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martes, marzo 14, 2023

Plaza Brasil/Salir del Castillo de Vampiros (Fisher) 

 


Hace unas semanas estuve en un conversatorio anarquista, luego del cual con algunxs camaradas nos fuimos a beber algo en las bancas de la Plaza Brasil. La última vez que habíamos hecho lo mismo no fue buena idea: al ir llegando a la Plaza vimos gente arrancando, y otros persiguiendo al supuesto autor de lo que después supimos era un intento de asalto a mano armada. Todos los grupos humanos en la Plaza estaban ofreciendo drogas a viva voz (más encima de esas que no me gustan), y para alejarnos de esas interacciones nos instalamos con nuestras latas de cerveza lo más cerca posible del paradero de buses. Al rato llegaron los carabineros y nos hicieron controles de identidad. Fueron bastante prepotentes, como siempre, pero al menos no nos quitaron las cervezas. Cuando uno de los nuestros les hizo ver que mientras nos controlaban por no hacer nada ahí cerca asaltaban gente con pistolas, el COP replicó: “¡Y usted vio eso y qué hizo? ¡Llamó a Carabineros acaso?”.  

En fin: en este nuevo intento la Plaza estaba harto más amigable y sin pacos. Así que pudimos ir dos veces a cargar cervezas, y además se envió una comisión especial a conseguir una buena cantidad de papas fritas en un local cercano. Yo me retiré con dos compas más pasada la medianoche en un bus que apenas se dignó a abrirnos la puerta porque el chofer ya quería terminar la jornada laboral. El resto se quedó hasta altas horas de la madrugada y luego se trasladó a un domicilio a dos o tres comunas de distancia.

En un momento de la conversación cervezística me puse a hablar en contra del feminismo neoliberal, acentuando su carácter institucional, estatista e interclasista, dando varios ejemplos recientes de la vida pública y privada que me parecían realmente detestables. En un momento, una de las pocas personas que no conocía de antes me interrumpe y dice: “Lo que estás diciendo es completamente cierto, pero es raro que lo digas tú”. Le pregunté el por qué y replica: “Porque habitas un cuerpo heteronormado, entonces no has estado del otro lado y no deberías hablar de eso”. Algo asombrado, pero no tanto en estos tiempos, le digo que no “habito” mi cuerpo sino que “soy” este cuerpo, y que a pesar de que en efecto soy heterosexual y para más remate “heterocis”, sigo creyendo que hay un punto importante en lo que estoy diciendo, desde un punto de vista anticapitalista y antiautoritario. Por lo demás -agregué- aunque modificara mi orientación sexual o mi adscripción o identidad de género, seguiría “habitando” el mismo cuerpo, más determinado por los alimentos que consumo, la cantidad de cerveza que le pongo, y las actividades físicas que hago o no hago…Pero no: esta joven insistía en que a pesar de que mi discurso era correcto, no debía pronunciarlo yo. Así que le dije que mejor hiciera como que mi discurso era un texto anónimo, y que lo analizara en sus propios méritos sin importar quién era yo ni mis gustos sexuales ni características individuales…Y justo ahí se venía la última micro y los que no nos íbamos a quedar carreteando porque teníamos que trabajar al otro día temprano nos fuimos corriendo para poder alcanzarla, así que no pude seguir disfrutando más de ese martirio de conversación.

Poco después me topé con este texto de un desesperado Mark Fisher que ya en el 2013 estaba desmoralizado y hastiado por el discurso y actitudes de lo que ahora llamaos “izquierda woke” (concepto que según un amigo lo inventó la nueva derecha), una mezcla de teoría queer de academia, teoría interseccional en versión moralista culposa y liberalismo progre disfrazado de disidencia política y sexual. Recomiendo leerlo entero en Jacobin, pero he extractado la parte del medio, por lo sustanciosa que resulta en explicar las ideas ahora incluso más dominantes en el mundillo woke, disidente y etc., conformado por personas que por su edad sólo han vivido el “realismo capitalista”, absorbiendo toda la ideología posmo en sus peores variedades, que se ha tomado la cultura de nuestra época por completo, partiendo por las mentes de los “neoanarquistas” de “estilo de vida” que luchan contra una “normalidad” que ya no se define en términos de Capital/Trabajo ni lucha de clases.   

Aclaro que su crítica al “neoanarquismo” tiene puntos correctos pero claramente está hecha desde una posición izquierdista algo tradicional.

En fin: nadie es perfecto (Escuchemos el dub/punk oscuro de Bauhaus mientras tanto).

Entonces, ¿hacia dónde vamos? Primero es necesario identificar los rasgos de los discursos y los deseos que nos trajeron a esta encrucijada desmoralizante y triste en la que la clase ha desaparecido, pero el moralismo está por todas partes; donde la solidaridad es imposible, pero la culpa y el miedo son omnipresentes, y no porque nos intimide la derecha, sino porque hemos permitido que modos de subjetividad burguesa contaminaran nuestro movimiento. Creo que hay dos configuraciones libidinales-discursivas que produjeron esta situación. Ambas se autoproclaman de izquierda pero, como dejó en claro el episodio de Brand, en gran medida son una señal de que la izquierda, definida como un agente en una lucha de clases, se encuentra prácticamente desaparecida.

Dentro del Castillo de Vampiros

La primera configuración es lo que yo llamo el Castillo de Vampiros. El Castillo de Vampiros se especializa en propagar la culpa. Lo animan el deseo de sacerdote de excomulgar y condenar, el deseo de académico pedante de ser el primero en detectar un error, y el deseo de hipster de estar entre las personas más populares. El riesgo de atacar al Castillo de Vampiros es que podría parecer que uno atacara las luchas contra el racismo, el machismo, el heterosexismo (y el Castillo hará todo lo posible para reforzar esta idea). Pero, lejos de ser la única expresión de esas batallas, el Castillo de Vampiros se entiende mejor como una apropiación, una perversión burguesa y liberal de la energía de esos movimientos. El Castillo de los Vampiros nació cuando la lucha por no ser definido a través de categorías identitarias se transformó en la búsqueda de tener «identidades» reconocidas por un gran Otro burgués. El privilegio del que sin dudas disfruto por ser un hombre blanco consiste en parte en no ser consciente de mi origen étnico ni mi género, y que ocasionalmente te llamen la atención acerca de estos puntos ciegos es una experiencia reveladora. Pero en lugar de buscar un mundo en el que todos estén libres de clasificaciones identitarias, el Castillo de Vampiros busca encerrar a las personas en sus campos identitarios, donde quedarán para siempre definidas según parámetros establecidos por el poder dominante, paralizadas por la conciencia de sí mismas, aisladas por una lógica de solipsismo que insiste en que no podemos entendernos entre nosotros a menos que pertenezcamos al mismo grupo identitario.

Noté que hay un fascinante mecanismo mágico de negación y proyección invertida según el cual la mera mención de la clase automáticamente es considerada como si uno quisiera degradar la importancia de la raza y el género. En realidad ocurre exactamente lo contrario: el Castillo de Vampiros usa un concepto en definitiva liberal de la raza y el género para opacar la clase. En todas las polémicas absurdas y traumáticas que hubo en Twitter este año acerca de los privilegios fue notable que la discusión del privilegio de clase estuvo completamente ausente. La tarea, como siempre, sigue siendo la articulación de clase, género y raza; pero lo que caracteriza al Castillo es justamente la desarticulación de la clase respecto de las otras categorías. El problema que se proponía resolver el Castillo de Vampiros era el siguiente: ¿cómo conservar un poder y una riqueza enormes y seguir apareciendo como una víctima, como alguien marginal y opositor? La solución ya estaba ahí, en la Iglesia cristiana. Por eso el Castillo acudió a las estrategias infernales, las patologías oscuras y los instrumentos de tortura psicológica que inventó el cristianismo, y que Nietzsche describió en La genealogía de la moral. Este sacerdocio de la mala conciencia, este nido de beatos traficantes de culpa, es exactamente lo que predijo Nietzsche cuando dijo que se venía algo peor que el cristianismo. Aquí está...

El Castillo de Vampiros se alimenta de la energía y las ansiedades y vulnerabilidades de estudiantes jóvenes, pero sobre todo vive de convertir el sufrimiento de grupos particulares (cuanto más «marginales» mejor) en capital académico. Las figuras más loadas del Castillo de Vampiros son aquellas que han abierto un nuevo mercado del sufrimiento; aquellos que puedan encontrar a un grupo más oprimido y subyugado que los explotados anteriores subirá de rango rápidamente.

La primera ley del Castillo de Vampiros es: individualiza y privatízalo todo. Si bien en teoría dicen estar a favor de críticas estructurales, en la práctica jamás se enfocan en nada que no sea el comportamiento individual. Algunas personas de clase trabajadora no tuvieron una gran educación, y a veces pueden ser irrespetuosas. Recuerden: condenar individuos es siempre más importante que prestar atención a estructuras impersonales. La clase dominante propaga ideologías de individualismo, mientras tiende a actuar como una clase. (Muchas de las que llamamos «conspiraciones» son la clase dominante mostrando solidaridad de clase.) El CV, sirviente de la clase dominante, hace lo contrario: habla de «solidaridad» y «colectividad» de la boca para afuera, pero se comporta como si las categorías individualistas impuestas por el poder fueran lo más importante. Como en el fondo son pequeñoburgueses, los miembros del Castillo de Vampiros son intensamente competitivos, pero lo reprimen, de un modo pasivo—agresivo que es típico de la burguesía. Lo que los une no es la solidaridad, sino un miedo mutuo; el miedo a ser los próximos denunciados, expuestos, condenados.

La segunda ley del Castillo de Vampiros es: haz que el pensamiento y la acción parezcan muy, muy difíciles. No puede haber liviandad, ni mucho menos humor. El humor, por definición, no es serio, ¿no? El pensamiento es trabajo duro, cosa de acentos refinados y ceños fruncidos. Allí donde hay confianza, introducen escepticismo. Dicen: no se apresuren, hay que pensar en esto con más detenimiento. Recuerden: tener convicciones es opresivo, y puede desembocar en gulags.

La tercera ley del Castillo de Vampiros es: propaga tanta culpa como sea posible. Cuanta más culpa mejor. La gente se tiene que sentir mal: es una señal de que comprenden la gravedad de las cosas. Está bien tener privilegios de clase si uno siente culpa por ello y hace que quienes están en una posición de clase más subordinada también se sientan culpables. Uno también hace algunas cosas buenas por los pobres, ¿no?

La cuarta regla del Castillo de Vampiros es: esencializa. Si bien en nombre de los miembros del CV siempre se esgrime fluidez identitaria, pluralidad y multiplicidad (en parte para ocultar su propia posición invariablemente rica, privilegiada y burguesa), el enemigo siempre debe ser esencializado. Como los deseos que animan al CV son en gran medida deseos de sacerdote, deseos de excomulgar y condenar, debe haber una clara distinción entre el Bien y el Mal, y este último debe ser esencializado. Noten la táctica. X dice algo/se comporta de determinada manera; lo que dijo o su comportamiento podría ser interpretado como transfóbico, machista, etc. Hasta ahora, todo bien. La sorpresa viene después. X pasa entonces a ser caracterizado como transfóbico, machista, etc. Toda su identidad se ve definida por un comentario equivocado o un error de conducta. En cuanto el CV organiza su caza de brujas, la victima (muchas veces una persona de clase trabajadora, no educada en las reglas de etiqueta pasivo-agresivas de la burguesía) puede ser incitada a perder los estribos, confirmando aún más su posición de paria, el próximo a ser consumido por el fuego de la quema.

La quinta ley del Castillo de Vampiros es: piensa como un liberal (porque eres uno). El trabajo del CV de avivar una furia reactiva consiste en señalar sin parar lo más obvio: el capitalismo se comporta como el capitalismo (¡no es muy agradable!), los aparatos represivos del Estado son represivos. ¡Hay que protestar!

Neoanarquía en el Reino Unido

La segunda formación libidinal es el neoanarquismo. Con este término, de ninguna manera aludo a los anarquistas y sindicalistas que están involucrados en organizaciones en lugares de trabajo, como la Solidarity Federation. Me refiero a aquellos que se identifican como anarquistas pero su participación en política no va más allá de protestas estudiantiles y ocupaciones, y comentarios en Twitter. Como los habitantes del Castillo de Vampiros, los neoanarquistas en general vienen de un origen pequeñoburgués, o quizás de un lugar con aún más privilegio de clase.

También son abrumadoramente jóvenes: veinteañeros, como mucho treintañeros; y lo que caracteriza su posición neoanarquista es un horizonte histórico muy estrecho. No han vivido otra cosa que el realismo capitalista. Para el momento en el que los neoanarquistas adquirieron conciencia política (y muchos de ellos la adquirieron hace muy poco tiempo, considerando el nivel de arrogancia que a veces exhiben), el Partido Laborista se había transformado una cáscara blairista, implementando políticas neoliberales con una pequeña dosis de justicia social de acompañamiento. Pero el problema con el neoanarquismo es que refleja de manera acrítica este momento histórico, en lugar de ofrecer algún escape de él. Olvida, o quizá sinceramente ignora, el papel del Partido Laborista en la nacionalización de grandes industrias y empresas de servicios públicos y en la fundación del Servicio Nacional de Salud. Los neoanarquistas aseguran que «la política parlamentaria jamás cambió nada» o que «el Partido Laborista fue siempre inútil», mientras asisten a protestas sobre el Sistema Nacional de Salud o retuitean quejas sobre el desmantelamiento de lo poco que queda del Estado de bienestar. Aquí funciona una regla implícita extraña: está bien protestar contra lo que hizo el parlamento, pero no entrar al parlamento o los medios masivos para intentar instrumentar cambios desde allí. Hay que despreciar a los medios mainstream, pero hay que ver Question Time en la BBC para criticarlo después en Twitter. El purismo se transforma en fatalismo; si es mejor no quedar manchado por el mainstream, es mejor «resistir» inútilmente que correr el riesgo de salir con las manos sucias.

No sorprende, entonces, que muchos neoanarquistas parezcan deprimidos. Esta depresión está sin dudas reforzada por la angustia de la vida de posgrado puesto que, como el Castillo de Vampiros, el hogar natural del neoanarquismo son las universidades, y en general es propagado por aquellos que estudian para los exámenes de un posgrado o han terminado uno recientemente.

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