Delirio Místico: "A mon seul désir" (Según mi solo deseo)
"La discusión sobre el comunismo no es académica. No es un debate sobre lo que se hará mañana.
Desemboca en, y forma parte de un conjunto de tareas inmediatas y lejanas de las que no es más que un aspecto, un esfuerzo de comprensión teórica" (Gilles Dauvé)
martes, mayo 22, 2018
CdL MAYO/ Actividad en Lecheros este jueves 24
"Hace 50 años el mundo ardía por
los cuatro costados. Lo que hoy nos venden como una mera revuelta cultural
estudiantil era en realidad el Segundo asalto proletario contra la sociedad de
clases.
Tal como de la oleada
revolucionaria global iniciada en 1917 el Espectáculo aísla la revolución rusa
presentándola como un evento singular, del proceso mundial que estalló en 1968
nos quieren hacer creer que se trató básicamente de una “revolución de las
flores” hecha por hippies y estudiantes franceses. Lo que se cuidan
bastante de no reconocer es que en movimiento de las ocupaciones en mayo/junio
en Francia fue iniciado en las universidades pero se extendió a las fábricas y
a la sociedad en su conjunto, en la mayor huelga general salvaje que se
conozca, con 11 millones de trabajadrxs rebelándose contra el Estado/Capital y
también muy fuertemente contra sus supuestas representaciones sindicales y
partidistas.
Después de décadas de
contra-revolución (Franco, Stalin, el New Deal, etc.), tras el
aplastamiento del Primer asalto (primero entre 1917 y 1923, y luego
definitivamente en 1936/7) el proletariado revolucionario volvía a asomar su
cabeza cuestionando al reformismo y la supuesta división del mundo en dos
bloques: el capitalismo democrático occidental, y el capitalismo burocrático
del Este.
A la hegemonía absoluta del
estalinismo y la socialdemocracia se le opuso el resurgimiento y actualización
de las corrientes radicales que se creían muertas y enterradas: la revolución
social de los consejos obreros, y el encuentro entre las expresiones
no-dogmáticas del anarquismo y el marxismo, en busca de una síntesis superior,
tal como la esbozaron la Internacional Situacionista y el Movimiento
Ibérico de Liberación (entre otros).
Las luchas del proletariado negro
y juvenil en EE.UU., las luchas de “liberación nacional” en el llamado Tercer
Mundo, la rebelión contra el capitalismo de Estado y sus burguesías rojas en
diversos países del “bloque socialista”, además de una serie de iniciativas de
acción directa y resistencia armada en el corazón del Imperio (de Alemania a
Japón), teñirán de rojo y negro el mundo, con Cordobazos y cordones
industriales, Brigadas de la cólera, centros sociales ocupados y días de rabia,
de Francia y México, Washington y Praga, a Chile y Japón, en un proceso cuyos
puntos más álgidos se dieron a partir de 1968, y más o menos hasta 1977.
De ese proceso el capitalismo
hasta ahora triunfante salió bastante reconfigurado, “neoliberal” y
“posmodernizado”: unificando y concentrando todas las fases previas de su
dominación. Y en ese mundo vivimos hoy.
A 100 años del primer asalto, y
50 del segundo, la única salida para la humanidad liberada es accionar el freno
de emergencia y descarrilar el tren del progreso capitalista, antes de que sea
demasiado tarde y termine de hundir al planeta en la catástrofe".
"Las cifras de condenas por
delitos de terrorismo post reforma procesal penal revelan que se emplea la ley
de conductas terroristas para llevar adelante una investigación conforme al estatuto
procesal restrictivo de garantías que la ley n° 18.314 contempla, incluidas las
restricciones constitucionales, sin que finalmente en las sentencias, cuando
éstas son condenatorias, los jueces califiquen los delitos como terroristas. De
esta forma, la ley de conductas terroristas se emplea como herramienta procesal
para fines de eficacia de la investigación, más que para obtener una sanción
agravada por la especial condición de la conducta que se comete.
Finalmente, una valoración global
de la jurisprudencia analizada muestra el carácter de herramienta política que
tiene la ley de conductas terroristas, en donde la amplitud del tipo penal
juega un papel oscilante según los vientos que corran. Así lo demuestra el
malabarismo jurídico de los fallos de los inicios de la transición democrática,
para no aplicar el estatuto terrorista ni a la violencia insurgente ni a la
violencia de Estado, consiguiendo un efecto adverso, que es asimilar ambos
tipos de violencia.
Lo demuestra también el que
organizaciones de izquierda pasaran automáticamente de ser héroes a terroristas
no solo en el imaginario colectivo, sino también en los razonamientos
judiciales. Los autores del atentado a Pinochet no fueron condenados por
delitos de terrorismo, pero aquellos que, perteneciendo a la misma organización
atacaron a funcionarios policiales, por ejemplo, post 1991, sí lo fueron.
Pero sin duda donde mayormente se
observa este carácter es en la confusión entre responsabilidad penal con
responsabilidad política, como sucede en casos tan disímiles como el atentado a
J. Guzmán, y el juicio contra los lonkos Pichún y Norín. El estereotipo y el
prejuicio, que es una de las cuestiones que la Corte Interamericana de Derechos
Humanos le reprocha al Estado de Chile en el caso Norín Catrimán vs. Chile,
sigue observándose en el tratamiento de la criminalidad asociada al conflicto
territorial mapuche, aunque no haya condenas por este tipo de delitos, pues la
ley de conductas terroristas ha seguido usándose para sustanciar las
investigaciones judiciales.
Todo ello nos llama a revisar la
necesidad y pertinencia de una reforma a la ley n° 18.314, pues tanto las
cifras de condenas reales, dos entre 2000 y 2016, y ambas contra una misma
persona (un ex colaborador de las policías), así como los razonamientos
judiciales ya latamente comentados, nos conducen a pensar que el derecho penal
sustantivo y procesal común es el camino adecuado para sancionar las conductas
que en nuestro país hoy se investigan bajo la calificación terrorista".
(Myrna Villegas, Tratamiento
jurisprudencial del terrorismo en Chile (1984-2016), Política Criminal N° 25).
La lógica del género y la comunización (Endnotes/2&3 DORM)
Finalmente ya está en línea el cuarto cuadernillo de la serie excursos de 2&3 DORM. Pronto (?!) en papel.
Notas introductorias
Los defensores del orden afirman que la prostitución es el trabajo más
viejo del mundo, para nunca decir que la más vieja prostitución del mundo es el
trabajo. —Boletín La Oveja Negra
Nadie es otra cosa que su patrimonio, sus ingresos, su posición y sus
oportunidades. La máscara económica y lo que hay tras ella coinciden en la
conciencia de las personas hasta en los pliegues más sutiles. Cada cual vale lo
que gana, cada cual gana lo que vale. Experimenta lo que es en las alternativas
de su vida económica. No se conoce como otra cosa. —Adorno y Horkheimer
En 1846 se publicó un poco
conocido trabajo de Marx llamado Peuchet: acerca del suicidio en la
revista renana Gesellschaftsspiegel.
Se trata de una traducción comentada de una serie de casos extraídos de los
archivos policiales de Peuchet, funcionario de la restauración francesa. Tres
de las cuatro historias recogidas en el texto refieren a mujeres. Se presenta
el caso de una joven costurera que se arroja al Sena como resultado de la cólera
de sus padres luego de pasar la noche en casa de la familia de su novio; la
historia de una joven casada que se mata después de estar sometida al encierro
violento administrado por un marido herido por su repentina deformidad; y el
caso de una joven huérfana rica que, embarazada de su tío y sin poder abortar,
prefiere saltar a un pozo. En cada caso, el suicidio se convierte en el recurso
más extremo contra los males de la “vida privada” a la que estaban condenadas
las mujeres en tanto propiedad de sus maridos y padres. En la reseña de estos
casos Marx pone de manifiesto el carácter social del impulso autodestructivo
que atraviesa a los individuos sometidos a los imperativos y restricciones
específicas de la comunidad del trabajo asalariado.
Según los análisis de Marx, lo
que diferencia a la sociedad capitalista moderna de otras sociedades no
capitalistas es que en ella el trabajo se constituye como forma de mediación
social. Se trata de una nueva forma de interdependencia social donde las personas
no consumen lo que producen, ni sus productos son distribuidos de acuerdo a las
normas de la tradición, relaciones de parentesco o de dominación personal, sino
que el trabajo mismo, más concretamente, la venta de la capacidad para
trabajar, se transforma en la condición esencial para el acceso a los medios de
vida. El que las relaciones sociales se constituyan por el trabajo es una
cuestión única desde el punto de vista histórico y genera formas de dominación
impersonales y abstractas que abarcan la totalidad de la existencia social. Los
textos que presentamos a continuación se abocan a la tarea de desentrañar la
naturaleza históricamente específica de la relación hombre/ mujer en el
capitalismo.
Estos textos buscan entender cómo
la división antagónica de la humanidad en hombres y mujeres —sobre la base de
una diferencia anatómica que determina roles sociales específicos y atributos
subjetivos peculiares— sirve a la reproducción del orden social basado en la
acumulación del (supuesto) (1) valor que el trabajo asalariado produce.
A lo largo del siglo xx,
distintos movimientos feministas han apuntado a diferentes aspectos de la
sociedad capitalista donde se objetiviza el lugar subordinado de las mujeres:
la asignación naturalizada del trabajo doméstico y reproductivo, la violencia
misógina, la feminización de la pobreza, la desigualdad salarial, etc. Sin
embargo, ninguno de estos aspectos considerados de manera aislada puede
ayudarnos a entender por qué aquellos asignados al destino mujer ocupan un
lugar “especial” para el Capital ni menos por qué la categorización de la
humanidad en hombre/mujer, o el género como categoría esencial de existencia
social, es necesario para la expansión del modo de producción centrado en la
extracción de trabajo. Creemos que esta cuestión debe ser abordada por la
crítica anticapitalista para que nuestra lucha en actos termine de una vez por
todas con la totalidad de las condiciones que enajenan cotidianamente nuestras
fuerzas vitales y someten la satisfacción de nuestras necesidades al cálculo de
la ganancia. Hoy es más importante que nunca realizar esta tarea crítica, pues
asistimos a la más profunda crisis de reproducción de la relación
capital-trabajo. Por todas partes los síntomas de la desintegración se dejan
ver: tanto en la creciente velocidad de destrucción de la base natural de las
sociedades, como en las epidemias de las masacres masivas y la soledad allí
donde el capitalismo se ha desplegado de forma más total (2).
El texto que abre este dossier, La
comunización y la abolición del género, ofrece un primer recuento sobre
la génesis de la cuestión del género al interior de la corriente comunizadora.
Sin ánimo de hacer proselitismo político ni de abanderarnos por tal o cual
teoría, nos parece importante publicar este texto, pues, a diferencia de otros
análisis, la teoría de la comunización
recupera la perspectiva de una tradición de lucha centrada en la abolición
concreta e inmediata de las relaciones capitalistas en las que los trabajadores
se reproducen a sí mismos como trabajadores. Según esta corriente, la
revolución adquiere esta forma particular, pues el propio desenvolvimiento de
la relación capital-trabajo, al exacerbar las diferencias entre los miembros de
la clase trabajadora, ya no le permite a los proletarios afirmar su identidad
como tales y organizar su lucha sobre esta base. Por lo tanto, la abolición de
todas las divisiones de la vida social se presenta como la única alternativa
posible para superar la creciente desintegración. Esta abolición solo puede ser
llevada a cabo de manera directa por quienes están sometidos a la relación de
clase y supone acabar con todas las categorías de socialización que articulan
la totalidad capitalista (mercancía, trabajo, dinero, valor, Estado, etc.). En
este sentido, nos parece importante el aporte de este texto, pues elabora,
entre otras cosas, al respecto de la necesaria abolición de la relación de
género, junto con la clase, en la praxis revolucionaria.
En cuanto al segundo texto, El
circuito basado en el género: Leer El Arcano de la Reproducción, se
trata de una revisión de las ideas centrales de un trabajo desechado por la
tradición marxista que responde a la importante pregunta de cómo llega la
fuerza de trabajo lista para ser consumida por el Capital al mercado de
trabajo. Nos parece necesario incluir este texto, puesto que sirve como una
primera aproximación a las categorías que luego serán desarrolladas en extenso,
aunque con algunos cambios, en La lógica
del género. Como veremos, la teorización que se expone en este trabajo
apócrifo permite situar, por primera vez, la esfera del trabajo reproductivo
no-pagado —como una necesaria condición de existencia del trabajo asalariado—
dentro del circuito de reproducción del capital, al distinguir entre un tipo de
actividades directamente productivas y otras que no lo son y de las cuales los
hombres han sido tradicionalmente relevados a través de la estructura de la
familia. De este modo, el Capital asigna a la clase trabajadora en general, y a
las mujeres en particular, el costo de la reproducción generacional del
proletariado.
Finalmente, el texto que cierra
el dossier, La lógica del género, realiza la importante labor de criticar
los términos binarios heredados del discurso feminista (productivo/reproductivo,
pagado/no-pagado, público/privado, sexo/género) que, careciendo de
especificidad histórica, no permiten entender las transformaciones en la
relación de género a partir de los cambios estructurales de los años 70 (3).
Nos parece necesario publicar este texto no solo por su importante labor
esclarecedora, sino que también por su aporte a la comprensión de la lógica
procesual de la reproducción capitalista. En este sentido, este texto propone
dos categorías que permiten comprender el vínculo dinámico entre la producción
de valor, la relación de género y la reproducción de la fuerza de trabajo: la
esfera directamente mediada por el mercado y la esfera indirectamente mediada
por el mercado. Lo que distingue a estas esferas es la reproducción
mercantilizada: mientras que las actividades llevadas a cabo en la esfera
directamente mediada por el mercado son reconocidas socialmente como trabajo
mediante el salario, aquellas que ocurren en la esfera indirectamente mediada
por el mercado no cuentan con tal reconocimiento social aunque son fundamentales
para la reproducción del sistema basado en la extracción de la capacidad para
trabajar.
Lo interesante de esta
teorización es que demuestra que la reproducción del Capital ocurre en esferas
duales dentro del mismo modo de producción basado en el trabajo asalariado. La
separación de las esferas mencionadas anteriormente se deduce a partir del
análisis de la esencial contradicción capitalista entre el valor de uso y el
valor de cambio de la mercancía fuerza de trabajo. Como veremos, puesto que el valor
(de cambio) de la fuerza de trabajo equivale solo al tiempo necesario para
producir los medios de subsistencia que entran en el proceso de su
reproducción, el trabajo que transforma esos medios de subsistencia en
capacidad viva de trabajo es vuelto estructuralmente no-trabajo. Así pues, la
producción de valor, cuya fuente reside en el consumo del valor de uso de la
fuerza de trabajo, presupone la separación de las esferas directamente e
indirectamente mediadas por el mercado.
Con respecto al género, este se
define como el anclaje de cierto grupo de individuos a una esfera específica de
actividades sociales (la esfera indirectamente mediada por el mercado). Este
proceso ha operado históricamente de maneras diversas: primero, en la
distinción de ciudadano/otro —que distinguía entre aquellos individuos que
podían vender su fuerza de trabajo directamente (trabajadores libres) y
aquellos condenados a hacerlo indirectamente a través de los que gozaban de la
libertad capitalista (libertad de los medios de producción y libertad para
venderse)— y, una vez que la diferenciación estructural fue inscrita en los
cuerpos “biológicos” de los individuos, como una etiqueta de precio menor para
la fuerza de trabajo de aquellos asignados al destino mujer.
Para finalizar, quisiéramos hacer
un alcance con respecto a un proceso característico de aquellas sociedades
industrializadas donde el Estado de bienestar está en crisis y que es descrito en La lógica del género como la
“emergencia del abyecto”. Este proceso refiere al hecho de que las actividades
reproductoras de la fuerza de trabajo, que antes eran provistas por el Estado
como servicios, ahora son privatizadas bajo las demandas de la austeridad y se
convierten en la carga del proletariado y sus mujeres. Creemos que en las
sociedades que no conocieron un Estado de bienestar desarrollado este proceso
puede observarse como una continua precarización de los pocos servicios que
todavía son financiados (parcial o totalmente) por el Estado. Un ejemplo de lo
anterior es el caso de Chile que durante la época de la dictadura militar en
los años 70 atravesó un intensivo proceso liberalización y privatización de los
servicios sociales. En este lugar se observa un sostenido deterioro en la
calidad de servicios tales como la salud y educación pública. A raíz de esto
podemos observar todo tipo de intentos por organizar colectivamente esas
labores reproductivas y de cuidados. Sin negar el potencial transformador que
puede estar contenido en estas formas de autoorganización, este proceso usualmente
tiende a reafirmar el género, procurando las condiciones para la mantención
cada vez más precaria de la fuerza de trabajo en la época de la crisis.
Si puede servir de aliento para
quienes enfrentan estos textos por primera vez basta decir que este material es
necesario para la crítica anticapitalista porque desarrolla un lenguaje común
con el que nombrar las relaciones que dan forma a nuestra condición. Si la
contribución de estos textos se redujera solo a eso sería, sin lugar a dudas,
tremenda, considerando el grado de confusión que reina —también— entre los que
estamos tratando de entender la catástrofe humana y planetaria en la que
estamos inmersos.
Invierno de 2018,
Galaxidi
1.- Decimos “supuesto valor” para
señalar que nuestra actividad práctica produce objetos, servicios,
conocimientos… no valor. El valor es la forma que adquiere nuestra actividad
bajo la dictadura capitalista, es una abstracción social que determina el
consumo de nuestra capacidad para trabajar, pero no un producto directo de esta.
Quizás lo más correcto sería decir que solo en la sociedad capitalista el
trabajo “produce” valor.
2.- A propósito, quisiéramos
ofrecer algunos ejemplos bastante ilustrativos de la dimensión de la miseria.
En Estados Unidos los jóvenes enfrentan la muerte en masa en las escuelas:
según algunas estadísticas oficiales, en las primeras 6 semanas del 2018 hubo
18 tiroteos masivos en diferentes escuelas a lo largo del territorio, lo que
arroja, en promedio, una matanza escolar cada 60 horas en lo que va del año.
Por otro lado, en Japón la gente muere sola. La primera vez que este fenómeno
llamó la atención de la llamada “opinión pública” fue el caso de un hombre de
69 años cuya muerte pasó desapercibida por tres años. Y es que en la miseria
capitalista nadie nota la muerte de un solitario que sigue pagando las cuentas
mediante transferencias electrónicas automáticas. Sin embargo, cuando los
ahorros del cadáver se agotaron en el 2000, las diligentes autoridades se
aparecieron en el departamento solo para encontrarse con un esqueleto tumbado
en el piso de la cocina.
3.- A partir de esta década se
observa la creciente importancia del sector de los servicios para la
acumulación capitalista. Según un estudio realizado por la UNCTAD, entre 1980 y
2015, el peso de los servicios en el producto interno bruto aumentó a nivel
global de manera excepcional. En las llamadas “economías desarrolladas” este
aumento fue del 61% al 76%, mientras que en las “economías en desarrollo” fue
del 42% al 55%. Así mismo, se estima que a nivel global el sector de los
servicios emplea al 49% de la población. Particularmente, el 75% del total de
los trabajadores de las economías desarrolladas se encuentra empleado en el
sector de los servicios, mientras que en las economías en desarrollo alcanza un
44%. Este giro ha sido denominado por algunos como el “giro feminizador” de la
economía porque esta tendencia ha incorporado masivamente a las mujeres a la
explotación capitalista. A propósito, según otro estudio realizado por la OIT,
en el 2010 el 75.5% de las mujeres ocupadas en Latinoamérica y el Caribe lo
hacía en el sector de los servicios concentrándose en dos ramas
particularmente: el comercio (mujeres: 25.6%, hombres: 19.1%) y los servicios
comunales, sociales y personales (mujeres: 42.3%, hombres: 16.7%).
Leyendo textos sobre la comunización y la lógica del género, y escuchando en el ambiente idioteces del tipo de las de Rafael Gumucio, cantos sobre "anarcos, jipis, marxistas, todos machistas y la misma mierda", y a varias ex-concertacionistas oficiando de voceras del movimiento de la "toma feminista", me acordé de Maya González, una feminista revolucionaria que sin medias tintas se define como comunista, y me preguntaba si hay textos suyos en español dando vueltas por ahí, y no hay mucho pero por lo menos me encontré con esta entrevista que junto a CM le hicieron a Silvia Federici el 2011, acerca de las mujeres y las luchas contra la mercantilización de la universidad.
Maya González y Caitlin
Manning: Has escrito acerca de las luchas universitarias en el contexto de
la reestructuración neoliberal. Estas luchas se consideraron una respuesta al
intento de privatizar y cercar saberes y conocimientos comunes ¿Crees que
se trata de una continuación de luchas anteriores o de algo nuevo? ¿Ha alterado
de manera decisiva la crisis económica el contexto de estas demandas?
Silvia Federici: Yo veo
las movilizaciones que están teniendo lugar en los campus estadounidenses,
señaladamente en California, como parte de un largo ciclo de luchas contra la
reestructuración neoliberal de la economía global y contra el desmantelamiento
de la educación pública. Este proceso comenzó en los años 80 en África y
América Latina, y ahora mismo se está expandiendo por Europa, como bien muestra
la reciente revuelta estudiantil en Londres. Lo que está en juego, en ambos
casos, es algo más que una resistencia al cercamiento
del conocimiento. Las luchas estudiantiles
africanas en los 80 y en los 90 fueron particularmente intensas porque los estudiantes eran
conscientes de que los drásticos ajustes propugnados por el
Banco Mundial suponían liquidar el contrato social que había conformado su relación con el
estado en el período posterior a la independencia,
convirtiendo a la educación en pieza clave del avance
social y de una ciudadanía participativa. Y también porque, al oír al Banco
Mundial decir que África no necesita universidades, se dieron cuenta de que los recortes sociales encerraban una
nueva división internacional del trabajo que
pretendía recolonizar las economías africanas y degradar las condiciones laborales de sus
trabajadores.
La historia es similar en los
Estados Unidos. El vaciamiento de la educación pública superior a lo largo de
la última década debe colocarse en un contexto social en el que, a resultas de
la globalización, las empresas pueden desplazar a sus trabajadores por todo el
mundo, haciendo de la precariedad una condición permanente del trabajo y
forzando constantes re-cualificaciones. La crisis financiera y la crisis
universitaria se complementan e imprimen sentido económico a un proceso de
acumulación y de organización del trabajo que sólo ofrece a los estudiantes la
perspectiva de un futuro de permanente subordinación y de continua destrucción
del conocimiento adquirido. En este sentido, las luchas estudiantiles actuales,
más que dirigidas a la defensa de la educación pública, se proponen modificar
las relaciones de poder con el capital y el estado para recuperar así el
control sobre la propia vida.
En este punto, se podría trazar
un paralelo con la revuelta de los trabajadores y de los jóvenes franceses
contra la decisión del gobierno de Sarkozy de ampliar dos años más la vida
laborable. Si sólo nos fijáramos en el período de tiempo que los trabajadores
tienen que esperar para jubilarse, no se entendería la vehemente oposición que
está teniendo lugar. En realidad, lo que lanzó a millones de personas a la
calle y a muchos jóvenes a las barricadas fue la percepción de que esta reforma
suponía una pérdida absoluta de esperanza de cara al futuro.
Es esta lectura de los hechos la
que singulariza el actual ciclo de luchas universitarias y le otorga una
dimensión anti-capitalista más o menos abierta. Una buena prueba de ello es la
importancia y el peso que nociones como la de bienes comunes han ido
adquiriendo en el discurso estudiantil internacional. El llamado a favor de saberes y conocimientos comunes no
solo refleja una resistencia a la privatización y a la comercialización
del saber. También refleja la creciente conciencia
de que hace falta construir una alternativa al capitalismo y al mercado a
partir del presente. Y de que el compromiso colectivo en un proyecto de este
tipo no es posible en el entorno académico actual. Matrículas disparatadas,
cursos rígidamente ahormados a estrechos objetivos economicistas, clases
superpobladas con profesores precarios, mal pagados y cargados de trabajo.
Todas estas condiciones contribuyen a devaluar el conocimiento que se produce
en las universidades y demandan formas alternativas de educación, así como
espacios en los que ésta pueda plantearse. Es a partir de aquí, creo, como
deberíamos pensar las políticas de ocupación de
espacios: como medios de acceso a los lugares que
la creación de nuevos bienes y saberes comunes
exige.
Maya González y Caitlin
Manning: También has descrito la lucha estudiantil y las resistencias
globales contra las medidas de austeridad como luchas en torno a dispositivos
institucionales de reproducción social, más que de producción ¿Qué aporta esta
concepción de las luchas educativas como parte de un conjunto más amplio de
disputas en torno a dispositivos de reproducción social? ¿Qué tipo de
desigualdades sociales y de explotación laboral perdurarían más allá de este
tipo de enfoque?
Silvia Federici: Creo que
cabría señalar, ante todo, que el paso de la producción a la reproducción en
el análisis de las relaciones de clase ha sido el producto de una
transformación que, de diferentes maneras, ha atravesado los análisis teóricos
a partir de los años 70. Este paso ha sido especialmente
visible en algunas aproximaciones críticas tanto
pos-estructuralistas como neoliberales, de Foucault a Becker. El principal
impulso en esta dirección provino, de hecho, de la propuesta feminista
consistente en repensar el trabajo y en redefinir el trabajo reproductivo como
la parte oculta del iceberg (en palabras de María Mies)
sobre el que se basa la acumulación capitalista. Este cambio de perspectiva ha
arrojado nueva luz sobre viejos problemas. Nos ha permitido, por ejemplo,
pensar conjuntamente una serie de actividades los
trabajos domésticos, la agricultura de
subsistencia, el trabajo sexual y de cuidado, la educación formal e informal-
reconociéndolos como momentos de la (re)producción social de la fuerza de
trabajo.
Esta perspectiva también nos
ayuda a leer políticamente los cambios que han tenido lugar en las
universidades. El aumento del precio de las matrículas y la mercantilización de
la educación pueden verse como parte de un proceso más amplio de desinversión
en la reproducción de la fuerza de trabajo, dirigido a disciplinarla. Este
proceso comenzó en los años 70 con la
eliminación del ingreso irrestricto y fue una
respuesta a las revueltas y a la insubordinación en los campus que tuvo como
protagonistas a los jóvenes.
Hacer de la reproducción social
el lente a través del cual se analiza la relación capital-trabajo no debería
verse, sin embargo, como una operación totalizadora. La reproducción (de
individuos, de fuerza de trabajo) no debería concebirse aislada del resto de la
fábrica capitalista. Recientemente, hemos asistido a algunos
desarrollos teóricos (como por ejemplo, el
concepto de producción
bio-política
utilizado por Negri y Hardt) que impiden una síntesis
adecuada de las relaciones capitalistas, ya que asumen que toda la producción puede ser reducida a la producción
de subjetividades, estilos de vida, lenguajes, códigos
e información. En este tipo de lecturas, la inmensa lucha que está teniendo
lugar a lo largo del planeta, en campos, minas y fábricas, sencillamente
desaparece. Y lo hace, irónicamente, en un momento en el que estamos asistiendo
al ciclo internacional más agudo de conflictos industriales (en China y en
buena parte del sudeste asiático) desde los años 70.
(...)
Maya González y Caitlin
Manning: El año pasado, las ocupaciones de edificios y otras formas de
acción directa fueron criticadas como estrategias de privilegiados ¿Cómo puede
haber acción directa de masas en un país como Estados Unidos donde el aparato
carcelario está sobrefinanciado y donde la represión policial continúa
recayendo, sobre todo, en la población social y racialmente más vulnerable?
Silvia Federici: Sobre
las situaciones que se produjeron en algunos campus de la Universidad de
California y sobre la oportunidad de ocupar los edificios no puedo
pronunciarme. No participé en aquellas actuaciones y las elecciones tácticas
dependen tanto de los equilibrios de poder que cualquier comentario por mi
parte resultaría inapropiado. Lo que sí puedo decir es que la acción directa de
masas tiene una larga historia en los Estados Unidos -bien ejemplificada por el
Movimiento por los Derechos Civiles- a pesar de la existencia de una maquinaria
represiva institucional que ha operado con fuerza en diferentes niveles:
policía, tribunales, cárceles, pena de muerte. El Movimiento por los Derechos
Civiles, primero, y el Movimiento por el Poder Negro, luego, enfrentaron a la
policía con sus carros hidrantes y sus perros, enfrentaron al Klu Klux Klan y a
la reaccionaria John Birch Society. La propia pregunta que formulan
sugiere que no todas las personas de color objetaron la utilización de tácticas
más militantes. En todo caso, es cierto que las diferencias de poder entre los
estudiantes que se enfrentan a la policía y a las autoridades universitarias
deben plantearse abiertamente y discutirse en términos políticos. Y todo ello
con independencia de que los edificios se ocupen o no. Por otro lado, además de
la mayor vulnerabilidad de los estudiantes pertenecientes a comunidades de
color, también hay que tener en cuenta la situación de todos aquellos que no
pueden arriesgarse a una detención policial porque tienen niños, o porque
tienen familias o porque padecen ciertas enfermedades o discapacidades que les
impiden participar en según qué tipo de acciones. Estas son cuestiones de una
importancia medular para el movimiento, y conciernen a todos los estudiantes.
La predisposición para proteger a quienes están expuestos a consecuencias más
duras y para adecuarse a diferentes tipos de iniciativas permite calibrar la
fuerza y la seriedad de un movimiento. Sin obviar, claro está, el hecho de que
las situaciones de lucha suelen ser muy fluidas y experimentan constantes
transformaciones, de manera que quienes no han podido participar ayer pueden
ser los primeros en ocupar mañana.
Maya González y Caitlin
Manning: De California a Nueva York, las mujeres se han quejado de serios
problemas de género al interior del movimiento estudiantil. A pesar de su
compromiso activo, muchas se sienten marginadas, desconfían de ciertas
dinámicas de grupo y se sienten condicionadas a la hora de expresarse. En
algunos casos, incluso, se sienten alienadas por cierto tipo de discurso
sexista o machista (como el utilizado en La
acción directa como práctica
feminista [4]). Como mujeres, todo esto nos ha
tomado por sorpresa. Tras décadas de
luchas feministas de diversa índole, todavía
sentimos la necesidad de crear grupos feministas y de encontrar vías colectivas
para oponernos al patriarcado. Nos encontramos luchando por abrir espacios que
no esperábamos que fueran tan restrictivos ¿En qué medida esta experiencia
nuestra difiere o resulta similar a la tuya en los 70? ¿Qué puede nuestra experiencia actual
aprender de las pasadas y viceversa?
Silvia Federici: La
configuración actual de las relaciones de género en el movimiento estudiantil
difiere mucho de lo que había en los 60 o en los
70. Las estudiantes tienen hoy mucho más poder que las mujeres de mi generación.
Son mayoría en casi todas las clases y están preparadas para llevar adelante una vida basada en la
autoestima y en la autonomía. Como mínimo de los hombres, aunque no del capital. Lo que ocurre es
que las relaciones con los hombres siguen siendo ambiguas y confusas. El
aumento de la igualdad oculta el hecho de que muchos de los temas planteados
por el movimiento de mujeres continúan sin respuesta, sobre todo en relación
con la reproducción. Oculta el hecho de que no hemos conseguido, como mujeres,
implicarnos colectivamente en un proyecto de transformación social, y de que
con el neoliberalismo lo que ha habido es una re-masculinización de la
sociedad. El lenguaje truculento, hiper-masculino, de textos como We
are the Crisis, o del artículo que abre After the Fall es
un ejemplo acabado de lo que digo. Entiendo perfectamente que haya mujeres que
se sientan amenazadas más que reforzadas por este tipo de lenguaje.
El declive del feminismo como
movimiento social también ha supuesto que la experiencia de la organización
colectiva en torno a cuestiones de las mujeres resulte desconocida para muchas
estudiantes jóvenes, con todo lo que ello supone de despolitización de la vida
cotidiana. Cómo conciliar el trabajo remunerado con la reproducción de nuestras
familias aprendiendo de la experiencia de las
mujeres negras- cómo conservar algo de nosotras
para darlo a los nuestros, cómo amar y
vivir nuestra sexualidad. Todas estas son cuestiones a las que las estudiantes
más jóvenes tienen que responder de manera individual, fuera de un marco
político, lo cual es una fuente de debilidad en su relación con los hombres. A
esto hay que sumarle que la vida académica, especialmente en el grado, genera
un entorno sumamente competitivo, que margina a quienes tienen menos tiempo
para dedicarse al trabajo intelectual. Y que la elocuencia y la sofisticación
teórica a menudo consideradas, erróneamente, como medida del compromiso
político.
Una lección crucial que se puede
extraer del pasado es la necesidad, frente a las desigualdades de poder, de que
las mujeres se organicen de manera autónoma. Para poder describir por sí mismas
los problemas que afrontan y para ganar fuerza a la hora plantear sus descontentos
y sus deseos. En los años 70, nosotros
veíamos muy claramente que no podíamos hablar de temas que nos concernían
en presencia de los hombres. No hace falta, como denuncian las autoras de La acción directa como práctica feminista, que te silencien. Las
propias relaciones de poder que nos roban la voz también
nos expropian la capacidad de describir la manera de operar de dicho poder.
La autonomía, ciertamente, se
puede alcanzar de diversas maneras. No tenemos por qué pensar en la autonomía en
términos de estructuras permanentemente separadas. Hoy vemos que podemos crear
movimientos dentro de los movimientos y luchas dentro de las luchas. Responder,
en cambio, a los conflictos que puedan surgir en nuestras organizaciones
convocando a la unidad puede ser políticamente desastroso. Otra lección del
pasado es que la construcción de espacios feministas autónomos temporales nos
puede ayudar a romper con la dependencia psicológica de los hombres, a valorar
nuestra experiencia, a construir un contra-discurso y a plantear nuevas normas,
como la necesidad de democratizar el lenguaje y evitar convertirlo en un medio
de exclusión.
Estoy convencida de que nuestra
unión como mujeres y como feministas es un paso positivo, una precondición
incluso para superar la marginación. Las mujeres del movimiento estudiantil no
deberían dejar intimidarse por la acusación de divisionismo. Más que dividir, la creación de espacios autónomos es
necesaria, por un lado, para sacar a la luz un amplio listado de relaciones de
explotación que nos impiden actuar, y por otro, para exponer ciertas relaciones
de poder que, si no se cuestionan, sólo acabarían por propiciar el fracaso del
movimiento.
preciso abandonarla enseguida, esta ciudad que fue para
nosotros
Continuación de las
vistas de París.
tan libre, pero que va a caer totalmente en manos de
nuestros enemigos. A ello se aplica ya sin remedio su ley ciega, que vuelve a
hacerlo todo a su semejanza, es decir, según el modelo de una especie de
cementerio: "¡Ay qué miseria! ¡Ay qué dolor! París tiembla."Será preciso abandonarla, pero no sin haber
intentado por una vez tomarla abiertamente; será preciso en fin abandonarla,
después de tantas otras cosas, para seguir la vía que determinan
Travelling sobre un
"Kriegspiel" donde se enfrentan dos ejércitos.
las necesidades de nuestra extraña guerra, que tan lejos nos
ha llevado.Ya que nuestra intuición
no fue otra que la de hacer aparecer, en la práctica, una línea de demarcación
entre los que aún quieren lo que existe y los que ya no.Diversas épocas tuvieron así su gran
conflicto, conflicto que
Panorámicas sobre un mapa del viejo mundo, del Imperio
romano al Imperio chino.
no escogieron, pero en el que tuvieron que escoger su campo.
Es la empresa de una generación, por la cual se fundan o se deshacen los
imperios y sus culturas. Se trata de conquistar Troya; o bien de defenderla. En
cierto aspecto, se asemejan todos estos
Al inicio de la guerra de Secesión, los cadetes de West
Point van a separarse.
Se les lee el texto de un
instantes en que van a separase los que combatirán en campos
juramento de fidelidad a la Unión.
enemigos, y ya no se verán más.
El coronel que manda la Escuela: "Que todo oficial o
cadete que honestamente se considere incapaz de inclinarse ante los términos de
este juramento, se alinee a al derecha del batallón." Un oficial avanza a
caballo y ordena: "Señores del Sur, ¡romped filas!" Los Sudistas
corren a formar detrás suyo. El coronel manda cerrar filas a los cadetes
restantes, y hace tocar "Dixie", al tiempo que desfilan los que van a
partir.
Bonito momento éste en que se pone en movimiento un asalto
La Brigada Ligera, formada tras sus estandartes, empieza su
famosa carga en "El Valle de la Muerte", en
contra el orden del mundo.
Balaklava.
En su principio
casi imperceptible, se sabe ya que, muy pronto, pase lo que pase, nada volverá
a ser igual a lo que fue.Se trata de
una carga que pasa despacio, acelera en la carrera, pasa el punto a partir del
cual ya no hay retirada posible, e irrevocablemente va a estallar sobre aquello
que parecía inexpugnable; aquello que era tan sólido y tan defendido, pero que
estaba destinado sin embargo a ser sacudido y deshecho. He aquí pues lo que
hicimos cuando salimos de la noche, desplegamos, aún otra vez, la bandera de la
"buena y vieja causa", y avanzamos bajo el fuego del tiempo.
“El metal era una cosa bastante engorrosa de aceptar, pesar,
dividir y comprobar su calidad, en polvo o en pedazos, aunque más conveniente,
a este respecto, que las cabezas de ganado. Por consiguiente, desde los
primeros tiempos que conocemos, y probablemente desde antes, el metal se acuño
en monedas de un peso determinado. Heródoto atribuye esta innovación al rey de
Lidia, presumiblemente a finales del siglo VIII antes de J.C.
Todas las jóvenes se
Lidia se prostituyen, y con ello se procuran su dote; así, disponen después de
sus personas como consideran adecuado…
…Las maneras y las
costumbres de los lidios no difieren esencialmente de las de Grecia, salvo en
esta prostitución de las muchachas. Son el primer pueblo del que se tiene
noticia de que acuñó oro y plata en monedas y comercio al detalle. (Heródoto,
Libro I, Clío)”.
(John Kenneth Galbraith, El dinero. De dónde vino. Adónde
fue, 1975).
“Somxs todxs prostitutxs.
Cada unx tiene su precio. Y tú también vas a aprender a vivir la mentira. El
capitalismo es la más barbárica de todas las religiones” (The Pop Group, We are all prostitutes).
“Los defensores del
orden afirman que la prostitución es el trabajo más viejo del mundo, para nunca
decir que la más vieja prostitución del mundo es el trabajo (Boletín la
Oveja Negra)”.