jueves, enero 26, 2023
Cuando las feministas alemanas se pitearon a Teddy Adorno
Había escuchado algunas versiones sobre este acontecimiento ocurrido en 1969, pero no en el nivel de detalle que da Manuel Sacristán. Lo que yo había escuchado era que las feministas en topless boicotearon su clase diciendo "la institución Adorno ha muerto". La versión de Sacristán enfatiza en el juego de palabras entre Theodor Adorno, alias "Teddy", y "Teddy bear": osito de peluche.
Los dejo con el relato compilado por Salvador López Arnal dentro de una Antología de Sacristán sobre la Escuela de Frankfurt, disponible en rebelion.org :
Manuel Sacristán sobre Adorno y
Horkheimer
En «Sobre Lukács» (en M.
Sacristán, Seis conferencias, op. cit), a propósito de un comentario a la
crítica de Gyorgy Lukács del utopismo irracionalista, Sacristán hizo un
comentario sobre Th. W. Adorno, a quien tradujo y de quien siempre admiró su
estilo intelectual y su inmensa erudición marxiana. Señalo que Lukács, en El
asalto a la razón, había criticado la ideología de los pensadores, supuestamente
de izquierda, que practicaban el pesimismo histórico. En su opinión, el
filósofo húngaro se estaba refiriendo claramente a Adorno. A lo que añadió:
«Otro de esos pensadores de contrabando que mucha gente que se cree de
izquierda lo tiene como autor de cabecera y de izquierda no tiene nada, más que
el saberse a Marx, se sabe a Marx muy bien. Adorno se sabía a Marx así… Yo
muchas veces he admirado como se sabía Adorno a Marx. Sólo que, como Gramsci
dijo muy bien, según se lea El Capital puede ser un libro de cabecera de
burgueses, como ocurrió en la Rusia anterior a la revolución y ése es el caso
de Adorno manifiestamente. No digo en su juventud; en su juventud, Adorno era
un marxista idealista, por así decirlo, pero con muchos elementos de marxismo.
Después de su largo exilio en Estados Unidos, porque era judío y tuvo que huir
de Alemania, cuando volvió, era un conservador.
Cuando el 68, sus estudiantes -entre otros, individuos de tanto talento como
Dutschke, Hermann Ckark, que fue uno que se mató en un accidente de automóvil,
en el 68 mismo, corriendo de Hamburgo a Berlín a una manifestación se pegó un
trastazo que murió en las puertas de Berlín-, cuando estos estudiantes de
Adorno decidieron que había llegado el momento de hacer algo, de hacer algo en
la práctica, Adorno -y disculpar este paréntesis pero es que vale la pena
porque son cosas importantes no sólo para la historia de Europa, sino también
para las precauciones ideológicas que debe tener uno- contestó que la
revolución nunca, que de ninguna manera la revolución. Como ellos insistieron
se marchó a su casa, volvió al cabo de un par de semanas, confiando en que ya
no estarían los revolucionarios, los cuales no estaban, pero estaban las chicas
feministas que se habían quedado. Entonces las chicas feministas le hicieron un
espectáculo terrible, bastante cruel. Adorno, no sé si habéis visto una figura
suya, era un hombre gordo, bajito, casi redondito, muy… así, muy blandito, un
poco fofo, entonces las chicas se desnudaron de cintura para arriba y empezaron
a decir «Adorno es un oso de peluche», que era una burla muy cruel, muy
terrible. El hombre se marchó desesperado a su casa y murió 48 horas después…Yo
creo que murió de muerte psíquica.
Las muertes psíquicas son más frecuentes de lo que podéis pensar siendo
jóvenes. Este hombre se encontró con que lo que era la raíz de su vida, que era
un enorme prestigio entre los estudiantes de izquierda, se hundió de la noche a
la mañana, cuando se encontró con la práctica, cuando no bastaba con decir frases
muy críticas de la cultura burguesa mientras se recibía dineros de la fundación
ésta y de la fundación otra, y perdonad la brutalidad con que hablo. Hablar
mucho contra la cultura burguesa mientras estaba sirviendo a la economía
burguesa y a la política burguesa. Su maestro y colega Horkheimer era consejero
personal de Adenauer y resulta que ahora me lo presentan como marxista. Y [la
editorial] Taurus lo publica como un gran marxista muy importante. Ese sí que
no era dogmático, ¡qué iba a ser dogmático! Era todo lo contrario claro, era un
consejero personal de Adenauer. Menos dogmático que eso…».
Etiquetas: 1968, Adorno, feminismo, feminismo chanta, Frankfurt, perlas de la estupidez humana
martes, enero 24, 2023
PERÚ ARDE: UNA COLUMNA Y UNA ENTREVISTA EN VIDEO
1.- Perú, movimiento popular
destituyente
Luis
Hernández Navarro (La Jornada)
El sur de Perú arde. Coléricos
por la usurpación de la voluntad popular y la represión gubernamental,
manifestantes incendiaron bancos en Yunguyo, departamento de Puno. Lo mismo
hicieron en la comisaría de policía de Triunfo, Arequipa. En el campamento de la
empresa Antapaccay, en Cuzco, la población saqueó bienes de la empresa e
incendió instalaciones. También la lumbre ha quemado canales de televisión y
residencias de políticos en otras ciudades.
La lista de las protestas
documentadas es interminable. La mayoría son pacíficas, lo que no evita que la
violencia policiaca se cebe en su contra. De acuerdo con la Defensoría del
Pueblo, el 22 de enero fueron bloqueados 78 puntos, en 23 provincias.
(shorturl.at/nACDR). Entre otras acciones, se han llevado a cabo tomas de
aeropuertos, piquetes carreteros, de puentes y de redes ferroviarias; intentos
por ocupar el cuartel en el distrito de Llave. Según las autoridades, se han
producido 14 ataques contra sedes judiciales y siete incendios de sus
edificios, así como, 34 protestas contra comisarías, cuatro de las cuales
fueron convertidas en hogueras. Y, por supuesto, la multitudinaria ocupación de
Lima.
La ira popular se desborda en
múltiples regiones. Congresistas, como la fujimorista Tania Tajamarca, son
expulsados a pedradas al regresar a sus demarcaciones. Pero el enojo ciudadano
no distingue partidos políticos. “¿Está contenta con los resultados, señora
Susel? ¿Qué se siente irse todos los días a dormir con 52 muertos?”, reclamó
una mujer a la parlamentaria Susel Paredes, activista LGTB.
Las piras no han sido prendidas
por pequeños grupos radicales. Son, junto con los bloqueos de las vías de
comunicación, los choques con la policía y la toma de oficinas
públicas, obra de la sublevación popular en curso. Se trata de una moderna
Fuente Ovejuna que crece más allá de partidos, alimentada por rondas
campesinas, grupos populares que tienen el territorio como identidad, pequeños
comerciantes, maestros, comunidades indígenas, transportistas, gremios y grupos
estudiantiles. Es el retorno de Las Cuatro Regiones Juntas (el Tawantinsuyo, en
quechua).
El heterogéneo y diverso
movimiento popular que se desplaza por el país como el magma de un volcán no
reivindica demandas particulares. Los protagonistas han hecho a un lado sus
planteamientos específicos. Son, de entrada, un poder destituyente del viejo
régimen político, que exige la renuncia del gobierno usurpador de
facto, de su presidenta Dina Boluarte y del Congreso. Sin formularlo
así, sostiene una especie de “¡que se vayan todos!” Reclama nuevas elecciones y
un refrendo sobre una Constituyente, además de la liberación de Pedro Castillo.
El más reciente sondeo del Instituto de Estudios Peruanos indica que 69 por
ciento de los consultados está de acuerdo en convocar a una Asamblea
Constituyente para cambiar la Constitución.
En un país estructuralmente
racista y clasista, como Perú, con la oligarquía limeña enseñoreada con las
provincias, un enorme ejército de trabajadores precarios, la subrogación
sistemática de obras y servicios y la persecución política endémica de los
luchadores sociales, la revuelta popular en curso se alimenta también de viejos
agravios, que hoy emergen a flor de piel. Alimentada por la ira y el
resentimiento social, es un movimiento por la dignidad, formulado en clave
política.
El Estado peruano, ha escrito
Héctor Béjar, una de las grades referencias intelectuales ético-políticas de
esa nación, es un “barco lleno de agujeros, que navega sin brújula y sin
capitán. Los capitanes son fugaces. Llegan pensando qué se van a llevar. Es un
Estado en situación de discapacidad, en el que no puede hacer nada, porque todo
tiene que ser contratado con empresas privadas” (https://rb.gy/bzkmer). Un Estado, que es
una potencia en la producción de cobre y que, sin embargo, no ha podido evitar
que 41 grandes contratos mineros estén paralizados por la resistencia de las
comunidades, ni tiene la fuerza para comenzar a renegociar los pactos firmados
por Fujimori que terminan este 2023.
El movimiento tiene fecha de
arranque (7 de diciembre), pero no se avizora su final. Sorprende su
permanencia, a pesar de la salvaje represión del gobierno de facto cívico-militar,
que ha declarado la suspensión de las garantías constitucionales y asesinado a
más de 60 personas; su avance por oleadas; su inteligencia para replegarse en
las fiestas navideñas y rebrotar con más vigor y capacidad de convocatoria al
terminar éstas; su potencia para reditar una nueva “Marcha de los Cuatro
Suyos”, similar a la que en 2000 marcó el inicio del fin de la dictadura de
Fujimori, mientras controla el sur del país; las redes de solidaridad que lo
alimentan, hospedan, abastecen de agua, transportan, curan y protegen.
Con sus propias especificidades,
la sublevación destituyente peruana se suma al ciclo de movilizaciones
populares desde abajo que se han sacudido en los últimos años a Ecuador, Chile,
Colombia y Bolivia. Como lo muestran estas experiencias sudamericanas, su
desenlace es incierto. La historia no avanza en línea recta.
El gran capital minero
trasnacional demanda estabilidad y garantías para sus inversiones y hará valer
todos sus recursos e influencias para mantenerlos. Aunque la decisión de
reprimir la insubordinación popular tiene amplio consenso en la derecha
peruana, el gobierno usurpador de Boluarte es inviable a mediano plazo. Sin
embargo, la magnitud de la magnitud de la violencia contra los sublevados puede
ahogar a sangre y fuego, en el corto plazo, este empuje destituyente del Perú
de abajo. El pueblo peruano se ha convertido en sujeto de su propio destino.
¡Toda la solidaridad a su epopeya!
Twitter: @lhan55
2.- De golpe a genocidio, están
matando al pueblo de Perú: entrevista a Lourdes Huanca, dirigente peruana
Elena Rusca (El Clarín) VER ACÁ
- Qué ocurrió exactamente el 7 de diciembre 2022?
- Porqué el Congreso quiso destituir al presidente
democráticamente electo Pedro Castillo? Qué sutilidad legal supo utilizar?
- Qué pasa este año con las concesiones mineras?
- Cual es la realidad minera en Perú?
- Qué ocurrió a partir del 7 de diciembre de 2022?
- Además de la destitución de Pedro Castillo, la
desigualdad y el racismo instaurados en el país andino espolean las
actuales protestas sociales, eso recuerda un poco lo que pasó en Bolivia
durante el golpe de Añez?
Etiquetas: calles para la insurrección, Perú Arde, revuelta permanente, tercer asalto proletario contra la sociedad de clases, tratar al enemigo como enemigo
lunes, enero 23, 2023
"Abajo la Constitución. No más Códigos ni Leyes"
A este encuentro del día de hoy con la compañera Alma de la región mexicana le pusimos el título de una consigna que alguna vez pillé en un periódico anarquista local de fines del siglo XIX, y que fue re-difundida inmediatamente por el período Comunismo Difuso hacia el año 2009.
No podíamos vaticinar en ese momento que lo que llamamos "la insurrección que esta faltando", y que luego llegó, con la previa del 2011 y el reventón del 2019, iba a ser neutralizada con la ilusión constituyente, a la cual se plegaron muchísimos anarquistas con diversos argumentos (correr el cerco, voto antifascista, mal menor, etc.).
De todo eso pienso hablar hoy. Por mientras, rescaté este Prólogo a un libro de un compañero/colega venezolano que finalmente no pudo ser editado en papel.
Lo dejo como aperitivo.
“ABAJO LA CONSTITUCIÓN: NO MÁS CÓDIGOS NI LEYES”
Prólogo para el libro de Rodolfo Montes de Oca “Civis Seditious-Textos
jurídicos de un abogado heterodoxo”.
1.-Recuerdo que hacia principios
de la década del 90, en el recién reestrenado ambiente anarquista
metropolitano, a no pocas personas les llamaba la atención que existiera un
grupo de estudiantes anarquistas en la Escuela de Derecho de la Universidad de
Chile. El colectivo se llamaba “cadáver exquisito”, en homenaje a una técnica
surrealista de escritura colectiva, porque curiosamente todos los integrantes,
que proveníamos de diversas expresiones del marxismo local de los años 80, nos
habíamos “anarquizado” no por la lectura de ningún clásico, sino que por la
influencia de Antonin Artaud, sobre todo de su “Carta a los poderes”, en la muy
estimulante edición argentina de Argonauta (y luego, la mayor influencia para
muchos fue Evaristo y la Polla Records: en la época de la dictadura, pese a todas las prohibiciones, circulaba
profusamente toda clase de literatura marxista-leninista, pero ni en los 80 ni
hasta ese entonces nadie había visto jamás libro alguno de Bakunin).
En todo el ambiente libertario de
ese entonces se entendía, como pareciera obvio, que Derecho es igual a Ley, y
Ley es igual a Estado y Orden -que además no es cualquier orden sino que el de esta sociedad burguesa-, y que por ende nada
tenía que ver nuestra bella y querida Acracia con el estudio de la horrible
disciplina jurídica, estudiada por quienes luego inevitablemente tendrían que ejercer
su profesión como horribles leguleyos, desde las mismísimas entrañas de la
bestia estatal y capitalista: los tribunales de “Justicia”.
La idea de un “abogado
anarquista” puede resultar a simple vista tan chocante como la del “banquero
anarquista” de Pessoa, y la prueba de eso es que se pueden contar con los dedos
de una mano:
-Desde Italia, a fines del siglo
XIX, el compañero Pietro Gori, famoso por sus brillantes defensas de
anarquistas criminalizados por el Estado, pero que al menos en su aporte “criminológico”
manifestado tanto en clases en la Universidad de Buenos Aires durante su exilio
argentino, y en la publicación de la revista “Criminología moderna” parece no diferenciarse
mucho de las pretensiones científicas de dicha disciplina en esos tiempos, de
Lombroso a J. Ingenieros.
-Desde España, también a fines
del siglo XIX, don Pedro Dorado Montero, que publicaba frecuentemente en las
revistas anarquistas de su tiempo, como La Revista Blanca, firmando como P.
Dorado, y a quien incluso los cuadernillos de la publicación
Etcétera-Correspondencia de la guerra social han homenajeado en el número 69 de
su colección mínimas con una valiosa selección de textos breves, más el índice
de un interesante libro llamado “Valor social de leyes y autoridades”…
¿Alguien más? No recuerdo más.
No en vano a principios de los
70, en la ciudad francesa de Tolosa, futuros miembros del Movimiento Ibérico de
Liberación (el 1000) trataron de incendiar la facultad de derecho por
considerar que era “un nido de fascistas”…Siendo optimistas, creo que por cada uno
o dos “abogados libertarios” (que suena menos tremendista y contradictorio que
“abogados anarquistas”) esas facultades deben producir a lo menos un millón de
abogados fascistas y varios millares de socialdemócratas.
2.-Ante esa avalancha de crítica
y escepticismo más o menos justificado sobre quienes ejercemos este oficio, mi
respuesta siempre fue la misma: En comparación a los juristas, ¿son acaso “mejores”
o más “inocentes” los profesores (y por añadidura los estudiantes de pedagogías
varias)? Creo que no: de entrada, los abogados entramos en contacto directo con
una proporción más o menos minoritaria de la población general, no así quienes
moldean la mente y el cuerpo de toda la infancia del mundo día tras día, año
tras año, dentro y fuera de las salas de clases. ¡Y qué decir de ingenieros,
médicos, etc.! Como dirían los Sex Pistols: ¡nadie es inocente!, o en términos
más filosóficos y hegelianos: “Inocentes, las piedras”.
Pero aunque la pedagogía evoca
una serie de imágenes que para los libertarios son unívocamente detestables: la
palmeta –instrumento de tortura sutilmente diseñado para causar un buen nivel
de dolor a las manos y nalgas de quienes recibían su golpe, mediante agujeros
que impedían que el aire opusiera resistencia a tan bella herramienta de
madera-; la letra que con sangre entra; el Silabario hispanoamericano que al
enseñarnos el pra-pre-pri-pro-pru nos dice que “los policías llevan
presos y encierran a todos los que se portan mal” (los subrayados están
en el texto original), etc., no pocos desde los ambientes libertarios se han
atrevido a postular y ensayar incluso una “pedagogía libertaria”, asumiendo que
algo así fuera posible (y deseable).
La pedagogía, al igual que el
derecho, la ciencia y casi todo lo que se nos ocurra pensar, también está marcada a sangre y fuego, y
totalmente influida o determinada, como un concepto que es propio de las
sociedades ya divididas en clases y con un poder político separado de la
comunidad humana. De hecho,
etimológicamente proviene del griego: paidos
y agogos: niño (o hijo) y
conductor (o guía). El “pedagogo” conduce al niño, lo dirige. Ciertos
diccionarios etimológicos agregan además que originalmente el “pedagogo” era el
esclavo encargado de llevar de la mano al niño entre su casa y la escuela. Como
es fácil advertir, el término está teñido de autoritarismo y adultocentrismo, y
en definitiva de toda la Dialéctica del amo y del esclavo.
Y así y todo hay quienes sueñan
con liberar la pedagogía…siendo que más bien se trataría de destruirla.
El programa del comunismo
anárquico debiera incluir también la abolición de la pedagogía y los diversos saberes especializados y puestos al
servicio de la vieja mierda, del Poder.
3.- A diferencia de la pedagogía,
el Derecho no goza de ninguna simpatía libertaria. Es un campo o sector de la
realidad donde al igual que en el grueso de los marxismos, al anarquismo le
basta con proyectar su abolición repentina y/o disolución gradual a medida que
el día después de la revolución avancemos a paso firme hacia la sociedad sin
clases, sin Estado, y sin “Derecho”.
En cuanto a eso, pareciera que ni
siquiera hay diferencias entre marxismo y anarquismo: el objetivo final de la
lucha por la liberación individual y colectiva, el comunismo (sociedad sin
clases) y/o la anarquía (sociedad sin Estado), que a mi entender están tan
imbricados como el capitalismo y el poder estatal, incluye también la abolición
del Derecho como esfera especializada y separada.
Pero el Derecho existe. Y
conocerlo puede tener no pocas ventajas. Cuando hablamos de Derecho, así con
mayúsculas, nos referimos en realidad principalmente a este Derecho: el de la sociedad
capitalista y estatal. Pero también han existido y en parte subsisten otros derechos,
otras formas “jurídicas”, más o menos especializadas, que diferentes
sociedades, culturas y comunidades han generado en distintos tiempos y lugares.
Sobre esto último (la posibilidad
de “otros derechos”) nos hemos detenido bastante poco: En general asumimos que
“derecho” es únicamente el Derecho estatal propio de la Modernidad capitalista,
y en rigor es ese “Derecho” el que queremos abolir.
No en vano el Derecho de nuestro
tiempo es el producto de lo que algunos han llamado “el secuestro del Derecho
por el Estado”, un proceso mediante el cual el concepto mismo de lo jurídico es
reducido hasta convertirlo en monopolio estatal. Hasta el lenguaje común lo
denota: cuando alguien entra a estudiar derecho, la gente dice de él que va a
“estudiar leyes”.
P. Dorado decía que más que un
“Estado jurídico” lo que tenemos al frente es un “Estado legalizado”. Otro
jurista español más reciente, Alejandro Nieto, nos dice que el Derecho en el
siglo XIX se convierte en un rehén del Estado, y que “la consecuencia más
notable del monopolio del Derecho por el Estado es que terminó formándose una
unión hipostática de ambos: el derecho, si quiere serlo, ha de ser estatal; y
el Estado por su parte, ha de ser jurídico en el sentido de que ha de actuar
siempre con arreglo a derecho. En otras palabras, ambos se legitiman
mutuamente” (Crítica de la razón jurídica, 2007).
Pero, ¿qué pasa con esas otras
formas previas y/o coexistentes de derecho no estatalizado? ¿Tendrán un lugar
dentro de una sociedad liberada o por el contrario serán siempre formas de
subsistencia de las viejas lógicas mercantiles y autoritarias? ¿Será mejor ver
al derecho en bloque, y odiarlo también en bloque, o es más sabio entenderlo –y
usarlo- como un campo dinámico y complejo de múltiples fuerzas en tensión?
Sabemos bien que en todas las
revoluciones populares/proletarias un momento clave consiste en la destrucción
de todos los registros y títulos oficiales. Pero sabemos menos acerca de la
forma en que los revolucionarios han tenido que hacer frente a problemas de
distribución, de justicia, de solución de conflictos. ¿Qué principios aplican
ahí? ¿Cómo se organiza la comunidad humana liberada para resolver una serie de
conflictos interpersonales que necesariamente se seguirán manifestando?
4.- También existen, y no pocos, estudiantes de derecho, procuradores, técnicos
jurídicos y abogados, y siempre entre las filas de esa “especialización
disciplinaria” se va a manifestar también (como casi en cualquier otro sector
de la realidad que escojamos analizar) el conflicto de clases y la vieja pugna
entre poder y libertad, autoridad y revuelta: en otras palabras, el partido del
Orden contra el partido de la Anarquía.
En los 90, recuerdo que uno de
los anarquistas más veteranos que teníamos entre nosotros, el Lolo Saball, nos defendió
(o más bien, como decimos por acá, “nos prestó ropa”) contando la siguiente
anécdota: en su exilio en Francia había visto un muy buen libro donde unos compañeros abogados libertarios habían volcado todo su
conocimiento para dar forma a un verdadero Manual de infracción de leyes y
resquicios para trabajar menos declarándose enfermo o inventándose feriados,
burlar a la policía y los jueces, recuperar mercancías apropiándoselas, evadir
ciertos impuestos, etc.
Inspirados por ese ejemplo, recuerdo que por
ahí por 1992 en El Duende Negro
cuando todavía era fotocopiado, se publicó un escrito de uno de nuestros
compas, haciendo todo un análisis jurídico de la okupación de inmuebles.
¡Para eso entonces podían servir
los abogados! No era poco, pero, ¿podrían servir para algo más? Pareciera que
no mucho. Y de hecho, más de 20 años después, ninguno de los otros miembros de
“cádaver exquisito” se considera anarquista, libertario, ni nada por el estilo.
El peso de la tradición los convirtió a casi todos en abogados respetables.
Además, hay que tener en cuenta que en esos años se produjo en Chile una masiva
despolitización/desradicalización de la juventud que hacia mediados de los 80
se había sublevado contra los milicos con todos los medios a su alcance.
5.-Pero, ¿por qué pasa eso? ¿Hay
una presión mayor hacia la adaptación respecto a los estudiantes de Derecho que
genera efectos de renegación más rápido y efectivamente que en otros campos del
saber académico?
Recuerdo haberlo discutido hace
un par de años en un Foro Antirepresivo en una Universidad en toma en la ciudad
de Valparaíso, cuando alguien preguntó acerca de cómo un estudiante de derecho
o abogado podía pretender ser “revolucionario”, si en toda su vida tenía más
bien que rendir pleitesía a la ley y a los poderes. Lo cual, dicho sea de paso, es totalmente
cierto: en nuestro medio, para obtener el título de abogado en la Corte Suprema
hay que aceptar jurar “por Dios y los Santos Evangelios”, y en cualquier
escrito y alegación verbal hay que partir por decir “Su señoría”, o “Usía Ilustrísima” o incluso
“Excelentísima”…
El otro expositor, abogado y viejo
militante trotskista, decía que un abogado era como cualquier otro compañero,
sólo que trabajaba en al ámbito jurídico, y que perfectamente podía ser un
revolucionario.
Yo discrepé, y sostuve que
efectivamente es a lo menos muy difícil que un abogado pueda ser un
revolucionario. Al hacerlo me sentía un poco como en los tiempos de las
críticas que mencioné en el primer punto. Pero así es la dialéctica, ¿no? Y es
la realidad la que es profundamente dialéctica, y tramposa (como la dialéctica,
ja).
Para ilustrar mejor mi posición,
opté por contar otra anécdota: una escuché de unos compas en en Asunción
(Paraguay) hace hartos años.
En esos territorios, así como
gran parte de Argentina y Brasil, la industrias de la soya transgénica llevan a
cabo una “acumulación originaria de capital” que no tiene nada que envidiarle a
las páginas más cruentas del volumen 1 de El Capital y su famoso capítulo XXIV.
Cómo sé que lamentablemente al grueso de los anarquistas la sola mención de la
palabra Marx les genera alergia, aunque estemos hablando de Groucho, me
contentaré con sintetizar en titulares lo que ahí trata el barbón: Expropiación
violenta de la tierra, y expulsión/contención/eliminación de las comunidades
tradicionales que quedaban. Por medios legales e ilegales, que Marx
abiertamente califica de “terroristas” (Si pueden superar la alergia, hagan
como Bakunin y lean con sumo cuidado el Libro 1 de El Capital. Mal no les va a
hacer…A mi juicio, este análisis es totalmente complementario con el de “Dios y
el Estado”).
En una de esas comunidades
deciden que uno de los suyos debe prepararse para ayudarlos, manejando con eficacia
las herramientas del enemigo, y sobre todo las leyes. El muchacho entra a estudiar Derecho en una
universidad, gracias al aporte de toda su comunidad. Cuando el joven recién iba
en segundo año de facultad, la comunidad discute acerca de cómo organizar y
llevar a efecto un corte de ruta. El muchacho pide la palabra y dice:
“disculpen, pero no creo que debamos hacer esto porque los cortes de ruta son
ilegales”.
6.- Luego de eso traté de dar mi
respuesta: El derecho es distinto a otras profesiones u oficios. Una de sus
principales características es que, ya desde su “invención” en la civilización
romana, los juristas y su Saber especializado ocupan un sitial intermedio entre
la Política y la Religión formales y organizadas. De ahí que en todas las sociedades
oficiales que conocemos (jerárquicas, patriarcales y mercantilizadas), el
Derecho es una parte esencial del engranaje de dominación y explotación. De
hecho, es prácticamente el cemento que mantiene articulada y unida a la
sociedad burguesa.
Una cuestión de por sí
interesante y polémica es el asunto de si pudiera ser de utilidad para los
revolucionarios conocer el material jurídico y su operatoria en detalle. Pero
otra cosa muy distinta es tratar de negar el hecho de que por libertarios y
subversivos que se crean ciertos sujetos individuales, su paso por el mundo del
derecho, sobre todo si necesita prácticamente actuar en el interior de las
entrañas del sistema jurídico oficial, no puede sino transformarlos
profundamente. Esa transformación en general tenderá a ser muy negativa: al
estudiante no se le premia por ser inquieto y creativo, sino que más bien por
todo lo contrario. Y por el sólo contacto, casi por osmosis, a los que se
manejen en el territorio jurídico les será imposible salir intactos del contacto
con una de las formas más concentradas e intensas de ideología dominante.
El Derecho tiene una tendencia
intrínseca a la mistificación. Es un tipo particular de opio del pueblo. Quien
se dedica en su vida a lidiar con él, debe estar consciente de ese dato, en
todo momento, debe asumir en tanto jurista una “mala consciencia”, y no
sucumbir al fetichismo de la forma jurídica.
Sobre todo si tiene pretensiones
anticapitalistas, antiautoritarias, y revolucionarias. Aunque en cuanto a esto
a veces prefiero asumir que, el abogado “libertario”, al verse obligado a
actuar dentro de un terreno que fue configurado totalmente por el enemigo, es
en el mejor de los casos una especie de “socialdemócrata”…Me explico: lo
queramos o no, debemos estar claros de que al actuar en el escenario jurídico
actual estamos operando como un apéndice de ese sofisticado engranaje, somos
una pieza más en su eterno movimiento. Parte de nosotros se aliena en dicha
actividad. Por definición, no se trata de una actividad libre. Y al aceptarlo,
agachamos el moño…nos guste o no. De hecho, lo que hacemos al actuar “en el
Derecho” es similar a lo que hacen los buzos al sumergirse en el agua, con la
diferencia de que nuestro océano es un inmenso mar de mierda. Pero no estamos
obligados a quedarnos en ella, tragándola. Tenemos también el antídoto, cuando
salimos de ahí, pero esto es algo que no depende exclusivamente de nosotros
mismos, sino que necesitamos de nuestros pares y de las comunidades de lucha en
que ellos se forman y viven, impidiendo que se apague el fuego de la revuelta.
Nuestro primer deber, entonces,
sería el de “no dejarse mistificar”. Y el segundo, derivado, sería no
contribuir a que ese efecto “mistificador” de las formas jurídicas se extienda
a todo el resto (sean los compas, los defendidos, los otros libertarios, o la
sociedad en su conjunto).
Como decía el joven Lukács
(cuando todavía era un marxista revolucionario y no un jodido estalinista) en “Legalidad
e ilegalidad” (1920), “la
condición de una franca actitud revolucionaria frente al derecho y el estado”
consiste en “descubrir, bajo la máscara del orden jurídico, el aparato de
coacción brutal al servicio de la opresión capitalista”.
La contrapartida de eso es que además somos
nosotros los que manejamos herramientas muy apropiadas para plantear que en
esta sociedad toda actividad revolucionaria, subversiva, anticapitalista y
antiautoritaria, es violencia limpia, o si se quiere, “legítima defensa”: al
exhibir la violencia del Derecho, necesariamente hablamos a favor del derecho a
la violencia. Por algo Hobbes decía que uno de los peores enemigos del contrato
social son los profesores de derecho que enseñan doctrinas subversivas, y que “quienes
ofenden así” deben sufrir “no como súbditos, sino como enemigos” (cuatro siglos
después estas mismas posiciones siguen siendo defendidas por sujetos como
Gunther Jakobs).
7.- Y en este camino tan extraño, el del
derecho visto desde una posición libertaria, nos topamos con los trabajos de
Rodolfo Montes de Oca. Por mi parte, debo decir que primero me topé con sus
textos bajo la forma de pequeños folletos editados y distribuidos en distintas
ferias libertarias en la región chilena. La mayoría de ellos exponían
posiciones abolicionistas respecto de la cárcel y el sistema penal.
Al hojearlos, y leerlos, me llamaba la
atención que un compañero anarquista hiciera ondear coherentemente la bandera
del abolicionismo, puesto que al menos en el medio chileno los “abolicionistas”
o bien no existen, o se encuentran más bien recluidos cómodamente en lo que
queda de Academia. Ese abolicionismo light
pretende por lo general, al igual que el enfoque predominante en la burocracia
internacional de los derechos humanos, criticar tan sólo los “excesos” más
impresentables de la violencia estatal, o incluso cuando pretenden ser
abolicionistas de la “pena”, llegan a cuestionar la forma misma que asume en
tanto “sistema penal” propio de la modernidad capitalista (el ius puniendi en manos del Soberano, y la
expropiación del conflicto original a sus protagonistas), pero siempre desde
debajo de las faldas de la socialdemocracia en sus diversas variedades, y sin
denunciar explícitamente el mecanismo propiamente capitalista al cual todo esto
necesariamente se reconduce: la producción de mercancías (el “devenir-mundo” de
la mercancía, y viceversa).
Para nosotros la cuestión es diferente: dado
que la “pena privativa de libertad” es una invención propia del capitalismo,
que hubiera sido imposible de generalizar sin que a la vez se generalizara e
impusiera a todo el mundo la forma mercancía, la valorización del valor, el
sometimiento formal y real de todo lo existente a las necesidades de la
dominación del capital como infinita acumulación de trabajo muerto, nos parece
imposible tratar de abolirla sin abolir al mismo tiempo todo el conjunto del
edificio formado por la nefasta dupla del Estado/Capital.
En eso, me parece que las posiciones de
Rodolfo son claras y no admiten lugar a confusión alguna. Por eso, creo que su
mérito indiscutible hasta ahora es haber conseguido sacar al abolicionismo de
su entorno más comodificado, y acercar esas ideas a donde merecen circular, es
decir, en los ambientes libertarios.
8.- Llegando al final de este presentación a
la que el autor amablemente me invitó, procedo a destacar el valor e interés se
esta nueva obra, que Rodolfo ha subtitulado como “Textos jurídicos de un
abogado heterodoxo”. Según el Diccionario de la RAE heterodoxo es, en su
tercera acepción, el “disconforme con doctrinas o prácticas generalmente
admitidas”. Por cierto que en tanto “jurista” el individuo que se define como
anarquista o libertario va a ser visto siempre como tal, e inclusive agregaría
yo como un “hereje”, o como alguien que “no cree en el Derecho”: en definitiva,
como un “anti-abogado”.
Para mí, en estos textos lo que Rodolfo hace
es, cual materialista benjaminiano, pasarle al Derecho (en tanto parte
integrante de la historia) el “cepillo a contrapelo”. Por eso, desmenuza
cuidadosamente leyes y reglamentaciones que el común en los mortales raramente
tendrá el tiempo para analizar, y que a pesar de las pretensiones “populares”
de la burocracia bolivariana siguen siendo expresadas en un lenguaje poco abordable
para todos los no especialistas, y al
develar desde las entrañas de estos mecanismos legales lo que está en juego en
términos de las relaciones de poder, desacraliza el lenguaje pretendidamente
sagrado de la Ley, para exhibirla en su real significación y materialidad.
Lo realmente heterodoxo del material se
revela al lector ya en el Capítulo I, cuando entremedio del análisis
estrictamente “jurídico” se intercalan historias de resistencias locales,
sicogeografías peculiares en las que se cuelan “zonas temporalmente autónomas”
pobladas por crotos, payadores y anarcopunks. Poder popular “legalizado”,
servicio militar, nuevas leyes de policía y diversificación del control social,
formas de terrorismo de estado y formas de defenderse de él, inteligencia/contrainteligencia,
resistencias humanas individuales y colectivas contra el poder. En la
constelación de Rodolfo todos estos temas, problemas y rebeliones conviven y se
articulan y rearticulan constantemente, generando lo que él llama “cartuchos de
ideas para afrontar la contingencia”.
Posteriormente, en el capítulo II, toda la
maraña de temas ya referidos se vuelva conectar de una manera nueva, más
personal si se quiere, gracias al formato entrevista (una con El Surco, de la región chilena, y otra
con Destruye las prisiones, de la
región mexicana).
En definitiva, este libro es una invitación a
reflexionar y accionar. Mientras lo leía no podía evitar las ganas de gritar la
misma consigna que da título a este breve prólogo, y que vi alguna vez en la
prensa anarquista editada en la región chilena hacia fines del siglo XIX:
¡Abajo la Constitución: no más códigos ni
leyes!
Julio Cortés Morales
Santiago/Punta Arenas/Puerto Natales, septiembre-octubre de 2015.
Etiquetas: derecho burgués vigente, nada mas práctico que una buena teoría, reflexión
jueves, enero 19, 2023
Autogestión y Narcisismo (Félix Guattari)
Este texto de Guattari es de 1968 pero está incluido al final de su entrevista de 1977 editada por Tinta Limón como "Deseo y Revolución". No viene mal leerlo escuchando música Hassaniya del Sahara occidental y Mauritania.
Autogestión y narcisismo
La autogestión como consigna puede servir para cualquier cosa. De
Lapassade a De Gaulle, de la CFDT a los anarquistas. ¿Autogestión de qué?
Referirse a la autogestión en sí, independientemente del contexto, es una
mistificación. Se convierte en algo así como un principio moral, el solemne
compromiso de que será en sí mismo, por sí mismo, que se administrará lo que es
de tal o cual grupo o empresa. La eficacia de tal consigna depende sin
duda de su efecto de autoseducción. La determinación en cada situación del
objeto institucional correspondiente es un criterio que debería permitir
clarificar el asunto.
La autogestión de la escuela o la universidad está limitada por su
dependencia objetiva del estado, por el modo de financiación, por el compromiso
político de los usuarios, etc. No puede ser sino una consigna de
agitación transitoria y que en definitiva corre el riesgo de crear
bastante confusión si no está articulada en una perspectiva revolucionaria
coherente. La autogestión de una fábrica o de un taller está expuesta también a
ser dominada por la ideología reformista psicosociológica, que considera que el
dominio “interrelacional” tiene que ser tratado con técnicas de grupo, por
ejemplo el training group entre los técnicos, cuadros, patrones (para los
obreros, tales técnicas son demasiado “caras”).
Se “impugna”, en lo imaginario, la jerarquía. De hecho, no solamente
no se toca nada, sino que se le encuentra un fundamento modernista, se la
disfraza con un estilo y una moral rogeriana o con cualquier otra. La
aplicación de la autogestión en una empresa implica el control efectivo de la
producción y de los programas: de inversiones, de organización del trabajo, de
relaciones comerciales, etc. En consecuencia, una comunidad de trabajadores que
“optara por una autogestión” en una fábrica tendría que resolver numerosos
problemas con el exterior. Lo que sería perdurable y viable sólo si este
exterior estuviera también organizado como autogestión. Una sucursal de correos
aislada no viviría mucho tiempo con la autogestión y, de hecho, el conjunto de
los engranajes productivos se interpenetran a la manera de centrales
telefónicas. Las experiencias de autogestión durante las huelgas, el
funcionamiento de sectores productivos de una fábrica para responder a las
necesidades de los huelguistas, la organización del aprovisionamiento, de
la autodefensa, son experiencias indicativas muy importantes. Demuestran las
posibilidades de superar los niveles reivindicativos de las luchas. Indican una
vía de organización de una sociedad revolucionaria durante un período
transitorio. Pero es evidente que no podrían aportar respuestas claras y
satisfactorias a los tipos de relaciones de producción, a los tipos de
estructuras adaptadas a una sociedad que haya expropiado los poderes económicos
y políticos de la burguesía en una economía desarrollada.
El control obrero plantea de hecho problemas políticos fundamentales,
puesto que afecta a objetos institucionales que cuestionan la infraestructura
económica. Un aula universitaria autogestionada en una solución pedagógica
excelente, sin duda alguna. Una rama industrial directamente controlada por los
trabajadores plantea inmediatamente todo un conjunto de problemas económicos,
políticos y sociales a escala nacional e internacional. Si los trabajadores no
se hacen cargo de estos problemas de una forma que supere los marcos
burocráticos de los partidos y sindicatos actuales, la autogestión económica
pura corre el riesgo de transformarse en un mito y concluir en estancamientos
desmovilizadores.
Hablar de autogestión política es igualmente una fórmula que sirve para
todo y que además es tramposa. La política es fundamentalmente ajustamiento de
un grupo en relación a otros grupos en una perspectiva global, explicitada o
no. La autogestión tomada como consigna política no es un fin en sí mismo. El
problema consiste en definir, en cada nivel de organización, el tipo de
relaciones, de formas que deben alentarse, y el tipo de poder a instituir. La
consigna de la autogestión puede convertirse en una pantalla si sustituye
masivamente las respuestas diferenciadas por los niveles y los sectores
diferentes en función de su complejidad real.
La transformación del poder del estado, la transformación de la
administración de una rama industrial, la organización de un aula, la
impugnación del sindicalismo burocrático, son cosas totalmente diferentes que
tienen que ser consideradas de un modo separado. No sería nada raro que a la
consigna de la autogestión, que se reveló justa en las luchas de impugnación de
las estructuras burocráticas en el plano universitario, se la apropien los
ideólogos y políticos reformistas. No hay una “filosofía general” de la
autogestión que la haga aplicable en todas partes y en toda situación, en
particular en las que se refieren al establecimiento de un doble poder, de la
instauración de un control democrático revolucionario, de una perspectiva de
poder obrero, de la aplicación de sistemas de coordinación y regulación entre
los diversos sectores de lucha.
Si no se efectúa a tiempo un esclarecimiento del alcance y los límites de
la autogestión, esta “consigna” viciará su contenido con concepciones
reformistas y será rechazada por los trabajadores en provecho tal vez de otras
formulaciones de tipo “centralista democrático”, que rápidamente serán tomadas
por la dogmática del movimiento comunista.
Félix Guattari , 8 de junio de 1968
Etiquetas: 68, 77, Guattari, segun mi solo deseo
jueves, enero 12, 2023
Neofascismo tropical
Sobre la rebelión bolsonarista en Brasil y los acontecimientos del domingo pasado, escribí una columna para CIPER:
Amenaza golpista en Brasil: Bannon, Bolsonaro y el "gen fascista":
La oleada actual de ascenso de la extrema derecha en el mundo, iniciada tras la crisis financiera de 2008 y que tuvo como hitos las victorias del Brexit y de Trump en el 2016, ha ofrecido algunas figuras fascinantes que han oficiado de gurús de esta nueva forma de populismo que a falta de un mejor nombre varios califican de «posfascista» [ver columna previa del autor, en CIPER-Opinión 17.11.2022].
Entre ellos, además de personajes como el ruso Aleksandr Dugin y el francés Alain De Benoist, el norteamericano Steve Bannon, mano derecha de Trump en su campaña del 2016, destaca sobre todo por su excentricidad y capacidad articuladora de un movimiento nacional-populista a nivel internacional. Bannon estuvo al mando de Breitbart News, sitio de noticias que en coordinación con la firma británica privada de datos digitales Cambridge Analytica consiguió hace unos años aprovechar la web y las redes sociales como caja de resonancia de posiciones nacionalistas blancas de extrema derecha, a través de un creativo uso de fake-news, ataques personales a diversas figuras de la izquierda liberal y el masivo uso de la información personal de sus usuarios suministrada por Facebook. Cabe agregar que el mismo Bannon ha dicho en una entrevista reciente que fueron Bolsonaro en Brasil y Salvini en Italia quienes le aportaron a la llamada alt-right (derecha alternativa) norteamericana varias lecciones sobre el uso de redes sociales para atraer multitudes casi sin gastar dinero.
El antiglobalismo de los movimientos nacionalistas hace en principio difícil la colaboración internacional, pero Bannon ha decidido asumir el complejo desafío de tejer sistemáticamente redes entre distintos líderes y movimientos, sobre la base de tres ejes que ha definido como: soberanía, fronteras y migración. Se ha convertido así en un asesor internacional de poderosas figuras, mucho más allá de Donald Trump: Giorgia Meloni, en Italia; Marine Le Pe, en Francia; Jair Bolsonaro, en Brasil; Mauricio Macri, en Argentina; los neofascistas Demócratas, de Suecia (actualmente en el gobierno); el partido Vox, en España; y el ultraconservador Victor Orbán, en Hungría, lo han escuchado con atención y respeto. Hay quienes, incluso, han sugerido su presencia tras la campaña del Rechazo en Chile, al menos en el plebiscito de entrada [ver entrevista de Rodrigo Pulgar (Krypto)].
Después un compañero me envió este otro análisis, realmente interesante y muy crítico con las posiciones de la izquierda tradicional:
Notas sobre la Extrema derecha insurgente en Brasil, por Agnes de Oliveira/Colectivo Quilombo Invisible:
Hoy, 9 de enero, se cumplen 72 días de movilización de la extrema derecha. Una posible interpretación, es en la que insiste la izquierda institucional: desde que comenzaron las movilizaciones, estas y el propio bolsonarismo se están debilitando. Todo indica lo contrario, ya que la extrema derecha se fortalece y gana más consistencia y radicalidad en su accionar. El movimiento bolsonarista no solo ha cambiado de táctica, sino que ha ido adoptando varias simultáneamente: bloqueos de carreteras, campamentos en cuarteles, y acciones como saqueos, quema de camiones, autobuses y automóviles, destrucción de infraestructura, además de ataques armados, incluidas acciones de secuestro. Aquí hay una lista, insuficiente:
El 18 de noviembre , en Ariquemes, cerca de Porto Velho, Rondônia, hubo destrucción del depósito de agua de la ciudad. El acto se enmarcó en la Ley Antiterrorista de Dilma de 2016. En la misma ciudad hubo conflicto con la policía, ataques a camiones de una cadena de supermercados, incendio, vandalismo y saqueo de carga.
El 19 de noviembre, en la carretera entre Sorriso y Lucas do Rio Verde (Mato Grosso), un grupo armado de diez hombres invadió, disparó e incendió camiones en la base de la concesionaria Rota do Oeste. En la acción, los bolsonaristas también destruyeron peajes e incendiaron, dejando la autopista sin cobrar. La región es la misma que concentra a los empresarios agroindustriales que financiaron los bloqueos.
El 20 de noviembre, en Sinop, camiones son alcanzados por disparos en una gasolinera [1]. También hubo robo de camiones para interceptar carreteras. En Mato Grosso, dos camiones cisterna fueron colocados en la carretera e incendiados [2].
El 23 de noviembre , dos tramos de la Carretera Anhanguera, en Campinas, fueron bloqueados por bolsonaristas que dañaron camiones. Además, un empleado del Instituto Brasilero de Geografía y Estadística fue golpeado por bolsonaristas en Amparo, cuando intentaba huir de una protesta.
El 24 de noviembre, en Pará, la Policía Federal arrestó a seis presuntos golpistas y atacantes de la Policía Federal de Carreteras.
El 27 de noviembre, también en Pará, en una acción de bloqueo de carreteras, una caravana de camiones fue alcanzado por disparos en la región de Novo Progresso [3].
El 12 de diciembre, en Brasilia, 5 buses y 3 automóviles fueron quemados por bolsonaristas. También intentaron invadir la sede de la Policía Federal y rompieron vidrios en una comisaría.
El 8 de enero, los bolsonaristas invadieron el Congreso Nacional, el Palacio del Planalto y la sede del Supremo Tribunal Federal, en Brasilia. En São Paulo, bloquearon la Avenida 23 de Maio y la carretera Anhanguera [4]. En Mato Grosso, la carretera BR-163 fue bloqueada [5]. En Itajaí, Santa Catarina, la BR-101 también fue bloqueada [6].
El 9 de enero, los bolsonaristas bloquearon la Marginal Tietê en São Paulo, incendiando neumáticos y escombros.
En todas estas acciones hubo connivencia y activa colaboración por parte de las fuerzas represivas (militares, civiles, policía federal y ejército) [7]. Esto muestra una intensificación de la autonomía política de las fuerzas represivas en relación con los gobiernos, síntoma de la expansión del Estado de excepción permanente que se ha ido expandiendo incluso en gobiernos progresistas. Tal autonomización constituye, de manera elemental, el bolsonarismo, por lo tanto, cualquier intento de combatir la extrema derecha a través de la policía, el estado penal y dispositivos excepcionales (con la garantía de la ley y el orden) fracasará. El Estado Penal (Poder Judicial, Penitenciario y Policial) y la excepción no sólo son parte del problema, sino que constituyen la economía política de la extrema derecha.
De todos modos, lo más grave en este momento es la terrible situación en Perú, con el Estado policial/militar causando una masacre que se ha cobrado medio centenar de vidas para ahogar una enorme rebelión popular que no cesa. Espero poder informar sobre eso prontamente con noticias y análisis anticapitalistas/antiautoritarios.
Etiquetas: bellezas de la mierda de estado burgues policiaco, fascist pigs, fascistología, revuelta permanente
sábado, enero 07, 2023
Femócratas, pinkwashing, Zizek y la cancelación del hombre heterocis
Por supuesto que no hay un solo
feminismo, tal como nunca hubo un solo marxismo, anarquismo o fascismo. Pero
tal como las ideas dominantes en cada momento son las de la clase dominante, el
feminismo actualmente hegemónico es totalmente funcional a las necesidades de
la acumulación capitalista y los procesos de subjetivación neoliberal que esta
requiere.
Sólo así se explican campañas como
la de la Red de Metro y Transantiago que básicamente señalan que los actos de
rebelión (o “vandalismo”) atentan contra las mujeres, el feminismo Falabella y
la decoración LGBTI+ de vehículos policiales.
Hace poco mi hijo me preguntaba
que era un “hombre heterocis”. Aparentemente alguien le había reprochado serlo.
Luego de explicarle reaccionó enojado: “Pero si yo soy hombre y me gusta ser
hombre y no quiero “transicionar a otro género”, ¿cuál es el problema?”. No hay
problema -le dije-, eres libre de sentirte y definirte como quieras. Pero es
verdad que para algunos sectores del feminismo y la disidencia que creen en
efecto que nosotros somos EL problema.
[Al contarle esa anécdota a unos
amigos, ninguno tenía idea de que significaba ser “cis”. Los dejo con
Wikipedia: “Cisgénero (a veces cisexual o abreviado como cis) es una palabra
utilizada para describir a una persona cuya identidad de género y sexo asignado
al nacer son el mismo. La palabra cisgénero es el antónimo de transgénero”].
Por lo demás, muchas de estas
combativas feministas neoliberales excluyen de todos sus espacios a los “hombres
heterocis” pero no tienen problema alguno en dedicarse a combatir la heteronorma
junto a “disidentes” que provienen de la alta burguesía y/o se han enriquecido
gracias a actos de corrupción sistemática, pues en la medida que en sus
espacios ABC1 no lleguen estos odiados hombres, son espacios seguros "ricos para vivir" y para
seguir reproduciendo las diferencias de clase pero en clave rosa. Pinkwashing
se llama eso según he leído por ahí.
Complejas dinámicas de clase y de identidad sexual han ido generando un acercamiento de parte del mundo gay o de la “diversidad sexual” a la extrema derecha, apreciándose una notoria adhesión al etnonacionalismo y a la xenofobia, propulsada por el temor a la islamización de las sociedades europeas y “blancas” y la posibilidad de que el “gran reemplazo” de la población original por pueblos no blancos vaya acompañado de oleadas de homofobia que hagan retroceder los niveles de tolerancia e inclusión alcanzados tras tanto tiempo.
En la misma tendencia han incurrido algunos sectores del feminismo
asimilacionista, dando lugar al fenómeno del “feminacionalismo”, muy bien
analizado en un libro de Sara R. Farris que, a partir del notable éxito
electoral de la ultraderecha en el Parlamento Europeo en las elecciones del
2014, explica el surgimiento de un “nacionalismo feminista y femocrático” que
incluye tanto “la explotación de las temáticas feministas por parte de
nacionalistas y neoliberales en sus campañas contra el islam (pero también en
contra de la inmigración), como a la participación de ciertas feministas y
femócratas en la estigmatización de los hombres musulmanes bajo el estandarte
de la igualdad de género”. La autora denomina como femócratas a “las
burócratas de primera línea de las agencias estatales por la igualdad de género”
(Sara R. Farris, En nombre de los derechos de las mujeres. El auge del
feminacionalismo, Madrid, Traficantes de sueños, 2021).
Toda esa “intro”, más larga que algunas que se dan en el mundo del heavy metal, es para presentar este texto del filósofo esloveno Slavoj Zizek, del cual no soy fan, que se refiere al problema de la izquierda “despierta” (woke), forma actual que asume el reformismo socialdemócrata pero en clave posmodernista, y la “cancelación” del hombre heterosexual blanco. Interesante análisis, que por supuesto ya fue denunciado como machista y racista por los Wokes del mundo uníos.
El texto fue publicado
a fines de diciembre por El País como columna, y sólo se puede leer si estás suscrito.
Agradezco a mi amiga MG por habérmelo copiado y enviado.
Bienvenido el debate.
Abajo la burguesía, aunque se
vista de lila o rosa.
La cancelación de la ética:
por qué la exclusión del hombre blanco heterosexual es injustificable
La llamada izquierda ‘woke’
defiende la aceptación de todas las identidades sexuales y étnicas salvo una:
la del hetero occidental
El avance ético produce una forma
benéfica de dogmatismo. Una sociedad normal y sana no discute sobre la
aceptabilidad de la violación y la tortura, porque la gente, de forma
“dogmática”, acepta que son inadmisibles. Asimismo, una sociedad cuyos
dirigentes hablan de “violación legítima” (como en cierta ocasión hizo un excongresista republicano en
Estados Unidos) o de casos en que la tortura es tolerable es una
sociedad que exhibe señales claras de decadencia ética, en la que actos que
antes eran inimaginables pueden volverse posibles en muy poco tiempo.
Piénsese en la Rusia actual. En
un vídeo no verificado que empezó a circular este mes se acusa a un
exmercenario del Grupo Wagner (vinculado con el Kremlin) de haberse
pasado de bando para “combatir contra los rusos”; a continuación, un verdugo no
identificado le rompe la cabeza de un mazazo. Cuando se le pidió a Yevgeny
Prigozhin (fundador del Grupo Wagner y estrecho aliado de Vladímir Putin) su
opinión sobre el vídeo (al que en su publicación se lo denominó “el mazo de la
venganza”), Prigozhin dijo que era “una muerte de perro para un perro”. Como
muchos han observado, hoy Rusia se comporta igual que el Estado Islámico.
Piénsese también en el aliado
cada vez más cercano de Rusia, Irán, donde arrestan a chicas por protestar contra el régimen y
hay denuncias de que se las casa a la fuerza con sus carceleros para ser
violadas, con el argumento de que es ilegal ejecutar a una menor de edad si es
virgen.
Piénsese también en Israel, que,
aunque se enorgullece de presentarse como una democracia liberal, se está
pareciendo cada vez más a algunos de los otros países del vecindario donde
impera el fundamentalismo religioso. La última prueba de esta tendencia ha sido
la noticia de que Itamar Ben Gvir será parte del nuevo Gobierno de
Benjamin Netanyahu. Antes de dedicarse a la política, Ben Gvir tenía en su sala
de estar un retrato del terrorista israelí-estadounidense Baruch Goldstein, que
en 1994 masacró a 29 musulmanes palestinos e hirió a otros 125 en Hebrón.
Netanyahu, el primer ministro israelí que más tiempo estuvo
en el cargo hasta su reemplazo en junio de 2021, está plenamente implicado en
esta decadencia ética. En 2019, según informa The Times of Israel,
pidió “combatir” el creciente antisemitismo musulmán y de izquierda en Europa,
horas después de que el Gobierno [israelí] publicara un informe que decía que
la mayor amenaza para los judíos en el continente era la ultraderecha”. ¿Por qué
omite Netanyahu el antisemitismo de ultraderecha? Porque lo necesita. Aunque la
nueva derecha de Occidente sea antisemita en casa, también es una firme
defensora de Israel, al que ve como una de las últimas barreras contra una
invasión musulmana.
Por desgracia, esto es solo una
cara de la moneda. También existe una decadencia ética cada vez más visible
en la izquierda woke, que se ha vuelto cada vez
más autoritaria e intolerante en su defensa de la aceptación de todas las
formas de identidad sexual y étnica menos una. El sociólogo Duane Rousselle
caracteriza la nueva “cultura
de la cancelación” como “racismo en tiempos de los muchos sin el Uno”.
El racismo tradicional vilipendia al intruso que plantea una amenaza a la
unidad del Uno (el endogrupo dominante); por su parte, la izquierda woke pretende
hacer lo mismo con quienquiera que no haya abandonado por completo las viejas
categorías de género, sexualidad y pertenencia étnica del Uno. Ahora, todas las
orientaciones sexuales e identidades de género son aceptables a menos que usted
sea un hombre blanco cuya identidad de género coincide con su sexo biológico al
nacer. A los integrantes de este colectivo cisgénero se les manda sentir culpa
por lo que son (por estar “cómodos en su piel”); a todos los demás (incluidas
las mujeres cisgénero) se los alienta a ser lo que sientan.
Este “nuevo orden woke”
es discernible en ejemplos cada vez más absurdos. Este mismo mes, el Centro de
Recursos sobre Género y Sexualidad en el Gettysburg College de Pensilvania
quiso patrocinar un evento organizado por estudiantes dirigido a todas las
personas que estuvieran “cansadas de los hombres cis blancos”. Se invitaba a
los participantes a “pintar y escribir” sobre sus frustraciones en relación con
los hombres blancos que se sienten “cómodos en su piel”. Tras el escándalo y
las acusaciones de racismo, el evento se pospuso.
Hay una paradoja en el modo en
que la fluidez no binaria woke coincide con la intolerancia y
la exclusión. En París, la prestigiosa École Normale Supérieure está debatiendo
una propuesta de crear en los dormitorios corredores reservados a personas que
hayan elegido una identidad sexual diversa (mixité choisie), con
exclusión de los hombres cisgénero. Las reglas propuestas son estrictas: quien
no cumpla los criterios tendrá prohibido incluso poner un pie en esos
corredores. Y, por supuesto, las reglas abren la puerta a restricciones incluso
más estrictas. Por ejemplo, si una cantidad suficiente de personas define su
identidad en términos aún más estrechos, es de suponer que podrán exigir un
corredor propio.
Esta propuesta tiene tres
aspectos destacables: solamente excluye a los hombres cisgénero (no a las
mujeres cisgénero); no se basa en ningún criterio o clasificación objetivos,
sino en una autodesignación subjetiva, y da lugar a nuevas subdivisiones
clasificatorias. Este último punto es crucial porque demuestra que, por mucho
que se hable de plasticidad, elección y diversidad, el resultado final no es
más que un nuevo tipo de apartheid: una red de identidades fijas y
esencializadas.
Así que la ideología woke ofrece
un ejemplo paradigmático del modo en que la permisividad se convierte en
prohibición: en un régimen woke, nunca sabemos si uno de nosotros
terminará cancelado por algo que ha hecho o dicho (los criterios son dudosos) o
por el mero hecho de haber nacido dentro de la categoría prohibida.
En vez de oponerse a las nuevas
formas de barbarie (como proclama), la izquierda woke participa
plenamente en ellas, al promover y practicar un discurso indisimuladamente
opresivo. Aunque defienda el pluralismo y promueva la diferencia, su lugar de
enunciación subjetivo (el lugar desde el cual habla) es despiadadamente
autoritario y no tolera que se discutan sus intentos de imponer exclusiones
arbitrarias que antes, en una sociedad tolerante y liberal, se hubieran
considerado inadmisibles.
Dicho lo cual, debemos tener
presente que toda esta confusión se limita ante todo al estrecho mundo
académico (y a diversas profesiones intelectuales como el periodismo); el resto
de la sociedad va más bien en la dirección opuesta. En Estados Unidos, por
ejemplo, 12 senadores republicanos votaron este mes con la mayoría
demócrata para proteger por ley el derecho al matrimonio de las parejas
homosexuales.
La cultura de la cancelación, con
su paranoia implícita, es un intento desesperado (y obviamente
contraproducente) de compensar la violencia y la intolerancia, muy reales, que
las minorías sexuales sufrieron tanto tiempo. Pero es una retirada al recinto
de una fortaleza cultural, un falso “espacio seguro” cuyo fanatismo discursivo
solo refuerza la resistencia de la mayoría.
Etiquetas: aparatos ideológicos de estado, biopolítica, critica de la critica critica, feminismo chanta, reflexión, Zizek
miércoles, enero 04, 2023
Kalewche: Especial 100 años de fascismo
A fines del año pasado fui invitado por los compañeros de Kalewche a colaborar en un dossier sobre fascismo.
A continuación los dejo con la introducción, y el texto aportado. El dossier completo puede ser visto AQUÍ. Por cierto, el fascista chileno Pedro Kunstmann, líder de los social-patriotas, señaló que este texto era una basura "brutalmente tendenciosa". ¡Bien!
En los últimos años, el fascismo parece haberse tornado omnipresente. Se habla de neofascismo, de posfascismo; y se discute interminablemente si Trump, Bolsonaro, Putin, Orban o Meloni son fascistas en algún sentido. Dentro de este dossier ofrecemos tres análisis de distinto tipo sobre el fenómeno. En “La sombra del fascismo”, nuestro compañero Ariel Petruccelli explora algunos costados –usualmente poco atendidos– de lo que podríamos llamar la deriva autoritaria o potencialmente fascistizante de la cultura política contemporánea. En el segundo texto, originalmente publicado por el Centro de Investigación Periodística (CIPER) de Chile el 8 de noviembre, Gonzalo Bustamante explora la vigencia del fascismo italiano a cien años de la Marcha sobre Roma (27-29 de octubre de 1922). Cerramos este dossier con un escrito de Julio Cortés Morales, que es una versión algo más extensa –generosamente facilitada por el autor– de un artículo suyo que vio la luz aquí, bajo el título “Un siglo de fascismo (1922-2022): ¿el retorno de lo reprimido?”.
1922-2022: EL RETORNO DE LO
REPRIMIDO
A cien años de la “Marcha sobre
Roma”, una admiradora de Mussolini encabeza el nuevo gobierno italiano. Contra
todos los pronósticos, Bolsonaro llega a disputar con Lula la segunda vuelta
presidencial en Brasil y pierde, pero por menos del 2% de los votos y quedando
su sector muy bien representado en el Congreso y las gobernaciones. El fantasma
de la extrema derecha y los nuevos fascismos recorre el mundo, mientras en
Chile la revancha «facho pobre» en el plebiscito de salida de la nueva
Constitución frustró los planes del progresismo y una santa jauría de
intelectuales se dedica a diagnosticar y perseguir al «octubrismo» como único
vestigio del espíritu de la revuelta chilena del 2019.
Este texto pretende dar luces
sobre estos fenómenos, claramente interconectados, respetando en principio el
temario de la ponencia presentada en un coloquio del 28 y 29 de abril de 2022.1
1. A pesar del uso
generalizado del adjetivo «fascista», un siglo después de la aparición
del fascismo histórico aún no existe mucha claridad sobre sus
principales rasgos definitorios. A pesar de la abundante producción literaria
en torno al tema, y a los mínimos consensos a los que han llegado los
estudiosos del fascismo, en el lenguaje usual «fascista» designa cualquier
forma de adhesión a un vagamente definido autoritarismo, totalitarismo o
nacionalismo. Incluso es posible detectar que se califica de fascista a
cualquiera que sostenga posiciones radicales en alguna materia, tal como cuando
se tilda de «feminazis» a las feministas radicales, o cuando se equipara a la
ultraizquierda con una forma de fascismo. Peor aún, la guerra en Ucrania nos
muestra un curioso ejemplo: mientras los opositores a la operación especial
rusa tratan a Putin de fascista, el líder ruso justifica su acción como una
cruzada para la «desnazificación» de Ucrania.
2. En mi trabajo
asumo, por un lado, que el fascismo no es eterno (como deducen muchos en base a
un conocido discurso de Umberto Eco en 1995 sobre el ur-fascismus):
como todo fenómeno social y político, el fascismo debe ser entendido como un
producto específico de su tiempo, que fue el de la derrota de las revoluciones
proletarias y la crisis del Estado liberal.2
De ahí la importancia de seguir
estudiando el surgimiento de la ideología y los movimientos fascistas, que
desde el Círculo Proudhon en Francia (1911), la Konservative Revolution alemana
y la recepción nacionalista radical de las ideas de Jorge Sorel, hasta el
triunfo de Mussolini y Hitler, la conformación del Movimiento Nacional-Socialista
de Chile y el surgimiento del peronismo argentino, nos revela la existencia de
un verdadero campo político e ideológico al que se bautizó con el nombre de su
versión italiana; pero que, mientras más examinamos ese momento, más aparece
como una heterogénea y muy diversa cantidad de formas y expresiones. Por eso
algunos expertos como Roger Griffin han acuñado el concepto de “fascismo
genérico”, donde se incluyen distintas formas de “ultranacionalismo populista y
palingenésico”.
3. Por otra parte, si
bien me parece erróneo e inexacto atribuir características de eternidad al
fascismo o entenderlo como “encarnación del Mal absoluto” o “brotación de lo
siniestro” (Oporto, 2015), creo que es posible apreciar un error simétrico en
las versiones «excepcionalistas» que intentan acotar la existencia de
movimientos y regímenes fascistas al período de entreguerras, declarando su
muerte definitiva en 1945.
El fascismo no ha abandonado la
escena como muchos creían. Después de 1945, nuevas formas de movimientos y
regímenes, desde los explícitamente neofascistas (como el Movimiento Social
Italiano en que militaba la adolescente Giorgia Meloni o el tremendamente
exitoso Frente Nacional de los Le Pen en Francia) hasta las dictaduras
latinoamericanas de los sesenta a los ochenta, han seguido expresando un
«espíritu fascista» que no siempre logra aplicar un nuevo régimen fascista,
pero cuya importancia en la conservación, reproducción y transformación de la
dominación capitalista no podría ser ignorada.
Además de los movimientos y
regímenes fascistas de ayer y de hoy, también es posible constatar que ciertas
características del fascismo histórico después de 1945 y luego de 1968 se han
incorporado al funcionamiento habitual de las democracias capitalistas
occidentales, donde ya no existe una distinción clara entre biopolítica y
tanatopolítica, estado de derecho y estados de excepción.
Ya en 1967 Debord decía que algo
del fascismo habría sobrevivido en el espectáculo triunfante, por haber sido
una de las fuerzas contrarrevolucionarias que liquidaron al viejo movimiento
obrero3. El mismo año, Adorno había dicho en una conferencia que “en
todo momento siguen vivas las condiciones sociales que determinan el fascismo”.
En un texto reciente, Lazzarato
(2020) destaca la profunda vinculación entre neoliberalismo y nuevas formas de
fascismo que se instalan como una respuesta contrarrevolucionaria al movimiento
de 1968, cumpliendo la función de «violencia fundadora» del neoliberalismo.
A partir de la crisis del 2008,
los nuevos movimientos fascistas emergen haciendo ocupación del terreno
abandonado por la izquierda (la lucha de clases), dándole un giro nacionalista
y reaccionario. Esa es la base real del actual crecimiento espectacular, y
hasta ahora imparable, de la nueva ultraderecha.
4. Con todo, la
definición a efectos taxonómicos de un «fascismo genérico», si bien nos permite
identificar las diferentes ramas de la gran familia fascista, no debería
hacernos pasar por alto sus enormes diferencias y contradicciones internas,
como tampoco la posibilidad de que, a partir de una matriz en los fascismos del
siglo XX, hoy en día varios movimientos estén derivando o mutando en
direcciones múltiples e impredecibles que aún no podemos ponderar muy bien.
Baste con considerar las derivas cuasi-izquierdistas del sector histórico de
la Nouvelle Droite de Alain de Benoist, el atractivo que
ejercen las teorías del fascista eurasiático Dugin sobre ciertos sectores de la
izquierda nacional-popular que, más que anticapitalista, es anti-EE.UU.; o el
surgimiento del etnocacerismo peruano con su programa de
racismo cobrizo que, bajo el liderazgo de Antauro Humala, bien podría calificar
de «fascismo andino decolonial».
En Chile, a una hasta hace poco
reducida familia de pinochetistas despistados (puesto que la dictadura fue
neoliberal y no nacional-corporativista), más algunos residuos
nacional-sindicalistas, pandillas de skinheads y hitleristas
esotéricospublicando revistas como Ciudad de los Césares, se han
agregado nuevas camadas como los social-patriotas de Pedro Kunstmann, Sebastián
Izquierdo y Capitalismo Revolucionario, el «Team Patriota» de
Pancho Malo, el Partido Republicano, sectores «tercerposicionistas» como el
diputado Rivas o provenientes del «fascismo agrario» del APRA como la diputada
Naveillán, ambos integrados al Partido de la Gente; e incluso duginistas como
el Círculo Patriótico Chile (Praxis Patria)4, abarcando así un
amplio espectro de posiciones neo y posfascistas, de derecha, izquierda y
«ni-ni» (ni de derecha ni de izquierda).
Como lo expresó Diego Luis
Sanromán en su tesis doctoral sobre la Nueva Derecha, “el gen fascista
ha mutado y en ocasiones no es fácil identificarlo”. Y si de entrada
este objeto de estudio ha resultado siempre confuso por lo flexible y
contradictorio de su discurso, hoy en día la complejidad se agudiza
adicionalmente por efecto de 50 años de «contrarrevolución neoliberal», que ha
logrado prácticamente borrar la memoria histórica de las revoluciones y luchas
proletarias contra las cuales el fascismo histórico surgió, y sin consideración
a las cuales no se comprende ni el tipo ni la magnitud de la tarea que cumplen
el fascismo y el «populismo de derechas» en la salvación del orden social del
capital.
5. Una dificultad
recurrente para identificar las formas actuales en que se expresa y ha mutado
este gen, es que, tal como dijo Mark Fisher, “el fascismo posmoderno es un
fascismo negado”, que sigue una estrategia de “rechazar la identificación
prosiguiendo con el programa político”, adaptándolo a las condiciones del siglo
XXI (Fisher, 2006).
La negación de la identidad o del
origen fascista es una consecuencia inevitable del estrés postraumático de
masas e intergeneracional que se produjo después de 1945 (Griffin, 2022). Pero
el procesamiento de dicha experiencia traumática corre a cuenta de la
democracia liberal. Así, resulta funcional a una visión deshistorizada del
fascismo la tendencia a entenderlo como parte de la más amplia familia del
totalitarismo, como una malévola aberración histórica, expresión de una lucha
eterna entre el bien y el mal, que es la visión que acompaña el mega-relato de
los vencedores de la Segunda Guerra Mundial.
En este discurso, que podríamos
denominar como «el antifascismo de los liberales», no se problematiza la
violencia fundadora del capitalismo mismo, ni las numerosas masacres cometidas
por cada Estado de su propio bando en tiempos de paz, ni los crímenes de guerra
de los Aliados, como las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. No: el
fascismo sólo sería imputable a lo que Popper llamó los «enemigos de la
sociedad abierta».
Inevitablemente, esta mirada
excepcionalista, liberal y moralista del fascismo alimenta el mito y la
identificación profunda de sucesivas camadas de neofascistas con aquello que
«el sistema» presenta como el Mal absoluto. Mientras ninguna corriente política
(liberalismo, anarquismo, socialismo) se entiende a sí misma como «eterna», los
integrantes de CasaPound Italia, una red de okupas en
versión contracultural de ultraderecha, se autoproclaman orgullosamente
“fascistas del tercer milenio”.
Como recalca Emilio Gentile, “la
tesis del eterno retorno del fascismo puede favorecer la fascinación por el
fascismo de los jóvenes que poco o nada saben del fascismo histórico, pero se
dejan sugestionar por su visión mítica, que se vería agigantada ulteriormente
por la presunta eternidad del fascismo”, sintiéndose orgullosos de formar parte
de “un movimiento al que un gran intelectual antifascista le ha atribuido
eternidad, aunque lo haya hecho metafóricamente y para condenarlo” (Gentile,
2019: 12).
Deshistorizar el fascismo ayuda a
mitificarlo: en tanto máquina de producción mitológica, es precisamente en ese
nivel donde el fascismo se siente más a gusto y extrae toda su fuerza.
6. Historizar el
fascismo consiste en desmitificarlo para tratar de comprender las razones
objetivas y materiales de su surgimiento y las funciones objetivas y subjetivas
que cumple en la guerra de clases. En esa tarea también es necesario estudiar
la ideología fascista y sus distintas metamorfosis y modulaciones. Que el
fascismo histórico siempre haya sido más un movimiento práctico que una
elaboración teórica (existieron los fascios como forma
organizativa desde mucho antes que se empezara a hablar de «fascismo») no
impide reconocer la importancia que tuvo y sigue teniendo en su existencia la
dimensión propagandística e ideológica, medida y clave de su éxito, antes que
la forma característica de «partido-milicia» con que hizo su espectacular
aparición hace un siglo.
Una gran debilidad de la mirada
izquierdista en relación al fascismo, probablemente fruto de la contaminación
con la perspectiva demoliberal, es que tiende a verlo como una expresión
monolítica: un solo gran «nazifascismo» que produce y practica una forma
estática de pensamiento único. Nada más alejado de la realidad. Desde sus
inicios, el fascismo es una «ideología fuzzy» (Eco, 1995), capaz de
digerir y amalgamar todo tipo de influencias, desde Sorel y el sindicalismo
revolucionario al anarcoindividualismo, de Stirner y Nietzsche al futurismo y
el nihilismo. Pero como dijo Adorno en la ya aludida conferencia de 1967, no
debemos subestimar estos movimientos por su “ínfimo nivel intelectual” y “falta
de teorización”. Muy por el contrario, su éxito depende precisamente de la
extrema flexibilidad y capacidad parasitaria de su ideología.
7. Tal como ocurre
con el concepto de anarquía, que significa algo bien diferente para los
anarquistas que para el resto del mundo, captar la complejidad y especificidad
del fascismo requiere estudiar la manera en que es entendido por los propios
fascistas.
Así, la obra de Julius Evola
resulta bastante interesante, en tanto conceptualiza y observa al fascismo
desde la derecha tradicionalista. Una de las diferencias principales de Evola
con el régimen fascista italiano era que el denominado “mago negro del
fascismo” rechazaba la religión judeocristiana y reivindicaba un “imperialismo
pagano” ario y nórdico, incompatible con el catolicismo. Estas posiciones,
publicadas en títulos como Imperialismo pagano (1938) y Rebelión
contra el mundo moderno (1934), mientras era consejero de Mussolini en
materia de “romanidad”, le causaron serios problemas al régimen con una
indignada Iglesia Católica, que no vaciló en denunciar a Evola –que durante los
años veinte, en tanto poeta, había pululado por el dadaísmo y las vanguardias
para luego fundar el grupo esotérico UR– como un instrumento de Satanás. Cuando
el régimen se orientó hacia el catolicismo, Evola fundó la revista La
Torre, en cuyo n° 1, de febrero de 1930, afirmó: “Nosotros no hacemos
política… defendemos ideas y principios. En la medida en que el fascismo siga y
defienda tales principios, en esa misma medida nosotros podemos considerarnos
fascistas. Y nada más”.
En Biología del fascismo,
un detallado y certero análisis realizado en 1925, Mariátegui distingue un
“ultrafascismo” –que va “del fascismo rasista o escuadrista de
Farinacci al fascismo integralista de Michele Bianchi y Curzio Suckert”–, y una
tendencia moderada, conservadora, “que no reniega del liberalismo ni del
Renacimiento, que trabaja por la normalización del fascismo y que pugna por
encarrilar el gobierno de Mussolini dentro de una legalidad burocrática”. Más
aún, el marxista peruano señala que el fascismo no se debe a Mussolini sino que
todo lo contrario, y que si bien D’Annunzio no puede ser considerado un
fascista, el fascismo en cambio sí que se basa en la experiencia de Fiume y es
íntegramente d´annunziano5.
Lo anterior nos lleva a entender
–como hace el fascista italiano Giorgio Locchi en un homenaje a su
correligionario Adriano Romualdi, muerto en 1973– que “el fascismo pertenece a
un campo, opuesto a otro campo, el igualitarista, al cual pertenecen democracia,
liberalismo, socialismo, comunismo. Es este concepto de campo lo que permite
captar la esencia del Fascismo, del mismo modo que permite captar la esencia de
todas las expresiones del igualitarismo” (Locchi, s/f).
Para este jurista italiano que
por un tiempo fue compañero de ruta del grupo GRECE y la Nouvelle
Droite francesa, un rasgo definitorio de todo movimiento fascista es
la concepción tridimensional del tiempo, que le permite afirmarse “como
conservador (o reaccionario) y simultáneamente revolucionario (o progresista)”.
Pero dentro de este campo existe espacio para una diversidad de posturas: “en
el seno de un mismo movimiento fascista, personalidades de primer nivel
expresan y defienden filosofías y teorías bastante diferentes, a menudo poco
conciliables entre ellas e incluso opuestas”. A modo de ejemplo, “la filosofía
de un Gentile no tiene nada en común con la de Evola; Baumler y Krieck,
filósofos y catedráticos, eran nacionalsocialistas y nietzscheanos, pero el
nacionalsocialista Rosenberg, en cambio, criticaba duramente aspectos
destacados del pensamiento de Nietzsche” (ibid.). Los movimientos
fascistas de la primera mitad del siglo serían, para Locchi, “la expresión
política, inmediata e instintiva, de un nuevo sentimiento del mundo que circula
por Europa a partir ya de la segunda mitad del siglo XIX”. Este sentimiento era
el de “vivir un momento de trágica emergencia”, y por eso los fascistas “se
precipitan a la acción obedeciendo a este sentimiento; se movilizan
políticamente pero, al contrario que otros partidos y movimientos, no hacen
referencia a alguna concreta filosofía o teoría política y asumen más bien casi
siempre un comportamiento antiintelectualista” (ibid.).
8. La identificación
de los viejos y nuevos fascismos con la «extrema derecha» es, en nuestro
tiempo, casi automática.
Y si bien es cierto que
–siguiendo el esquema de Bobbio (1997)–, al ser al mismo tiempo radicalmente
anti-igualitario y autoritario, el fascismo debería ser ubicado en ese extremo
de la díada derecha/izquierda, no podemos pasar por alto que: a) el
fascismo histórico no se presenta inmediatamente como conservador/reaccionario,
sino como revolucionario e incluso anticapitalista; b) el
fascismo histórico y varios neo y posfascismos hasta el día de hoy declaran
obsoleta la distinción derecha/izquierda, cuando no asumen abiertamente estar
“más allá de izquierdas y derechas” (como Alain de Benoist, que en otros
momentos ha declarado sentirse “de derechas y también de izquierdas”, o Diego
Fusaro que reivindica “ideas de izquierda y valores de derecha”) o defienden un
“pensamiento transversal” que integra diversos elementos procedentes de las
distintas corrientes «antisistémicas»; c) desde hace al menos
cien años han existido corrientes nacional-revolucionarias que han mirado con
simpatía a la Unión Soviética, o que propusieron híbridos como el
«nacional-bolchevismo» de Niekisch (retomado en los noventa en Rusia por
Limonov y Dugin), y diversas formas de «fascismos de izquierda».
Esto, que es una realidad
histórica irrefutable, no hace ningún sentido en las mentes de los
izquierdistas promedio, que no pueden imaginar un fascismo que no sea «de
derechas», cuando en rigor la asociación más fuerte entre derecha y fascismo se
produjo después de 1945, cuando las escasas formaciones neofascistas existentes
se situaron contra la URSS y el comunismo en el escenario de la Guerra Fría.
Hoy en día, no resulta nada casual que la extrema derecha aparezca
geopolíticamente dividida entre los apoyos a Ucrania y Rusia, y que a pesar de
la fuerte presencia de agrupaciones neonazis como el movimiento Azov en
Ucrania, la mayoría de los neo y posfascistas actuales apoyen a Putin6.
9. Como señala el
barón Julius Evola, tradicionalista esotérico al que Bobbio calificó como un
“completo delirante” e “intelectual de medio pelo”, antes de la creación del
régimen demoliberal y su sistema de partidos el concepto de derecha no
tenía mucho sentido, pues lo que existía en el Antiguo Régimen era un partido
de gobierno y una oposición que actuaba “dentro del sistema” sin aspirar a
cambiarlo radicalmente. Luego de 1789, la derecha se constituye como la
antítesis de las posiciones de la izquierda.
Nunca está de más recordar que el
origen histórico de la distinción/oposición entre derecha e izquierda estuvo en
la ubicación espacial de los delegados con diferentes orientaciones doctrinales
y de clase en la Asamblea Nacional Constituyente de 1789, durante la primera
fase de la Revolución Francesa. En esa ocasión, al debatir sobre el rol de la
autoridad real frente al poder de la asamblea popular constituyente, los
delegados que eran partidarios del veto real (en general, miembros de la
aristocracia o el clero) se ubicaron a la derecha del
presidente, por ser el espacio tradicionalmente usado como lugar de honor, tal
como se dice de Jesucristo que estaría sentado “a la derecha del Dios padre”.
Por el contrario, quienes se oponían al poder de veto del rey se ubicaron a
la izquierda, y se designaron a sí mismos como «patriotas».
Algo que uno suele olvidar es que
la derecha tradicionalista y aristocrática es antiburguesa y puede presentarse
incluso como “anticapitalista” (si por capitalismo entendemos su fase o faceta
liberal). Por eso, para Evola, que como él mismo anuncia observa al
fascismo desde la derecha o más allá del fascismo,
a mediados de los 60 no existía ya una “Derecha auténtica”, con D mayúscula,
opuesta a la llamada “derecha económica” o burguesa, que incluiría a la
“derecha liberal”: un contrasentido para los tradicionalistas que creen en una
derecha “depositaria y afirmadora de valores directamente ligados a la idea del
‘Estado verdadero’”, con valores centrales superiores a la oposición entre
partidos, “según la superioridad comprendida en el concepto mismo de autoridad
o soberanía tomada en su sentido más completo” (Evola, 1964).
10. Desde 1789 hasta
ahora, la dicotomía derecha/izquierda subsiste, dado que es útil para señalar
amigos y enemigos en la arena política, pero esta permanencia no ha sido
estática, sino que muy dinámica. Así, la burguesía revolucionaria y patriota
que hace 230 años se sentaba a la izquierda pasó a ser luego de centro, o de
derecha liberal, y terminó aliándose con la derecha conservadora cuando se tuvo
que enfrentar al surgimiento de una izquierda socialista obrera y popular.
La cuestión de la vigencia u
obsolescencia de la división derecha/izquierda ha sido constantemente abordada
por Alain de Benoist, fundador del GRECE7 y principal teórico
de la llamada Nouvelle Droite.
Exponiendo en detalle la
evolución de su pensamiento, Sanromán destaca que, para De Benoist en 1994, los
tres debates históricos en que se manifestó la oposición entre derecha e
izquierda, y que entiende ya obsoletos en ese momento, fueron: a) la cuestión
de las instituciones, que enfrentó a los partidarios de la República con
los defensores de la Monarquía (constitucional o de derecho divino); b) la cuestión
religiosa, en que los partidarios de una “concepción ‘clerical’ del orden
social” se oponen a los que “abogan por una visión laica de la justicia y el
Estado; c) la cuestión social, que es el tercer y
último debate, centrado en la discusión sobre “el papel del Estado en la
regulación de la actividad económica y en el problema de la redistribución de
la riqueza”. Así, para De Benoist, a partir de la revolución soviética, ser
políticamente de izquierdas “no es ya solamente ser republicano (puesto que
todo el mundo es republicano), ni siquiera es ser laico (puesto que ya hay
católicos de izquierda). Es ser socialista o comunista” (citado por Sanromán,
2008: 173).
Con la desaparición del «bloque
socialista» a inicios de los 90, la dicotomía izquierda/derecha vuelve a mutar,
generando un cierto consenso en la gestión del poder político por parte de
derechas e izquierdas moderadas que aceptan administrar el modelo neoliberal
renunciando a la idea misma de un cambio social profundo, lo que por un lado
tiende disolver los antiguos límites entre ambos polos, y por otro genera un
terreno de indistinción que trata de ser aprovechado por nuevos fascismos y
nuevas formas de ultraderecha que han aparecido con fuerza desde la crisis del
2008, conquistando importantes cuotas de poder político y social.
11. La nueva oleada
de extrema derecha, que se expresa desde 2008 cada vez con más fuerza, causa
bastante confusión y debates. Para algunos, se trata sencillamente del viejo
fascismo bajo nuevos ropajes, o de mutaciones y adaptaciones del gen fascista
que se presenta de nuevas formas, más o menos diferentes y desplazándose en
direcciones que aún cuesta reconocer (eso es lo que intenta designar la
etiqueta de «posfascismo», tal como la explica Enzo Traverso). En la medida que
estas «nuevas derechas» son ultranacionalistas y xenófobas, no es difícil reconocer
el gen fascista. Pero también existen otras dimensiones del fenómeno que
cuadran mejor en la etiqueta de los populismos o de la «derecha radical», que
según varios expertos sería al menos respetuosa de las formas de la democracia,
lo cual las alejaría de la tentación extremista propia de la ultraderecha
«antisistémica».
Expertos como Steven Forti (2021)
llaman a no confundir todo este fenómeno con una nueva forma de fascismo,
puesto que, en primer lugar, se trataría de un reduccionismo que no nos permite
entender la complejidad de estos fenómenos en lo que tienen de realmente
nuevos; y en segundo lugar, porque etiquetar de «fascistas» a todos los que
votan por Trump, Bolsonaro, Le Pen o Meloni es contraproducente, pues puede
impulsar y reforzar la identificación de una gran cantidad de gente hacia las
expresiones más virulentas y peligrosas de la actual «derecha alternativa».
Pero como ha dicho hace poco Enzo
Traverso (2019), partidario en general de un uso acotado del concepto fascismo,
“el posfascismo está creciendo en todas partes y no sabemos el desenlace de su
proliferación”. Si bien “podría mantenerse en el marco de la democracia
liberal, también podría experimentar una nueva radicalización, especialmente en
el caso de un colapso de la Unión Europea, que es uno de sus objetivos”. Las
premisas de ambos desarrollos ya existen, así que de producirse la segunda
opción “nos veríamos compelidos a reconocer que el fascismo no fue un
paréntesis del siglo XX”, pasando así a ser un “concepto transhistórico”.
En Chile se podría decir lo
mismo: tratar de «fachos pobres» al 40% que vota por Kast o al 62% que votó
Rechazo en el plebiscito de salida de la nueva Constitución no sólo dice más
acerca del carácter cuico progre de quien formula el insulto,
sino que no nos ayuda para nada a tratar de entender con qué factores sociales
y culturales, objetivos y subjetivos, está conectando este verdadero «retorno
de lo reprimido», que a la vez que es un efecto de cincuenta años de
contrarrevolución posmoderna y neoliberal, es una horrible anticipación de un
futuro que ya está ante nuestros ojos y frente al cual sólo podemos por ahora
oponer algo de lucidez y conciencia histórica, como parte de las tareas mínimas
de lo que alguna vez Walter Benjamin designó como la “organización del
pesimismo”.
12. Hace casi un
siglo, José Carlos Mariátegui, en su Biología del fascismo, oponía
el misticismo revolucionario de los comunistas al misticismo reaccionario de
los fascistas, y concluía que “la batalla final no se librará, por esto, entre
el fascismo y la democracia”. Poco después de eso, Walter Benjamin oponía la
“politización del arte” (comunismo) a la “estetización de la política”
(fascismo). Hoy en día, como señala el subtítulo del ya referido libro de
Lazzarato, la lucha debería plantearse abiertamente como lo que es, en estos
términos: fascismo o revolución.
Julio Cortés Morales
NOTAS
1 En aquella
ocasión, la ponencia se tituló “1922-2022: ¿Al fascismo sabremos vencer?”.
Decidí modificar el subtítulo, pues en esta ocasión, a diferencia de en la
ponencia, no me referiré a la cuestión del antifascismo.
2 Cuando en 1938, al decir de Trotski, “las condiciones ya
maduras para la revolución proletaria se comienzan a pudrir”. En ese momento la
suerte ya estaba echada en España, el estalinismo había ahogado las
perspectivas revolucionarias en varios momentos decisivos y se venía encima una
nueva guerra mundial: la “medianoche del siglo”, en palabras de Victor Serge.
3 Ver la tesis 109 de La sociedad del espectáculo.
4 Este grupo llamó a votar por el estalinista Eduardo Artés en
las elecciones del 2021. Tratan de diferenciarse de lo que llaman
«rancionalismo» (el nacionalismo rancio de grupos nacionalistas reaccionarios)
y de los «patriotas» de la derecha pinochetista, y reivindican en cambio a Raúl
Pellegrin y al Frente Patriótico Manuel Rodríguez en su intento fallido de
ajusticiar a Pinochet en septiembre de 1986, pues “con máxima entrega por la
liberación de la patria, toman en sus manos las armas con las que iban a dar
fin a quienes traicionaron sus juramentos, y que saquearon, torturaron al Chile
auténtico; obrero y campesino”. El 4 de octubre del 2022 realizaron una
entrevista virtual con el «marxista hegeliano» Carlos Pérez Soto.
5 El 12 de septiembre de 1919, el poeta D´Annunzio invadió con
una pequeña columna rebelde la ciudad adriática de Fiume (perteneciente a la
actual Croacia, en ese entonces Yugoslavia). Esta experiencia fue mirada con
simpatía por Gramsci, y Lenin estuvo a punto de responder el telegrama enviado
por el poeta, evitando finalmente hacerlo para no incomodar a los socialistas
italianos. Bordiga, en un informe a la Internacional Comunista, señala que en
el momento más difícil el movimiento fascista “halló un apoyo en la expedición
de D’Annunzio a Fiume, de la que sacó una cierta fuerza moral”, pues “en esa
época se inicia su organización y su fuerza armada, aunque el movimiento de
D´Annunzio y el fascismo sean cosas distintas” (Bordiga, 1922).
6 En el caso chileno, confluyen en dicho apoyo a Rusia “contra
el orden globalista neoliberal” desde la revista Ciudad de los
Césares al Movimiento Social Patriota y los ya referidos duginistas de
Praxis Patria.
7 Grupo de Investigación y Estudios para la Civilización
Europea. Fundado en 1968. Sus principales publicaciones fueron Nouvelle
École y Eléments. Véase https://www.revue-elements.com/tag/nouvelle-droite/
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