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martes, mayo 22, 2018

CdL MAYO/ Actividad en Lecheros este jueves 24 




"Hace 50 años el mundo ardía por los cuatro costados. Lo que hoy nos venden como una mera revuelta cultural estudiantil era en realidad el Segundo asalto proletario contra la sociedad de clases.

Tal como de la oleada revolucionaria global iniciada en 1917 el Espectáculo aísla la revolución rusa presentándola como un evento singular, del proceso mundial que estalló en 1968 nos quieren hacer creer que se trató básicamente de una “revolución de las flores” hecha por hippies y estudiantes franceses. Lo que se cuidan bastante de no reconocer es que en movimiento de las ocupaciones en mayo/junio en Francia fue iniciado en las universidades pero se extendió a las fábricas y a la sociedad en su conjunto, en la mayor huelga general salvaje que se conozca, con 11 millones de trabajadrxs rebelándose contra el Estado/Capital y también muy fuertemente contra sus supuestas representaciones sindicales y partidistas.

Después de décadas de contra-revolución (Franco, Stalin, el New Deal, etc.), tras el aplastamiento del Primer asalto (primero entre 1917 y 1923, y luego definitivamente en 1936/7) el proletariado revolucionario volvía a asomar su cabeza cuestionando al reformismo y la supuesta división del mundo en dos bloques: el capitalismo democrático occidental, y el capitalismo burocrático del Este.
A la hegemonía absoluta del estalinismo y la socialdemocracia se le opuso el resurgimiento y actualización de las corrientes radicales que se creían muertas y enterradas: la revolución social de los consejos obreros, y el encuentro entre las expresiones no-dogmáticas del anarquismo y el marxismo, en busca de una síntesis superior, tal como la esbozaron la Internacional Situacionista y el Movimiento Ibérico de Liberación (entre otros).

Las luchas del proletariado negro y juvenil en EE.UU., las luchas de “liberación nacional” en el llamado Tercer Mundo, la rebelión contra el capitalismo de Estado y sus burguesías rojas en diversos países del “bloque socialista”, además de una serie de iniciativas de acción directa y resistencia armada en el corazón del Imperio (de Alemania a Japón), teñirán de rojo y negro el mundo, con Cordobazos y cordones industriales, Brigadas de la cólera, centros sociales ocupados y días de rabia, de Francia y México, Washington y Praga, a Chile y Japón, en un proceso cuyos puntos más álgidos se dieron a partir de 1968, y más o menos hasta 1977.

De ese proceso el capitalismo hasta ahora triunfante salió bastante reconfigurado, “neoliberal” y “posmodernizado”: unificando y concentrando todas las fases previas de su dominación. Y en ese mundo vivimos hoy.

A 100 años del primer asalto, y 50 del segundo, la única salida para la humanidad liberada es accionar el freno de emergencia y descarrilar el tren del progreso capitalista, antes de que sea demasiado tarde y termine de hundir al planeta en la catástrofe".

(Comunidad de Lucha N° 5, MAYO 2018).

                                                                                         
                                                                                                
             
"Las cifras de condenas por delitos de terrorismo post reforma procesal penal revelan que se emplea la ley de conductas terroristas para llevar adelante una investigación conforme al estatuto procesal restrictivo de garantías que la ley n° 18.314 contempla, incluidas las restricciones constitucionales, sin que finalmente en las sentencias, cuando éstas son condenatorias, los jueces califiquen los delitos como terroristas. De esta forma, la ley de conductas terroristas se emplea como herramienta procesal para fines de eficacia de la investigación, más que para obtener una sanción agravada por la especial condición de la conducta que se comete.

Finalmente, una valoración global de la jurisprudencia analizada muestra el carácter de herramienta política que tiene la ley de conductas terroristas, en donde la amplitud del tipo penal juega un papel oscilante según los vientos que corran. Así lo demuestra el malabarismo jurídico de los fallos de los inicios de la transición democrática, para no aplicar el estatuto terrorista ni a la violencia insurgente ni a la violencia de Estado, consiguiendo un efecto adverso, que es asimilar ambos tipos de violencia.

Lo demuestra también el que organizaciones de izquierda pasaran automáticamente de ser héroes a terroristas no solo en el imaginario colectivo, sino también en los razonamientos judiciales. Los autores del atentado a Pinochet no fueron condenados por delitos de terrorismo, pero aquellos que, perteneciendo a la misma organización atacaron a funcionarios policiales, por ejemplo, post 1991, sí lo fueron.

Pero sin duda donde mayormente se observa este carácter es en la confusión entre responsabilidad penal con responsabilidad política, como sucede en casos tan disímiles como el atentado a J. Guzmán, y el juicio contra los lonkos Pichún y Norín. El estereotipo y el prejuicio, que es una de las cuestiones que la Corte Interamericana de Derechos Humanos le reprocha al Estado de Chile en el caso Norín Catrimán vs. Chile, sigue observándose en el tratamiento de la criminalidad asociada al conflicto territorial mapuche, aunque no haya condenas por este tipo de delitos, pues la ley de conductas terroristas ha seguido usándose para sustanciar las investigaciones judiciales.

Todo ello nos llama a revisar la necesidad y pertinencia de una reforma a la ley n° 18.314, pues tanto las cifras de condenas reales, dos entre 2000 y 2016, y ambas contra una misma persona (un ex colaborador de las policías), así como los razonamientos judiciales ya latamente comentados, nos conducen a pensar que el derecho penal sustantivo y procesal común es el camino adecuado para sancionar las conductas que en nuestro país hoy se investigan bajo la calificación terrorista".

(Myrna Villegas, Tratamiento jurisprudencial del terrorismo en Chile (1984-2016), Política Criminal N° 25).

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viernes, mayo 18, 2018

La lógica del género y la comunización (Endnotes/2&3 DORM) 

Finalmente ya está en línea el cuarto cuadernillo de la serie excursos de 2&3 DORM. Pronto (?!) en papel.




Notas introductorias

Los defensores del orden afirman que la prostitución es el trabajo más viejo del mundo, para nunca decir que la más vieja prostitución del mundo es el trabajo. —Boletín La Oveja Negra

Nadie es otra cosa que su patrimonio, sus ingresos, su posición y sus oportunidades. La máscara económica y lo que hay tras ella coinciden en la conciencia de las personas hasta en los pliegues más sutiles. Cada cual vale lo que gana, cada cual gana lo que vale. Experimenta lo que es en las alternativas de su vida económica. No se conoce como otra cosa. —Adorno y Horkheimer

En 1846 se publicó un poco conocido trabajo de Marx llamado Peuchet: acerca del suicidio en la revista renana Gesellschaftsspiegel. Se trata de una traducción comentada de una serie de casos extraídos de los archivos policiales de Peuchet, funcionario de la restauración francesa. Tres de las cuatro historias recogidas en el texto refieren a mujeres. Se presenta el caso de una joven costurera que se arroja al Sena como resultado de la cólera de sus padres luego de pasar la noche en casa de la familia de su novio; la historia de una joven casada que se mata después de estar sometida al encierro violento administrado por un marido herido por su repentina deformidad; y el caso de una joven huérfana rica que, embarazada de su tío y sin poder abortar, prefiere saltar a un pozo. En cada caso, el suicidio se convierte en el recurso más extremo contra los males de la “vida privada” a la que estaban condenadas las mujeres en tanto propiedad de sus maridos y padres. En la reseña de estos casos Marx pone de manifiesto el carácter social del impulso autodestructivo que atraviesa a los individuos sometidos a los imperativos y restricciones específicas de la comunidad del trabajo asalariado.

Según los análisis de Marx, lo que diferencia a la sociedad capitalista moderna de otras sociedades no capitalistas es que en ella el trabajo se constituye como forma de mediación social. Se trata de una nueva forma de interdependencia social donde las personas no consumen lo que producen, ni sus productos son distribuidos de acuerdo a las normas de la tradición, relaciones de parentesco o de dominación personal, sino que el trabajo mismo, más concretamente, la venta de la capacidad para trabajar, se transforma en la condición esencial para el acceso a los medios de vida. El que las relaciones sociales se constituyan por el trabajo es una cuestión única desde el punto de vista histórico y genera formas de dominación impersonales y abstractas que abarcan la totalidad de la existencia social. Los textos que presentamos a continuación se abocan a la tarea de desentrañar la naturaleza históricamente específica de la relación hombre/ mujer en el capitalismo.

Estos textos buscan entender cómo la división antagónica de la humanidad en hombres y mujeres —sobre la base de una diferencia anatómica que determina roles sociales específicos y atributos subjetivos peculiares— sirve a la reproducción del orden social basado en la acumulación del (supuesto) (1) valor que el trabajo asalariado produce.

A lo largo del siglo xx, distintos movimientos feministas han apuntado a diferentes aspectos de la sociedad capitalista donde se objetiviza el lugar subordinado de las mujeres: la asignación naturalizada del trabajo doméstico y reproductivo, la violencia misógina, la feminización de la pobreza, la desigualdad salarial, etc. Sin embargo, ninguno de estos aspectos considerados de manera aislada puede ayudarnos a entender por qué aquellos asignados al destino mujer ocupan un lugar “especial” para el Capital ni menos por qué la categorización de la humanidad en hombre/mujer, o el género como categoría esencial de existencia social, es necesario para la expansión del modo de producción centrado en la extracción de trabajo. Creemos que esta cuestión debe ser abordada por la crítica anticapitalista para que nuestra lucha en actos termine de una vez por todas con la totalidad de las condiciones que enajenan cotidianamente nuestras fuerzas vitales y someten la satisfacción de nuestras necesidades al cálculo de la ganancia. Hoy es más importante que nunca realizar esta tarea crítica, pues asistimos a la más profunda crisis de reproducción de la relación capital-trabajo. Por todas partes los síntomas de la desintegración se dejan ver: tanto en la creciente velocidad de destrucción de la base natural de las sociedades, como en las epidemias de las masacres masivas y la soledad allí donde el capitalismo se ha desplegado de forma más total (2).

 El texto que abre este dossier, La comunización y la abolición del género, ofrece un primer recuento sobre la génesis de la cuestión del género al interior de la corriente comunizadora. Sin ánimo de hacer proselitismo político ni de abanderarnos por tal o cual teoría, nos parece importante publicar este texto, pues, a diferencia de otros análisis, la teoría de la comunización recupera la perspectiva de una tradición de lucha centrada en la abolición concreta e inmediata de las relaciones capitalistas en las que los trabajadores se reproducen a sí mismos como trabajadores. Según esta corriente, la revolución adquiere esta forma particular, pues el propio desenvolvimiento de la relación capital-trabajo, al exacerbar las diferencias entre los miembros de la clase trabajadora, ya no le permite a los proletarios afirmar su identidad como tales y organizar su lucha sobre esta base. Por lo tanto, la abolición de todas las divisiones de la vida social se presenta como la única alternativa posible para superar la creciente desintegración. Esta abolición solo puede ser llevada a cabo de manera directa por quienes están sometidos a la relación de clase y supone acabar con todas las categorías de socialización que articulan la totalidad capitalista (mercancía, trabajo, dinero, valor, Estado, etc.). En este sentido, nos parece importante el aporte de este texto, pues elabora, entre otras cosas, al respecto de la necesaria abolición de la relación de género, junto con la clase, en la praxis revolucionaria.

En cuanto al segundo texto, El circuito basado en el género: Leer El Arcano de la Reproducción, se trata de una revisión de las ideas centrales de un trabajo desechado por la tradición marxista que responde a la importante pregunta de cómo llega la fuerza de trabajo lista para ser consumida por el Capital al mercado de trabajo. Nos parece necesario incluir este texto, puesto que sirve como una primera aproximación a las categorías que luego serán desarrolladas en extenso, aunque con algunos cambios, en La lógica del género. Como veremos, la teorización que se expone en este trabajo apócrifo permite situar, por primera vez, la esfera del trabajo reproductivo no-pagado —como una necesaria condición de existencia del trabajo asalariado— dentro del circuito de reproducción del capital, al distinguir entre un tipo de actividades directamente productivas y otras que no lo son y de las cuales los hombres han sido tradicionalmente relevados a través de la estructura de la familia. De este modo, el Capital asigna a la clase trabajadora en general, y a las mujeres en particular, el costo de la reproducción generacional del proletariado.

Finalmente, el texto que cierra el dossier, La lógica del género, realiza la importante labor de criticar los términos binarios heredados del discurso feminista (productivo/reproductivo, pagado/no-pagado, público/privado, sexo/género) que, careciendo de especificidad histórica, no permiten entender las transformaciones en la relación de género a partir de los cambios estructurales de los años 70 (3). Nos parece necesario publicar este texto no solo por su importante labor esclarecedora, sino que también por su aporte a la comprensión de la lógica procesual de la reproducción capitalista. En este sentido, este texto propone dos categorías que permiten comprender el vínculo dinámico entre la producción de valor, la relación de género y la reproducción de la fuerza de trabajo: la esfera directamente mediada por el mercado y la esfera indirectamente mediada por el mercado. Lo que distingue a estas esferas es la reproducción mercantilizada: mientras que las actividades llevadas a cabo en la esfera directamente mediada por el mercado son reconocidas socialmente como trabajo mediante el salario, aquellas que ocurren en la esfera indirectamente mediada por el mercado no cuentan con tal reconocimiento social aunque son fundamentales para la reproducción del sistema basado en la extracción de la capacidad para trabajar.

Lo interesante de esta teorización es que demuestra que la reproducción del Capital ocurre en esferas duales dentro del mismo modo de producción basado en el trabajo asalariado. La separación de las esferas mencionadas anteriormente se deduce a partir del análisis de la esencial contradicción capitalista entre el valor de uso y el valor de cambio de la mercancía fuerza de trabajo. Como veremos, puesto que el valor (de cambio) de la fuerza de trabajo equivale solo al tiempo necesario para producir los medios de subsistencia que entran en el proceso de su reproducción, el trabajo que transforma esos medios de subsistencia en capacidad viva de trabajo es vuelto estructuralmente no-trabajo. Así pues, la producción de valor, cuya fuente reside en el consumo del valor de uso de la fuerza de trabajo, presupone la separación de las esferas directamente e indirectamente mediadas por el mercado.

Con respecto al género, este se define como el anclaje de cierto grupo de individuos a una esfera específica de actividades sociales (la esfera indirectamente mediada por el mercado). Este proceso ha operado históricamente de maneras diversas: primero, en la distinción de ciudadano/otro —que distinguía entre aquellos individuos que podían vender su fuerza de trabajo directamente (trabajadores libres) y aquellos condenados a hacerlo indirectamente a través de los que gozaban de la libertad capitalista (libertad de los medios de producción y libertad para venderse)— y, una vez que la diferenciación estructural fue inscrita en los cuerpos “biológicos” de los individuos, como una etiqueta de precio menor para la fuerza de trabajo de aquellos asignados al destino mujer.

Para finalizar, quisiéramos hacer un alcance con respecto a un proceso característico de aquellas sociedades industrializadas donde el Estado de bienestar está en crisis y que es descrito en La lógica del género como la “emergencia del abyecto”. Este proceso refiere al hecho de que las actividades reproductoras de la fuerza de trabajo, que antes eran provistas por el Estado como servicios, ahora son privatizadas bajo las demandas de la austeridad y se convierten en la carga del proletariado y sus mujeres. Creemos que en las sociedades que no conocieron un Estado de bienestar desarrollado este proceso puede observarse como una continua precarización de los pocos servicios que todavía son financiados (parcial o totalmente) por el Estado. Un ejemplo de lo anterior es el caso de Chile que durante la época de la dictadura militar en los años 70 atravesó un intensivo proceso liberalización y privatización de los servicios sociales. En este lugar se observa un sostenido deterioro en la calidad de servicios tales como la salud y educación pública. A raíz de esto podemos observar todo tipo de intentos por organizar colectivamente esas labores reproductivas y de cuidados. Sin negar el potencial transformador que puede estar contenido en estas formas de autoorganización, este proceso usualmente tiende a reafirmar el género, procurando las condiciones para la mantención cada vez más precaria de la fuerza de trabajo en la época de la crisis.

Si puede servir de aliento para quienes enfrentan estos textos por primera vez basta decir que este material es necesario para la crítica anticapitalista porque desarrolla un lenguaje común con el que nombrar las relaciones que dan forma a nuestra condición. Si la contribución de estos textos se redujera solo a eso sería, sin lugar a dudas, tremenda, considerando el grado de confusión que reina —también— entre los que estamos tratando de entender la catástrofe humana y planetaria en la que estamos inmersos.
Invierno de 2018, Galaxidi


1.- Decimos “supuesto valor” para señalar que nuestra actividad práctica produce objetos, servicios, conocimientos… no valor. El valor es la forma que adquiere nuestra actividad bajo la dictadura capitalista, es una abstracción social que determina el consumo de nuestra capacidad para trabajar, pero no un producto directo de esta. Quizás lo más correcto sería decir que solo en la sociedad capitalista el trabajo “produce” valor.

2.- A propósito, quisiéramos ofrecer algunos ejemplos bastante ilustrativos de la dimensión de la miseria. En Estados Unidos los jóvenes enfrentan la muerte en masa en las escuelas: según algunas estadísticas oficiales, en las primeras 6 semanas del 2018 hubo 18 tiroteos masivos en diferentes escuelas a lo largo del territorio, lo que arroja, en promedio, una matanza escolar cada 60 horas en lo que va del año. Por otro lado, en Japón la gente muere sola. La primera vez que este fenómeno llamó la atención de la llamada “opinión pública” fue el caso de un hombre de 69 años cuya muerte pasó desapercibida por tres años. Y es que en la miseria capitalista nadie nota la muerte de un solitario que sigue pagando las cuentas mediante transferencias electrónicas automáticas. Sin embargo, cuando los ahorros del cadáver se agotaron en el 2000, las diligentes autoridades se aparecieron en el departamento solo para encontrarse con un esqueleto tumbado en el piso de la cocina.

3.- A partir de esta década se observa la creciente importancia del sector de los servicios para la acumulación capitalista. Según un estudio realizado por la UNCTAD, entre 1980 y 2015, el peso de los servicios en el producto interno bruto aumentó a nivel global de manera excepcional. En las llamadas “economías desarrolladas” este aumento fue del 61% al 76%, mientras que en las “economías en desarrollo” fue del 42% al 55%. Así mismo, se estima que a nivel global el sector de los servicios emplea al 49% de la población. Particularmente, el 75% del total de los trabajadores de las economías desarrolladas se encuentra empleado en el sector de los servicios, mientras que en las economías en desarrollo alcanza un 44%. Este giro ha sido denominado por algunos como el “giro feminizador” de la economía porque esta tendencia ha incorporado masivamente a las mujeres a la explotación capitalista. A propósito, según otro estudio realizado por la OIT, en el 2010 el 75.5% de las mujeres ocupadas en Latinoamérica y el Caribe lo hacía en el sector de los servicios concentrándose en dos ramas particularmente: el comercio (mujeres: 25.6%, hombres: 19.1%) y los servicios comunales, sociales y personales (mujeres: 42.3%, hombres: 16.7%).



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sábado, mayo 12, 2018

La reproducción social, x Maya G. et al 


 Leyendo textos sobre la comunización y la lógica del género, y escuchando en el ambiente idioteces del tipo de las de Rafael Gumucio, cantos sobre "anarcos, jipis, marxistas, todos machistas y la misma mierda", y a varias ex-concertacionistas oficiando de voceras del movimiento de la "toma feminista", me acordé de Maya González, una feminista revolucionaria que sin medias tintas se define como comunista, y me preguntaba si hay textos suyos en español dando vueltas por ahí, y no hay mucho pero por lo menos me encontré con esta entrevista que junto a CM le hicieron a Silvia Federici el 2011, acerca de las mujeres y las luchas contra la mercantilización de la universidad.



Maya González y Caitlin Manning: Has escrito acerca de las luchas universitarias en el contexto de la reestructuración neoliberal. Estas luchas se consideraron una respuesta al intento de privatizar y cercar saberes y conocimientos  comunes ¿Crees que se trata de una continuación de luchas anteriores o de algo nuevo? ¿Ha alterado de manera decisiva la crisis económica el contexto de estas demandas?

Silvia Federici: Yo veo las movilizaciones que están teniendo lugar en los campus estadounidenses, señaladamente en California, como parte de un largo ciclo de luchas contra la reestructuración neoliberal de la economía global y contra el desmantelamiento de la educación pública. Este proceso comenzó en los años 80 en África y América Latina, y ahora mismo se está expandiendo por Europa, como bien muestra la reciente revuelta estudiantil en Londres. Lo que está en juego, en ambos casos, es algo más que una resistencia al “cercamiento del conocimiento”. Las luchas estudiantiles africanas en los 80’ y en los 90’ fueron particularmente intensas porque los estudiantes eran conscientes de que los drásticos ajustes propugnados por el Banco Mundial suponían liquidar el “contrato social” que había conformado su relación con el estado en el período posterior a la independencia, convirtiendo a la educación en pieza clave del avance social y de una ciudadanía participativa. Y también porque, al oír al Banco Mundial decir que “África no necesita universidades”, se dieron cuenta de que los recortes sociales encerraban una nueva división internacional del trabajo que pretendía recolonizar las economías africanas y degradar las condiciones laborales de sus trabajadores.

La historia es similar en los Estados Unidos. El vaciamiento de la educación pública superior a lo largo de la última década debe colocarse en un contexto social en el que, a resultas de la globalización, las empresas pueden desplazar a sus trabajadores por todo el mundo, haciendo de la precariedad una condición permanente del trabajo y forzando constantes re-cualificaciones. La crisis financiera y la crisis universitaria se complementan e imprimen sentido económico a un proceso de acumulación y de organización del trabajo que sólo ofrece a los estudiantes la perspectiva de un futuro de permanente subordinación y de continua destrucción del conocimiento adquirido. En este sentido, las luchas estudiantiles actuales, más que dirigidas a la defensa de la educación pública, se proponen modificar las relaciones de poder con el capital y el estado para recuperar así el control sobre la propia vida.

En este punto, se podría trazar un paralelo con la revuelta de los trabajadores y de los jóvenes franceses contra la decisión del gobierno de Sarkozy de ampliar dos años más la vida laborable. Si sólo nos fijáramos en el período de tiempo que los trabajadores tienen que esperar para jubilarse, no se entendería la vehemente oposición que está teniendo lugar. En realidad, lo que lanzó a millones de personas a la calle y a muchos jóvenes a las barricadas fue la percepción de que esta reforma suponía una pérdida absoluta de esperanza de cara al futuro.

Es esta lectura de los hechos la que singulariza el actual ciclo de luchas universitarias y le otorga una dimensión anti-capitalista más o menos abierta. Una buena prueba de ello es la importancia y el peso que nociones como la de bienes comunes han ido adquiriendo en el discurso estudiantil internacional. El llamado a favor de “saberes y conocimientos comunes” no solo refleja una resistencia a la privatización y  a la comercialización del saber. También refleja la creciente conciencia de que hace falta construir una alternativa al capitalismo y al mercado a partir del presente. Y de que el compromiso colectivo en un proyecto de este tipo no es posible en el entorno académico actual. Matrículas disparatadas, cursos rígidamente ahormados a estrechos objetivos economicistas, clases superpobladas con profesores precarios, mal pagados y cargados de trabajo. Todas estas condiciones contribuyen a devaluar el conocimiento que se produce en las universidades y demandan formas alternativas de educación, así como espacios en los que ésta pueda plantearse. Es a partir de aquí, creo, como deberíamos pensar las “políticas de ocupación de espacios”: como medios de acceso a los lugares que la creación de nuevos bienes y saberes comunes exige.

Maya González y Caitlin Manning: También has descrito la lucha estudiantil y las resistencias globales contra las medidas de austeridad como luchas en torno a dispositivos institucionales de reproducción social, más que de producción ¿Qué aporta esta concepción de las luchas educativas como parte de un conjunto más amplio de disputas en torno a dispositivos de reproducción social? ¿Qué tipo de desigualdades sociales y de explotación laboral perdurarían más allá de este tipo de enfoque?

Silvia Federici: Creo que cabría señalar, ante todo, que el paso de la producción a la reproducción en el  análisis de las relaciones de clase ha sido el producto de una transformación que, de diferentes maneras, ha atravesado los análisis teóricos a partir de los años 70’. Este paso ha sido especialmente visible en algunas aproximaciones críticas tanto pos-estructuralistas como neoliberales, de Foucault a Becker. El principal impulso en esta dirección provino, de hecho, de la propuesta feminista consistente en repensar el trabajo y en redefinir el trabajo reproductivo como la “parte oculta del iceberg” (en palabras de María Mies) sobre el que se basa la acumulación capitalista. Este cambio de perspectiva ha arrojado nueva luz sobre viejos problemas. Nos ha permitido, por ejemplo, pensar conjuntamente una serie de actividades –los trabajos domésticos, la agricultura de subsistencia, el trabajo sexual y de cuidado, la educación formal e informal- reconociéndolos como momentos de la (re)producción social de la fuerza de trabajo.

Esta perspectiva también nos ayuda a leer políticamente los cambios que han tenido lugar en las universidades. El aumento del precio de las matrículas y la mercantilización de la educación pueden verse como parte de un proceso más amplio de desinversión en la reproducción de la fuerza de trabajo, dirigido a disciplinarla. Este proceso comenzó en los años 70’ con la eliminación del ingreso irrestricto y fue una respuesta a las revueltas y a la insubordinación en los campus que tuvo como protagonistas a los jóvenes.

Hacer de la reproducción social el lente a través del cual se analiza la relación capital-trabajo no debería verse, sin embargo, como una operación totalizadora. La reproducción (de individuos, de fuerza de trabajo) no debería concebirse aislada del resto de la “fábrica” capitalista. Recientemente, hemos asistido a algunos desarrollos teóricos (como por ejemplo, el concepto de “producción bio-política” utilizado por Negri y Hardt) que impiden una síntesis adecuada de las relaciones capitalistas, ya que asumen que toda la producción puede ser reducida a la producción de subjetividades, estilos de vida, lenguajes, códigos e información. En este tipo de lecturas, la inmensa lucha que está teniendo lugar a lo largo del planeta, en campos, minas y fábricas, sencillamente desaparece. Y lo hace, irónicamente, en un momento en el que estamos asistiendo al ciclo internacional más agudo de conflictos industriales (en China y en buena parte del sudeste asiático) desde los años 70’

(...)

Maya González y Caitlin Manning: El año pasado, las ocupaciones de edificios y otras formas de acción directa fueron criticadas como estrategias de privilegiados ¿Cómo puede haber acción directa de masas en un país como Estados Unidos donde el aparato carcelario está sobrefinanciado y donde la represión policial continúa recayendo, sobre todo, en la población social y racialmente más vulnerable?

Silvia Federici: Sobre las situaciones que se produjeron en algunos campus de la Universidad de California y sobre la oportunidad de ocupar los edificios no puedo pronunciarme. No participé en aquellas actuaciones y las elecciones tácticas dependen tanto de los equilibrios de poder que cualquier comentario por mi parte resultaría inapropiado. Lo que sí puedo decir es que la acción directa de masas tiene una larga historia en los Estados Unidos -bien ejemplificada por el Movimiento por los Derechos Civiles- a pesar de la existencia de una maquinaria represiva institucional que ha operado con fuerza en diferentes niveles: policía, tribunales, cárceles, pena de muerte. El Movimiento por los Derechos Civiles, primero, y el Movimiento por el Poder Negro, luego, enfrentaron a la policía con sus carros hidrantes y sus perros, enfrentaron al Klu Klux Klan y a la reaccionaria John Birch Society. La propia pregunta que formulan sugiere que no todas las personas de color objetaron la utilización de tácticas más militantes. En todo caso, es cierto que las diferencias de poder entre los estudiantes que se enfrentan a la policía y a las autoridades universitarias deben plantearse abiertamente y discutirse en términos políticos. Y todo ello con independencia de que los edificios se ocupen o no. Por otro lado, además de la mayor vulnerabilidad de los estudiantes pertenecientes a comunidades de color, también hay que tener en cuenta la situación de todos aquellos que no pueden arriesgarse a una detención policial porque tienen niños, o porque tienen familias o porque padecen ciertas enfermedades o discapacidades que les impiden participar en según qué tipo de acciones. Estas son cuestiones de una importancia medular para el movimiento, y conciernen a todos los estudiantes. La predisposición para proteger a quienes están expuestos a consecuencias más duras y para adecuarse a diferentes tipos de iniciativas permite calibrar la fuerza y la seriedad de un movimiento. Sin obviar, claro está, el hecho de que las situaciones de lucha suelen ser muy fluidas y experimentan constantes transformaciones, de manera que quienes no han podido participar ayer pueden ser los primeros en ocupar mañana.

Maya González y Caitlin Manning: De California a Nueva York, las mujeres se han quejado de serios problemas de género al interior del movimiento estudiantil. A pesar de su compromiso activo, muchas se sienten marginadas, desconfían de ciertas dinámicas de grupo y se sienten condicionadas a la hora de expresarse. En algunos casos, incluso, se sienten alienadas por cierto tipo de discurso sexista o machista (como el utilizado en “La acción directa como práctica feminista” [4]). Como mujeres, todo esto nos ha tomado por sorpresa. Tras décadas de luchas feministas de diversa índole, todavía sentimos la necesidad de crear grupos feministas y de encontrar vías colectivas para oponernos al patriarcado. Nos encontramos luchando por abrir espacios que no esperábamos que fueran tan restrictivos ¿En qué medida esta experiencia nuestra difiere o resulta similar a la tuya en los 70’? ¿Qué puede nuestra experiencia actual aprender de las pasadas y viceversa?    

Silvia Federici: La configuración actual de las relaciones de género en el movimiento estudiantil difiere mucho de lo que había en los 60’ o en los 70’. Las estudiantes tienen hoy mucho más poder que las mujeres de mi generación. Son mayoría en casi todas las clases y están preparadas para llevar adelante una vida basada en la autoestima y en la autonomía. Como mínimo de los hombres, aunque no del capital. Lo que ocurre es que las relaciones con los hombres siguen siendo ambiguas y confusas. El aumento de la igualdad oculta el hecho de que muchos de los temas planteados por el movimiento de mujeres continúan sin respuesta, sobre todo en relación con la reproducción. Oculta el hecho de que no hemos conseguido, como mujeres, implicarnos colectivamente en un proyecto de transformación social, y de que con el neoliberalismo lo que ha habido es una re-masculinización de la sociedad. El lenguaje truculento, hiper-masculino, de textos como We are the Crisis, o del artículo que abre After the Fall es un ejemplo acabado de lo que digo. Entiendo perfectamente que haya mujeres que se sientan amenazadas más que reforzadas por este tipo de lenguaje.

El declive del feminismo como movimiento social también ha supuesto que la experiencia de la organización colectiva en torno a cuestiones de las mujeres resulte desconocida para muchas estudiantes jóvenes, con todo lo que ello supone de despolitización de la vida cotidiana. Cómo conciliar el trabajo remunerado con la reproducción de nuestras familias –aprendiendo de la experiencia de las mujeres negras- cómo conservar algo de nosotras para darlo a los nuestros, cómo amar y vivir nuestra sexualidad. Todas estas son cuestiones a las que las estudiantes más jóvenes tienen que responder de manera individual, fuera de un marco político, lo cual es una fuente de debilidad en su relación con los hombres. A esto hay que sumarle que la vida académica, especialmente en el grado, genera un entorno sumamente competitivo, que margina a quienes tienen menos tiempo para dedicarse al trabajo intelectual. Y que la elocuencia y la sofisticación teórica a menudo consideradas, erróneamente, como medida del compromiso político.

Una lección crucial que se puede extraer del pasado es la necesidad, frente a las desigualdades de poder, de que las mujeres se organicen de manera autónoma. Para poder describir por sí mismas los problemas que afrontan y para ganar fuerza a la hora plantear sus descontentos y sus deseos. En los años 70’, nosotros veíamos muy claramente que no podíamos hablar de temas que nos concernían en presencia de los hombres. No hace falta, como denuncian las autoras de “La acción directa como práctica feminista”, que te “silencien”. Las propias relaciones de poder que nos roban la voz también nos expropian la capacidad de describir la manera de operar de dicho poder.

La autonomía, ciertamente, se puede alcanzar de diversas maneras. No tenemos por qué pensar en la autonomía en términos de estructuras permanentemente separadas. Hoy vemos que podemos crear movimientos dentro de los movimientos y luchas dentro de las luchas. Responder, en cambio, a los conflictos que puedan surgir en nuestras organizaciones convocando a la unidad puede ser políticamente desastroso. Otra lección del pasado es que la construcción de espacios feministas autónomos temporales nos puede ayudar a romper con la dependencia psicológica de los hombres, a valorar nuestra experiencia, a construir un contra-discurso y a plantear nuevas normas, como la necesidad de democratizar el lenguaje y evitar convertirlo en un medio de exclusión.
Estoy convencida de que nuestra unión como mujeres y como feministas es un paso positivo, una precondición incluso para superar la marginación. Las mujeres del movimiento estudiantil no deberían dejar intimidarse por la acusación de “divisionismo”. Más que dividir, la creación de espacios autónomos es necesaria, por un lado, para sacar a la luz un amplio listado de relaciones de explotación que nos impiden actuar, y por otro, para exponer ciertas relaciones de poder que, si no se cuestionan, sólo acabarían por propiciar el fracaso del movimiento.


(EXPOSICIÓN DE MAYA GONZÁLEZ SOBRE REPRODUCCIÓN SOCIAL, TRABAJO DOMÉSTICO Y SEXUALIDAD. en inglés).

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miércoles, mayo 09, 2018

Damos vueltas en la noche y somos devorados por el fuego/Cine 68 en MAYO 18. 


Y sin embargo, el sol poniente de esta ciudad soltaba, aquí y allí, resplandores cuando contemplábamos
desvanecerse los últimos días, encontrándonos en un escenario que iba a ser retirado y ocupados de maravillas que no volverán. Fue

Otra muchacha, errante. Art Blakey: "Whisper not."

preciso abandonarla enseguida, esta ciudad que fue para nosotros

 Continuación de las vistas de París.

tan libre, pero que va a caer totalmente en manos de nuestros enemigos. A ello se aplica ya sin remedio su ley ciega, que vuelve a hacerlo todo a su semejanza, es decir, según el modelo de una especie de cementerio: "¡Ay qué miseria! ¡Ay qué dolor! París tiembla."    Será preciso abandonarla, pero no sin haber intentado por una vez tomarla abiertamente; será preciso en fin abandonarla, después de tantas otras cosas, para seguir la vía que determinan 

 Travelling sobre un "Kriegspiel" donde se enfrentan dos ejércitos.

las necesidades de nuestra extraña guerra, que tan lejos nos ha llevado.    Ya que nuestra intuición no fue otra que la de hacer aparecer, en la práctica, una línea de demarcación entre los que aún quieren lo que existe y los que ya no.    Diversas épocas tuvieron así su gran conflicto, conflicto que

Panorámicas sobre un mapa del viejo mundo, del Imperio romano al Imperio chino.

no escogieron, pero en el que tuvieron que escoger su campo. Es la empresa de una generación, por la cual se fundan o se deshacen los imperios y sus culturas. Se trata de conquistar Troya; o bien de defenderla. En cierto aspecto, se asemejan todos estos 

Al inicio de la guerra de Secesión, los cadetes de West Point van a separarse.

Se les lee el texto de un

instantes en que van a separase los que combatirán en campos

juramento de fidelidad a la Unión.

enemigos, y ya no se verán más.

El coronel que manda la Escuela: "Que todo oficial o cadete que honestamente se considere incapaz de inclinarse ante los términos de este juramento, se alinee a al derecha del batallón." Un oficial avanza a caballo y ordena: "Señores del Sur, ¡romped filas!" Los Sudistas corren a formar detrás suyo. El coronel manda cerrar filas a los cadetes restantes, y hace tocar "Dixie", al tiempo que desfilan los que van a partir.

Bonito momento éste en que se pone en movimiento un asalto

La Brigada Ligera, formada tras sus estandartes, empieza su famosa carga en "El Valle de la Muerte", en

contra el orden del mundo.

 Balaklava.

   En su principio casi imperceptible, se sabe ya que, muy pronto, pase lo que pase, nada volverá a ser igual a lo que fue.    Se trata de una carga que pasa despacio, acelera en la carrera, pasa el punto a partir del cual ya no hay retirada posible, e irrevocablemente va a estallar sobre aquello que parecía inexpugnable; aquello que era tan sólido y tan defendido, pero que estaba destinado sin embargo a ser sacudido y deshecho. He aquí pues lo que hicimos cuando salimos de la noche, desplegamos, aún otra vez, la bandera de la "buena y vieja causa", y avanzamos bajo el fuego del tiempo.  


-CINE 68en MAYO 18



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jueves, mayo 03, 2018

CAPITALISMO Y PROSTITUCIÓN 


“El metal era una cosa bastante engorrosa de aceptar, pesar, dividir y comprobar su calidad, en polvo o en pedazos, aunque más conveniente, a este respecto, que las cabezas de ganado. Por consiguiente, desde los primeros tiempos que conocemos, y probablemente desde antes, el metal se acuño en monedas de un peso determinado. Heródoto atribuye esta innovación al rey de Lidia, presumiblemente a finales del siglo VIII antes de J.C.

Todas las jóvenes se Lidia se prostituyen, y con ello se procuran su dote; así, disponen después de sus personas como consideran adecuado…

…Las maneras y las costumbres de los lidios no difieren esencialmente de las de Grecia, salvo en esta prostitución de las muchachas. Son el primer pueblo del que se tiene noticia de que acuñó oro y plata en monedas y comercio al detalle. (Heródoto, Libro I, Clío)”.

                                          (John Kenneth Galbraith, El dinero. De dónde vino. Adónde fue, 1975).

“Somxs todxs prostitutxs. Cada unx tiene su precio. Y tú también vas a aprender a vivir la mentira. El capitalismo es la más barbárica de todas las religiones” (The Pop Group, We are all prostitutes).


“Los defensores del orden afirman que la prostitución es el trabajo más viejo del mundo, para nunca decir que la más vieja prostitución del mundo es el trabajo (Boletín la Oveja Negra)”.



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