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miércoles, marzo 27, 2019

El estado contra lxs adolescentes/Estruendo en La Serena/Descension vs. fans de Sonic Youth 



-El Estado policial contra lxs adolescentes

Breve texto tomado del blog Comunidad de Lucha (recién salido su N° 8):

En una maniobra política-legislativa cobarde y efectista el Gobierno trata de hacer aplicable desde los 14 años de edad el “control preventivo de identidad”, aprobado el 2016 con los votos de la derecha y la Nueva Mayoría.
Desde entonces coexisten dos tipos de controles: el del Código Procesal Penal, que requiere mayores exigencias a la policía pero puede significar la retención de la persona por 8 horas en un recinto policial además de la revisión de sus vestimentas y equipaje, y el preventivo, que se realiza sin causa sino que al mero antojo de la policía, sólo a adultos, no permite revisar pertenencias ni conducir a comisarías y dura máximo 1 hora.
Cuando existía sólo el control del Código se realizaban 2 millones al año. Ahora esos controles han bajado a 400 mil, pero el preventivo, mucho más fácil de realizar considerando la estupidez generalizada de los funcionarios policiales, se aplicó el año pasado a ¡cuatro millones y medio de personas! Sumando ambos mecanismos tenemos que gracias a estas leyes el Estado policial está controlando a 5 millones de personas al año, en un país donde no llegamos a 18 millones de habitantes. Al menos uno de cada cuatro personas va a ser arbitrariamente controlada por la policía cada año, y estamos segurxs de que no serán burgueses ni ciudadanos dóciles, sino que proletarixs, estudiantes y cualquier sospechosx de disidencia a los ojos de la yuta.
La justificación que se ha dado a esta medida es que hay muchas personas con órdenes de detención pendientes. Pura demagogia: los adolescentes son en Chile más de 1 millón, y menos de mil tienen órdenes de detención en su contra. Es decir, el Estado pretende controlar la identidad de todxs ellxs por la posibilidad de dar con el 0,09% que tiene orden pendiente.
La burguesía de todos los colores hace gárgaras con los “derechos del niño”, pero somete la juventud al poder criminal de los pacos: los que asesinaron a Camilo Catrillanca y mintieron desde el primer minuto, los que hicieron el montaje “Operación Huracán” y los mismxs que han robado más de 28 mil millones en el “pacogate”.

¡A COMBATIR POR TODOS LOS MEDIOS EL ESTADO POLICIAL!
¡ABAJO EL CONTROL PREVENTIVO DE IDENTIDAD!
¡ABOLICIÓN DE LA POLICÍA!



-“Estruendo” en la Feria del Libro Independiente en las Compañías, La Serena.

Además de presentar dicho libro en la edición de Tempestades, habrá algunos ejemplares de 2&3 DORM, “La lógica del género y la comunización” y “El feminismo ilustrado o el complejo de Diana” para difundir en esos lares. Las 3 copias de El feminismo ilustrado llevadas al sur con MDC se vendieron rápidamente en Chillán. Quedan muy pocas copias.

Los dejo con un comentario de “Estruendo” tomado de la página de la Biblioteca Sante Caserío, aunque está referido a la edición de Perro Negro (en la de Tempestades hay 3 textos más):

Han transcurrido 6 años desde que la Prensa, movilizada en conjunto con la Policía de Investigaciones y Carabineros, realizara los allanamientos simultáneos en Santiago y Valparaíso para desbaratar una supuesta Asociación Ilícita Terrorista que habría tenido por motivación atemorizar a la población (o parte de ella) atraves de bombazos en lo que -según el ente persecutor-, para el grupo, serian representaciones simbólicas del Estado, el Capital y la Iglesia. El operativo, monitoreado desde un helicóptero por el ex Fiscal Alejandro Peña culminaba de esta forma con la detención de 14 personas ligadas a entornos anarquistas-antiautoritarios una mañana de Sábado, 14 de Agosto según el calendario cristiano.

Pero lejos de significar el triunfo que esperaba la Fiscalia Sur, junto con el Ministerio del Interior y demases querellantes, el resultado del juicio -que duro varios meses- termino con la absolución de todxs lxs imputadxs -no sin antes haber pasado gran parte de ellxs encarceladxs en distintas prisiones y módulos de máxima seguridad-, que, para sorpresa de muchxs, siempre reclamaron que la maniobra se trato de un montaje policial, donde las tesis de la Dipolcar (Dirección de Inteligencia de Carabineros) fueron apropiadas por la Fiscalia, para llevar a cabo el aniquilamiento de la “escena anarco-libertaria” como le denominaban en sus informes secretos, siendo o no lxs imputadxs lxs autorxs de dichas actividades, pues en el fondo, lo que se deseaba era mandar un mensaje de intimidación a los sectores cercanos a estas corrientes (que por esas fechas se multiplicaban).

El Caso Bombas deja al fin y al cabo, varias enseñanzas. Pese a que el montaje cayo por su propio peso, y significo la victoria en termino jurídicos para todxs lxs procesadxs, deja también la amargura de saber que en términos políticos, el golpe fue tremendo, dejando un antes y un después para la “escena anarco-libertaria” como le denomina la policía a cierto espectro de espacios y compañerxs de lucha. Sin duda que para el Estado el fracaso de esta operación también significa una derrota, pues es evidente la frustración que de este germina, mas cabe preguntarse si el día de mañana, el persecutor no sacara importantes lecciones de este caso, para futuras maniobras represivas, pues, al fin y al cabo, su tarea no se vio realizada (al menos no por completo).

Allí radica la importancia de este libro. De seguro el Poder sabrá tomar la derrota como un sabio maestro… ¿Y nosotrxs que? ¿Aprendimos algo del mal llamado “Caso Bombas”?



-Hace muchos años leí en una revista The Wire acerca de la banda Descension, que en 1996 telonéo a Sonic Youth en Inglaterra, causando un gran disturbio cuando algunos de los fans de SY hostiles al RUIDO (¡qué paradoja! ¿no era SY la banda emblema del NOISE en algún momento?) agredieron físicamente al cuarteto arrojando vasos de vidrio, y causando una pelea entre el baterista y un par de tarados/as que claramente habían ido a puro taquillar con sus héroes ya completamente subidos al carro del grunge.

Hoy en día el legendario set está en youtube, y además hay otros registros de conciertos de la banda en el año 1995. La banda amerita estar en el top 3 de bandas de free noise hardcore jazz, junto a Blue Humans y Last Exit.

En su momento Ben Watson, de Militant Esthetix, escribió una crónica de dicho evento, en la revista  Variant, con su fino lenguaje situ/marxiano.



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viernes, marzo 22, 2019

Siouxsie "Join Hands" (1979)/MDC en Chillán y Penco 



Siouxsie Sioux estaba ahí desde el comienzo. Con el contingente Bromley, en la tienda Sex, en las tocatas de los Sex Pistols, y el comentario de viejo verde que Bill Grundy dirigió contra ella en el estudio de TV donde entrevistaban a los Pistols a fines de 1976  fue lo que a su vez causó que a modo de reacción los muchachos procedieran a insultarlo a él, con expresiones de grueso calibre que nunca antes habían sido transmitidas a las familias británicas por la pantalla. Al otro día eran portada y el país se dividía entre los que estaban horrorizados y los que estaban entusiasmados. Y 1977 pasa a ser el año punk por excelencia.

Ya sería interesante el personaje Siouxsie si sólo fuera por su imagen y por esos datos. Pero no sólo eso: cuando armó a su banda, los Banshees, para tocar en el Festival 100, puso a Sid Vicious (antes Syd, nombre que escogió para homenajear a Syd Barrett) en batería. Sid había aprendido a tocar el bajo en una sola noche de speed, escuchando una y otra vez el primer LP de los Ramones en la casa de Viv Albertine. No se hizo problema en tocar la batería, aunque nunca antes lo había hecho, pues aunque ya nadie lo recuerde, su primer instrumento era el saxo.

En esa ocasión tocaron  el tema “The Lord´s prayer”: su propio “SisterRay”, si me preguntan.

Siouxsie siguió tocando con su banda, por donde desfilaron personajes ligados a otras bandas como las Slits, The Cure y Magazine.  En los 80 alcanzó bastante éxito con hits como “Hong Kong garden” y “Happy house”, encantadoras muestras de post-punk con toques siniestros, ideales para una época dorada del pop que sólo se ha vislumbrado a veces, y que hacia los 90 y hasta nuestro tiempo derechamente ha dejado de existir.

Pero el período que quiero destacar es el de fines de los 70. Su primer álbum, The Scream (1978) ya es bastante bueno, aunque apenas lo conozco. Pero su segundo álbum, Join Hands, lo hemos tenido en la tornamesa de la casa desde que lo encontramos en LP la semana pasada en el Persa Biobío.

Puede que sea su álbum más oscuro, pero Siouxsie se las arreglaba para mostrar destellos de luminosidad en medio de los climas más glaciales. Algo debe haber heredado del espíritu vocal de Nico, aunque a veces mi compañera, Pati, declara que le parece demasiado parecida a su tocaya Patti Smith. Puede ser, Patti influenció a todo el mundo en un momento, pero la banda hace la diferencia aquí.  



Lo más llamativo es que la carátula original fue censurada porque mostraba una imagen “religiosa”. ¿Y qué? Se pregunta uno hoy, pero en la Inglaterra de 1979 todavía podía causar escándalo algo así.

Entonces la cambiaron por esta otra portada que no tiene mucho que ver con la idea de “unir las manos” en la pose tradicional del rezo. Como sea, el artefacto es bellísimo: la portada se abre, y adentro hay retratos en blanco y negro de cada uno de los integrantes de la banda. El vinilo viene envuelto en un sobre negro, con las letras. 5 temas en el lado A. 3 en el lado B. El último es una versión de estudio de “The Lord´s prayer”, uno de los temás más “punk” que podrás oír en tu vida.


Las campanadas del inicio de "Poppy Day" dan un toque funerario, efecto que ya se conocía al menos desde el primer LP de Black Sabbath, y en la primera canción Siouxsie dice “somos los muertos”. La tercera, “Placebo effect” se estructura alrededor de un sonido de guitarra que recuerda un poquito a Wire en “I am the fly”. Además, se dice que este tema influenció notoriamente al Joy Division del segundo y último álbum, “Closer”.

No tengo muchas más palabras para describir esta maravilla de álbum. Así que sólo queda pintarse los ojos y escuchar, una y otra vez.
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Manual de Combate tocará mañana en Chillán y el Domingo en Penco. Andaremos con puesto de materiales, que por mi parte incluirán los pocos ejemplares que quedan del tercer número de 2&3 DORM, y algunos ejemplares de “El feminismo ilustrado o el complejo de Diana”, de Gilles Dauvé, en versión de Lazo ediciones, y también otro libro que se lee muy bien en diálogo con ese otro: “La lógica del género y la comunización”: el Dossier Endnotes de 2&3 DORM. Además, el librito y otros materiales de Disturbio Menor.

-2&3 DORM N° 2
-Crisis y Crítica: Ajuste de cuentas (Segunda Parte)
-El espectáculo del mundial de fútbol y el espectacular futuro mundial
-Ret Marut: Una visión
-Vidas Perfectas
-¿El espectáculo de qué?
-representación o ideología / representación e ideología
-Trilogía Rusia
-Cartas sobre el triunfo de la civilización
-Estudios sobre la utopía en la sociedad arruinada



- Prólogo: Imágenes del feminismo, de 1974 a 2018
- El feminismo ilustrado o el complejo de Diana 
Introducción
No ver el comunismo
Sociedad de ghetto
¿Liberación?
Nostalgia de la familia
Proletaria y mujer
Neoleninismo
Derechos y deberes
Reformismo y tragedia
Reorganización del capital
Masculino-femenino
- Cuarenta años más tarde... conversación con Constance
En tiempos de Le fléau
Hoy
Exit Foucault
Género, palabra y concepto
¿Femino-marxismo?
Identidad obrera e identidad gay
¿Qué hacer?
¿Y mientras tanto?
- Sobre la “cuestión de la mujer”
¿Malas intenciones?
Reproducción y propiedad privada
Las mujeres como criadoras
Mujeres y relaciones de explotación
Control socializado
¿Democracia en la familia?
La igualdad bajo el capitalismo
Feminismo
Victoria amarga
Fuera de la sala de parto
Sexo y revolución

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miércoles, marzo 20, 2019

TOCATAS: CUANDO LA VIOLENCIA IRRACIONAL ESTALLA EN TU CARA. 


Crass en Conway Hall, 1979, y Disturbio Menor en el Playa, 2019.

Había estado muy interesado en un incidente famoso que alguna vez ocurrió en una tocata de Crass con Poison Girls y la banda holandesa The Rondos, en un beneficio para anarquistas acusados por atentados explosivos denominado “Persons Unknown”. Pero no me esperaba que la violencia estallara frente a mí en la 12va tocata de Disturbio Menor tras el reencuentro ocurrido desde fines del año pasado.

Vamos en orden: la tocata de Crass fue en el Conway Hall en 1979, y en sitios como Killyourpetpuppy y Dangerous Minds se pueden encontrar al menos 3 versiones: la de Crass a través de su baterista y principal guía espiritual, Penny Rimbaud, la de los Rondos, banda punk holandesa pero no anarco-punk sino que marxista-leninista-maoísta que por algún tipo de error estaba visitando a Crass en sus cuarteles generales en UK (Penny dice: “pensamos que eran anarquistas”), y la versión de un antifascista que junto a otros grupos antifa vinculados a partidos trotskistas, como la Red Brigade, atacaron violentamente a una cincuentena de skinheads ligados al National Front que se habían dejado caer en el lugar gracias a la tolerancia anarco-liberal de la organización del evento.

Las perspectivas, relatadas por 3 personas representantes de 3 facciones estético/políticas  muy distintas pero que estuvieron ahí mismo en medio de los sucesos, coinciden en varios puntos, y difieren en otros, y por sobre todo son abiertamente discrepantes en cuanto a la valoración final de lo que allí sucedió.



Lo que está más o menos comprobado es que…Crass era bastante popular en ese momento (escuchen las Peel  Sessions de ese mismo año para hacerse una idea), y al concierto llegaron alrededor de 700 personas. Ese día los neofascistas del National Front/British Movement habían tenido una concentración, y más de medio centenar de pelados de diversas edades llegaron a ver a Crass pues a los skinheads también les gustaba su sonido. Como sea, a Penny y Crass les parecía que los pelados tenían derecho a ir a verlos si querían, y Penny dice claramente que ellos no discriminaban a derecha ni a izquierda, que pocos skins eran en verdad fachos y que incluso así, ellos serían los más beneficiados escuchando lo que la banda tenía que decir. Los Rondos ven esa cantidad de pelados y se sorprenden de la liberalidad de sus anfitriones anarcopunks, señalando que si  eran molestados iban a responder contundentemente.

El antifa que ha escrito sus memorias de dicha batalla, Martin Lux, dice abiertamente que no le gustaba Crass, pero que los organizadores del concierto le habían pedido ir a darse una vuelta por si las moscas…Cuando llega ve una cantidad enorme de skinheads, siendo una docena de ellos de gran tamaño y ferocidad. Se coordina con otros antifas ligados al Socialist Workers Party (un partido trot) que le dicen que van a ir a buscar más gente, y que podrían regresar en alrededor de una hora. Al interior del local, los skinheads se dedican a intimidar a punk rockers, extranjeros y mujeres, ante la nula reacción de los organizadores, y todo el mundo rumorea que lo que los skins quieren es tomarse el escenario cuando suba Crass, que iba a ser la última banda en tocar. Eso les daba tiempo a los antifa para esperar los refuerzas. En todo momento la actitud de los “anarcos” como despectivamente los llama este antifa es de pasividad mezclada con angustia y desesperación, llegando a que algunas chicas les pasaran manoplas y cadenas… como para que ellos actuaran en su nombre.  Lo cual irritaba a nuestro antifa, dado que esos anarco-pacifistas solían decir que los antifa eran tanto o más violentos que los propios fachos, etc. etc. etc.

Al final, luego de una tensa espera plagada de incidentes que este antifa desactivaba como mejor podía, llegan los refuerzos, no más de 20 personas en total, y deciden usar el factor sorpresa atacando de inmediato con cadenas, palos, botellas y cuchillos a la horda skin, no sin lesionar también en la ferocidad del ataque a anarquistas y público en general que tuvo la mala suerte de estar muy cerca de los pelados.

Los pelados quedaron tirados en el suelo sangrando y muchos de ellos inconscientes. Los pelados más chicos aterrorizados eran escondidos en el escenario por los mismísimos Rondos. Los antifa se fueron hacia la salida, y el relator señala haber dicho a unas chicas: “¿No decían ustedes que somos tan violentos como los fascistas? No: ¡nosotros somos mucho peores!”.



Penny y Crass condenaron la violencia, y de hecho dijeron que no habían sido atacados por el National Front, sino que por los trotskistas de la Red Brigade que en su cruzada por el poder popular decidió que era buena idea ir a pegarle a quien fuera que tuviera el pelo muy corto. De pasadita, cortaron relaciones con los Rondos, por su maoísmo, y en cierta forma los culpaban por lo sucedido.

La prensa publicó que lo acontecido era una encerrona planificada de Crass en contra de los skinheads. Crass envió cartas aclaratorias que jamás fueron publicadas, y como resultado los del NF/BM empezaron, ahora sí, a atacar violentamente a Crass en sus conciertos.

¿Quién tenía razón? ¿Quién hizo lo correcto?

No me queda claro. Yo preferiría que no entren ese tipo de sujetos a un concierto. Pero sé que 50 skinheads intimidan fácilmente a varios centenares de punks: lo he visto. Y sé que hay quienes piensan que la “escena” es apolítica, y debe dar cabida a todos los que muestran interés en asistir.

Con todos estos datos en mente, y re-escuchando un poco a Crass que en lo “musical” siempre me gustó, pero tomando distancia de su  anarco-pacifismo (en Malmö el 94 me topé en el subterráneo de una disquería con la caja del doble LP “Christ-The Album”, de 1982, y no lo compré…¿por qué? Porque traía dentro un pequeño folleto de Mahatma Gandhi), digo: con todos estos datos en la mente, se me viene encima el 8 de Marzo, en que para apoyar la Huelga he quedado de montar una especie de guardería infantil en el patio de mi lugar de trabajo, para cuidar a infantes cuyas madres estén participando de un taller de autodefensa feminista. Cansador. Pero más cansador es lo que se me viene para el día sábado: tocar con Disturbio Menor en Hangar Subterráneo a eso de las 18 horas, para acto seguido partir en auto a Valparaíso donde debía tocar primero con Manual de Combate, y después cerrar la jornada de tocatas de nuevo con Disturbio Menor. Entre tanto alguna gente hasta alcanzó a pasarse a la tocata de diablo en Valpo.

Todo bien en el Hangar. Había llegado poca gente, pero estaban los cabros de Orden Criminal, banda de Temuco, y varios viejos amigos de los 90. Tocamos un set no tan largo, y por primera vez mostramos una canción nueva “Como antes” (aunque Olea también pensó en bautizarla como “las ruinas”). Repartieron cerveza Cortés (no la conocía), estaba pinchando discos el Coloro de la Federación de Pinchadiscos, fue llegando más gente que no era poca cuando íbamos saliendo, y así emprendimos felices el viaje al Puerto principal, los 4 DM más un viejo amigo chillanejo, escuchando el “New Day Rising” de Hüsker Dü y dándole a un six pack de no recuerdo qué cerveza.

En llegando a Valparaíso nos vamos de inmediato a La Playa. Había estado allí hace años. No lo recordaba muy bien. Bar arriba, tocata en el subterráneo, donde aún no llegaba gente y se estaba instalando el sonido. Instalamos la mesa de fanzines y libros. El resto de DM sale a pasear un rato y me quedo concentrado con MDC. Algo escucho de un atado con el trato de entradas con el local, pero no capto muy bien qué pasaba. Aparecen amigos de Chillán, Llolleo, Santiago, Valparaíso e incluso Buenos Aires. A algunos no los veía hace mucho tiempo. Nos actualizamos brevemente con los datos de la vida, hijos/as, parejas, etc. El punk rock envejece y nosotros también…Comparto cervezas con varios de ellos, y sobre todo con H., a quien conozco por carta desde 1996/7, y en persona desde 1998/9, según lo que me queda de recuerdos.


Toca MDC. Poca gente abajo, pero se va asomando de a poco. Un set de 5 temas. La parte que más me gusta es cuando en vez del saxo mismo toco sencillamente una boquilla de saxo, encerrada con las manos a modo de ocarina. Se me hace corto el set, ¿media hora? Terminamos y pienso: ¡ya cumplí con 2/3 de mi misión musical del día de hoy! Y me parece notable poder ejercer dos formas distintas de punk rock la misma noche: una con puros cuarentones, y la otra con veinteañeros; una con bajo, la otra con saxo.

Suben los de Dosis Mortal, y de pasada me entero que la bajada de la otra banda, Cartagena, tenía que ver con una funa feminista, pero no me queda nada claro a quien afectaba ni ninguno de sus detalles. No veo mucho a Dosis Mortal porque estaba algo agobiado en ese subterráneo con ese olor a humedad tan fuerte que me impregnó toda a ropa. Subo al bar, donde venden el litro de Heineken a $3500. Sigo compartiendo con amigos. Vuelvo a bajar y resulta que Esconder Mi Cara está por empezar, pero falta el bajista, que había ido a pocas cuadras de ahí a ver a diablo. Lo llaman y regresa al trote. En poco tiempo más está tocando la banda, que no conocía y me gustó harto. Conocía al vocalista de una coincidencia anterior en las calles de Valpo. Pero su look había cambiado un poco, y además en esa ocasión no hicimos muy buenas migas dada su defensa de posiciones políticas similares a las de los Rondos. Buena atmósfera, buenos temas, buenos gritos…Pensaba que no podía pegar mejor con lo que Disturbio iba a ofrecer justo después, ya cerrando una maratónica jornada.

En algún momento, no recuerdo bien si estaba tocando Esconder Mi Cara pero creo que sí eran ellos, veo a un perro negro y más bien grande, que venía desde la escalera y se metió entremedio de todos nosotros. Lo acaricio pues me hace gracia, jamás pensé que alguien lo había llevado, sino que más bien creí que era como esas veces en que los perros se suben al Transantiago por iniciativa propia y la tendencia natural a la deriva que tienen todos los perros. No lo vuelvo a ver, pero un tiempo después, ya desde arriba del escenario cuando estábamos preparándonos para tocar veo que estalla una pelea. H. golpea y empuja a alguien, que sale volando por los aires. Voy a ver qué pasa, y me dice que un perro lo mordió, y que el dueño del animal no se hacía responsable. Le pido que se calme, y vuelvo al escenario. No veo al perro y pienso que ya se lo llevaron. En verdad, lo que me preocupa en ese momento es que el único amplificador de bajo que había no suena. Conecto mi bajo, con dos pedales (Big Muff y delay/reverb), y no pasa nada de nada. El parlante crujía antes de conectarme, y ahora parece totalmente muerto.  Saco los efectos. Conecto directo al ampli, y no pasa nada.


Gaspar de MDC y Lautaro van a ayudarme. Probamos otro cable: nada. Olea va y le dice al tipo del sonido que tenemos ese problema, y vuelve diciendo que el tipo cree que es culpa nuestra. Le tratamos de demostrar que el problema no es de cables ni del instrumento, y que los usamos sin problemas unas horas antes en Santiago. Insiste en probar con otro bajo, y no se convence hasta que conectamos el de Gaspar, y tampoco suena. En ese punto el sujeto del sonido dice que no hay nada que hacer, pues no tienen cables del largo necesario para ponerme conectado en línea a la mesa de sonido.

Mucha gente está aglomerada esperando que empecemos a tocar, y no sabemos qué hacer. Alguien dice que si lo llevamos en auto podría ir a su casa a buscar un ampli, pero en la ida y vuelta se demoraría como 20 minutos. Ya son cerca de las 3 AM. Hay un amplificador adicional de guitarra a un costado del escenario, pero el tipo a cargo este se niega a usarlo, pues dice que lo podemos quemar con el bajo. Le señalamos que sin efectos y a volumen medio, no corre riesgo, pero cuesta una buena cantidad de tiempo y saliva el convencerlo.

Recién ahí pudimos empezar a tocar, y yo me sentía bastante frustrado por no poder sonar adecuadamente (el tipo del ampli ni siquiera me dejaba controlarlo yo mismo directamente, por temor a que le subiera el volumen), y porque en la tarde había probado el efecto conjunto de Big Muff/delay para las partes de RUIDO que en Valparaíso quería explorar de una manera más contundente y con volumen en 11.

El set va transcurriendo bien: hay dinamismo y energía, pero…advierto que el pogo, slam, mosh o como le quieran llamar está algo descontrolado, y dominado por machos. Pienso lo que todos me han dicho: las tocatas en Valpo. son así. Y sigo tocando nomás, feliz de haber pasado más de la mitad del set sin mayores inconvenientes que un sonido no tan fuerte del bajo y un par de pifias individuales que abordamos con humor, repitiendo “Fuego” cuando el baterista se saltó una parte, pues el punk implica errores y obviamente que es parte de su encanto.

Veo a H. en medio del pogo casi todo el rato, y hasta hablamos en algunas pausas. Veo a más amigos, y mucha gente totalmente desconocida para mi. Las mujeres en los bordes de la masa humana, nunca al centro.

Arremetemos con “Lúcido”, una de las más fáciles de tocar, en la medida que se haga a la velocidad adecuada. Robo un poco de micrófono para anunciar que esta canción nunca se trató de no tomar, sino de “no ser imbécil”. Vamos terminando el tema, unas líneas de bajo cierran la canción y se supone deberían dar paso a la nueva versión DUB que la agregamos el año pasado. Me gusta tocar esas líneas, en la tarde las probé y me propuse tocarlas con más “feeling” en la segunda ocasión. Pero…

…no alcanzo a empezar la ejecución en el bajo cuando una masa humana cae sobre el costado en que estoy yo, y al lado mío dos personas filmando. Obviamente se trata de una pelea, pero me cuesta entender qué pasa. Rápidamente veo que no es una pelea entre bandos o piños, sino que hay una agitación en contra de una persona en particular, que resulta ser precisamente ¡H.! Mi primera reacción es impedir una pelea, así que dejo que él suba al escenario, y se refugie detrás de mí. En ese momento escucho muchas voces enojadísimas, sobre todo voces femeninas, tratándolo de “macho culiao”, y una voz que señala algo así como que él le tiró el pelo y le pegó en la cara.  Me cuesta creer lo que está pasando, pero varios amigos de confianza se acercan y me confirman a gritos que en medio del pogo y sin mediar provocación alguna, H. tomó a una chica del pelo y la atacó con fuertes rodillazos. Le pregunto a él directamente qué había pasado y me responde: “yo quería bailar hardcore”. La indignación aumenta de intensidad, y empiezan a escucharse gritos pidiendo que el agresor se retire del lugar. Me parece razonable, dado lo que había hecho. Otras personas me dicen además que H. tiene un cuchillo.

H. se desplaza hacia el centro del escenario, y algunas personas me empiezan a cuestionar si es que acaso lo estoy protegiendo. Me digo que no: que no tengo por qué proteger a alguien que está golpeando a las personas, aunque no me quede claro el detalle de por qué lo hizo, y que con su comportamiento acaba de pudrir lo que hasta el momento era una tocata que transcurría sin mayores problemas. Es algo de lo que tendrá que hacerse cargo él mismo, por responsabilidad individual. Se suben 4 o 5 chicas al escenario: todas bastante jóvenes, de veintipocos años en promedio diría yo, de contextura pequeña, y con una notoria expresión de rabia en sus rostros. Me queda claro que no están pasteleando, sino que están enfurecidas por la actitud previa de H. Lo golpean entre todas ellas, no vi hombres en ese momento haciéndolo. Llueven botellas y se revientan al lado del amplificador en el costado en que está nuestro guitarrista. Es el caos total, pero entremedio logro ver que dos personas, incluyendo al organizador de la fecha, se llevan a H. hacia las escaleras, arriba.

Me siento shockeado, desolado, confundido. No soy una persona muy violenta, aunque como todos, puedo llegar a serlo, y mucho, en determinadas condiciones. Por lo general siempre he racionalizado la necesidad de aplicar la violencia contra enemigos claros: fachos y policías. Dentro de tocatas, dentro de “la escena”, me parece que hay que evitar en lo posible la violencia, o usarla sólo como medio de autodefensa cuando no queda otra. El problema con la violencia, propia y ajena, es que las racionalizaciones son a priori o a posteriori, pero en el momento mismo en que se ejerce uno nunca sabe de qué será capaz uno, y los otros, a qué extremo de letalidad/fatalidad/daños se podrá llegar. Sobre todo en un lugar cerrado. Sobre todo si corrió bastante alcohol desde varias horas antes. Sobre todo si alguien porta armas…

No puedo creer que la tocata terminara así. En los 90 la violencia nos acompañó bastante. Al tocar con Fun People en la Blondie en 1997 no pudimos terminar el set: vez que acelerábamos, un sector del pogo se volvía muy violento. En su frustración Lautaro desenchufó su guitarra y se fue, cuando ya no había nada que pudiéramos hacer para calmar la situación. Hay simios a quienes les parece que el punk es así y que tratar de evitar la violencia irracional es propio de jipies o de burgueses. Pobre gente. Se revuelcan en la mierda del sistema y se sienten felices por ello. También recuerdo una vez que tocamos en el Pedagógico, y que cuando la música aceleraba un sector de la gente se aforraba. Tuvimos que parar de tocar, y aún recuerdo las cabezas sangrantes, rotas por golpes de botellazos, siendo lavadas en las mangueras de los pastos del Peda. Y yendo al principio de todo, recuerdo que la primera vez que tocó DM fui con mi hermana chica, que tenía 12 o 13 años. Después de tocar me dijo que mientras nos estaba viendo, de la nada una punk rocker salió del centro del pogo y le dio un puñetazo en la mejilla. Quedó descolocada y adolorida, estaba sola, y no pudo hacer nada…

En esos casos siempre me imaginaba este diálogo con el resto de la sociedad:

-No nos gusta este orden social de mierda, tratamos de escapar de él creando nuestros propios espacios, nuestra contracultura

-¡Rica tu contracultura!

Vuelvo en mí, arriba del escenario, y veo la situación: ánimos caldeados, gritos y reproches. Guitarrista y baterista querrían seguir tocando, mal que mal quedaban solo 3 temas y un posible cover. Yo no sé si quiero seguir tocando…Aún no puedo creer que haya sido por H. que la cosa haya colapsado. Justo antes de empezar nos dijo: “va a ser una noche memorable”. Sí, claro. Totalmente en lo correcto, pero por las razones equivocadas.

Anunciamos “No soy cómplice”, y se agrega casi espontáneamente “Nueve vueltas”. Lautaro y Mogles quieren seguir con “Escape”, pero a mí no me da el ánimo. Me siento realmente mal…Recuerdo cuando escribí acerca de unos incidentes también por pogo violento de machos en la tocata de Marcel Duchamp en el Alameda. Pero acá fue mil veces peor…Pienso en que en Talca, Puerto Montt y Chillán el pogo era masivo, alegre y mixto. ¿Por qué no puede ocurrir eso en Santiago y Valparaíso? ¿Por qué? ¡Díganme por qué! ¿O en realidad vamos a necesitar espacios separatistas? ¿Pogo de hombres y pogo de mujeres? ¿Y le decimos a la sociedad que llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones?

El pogo, sin H. ya, siguió igual de brutal. La tocata se acaba.



Pero sus coletazos no pararon, y siguen hasta hoy…

Al hablar con amigos comunes que tengo con H. presentes en la tocata, me dicen inequívocamente qué él se mandó una tremenda cagada, injustificable, y que ellos sólo pudieron ir afuera a evitar que le siguieran pegando, para que se pudiera ir. Escucho a una sola persona diciendo que H. está casi ciego y por ende no pudo ver bien a quién le estaba aforrando…lo cual no me queda claro qué  es exactamente lo que justifica….salvo lo que se ha venido diciendo por algunos en cuanto a que su actitud no fue misógina, que es como se le etiquetó en la funa feminista que circula.

¿Detalle técnico? No sé, no creo…la excusa me recuerda a los ratis que obstaculizaron por casi una hora la denuncia de agresión en contra de Carolina Torres, en Pudahuel, porque decían que fue un “problema entre barristas” y en ningún caso un ataque “lesbofóbico”.

Las mujeres que estuvieron en el incidente envían dos días después un comunicado planteado como funa a H. Lo subimos al Facebook de la banda. H. envía luego sus aclaraciones incluyendo abundantes disculpas. Las subimos al Facebook de la banda. Queremos que se conozcan ambas versiones. Pero la banda toma una posición clara: no queremos pogo violento, no queremos que las mujeres se queden en los márgenes viendo como los hombres “vacilan”. No queremos que las diferencias se resuelvan aplicando de inmediato la fuerza. Y yo tampoco estoy de acuerdo en que hayan linchado a H. una vez que ya estaba fuera de la tocata. La autodefensa de las mujeres agredidas me pareció inevitable y hasta violencia justa en sus propios términos. Pero más que eso me parece un exceso, o en jerga castrense “violencia innecesaria”, que según supe, pues no la ví, hasta pudo haber sido con "resultado de muerte". ¿O la "justicia alternativa" de lxs libertarixs consiste sólo en linchamientos?

Sin embargo, a medida que pasan los días hemos visto que unas cuantas voces, que en su casi totalidad NO ESTUVIERON ALLÍ ESA NOCHE, ocupan el espacio virtual para defender a H. y hasta pasando a atacar a Disturbio Menor.

Unos dicen que si la cosa era tan grave deberíamos haber parado de tocar. ¿Sí? Bueno: Algunas personas nos dijeron eso al final, pero mucha gente opinaba en cambio que un solo sujeto no podía cagar una tocata donde había más de 100 personas, que deberíamos haber seguido tocando y punto. En fin: lo intentamos, no pudimos, y no cabe dar explicaciones por eso.

Otro dice que no se podía esperar otra cosa de DM, puesto que según él hemos tocado en varias fechas organizadas por la productora Korova, que tendría alguna vinculación  con el asesinato de 5 personas en el concierto de Doom el 2015. ¿A qué tocatas se refieren calumniadores de mierda? Pues es absolutamente falso. No tenía ni idea de la existencia de dicha productora, y menos hemos aceptado supuestas invitaciones suyas a tocar en ningún lugar. ¿Se hará cargo el calumniador de aclarar sus dichos, o se amparará también en la impunidad de las redes para hablar mierda sin dar cara?

Otras personas, incluyendo mujeres, dicen que el punk es violento, y que si a los “burgueses” y universitarios no les gusta eso, pueden ir a entretenerse en peñas con vino navegado. ¡Buen punto! ¿Quiere decir que se conforman con ser peores que los jipis? ¿Naturalizan entonces la violencia entre pares, por descarga, delirio o lo que sea? ¿Les gusta ir a tocatas a pegar y ser golpeadxs? Putas que estamos mal entonces…yo creía que la idea era la “destrucción de lo que nos destruye”, pero con estos anarco-punks ¡no se necesitan skinheads nazis!

Por último, otro agresor virtual dice que la banda “sobrevalorada como histórica” no se demoró un segundo en “juzgar” a H. Esta está chistosa: ¿qué banda no está ligada a su época, y por ende tiene un carácter histórico? Ninguna pues, ahueonao. Y por lo demás, no somos ningún tribunal, y no sé si te diste cuenta de que por eso mismo subimos las dos versiones.

Les pregunto a todos ellxs, nuestros apasionados detractores tras un teclado: ¿Qué esperaban entonces de nosotros? ¿Un cordón de protección para H.? ¿Qué nos uniéramos a él para pegarle a las chiquillas que habían ido a la tocata y se encontraron de golpe con sus agresiones? ¿Qué no subiéramos la versión que ellas escribieron y nos enviaron para difundir? ¿Qué le digamos a a H.: “no importa compa, te conocemos hace años y respetamos tus credenciales anarcopunk así que puedes mandarte todas las cagadas que quieras y te vamos a apañar igual siempre”? ¿Algo así?

Váyanse un buen poco a la mierda. Por culpa de gente como ustedes el punk está como está. Mejor háganse miembros de una barra brava y descarguen allá sus frustraciones, lejos de quienes aún creemos que el hardcore punk comunica un mensaje fraternal y horizontal, antiautoritaria y anticapitalista.

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jueves, marzo 07, 2019

8M: La comunización y la abolición del género 


¿Por cuanto tiempo más toleraremos el asesinato en masa?


La Comunización y la abolición del género (Endnotes, traduccción  de 2&3 DORM)

La civilización actual deja claro que sólo permitirá relaciones sexuales sobre la base de un vínculo solitario e indisoluble entre un hombre y una mujer, y que no admite la sexualidad como una fuente de placer en sí misma y sólo está preparada para tolerarla porque hasta ahora no hay un sustituto para ella como medio para propagar la raza humana.
—El malestar en la cultura, Sigmund Freud

La comunización no es una posición revolucionaria. No es una forma de sociedad que construimos después de la revolución. No es una táctica, una perspectiva estratégica, una organización o un plan. La comunización describe un conjunto de medidas que tenemos que tomar en el desarrollo de la lucha de clases si es que alguna vez va a haber una revolución. La comunización abole el modo de producción capitalista, incluido el trabajo asalariado, el intercambio, la forma valor, el Estado, la división del trabajo y la propiedad privada. Que la revolución deba tomar esta forma es una característica necesaria de la lucha de clases hoy. Nuestro ciclo de luchas no puede tener ningún otro horizonte, ya que el desenvolvimiento de las contradicciones del capital aniquiló las condiciones que requerían otras formas de revolución. Ya no es posible imaginar una situación en la que las divisiones sociales se disuelvan después de la revolución.

Puesto que la revolución como comunización debe abolir todas las divisiones en la vida social, también debe abolir las relaciones de género, no porque el género sea inconveniente u objetable, sino porque es parte de la totalidad de relaciones que diariamente reproducen el modo de producción capitalista. El género, también, es parte de la contradicción central del capital, y por tanto, debe ser desmantelado en el proceso de la revolución. No podemos esperar hasta después de la revolución para que el problema del género se resuelva. Su relevancia respecto a nuestra existencia no se va a transformar lentamente ya sea por medio de una obsolescencia planeada o una deconstrucción lúdica, o a través de la igualdad de los distintos géneros o la proliferación de una multitud de diferencias. Por el contrario, para que haya revolución, la comunización debe destruir el género en su propio curso, inaugurando las relaciones entre individuos definidos en su singularidad.

El hecho de que la revolución adquiera la forma de la comunización no es el resultado de las lecciones aprendidas de viejas derrotas, ni siquiera del miserable fracaso de los movimientos pasados que intentaron resolver el problema del género. El que podamos o no discernir, una vez consumados los hechos, una estrategia victoriosa para los movimientos del pasado no dice nada sobre el presente, puesto que el capital ya no organiza una unidad entre los proletarios sobre la base de su condición común de trabajadores asalariados. La relación capital-trabajo ya no le permite a los trabajadores afirmar su identidad como tales y construir sobre esa base organizaciones capaces de asumir poder dentro del Estado. Los movimientos que elevaron a los trabajadores al estatus de un sujeto revolucionario todavía eran ‘comunistas’, pero comunistas de un modo que hoy no puede ser el nuestro. La revolución como comunización no tiene sujeto revolucionario, no tiene identidad afirmable: ni el Trabajador, ni la Multitud, ni el Precariado 1. La base real de cualquier identidad revolucionaria se ha desvanecido.

Por supuesto, los trabajadores todavía existen como clase. El trabajo asalariado se ha convertido como nunca antes en una condición universal de la vida. Sin embargo, el proletariado es difuso y está fracturado. Su relación con el capital es precaria. La sobreoferta estructural de trabajo es enorme. Una población excedentaria de más de un billón de personas —ansiosas por encontrar un lugar en las cadenas globales de producción de las que han sido excluidas— hace que sea imposible formar organizaciones de masa capaces de controlar la oferta de trabajo, excepto entre los estratos más privilegiados de trabajadores 2. El capital ahora exacerba, fragmenta y más que nunca depende de las divisiones entre los trabajadores. Los que alguna vez fueron los orgullosos portadores de una esencia revolucionaria universalmente relevante, la Clase Trabajadora, en su autonomía como una clase dentro del capitalismo, ya no puede construir su poder como una clase contra el capital. Hoy, la revolución debe emerger de la separación del proletariado, como el único proceso capaz de superar esa separación. Si la acción revolucionaria no abole de inmediato todas las divisiones entre proletarios, entonces no es revolucionaria; no es comunización.

En la actualidad, la propia incapacidad de los trabajadores para unirse en función de una identidad de trabajadores constituye entonces el límite fundamental de la lucha. Pero ese límite es a la vez el potencial dinámico de este ciclo de luchas que contiene en sí mismo la abolición de las relaciones de género y todas las otras distinciones fijas. No es ningún accidente histórico que el fin del ciclo de luchas anterior coincida con una revuelta contra el predominio del Trabajador —una revuelta en la que el feminismo jugó un rol importante—. Re-imaginar un movimiento de los trabajadores que no rebaje a las mujeres, a los negros y a los homosexuales a una posición subordinada es pensar un movimiento que carece precisamente del rasgo unitario/excluyente que alguna vez le permitió moverse. En retrospectiva, cada vez es más evidente que si la clase trabajadora (en tanto clase de todos aquellos sin acceso directo a los medios de producción) estaba destinada a convertirse en mayoría dentro de la sociedad, era improbable que el movimiento de los trabajadores organizara una mayoría clara a partir de sí mismo. La revolución como comunización no resuelve este problema, pero lo lleva a un nuevo terreno. Como topógrafos de este nuevo territorio, debemos evaluar el estado actual del movimiento práctico hacia el fin de las relaciones de género. También debemos ampliar la discusión de esta esencial medida comunizadora.

Hasta hace poco, la teoría de la comunización ha sido el producto de un pequeño número de grupos organizados en torno a la publicación de un puñado de revistas anuales. Si solo unos pocos de esos grupos se han hecho cargo de la tarea de teorizar el problema del género, es porque la mayoría de ellos se han mostrado totalmente desinteresados en examinar la base real de las divisiones que marcan la existencia de la clase trabajadora. Por el contrario, se han abocado a tratar de descubrir un anillo decodificador secreto3 revolucionario, con el que puede que sean capaces de descifrar los logros y fracasos de las luchas pasadas. Así, la mayoría de los partisanos de la comunización han pensado la revolución como una superación inmediata de todas las separaciones, pero llegaron a esta conclusión por medio de un análisis de lo que la comunización tendría que ser para tener éxito ahí donde los movimientos pasados fallaron, en vez de hacerlo apuntando a la especificidad histórica del presente⁴.

Por esta razón, la tendencia organizada en torno a Théorie Communiste (TC) es única, y nosotros en gran medida los seguimos en nuestra exposición. Para TC, la revolución como comunización solo emerge como una posibilidad práctica cuando estas luchas comienzan a ‘desviarse’ (faire l’ecart) a medida que el propio acto de luchar fuerza cada vez más al proletariado a cuestionar y actuar en contra de su propia reproducción como clase. De este modo, se abren ‘brechas’ (l’ecarts) en la lucha, y la multiplicación de estas brechas es en sí misma la posibilidad práctica del comunismo en nuestro tiempo. Los trabajadores queman o hacen explotar sus fábricas, exigiendo la indemnización por despido en vez de luchar por mantener sus trabajos. Los estudiantes ocupan las universidades, pero no a favor, sino que en contra de las demandas por las cuales están supuestamente luchando. Las mujeres rompen con los movimientos en los que ya son una mayoría, pues estos no pueden más que fracasar en su intento de representarlas. Y en todas partes, los desempleados, los jóvenes y los indocumentados unen fuerzas y aplastan las luchas de una minoría privilegiada de trabajadores, volviendo a la vez obvia e imposible de sostener la limitada naturaleza de las demandas de estos últimos.

Frente a la proliferación de estas brechas en la lucha, una fracción del proletariado, al ir más allá de la lucha basada en demandas, tomará medidas comunizadoras e iniciará así la unificación del proletariado que será el mismo proceso de unificación de la humanidad, es decir, su creación como el conjunto de relaciones sociales que los individuos establecen entre sí sobre la base de su singularidad⁵.

Para TC, las divisiones dentro del proletariado son, por lo tanto, no solamente aquello que se debe superar en el curso de la revolución, sino también la fuente misma de esta superación. Quizás por eso, entre los teóricos de la comunización, solo TC se ha dedicado a examinar la distinción de género, ya que es tal vez la división más fundamental dentro del proletariado.

El trabajo de TC sobre el género es relativamente nuevo, especialmente para un grupo que ha pasado los últimos 30 años afinando y reelaborando una y otra vez unas pocas ideas claves. Su texto principal sobre el género, escrito en el 2008, fue finalmente publicado en el 2010 (con dos apéndices adicionales) en el número 23 de su revista bajo el título Distinction de Genres, Programmatisme et Communisation [Distinción de Géneros, Programatismo y Comunización].  TC es conocido por sus formulaciones esotéricas. Sin embargo, con un poco de esfuerzo, la mayoría de sus ideas pueden ser reconstruidas de manera clara. Dado que su trabajo sobre el género es provisional evitamos usar citas extensas. TC afirma que la comunización implica tanto la abolición del género como la abolición de las relaciones capitalistas, pues las divisiones que sostienen al capitalismo sostienen las divisiones de género y las divisiones de género preservan todas las otras divisiones. Sin embargo, aunque TC avanza hacia el desarrollo de una rigurosa teoría materialista histórica de la producción del género, no hace mucho más que suturar el género a una teoría ya existente del modo de producción capitalista (en gran medida, esto se debe a que se basan en el trabajo de una importante feminista francesa, Christine Delphy⁶).

Para nuestro contexto aquí, TC tiene una teoría particularmente fascinante de la comunización en la medida en que también es una periodización de la historia de la lucha de clases —que en sí misma corresponde a una periodización de la historia de la relación capital-trabajo—. Esto le otorga a TC una ventaja histórica única sobre las perspectivas actuales del comunismo. Fundamentalmente, TC se enfoca en la reproducción de la relación capital-trabajo, en vez de hacerlo en la producción de valor. Este cambio de enfoque le permite abordar el conjunto de relaciones que realmente construyen la vida social capitalista más allá de las paredes de la fábrica o la oficina. Y la relación de género se ha extendido siempre más allá de la esfera de la producción de valor.

I. La construcción de la categoría ‘Mujer’

La mujer es una construcción social. La misma categoría de mujer está organizada dentro y a través de un conjunto de relaciones sociales a partir de las cuales la división de la humanidad en dos, mujer y hombre —y no solo femenino y masculino— es inseparable. De esta forma, se le otorga a la diferencia sexual una relevancia social particular que de otro modo no poseería⁷. La diferencia sexual recibe este significado fijo dentro de las sociedades de clases cuando la categoría de mujer se define por la función que la mayoría (pero no todas) las hembras humanas ejecutan, por un periodo de sus vidas, en la reproducción sexual de la especie.  Por lo tanto, la sociedad de clases le otorga un propósito social a los cuerpos: puesto que algunas mujeres ‘tienen’ bebés, todos los cuerpos que posiblemente ‘producen’ bebés están sujetos a la regulación social. Las mujeres se vuelven las esclavas de las contingencias biológicas de su nacimiento. A lo largo de la extensa historia de la sociedad de clases, las mujeres nacieron en un mundo organizado solo para los hombres —los ‘actores’ principales en la sociedad, y en particular las únicas personas capaces de poseer propiedad—. Las mujeres se convirtieron así en propiedad de la sociedad en su conjunto.

Puesto que las mujeres son, por definición, no hombres, están excluidas de la vida social ‘pública’. Para TC, esta delimitación del ámbito de las mujeres significa que no solo sus cuerpos son apropiados por los hombres, sino que también la totalidad de su actividad. Su actividad, tanto como su propio ser, es por definición ‘privada’. De esta forma, la actividad de las mujeres adquiere el carácter de trabajo doméstico. Este trabajo se define no como el trabajo hecho en el hogar, sino como el trabajo de las mujeres. Si una mujer vende telas en el mercado, es tejedora, pero si hace tela en su casa, es solo una esposa. Por lo tanto, la actividad de una mujer se considera simplemente como su actividad, sin ninguna de las determinaciones concretas que se le darían si fuera ejecutada por alguna otra entidad social más digna. La distinción de género hombre/mujer adquiere así un significado adicional como público/privado y social/doméstico.

¿Por lo tanto, es el trabajo no pagado de las mujeres para los hombres, incluyendo quizás su ‘producción’ de niños, una relación de clase o incluso un modo de producción (como Delphy lo denomina, el modo doméstico de producción)? TC define la sociedad de clases como una relación entre productores y extractores de excedente. La división social entre estos grupos constituye las relaciones de producción que organizan las fuerzas productivas con el propósito de producir y extraer excedente. Fundamentalmente, estas relaciones deben tener como su producto la reproducción de la relación de clase en sí. Sin embargo, para TC —y los seguimos en este punto— cada modo de producción es ya una totalidad, y, de hecho, la relevancia social del rol de las mujeres en la reproducción sexual cambia con el modo de producción. Esto no significa que las relaciones entre los hombres y las mujeres sean derivadas de las relaciones entre las clases. Significa, en cambio, que las relaciones entre los hombres y las mujeres forman un elemento esencial de la relación de clase y no pueden pensarse como un ‘sistema’ separado que luego se relaciona con el sistema basado en la clase.
Por supuesto, esta discusión sigue siendo abstracta. La pregunta ahora es ¿cómo unimos nuestra historia de las mujeres con nuestra historia de la sucesión de los modos de producción? Para TC, las mujeres son la fuerza productiva principal dentro de todas las sociedades de clases, puesto que el crecimiento de la población es un pilar fundamental de la reproducción de la relación de clase. El crecimiento de la población como fuerza productiva primaria sigue siendo, a través de la historia de la sociedad de clases, la carga de sus mujeres. De esta forma, la matriz heterosexual se funda sobre un conjunto específico de relaciones sociales materiales.

Sin embargo, debemos recordar que la carga especial del parto antecede al advenimiento de la sociedad de clases. Históricamente, cada mujer tenía que parir, en promedio, seis niños solo para asegurar que al menos dos sobrevivieran para reproducir las generaciones venideras. La posibilidad de que una mujer muriera durante el parto, en el transcurso de su vida,  era de casi una entre diez⁸. Quizás la idea de TC es que el advenimiento de la sociedad de clases —que registró un crecimiento  masivo en el tamaño de la población— fortaleció la relevancia social de estos hechos. Pero incluso antes del advenimiento de la sociedad de clases, nunca hubo un régimen ‘natural’ de la reproducción sexual humana. La edad para casarse, la duración del amamantamiento, el número de niños nacidos, la aceptabilidad social del infanticidio: todo ha variado a través de las formaciones sociales⁹. Su variación señala una adaptabilidad única de la especie humana. 

Sin embargo, nos preocupa menos la larga historia de la especie humana que la historia del modo de producción capitalista. El trabajo asalariado es fundamentalmente distinto tanto de la esclavitud antigua como del vasallaje feudal. En el sistema esclavista, los productores de excedente no tienen ‘relación’ con los medios de producción, pues los mismos esclavos son parte de estos. La reproducción o mantenimiento de los esclavos es responsabilidad directa de sus dueños. Entonces, para los hombres y mujeres esclavos la distinción entre público y privado se disuelve, puesto que los esclavos existen enteramente dentro del ámbito privado. Tampoco cabe para los esclavos ninguna pregunta sobre la herencia de propiedad o las relaciones con el Estado tales como el cobro de impuestos. Curiosamente, hay evidencia que indica que el patriarcado fue, quizás por esta misma razón, más bien débil entre las familias de esclavos del sur de Estados Unidos 10. En el sistema feudal, por el contrario, los productores de excedente tienen acceso directo a los medios de producción. El excedente es extraído por medio de la fuerza. El hombre campesino se posiciona en relación a esta fuerza externa como el representante público de la casa campesina. La propiedad pasa a través de su línea. Las mujeres y niños campesinos están confinados al ámbito privado de la villa que es en sí mismo un sitio de producción y reproducción. La familia campesina no necesita dejar su esfera privada para producir lo que necesita, sino que solo debe entregar una parte de su producto a los señores. Por esta razón, las familias campesinas se mantienen relativamente independientes de los mercados. 

En el capitalismo, la vida de los productores de excedente está constitutivamente dividida entre la producción pública de excedente y la reproducción privada de los mismos productores. Los trabajadores, a diferencia de los esclavos, son su ‘propia propiedad’: existen solo si se hacen cargo de su propio mantenimiento. Si los salarios son muy bajos, o si sus servicios ya no son requeridos, los trabajadores son ‘libres’ de sobrevivir por otros medios (siempre que sean legales). La reproducción de los trabajadores no es, por tanto, responsabilidad del capitalista. Sin embargo, a diferencia de los vasallos, los trabajadores pueden hacerse cargo de su mantenimiento solo si vuelven al mercado de trabajo, una y otra vez, para encontrar trabajo. He aquí la esencia de la relación capital-trabajo. Aquello que los trabajadores ganan por la producción ejecutada socialmente en el ámbito público, es lo que tienen que gastar para reproducirse domésticamente en su propia esfera privada. Los binarios de público/privado y social/doméstico están encarnados en la misma relación salarial. De hecho, estos binarios solo podrán colapsar con el fin del capitalismo.

Si los capitalistas fueran directamente responsables de la sobrevivencia de los trabajadores —y, por lo tanto, si su reproducción fuera removida de la esfera privada— estos ya no estarían obligados a vender su fuerza de trabajo. La existencia de una esfera de la reproducción doméstica separada (donde ocurre poca producción que no esté mediada por las mercancías compradas en el mercado) es constitutiva de las relaciones sociales capitalistas como tales. La actividad social se separa de la actividad doméstica a medida que el mercado se vuelve el mecanismo mediador del trabajo social concreto que se lleva a cabo fuera del hogar. La producción para el intercambio, que antes ocurría puertas adentro, deja cada vez más el hogar para ejecutarse en otro sitio. En este momento, la distinción entre público/privado adquiere una dimensión espacial. El hogar se vuelve la esfera de la actividad privada —es decir, el trabajo doméstico de las mujeres y el ‘tiempo libre’ de los hombres— mientras que la fábrica se encarga del carácter público y socialmente productivo del trabajo de los hombres.

Por supuesto, las mujeres siempre han sido trabajadoras asalariadas, junto con los hombres, desde que el capitalismo ha existido. Para TC,  el carácter de género del trabajo doméstico de las mujeres determina que su trabajo, incluso cuando se lleva a cabo fuera del hogar, se mantenga como trabajo de mujeres. Es decir, se mantiene como trabajo asalariado de un tipo particular, a saber, como trabajo improductivo 11 o de bajo valor agregado. Las mujeres suelen emplearse en trabajos de media jornada y mal pagados, particularmente, en servicios (aunque hoy en día, por supuesto, hay al menos algunas mujeres en todos los sectores de la economía incluyendo entre los profesionales mejor pagados). Las mujeres usualmente realizan servicios domésticos en casas de otras personas o bien en oficinas y aviones. Cuando las mujeres trabajan en fábricas son segregadas en trabajos de mano de obra intensiva que requieren de trabajo manual delicado, particularmente, textiles, confección y ensamble de aparatos electrónicos. Asimismo, el trabajo que se hace en el hogar se mantiene como trabajo de mujeres, aun cuando los hombres lo realizan, lo cual, en gran medida, no hacen.

En este sentido, una vez que el género se materializa en la relación salarial como una relación binaria pública/privada, TC deja de basar su argumento en el rol que las mujeres juegan en la reproducción sexual. El hecho de que el trabajo de las mujeres sea de un carácter particular fuera del hogar es verdadero solo por analogía al carácter del trabajo que realizan en el hogar. No tiene ninguna relación con los fundamentos materiales del rol de las mujeres en la reproducción sexual y, en este sentido, es más o menos ideológico. De la misma manera, TC define cada vez más el trabajo que las mujeres hacen en el hogar por su carácter como el trabajo reproductivo diario realizado necesariamente fuera de la esfera de la producción —y no en relación al rol que las mujeres juegan en los nacimientos, como la “fuerza principal de producción”—. Si, dentro del modo de producción capitalista, las mujeres son y siempre han sido trabajadoras asalariadas y trabajadoras domésticas, ¿por qué siguen siendo casi solamente mujeres? A medida que TC comienza a discutir el capitalismo, deja de lado su enfoque en la reproducción sexual, el cual desaparece bajo una concepción materialmente infundada del trabajo doméstico (aunque, como veremos, más tarde vuelven sus referencias a la biología).

Esta inadvertencia es un error importante. En el modo de producción capitalista, la segregación sexual del trabajo está directamente relacionada con la temporalidad de la vida de una mujer: como engendradora de niños, es la fuente principal de nutrición en edades tempranas (amamantamiento) y su cuidadora principal durante la pubertad. A lo largo de la extensa historia del capitalismo, la participación de las mujeres en el mercado de trabajo ha descrito una ‘curva en M’ distintiva 12. La participación se eleva rápidamente a medida que las mujeres entran en la adultez, luego cae cuando las mujeres alcanzan sus tardíos veinte y tempranos treinta años. La participación vuelve a elevarse lentamente a medida que las mujeres entran en sus tardíos cuarenta años antes de caer a la edad de jubilación. Las razones de este patrón son bien conocidas. Las mujeres jóvenes buscan trabajo de tiempo completo, pero con la expectativa de que dejarán de trabajar o trabajarán media jornada cuando tengan hijos. Cuando las mujeres entran en edad reproductiva declina su participación en la fuerza de trabajo. Las mujeres que siguen trabajando mientras sus hijos son pequeños están entre las proletarias más pobres y sobreexplotadas: madres solteras, viudas y divorciadas o mujeres cuyos maridos tienen un salario bajo o inestable. A medida que los hijos crecen, más y más mujeres vuelven al mercado de trabajo (o se cambian a un trabajo de tiempo completo), pero con una desventaja clara en términos de habilidades y experiencia de trabajo, al menos en comparación con los hombres con quienes compiten por trabajos 13. 

Por todas estas razones, las economías capitalistas siempre han tenido un ‘lugar’ especial para las mujeres trabajadoras, ya sea como trabajadoras de las que no se espera que permanezcan en el trabajo por mucho tiempo o, de mayores, como entrantes tardías o reentrantes en la fuerza de trabajo. Más allá de eso, las mujeres forman un componente importante de lo que Marx denomina el ejército industrial de reserva ‘latente’, que se espera que entre y deje la fuerza de trabajo de acuerdo a las necesidades cíclicas de las empresas capitalistas. La existencia de un lugar distintivo para las mujeres en la fuerza de trabajo refuerza, entonces, el compromiso a escala social y la ideología acerca del lugar natural de las mujeres tanto en el hogar como en el trabajo. Incluso cuando los hombres y las mujeres trabajan, los hombres usualmente (al menos hasta hace poco) ganan salarios más altos y trabajan más horas fuera del hogar. Por lo tanto, sigue existiendo una gran presión sobre las mujeres, en la medida en que dependen materialmente de sus maridos, para que acepten su subordinación: para que no ‘presionen demasiado’ 14 en cuestiones de la división sexual del trabajo dentro del hogar. A lo largo de la historia, esta presión se vio agravada por el hecho de que las mujeres fueron excluidas, hasta después de la Segunda Guerra Mundial, de facto sino de jure de muchas formas de propiedad, lo que las hacía dependientes de los hombres como mediadores de su relación con el capital. Por lo tanto, las mujeres no poseían las libertades jurídicas que los hombres proletarios ganaron para sí —y no para sus mujeres—. Las mujeres no eran verdaderas  trabajadoras ‘libres’ en relación al mercado y al Estado, como sí lo era su contraparte masculina 15.

II. La destrucción de la categoría ‘Mujer’

Aunque TC no explica el fundamento de la construcción de las mujeres en el capitalismo, ciertamente, tiene una provocativa teoría de cómo cambia su situación con el desenvolvimiento de las contradicciones del modo de producción. ‘El capitalismo tiene un problema con las mujeres’, pues, en el período actual, la relación capital-trabajo no puede acomodar el crecimiento continuado de la fuerza de trabajo. Como ya hemos señalado, el capital se enfrenta cada vez más con una vasta y creciente población excedentaria, estructuralmente excesiva en relación a sus demandas de trabajo. El surgimiento de esta población excedentaria ha coincidido con una transformación de la forma en que los Estados capitalistas, el movimiento de los trabajadores y también las feministas han concebido a las mujeres como la ‘fuerza productiva principal’. En un período anterior, las tasas de natalidad declinaron abruptamente en Europa y en las antiguas colonias europeas. La respuesta entonces fue ‘pro-natalidad’. La civilización supuestamente enfrentaba una inminente degeneración, pues las mujeres no eran capaces de completar su deber con la nación; tuvieron que ser alentadas para que lo retomaran. En la década de 1920, incluso las feministas se volvieron cada vez más pronatalidad, convirtiendo el maternalismo en una explicación de la dignidad ‘igual pero diferente’ de las mujeres en comparación con los hombres. En la década de 1970, sin embargo, —a medida que la población de los países pobres se disparaba mientras la economía capitalista entraba en una prolongada crisis— el maternalismo estaba, en gran medida, muerto. El mundo estaba sobrepoblado con respecto a la demanda de trabajo. Las mujeres ya no eran necesarias en su rol de mujeres. La ‘dignidad especial’ de su rol subordinado ya no era para nada dignificante.

Sin embargo, esta es solo la mitad de la historia. La otra mitad puede encontrarse en la misma transición demográfica que TC no considera. Durante el curso de su desarrollo temprano, el capitalismo aumentó el consumo de los trabajadores y mejoró así su salud, lo que redujo la mortalidad infantil. La decreciente mortalidad infantil, a su vez, redujo el número de niños que cada mujer tenía que tener para reproducir la especie. Al comienzo esta transformación apareció como un aumento en el número de niños sobrevivientes por mujer y como un rápido crecimiento de la población. Así, la expansión de las relaciones sociales capitalistas se asoció en todas partes con un aumento en la carga reproductiva de las mujeres. Sin embargo, con el paso del tiempo, y ahora en casi cualquier región del mundo, ha habido una posterior reducción tanto del número de niños que cada mujer tiene como del número de niños que sobreviven la infancia y la niñez temprana. Simultáneamente, a medida que los hombres y las mujeres viven más, las mujeres dedican menos tiempo de su vida a tener o cuidar niños pequeños. La importancia de estos hechos no puede ser sobreestimada. Explica por qué, en nuestro periodo, las hebillas de la camisa de fuerza de la matriz heterosexual se han soltado ligeramente tanto para los hombres como para las mujeres (e incluso, en una proporción pequeña, para aquellos que no encajan ni en las categorías de la distinción de género ni en esas de la diferencia sexual) 16.

Como con todo lo demás en el capitalismo, la “libertad” que las mujeres han ganado (o están ganando) de su destino reproductivo no ha sido reemplazada con tiempo libre, sino que con otras formas de trabajo. La supuesta entrada de las mujeres a la fuerza de trabajo se trató, en realidad, de un aumento del tiempo y la duración de la ya existente participación de las mujeres en el trabajo asalariado. Sin embargo ahora, dado que las mujeres en todas partes están dedicando menos tiempo a tener y criar niños, ha habido una reducción en la forma de la ‘curva en M’ de su participación en los mercados de trabajo. La situación de las mujeres está dividida cada vez más entre, por un lado, la decreciente, pero todavía pesada carga de la maternidad y el trabajo doméstico; y, por otro lado, el rol cada vez más importante del trabajo asalariado en sus vidas, dentro del cual se mantienen, sin embargo, en desventaja. Como todas las mujeres saben, esta situación se expresa como una decisión forzada entre la promesa de una vida de trabajo supuestamente igual a la de los hombres y la presión, así como el deseo, de tener hijos. El que algunas mujeres elijan no tener hijos —y que por lo tanto resuelvan por sí mismas este dilema, aunque de forma inadecuada— es la única explicación posible de la caída de la tasa de natalidad por debajo de lo que predice la teoría de la transición demográfica. En la actualidad, el índice de fecundidad alcanza la baja cifra de 1.2 niños por mujer en Italia y Japón y en casi todas partes de Occidente es menos de 2. En todo el mundo la fecundidad ha caído de 6 niños por mujer en 1950 a alrededor de 2.5 actualmente.

En esta situación, se vuelve cada vez más claro que las mujeres tienen un problema con los mercados, puesto que los mercados son incompatibles con las mujeres. Esta incompatibilidad se reduce a dos hechos acerca del modo de producción capitalista. Primero, el capital no puede, si quiere permanecer como capital, asumir la responsabilidad directa de la reproducción de la clase trabajadora. Es el hecho de que los trabajadores son responsables de su propio mantenimiento lo que los fuerza a volver, una y otra vez, al mercado de trabajo. Al mismo tiempo, los mercados de trabajo, si quieren permanecer como tales, deben ser ‘sexualmente neutrales’17. Los mercados deben evaluar la competencia entre los trabajadores sin tener en cuenta ninguna de las características no-mercantiles de los propios trabajadores. Estas características no-mercantiles incluyen el hecho de que la mitad de toda la humanidad es asignada el sexo femenino. Para algunos empleadores, la diferencia sexual no aparece más que como un costo adicional. Las mujeres trabajadoras son capaces de concebir niños y por lo tanto no se puede confiar en que no vayan a hacerlo. Para otros empleadores, la diferencia sexual aparece como un beneficio exactamente por la misma razón: las mujeres proporcionan mano de obra flexible y barata. Así, las relaciones capitalistas relegan a las mujeres —precisamente porque los mercados son sexualmente neutrales— a trabajo asalariado de mujeres.

Esta incompatibilidad de las mujeres y los mercados ha invadido el movimiento de las mujeres. A lo largo de la historia, el feminismo aceptó la dimensión de género de la vida social, puesto que fue solo a través del género que las mujeres podían afirmar su identidad como mujeres con el objetivo de organizarse sobre esa base. Esta afirmación se convirtió históricamente en un problema para el movimiento, pues es imposible reconciliar totalmente el género —la propia existencia de las mujeres y los hombres— con la existencia simultánea de la clase trabajadora y el capital 18. En consecuencia, el movimiento de las mujeres ha oscilado entre dos posiciones 19. Por un lado, las mujeres lucharon por la equidad sobre la base de su igualdad fundamental con respecto a los hombres. Pero, cualquiera sea la similitud de sus aptitudes, las mujeres y los hombres no son y nunca serán lo mismo para el capital. Por otro lado, las mujeres han luchado por la equidad sobre la base de su ‘diferencia, pero igual dignidad’ con respecto a los hombres. Pero esa diferencia, aquí explicitada como maternidad, es precisamente lo que explica el rol subordinado de las mujeres.

El movimiento de los trabajadores prometió reconciliar a las mujeres y a los trabajadores más allá, o al menos a espaldas, del mercado. Después de todo, los textos fundadores de la socialdemocracia alemana, además de El Capital de Marx, fueron Los orígenes de la familia, la propiedad privada y el Estado de Engels y Mujer y Socialismo de Bebel. A través de la lucha, el movimiento de los trabajadores prometió sacar a las mujeres del hogar para hacerlas entrar a la fuerza de trabajo, donde finalmente se volverían pares verdaderos de los hombres. Para lograr esta igualdad verdadera, el movimiento de los trabajadores socializaría el trabajo reproductivo de las mujeres ‘después de la revolución’. Tanto el trabajo del hogar como la crianza serían llevados a cabo colectivamente por los hombres y las mujeres juntos. Como se hizo evidente para los elementos más extremos del movimiento Feminista Radical de la década de los 70, estas medidas nunca serían suficientes para asegurar verdaderamente la ‘igualdad real’ entre los trabajadores hombres y mujeres. La única posibilidad de lograr la igualdad de los trabajadores, en el límite que intersecta el género y el trabajo, sería si los bebés nacieran en probetas eliminando así cualquier relación con las mujeres 20.
 
De hecho, el movimiento de los trabajadores traicionó a sus mujeres tan pronto tuvo la oportunidad. Cada vez que se acercaron al poder, los trabajadores estuvieron totalmente dispuestos a demostrar sus capacidades para manejar la economía exhibiendo que ellos también sabían cómo mantener a las mujeres en su lugar. En el Partido Comunista inglés, la liberación de los maridos del trabajo doméstico fue la tarea principal del “trabajo de partido” de las mujeres21. ¿Cómo podría haber sido de otro modo? Dentro de un mundo definido por el trabajo —o, más precisamente, por el trabajo productivo (una categoría del capitalismo)— las mujeres siempre serían menos que los hombres. El intento de “elevar” a las mujeres a pares de los hombres fue siempre una cuestión de ajustar un movimiento de trabajadores “universalmente” relevante a las necesidades “particulares” de sus mujeres. El intento de hacerlo dentro de los límites del capitalismo significó una socialización mínima de la crianza, así como también la institución de un conjunto mínimo de leyes que protegen a las mujeres de sus desventajas en los mercados (es decir, licencia de maternidad, etc.). El movimiento de los trabajadores podría haber llegado más lejos en este camino. Podría haber hecho de las mujeres una prioridad más de lo que lo hizo. Pero el hecho es que no lo hizo. Y ahora está acabado.

La muerte del movimiento de los trabajadores ya ha sido considerada en otros textos 22. Su muerte marca también el paso de una forma histórica de revolución a otra. Hoy, la presencia de las mujeres dentro de la lucha de clases solo puede funcionar como una fisura (l’ecart), una desviación en el conflicto de clase que desestabiliza sus términos. Esa lucha no puede ser su lucha, incluso si, en cualquier caso, ellas conforman la mayoría de los participantes. Mientras los proletarios sigan actuando como una clase, las mujeres entre ellos no pueden sino perder. En el transcurso de la lucha, por lo tanto, las mujeres entrarán en conflicto con los hombres. Se les criticará que están descarrilando el movimiento, distrayéndolo de sus objetivos principales. Pero el ‘objetivo’ de la lucha yace en otro sitio. Es solo desde dentro de este (y otros) conflictos que el proletariado verá su pertenencia de clase como una opresión externa, un callejón sin salida que tendrá que superar para estar más allá de su relación con el capital. Esa superación es solo la revolución como comunización que destruye el género y todas las otras divisiones entre nosotros.   

NOTAS:
1 Multitud es un concepto que han elaborado Negri y Hardt basándose en el trabajo de Spinoza. En su libro Multitud (2004) definen el término como la “inteligencia del enjambre”, el sujeto social que constituye la “carne verdadera de la producción posmoderna” y que está compuesto por una irreductible “multiplicidad de singularidades”. En lo que respecta a Precariado, es un concepto que fue acuñado por Guy Standing en su libro El Precariado: una nueva clase social (2011). El término proviene de la conjunción de los términos precario y proletario y define a una emergente clase social caracterizada por relaciones específicas con el Estado y de producción y distribución. En primer lugar, el Precariado estaría conformado por todos aquellos que aún contando con un alto nivel de educación, solo pueden acceder a trabajos temporales muy por debajo de sus habilidades profesionales. A raíz de esta falta de continuidad de empleo, el Precariado carecería de una identidad laboral y se encontraría sometido a una gran inestabilidad vital. En segundo lugar, y derivado de la anterior, el Precariado estaría excluido de los beneficios no salariales que otorgan las empresas a sus trabajadores y por esto solo contaría con el salario monetario como fuente de ingresos. Finalmente, y a raíz de su marginalidad social, el Precariado gozaría de menos derechos que otras clases que gozan de estabilidad laboral. (NdelaT) 
2 Ver Miseria y Deuda, Endnotes nº 2 (2010), https://endnotes.org.uk/issues/2/ es/endnotes-miseria-y-deuda.
3 Un “anillo decodificador secreto” se trata de un objeto que permite descifrar o encriptar mensajes siguiendo una sustitución simple de letras y números. Los decodificadores secretos derivan de los discos o tablas de cifrados. Uno de los primeros discos de cifrados polialfabéticos fue inventado por el artista, arquitecto, poeta, cura, lingüista, filósofo y criptógrafo Leon Battista alrededor de 1466. El primer anillo decodificador propiamente tal apareció en 1960 como una estrategia de marketing del programa de televisión Jonny Quest. (NdelaT)
4 Para un debate al respecto ver Endnotes nº 1 (2008), http://endnotes.org.
5 Théorie Communiste, The Present Moment [El momento presente], no publicado.
6 Christine Delphy y Diana Leonard, Familiar Exploitation [Explotación familiar] (Cambridge: Polity Press, 1992).
7 No todos los seres humanos encajan en las categorías de hombre y mujer. La cuestión no es usar el lenguaje de la biología para fundamentar una teoría de la sexualidad naturalizada a diferencia de un género socializado. La naturaleza, que está exenta de distinciones, se integra a una estructura social que toma constantes de la naturaleza y los transforma en normas de comportamiento. No todas las “mujeres” tienen hijos; tal vez algunos “hombres” lo hacen. Esto no los hace menos obedientes de las restricciones de la sociedad, incluso a nivel de sus propios cuerpos, que a veces son alterados al nacer para garantizar la conformidad con las normas sexuales.
8 Estas estadísticas dejan claro en qué medida la violencia contra las mujeres, algunas veces llevada a cabo por las propias mujeres, siempre ha sido necesaria para mantenerlas firmemente sujetas a su rol en la reproducción sexual de la especie. Ver Paola Tabet, Natural Fertility, Forced Reproduction [Fertilidad natural y reproducción forzada], en Diana Leonard y Lisa Adkins, Sex in Question [Sexo en cuestión] (London: Taylor and Francis, 1996).
9  Para una introducción a la demografía ver Massimo Livi-Bacci, Historia mínima de la población mundial (Barcelona: Critica, 2009).
10 Ellen Meiksins Wood, Capitalism and Human Emancipation [Capitalismo y emancipación humana], New Left Review I/167 (Jan-Feb 1988): 3-20.
11 “La diferencia entre el trabajo productivo y el improductivo consiste tan solo en si el trabajo se intercambia por dinero como dinero o por dinero como capital” (Marx). Un trabajo es productivo cuando valoriza directamente el capital, es decir, si una empresa de limpieza contrata a un grupo de mujeres para que limpie edificios por las noches, y ocupa una parte de las ganancias obtenidas de la explotación de estas para expandirse, por ejemplo, contratando más trabajadoras para limpiar más edificios. En cambio, si una de esas mujeres es contratada por alguien que trabaja en esos edificios para que limpie su casa simplemente para ahorrarse tiempo, entonces el trabajo de esa mujer es improductivo porque su capacidad de trabajo no es directamente usada para producir más dinero, esto es, para valorizar el capital. (NdelaT)
12 El término viene de Japón, ver Makotoh Itoh, The Japanese Economy Reconsidered [Una reconsideración de la economía japonesa] (Palgrave 2000).
13 Johanna Brenner y Maria Ramas, Rethinking Women’s Oppression [Repensar la opresión de las mujeres], New Left Review I/144 (Mar-Apr 1984): 33-71.
14 Ibid.
15 Para una teoría más desarrollada de la relación de las mujeres con la propiedad ver Notes on the New Housing Question [Apuntes sobre el nuevo problema de la vivienda], Endnotes nº 2 (2010): 52-66, http://endnotes. org.uk/articles/3.
16 Las bases de este aflojamiento, así como su temporalidad, siguen sin ser explicadas dentro de los límites de la teoría queer.
17 Brenner and Ramas, Rethinking Women’s Oppression. 
18 En este sentido, estamos interesados, por supuesto, solo en la historia de la situación de las mujeres dentro del movimiento de los trabajadores. Los sufragistas burgueses argumentaron a favor del voto basado en el requisito de la propiedad, excluyendo así a las mujeres como enemigas de clase. Hacia la mitad del siglo XX, estos mismos burgueses se convirtieron en los defensores del rol maternal de las mujeres, al mismo tiempo que fundaban organizaciones para controlar el cuerpo de las mujeres entre las ‘clases peligrosas’.
19 Joan W. Scott, Only Paradoxes to Offer [Solo paradojas para ofrecer] (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1996).
20 El feminismo radical siguió una curiosa trayectoria en la segunda mitad del siglo xx tomando como bases de la opresión de las mujeres primero la maternidad, luego el trabajo doméstico y finalmente la violencia sexual (o el orgasmo masculino). El problema fue que en cada caso estas feministas buscaron un fundamento ahistórico para lo que se había vuelto un fenómeno histórico
21  Al respecto de la historia de la situación de las mujeres en el movimiento de los trabajadores ver Geoff Eley, Forging Democracy [Forjando la democracia] (Oxford: Oxford University Press, 2002).
22 Théorie Communiste, Mucho ruido y pocas nueces, Endnotes  nº1 (2008), https://endnotes.org.uk/issues/1/es/theorie-communiste-mucho-ruido-y-pocas-nueces

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