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viernes, julio 30, 2021

LEY ANTIBARRICADAS: El discurso justificador 




“La barricada cierra la calle pero abre el camino”

(Andrés Allamand, No Virar Izquierda, 1974).


MODIFICA EL CÓDIGO PENAL PARA TIPIFICAR ACCIONES QUE ATENTEN CONTRA LA LIBERTAD DE CIRCULACIÓN DE LAS PERSONAS EN LA VÍA PÚBLICA A TRAVÉS DE MEDIOS VIOLENTOS E INTIMIDATORIOS, Y FIJA LAS PENAS APLICABLES AL SAQUEO EN LAS CIRCUNSTANCIAS QUE INDICA

Moción de Marcela Sabat Fernández, Gabriel Silber Romo, Miguel Ángel Calisto Águila, Gonzalo Fuenzalida Figueroa y Matías Walker Prieto. Fecha 27 de noviembre, 2019. Moción Parlamentaria en Sesión 114. Legislatura 367.

ANTEDECENTES DEL PROYECTO:

A modo de antecedentes los autores de esta iniciativa sostienen en primer lugar que es necesario abordar los crecientes fenómenos de violencia pública, desmanes, alteración del orden público y destrucción de la propiedad tanto pública, como privada.

Es ineludible constatar que, desde hace un tiempo y en todo el mundo, se han hecho recurrentes las manifestaciones sociales cruzadas por hechos de violencia, desmanes, grave alteración del orden público y destrucción de la propiedad.

Expresan que no siendo objeto analizar aquí la causa de este fenómeno social, es relevante hacerse cargo de las herramientas que permiten responder ante hechos como los que se señalan, destacando el valor del orden y de la realidad que nos demuestra que socavarlo o perderlo termina siempre por afectar a los más débiles y desprotegidos.

En Chile, añaden, que se ha asistido a maneras de protestar y de representar intereses desde la ciudadanía que, casi de manera inevitable, conllevan siempre esta clase de hechos, ya que albergan a grupos organizados que prefieren la violencia y la utilizan, así como dan pie a personas que, aun sin coordinación alguna, sostienen también estas conductas. Este fenómeno no es solo local, sino que se ha podido ver también en otras latitudes como las protestas por el medioambiente en Europa, la reciente revuelta social "de los chalecos amarillos" en Francia o las protestas por diferencias étnico-culturales en China y Hong-Kong.

Si es este un fenómeno que parece será persistente, abordar su aspecto de seguridad ciudadana, abogando por fortalecer la paz social y castigar efectiva y severamente a quienes prefieren delinquir por sobre manifestarse en respeto de los demás, contribuye exactamente en robustecer la democracia, proteger a los más débiles y justamente a quienes desean que su voz se escuche de manera no violenta.

Luego expresan que la actual herramienta jurídica contenida en el artículo 269 del Código Penal es insuficiente y se encuentra desactualizada para permitir una efectiva persecución penal de los desmanes y desórdenes públicos.

La reacción penal ante hechos como a los que se ha aludido, trae aparejada diversas dificultades que entorpecen la aprehensión policial, la investigación y el esclarecimiento de los hechos, así como la persecución de la responsabilidad penal que entrañan, produciéndose como consecuencia final la impunidad para los malhechores y una generalizada sensación de temor y desamparo en la población.

Efectivamente, argumentan que el actual artículo 269 del Código Penal presenta, como todo el cuerpo legal que lo contiene, una notoria desactualización en relación con los hechos que busca sustentar. El tipo penal plantea complejos requisitos para poder imputar responsabilidad criminal a una persona a título de desórdenes públicos.

En primer lugar, se requiere que los desmanes "turben gravemente la tranquilidad pública" y, además, que vayan encaminados a "provocar injuria a una persona particular" o lograr "cualquier otro fin reprobado".

De la interpretación del tipo penal y de su contraste con la constatación empírica de los hechos que pretende abarcar, se extrae lo complejo de calificar como perturbación grave de la tranquilidad actos como los desmanes, la destrucción del mobiliario público y hasta eventualmente los saqueos, puesto que estos hechos, mirados en sí mismos, solo afectan a un punto público o bien privado en específico. Al mismo tiempo, la complejidad, las grandes dimensiones y la interconexión de las urbes modernas, tienden a diluir la posibilidad de que un foco de violencia determinado termine por afectar de manera grave la tranquilidad común. Asimismo, el requisito de que el delito busque causar injuria a una persona determinada u otro fin reprobado, desconoce el real desvalor de la conducta, que es afectar la paz social en general. Claro está, resulta en gran medida contraproducente haberse establecido en este delito una sanción para actos que generalmente son masivos o concertados, pero que exigen una afectación particular específica, máxime si esta última pudiese subsumirse en un tipo penal distinto según la gravedad del ataque que haya sufrido dicho particular: lesiones, daños, robos u otra clase de ilícitos. En la gran generalidad de los casos, por lo demás, los hechos vulneran la propiedad y no necesariamente la integridad de personas en específico.

Por su parte, el que la conducta persiga "cualquier otro fin reprobado" coloca en la situación y en la necesidad de probar la idoneidad de la conducta para concretar un fin ilícito, lo que configura una descripción penal "en blanco" (que debe complementarse con otras normas que califiquen el fin como ilegal) y cuya utilización punitiva puede resultar cuestionable.

Estas complejidades de la norma penal sobre desórdenes públicos, produce consecuencias prácticas no deseadas y que no van en sintonía con el fin que se señaló en el punto anterior: fortalecer la democracia y la seguridad en un contexto que posibilite la expresión y canalización de las demandas ciudadanas, ya que dificulta la labor del órgano encargado de la persecución penal (el Ministerio Público) y tiende a evitar el desgaste policial en aprehender a los delincuentes en aquellos contextos en donde la situación de turba y grave desorden exige grandes esfuerzos al accionar policial. Evidentemente, si la norma que sanciona estos hechos es casi inaplicable, de nada sirve el trabajo policial y persecutor, tanto preventivo, como represivo ante los mismos.

Finalmente, la pena que el Código Penal asocia a estos hechos (reclusión menor en su grado mínimo, esto es, de 61 a 540 días) no se encuentra en proporción y en relación con la gravedad de los ilícitos de desmanes, desórdenes y/o destrucción, ya que estos, en último término, afectan bienes comunes circunscritos a la seguridad ciudadana, de manera mucho más gravosa que los daños particulares que se puedan ocasionar.

Precisan que el contenido de la iniciativa parlamentaria es actualizar la tipificación del delito de desórdenes públicos, aumentando la penalidad de tal conducta.

Se propone actualizar la redacción del tipo penal de desórdenes públicos, acentuando o relevando la verificación actual de esta clase de hechos. Se plantea una pena de presidio menor en su grado medio (de 541 días a 3 años) y que la misma se aplique sin perjuicio del cúmulo de otras que también fueren aplicables.

Asimismo, se sugiere crear figuras especialmente calificadas de este hecho, asociadas a una pena superior de presidio menor en su grado máximo a presidio mayor en su grado mínimo, las que están caracterizadas por los actos de violencia o daños que engloban, tal como se describen en el nuevo tipo penal.

Explican que para lo anterior, en una perspectiva de derecho comparado, se toma como ejemplo la legislación penal española y la evolución que respecto del mismo tema ha presentado.

PROYECTO DE LEY:

ARTÍCULO ÚNICO: Efectúense las siguientes modificaciones al Código Penal:

1. Reemplácese el actual artículo 269 del Código Penal, por uno nuevo, del siguiente tenor:

“Quienes actuando en grupo o individualmente, pero amparados en él, alteren la paz pública ejecutando actos de violencia sobre las personas o sobre las cosas, o amenazando a otros con llevarlos a cabo, serán castigados con la pena de presidio menor en su grado medio.

Estas penas serán impuestas sin perjuicio de las que pudieran corresponder a los actos concretos de violencia o de amenazas que se hubieran llevado a cabo”.

2. Agréguese un nuevo artículo 269 bis al Código Penal, incluido en el Párrafo I ter y anterior al Párrafo II del Título VI, pasando el actual artículo 269 bis a ser el nuevo artículo 269 ter y así sucesivamente, del siguiente tenor:

“Los hechos descritos en el artículo anterior serán castigados con la pena de presidio menor en su grado máximo a presidio mayor en su grado mínimo cuando concurra alguna de las circunstancias siguientes:

1. Cuando alguno de los partícipes en el delito portare un arma u otro instrumento peligroso, o exhibiere un arma de fuego simulada.

2. Cuando el acto de violencia ejecutado resulte potencialmente peligroso para la vida de las personas o pueda causar lesiones graves. En particular, están incluidos los supuestos de lanzamiento de objetos contundentes o líquidos inflamables, el incendio y la utilización de explosivos.

3. Cuando se llevaren a cabo actos de saqueo, ya sea previamente concertados o espontáneos y aun, en este último caso, valiéndose de la oportunidad que el tumulto o masa posibilita para actuar.

Estas penas serán impuestas sin perjuicio de las que pidieran corresponder a los actos concretos de violencia, amenazas o robo que se hubieran llevado a cabo.”

(Tomado de Historia de la ley 21.208, publicada el 30 de enero de 2020, Leychile.cl )

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jueves, julio 29, 2021

TEORÍA DE LA DESTITUCIÓN (extracto de "A nuestrxs Amigxs", C.I., 2014) 

Un camarada me mencionaba hace poco esta parte del libro del Comité Invisible (aka Tiqqun) sobre la destitución. Leida a la luz del "proceso constituyente" chileno, sus desmesuradas expectativas y hasta ahora bien penosa implementación resulta más interesante que cuando lo leímos colectivamente por allá por finales del 2015. 

Otro amigo me hizo ver que en su momento el camarada Cristóbal Cornejo había escrito comentando el album "Tikkun" (con k, no con q) de Richard Pinhas con Oren Ambarchi. Buen fondo musical para una lectura atenta.


TEORÍA DE LA DESTITUCIÓN 

(Comité Invisible, A nuestrxs amigxs, 2014)

Salida de Argentina, la consigna “¡Que se vayan todos!” ha hecho temblar por completo las cabezas dirigentes del mundo entero. Hemos dejado de contar el número de idiomas en los que hemos gritado, en los últimos años, nuestro deseo de destituir el poder en turno. Lo más sorprendente es que en algunas ocasiones, se haya conseguido. Pero cualquiera que sea la fragilidad de los regímenes que suceden a tales “revoluciones”, la segunda parte del eslogan, “¡Y que no quede ni uno solo!”, ha sido letra muerta: nuevos títeres han tomado el puesto vacante. El caso más ejemplar de esto es ciertamente Egipto. Tahrir tuvo la cabeza de Mubarak y el movimiento Tamarut la de Morsi. La calle exigió en cada ocasión una destitución que no tenía la fuerza de organizar, y, de hecho, fueron las fuerzas ya organizadas, los Hermanos Musulmanes y después el ejército, quienes usurparon esa destitución y la consumaron en su beneficio. Un movimiento que exige tiene siempre su revés frente a una fuerza que actúa. Mientras tanto, será de admirar el modo en que el papel de soberano y el de “terrorista” son en el fondo intercambiables, el modo en que tan prontamente se pasa de los palacios del poder a las mazmorras de sus prisiones, y viceversa.

La queja que entonces se hace generalmente escuchar entre los insurrectos de ayer dice: “La revolución ha sido traicionada. No morimos para que un gobierno provisional organice unas elecciones, para que una asamblea constituyente prepare una nueva constitución que dictará las modalidades de nuevas elecciones de las que surgirá un nuevo régimen, en su caso casi idéntico al precedente. Queríamos que la vida cambiara, y nada ha cambiado, o muy poco.” Los radicales tienen, sobre este punto, su explicación de siempre: en realidad, el pueblo debe gobernarse a sí mismo antes que elegir a representantes. Si las revoluciones son sistemáticamente traicionadas, tal vez es obra de la fatalidad; pero tal vez es señal de que en nuestra idea de la revolución hay algunos vicios ocultos que la condenan a tal destino. Uno de esos vicios reside en que muy a menudo seguimos pensando la revolución como una dialéctica entre lo constituyente y lo constituido. Creemos todavía en la fábula que desea que todo poder constituido se arraigue en un poder constituyente, que el Estado emane de la nación, como el monarca absoluto de Dios, que exista permanentemente bajo la constitución en vigor una constitución distinta, un orden a la vez subyacente y trascendente, la mayoría de las veces mudo, pero que puede surgir por instantes como el rayo. Queremos creer que basta con que “el pueblo” se reúna, si es posible ante el parlamento, con que grite “¡Ustedes no nos representan!”, para que por su simple epifanía el poder constituyente expulse mágicamente los poderes constituidos. Esta ficción del poder constituyente sólo sirve, de hecho, para ocultar o enmascarar el origen propiamente político, fortuito, el golpe de fuerza mediante el cual todo poder se instituye. Los que tomaron el poder retroproyectan sobre la totalidad social que ahora controlan la fuente de su autoridad, y la harán así callar legítimamente en su propio nombre. Es así como se realiza regularmente la proeza de disparar sobre el pueblo en nombre del pueblo. El poder constituyente es el traje de luces que viste el origen siempre sórdido del poder, el velo que hipnotiza y hace creer a todos que el poder constituido es mucho más de lo que es.

Los que se proponen, como Antonio Negri, “gobernar la revolución”, sólo ven por todas partes, desde los motines de banlieue hasta los levantamientos del mundo árabe, “luchas constituyentes”. Un negrista madrileño, defensor de un hipotético “proceso constituyente” surgido del movimiento de las plazas, se atreve incluso a convocar a crear “el partido de la democracia”, “el partido del 99%” con vistas a “articular una nueva constitución democrática tan ‘cualquiera’, tan a[1]representativa, tan post-ideológica como lo fue el 15M”. Este género de extravíos nos incita más bien a repensar la idea de revolución como pura destitución.

Instituir o constituir un poder es dotarlo de una base, de un fundamento, de una legitimidad. Es, para un aparato económico, judicial o policial, anclar su existencia frágil en un plano que lo supera, en una trascendencia que supuestamente lo deja fuera de alcance. A partir de esta operación, lo que siempre es solamente una entidad localizada, determinada, parcial, se eleva hacia un lugar distinto desde el cual puede a continuación pretender abarcar el todo; es en cuanto constituido que un poder se vuelve orden sin afuera, existencia sin vis-à-vis, que sólo es capaz de someter o aniquilar. La dialéctica de lo constituyente y lo constituido consigue conferir un sentido superior a aquello que siempre es solamente una forma política contingente: es así como la República se vuelve el estandarte universal de una naturaleza humana indiscutible y eterna, o el califato la única residencia de la comunidad. El poder constituyente nombra ese monstruoso sortilegio que hace del Estado alguien que nunca se equivoca, pues está fundado en la razón; alguien que no tiene enemigos, puesto que oponérsele equivale a ser un criminal; alguien que puede hacerlo todo, careciendo de honor.

Para destituir el poder no basta, por tanto, con vencerlo en la calle, con desmantelar sus aparatos, con incendiar sus símbolos. Destituir el poder es privarlo de su fundamento. Esto es precisamente lo que hacen las insurrecciones. En ellas, lo constituido aparece tal cual, con sus mil maniobras torpes o eficaces, groseras o sofisticadas. “El rey está desnudo”, se dice entonces, porque el velo de lo constituyente está hecho pedazos y es posible ver a través suyo. Destituir el poder es privarlo de legitimidad, conducirlo a asumir su arbitrariedad, a revelar su dimensión contingente. Es mostrar que sólo se mantiene en situación por cuanto despliega de estratagemas, trucos, artimañas — es hacer de él una configuración pasajera de las cosas que, como tantas otras, debe luchar y valerse de astucias para sobrevivir. Es forzar al gobierno a reducirse al nivel de los insurrectos, que no pueden seguir siendo unos “monstruos”, unos “criminales” o unos “terroristas”, sino simplemente unos enemigos. Conducir a la policía a ser ya simplemente una pandilla, a la justicia una asociación de malhechores. En la insurrección, el poder en turno no es ya sino una fuerza entre otras sobre un plano de lucha común, y no ya esa metafuerza que dirige, ordena o condena todas las potencias. Todo cabrón tiene un domicilio. Destituir el poder es restablecerlo sobre tierra.

Sin importar cuál sea el desenlace de la confrontación en la calle, la insurrección ha siempre-ya dislocado el tejido bien estrecho de creencias que permiten al gobierno ejercerse. Es por esto que los que se apresuran a enterrar la insurrección no pierden su tiempo tratando de remendar el fundamento hecho migajas de una legitimidad ya echada a perder. Intentan, por el contrario, insuflar en el movimiento mismo una nueva pretensión a la legitimidad, es decir, una nueva pretensión a estar fundado en la razón, a sobrevolar el plano estratégico donde las diferentes fuerzas se enfrentan. La legitimidad “del pueblo”, de “los oprimidos” o “del 99%” es el caballo de Troya con el que se conduce algo de constituyente al interior de la destitución insurreccional. Es el método más seguro para desmantelar una insurrección; el mismo que ni siquiera necesita vencerla en la calle. Para volver irreversible la destitución, nos hace falta, por tanto, comenzar por renunciar a nuestra propia legitimidad. Nos hace falta abandonar la idea de que uno hace la revolución en nombre de algo, de que habría una entidad esencialmente justa e inocente que las fuerzas revolucionarias tendrían la tarea de representar. Uno no restablece el poder sobre la tierra para elevarse a sí mismo por encima de los cielos.

Destituir la forma específica del poder en esta época requiere, para comenzar, llevar a su rango de hipótesis la evidencia que quiere que los hombres deben ser gobernados, ya sea democráticamente por sí mismos o jerárquicamente por otros. Este presupuesto se remonta al menos al nacimiento griego de la política; su potencia es tal que los propios zapatistas han reunido sus “municipios autónomos” en el interior de “juntas de buen gobierno”. Aquí está puesta en marcha una antropología situable, que es posible encontrar de igual modo tanto en el anarquista individualista que aspira a la plena satisfacción de sus pasiones y necesidades propias, como en las concepciones en apariencia más pesimistas que ven en el hombre una bestia ávida que sólo un poder coercionador puede retener de devorar a su prójimo. Maquiavelo, para quien los hombres son “ingratos, inconstantes, falsos y mentirosos, cobardes y codiciosos”, se encuentra sobre este punto en completo acuerdo con los fundadores de la democracia estadounidense: “Cuando se edifica un gobierno, es crucial partir del principio de que todo hombre es un bribón”, postulaba Hamilton. En todos los casos, se parte de la idea de que el orden político tiene vocación de contener una naturaleza humana más o menos bestial, en la que el Yo enfrenta tanto a los otros como al mundo, en la que sólo hay cuerpos separados que hace falta mantener reunidos mediante algún artificio. Como lo demostró Marshall Sahlins, esta idea de una naturaleza humana que a “la cultura” corresponde contener es una ilusión occidental. Expresa nuestra miseria, y no la de todos los terrestres. “Para la mayor parte de la humanidad, el egoísmo que nosotros conocemos bien, no es natural en el sentido normativo del término: es considerado como una forma de locura o de hechizo, como un motivo de ostracismo, de condena a muerte, o como mínimo es la señal de un mal que hay que curar. La avaricia expresa menos una naturaleza humana presocial que una falta de humanidad.”

Pero para destituir el gobierno no basta con criticar esta antropología y su supuesto “realismo”. Hace falta llegar a captarla desde el exterior, afirmar otro plano de percepción. Pues nosotros nos movemos efectivamente sobre otro plano. Desde el afuera relativo de aquello que vivimos, de aquello que tratamos de construir, hemos llegado a esta convicción: la cuestión del gobierno sólo se plantea a partir de un vacío, a partir de un vacío que la mayoría de las veces ha sido necesario hacer. El poder necesita haberse desprendido suficientemente del mundo, le es necesario haber creado un vacío suficiente en torno al individuo, o bien en él, haber creado entre los seres un espacio bastante desierto, para que uno pueda, a partir de ahí, preguntarse cómo va a ser posible agenciar todos esos elementos dispares que ya nada une, cómo uno va a reunir lo separado en cuanto separado. El poder crea el vacío. El vacío requiere el poder.

Salir del paradigma del gobierno equivale a partir políticamente de la hipótesis inversa. No hay vacío, todo está habitado, cada uno de entre nosotros es el lugar de paso y de anudamiento de cúmulos de afectos, de líneas, de historias, de significaciones, de flujos materiales que nos exceden. El mundo no nos cerca, nos atraviesa. Lo que habitamos nos habita. Lo que nos rodea nos constituye. No nos pertenecemos. Estamos siempre-ya diseminados en todo aquello a lo que nos vinculamos. La cuestión no es formar el vacío a partir del cual conseguiremos al fin volver a captar todo lo que se nos escapa, sino aprender a habitar mejor lo que está ahí; lo cual a su vez implica llegar a percibirlo, y esto no tiene nada de evidente para los hijos bizcos de la democracia. Percibir un mundo poblado no de cosas, sino de fuerzas, no de sujetos, sino de potencias, no de cuerpos, sino de vínculos.

Es por su plenitud que las formas de vida consuman la destitución.

Aquí, la sustracción es afirmación y la afirmación forma parte del ataque.

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martes, julio 20, 2021

Más rojo que el sol: Masayuki Takayanagi New Direction Unit en Blank Forms Editions 

 


El sello de Brooklyn (Nueva York) Blank Forms Editions ha reparado un vacío histórico: en 1975 el sello ESP-Disk, de la misma ciudad, se fue a la cresta económicamente –lo cual no es raro considerando su audaz catálogo- y se quedó sin editar un álbum del guitarrista japonés Masayuki Takayanagi y su New Direction Unit: “Abril es el mes más cruel”.  Saldando ahora esta deuda con la historia, BFE ha hecho la primera edición de un disco de MT fuera de Japón.

Es difícil imaginar que efectos hubiera provocado este material en las comunidades ligadas a la música libre y experimental de haber sido editado fuera de Japón a mediados de los 70.  

MT (alias Jojo) estaba desde fines de los 60 liderando en sus ensambles las nuevas corrientes sónicas derivadas del impacto del free jazz, trabajando intensa y originalmente en la guitarra eléctrica, en paralelo a los avances que hacían Sonny Sharrock en USA y Derek Bailey en UK. Su incesante labor la ejerció siempre en contra de los criterios de los críticos especializados del mercado cultural del jazz, y del lado de la tremenda agitación social, política y existencial de esos años.


Aprovechando el impulso, Blank Forms ha editado también bajo el nombre de Axis/Another revolvable thing un concierto de Jojo y su New Direction Unit el 5 de septiembre de 1975. En formato LP fue dividido en dos partes. En el CD está todo el material y en el mismo orden en que fue tocado, partiendo con dos fragmentos del método “gradually projection”, un solo de percusión de Hiroshi Yamazaki, y culminando con tres fragmentos de “mass projection”.

Kenji Mori en vientos y Nobuyoshi Ino en bajo y cello complementan este histórico cuarteto en ambos discos.  

Belleza pura de seres vivos que se entregan al sonido puro, con “la sangre más roja que el sol”.

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jueves, julio 15, 2021

Fiasco & Perón digital: Tildaflipers en flashback al 2006 

 ...O tal vez al revés: un salto de tigre desde el 2006 al 2021.



Tildaflipers, “fiasco”/”digital p.”, mayo 2021

Explorando bandcamp como el mega-sello virtual que es, me topé con variada actividad por parte de los Tildaflipers, incuso en el contexto de pandemia y cuarentenas. Sabía que había  contactado al viejo maestro Scientist para algunas colaboraciones, que ya están subidas en el ciberespacio donde colisionan constantemente el dub, el punk (insistiré en llamarlo así y no como dicen todos desde Simon Reynolds: “post punk”), y todas las variedades de expresión humana mediante la manipulación del sonido.

Pero me voy a concentrar ahora en el “último disco” subido a su bandcamp. Y no pongo las comillas irónicamente acá, pues los TF se manejan bien en la disquería virtual pero no han dejado de sacar sus materiales en caset, cedé y vinilo. Lo que sí hay que aclarar es que si bien es un disco nuevo, los dos temas que incluye provienen de los inicios de Tildaflipers hace ya una década y media, al punto que partieron como posible material de la banda anterior de Monki: 7 Magníficos.

El lado A parte con “fiasco”, así, en minúscula. Los teclados y efectos se echan a correr por la carretera de sonido pavimentada por Suicide/Chrome/Silver Apples, como un colchón sónico por sobre el cual entran primero un teléfono con el antiguo dial que las jóvenes generaciones ya no conocieron, no hay respuesta, pero entran ritmos y voces danzables que le agregan un toque así como de disco/funk latino.

Sólida línea de bajo hermanada con la batería, y el coro va repitiendo: “¿esperando qué?, ¿esperando a quién?”. Luego nos dice que hay “40 grados a la sombra”, menciona amigos que piden “algo que aplaque la sed”, rematando con: “colección fiasco, colección fraude”. Según entiendo, la sensación de fiasco/fraude estaba gatillada por el estado algo lamentable en que se hallaban las escenas del punk y metal luego de un par de décadas…Como me dijo alguien hace un tiempo: ¡tantos años de resistencia por nada! Pero lo interesante es que sin necesidad de renegar de nada, y mucho antes de que se pusiera realmente de moda, notamos acá unas buenas y refrescantes pinceladas de ritmos motorik propios del llamado krautrock, que tal como el dub y el free jazz, eran parte importante de las inspiraciones que tuvo el punk inglés hacia 1976 (si no me creen lean las memorias de Viv Albertine).

Esto fue grabado en el año 2006, según se indica, con una formación de dos personas, en dos días en estudio amigo en Rio de Janeiro, al que se viajó en un pequeño automóvil desde Sao Paulo que además sirvió de alojamiento en las hermosas playas donde incluso en esa ocasión fue encontrado un cadáver mientras la radio (sampleada en el tema 2) hablaba de un atentado explosivo contra un Juzgado en la República Popular China.

Flashback al verano 2016:

-Papá, ¿qué es un fiasco?

Eso me preguntó León luego de una vez que fuimos a pasear con Monki hacia los blocks de las Villas Unidas en avenida Grecia, en Santiago de Chile. En verdad, íbamos a comprar cerveza, y el cabro chico -que tenía como 5 años- tuvo que acompañarnos, pero iba feliz. Monki le construyó un arco y flecha con una ramita y cuerda, y tras explorar unos cubos enormes de basura al lado de la multicancha de Los 3 Antonios, donde no encontró nada interesante, escribió “FIASCO” con un plumón grueso sobre uno de los plásticos grises con tapa verde.

-Ehhhhh, un fiasco es como…un gran fracaso, pero es peor que eso porque por lo general se da en ciertas situaciones en que principio uno esperaba un resultado bastante mejor. Como sea, dado que en mi complejo rol de adulto y padre –para el que nunca se está bien preparado- no quiero maleducarte, mejor consultemos un diccionario.

El de la Real Academia de la Lengua Española (uno de los nombres más raros que uno se podría topar: analicen las palabras una a una, y todas juntas) dice:

“Del it. fiasco; propiamente 'botella'. [Nota del comentarista de discos: ¿Botella o frasco en italiano? ¿Algo que aplaque la sed? ¿Cómo cuando en Chile hablamos de “caerse al frasco”?]

1. m. Fracaso, decepción. Sus amores terminaron en completo fiasco”.

Gracias a eso, y sin tener grandes conocimientos del idioma italiano, a mí y a mi hijo nos quedó bastante claro el mensaje de Monki. Y lo compartimos plenamente. Hasta le sacamos una foto el grafiti en el basurero que yo tenía puesta en mi lugar de trabajo como protector de pantalla. Pero no esperaba topármelo ahora en forma de esta gran canción. Incluso a mí, y puede que sea por estos tiempos de mierda de encierro domiciliario y paseos con mascarilla, incluso a mí, insisto, que lo único que he “bailado” en mi vida es pogo punk porque sólo consiste en saltar, incluso a mí, y con esto termino, ¡me dan ganas de salir a bailar!

El lado B, que gracias a la tecnología bandcamp parte solo y no hay que ir a darlo vuelta, nos ofrece el hit “digital p.”, que finalmente uno entiendo que se refiere a “Perón digital”. Su letra en la parte que me quedó pegada dice: “Perón digital, tu virus personal, no hay cosa igual, digo no no no hay”.

Me gusta pero me asusta. O sea, el tema es muy bueno. La línea vocal se asemeja al tema anterior, así como la línea saltarina del bajo dub, pero el resto del acompañamiento instrumental entre y sale, sube y baja, aparece y desaparece y se asoman diversos efectos desde la sala de controles. Es como un dub/punk burroughsiano en el sentido de que uno no puede parar de pensar en la sala oscura desde la cual la realidad es manipulada como en un laboratorio digital. ¿La construcción y alteración de capas de sonido como metáfora de la “sociedad de control” -que, por cierto, Deleuze/Guattari llamaron así en homenaje al tío Bill-?  ¿O es muy cyber-punk lo que estoy diciendo?

Lo que me asusta por sobre todo son las alusiones a Perón. Si me preguntan, yo creo que técnicamente el General Juan Domingo era un fascista de tomo y lomo, en el más preciso sentido acepción de “fascismo”: un fenómeno nacional-popular con aspectos “socialistas” y a la vez reaccionarios, mezclados en una indigesta mezcla que además en el caso argentino se mezcla con futbol y religión católica.  Perón, Evita, Maradona  y el papa, y no puedo aguantar las ganas de vomitar, pues quedé algo traumado con la experiencia de haber quedado atrapado por un par de horas en la “marea peronista” y camporo/kirchnerista de la Plaza de Mayo para el 40 aniversario del golpe de estado, en marzo del 2016. Andaba allá participando de un ciclo de actividades anti-represivas (que además suelen ser anti-depresivas)  en Rosario y Capital Federal. Al intentar encontrarme unas amigas en Plaza de mayo me topé con el fenómeno de alienación de masas que es el peronismo argentino, algo único desde el punto de vista de un chileno. Por eso me siento ratificado cuando dicen que: NO HAY COSA IGUAL.  Para que se hagan una idea:

Unos jóvenes algo rechonchitos que marchaban con carteles de La Cámpora cantaban algo acerca de “Perón y Néstor en el cielo”, y no me dejaban pasar entre sus coligües porque “no podés pasar por acá, porque acá estamos nosotros”. Gran argumento. Lo modificaron eso sí casi de inmediato cuando dos “rich tourists” rubias y jóvenes les pidieron pasar, así que ahí me colé. Crasso error (con dos S en homenaje no a las SS sino que a CRASS):

El espectáculo era horrible, pues sintetizaba todo lo que odio: nacionalismo, patoterismo, futbolismo, catolicismo, etc. Con decir que hasta estaba el PC argentino, que desde su “marxismo-leninismo” pro-ruso apoyó el golpe de Estado de 1976, evento que preferían que se olvide o se vea como un mero accidente, ahora que están reconciliados con sus viejos enemigos peronchos que antiguamente definían como “fascistas”. 

Nunca encontré a mis amigas, y cuando estaba a punto de colapsar por multifobia extrema, pasaron vendiendo cerveza y me compre una Quilmes de ½, mientras me autoconvencía de que lo más sabio sería tomar el extraño momento con vocación de etnógrafo. 

Cuando una hora después logré regresar a donde estaban las organizaciones de izquierda, las banderas rojas de los diversos partidos y micropartidos troskos y del PCR casi me hicieron sentir bien. Pensaba: no estoy de acuerdo con los leninistas pero…al menos los comprendo. Me quedé donde un sindicato mealúrgico había instalado un escenario para que tocaran bandas punk y heavy metal. Todos de negro. Cerveza, vino y fernet.

Por otra parte, el peronismo parece ser el virus personal de muchos. Por ejemplo, recuerdo que el guitarrista argentino que hubo en Fiskales Ad Hok, Víbora, una vez hace ya harto tiempo me decía que él era de izquierda y en Chile obviamente no era un peronista, pero que era casi imposible no serlo en Argentina, pues “allá no ser peronista es como….no ser del pueblo”. Así y todo, no estaba preparado para ver algunas manifestaciones que he conocido en las redes sociales en que desde ciertas individualidades que cabría calificar como “punk” se hace una defensa e incluso idolatración de figuras como Evita y Cristina K., reinterpretadas como feministas y presentadas incluso en escenas de amor lésbico. ¿Exceso de post punk, postperonismo, post postmodernismo y post post post todo?

En fin, era necesario que alguien hiciera una canción sobre el virus peronista. Tildaflipers tuvo la visión de darse cuenta a inicios de siglo que el mito del General y su esposa Evita se estada renovando para poder ser usado como soporte del ejercicio del poder en la era digital, replicado en la sucesión que opera entre Néstor y Cristina. En Brasil Lula cedía el paso a Dilma, y en Chile se pasaba de Lagos a Bachelet. ¿Algo que celebrar? Nada de eso.

Y retornando en un salto felino al lado A, agregaría que la clarividencia de la denuncia de “El gran fiasco del rock and roll” se venía a agregar al disco que previamente habían hecho los 7 Magníficos, “Dictador Amor”, que ya en los primeros años del siglo XXI anunciaba la adopción de lo “políticamente correcto” como parte integrante y esencial de la ideología dominante; una peculiar dictadura que recién ahora podemos ver casi totalmente desplegada, y que entre sus múltiples efectos políticos y culturales parece haber generado una especie de reacción de “rebeldía antiprogre” que una nueva extrema derecha intenta capitalizar (ver el libro de Pablo Stefanoni sobre si la rebeldía se volvió de derecha, o el de Julio Cortés sobre el archipiélago del postfascismo y la nueva derecha en Chile, ambos del 2021).  

En síntesis: Se agradece la cantidad de material histórico/crítico cristalizados en breves cápsulas de tiempo (que llamamos canciones), y se le da play una vez más, mientras repaso en el librito Snack a William S. Burroughs diciendo:

“¿…y qué le ofrece mi programa de austeridad y resistencia total? Yo no ofrezco nada. No soy un político. Se trata de condiciones de emergencia total”.


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sábado, julio 10, 2021

Que en paz descansen 

De casualidad -si es que tal cosa existe- doy con "Slow Music", un disco de 1980 en que Morgan Fisher va modificando y procesando los sonidos del saxo soprano de Lol Coxhill, logrando un calmo y precioso resultado a o largo de seis temas.

"Que en paz descanse" (9 minutos y algo) está basado en una interpretación del "Largo" de Händel, que según Fisher pasa a ser algo asi como una marcha fúnebre mexicana.

Escucho pensando en Luisa y Pablo, que se han ido de dos maneras diferentes con pocos días de diferencia. 

Presencias resonantes, sonido frágil y fantasmagórico.

En la nota final dice que Lol murió a los 79 años, un día como hoy; el 10 de julio de 2012.

Inquieta y divertida figura que alcanzó a hacer de todo, incluyendo tocar con Hendrix, Kevin Ayers, los Damned y New Age Steppers. 

Sus acercamientos a la escena del rock no lo alienaron en exceso, pero una vez antes de tocar con Hendrix le echó anestesiante de labio al schop, tocó alucinando y estuvo "enfermo" por dos días.

Uno de los pocos maestros del saxo soprano. Se le puede oir tocando junto a otros dos (Evan Parker y Steve Lacy) en el encuentro histórico "Three blokes", grabado en Berlin en 1992 y disponible en  Destination Out!

Que descansen en paz...

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