y una cierta coherencia en la demostración – en este sentido.

En este clima “teórico” - que expresaba la desesperación y el rechazo a aceptar sinceramente, con el corazón, el repliegue hacia los libros (rechazo que habíamos visto reflejado ideológicamente en Comontismo) - la difusión del informe del Massachusetts Institute of Technology (MIT) «Los límites del crecimiento» fue acogida con beneplácito, pues aportaba una confirmación indiscutible proveniente del mismo centro pensante del enemigo.

«Critica dell’utopia capitale» no se contentaba con esa ingenua religiosidad revolucionaria. En sus páginas el informe del MIT ocupa un lugar prominente. El concepto de “utopía capital” es absolutamente claro: frente a la realidad de la crisis definitiva, el capital prepara unas soluciones totalmente utópicas – cuya única realidad es la mistificación ideológica - , entre ellas la de una sociedad de crecimiento cero, cohesionada por sucedáneos de comunidad y por una casi completa liberación del trabajo; estos proyectos, según Cesarano, se verán frustrados por la crisis catastrófica y la insurgencia del proletariado revolucionario. La inminencia de esta explosión final liberadora reforzó mucho el sentido de esperanza y anticipación profética que impregnaba toda la atmósfera de nuestra corriente. Esa tensión empapa las conclusiones de los extensos aforismos de «Critica dell’utopia capitale», cuya estructura, en la primera parte del libro, tiende a ser la siguiente:

1) un ataque, violento como un asalto a mano armada, que puso bajo fuego las tesis de biólogos, físicos, genetistas, antropólogos, sicoanalistas, lingüistas, etc., condenados invariablemente a mostrar la veta ideológica con la que pretenden ocultar, sin poder conjurarla, la erupción de contradicciones casi cósmicas que les oponen a la vida biológica de la especie y del planeta;

2) el develamiento de la naturaleza utópica de sus horizontes y de su inconsistencia frente al inminente levantamiento del proletariado revolucionario.

En este esquema no había ninguna concesión al misticismo, alimentado con drogas y esoterismo, de los pequeños grupos que surgían en el entreacto de la revolución, y que experimentaban con todo tipo de combinaciones “extáticas”, comunitarias, sexuales y amorosas; lo que había, por el contrario, era el tono riguroso de quien enfrenta sin tregua a los expertos del capital en su propio terreno, saqueando el conocimiento y el lenguaje; no obstante, no son sólo las referencias al LSD las que se repiten varias veces: es también el sabor, la tensión misma del ácido lo que fluye en esas páginas, llevando al lector de vuelta al legado profético de los sesenta, transmitiéndole la dureza y el drama de una teoría forjada, de hecho, en la acritud de una experiencia real y personal.

Etiquetas: , , ,


Comments: Publicar un comentario

This page is powered by Blogger. Isn't yours?