Delirio Místico: "A mon seul désir" (Según mi solo deseo)
"La discusión sobre el comunismo no es académica. No es un debate sobre lo que se hará mañana.
Desemboca en, y forma parte de un conjunto de tareas inmediatas y lejanas de las que no es más que un aspecto, un esfuerzo de comprensión teórica" (Gilles Dauvé)
martes, octubre 15, 2013
Steve Lacy 3
Steve Lacy Three. N.Y. Capers and quirks (1979). Hat hut records, 2000.
No todo el jazz libre o de avanzada necesita ser lo que usualmente se entiende por “free jazz”: rápido y agresivo, furioso y desde el segundo dos enviándote a la estratósfera del mas allá de este mundo, o por decir algo, el hardcore thrash del free jazz. Dentro de las líneas más meditativas del movimiento/estilo tenemos por ejemplo a Steve Lacy, que en esta grabación de 1979 hace una fina demostración de lo que se puede lograr con un estilo que no por cerebral y controlado resulta menos emotivo e intenso. El bajista Ronnie Boykins no me suena ni en pelea de perros (lo cual debiera ser vergonzoso para mí, puesto que colaboró mucho tiempo en la Arkestra de Sun Ra) (en cambio, todavía me acuerdo de los miembros de Genesis o Deep Purple), pero en batería está Dennis Charles que es...bueno: ¡Dennis Charles! Tal vez su ejecución es lo más sorprendente y apreciable en esta escucha matutina. Con Lacy habían trabajado juntos veinte años antes bajo las órdenes de Cecil Taylor y luego de Gil Evans). Tal como dicen en las notas citando a William Carlos Williams, “cualquier cosa, si es suficientemente auténtica, puede ser organizada en una forma que podría ser un poema”.
No soy muy aficionado a estas variedades de metal/hardcore, etc. De ND tengo en la cabecera solamente Scum y From enslavement to obliteration. Este otro lo comoré en una disquería de liquidaciones que existió hace como 10 años a cuadra y media de mi casa. Menos mal que duró poco, terminaba comprando puras estupideces porque eran baratas (incluido un greatest Hits de Nazareth y un album horrible de Cathedral). Me llamó la atención el título tan existencialista: miedo, vacío, desesperación. Dspués, quedó por años metido dentro de un tocaCD que se echó a perder y recién mandé a arreglar el año pasado. No está mal. Sirve para escucharlo mientras uno se ducha porque si apuntas un parlante al baño la agresión sónica llega hasta tí incluso cuando tienes la cabeza llena de shampú anticaspa y prevención caída de pelo. No soy tan vanidoso, pero quiero que al llegar a los 50 todavía pueda poner este disco y cabecear con la chasca. Al salir del baño, por ahí por el tema 9, “Retching on the dirt”, me sorprende la tremenda musicalidad que va por debajo de la voz de monstruo. Un trabajo de guitarra, bajo, batería que es bastante complejo y vanguardista, y que dicho sea de paso le vuela la raja a mierdas como Helmet y una enorme variedad de posrockismos pretenciosos que tanto gustan a los esnobs chilenos. Al final, “Throwaway”, con la velocidad a que nos tenían acostumbrados en los inicios. Es la canción romántica: “Tócame/Soy frío ante los méritos del (verdadero) amor/ Retrocedí desde el abismo/Mientras los demás saltaban dentro”.
Buen álbum. Le pongo nota 6 (de 10). Y me acordé que hay una señora de casi 100 años agonizando dos pisos más abajo, así que deberá abandonar el doble bombopor un mínimo de respeto. Voy a deleitarla con algo de Coltrane. No: Ayler tocando en el funeral de Coltrane. Seguro que le va a encantar.
La idea era buena: al igual que Kiss en
los 70 hizo en su momento cuatro albums solistas, Melvins en su
formato de trío hizo a inicios de los 90 un EP por cada miembro. La
jugada le valió la expulsión a uno de los mejores bajistas que han
tenido, Joe Preston, porque los otros dos encontraron una soberana
mierda los 3 temas entregados y así lo mandaron lueguito a la
siempre incrementada morgue de bajistas de la banda. La verdad, no sé
si era para tanto, puesto que si bien siempre me ha parecido
entretenido el EP del baterista, Dale Crover, que parece ser el mejor de los 3 artefactos, el que ahora escucho no
me parece mucho más iluminado que el de Joe. El tema inicial,
“Isabella”, suena a Melvins puro, y es bien breve. Luego viene un
pajeo “industrial” titulado “Porg”, que lamentablemente
anunciaba los derroteros por donde se iba a decantar la banda e su ya
demasiada larga existencia posterior. En el tercer tema, que no es
malo y se llama “Annum”, la cosa ya derechamente se parece
demasiado a Nirvana, y no es raro porque Dave Grohl está en la
batería con el seudónimo blackflagero de Dale Nixon (nombre que
usaba Greg Ginn cuando tenía que además de tocar guitarra grabar el
bajo, por ejemplo en el glorioso album My war. ¿Para qué? Mejor me
hubieran invitado a mi. Pero bueno, no me invitan ni a las reuniones
de Disturbio Menor). La verdad es que parece un tema del album
Houdini, producido por el finao Kurt Cobain. Cuarto tema y final,
“Skeeter”, que aunque no está nada mal, no debería contar como
tema de Melvins, porque es de Grohl. Qué injusto. Por lo menos según recuerdo Joe
Preston cumplió a rajatabla con la idea de hacer el EP completamente
solo, sin colaboradores de mierda, aunque listaba colaboraciones de algunos alter ego. Y parece que le gustó tanto tocar
solo que ya lleva años haciéndolo en su maravilloso proyecto The
Thrones. En fin, cualquiera de estos 3 EPs es mejor que muchas de las mierdas que hicieron después, por ejemplo y por citar una bien hedionda, el disco en vivo de la Melvins/Fantomas Big Band. Es imposible juntarse con gente como Mike Patton y no salir afectado negativamente por la experiencia.
El 5 y 6 de octubre de 1988 tal cual lo recuerdo hoy
Estoy seguro que hace 4 años, en el
famoso año 2009, escribí algunos recuerdos e impresiones acerca del
aniversario del “triunfo del No”. Y estaban anunciados como
“Parte 1”. De hecho, la prueba de que alguna gente lee esto me
llegó cuando durante una tocata de Malgobierno en una calurosa tarde
de noviembre o diciembre de ese mismo año alguien me dijo que estaba
esperando la segunda parte. Prometí escribirla alguna vez. Y para
que sea más espontánea y fresquita, la escribiré ahora sin releer
la parte 1.
Los recuerdos ahora me vienen gatillados por la cantidad
de basura que la “industria cultural” ha producido estos últimos
tiempos en relación tanto a los 40 años del golpe como a la
“recuperación de la democracia”. Necesitaría un análisis
detallado en sí mismo todo el carácter de esta maniobra, la curiosa
pero esperable manera interesada e ideológica (y recuerden que la
ideología es siempre servidora de la clase dominante) que nos reescribe y configura ahora la versión en definitiva oficial acerca de la
historia no tan reciente. Por supuesto que en este esfuerzo se trata a la historia de una manera en que
las luchas de clases y la violencia permanente entre dominadores y
dominados brilla por su ausencia, y lo que pasa a primer plano es
cualquier otra cosa. Por ejemplo, en la película “No”, que aún
NO he visto, aparentemente y tal como dijo hace poco en un texto
Héctor Kol, la gran ausente es la generación que entregó lo mejor
de su adolescencia y juventud perdiendo el miedo y saliendo a la
calle con las tremendas consecuencias en cuanto a sangre, represión,
tortura y muerte que implicó el enfrentarse al aparato de dominación
capitalista por el terror de los milicos, y los protagonistas de la versión cienematográfica de esta historia son una
variedad de empresas capitalistas conocidas como “agencias de
publicidad” y sus funcionarios. En fin, no me explayaré aquí ahora sobre todo eso,
que de hecho merece ser puesto en el tapete, sino que me centraré en
los recuerdos del 5/6 de octubre de 1988, gatillados en parte por la
contemplación de algunas imágenes de archivo en los noticieros de la tele.
Tal cual todos han dicho, la gente ese
día fue a votar temprano, porque flotaba en el ambiente la idea de
que Pinochet no iba a reconocer el triunfo del No, y que por ende iba
a haber fraude para decir que ganaba el Sí, o un autogolpe.
Curiosamente, y revelando la pila de mierda que tenían en la cabeza
el grueso de los izquierdistas autoritarios de distinto signo que
abundaban en esos tiempos, ese escenario gustaba a quienes apostaban
por la posibilidad de conducir una rebelión popular que los pusiera
al fin al frente del poder estatal/gubernamental. Todos los rábanos
estaban acuartelados, y los días previos se les había visto
haciendo a viva voz comentarios acerca de los cursillos recibidos y
detalles tales como la manera correcta de apagar el napalm casero
ante un accidente en que uno saliera lesionado (no con agua sino que
apretando el lugar del cuerpo en que te hubiera saltado esa ingeniosa
pasta encendida resultante de la mezcla de bencina con plumavit).
Algunos ultrones más trasnochados y seudo-blanquistas (y que me
disculpe don Luis Augusto Blanqui) creían que lo mejor era
derechamente ir y votar Sí “para agudizar las contradicciones”.
En una sensatez que rara vez he vuelto
a demostrar, yo creía que tanto el capitalismo global como la clase
dominante nacional necesitaban ir bajando la velocidad del tipo de
terrorismo que necesitaron imponer por algo más de década y media,
y que en cierta forma necesitaban “democratizar” las formas para
dominar más y mejor. También creía que votar era una trampa
mortal, puesto que en ese acto se legitimaba irrevocablemente la
Constitución guzmanista/pinochetista. Pero era una hipótesis...la
verdad es que nada estaba garantizado y por eso el ambiente previo a
esos días lo recuerdo como de gran nerviosismo, discusiones y dudas. Lo más
significativo para mi generación, en todo caso, era el hecho del
enorme cambio del tipo de hegemonía dentro de la izquierda realmente existente, donde la percepción hasta un año antes (86/87) era que
la mayoría de los jóvenes de izquierda estábamos a favor de una
ruptura insurreccional y no veíamos otra manera de derribar a
Pinocho, pero donde desde fines del 87 y a duras penas al inicio
una tienda tras otra empezaron a llamar a inscribirse en los
registros electorales y luego a votar No (¡como sería de impopular
y doloroso que no hacían los dos llamados de una vez!). Todo cambió después de eso, y la hegemonía de los reformistas duró dos décadas y aún no se acaba. Aún
recuerdo cómo a fines del 87 en la USACH un lote enorme de la fauna que
hasta el día de hoy quedamos referidos como “ultraizquierdistas” le
gritábamos a socialistas almeydistas y jotosos esta bonita consigna: “¡Aunque duela la
verdad, inscribirse es claudicar!”. En las filas de la
ultraizquierda quedamos a partir de ahí cada vez más pocos, y la mayoría deliraron
hasta el punto de apoyar tesis huevonas como la de que era mejor si
ganaba el Sí: Nótese que esa tesis es tan electorera como la otra,
y parte de la base de que la gente es irremediablemente imbécil así
que merece ser engañada.
Otra cosa que recuerdo muy bien es que
tampoco era cosa de llegar y despreciar los efectos que generó la
campaña por el No a nivel masivo. Bastó con la primera noche de
franja televisiva y miles y miles de personas perdieron el miedo y
salieron a las calles...lamentablemente, con la idea de que bastaba
con sacarse a Pinocho de encima y de que había que “recuperar”
la misma vieja y podrida forma de dominación contra la que
generaciones enteras de proletarios habían luchado en las décadas
anteriores. Borrachera democrática decían mis jefes trotskistas. Y
hasta ellos se emborracharon, con el agravante de llegar tarde y mal
y tomarse apurados y hasta el fondo los peores copetes (Digresión
troskológica: La sección chilena de la Liga Internacional de los
Trabajadores- Cuarta Internacional) se había mantenido al margen del
proceso electoral, hasta que CUANDO YA ESTABAN CERRADOS LOS REGISTROS
ELECTORALES por intervención directa de unos jefes argentinos que
nos visitaron se llamó a votar No, “para no aislarse de las
masas”. OK.).(Al menos los estalinistas de mierda del PC-AP
tuvieron mejor olfato y llamaron muy luego a votar No, adelantándose
incluso al otro “PC”, decisión que en un momento hasta los hizo
“simpáticos” a los ojos de la prensa democrática y
concertacionista).
El 5 de octubre progresó con la oreja
pegada a la radio, y yendo al estadio nacional a ver en terreno qué
pasaba. Viendo el conteo de votos, daba la impresión que la cosa
estaba peleada, pero que ganaba el No. Más tarde me junté con unos
vecinos de la JRME. Nos dejábamos alegrar parcialmente por el
ambiente y actitud de familiares y amigos, pero con una sensación
amarga. Aprovechamos de salir a rayar con unos espray que nunca
faltaban en esos años. En avenida Grecia con Ezequiel Fernández,
importante bastión de lucha en los años previos, un solo
encapuchado solitario trató de prender un neumático, sin mucho
éxito, y una vieja le gritaba: “Anda a acostarte cabro hueón
antes de que te maten”. Mi amiga mirista rayó: “A pesar de todo,
venceremos”.
Unas fumadas, unos sorbos, y a
acostarse algo tarde. Hasta el día de hoy mi viejo dice que vió
pasar tanquetas a medianoche por los 3 Antonios.
Al otro día temprano, parto con otros
troskos que vivían cerca al centro. Llegamos a la escuela de
Ingeniería en Beaucheff. Mucha gente. Hegemonía total del
izquierdismo democrático universitario, en actitud no combativa sino
festiva. Marchamos a Alameda. Los pacos se asoman pero no reprimen
directamente al principio. De todas formas, no hay neumáticos ni
molotovs ni hondas. Pura felicidad sociodemorabanita, entregados a la consigna favorita del día: "Lo cagamos con un lápiz".
En la Alameda transcurre la mañana, la tarde, y empieza a llegar cada vez
más gente. Una marea humana que no para de crecer. Todos decimos “A La Moneda”, como si el poder del
capital/Estado pudiera situarse justo ahí. Pero en realidad no,
estoy puro hueveando: en esos tiempos no ví nunca a nadie que
pensara en esos términos. Todos tenían tenían (teníamos) marcado
el chip Dictadura/democracia. Con distintos apellidos.
En un momento,
en Ahumada, unos giles con la oreja en una radio comienzan a decir
“¡renunció, renunció!”. Mar de abrazos. Pero era una falsa alarma. En todo caso, en esos momentos esa era obviamente la idea para muchos:
concentrarse ahí miles y miles hasta que el dictador asesino se
fuera pa la casa. En ese contexto hasta podría haberse intentado (y resultado) “sin
odio, sin violencia”, a la manera que cacareaban los no violentos de la desobediencia civil, porque la verdad es que casi nadie estaba en
actitud violenta: patéticamente la gente abrazaba a los pacos y hasta les entregaba flores. Con
tanta sangre derramada por los verdes era un espectáculo muy chocante y triste
de ver. Y pese a esos gestos, los pacos culiaos insistían en huevear a la gente y disolver la concentración espontánea que por cierto ningún partido convocó.
¿Y qué es lo que ocurre entonces?
Troncoso, un bastante conocido dirigente del “PC” del ambiente de
los trabajadores de la construcción se sube a un Huáscar (el
lanzaaguas blanco y negro del momento, algo más grande que el viejo
Guanaco, pero bastante pequeño en comparación a las bestias que vinieron después a engrosar las filas del armamento policial antidisturbios), y desde arriba, usando
los altavoces de los pacos, ¡comienza a llamar a toda la multitud a
hacer abandono del lugar e irse pacíficamente a celebrar el triunfo
en sus hogares! Pese a que a mi corta edad de 17 años ya esperaba
cualquier cosa de esa organización jerárquica, socialdemócrata de izquierda, y autodenominada “marxista”,
esa imagen me impresionó. ¿No eran estos mismos rábanos los que estaban
acuartelados pocas horas antes cruzando los dedos para que estallara la
rebelión? En fin...¿qué habrán hecho con todo el napalm casero? Ciertamente que no llevaron a la Alameda.
Eso sería en relación a esa histórica
jornada. Anoche soñé que estaba hablando con Aylwin (¡puaj! ¡qué
le pasa a mi inconsciente?) y le decía: “Sigo creyendo que no
había que votar, que era una trampa, que se legitimó para siempre
la arquitectura institucional pinochetista”, y él me decía, “¿Y
qué había que hacer entonces según tú?”, y yo le decía: “Por
lo menos, no ayudar a legitimar los planes de la dictadura, y seguir
apostando por la insurrección”, a lo que él replicó: “Pero esa
insurrección hubiera sido necesariamente violenta”. Y yo le
decía: “No necesariamente tan violenta como lo que vino después”.
Ayayay. En mis sueños sigo siendo un demócrata de izquierdas.
Para empezar, calentar el ambiente con
un poco del free jazz bruto y europeísimo que hacían los dos Peter
(Kowald RIP en contrabajo) y Sven-Ake en 1967/8.
Luego, rock en español.....No: en
verdad, la canción que más he escuchado y cantado la última
semana, porque León lo pide:
2-Nuestro México febrero 23. Mucho
mejor (y con letra completa) que la versión de Intillimaiden. En el
video se pueden apreciar carrancistas y gringos colgados de los
postes por las tropas de Pancho Villa.
3-"Yesternow". Segundo track del Tributo a Jack Johnson (Miles Davis).
No se acredita en el disco, pero acá tocó guitarra Sonny Sharrock
además del Macloflin, aunque sólo en los minutos finales, con un
Echoplex. En Right Off (el primer track) Herbie Hancock pasaba por ahí a dejar una copia de su
pimer longplay cuando su jefe lo obligó a enchufar un farfisa e
improvisar algo. Esa es la actitud de un líder. Un negro negrero.
Pero el trabajo esclavo rinde frutos. ¿Cuanto le habrán pagado a
Sonny?
4-Father can´t yell (Can). Comunismo,
Anarquismo, Nihilismo. Padre, no puedo gritar. Eso. Así. Del primer album, "Monster Movie" (68/69), cuando cantaba un gringo (Malcom Mooney) que se volvió (más) loco y tuvo que regresarse a su país (como en la canción de Pancho Villa). Después de eso subieron a cantar a un japonés que encontraron cantándole al sol en una plaza. Creo que vino a Chile hace poco.
5-Paseaba el pueblo sus banderas rojas
(Violeta Parra). Salió el año pasado un CD cuádruple con sus
grabaciones para EMI-ODeón (1954-1966). Hasta ahí reconocen que EMI la trató bastante mal. Aguante Violeta. Ella está más allá del bien y del malo. Y muy por encima por encima de dadá y el punk.
Y para rematar, antes de abrir la
cerveza de las 12:
6-Pánico (los KK). Faltaba un poco de
punk rock, no es cierto? la sensación que aquí describen no parado de incrementarse en el último par de décadas.
DIE KREUZEN. Century days. Touch and go
records 30, 1988.
Banda ultra rápida y furiosa en sus
inicios, y a estas alturas mucho más calmada y reflexiva. En cierta
forma, un proceso parecido al que sufrió HÜSKER DÜ. Al igual que
con ellos, si bien cuesta un poco acostumbrarse al sonido “maduro”,
a la larga a viejos culiaos que el 88 teníamos 17 años nos gusta
igual y se nos asoman lágrimas recordando viejas andanzas y
contrastando esos tiempos con el estado actual de nuestras vidas, del
rock and roll, y del mundo. En vez de los textos, vienen reflexiones muy breves motivadas por la música. Por ejemplo en BITCH MAGNET: "El tiempo pasa tan lento. Pareciera que he gastado todo mi tiempo completamente solo". Terminan con un instrumental, HALLOWEEN. Post-hardcore para cuarentones
melancólicos.
La Responsabilidad del
Estado Frente a la Protección de los Funcionarios Policiales.
El Estado ha entregado a las Fuerzas de Orden y
Seguridad la vital función de proteger y defender a los intereses
comunes y privados, dando eficacia y cumplimiento a las leyes. La
renuncia al derecho de defender dichos intereses de forma particular,
en maneras incluso violentas, trae consigo la necesidad de que la
defensa llevada a cabo por el Estado, a través de las policías, sea
plena y eficiente. Proporcionar herramientas a dicho efecto es, por
tanto, responsabilidad del Estado como un todo.
La responsabilidad que emana
del cumplimiento de la función policial requiere que el Estado sea
especialmente exigente en la observancia de estándares de conducta
apropiados por parte de las fuerzas policiales. En Chile, los
miembros de las Fuerzas de Orden y Seguridad deben mantener un
elevado nivel de compromiso y profesionalidad en el ejercicio de sus
funciones. La infracción de sus deberes profesionales o civiles está
sujeta no sólo a las sanciones establecidas
para cualquier ciudadano, sino, además, a diversas medidas
disciplinarias propias de su cargo y no aplicables a otras personas,
que pueden llegar hasta a la medida de baja.
Sin embargo, dicha mayor exigencia aplicable a
los funcionarios de las fuerzas policiales, en el cumplimiento de sus
funciones, debe ir acompañada de la provisión de los medios
necesarios para cumplirlas de manera eficiente. Dentro de dichos
medios se encuentra, por supuesto, la existencia de sanciones
efectivas para aquellas personas que perturban e impiden
ilegítimamente el cumplimiento de la labor policial, sea mediante la
mera desobediencia, sea atentando directamente en contra de los
funcionarios policiales.
Cuando un funcionario policial, a quien se
exige un alto grado de diligencia y profesionalismo, se ve expuesto a
agresiones de toda índole, tiene la legítima expectativa de que el
Estado, a través de sus instituciones pertinentes y de
conformidad con las leyes, establecerá sanciones que, finalmente,
disuadirán a los ciudadanos de incurrir en dichas conductas. Cuando
ello no ocurre, se genera en el funcionario una justificada sensación
de abandono e injusticia que, inevitablemente, puede llevarlo a
infringir sus propios deberes, exponiéndose a responsabilidad civil,
penal y administrativa y, de paso, exponiendo también a su
institución y al Estado.
Se ha observado una perniciosa tendencia, de
parte de ciertos sectores de la ciudadanía, a menospreciar, denigrar
y, en definitiva, desechar la labor del Estado y sus instituciones,
afectando, en definitiva, la función policial del Estado. Esto
perjudica profundamente los procesos democráticos, genera
desconfianza en las autoridades públicas y el Estado de Derecho y
termina por socavar las legítimas expectativas de los ciudadanos
frente al Estado y las leyes.
La primera línea visible del Estado, en su rol
policial, está constituida por las Fuerzas de Orden y Seguridad. Son
ellas, y más precisamente sus integrantes, ciudadanos - y personas -
tal como los demás, las que deben soportar el impacto del
menosprecio y la resistencia injustificada a una labor que cierta
parte muy minoritaria de la ciudadanía parece no comprender o
aceptar.
Este fenómeno ha derivado
en un convencimiento, extendido entre dichos sectores, de que
ultrajar e insultar a los funcionarios policiales, por el solo hecho
de llevar uniforme o cumplir con su deber, está justificado y es
correcto. Esto no tiene justificación moral ni jurídica en una
sociedad democrática en la que “los
derechos de cada persona están limitados por los derechos de los
demás, por la seguridad de todos y por las justas exigencias del
bien común, en una sociedad democrática”
(Convención Americana sobre Derechos Humanos, artículo 32.2).
(Del MENSAJENº092-361/, proyecto de "ley mi cabo").