miércoles, noviembre 25, 2015
ZEUHL MUSIC Parte 2: Offering. Coltrane Chandía.
Uno de los mayores entusiastas de Magma y la zeuhl music que he conocido fue el famoso Chandía, que junto con un inseparable amigo y también melómano, Andrés, recorrían las tiendas de discos y calles de Santiago grabando como podían todo lo que se podía y apreciándolo lo mejor que se podía (alcohol y drogas siempre ayudaban). A veces hasta hacían excursiones al cerro, en un auto que Andrés conseguía, y se dedicaban a profundas audiciones musicales en contexto sicodélico.
Nadie tenía mucha plata en esos tiempos. Por lo mismo, el que conseguía algo, sea en CD o LP o caset, le avisaba al resto, y nos juntábamos generalmente en mi casa a piratear. En mi casa había un buen equipo pequeño para reproducir CDs y copiarlos en caset, un regalo de mi padre mientras vivía y trabajaba en Bolivia. Funcionó maravillosamente por años, y satisfizo a tantos amigos melómanos, pero luego murió. Aún está en mi bodega, me da pena botarlo por todo lo que vivimos (oímos) juntos.
Ambos, Chandía y su inseparable amigo Andrés, que una vez casi se mataron al chocar con una micro yendo a mi casa, y yo ni me enteré hasta unas semanas después, pusieron una disquería en un caracol doble de Providencia, creo que ya a inicios de los 90. Nunca les fue muy bien vendiendo, en parte gracias a sus técnicas de hostilización de clientes. Por ejemplo, entra un pendejo con polera de Nine Inch Nails preguntando por Naked City, y le dicen: “no, tu todavía no podís escuchar esto”. Nunca ganaron plata, pero al principio se encargaron de contar con un catálogo impecable, del cual se sentían orgullosos. A la larga tuvieron que transar un poco con el mercado (por ejemplo, vendiendo hasta cosas de Peter Gabriel), pero al final quebraron, tras unos cuantos años de “resistencia” (durante la cual incluso fueron visitados por los sumos pontífices del Rock In Opposition, Fred Frith y Chris Cutler, que según se contaba, tras revisar el lugar les dijeron: “efectivamente, ustedes están locos”).
Una vez que Chandía estaba de cumpleaños, con otro amigo partimos a visitarlo en su disquería, que en homenaje a todo esto se llamaba Zebehn Discos (un nombre obviamente magmiano), y le llevamos una botella de mescal. Una vez que los caracoles ya habían cerrado, permanecimos ahí bebiendo y escuchando música a niveles que en ninguna casa se podrían haber conseguido, lo que valió un par de visitas del guardia del edificio.
Además del Torture Garden de NAKED CITY, lo que más sonó fue una especie de disco doble (creo) de OFFERING, proyecto más suave y espiritual de C. Vander, que nunca más he vuelto a escuchar, pero recuerdo que en la volá del mescal y todo nuestro entusiasmo juvenil, encontramos grandioso.
Chandía (Andrés no estaba en esa ocasión) se dedicó entre otras cosas a contar anécdotas de cuando era más pendejo y era según él un maestro en el arte de hacerle perro muerto a los taxistas.
A mi amigo esas historias le llamaron mucho la atención. Otro estudiante de Derecho de esos años, bien atípico para el ambiente de la escuela, era el chico Alfredo Peña, destacado bajista de heavy metal, conocido por su aporte en la legendaria banda Pentagram, y que tenía un oído curioso para otras formas de música (recuerdo haberle prestado el Camembert Electrique de Gong, y lo disfrutó harto). Chico Alfredo una vez llegó todo moreteado a la escuela de Derecho, por hacer perro muerto en taxi y ser perseguido y golpeado por una tropa de taxistas furiosos que tras ser contactados por radio acudieron a apoyar a su defraudado colega.
Me dio pena hablar de Alfredo, porque me caía muy bien, pero no llegamos a ser tan amigos, y repentinamente supimos de su suicidio, y nunca me quedó claro que le pasó. Pero en fin…razones para querer irse de este circo antes de tiempo no faltan. De hecho, siempre sobran. Y uno sigue acá porque sabe que después inexorablemente volverá a la hermosa y vacía NADA de la cual provenimos.
En fin…cuando nos fuimos de la tienda Zebehn discos ya eran como las 2 AM. No pasaba ninguna micro, y en eso mi amigo le dice a Chandía: “¿Y si eras tan buen para hacer perro muerto, por qué no lo hacemos ahora y nos vas a dejar a nosotros y luego te vas a tu casa?”. Sin dudarlo Chandía aceptó el desafío: “¡Ya!”, e hizo parar inmediatamente un taxi.
En esa época casi todos mis amigos vivían en mi casa, dado que mis padres vivían en Bolivia. Nos dirigimos hacia allá primero, y nos bajamos como dos cuadras antes. En el camino Chandía procedió a mostrarnos la selección musical que había hecho para lo que quedaba de noche (todos sufríamos de insomnio en esos años): la caja cuádruple de Coltrane en vivo en Japón, el preciado objeto que era el único CD que en mi vida he visto de Offering, y como 3 o 4 cosas más que no recuerdo.
Al otro día fui con otro amigo a visitar la tienda de discos, y nos encontramos a Chandía muy deprimido y echado sobre su escritorio. Nos contó en breve que el desarrollo urbano había arruinado su perro muerto: al llegar la esquina donde siempre hacía el truco, le dijo “chao” al chofer, y se bajó corriendo, para dar la vuelta a un edificio donde siempre había logrado despistar a los taxistas y luego escabullirse hacia el otro lado. El problema es que habían construido un muro que no estaba en sus años mozos. Tuvo que meterse dentro de un arbusto y esperar. El taxista notó que por ahí estaba, y se quedó alumbrando el matorral con las luces del auto. Chandía decidió esperar lo que fuera necesario, pero cuando ya la espera se le hacía eterna no pudo evitar salir corriendo. El taxista lo persiguió a pata. Chandía se escondió entre unos autos, y de repente vio al taxista al lado suyo, blandiendo un fierro con el cual amenazaba golpearlo en la cabeza.
Chandía le dijo: “no, si te pensaba pagar igual, pero tengo la plata en la casa”. Y empezaron a avanzar. Él creía que hacia su casa. El taxista tomó el bolso, y Chandía pensó que era razonable que lo hiciera, como garantía de que él no saldría corriendo de nuevo. Pero el que empezó a avanzar más rápido, casi al trote, fue el taxista, con bolso y todo, hacia su auto, que tenía el motor prendido.
El taxista se fue, con Offering, Coltrane, variadas formas de Rock In Opposition, free jazz y zeuhl music.
Nunca más he vuelto a escuchar a Offering. Ni a saber de Chandía, que creo desde hace muchos vive en Europa. Pero sí conseguí el cuádruple disco de Coltrane en Japón, en una tienda de Montevideo. En homenaje a esos tiempos le cambié la etiqueta y me costó algo menos que 5 lucas.
Coltrane Sundia. Coltrane Chandía.
FIN (de la parte 2)
Etiquetas: Losno Venta, memories of you, rock (no punk), zeuhl music
jueves, noviembre 19, 2015
A confesión de parte.../Esto es el fin/El derecho de vivir en paz
General director de Carabineros: "Los delincuentes lo saben, no les tenemos miedo"
Bruno Villalobos se refirió a lo ocurrido este jueves en un recinto de Gendarmería en San Bernardo "nosotros tenemos un compromiso con el país: ser la frontera entre los delincuentes y los ciudadanos".
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La frase no puede ser más clara y honesta, aunque obviamente no podemos saber si Bruno sabía conscientemente lo que estaba diciendo (basta mirarle el rostro. Lombroso tenía razón en algunas cosas...).
No hay que ser muy freudiano pero...si alguien proclama que no tiene miedo, en realidad podemos entender que está diciendo exactamente lo contrario: está cagado de miedo.
Pero lo más llamativo es que afirme ser "la frontera" entre "los ciudadanos" y "los delincuentes". Necesariamente entonces, los pacos son un poco ciudadanos y un poco delincuentes. Delincuentes ciudadanos. Ciudadanos delincuentes. En fin: defensores de un orden de mierda: "Orden y patria, es nuestro lema, la ley espejo de nuestro honor".
EN FIN, ESTO ES EL FIN.
Y REIVINDICAMOS NUESTRO DERECHO DE VIVIR EN PAZ.
Etiquetas: bellezas de la mierda de estado burgues policiaco, chanchos culiaos delirando
jueves, noviembre 05, 2015
Análisis de la revolución Rusa, x Grupos Obreros Autónomos
No logro aclarar del todo una duda sobre este
documento. Existe una edición hecha por los Grupos Obreros Autónomos de
Barcelona en 1971, con el mismo titular ("Notas
para un análisis de la revolución rusa"), de un texto del comunista
francés Jean Barrot. Es bastante largo, y sin duda un material fundamental para
analizar estos hechos de hace un siglo.
Pero también existe este otro texto, más breve,
el cual no me queda claro si su autoría es enteramente de los GOA, o sólo el
prólogo en 7 puntos. En este último caso, no sé si el texto posterior, en tres
partes, es de Barrot o de no sé quién.
Interesante lectura en todo caso. Puede
conseguirse en papel, en al apéndice de la Edición Quimera de "¡Qué fue la
autonomía obrera?", de Miguel Amorós, junto a otro texto que explica que
fueron los GOA.
NOTAS PARA UN
ANÁLISIS DE LA REVOLUCIÓN RUSA
PRECEDIDAS DE
UN PRÓLOGO
(GOA, Grupos
Obreros Autónomos).
1.- Introducción.
Desde hace algún tiempo, la preocupación de muchos militantes del
movimiento obrero gira en torno al problema de la construcción de la
"vanguardia política" que será la encargada de conducir a la clase
obrera hasta la consecución de sus últimos objetivos.
Cuando la lucha en los movimientos de masa se nos queda pequeña, volvemos
la cabeza hacia los grupos más o menos organizados que existen, y nos creemos
en la obligación de afiliarnos a uno de ellos. Esta operación se suele hacer
con bastante conformismo. La influencia personal que ejerce sobre nosotros tal
o cual militante es, la mayoría de las veces, decisiva. A los más jóvenes les
basta con asegurarse de que el partido de su elección es el más
"revolucionario". Los más calculadores buscan la "solidez",
como el obrero que busca entrar en una casa fuerte que no le deje sin trabajo a
los cuatro meses. Los ambiciosos creaban un grupito nuevo (siete se han creado,
que sepamos, en estos dos últimos años). Y todos, eso sí, se aseguraban que
fuera un partido leninista. Y así, algunos militantes han optado por alguno de
los más de 20 grupos "leninistas" que existen, sólo en Barcelona (y
no contamos a los universitarios).
Pocos, si es que hubo algunos, se plantearon si era correcto elegir un
partido político como quien elige entre 20 camisas de forma y color similares
(las de rojo rabioso suelen desteñir a la primera lavada).
Pocos, o ninguno, se atrevieron a analizar críticamente el
"dogma" del partido leninista. Se daba por descontado que era el
único tipo de organización posible. Y conformistas y rutinarios, entraban en el
engranaje de las más de 20 "mini-vanguardias", formando parte de ese
mundillo que se desgarra y agota en luchas internas, perpetuando la división
introducida dentro del movimiento obrero entre la "vanguardia" y las
masas.
Surgen ya dos preguntas de difícil respuesta, que exigen reflexión:
- ¿Debe la vanguardia organizarse aparte?
- En caso afirmativo: ¿Es que la organización ideada por Lenin es la única
posible?
2.- Desmitificando el partido de Lenin.
El partido que tomó el poder en Rusia ha sido siempre idealizado,
mitificado. Nos han escondido siempre sus fallos, como nos han escondido,
¿durante 33 años! el testamento de Lenin, que empezaba diciendo:
"Soy al parecer, fuertemente culpable ante los trabajadores de
Rusia"... Lenin se sentía culpable por la nueva "opresión de los
débiles por los fuertes. Ahora veía, continuaba, en que pantano de opresión
había ido a parar el Partido Bolchevique".
Pero las necias burocracias, deseosas de hacer méritos y escalar puestos,
no pueden falsificar eternamente la historia.
Cada vez aparece menos claro que el partido bolchevique, como tal, hubiese
estado a la altura de las circunstancias, como lo demuestra la permanente lucha
de Lenin contra el Comité Central. Y no olvidemos que "sin Lenin el
partido no era nada".
Por otra parte, el partido, de por su construcción misma, llevaba implícito
el estalinismo, que no os un accidente, sino la consecuencia lógica de su
estructura: "el partido sustituye a las masas; el comité central sustituye
al partido; el dictador sustituye al Comité Central" (Trotsky).
Todo esto no justifica, sin más, que se rechace este tipo de organización.
Pero los hechos son lo suficientemente graves como para exigirnos un esfuerzo
suplementario de información, de análisis y de reflexión. En todo caso, ya es
hora de terminar con los dogmas.
3.- El espontaneísmo y sus límites.
Se suele defender, y se defiende, el espontaneísmo de las masas y su
autosuficiencia, como masas, para organizarse llegado el momento. Las
revoluciones rusas de 1905 y 1917, así como la francesa de mayo 1968, parecen
demostrar en parte esta tesis. Sólo en parte, pues si las masas se pusieron en
marcha espontánemanete, la ausencia de una auténtica organización de masas, de
clase, en 1905 y en 1968 les impidió conseguir sus objetivos. Si lo
consiguieron en 1917, fue para perderlos luego, en manos del mismo partido que
había sabido canalizar la lucha de las masas rusas. El caso de Francia, en
1968, es también revelador. Hubo lucha generalizada, espontánea, llegándose a
la huelga general. En Francia había muchos partidos y organizaciones
sindicales. Pero ni las organizaciones políticas -reformistas o
revolucionarias-, ni las sindicales, sirvieron para nada, como no fuera para
frenar y ahogar impulso inicial espontáneo. Las burocracias impusieron sus
intereses a los intereses de clase.
4.- La inevitable burocracia.
La omnipotencia de la burocracia -así como la creación misma de esas
burocracias- tanto en la URSS, como en las democracias populares, como en los
partidos europeos que conocemos, son otros tantos factores que habrá que ir
analizando, a la hora de escoger un tipo u otro de organización. -¿Cómo es
posible que se forme en los partidos esa burocracia? -¿Cómo es posible
que se permita que esa burocracia anteponga sus intereses de "nueva
clase" sobre los de la clase obrera? -¿Cómo fue posible que el Partido Bolchevique,
que ayudó a las masas a hacer la revolución, se apropiara luego esa revolución
en beneficio propio?
Cuestiones muy importantes que hay que analizar de cerca.
5.- El panorama en nuestro país.
Las mismas causas producen los mismos efectos. Quien conozca un poco el
panorama político en el que nos movemos, es decir, a esos "más de 20
grupitos", y a toda una orla que pulula alrededor de ellos, de parásitos
con ambiciones políticas, se dará cuenta de que en cada grupito hay u-na serie
de "bonzos" que son quienes lo manejan todo. Dentro de esta
burocracia siempre hay un hombre que se va imponiendo y cuya decisión pesa más
que la del resto. Es el camino hacia el poder personal. Se nos objetará que
esos "más de 20 mini-vanguardias" sólo son caricatura de lo que debe
de ser el verdadero partido. Puede ser cierto, pero entonces:
- ¿Cuáles son los criterios para saber cual puede ser el verdadero partido
obrero?
- ¿Vale la pena montar otro partido más? (En estos dos últimos años han
aparecido ¡7 nuevas "mini-vanguardias en Barcelona, lo que eleva su número
a más de 20 ¡).
- ¿Es útil dedicar todos los esfuerzos a la creación del partido obrero
cuando no hay ni siquiera un movimiento obrero?
6.- Reflexionar y avanzar conjuntamente.
Es evidente que las soluciones individuales no nos solucionan nada a los
obreros, y además perjudican al movimiento. La desunión ha venido siempre por
la división de estas "mini-vanguardias" entre sí y por la
distanciación de todas ellas con respecto a las organizaciones de clase. Los
trabajadores que hemos vivido estas experiencias ya no podemos ni pensar en
contribuir a esta división. Hemos de buscar otros caminos, pero reflexionando y
avanzando conjuntamente, haciendo participar al máximo de gente, abandonando la
rutina organizativa y las míseras tradiciones de un movimiento marginado. No se
trata de innovar por el gusto de la novedad. Pero es cierto que aquí también
juega el eslogan del capitalismo "Renovarse o morir". Y renovarse no
quiere decir formar otro grupito más, sino buscar formas organizativas
más adecuadas, que puedan encuadrar y hacer progresar al máximo de
trabajadores, a los que de hecho están llevando ahora la lucha en los
movimientos de masas.
7.- La imaginación toma el poder.
Esta frase, que figuraba en los muros del Barrio Latino de París, en mayo
1968, sintetiza lo que acabamos de decir.
Frente a la rutina "leninista" (¡Cuando Lenin era el prototipo de
creador!) que se ha instalado entre nosotros, frente a los dogmas que nos han
ido crean do los falsos leninistas, sólo tenemos una salida: INVENTAR,
imaginar, crear métodos e instrumentos nuevos de lucha más eficaces, que
recojan las diversas experiencias revolucionarias, analizándolas y asimilando
lo mejor de ellas. Toda copia literal de lo que ocurrió hace 50 años en otro
país y en otras circunstancias, está llamado a ser un fracaso. Lo estamos
viendo aquí y fuera de aquí.
Por rechazar las copias y los dogmas triunfaron Fidel, Mao y otros. Por no
saber hacerlo, estamos vegetando. Y cuanto más proliferan las
"mini-vanguardias" más desunión y desorientación hay.
El primer paso es el análisis crítico de la historia, que es una maestra
que no engaña. Estas líneas que siguen pretenden ser una primera aportación.
I
SOBRE EL PARTIDO BOLCHEVIQUE
El partido bolchevique se ha convertido, desde hace 50 años, en un objeto
de predilección para la mitología de la Revolución rusa. Unos denuncian en él
el modelo y el origen de los partidos "totalitarios", militarizados,
"burocratizados", que imponen su dictadura y ahogan toda libertad.
Otros', en cambio, lo celebran como el "gran partido bolchevique",
forjado por Lenin, "punta de lanza de la revolución",...
Frente a cualquier análisis del partido bolchevique, la actitud más
frecuente consiste, no en examinar lo que vale el análisis, sino clasificarlo
en un campo o en el otro.
Todo estudio crítico del partido bolchevique es rechazado inmediatamente
por el movimiento comunista oficial como "derechista",
"social-demócrata" etc. Así pues, no hay ningún análisis serio del
partido bolchevique. Nuestra intención no es la de construir este análisis,
sino la de proporcionar algunas indicaciones elementales, muy olvidadas hoy.
Las condiciones particulares de la sociedad, rusa bajo el régimen zarista
eran favorables al desarrollo de un cierto tipo de organización revolucionaria.
La lucha de los trabajadores por mejores condiciones de vida y trabajo
tropezaban con una resistencia y una represión mucho más encarnizadas que en
los otros países capitalistas. Cualquier reivindicación económica era reprimida
por el sistema social existente, lo que impedía que los obreros pudiesen llevar
una lucha puramente económica. Sólo la caída del zarismo haría posible la
realización de un programa mínimo de reformas. Así, no habla más que dos
posibilidades para el hombre que deseaba mejorar su situación: resignarse o
hacerse revolucionario; en todo caso, le era muy difícil hacerse reformista, y
mucho más el seguir siéndolo, ante las duras realidades del régimen social y
político zarista, No puede comprenderse el progreso del partido bolchevique en
Rusia si se olvida que no existía en ese país, entonces, ninguna salida de
recambio. Esta situación hacía posible el desarrollo de un movimiento
revolucionario de un tipo bien determinado.
Se ha tratado a menudo el problema de la clandestinidad sin comprender todo
lo que ella implica. Desde el principio, la clandestinidad impuso al partido un
cierto tipo de trabajo y, sobre todo, un cierto tipo de unión con las masas
obreras.
"La tendencia del bolchevismo por la centralización, reveló desde el
3er. Congreso (1906) sus efectos negativos. Ya en la clandestinidad se habían
formado rutinas de aparato... Es verdad que la conspiración limitaba
estrechamente las formas de democracia (elecciones, control, representación).
Pero no se puede negar que los miembros de los comités habían recortado más de
lo necesario los límites de la democracia interna, y se habían mostrado más
rigurosos con los obreros revolucionarios que con ellos mismos, prefiriendo
mandar, incluso cuando hubiera sido más indicado prestar oído atento a las masas"
(Trostky, en "Stalin").
"Kroupskaia -la compañera de Lenin- anota que en los comités
bolcheviques, igual que en el Congreso, no había casi obreros; los
intelectuales eran mayoría. "Los miembros del comité, escribe Kroupskaia,
eran de ordinario hombres llenos de confianza en sí mismos, que veían la enorme
influencia que la actividad del comité tenía sobre las masas; en regla general,
no aceptaban ninguna democracia en el interior del partido".
La organización del partido no era uniforme: en 1908, el comité que dirigía
el partido en Moscú estaba elegido por una jerarquía de escalones diversos qué
descansaban en la base sobre las asambleas de las fábricas. Por otra parte, en
Odesa en 1905, el comité poseía todos los hilos de la organización, y tenía de
esta manera el control sobre todo el trabajo efectuado. Los contactos
verticales son reducidos al mínimo, con el fin de aumentar el estancamiento en
la medida de lo posible, los militantes no deben verse fuera de las reuniones
(Piatniski, "Recuerdos de un bolchevique" ). Las necesidades del
trabajo ilegal imponían este estancamiento, impidiendo las discusiones
democráticas.
Los dirigentes, además eran conscientes de ello:
"Nosotros también somos partidarios de la democracia, cuando es
posible, Hoy eso sería una ridiculez y no la queremos, pues queremos un partido
serio, capaz de vencer al zarismo y a la burguesía. Reducidos a la acción
clandestina, no podemos realizar la democracia formal en el partido... Bajo la
autocracia, con sus feroces represiones, adoptar el régimen de las elecciones,
la democracia es sencillamente ayudar al zarismo a destruir a nuestro
partido" (Lenin en "La hermosa jaula no alimenta al pájaro").
Los jefes bolcheviques consideraban obligatoria este tipo de organización,
teniendo en cuenta las condiciones de lucha existentes y preveían con cierto
optimismo que el partido funcionaría democráticamente cuando se conquistasen en
Rusia los derechos democráticos que existían ya en otros países capitalistas:
"En las condiciones de libertad política, nuestro partido debe ser y será
construido completamente sobre el principio de la elección" (Lenin al 3er.
Congreso). El manual de historia aprobado por el Partido en 1938 confirma
plenamente este punto de vista:
"Naturalmente, como el partido era ilegal bajo la autocracia zarista,
la organización del partido no podía entonces reposar sobre el principio de la
elección a partir de la base, pues el partido debía de ser rigurosamente
clandestino. Pero Lenin creía que este estado de cosas, momentáneo en la vida
de nuestro partido, desaparecería al suprimir el zarismo, cuando el partido
sería declarado legal, y que sus organismos descansarían sobre el principio del
centralismo democrático". (Ed. Sociales, 1946).
Esta tranquilizadora perspectiva no debía realizarse: la célebre
"burocratización" del partido, denunciada por todos sus oponentes,
hunde de hecho sus raíces en toda la historia del partido bolchevique. Es
extraño que un revolucionario de pensamiento tan profundo como Lenin no haya
sabido preveerlo, y haya hecho prueba, a este respecto, de un optimismo casi
ingenuo.
Según Kroupskaia, "él sabía que la revolución estaba en marcha y
obligaría al partido a admitir a los obreros en el seno del comité"
("Mi vida con Lenin"). La lectura de los textos de la época
demuestra que en su inmensa mayoría los revolucionarios rusos no comprendieron
las enormes consecuencias que este tipo de organización tendría sobre la
evolución posterior del partido (Trotsky había dicho en 1905 que estas formas
de organización desembocarían en una dictadura sobre el proletariado (Citado en
"El profeta armado"). Sin embargo, el partido intentó luchar contra
este estado de cosas, y así, los grupos militares de combate que
"aislándose de las masas aportaban la desorganización en el seno del
partido", fueron disueltos; pero esta tentativa no pudo ser llevada hasta
el fin.
De esta manera, se constituyó entre 1903 y 1917 un grupo de revolucionarios
que, por una parte tienen cualidades de organización, disciplina y abnegación a
menudo admirables, y que, por otra parte, están obligados a trabajar en
círculos bastante cerrados, fuera de las masas, y sólo pueden mantener
relaciones superficiales con las vanguardias de las fábricas. Estos cuadros
constituían el armazón del partido bolchevique y jugaron un papel capital en la
organización política y económica del país después de la toma del poder.
"Cuando a partid de 1916 los obreros empiezan a encontrar el camino de
la lucha, la fracción bolchevique cuenta como máximo 5000 miembros, en una
organización poco a poco reconstruida. Pero es un puñado de cuadros; estos
hombres que han aprendido durante años a organizarse, a agrupar a los
trabajadores, a dirigir sus luchas, a despistar a las fuerzas de represión,
constituyen los elementos de esta vanguardia obrera revolucionaria que Lenin
había intentado construir..." (Broué "Historia del partido
bolchevique")
La mejor manera de estudiar las relaciones entre el partido y las masas es
refiriéndose a los grandes momentos revolucionarios que conoció Rusia: 1905 y
1917. En 1905 los bolcheviques adoptaron respecto a los Soviets una actitud
diferente de la de los mencheviques que ven en ellos sobre todo el origen del
partido de masa y quizás el sindicato de tipo alemán, y trabajan a gusto en los
soviets, de los que, por el contrario, desconfían los bolcheviques. Esta
desconfianza es significativa de la naturaleza del par tido bolchevique y de la
relación que entretiene con las masas. Como lo dice Broué, poco sospechosos de
antibolchevismo: "De manera general, los que (en el partido bolchevique)
son más favorables a los soviets, ver en ellos, como máximo, auxiliares del
partido".
Ha llegado a ser normal entre los comunistas el citar frases célebres de
Lenin sobre "el ensayo general" de 1905. Pero se olvida o se ignora que
los bolcheviques se encontraron entonces completamente despistados ante esta
nueva forma de organización de los obreros: "El comité bolchevique de
Petersburgo se asombró de una innovación tal como aquella, en la que las nasas
se encontraban representadas, independientemente de los partidos, y no imaginó
nada mejor que enviar un ultimátum al Soviet, para que hiciera suyo,
inmediatamente, el programa bolchevique o se disolviera". (Trotsky en
"Stalin"). Y como lo explica Broué: "Sólo comprenden cuando ya es
demasiado tarde el papel que pueden desempeñar los soviets, y los bolcheviques
en ellos, para aumentar su influencia y luchar por la dirección de las
masas". Todo el problema reside ahí. Los dirigentes bolcheviques concebían
su papel revolucionario como la dirección de la Revolución. Todo movimiento que
sur miera fuera de ellos e independiente de su control sólo podía suscitar su
desconfianza. Acabamos de decir que los bolcheviques se habían
"asombrado" por la aparición de los soviets: este eufemismo no debe
engañarnos. De hecho, la reacción de los bolcheviques fue mucho más importante
que la de una simple "sorpresa", pues traducía toda una concepción de
la lucha revolucionaria, toda una concepción ya superada (no desde nuestro
punto de vista, sino por la acción misma de las masas rusas en 1905) de la
relación entre los obreros y los militantes revolucionarios.
Los acontecimientos de 1917 confirmaron esta ruptura con las masas. En
febrero, las masas estaban solas en la lucha. Durante las jornadas de julio el
partido no sabía impulsar su voluntad de lucha: el Comité Central (CC) lanza un
llamamiento reproducido en la Pravda -para impedir la manifestación prevista en
Retrogrado, pero los obreros y los soldados deciden sin embargo manifestarse.
El llamamiento del CC es suprimido a última hora, y la Pravda aparece con una
página en blanco.
Toda una polémica se ha construido alrededor de la actitud del partido,
entre julio y octubre, e incluso entre febrero y octubre de 1917. Lo cierto es
que también entonces el partido fue sobrepasado por los acontecimientos. Lenin
escribe en "Las tesis de abril" que "lo que hay de original en
la actualidad rusa es la transición de la primera etapa de la revolución -que
ha dado el poder a la burguesía, a causa del grado insuficiente de conciencia y
de organización del proletariado- a la segunda etapa, que debe dar el poder al
proletariado y a las capas pobres del campesinado".
¿Qué responde el partido? Kamenev explica en la Pravda que estas tesis sólo
expresan la opinión personal de Lenin; las tesis del partido
-precisa-"sigue siendo nuestra plataforma, que defenderemos a la vez
contra la influencia desmoralizadora de la "defensa revolucionaria" y
contra las críticas del camarada Lenin" (Pravda, 21 abril 1917). En la
conferencia panrusa del partido, a principios de mayo, Lenin es mayoritario;
pero deberá, sin embargo, luchar duramente contra el aparato para hacer
prevalecer sus ideas. Acusa al CC de haber "dejado sus textos sin una
respuesta", condena la "vergonzosa decisión de haber participado en
el pre Parlamento", deplora el "rechazo del CC de ni siquiera
discutir esta cuestión":
"Me veo obligado a presentar mi dimisión del CC, lo que hago por el
presente acto, reservándome la libertad de defender mis tesis en la base del
partido y en el Congreso del partido". (Towards the seizure of power).
Lenin no dimisiona pero tuvo que combatir al aparato hasta la reunión del
CC de 23 de octubre: "Lenin toma la palabra. Declara que se ha notado
desde el principio de septiembre una cierta indiferencia en lo que respecta al
asunto de la insurrección. Dice que eso es inadmisible... Es por lo que ya es
hora de interesarse sobre el aspecto técnico de la cuestión. Hemos perdido,
manifiestamente, demasiado tiempo" (Acta de la reunión del CC). Es interesante
apuntar que todo el mundo reconoce que el partido esta "perdido sin
Lenin":
"Los dirigentes no prestaban siempre la debida atención a la voz de la
base. La ausencia de Lenin fue sensible también sobre este punto"
(Trotsky, "Historia de la Revolución Rusa").
El "jefe" tuvo bastante dificultad para hacerse oír por sus
"tropas", y más aún por sus subordinados inmediatos; como lo dice
Trostky en el libro últimamente citado: "Las consecuencias de las
omisiones cometidas debieron de ser corregidas por las masas".
Se ha dicho que el partido bolchevique cometió muchos "errores"
en 1905 y en 1917; pero esta explicación no explica nada, pues lo que hay que
preguntarse es porqué y cómo estos "errores" fueron posibles. No
puede comprenderse la política de conciliación adoptada por la mayoría de los
dirigentes del partido, entre febrero y octubre, si no se comprende bien el
tipo de trabajo llevado a cabo durante años por estos dirigentes: los que
se encontraban al nivel del CC, igual que al nivel de los comités locales, habían
sido situados por las condiciones mismas de la lucha bajo el zarismo, en una
situación que sólo les permitía mantener con las masas una ligazón muy débil;
los cuadros salidos de la clase obrera habían roto desde hacía tiempo con su
medio de origen.
En realidad, el partido bolchevique estaba animado por una contradicción
que sólo su conocimiento permite la comprensión de su actuación antes y después
de 1917. Su fuerza descansaba sobre los obreros que lo sostenían; en su inmensa
mayoría, la vanguardia obrera rusa simpatizaba con el partido. Pero no podía
dirigirlo. La organización del partido era efectuada por los revolucionarios
profesionales y no por esta vanguardia obrera; y los que tienen en sus manos
los hilos de la organización dirigen esta organización. ¿Cómo hubiera podido
ser de otra manera en la rusa zarista? La prensa clandestina, la difusión de la
propaganda... sólo podían ser realizadas por militantes obligados a desplazarse
a menudo, y en algunos casos a esconderse en el extranjero. Un obrero sólo
podía convertirse en un cuadro bolchevique importante a condición de dejar su
trabajo y ponerse a disposición del partido, que lo enviaba a tal o cual ciudad
y le asignaba tal o cual trabajo o misión... El armazón del partido estaba en
manos de especialistas. El partido bolchevique se encontraba así en una
situación contradictoria, en la que su fuerza viva (los obreros más
conscientes) no podían dirigirlo. En tanto que aparato, el partido escapaba
totalmente a los obreros rusos. Los desórdenes de todo tipo que debía conocer
Rusia después de 1917 no engendraron esta contradicción: no hicieron más que
acrecentarla. La actitud del partido en 1917 y su ulterior evolución hasta el
poder dictatorial de uno sólo, son los productos de la historia misma del partido.
II
LOS SINDICATOS
Se tendría una idea muy falsa sobre esta época si nos la representáramos
como una dictadura que aplastara cualquier posibilidad de oposición: no sólo
existía una oposición en el partido (en 1917), sino también en los sindicatos,
y esta oposición sindical juega un papel considerable en razón de la
importancia social de los sindicatos. Los sindicatos desempeñan un doble papel:
por una parte servían efectivamente de correa de transmisión para el grupo
dirigente; por otra parte, reagrupaban a los obreros y eran el único medio por
el cuál los obreros podían intentar luchar por la dirección de Rusia. Por eso
la cuestión sindical reviste una importancia capital para el estudio de este
periodo: las organizaciones sindicales eran el único lugar por donde toda
tentativa obrera de dirigir efectivamente la producción podía hacerse realidad,
o fracasar. Se comprende así una de las mayores debilidades de la oposición: el
trabajo de oposición efectuado desde los sindicatos no podía evitar siempre el
riesgo de encerrarse en el estrecho marco de la defensa de los intereses de tal
o cual profesión. Si el sindicato podía ser para un obrero el medio -el único
medio- de organizarse con otros obreros con vistas a la gestión de la sociedad
por los trabajadores, podía ser también el medio, y el mejor, para defender sus
intereses personales, defendiendo los de su ramo. La actividad
"revolucionaria" dentro de los sindicatos estaba condenada a
permanecer a menudo en una escala simplemente profesional.
La cuestión sindical -como la de la militarización del trabajo- ha dado
lugar a grandes controversias: una gran parte del problema giraba en torno al
punto central ¿qué relaciones debe haber entre el Estado y los sindicatos? El
segundo Congreso Pan-Ruso de los Consejos de la Economía Nacional (feb. 1919)
acepta el principio de estatización de los sindicatos, tal como lo definía
Lenin entonces: no una fusión, sino una colaboración estrecha. En realidad, los
sindicatos estaban compuestos en su mayoría por bolcheviques. La vida del
sindicato, los congresos, las reuniones... estaban preparadas por reuniones de
fracción en la que los bolcheviques tomaban de hecho las decisiones. Pero los
sindicatos no eran simples juguetes entre las manos de sus dirigentes: hacia el
final de 1920, cuando se comprendió que la guerra civil tocaba a su fin, la
militarización del trabajo perdió su justificación, y gran cantidad de obreros
y militantes sindicalistas mostraron su descontento. Los sindicatos se
convirtieron hacia fines de 1920 en el teatro y objeto de numerosas
discusiones: discusiones en el interior del partido, del Consejo Central y
entre el Consejo Central y los sindicatos. Con motivo de la preparación de la
Conferencia Pan-Rusa de los sindicatos (nov. 1920) se reunió la fracción
bolchevique. Trotsky, explicando que los sindicatos tenían necesidad de ser
"sacudidos", se opuso a Tomski (líder sindical), que defendía la
autonomía sindical. La Conferencia no resolvió el problema, cuya discusión
final incumbió pues al Xº Congreso del Partido. Tres tendencias se opusieron en
el Congreso. La plataforma de Trotsky -Boukharine partía del principio
siguiente: "El obrero no regatea con el gobierno soviético; está
subordinado al Estado. Los sindicatos tenían, pues, un papel muy débil que
jugar. Los sindicatos se convierten en los órganos más importantes de orden
económico que tienen los proletarios en el poder. Por este hecho, caen bajo la
dirección del partido comunista. Esta plataforma proponía la fusión de los
sindicatos en el seno del aparato del estado.
En oposición a la dirección del partido se había constituido el grupo
Oposición obrera. Aunque este grupo haya basado parte de su argumentación en
conceptos que habían llevado ya a otras tendencias a la ruina (simplificación
del control de los obreros sobre los especialistas, fetichismo de la dirección
colegiada), y centrado toda su acción sobre los sindicatos ya burocratizados,
no deja de representar el grupo con mayor lucidez en la Rusia de esta época.
"Toda la controversia se reduce a una sola cuestión de base: ¿Quién
construirá la economía comunista, y cómo se construirá? Esta cuestión es,
además, la esencia de nuestro programa, el centro del mismo; es tan importante
como la toma del poder político por el proletariado".
"La burocracia no es solamente un producto de la miseria, como el
camarada Zinoviev intenta hacernos creer, ni un reflejo de "obediencia
ciega" a los superiores engendrado por el militarismo, como lo afirman
otros. El fenómeno tiene una causa más profunda... El daño que hace la
burocracia no reside únicamente en el papeleo, como algunos camaradas querrían
hacernos creer, cuando limitan la discusión a "la animación de las
instituciones soviéticas"; reside sobre todo en la manera como son
resueltos los problemas: no por un cambio abierto de opiniones, o por los
esfuerzos conjugados de todos los interesados, sino por decisiones formales
tomadas en las instituciones centrales por unos solo o por un pequeño número de
personas, y transmitidas ya hechas hacia abajo, mientras que las personas
directamente interesadas son excluidas.. Una tercera persona decide vuestra
suerte: esa es la esencia de la burocracia".
"¿Quién será en fin de cuentas el encargado de crear las nuevas formas
de economía? ¿Serán acaso los técnicos, los hombres de negocios,
psicológicamente ligados al pasado, y los funcionarios soviéticos con algunos
comunistas esparcidos entre ellos, o bien la colectividad obrera representada
por los sindicatos?"
La Oposición Obrera ponía en primer lugar el control y la gestión de la
economía por los mismos productores. Los soviets depositarios del poder
político debían desaparecer, mientras que la "administración de las
cosas" sería confiada a los productores organizados en los sindicatos.
Consideraba a los soviets incapaces de representar a los trabajadores, en razón
de su heterogeneidad; sólo los sindicatos pueden cumplir este papel. En un país
donde toda organización autónoma de masas esa imposible, donde la vida de los
soviets estaba dominada por los bolcheviques-funcionarios, donde los puestos
clave de la economía y de la sociedad estaban en manos de un grupo social que
se unificaba y reforzaba poco a poco, los sindicatos, en tal situación
constituían efectivamente el único recurso posible. La clase obrera rusa no
tenía ninguna posibilidad de organizarse para dirigir la sociedad rusa si no
era a través de los sindicatos, y los sindicatos, burocratizados, estaban
también en manos de los bolcheviques. La insistencia sobre los sindicatos era
un error que expresaba la situación de la clase obrera: desde el momento que
los sindicatos se encontraban bajo el control burocrático más estricto,
desaparecía toda posibilidad de gestión de la sociedad por los trabajadores.
Para el grupo de los Diez, del que formaban parte Lenin, Stalin,
Zinoviev... se presentó como fuerza moderadora de los "excesos" de
Trotsky y el "anarcosindicalismo" de Kollontai. Para los Diez, los
sindicatos tenían en el Estado-Obrero, tal como ellos lo concebían, un papel
específico: el de intermediarios entre los dirigentes y las masas, educando y
estimulando el trabajo de los obreros. Según explica Kollontai, ambas
fracciones estaban de acuerdo sobre el fondo. Ni unos ni otros discutían para
saber como las masas podrían poco a poco participar en toda la dirección de la
sociedad. Para unos y para otros era necesario que un grupo dirigente asegurara
solo, esta función. La diferencia estaba en que Lenin quería "persuadir
primero y obligar después", mientras que Trotsky no estaba interesado en
persuadir. La propuesta de Lenin ganó la mayoría, pero el problema fundamental
seguía sin resolver: ¿Qué función se debe dejar a los trabajadores en un
sistema social que se supone dirigido por ellos?
Resumiendo: el período 1917-1923 posee una originalidad profunda, por estar
animado por una contradicción excepcional: la Revolución Rusa es lo bastante
fuerte como para derribar el antiguo orden social, pero no lo suficiente como
para organizar y crear un nuevo orden social dirigido por los obreros. El
movimiento obrero ruso es al mismo tiempo incapaz de tomar en sus manos la
Revolución y conducirla hacia la victoria, y de aceptar pasivamente el fracaso
de la Revolución. Es una situación en la que se opone la burocracia en
formación y el proletariado, y esta característica es la que da su originalidad
al período.
Desde este punto de vista, las tentativas habituales que tienden a
caracterizar la Revolución rusa sin tener en cuenta esta contradicción, sólo
pueden conducir a fracasos. Si se define ante todo la Revolución rusa como una
revolución "burocrática", se pone el acento sobre la fuerza de la
burocracia descuidando la lucha del movimiento obrero. Si se define, por el
contrario, la Revolución rusa como una revolución "proletaria", nos
condenamos a poner el acento sobre lo que hace resaltar la fuerza del
movimiento obrero y a dejar de lado la formación de la burocracia. La única
manera de comprender la Revolución rusa consiste en determinar la contradicción
fundamental que la animaba.
III
CONCLUSIONES
Cuando los grupos de izquierda en Alemania y en los Países Bajos se
pronunciaron por la dictadura de la clase obrera y no por la del partido, Lenin
eludió su crítica en "La enfermedad infantil". Las observaciones de
Rosa Luxemburgo no debían de ser refutadas:
"...esta dictadura debe de ser la obra de la clase y no de una pequeña
minoría dirigente en nombre de la clase: es decir, debe ir viniendo de la
participación activa de las masas, quedando bajo su influencia inmediata,
estando sometida al control del pueblo entero, siendo un producto de la
educación política creciente de las masas populares".
Toda la experiencia de la Revolución rusa demuestra que la concepción de
Lenin, utilizada por el estalinismo y hoy universalmente extendida, es
radicalmente falsa; los antiguos obreros convertidos en dirigentes del Estado
se separan de las masas y se unen a ciertos miembros de la antigua clase
dirigente para formar una clase dominante. La vida democrática del partido no
puede sobrevivir a la muerte de la democracia obrera en el país. La evolución
de la sociedad rusa confirma la tesis de Rosa Luxemburgo, para quien la
dictadura de la clase obrera sólo puede existir bajo la forma de democracia
obrera: la dictadura del proletariado y la democracia proletaria no son más que
una sola y misma cosa.
Etiquetas: 1917, comunismo, GOA, reflexión
martes, noviembre 03, 2015
Lanzamiento de "La Mistificación Democrática" de Jacques Camatte, este sábado a las 18 en YO ME LIBRO (Pza. Bogotá)
Presentación a la edición Quimera, Santiago, 2015.
1.- La democracia y su crítica
De entre todas las
necesarias rupturas con el arsenal de conceptos que nos mantiene anclados al
viejo mundo, hay dos que llegaron después de todas y que todavía no hacen su
pleno efecto entre los partidarios de la revolución social: la crítica del
progreso, y la crítica de la democracia.
La crítica del progreso
ha ido llegando de a poco, de la mano principalmente de Walter Benjamin (sobre
todo sus Tesis de filosofía de la historia), y luego por el surgimiento de
corrientes que se denominan a sí mismas como “antidesarrollistas”.
La crítica de la
democracia también se ha ido abriendo espacio muy de a poco. Y es necesario
profundizar ambas para avanzar en la conformación de un campo revolucionario
coherente.
Pero algo es algo. A mediados
de los 80, por situarse en un pasado más o menos reciente, los revolucionarios
viejos que conocí enseñaban que la batalla final ya estaba ganada, y que el comunismo era inevitable, o mera
“cuestión de tiempo”. Por otra parte, en esos años (70 y 80) claramente se
luchaba por “democracia”, más que por el “socialismo”, (para eso sirve el
“antifascismo”), y en el mejor de los casos, se entendía al socialismo como una
“democracia popular”, “democracia social”, o incluso “democracia obrera” -concepto
que por lo demás, en diversas formas concretas, es reivindicado tanto por Rosa
Luxemburgo, los consejistas (o izquierda comunista germano-holandesa), y hasta
por la Internacional Situacionista-.
Los situacionistas, por
ejemplo, saludaban en su recuento del movimiento de las ocupaciones (mayo/junio
de 1968) las banderas rojas y negras en los edificios ocupados, por simbolizar
precisamente la “democracia obrera” (ver “El comienzo de una época”, en IS N°
12, septiembre de 1969).
Herederos algo distanciados
de la IS como el proyecto Enciclopedia de las Nocividades (EdN), al hacer un
balance de lo ocurrido después de 1968 y hasta 1981 (Historia de diez años),
también acuden constantemente revelan a un uso positivo del concepto de
democracia, como característica de la autoactividad proletaria, usualmente
acompañado del adjetivo “total”.
Por citar otro ejemplo
tomado de encima de la mesa, recientemente me encontré en un libro sobre las
cárceles en la transacción democrática española que su autor (encarcelado por 8
años tras el infame montaje policial conocido como caso Scala en Barcelona
1978) se queja de que “la democracia nunca llegó a las cárceles” (Se trata del excelente
libro testimonial de Xavier Cañadas, Entremuros, en Muturreko Burutazioak, editado
el 2012).
Y así, hasta el día de
hoy no es inusual escuchar muchísimas alusiones a que vivimos en una “falsa
democracia”.
Entonces, ¿estamos
nosotros, los anticapitalistas, a favor de la democracia “verdadera”? ¿puede
ser visto el comunismo como una ampliación, profundización o incluso superación
de la democracia?
El que nos estemos
planteando estas preguntas en el año 2015 demuestra lo anteriormente dicho: que la crítica de la
democracia en general, y no solo de la “democracia burguesa”, llegó bastante
tarde a nosotros, y no lo aprendimos de la IS sino que a través de los escritos
de Gilles Dauvé y la obra del Grupo Comunista Internacionalista (sobre todo la
revista Comunismo), los que a su vez nos descubrían los viejos textos de Amadeo
Bordiga y las posiciones de la izquierda
comunista italiana.
En el medio
hispanohablante, creo no equivocarme si digo que fue sólo a través del contacto
directo de los compañeros del MIL con los franceses de Movimiento Comunista y
la librería El Viejo Topo que estas posiciones se conocieron, a partir de los
70. Entre otros esfuerzos por dar a conocer dicha crítica, podemos
mencionar la publicación en 1977 por
Etcétera-correspondencia de la guerra social de un folleto de Bordiga titulado
“La ilusión democrática” (que reúne dos textos de principios de los años 20:
Sobre la cuestión del parlamentarismo, y El principio democrático).
En el caso de Chile,
creo que hasta hoy el tema casi no se ha discutido. Si bien la más conocida
crítica de la democracia viene de la mano del anarquismo más combativo (ese que
en general se plantea ya como abiertamente “antisocial”), a la vez que el
anarquismo más leninoide y derechizado reivindica abiertamente la democracia
directa, cuando no la democracia a secas, y hasta la soberanía de la nación,
parece evidente que aún falta profundizar en la vinculación directa entre la
dominación social del capital y su forma jurídico-política que es la
democracia. Forma que por lo demás no sólo “esconde” sino que más bien se
ajusta plenamente a la generalización de las relaciones sociales capitalistas,
es decir, la imposición de la dictadura del valor.
Porque es precisamente
en las sociedades que generalizan el uso del dinero donde se generaliza la
democracia como forma política. Y es justamente en el capitalismo moderno donde
se busca legitimidad mediante la revitalización de la vieja democracia griega,
interesante truco ideológico que va a la par con el uso interesado de la
mitología de la vieja república romana y la reutilización de las codificaciones
de la fase final del Derecho romano, que como muchos juristas han señalado, se
presta maravillosamente bien para configurar el orden público/privado de la
sociedad burguesa.
Tal vez donde mejor se
aprecia que la democracia es la forma política por excelencia del capitalismo
moderno, es en el surgimiento de la pena de cárcel. En efecto, donde el Antiguo
Régimen distinguía varios tipos de criminalidad y las asociaba a distintos tipos
de penas (infamantes, corporales, pecuniarias), la Modernidad trae consigo la
conversión de todas las infracciones penales a una escala temporal: a tal
infracción, tal cantidad de tiempo de privación de libertad. Algo así hubiera
sido imposible antes de la generalización de la producción de mercancías, y no
resulta exagerado decir que esta forma la burguesía democratizó incluso las
formas punitivas.
2.- Democracia, burocracia, acracia.
El Diccionario de la
real Academia Española incluye dos acepciones de democracia: 1.- Doctrina
política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno. 2.- Predominio
del pueblo en el gobierno político de un Estado.
A estas alturas debiera
ser claro que donde hay democracia no hay acracia, que es precisamente le negación
de todo Estado y Gobierno, incluyendo el pretendido “gobierno del pueblo”.
Los anarquistas, al
igual que los comunistas, superan y destruyen no sólo la democracia burguesa,
sino que la democracia en general. La democracia obrera no basta para señalar
una ruptura con la ideología dominante, y en los hechos vemos que no impide el
que finalmente siempre una burocracia
usurpe el nombre y la supuesta función histórica del proletariado. Por eso
debemos ser claros: cualquier forma de reivindicación de la democracia (aunque
sea bajo la idea de una “democracia socialista”, nombre que hasta Bakunin
eligió en un momento para denominar en su momento a su Alianza), nos impide una
ruptura completa con el nefasto legado de la socialdemocracia, que no sólo es el
“partido burgués para los proletarios” sino que la ideología democrática que
sigue impregnando las ideas y luchas del proletariado.
Mientras los
proletarios e individuos de la especie humana que se rebelan contra la dictadura
del valor sigan creyendo que luchan “por la verdadera democracia”, jamás será
posible romper con el viejo orden del mundo, hacia la comunidad humana
reconciliada consigo misma y con el planeta.
Otra cosa muy distinta
es que si tras las promesas de libertad/igualdad/fraternidad con que se inicia
la fase revolucionaria de la burguesía había contenidos reales que en tanto
quedaban supeditados al desarrollo de la Economía capitalista se revelaban como
ilusorios o incluso como pura ideología. Lo cierto es que si en la
autoactividad humana que se manifiesta embrionariamente en las luchas
proletarias hay una verdadera participación y autonomía individual y colectiva,
precisamente por respeto a ese contenido real emancipatorio que hasta ahora es
sólo un índice de cómo será la sociedad futura es que preferimos no colgarle a
eso la dudosa etiqueta de la democracia.
En el camino de esta
superación crítica de la democracia, no sorprende que encontremos mejores
herramientas en el arsenal del “marxismo revolucionario” o crítico que en las
del anarquismo oficial, que ya en 1936 mostró de una vez y para siempre su
compromiso profundo con la democracia (contracara de la identificación de su
doctrina anarquista con una verdadera ideología).
Por eso es que no
resulta casual que el material que presentamos a continuación provenga de un
tipo particularmente preciso de “marxismo”: las posiciones defendidas desde
Francia por Jacques Camatte desde la publicación “Invariance”, consideradas por
algunos como una posición o agrupación “neobordiguista”, y que han sido un
referente esencial para la “ultraizquierda” post68 y las posiciones comunistas
revolucionarias hasta el día de hoy (influyendo incluso a ciertas corrientes
anarco-primitivistas). Quien quiera adentrarse en el estudio de dicha
corriente, debería acudir al excelente texto de Federico Corriente titulado
“Jacques Cammate y el eslabón perdido de la crítica social contemporánea”.
La versión original del
texto “La mistificación democrática” fue publicada en francés en el Número 6 de
Invariance (1969). La versión en español que ofrecemos a continuación fue
publicada en el número 32 (noviembre de 1992) de la revista Comunismo, del GCI,
que intercalaba a cada tesis el comentario crítico del grupo. En esta ocasión
volvemos a ofrecer ambos pero como textos separados.
Para seguir
profundizando en el tema, recomendamos además la lectura del libro de Miriam
Qarmat “Contra la democracia”, y el libro de Comunización/Klinamen “Materiales
para una crítica de la democracia”.
Así que adelante
compañeros: ¡un esfuerzo más, hacia la ruptura proletaria completa con el
legado de la socialdemocracia! Pues ya sabemos que la revolución no puede ser
parcial, sino que total, y que quienes hacen revoluciones a medias, cavan su
propia tumba.
Un comunista-anárquico
Octubre de 2015
Etiquetas: a desalambrar, anarquia, Chantiago, comentario de libros, comunismo, democracia/dictadura, Quimantú