Delirio Místico: "A mon seul désir" (Según mi solo deseo)
"La discusión sobre el comunismo no es académica. No es un debate sobre lo que se hará mañana.
Desemboca en, y forma parte de un conjunto de tareas inmediatas y lejanas de las que no es más que un aspecto, un esfuerzo de comprensión teórica" (Gilles Dauvé)
jueves, octubre 25, 2018
Disturbio Menor en mini-gira al Sur/Estruendo 2.0
-Si bien parecía más probable que se acabara el capitalismo
de una buena vez antes que una reunión de Disturbio Menor en el año 2018, lo
cierto es que la banda ya ha tocado en tres fechas, y se vienen unas cuantas
más, incluyendo estas fechas en el Sur de Chile. ¡Nos estaba quedando chico Santiago!
Por supuesto, habrá mesa de publicaciones, y entre ellas, además de las usuales, tendremos copias del nuevo libro de nuestro viejo colaborador, el Licenciado J.C.
-Va la intro del autor a esta versión reforzada de Estruendo, con 3 textos más.
Es bastante larga para un blog, así que recomendaría leerla escuchando las primeras grabaciones de Pink Floyd, hacia 1965, y si aun así no han terminado, seguir con las Peel Sessions de T. Rex en 1970.
Introducción
Estos materiales fueron
elaborados entre los años 2010 y 2012, y cumplían una doble función. Por un
lado, servían como parte de una Tesis de Magister en Derecho Penal sobre el
delito de asociación ilícita terrorista: una de las figuras más curiosas y
políticamente peligrosas del ordenamiento jurídico-penal chileno, en que se
amalgaman la legislación propia del Código Penal de 1874 con la Legislación
Antiterrorista de la dictadura de Pinochet: la Ley N° 18.314, aprobada en 1984,
modificada y relegitimada en diversos momentos de la transacción democrática
posterior (1), y que aún hoy en pleno siglo XXI continua siendo un importante
vehículo de criminalización de la disidencia política radical.
Dicho Magister no fue
cursado por motivaciones academicistas (2) sino que obedecía a razones bastante
prácticas, pues el estar a lo menos cursando estudios de postgrado era ya en
ese entonces un requisito formal mínimo para poder trabajar como profesor
universitario. Dicha presión objetiva me llevó a interrumpir mis habituales
lecturas autodidactas de criminología (3) y otros temas favoritos, para
centrarme en el estudio formal del Derecho Penal de fondo y procedimental.
La casualidad quiso que
a poco de haber iniciado dichos estudios el Estado chileno -a través del
Ministerio del Interior y Seguridad Pública, la Fiscalía y las policías-,
asestara un fuerte golpe represivo al entorno anarquista y/o libertario de la
Región Metropolitana. Esta espectacular operación consumada el 14 de agosto del
2010 había sido anunciada por la prensa a lo menos desde el año anterior, y se
había ido impulsando y afinando en todos sus detalles desde que Piñera y
Hinzpeter llegaron al Poder Ejecutivo y designaron a Alejandro Peña, en ese
entonces cabeza de la Fiscalía Metropolitana Sur, a cargo de la investigación
penal de la larga serie de atentados explosivos bautizada como “Caso Bombas”.
Ante las dudosas
pruebas relativas a la participación concreta de determinados individuos en la
colocación de bombas, el Poder, bastante inquieto por esta “ofensiva
antiautoritaria” que se venía intensificando justo antes del inicio de una gran
agitación social estudiantil (que llegó a su peak en el 2011-2012), recurrió precisamente a invocar la
existencia de una fantasmal asociación ilícita anarco-terrorista como
fundamento de una política represiva orientada al conjunto del ambiente okupa y
anárquico, o como a partir de entonces le dice la policía: la “escena
anarco-libertaria” (4).
En ese contexto, la
opción obvia fue dedicar esos estudios de Derecho Penal a analizar
detalladamente esa figura penal tan extraña (la asociación ilícita en general,
que se sanciona por el mero hecho de organizarse, aunque no llegue a cometer
delito alguno de su “plan criminal”), y su vinculación con la legislación
antiterrorista, desde la profunda convicción de que el terrorismo es por sobre
todo un sistema de dominación, no de resistencia a la misma, y que por ende la
asociación ilícita terrorista es una forma organizativa autoritaria y
jerárquica, un “Estado dentro del Estado”, que en caso alguno podría ser
aplicable a quienes se definen precisamente por su oposición frontal a toda
autoridad.
Así, la finalidad
académica coincidió felizmente con la finalidad de preparar una adecuada
defensa penal de las individualidades que fueron sometidas a esta maniobra, y
que fueron encarceladas por casi 1 año bajo acusaciones de liderazgo,
pertenencia y/o financiamiento de las actividades de esta peculiar asociación
ilícita terrorista.
Los resultados del
“Caso Bombas” fueron de todos conocidos, en su dimensión de gran fiasco
investigativo y absoluto fracaso judicial. La Ley Antiterrorista en la versión
que quedó desde fines del 2010 (cuando se eliminaron las “presunciones de
finalidad terrorista” por el uso de artefactos explosivos o incendiarios)
siguió siendo en estos 8 años un importante vehículo de represión, justificando
largas prisiones preventivas de decenas de personas en la Región Metropolitana
y la Araucanía, pero fracasando una y otra vez en la pretensión de fundar
condenas por delitos terroristas, a excepción de dos curiosísimas sentencias en
procedimiento abreviado aplicadas con su consentimiento a Raúl Castro Antipán,
un informante de la Inteligencia de Carabineros. Recién en los últimos meses el
Estado ha podido condenar por terrorismo a tres personas en el Wallmapu (en el
segundo Juicio Oral, y basándose en las declaraciones de un “delator
compensado”, a pesar de sus retractaciones posteriores y denuncias de haber
sido apremiado por la policía para declarar) y una sola persona en Santiago,
por la bomba en metro Escuela Militar en septiembre del 2014, a pesar de que en
su momento el Ministerio Público habló de que los responsables eran una “célula
hermética y compacta”.
En el intertanto, y
después de tantos fracasos, el segundo gobierno de Bachelet (con la “Nueva
Mayoría”, es decir, la vieja “Concertación de Partidos por la Democracia” más
el “Partido Comunista de Chile”), hizo aprobar sin mucha publicidad una
importante modificación a la Ley de Control de Armas y Explosivos (N° 17.798
(5)), incorporando expresamente mediante la Ley 20.813 del año 2015 las
colocaciones de bombas en el artículo 14-D (6), y modificando el régimen de
penas sustitutivas, haciéndolas inaplicables a este tipo de delitos, siguiendo
así el modelo de la llamada “Ley Emilia” (7).
La intencionalidad era
clara: dado que los tribunales en los pocos casos en que dictaban condenas no
aplicaban la Ley Antiterrorista sino que la Ley de Control de Armas (por lo
general en concurso con el delito de daños), se optó por endurecer esta última,
generando un efecto inmediato: la inevitabilidad de largas prisiones
preventivas, que ante la certeza de una “pena efectiva”, sin beneficios, ya no
parecían medidas cautelares desproporcionadas en relación a la pena probable. Por
esa vía se mantuvo en prisión a decenas de jóvenes como producto de las
agitaciones sociales de los años recientes, evitando la excesiva publicidad de
años previos y sin necesidad de perderse en debates y pruebas relativas al
“dolo terrorista”.
En paralelo a dichos
esfuerzos, el año 2014 se presentaron dos proyectos para modificar la Ley
Antiterrorista, uno por parte de un grupo de Senadores de Renovación Nacional y
otro por la Presidencia de la República a cargo del segundo gobierno de Bachelet.
El año 2015 el Senado decidió refundirlos en una tramitación conjunta (8), y en
abril del 2018 el Ejecutivo conducido ahora en por Piñera -también en un
segundo mandato-, presentó dentro de la misma una Indicación Sustitutiva que en
rigor constituye una especie de tercer proyecto de ley.
Si la socialdemocracia
bacheletista de la Nueva Mayoría había pretendido por unos meses al inicio de
su segundo mandato tantear mediante una Comisión de Expertos la posibilidad de
derogar la Ley 18.314, planteando la necesidad de incorporar estos tipos penales
dentro de la legislación común (Código Penal y Código Procesal Penal), el
proyecto que finalmente enviaron al Congreso solamente modifica el contenido de
dicha legislación especial, y lo mismo hacen el proyecto de los senadores RN y
la indicación sustitutiva del actual gobierno.
Lo más llamativo en
estos proyectos es que pretenden desligarse de la tradicional figura de la
asociación ilícita, para abrirse tanto a la posibilidad de “organizaciones
horizontalmente constituidas” (9), a células descentralizadas y autónomas que
incluso sin contacto entre sí mantengan una adhesión a un mismo programa de
violencia, como al así llamado “terrorismo individual” de lobos solitarios (con
Ted Kaczynski, el Unabomber, como modelo de referencia).
Los textos aquí
reunidos corresponden a distintos capítulos de la Tesis titulada “Enemigos del
Estado” (10). El capítulo inicial en esta selección fue en su momento difundido
como un texto autónomo, bajo el título de “El estruendo de la batalla”, y a
fines del 2013 fue publicado bajo el nombre de “Estruendo” por Ediciones del
Perro Negro.
El segundo texto,
“Algunas consideraciones sobre el ‘Derecho Penal de bombas’” también fue
difundido como un texto aparte, levemente modificado, pues ahí se trataba de
dar cuenta de las distintas posibilidades que el ordenamiento jurídico chileno
ofrecía para hacerse cargo de las colocaciones de artefactos explosivos.
Debemos recordar que en esos años el discurso del poder represivo insistía que
en que necesariamente toda colocación de bomba era en sí misma un delito
terrorista, y que no existían otros tipos penales aplicables a dichos
fenómenos. La percepción comenzó a cambiar cuando hacia el año 2014 se produjo
una verdadera moda de usar artefactos explosivos por parte de la llamada
“delincuencia común”, como medio para poder destruir cajeros automáticos y
apoderarse del dinero contenido en su interior.
A nadie se le ocurrió
catalogar dichos hechos como atentados terroristas, con lo cual quedaba claro
que ninguna bomba en sí misma puede ser “terrorista”, sino que se trata por lo
general de un medio de comisión de otros delitos y/o de consecución de
determinados objetivos políticos o publicitarios, desde el bombardeo a La
Moneda en septiembre de 1973 (11) o las bombas usadas por los aparatos de
seguridad del Estado (dentro de Chile, por ejemplo en la bomba a la Parroquia
Nuestra Señora de Fátima, en la combativa Población 18 de septiembre en Punta
Arenas ejecutada por la CNI en octubre 1984 y en que murió uno de los
militares-colocadores; y fuera de Chile para asesinar a Orlando Letelier en
Washington, 1976, o a Carlos Prats y su esposa en Buenos Aires, 1974), hasta su
uso por la delincuencia común para conseguir distintos objetivos propios de la
lumpen-acumulación capitalista, y por distintas formas de subversión y
resistencia a la dominación (en términos de Walter Benjamin o Gunther Anders,
violencia limpia o legítima defensa). Sin ir más lejos, el destacado profesor
de Derecho Penal de origen español, radicado en Valparaíso, don Manuel de
Rivacoba y Rivacoba, estuvo preso en España desde 1947 a 1956 por la colocación
de una bomba, que le acarreó una condena por el delito de rebelión, incluyendo
cárcel y trabajos forzados, y en estos momentos es un best seller el libro de Guarello sobre Aldo Marín, exiliado chileno
que muere en 1977 en Italia portando una bomba. Tolstoi, un libertario
cristiano y pacifista, llegó a decir que lo realmente extraño no era que de vez
en cuando estallara una bomba, sino que el hecho de que eso no ocurra todos los
días (12).
Este texto adquirió un
interés adicional cuando fuera mencionado en el Auto de Procesamiento de dos ex
acusados del Caso Bombas, al ser detenidos en España bajo la imputación de
haber colocado un artefacto explosivo en una Iglesia en Zaragoza en octubre del
2013. Al parecer, a la Policía hispana le llamó la atención descubrir este
documento, que tuvo amplia circulación en diversas páginas, en un USB
encontrado en la casa de los acusados, y lo describieron de esta forma: “Un documento nombrado 1USB1.000-72092.doc y titulado
Algunas consideraciones sobre el derecho penal de bombas”. En este informe,
firmado por Julio Cortés Morales, se realiza, en la introducción y
posteriormente en su desarrollo, una definición de artefacto explosivo y de terrorista,
tanto de un modo definitorio como desde un punto de vista del derecho
internacional. Se trata de un estudio pormenorizado de la legislación chilena
en lo que se refiere a las consecuencias penales de la colocación de
artefactos explosivos, referenciando el caso “bombas” de 2009” (13).
En efecto, el texto trataba de hacer un análisis
pormenorizado del lugar de las bombas en el Derecho Penal, pero así y todo
quedó fuera una figura bastante desconocida del Código Penal, el artículo 481,
que en la parte relativa a incendio y otros estragos sanciona a quienes “porten
elementos” que sirvan para cometer tales delitos. Posteriormente, dada la
modificación ya señalada a la Ley de Control de Armas, el panorama se ha
completado con su nuevo art. 14-D, ya referido.
Los otros dos textos permanecieron inéditos, aunque
algunos fragmentos del capítulo sobre el terrorismo y el Estado han sido usados
para otras exposiciones y artículos breves, dedicados a analizar el rol del
Derecho en la acumulación originaria del Capital, y su secuestro por el Estado
a partir de los siglos XVIII y XIX, hasta llegar al actual “Estado de Derecho”,
que encubre y recubre ideológicamente la inmensa acumulación de violencias
pretéritas, actuales y potenciales que implica el tan sacrosanto concepto de
Orden Público. En ese capítulo se analiza también a posición revolucionaria,
marxista y anarquista, frente a la cuestión de la violencia.
Hartas cosas han pasado entre los años 2010 y el
momento presente, pero las lecciones del Caso Bombas, que ya han sido sacadas
en gran medida desde el lado de quienes nos explotan y dominan, siguen siendo
una tarea pendiente desde este lado de la barricada.
Al principio, y en parte debido a que la
socialdemocracia estaba en la oposición, los acusados del caso Bombas causaron
simpatías en todo el mundo “progre”, en la misma medida que crecía la antipatía
pública hacia personajes públicos como Hinzpeter y Peña. Después, a medida que
la legitimidad del gobierno en general y su conducción del aparato represivo en
particular hacían aguas por todos lados, la comedia de errores garrafales de la
“Inteligencia policial” y fiscal dejaba un sabor alegre en la superficie, que
hacía olvidar que al Estado también se aplica eso de que lo que no le mata lo
fortalece, que hubo efectos reales de las operaciones de criminalización no
sólo judicial, sino que policial, social y mediática, sobre todo un ambiente
juvenil proletario que se radicalizaba espontáneamente desde su terreno social,
y que el Estado –con independencia de las variaciones de estilo que imponen al
aparato represivo los sucesivos cambios de gobierno- garante del desarrollo
capitalista global en esta angosta faja de tierra ha reservado en exclusiva la
etiqueta de “enemigos” tanto a ese medio como a los sectores en resistencia en
Wallmapu. Por algo será.
En el momento presente, en que la legitimidad de dos
viejas instituciones opresivas y represivas como son la policía y la iglesia
está totalmente socavada, y ambas aparecen visiblemente podridas hasta el
tuétano, exhibiendo claramente lo que realmente son, y en que junto a las
formas tradicionales de Estado represivo se agregan formas diversas, privadas,
ciudadanas y hasta nostalgias nacional-microfascistas, confluyendo todas en un
inmenso archipiélago posmoderno del Control, es un buen momento para acometer
entre todos el estudio sistemático de la Represión, rabiosa y alegremente,
desde fuera de las disciplinas oficiales, subvirtiendo y revirtiendo teórica y
prácticamente desde esta dimensión de lo existente todas esas tecnologías e
ideologías de la dominación.
NOTAS:
1.- Las modificaciones
más relevantes a la definición de terrorismo que se le han hecho fueron las de
la Ley 19.027, en 1991, apenas iniciada esta “transición”; la Ley 19.806, en
2002, que introdujo la figura de testigos con identidad reservada; la Ley
20.467, de 2010, que dio lugar a la versión aún vigente.
2.- Para quien
suscribe, 8 años de educación básica,
más 4 de media, 5 de universidad y 1 de un pos-título realizado hacia
1999, totalizando casi dos décadas como sujeto educativo, eran más que
suficientes para cualquier ser humano.
3.- Disciplina que finalmente en la versión que nos depara
alguna utilidad consiste ni más ni menos que en el estudio a fondo de las
distintas aristas de los procesos de criminalización.
4.- Muy curioso
concepto policial, pues por una parte el concepto de “escena” proviene de
subculturas juveniles, como la del punk rock, y por otra los términos
anarquista y libertario en general se usan como sinónimos.
5.- Esta Ley fue
aprobada durante el gobierno de la Unidad Popular, y luego ha sido reforzada y
sistematizada tanto durante la dictadura de Pinochet, como durante los gobiernos
de Lagos (incorporando directamente las bombas molotov) y Bachelet.
6.- "Artículo 14
D.- El que colocare, enviare, activare, arrojare, detonare, disparare o hiciere
explosionar bombas o artefactos explosivos, químicos, incendiarios, tóxicos,
corrosivos o infecciosos en, desde o hacia la vía pública, edificios públicos o
de libre acceso al público, o dentro de o en contra de medios de transporte
público, instalaciones sanitarias, de almacenamiento o transporte de
combustibles, de instalaciones de distribución o generación de energía
eléctrica, portuarias, aeronáuticas o ferroviarias, incluyendo las de trenes
subterráneos, u otros lugares u objetos semejantes, será sancionado con
presidio mayor en su grado medio. La misma pena se impondrá al que enviare cartas
o encomiendas explosivas, químicas, incendiarias, tóxicas, corrosivas o
infecciosas de cualquier tipo.
Si las conductas descritas en el inciso precedente se
realizaren en, desde o hacia lugares u objetos distintos de los allí señalados,
la pena será presidio mayor en su grado mínimo.
Ejecutándose las conductas descritas en los incisos
anteriores con artefactos incendiarios, explosivos, tóxicos, corrosivos o
infecciosos cuyos componentes principales sean pequeñas cantidades de
combustibles u otros elementos químicos de libre venta al público y de bajo
poder expansivo, tales como las bombas molotov y otros artefactos similares, se
impondrá únicamente la pena de presidio menor en su grado máximo, en el caso
del inciso primero, y de presidio menor en su grado medio, en el del inciso
segundo.
Quien disparare injustificadamente un arma de fuego de
las señaladas en la letra b) del artículo 2º en, desde o hacia uno de los
lugares mencionados en el inciso primero será sancionado con la pena de presidio
menor en su grado máximo. Si lo hiciere en, desde o hacia uno de los lugares
que indica el inciso segundo, la pena será de presidio menor en su grado medio.
Si el arma disparada correspondiere a las señaladas en la letra a) del artículo
2º o en el artículo 3º, se impondrá la pena inmediatamente superior en grado".
7.- Tanto en relación a
la Ley Emilia como a esta modificación de la Ley de Control de Armas ha habido
una verdadera avalancha de requerimientos de inaplicabilidad ante el Tribunal
Constitucional, que en varios casos ha sentenciado que en efecto este “régimen”
especial es desproporcionado e inconstitucional.
8.- Boletines 9.692 y
9.696-07, refundidos, actualmente en primer trámite constitucional en el
Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento del Senado.
9.- Como se señala
expresamente en el Mensaje del proyecto de Bachelet.
10.- Cuya profesora
guía fue Myrna Villegas Díaz, y que fuera defendida el 28 de enero de 2013,
ante una comisión integrada, además de por ella, por los profesores Miguel Soto
Piñeiro y José Luis Guzmán Dálbora, siendo evaluada con distinción máxima.
11.- No deja de ser
grotesco que quienes estuvieron detrás de dicho bombardeo del palacio de gobierno no hayan sido
sancionados por ello, sino que más bien todo lo contrario: gobernaron por 17
años, se enriquecieron notoriamente y siguen enquistados en el poder político,
en cambio una adolescente que hace pocos meses dibujó la A circulada en la
pared de esa réplica perfecta de La Moneda original que tenemos ahí en el centro
de Santiago fue detenida por su acción.
12.- Aunque, ¿quién
podría decir en este mundo nuestro del siglo XXI que no estallan bombas a
diario?
13.-Auto de procesamiento, Sumario 2/14,
Audiencia nacional de España, 4 de julio de 2014.
Vamos bien mañana mejor
(otro fragmento del libro Disturbio Menor, agotado en su primera versión, en camino una segunda).
“It's getting better all the time”.
—Los Beatles
“Nosotros somos partidarios del olvido. Olvidamos nuestro pasado y
olvidaremos nuestro presente. No nos reconocemos contemporáneos de quienes se
contentan con poco“.
—La nostalgia por debajo de todo,
Internacionale Situationniste Nº2 (2-XII-58)
Por alguna razón, más o menos conocida, los seres humanos nos
acostumbramos excepcionalmente rápido a situaciones y eventos excepcionales. No
hace falta filosofar al respecto, es un comentario que puede salir con mucha
naturalidad en la hora punta del metro entre un par de pasajeros, de un esposo
a su esposa cuando revisa la última cuenta del agua, una víctima de abusos, o
cualquier trabajador o trabajadora a su colega: “el hombre es animal de
costumbre”. Incluso los expertos de la ciencia se empeñan en demostrarlo.
Resulta bastante práctico poner este cliché del sentido común en
contraste con el hecho de que todo cambia, y mucho más rápido de lo que muchas
veces alcanzamos a notar. La ciudad de Santiago, por ejemplo, no es la misma
hoy que la que era 20 años atrás. Pero lo que es obvio en ciertos niveles, no
lo es tanto en otros. El nivel de la vida cotidiana es uno en el que se
confunden con bastante facilidad aquello que cambia y aquello que no. Se dice,
de hecho, que es el nivel en que la realidad se enmascara de ideología. Por
decirlo de otra forma, no hay ninguna duda de que no vivimos igual que hacia
fines de los noventa, ¿pero qué es exactamente lo que ha cambiado? Internet
concentra la vida social y en los recitales los amplificadores son más grandes
y más caros; hay más bandas y escenas de todos los tipos y el metro sigue
subiendo exponencialmente de precio; la gente mira al suelo más que nunca y
Piñera es presidente de Chile (por segunda vez). Es recién un comienzo, la
lista no se agotaría nada de rápido. 20 años no pasan en vano.
Pero si aún no está clara la dirección en qué la que intentamos
apuntar puede ser útil considerar, por ejemplo, la diferencia que existe entre
el año 1967 y 1987. Y dicen que todo
siempre va más rápido, ¡imagínense! En los sesenta el mundo civilizado vivía
paranoico por la idea de una guerra nuclear, en los 80 Sun Ra cantaba “Nuclear
War? Yeah…”, en los noventa los santiaguinos juntaban firmas contra los ensayos
nucleares franceses, y hoy, bueno… ya nos acostumbramos.
¿Qué le decía el hardcore de los 80 al rock de los 60? ¿Qué le
dice la música de hoy a la música de los noventa? Esto último no queda
demasiado claro. El mensaje se disuelve en una sopa de opiniones tecleadas a velocidad-smartphone. Lo que si conocemos es lo que
los rockeros de los noventa le tenían que decir al mundo, y por suerte entre
esos había algunos que no estaban encandilados con el espectáculo de la
democracia: “nos está quedando chica Sudamérica, el próximo año nos vamos pal
norte”. ¿Quién se va? En los noventa no había un muro como el que hoy se está
construyendo entre Estados Unidos y México (unas de las fronteras más
custodiadas del mundo, casi a la altura de Gaza), y no había campos de
detención/concentración para niños que buscan asilo humanitario. Los nazis
separaban niños de sus familias en los 40, los gringos separan niños de sus
familias hoy. Unos son los buenos un día, los malos otro, y entremedio de la
confusión no tenemos idea qué cambia y que no. Muy por el contrario, tenemos
una desesperante sensación de que todo solamente empeora.
Si los proto-punks que empezaban a sonar con fuerza hacia fines de
los sesenta intentaban anunciar un cambio de época del que la humanidad se
tenía que hacer cargo y usar a su favor, tan solo un par de décadas después sus
herederos asumían con amargura y rabia el “no future”. El año de Orwell pesaba
como una maldición: “we've got a bigger problem now / ahora tenemos un problema más grande”. Hay quienes dicen —contra
todo pronóstico— que la tercera guerra mundial no empezó nunca, y hay quienes
dicen que no considerar lo que vemos hoy y desde hace rato a lo largo y ancho
del planeta como una guerra mundial es un absurdo.
Cada grupo de música o anti-música es producto de su época y algo
tiene que decirle también. El mensaje de Disturbio Menor
no era el más optimista y cuestionaba a su época con decepción, frustración,
rabia y mucha energía. ¿Donde quedó esa energía? Había una especie de cultura
que la sustentaba, que le daba forma, una especie de comunidad, escena, lo que
se prefiera. A 20 años de su extinción, su época los cuestiona de vuelta. ¿Nos
traen mejores noticias? Es altamente probable que no, y eso es quizá lo más
importante de este salto de tigre al pasado: si creemos que DM logró tomar la
temperatura de su tiempo con precisión no hay ninguna razón para pensar que hoy
no tienen la misma capacidad para hacerlo. Esperemos que su feedback llegue fuerte y claro a quienes no tuvieron
oportunidad de asistir al espíritu de la época que los vio nacer. Y quizá
incluso, que los contagie de algo nuevo.
Jackson Prole/Tempestades/Pinchadiscos/Esquina Intransitiva
1.- Ya está disponible “Jackson Proleta”, un nuevo artefacto
del Colectivo No, en base a un registro de una presentación en el Bar 1 por ahí
por septiembre del año 2016 si no me
equivoco, para la enésima versión de la Fonda Michael Jackson.
3 temas (o debería decir, “tomas”) de 10 minutos aprox. c/u: Ave, Universal Proleta y Moord.
Ideal para escuchar haciendo combinaciones de
líneas en el Metro de Santiago. Recuerde: lo que no nos mata, nos fortalece.
2.- Lanzamiento del primer título de editorial Tempestades,
hoy a las 19:00. Atenti a los nuevos títulos.
3.- Concierto este domingo a beneficio de una Federación de
Pinchadiscos. No tengo claro si tocan 10 bandas o solo 3, pero se supone que a
lo menos tocarán Disturbio Menor y Enfermos Terminales. Además, estarán
pinchando discos (of course).
A las 17 horas, 3 lucas, en Comercio Atlético
(San Diego con Matta).
No encuentro el afiche. Imagínenselo. Si quiere ir a la marcha de la resistencia mapuche a las 11:00 y además ir después al concierto, le deseamos lo mejor en cuanto a saber escurrirse a tiempo para que no se vaya en cana.
4.- Otro texto del cuadernillo “Disturbio Menor”, que ya casi se agotó en sus
primeras 50 copias, con tapa roja (y negra) el 5 de octubre en la Blondie.
Quedan solamente 10 copias, que estarán disponibles este domingo. Si Ud. cree que
tiene algo que decir sobre DM, el hardcore punk de los 90, la transacción a la
Mierdocracia, etc., no dude en enviarnos su texto, para incluirlo en las
sección de “historias” en nuevas re-impresiones de este hermoso artefacto.
ESQUINA INTRANSITIVA (x Ismael)
Porque tú propones, dios dispone y eso es la cristiandad.
De seguro era verano,
probablemente del 97’. La esquina, esa que con el tiempo se transformaría en un
clásico del hardcore punk, hasta que fue demolida y en su lugar se erigió uno
de esos monstruosos Paz Froimovich: la Laberinto. Las Becker desechable de
litro corren de mano en mano, abundan los cinturones con remaches, las cadenas,
pantalones apretados, algunos con look de hardcore neoyorquino. Es mi primera
tocata, tengo cerca de trece años y voy a ver a una de las bandas que me han
volado la cabeza, Fun People. Tocan además Enfermos Terminales y Disturbio
Menor, bandas que en ese momento no conocía. Como siempre, la espera afuera es
larga, y la tocata comienza con dos horas de atraso. Los pacos pasan mirando
para otro lado, obviando las botellas vacías.
Una vez dentro todo cambia de
ritmo. Es un gran paréntesis en el que no existen las estrellas de rock, sino
solo los pares. Contrario a lo que mi cabeza adolescente pensaba, acá hay
camaradería y se huele. Los recuerdos se ponen nebulosos, como el humo que
envuelve todo adentro de la Laberinto, que le hace honor a su nombre. No sé
quién abrió, si fue Disturbio o los Enfermos. Recuerdo ver al batero de
Enfermos rompiendo dos baquetas por canción, pegándole como endemoniado a su
bataca, y pensar que esa era la música que quería hacer.
Salen los Disturbio Menor y se
siente en la gente que es una banda ya querida, los aplausos y silbidos
resuenan, y los cabros que se suben agradecen mirando el suelo. Dos minutos de
la primera canción y escucho un estilo de hardcore que no conocía. La música
acelerada y con cortes que parecen fallas técnicas, variando velocidades e
intensidades. Después conocería a Fugazi y otras bandas que seguían esa línea,
pero ese día es como si se hubiese abierto un nuevo espectro. Unos meses más
tarde me llegaría un cassette pirata en que podría escuchar sus letras,
escupiendo palabras que hablan de la autogestión, de estar lúcidos para no
dejarse manipular por el sistema, que hablan de organización contra el capital
y de la mediocridad del catolicismo. Es como un torrente de información directa
al cerebro. Tocan con rabia, tocan con inconformidad y con anhelo. Podías ver
un pequeño disturbio formándose dentro de un bar, una liberación de energía que
podía transformarse en cualquier minuto en una gran revuelta. Los Disturbio
Menor fueron una banda que se alzaron como uno de los estandartes de quienes
cantaron contra la transición que sigue transitando. Su inconformidad nació de
la decepción y de las promesas no cumplidas, con Pinochet como Senador
Vitalicio. Ahí, en ese subterráneo que era la Laberinto, sembraron los
cimientos de lo que hoy sigue creciendo en muchos de quienes estuvimos esa
tarde.
Hoy, veinte años después, paso
por esa esquina y veo el adefesio Paz Froimovich, intentando mantener sepultado
un espíritu de lucha que no cesa. Y recuerdo nuevamente las letras de esta
banda que hablaba de que uno es quien se hace a sí mismo, que no hay que
esperar a que dios disponga de nada, que hay que ir y derrumbar todo lo que nos
parece injusto. En tiempos en los que renace en nuestro país un fascismo
negacionista, en que los cómplices de la dictadura, civiles y militares, siguen
libres o están siendo soltados, en que la izquierda es una maqueta hecha pedazos
arreglada por la derecha, gritar como antaño se hace imperioso. A veces me
gustaría tomarme una cerveza con mi yo de trece años, y decirle que siga ahí,
en esa esquina, que las cosas no han cambiado y que tendremos que seguir dando
la pelea codo a codo. Decirle que guarde fuerzas para lo que viene, que veinte
años son nada, que a la alegría la encerraron en un departamento de 22 metros
cuadrados, que hay que seguir, seguir, seguir, porque sabemos que ese maldito
lema de la dictadura era un holograma, y que no vamos bien, y mañana estaremos
peor.
Un
momento clave en mi vida, digamos, “política”, que debe haber ocurrido hacia
1991-2, fue cuando decidí que mi capucha negra en la cual tenía pintado en rojo
el símbolo de la Cuarta Internacional (la hoz y el martillo apuntando en
sentido inverso al del símbolo del PC oficial, y con un 4 entre medio de ambas
herramientas de trabajo) no volvería a ser usada de esa forma, así que por el
otro lado le pinté a la altura de boca una enorme A circulada, en blanco sobre
el fondo negro. Adherir a las filas negras llenó el enorme vacío existencial
mezclado con depresión tardo-adolescente que sentías tras abandonar la
militancia trotskista y, con ella, una historia casi ininterrumpida de
militancia “izquierdista” iniciada a los 12 años y medio, primero en la JS, y luego
ya en Santiago en las JJCC, gracias a cuya cosmovisiónpude incluso en medio de los años más oscuros
del Terror estatal con que se reaccionó a las protestas desde 1983, mantener la
fe en el destino socialista/comunista de la Humanidad -así, con mayúsculas-…Ahora,
en cambio, solo sentía vacío, odio, rabia y un profundo desprecio por los dos
principales bandos de la “transición”, además de un ya cultivado odio contra
todos los tipos de estalinistas –puros y /o reciclados-. “Rabia e
insatisfacción”, como decíamos en “Escape”). Tuve que esperar unos pocos años,
y al descubrimiento vía Greil Marcus del legado de la Internacional
Letrista/Situacionista para reconciliarme con Karl Marx, que en verdad no tuvo
culpa alguna por lo que hicieron sus epígonos durante buena parte del siglo XIX
y todo el siglo XX. Además, si la anarquía es el anti-estado, el comunismo bien
entendido es el anti-capitalismo ya realizado, la sociedad sin amos ni
esclavos.
Como
el punk, la anarquía tampoco era tomada muy en serio por nadie. Más que de “los
anarquistas” se hablaba despectivamente de “los anarca”. Pero para el puñado de
ultrones que quedábamos dando vueltas alrededor de las sillas, cuando todos los
demás se había sentado, la bandera negra tenía todo el sentido del mundo, y si
los “izquierdistas” no lo entendían, peor para ellos. Mal que mal, ellos
seguían venerando el emblema tricolor, mientras nosotros no perdíamos ocasión
de despreciarlo y/o ultrajarlo. (Quien quiera saber qué pasó la primera vez que
en Macul con Grecia se le prendió fuego a una bandera chilena, que lea el
relato “Banderas y capuchas”, del camarada Conselheiro. Lo que es yo, recuerdo
bien cuando vi en La Segunda, tras unos enormes disturbios en el centro de
Santiago -en una época en que los más grandes ocurrían en marchas por presos
políticos y además ante las negociaciones en materia de violaciones de derechos
humanos, en momentos en que los tribunales aún negaban la existencia del
terrorismo de Estado y ya se empezaban a encontrar cadáveres, como en Pisagua-,
al entonces Intendente regional señalando: “Son anarquistas que solo buscan el
caos”).
Cuando
se formó una Coordinadora Anarquista Estudiantil, por ahí por 1992, reuniendo a
núcleos pequeños pero entusiastas de Derecho, Psicología e Ingeniería de la
Universidad de Chile, gente de la Universidad de la República, y el Pedagógico,
pasó poco tiempo hasta que llegaron algunos estudiantes secundarios, que
provenían de un colectivo que agitaba contra el servicio militar (“COSMO”). Un
par de ellos estaban claramente enamorados del punk rock, y a partir de ahí se
fue consolidando la amalgama entre política radical libertaria/música y
contracultura punk. No sin críticas importantes de los otros sectores
libertarios autopercibidos como más “serios”, que al final lo que querían hacer
era ni más ni menos que una especie de partido libertario, con pretensiones
horizontales y anti-jerárquicas, pero cautivos de la lógica tradicional que tal
como escinde lo privado de lo público instala esferas separadas entre la
política y la estética.
A
partir de esos ambientes se generó el fanzine El Duende Negro, que pasó de ser un puñado de fotocopias a un
impreso con bastante tiraje, y posteriormente el vínculo entre punk y anarquía
llevó a tener un breve puesto en el Persa Bío Bío, con casets copiados y
propaganda escrita, y poco después –ya no recuerdo bien el año- a la creación
del sello Masapunk, aun en pie. Para
todos nosotros era un salto importante, pues era a través de la autogestión
como entendíamos esa conexión, puesto que si se trataba de tomar en tus manos
la acción necesaria para despertar y agitar en contra de toda la vieja mierda,
no entendíamos por qué en la escena punk realmente existente nadie editaba sus
propios casets, había pocas publicaciones, y además, enormes conflictos de
pandilla entre tales o cuales piños territoriales, en vez de una acción conjunta
contra nuestros viejos enemigos (el Estado, el Capital, la Religión),
administrados ahora por la dominación democrática.
Transición
Uno
de los integrantes del CAE (no recuerdo que en esos años habláramos de
“militancia”) tenía una banda con compañeros de curso. Se llamaban Canutos Presos. Hacían punk rock. Habían
tocado poco en vivo, y creo que no habían editado demos. Para el vocalista,
llegado hace poco desde Chillán, habían sido su vehículo de expresión y
desarrollo en esos años duros de adolescencia provinciana transplantada de
golpe a la metrópolis.
Lo
mismo me había pasado a mí en 1986, “el año decisivo”, cuando las protestas
llegaron a su peak y decayeron y
fracasó por un maldito rocket el atentado a Pinochet. Habiendo vivido en
Valparaíso, La Serena y Punta Arenas, tuve que desembarcar en la enorme y
hostil ciudad de Santiago a punto de cumplir 15, y sin otros vehículos de
expresión que las organizaciones políticas en que milité y una que otra
intervención musical en conjuntos acústicos (tales como el ensamble Vientos del Pueblo, formado por
militantes de la jota del Liceo A-67 y un par más de la Villa La Reina), con
una flauta traversa que, tras desaparecer luego del robo a mi casa en
septiembre de 1986, tuve que reemplazar por una guitarra de palo -aunque tenía
una eléctrica en la que tocaba “Escalera al cielo” y que nunca fuera de la
intimidad de mi pieza de primogénito y único hijo varón, o del “living” si no
había nadie más en la casa.
Años
después la cambié por un bajo Yamaha, rojo, modesto pero eficaz, y aprendí
entre esas cuatro paredes a tocar por la vía de acompañar el “Damaged”/“Jealous
Again” de Black Flag y el CD con la
discografía completa de Minor Threat.
Un
día a finales del año 1995 fui invitado a probar como sonaba el bajo con la voz,
batería y guitarra de Canutos Presos.
Tras buscar varios pretextos para no ir, me di cuenta de que en rigor me
inundaba una sensación muy similar al miedito, pero pensé que en realidad no
tenía ningún motivo para negarme a la posibilidad de probar qué se sentía
tocando en una banda de verdad, y no acompañando unilateralmente a Greg Ginn,
Toni Iommi (nunca me dejó de gustar Black
Sabbath) y Lyle Preslar en la pieza.
Llegando
al ensayo, recuerdo haberles mostrado el esqueleto de la canción que pasó a ser
“Tiempo razonable”. Nunca he confesado esto antes pero…cuando inventé esas dos
partes y las junté en la intimidad de mi pieza tenía en mente para la primera
parte como referencia vaga el estilo de una mis conjuntos favoritos de toda la
vida, los adoradosHüsker Dü, y para la segunda me inspiré bastante directamente en el
final de una canción de…Total Chaos!!!
(Epitaph records, puaj), aunque en el proceso la idea original quedó totalmente
modificada. ¿Así se hacía una canción punk? No lo sabía. Y todavía no lo sé. Lo
importante es que al final, tocada con 3 personas más, sonaba a nosotros
mismos, y punto.
Ellos
(Lautaro, Mauricio y Olea) a su vez me mostraron una canción a medio hacer, que
pasó a ser “Fuego”, y a la que tuve que meterle unas líneas de bajo que todo el
mundo encontraba inspiradas en The Cure,
para mi gran molestia pues en esos años la sobreexposición de los muchachos de
Robert Smith me había llegado a saturar, y encontraba que como banda eran nada
en comparación a Joy Division. (Olea
tenía siempre a mano una libreta, y no le costaba casi nada de tiempo meterle
letra a cualquier construcción musical que hiciéramos, a veces improvisando
hasta dar con partes que nos gustaran, o muchas veces en base a ideas que ya
había trabajado Lautaro por su lado y que el baterista y el bajo
complementábamos).
En
fin, desde el primer momento era evidente que la cosa resultaba bastante bien,
y en este terreno las cosas o resultan o no resultan nomás, así que entre los
cuatros decidimos espontáneamente formar una nueva banda, con un nuevo
repertorio, y un nuevo nombre.
Y
las cosas se vinieron bastante rápido para la nueva formación, dado que con muy
pocas canciones aún fuimos invitados el Primer Festival Hardcore, idea de los BBs Paranoicos que se concretó con la
ayuda del puñado de nuevas bandas que estaban saliendo, de las cuales la más
veterana era Silencio Absoluto.
(Había habido un festival previo, de bandas que recién se estaban conociendo
-incluyendo a Canutos, Silencio, Don
Fango y Octopus, agregándose sobre
la misma Submongo- en el Galpón donde
ensayaba Lautaro en La Florida, arribita del cerro. Ya había conocido a
Jerónimo, de Silencio, y de una Flipside
que me prestó tomé la imagen de Elvis en skate para hacer un rudimentario
afiche, cuya estética de recorta y fotocopia y pega aún me sigue gustando mucho
más que 20 afiches diseñados en computador.Llegó tal cantidad de gente que apenas cabía, y se sentía una energía
colectiva empezando su proceso de ebullición. Aunque sin que lo supiera en ese
momento, ya había tensiones con el elemento nacionalista, que no comulgó para
nada con las arengas anti-patriotas del vocalista de los Canutos).
Dar
con el nombre Disturbio Menor no fue
tan difícil, aunque ahora no lo recuerdo muy bien, pero creo que en definitiva era
una mezcla de dos factores: la pasión por el hardcore punk de los 80, antes de
la era del NYHC –que en rigor nunca nos gustó mucho, pues parecía más rap/metal
que otra cosa-, y sobre todo sus inicios, bien expresados en “Minor
Disturbance”, el primer EP de los Teen
Idles, la banda pre-Minor Threat,
aunque el inglés que manejábamos nos daba para discernir que en rigor
“disturbance” tiene una acepción más en la línea de “molestia” que de
“revuelta”, que en inglés se designa más bien con la palabra “riot”.
Y
ahí viene el segundo factor: los anarquistas de esos años teníamos la idea de
que estábamos en malos momentos para la rebelión, dado el contexto global
posmoderno y neoliberal y la manera en que se expresaba en Chilito, este
paraíso poblado de “jaguares” (como destacaban los Enfermos Terminales), laboratorio psicosocial del capitalismo
global. Los entusiastas del partido del Orden hasta proclamaban que habíamos
llegado al “fin de la historia”, y que se había acabado ¡al fin! la era de las
grandes revueltas y agitaciones sociales.
A
eso apuntaba, por ejemplo, la letra de “Fuego”, cuando diagnostica amargamente
que “se van vaciando las barricadas y se va alejando el modo de empezar de
nuevo” (Además, esa canción le pasa la cuenta al fenómeno de los “socialistas
renovados”). Y en efecto, mi generación pasó de enormes barricadas de
centenares de personas, a gestos estéticos similares a barricadas,
protagonizados por escuálidos puñados de encapuchados. Los socialistas por su
parte, y tal como dice un orador anarquista en la serie “Belin Alexanderplatz”
de Fassbinder (siguiendo al pie de la letra la novela de Alfred Döblin): no
conquistaron la política, sino que la política los conquistó a ellos.
En
fin: si había algo a lo que no íbamos a renunciar, era a la protesta expresada
precisamente en barricadas y “salidas” a cortar la calle. En tiempos de gran
confusión, y un estado de ánimo colectivo derrotista y/o conformista, era casi
nuestra única certeza (y como decía La
Polla Records: “información y agitación son una parte de razón/ladrillos,
piedras, gasolina…completan la ración”). Así que había una convicción
minoritaria pero profundamente identitaria: nos íbamos a dedicar rabiosamente a
eso, aunque se tratara, como decían los medios, de “incidentes aislados” o de
“un disturbio menor”.
A mediados de los 90 uno de mis principales héroes musicales era Nick Cave. Lo conocí gracias aun compañero de universidad que duró poco en esa carrera (no lo culpo) y que por ser hijo de exiliados en Alemania cuando retornaron a la dulce patria tuvo que dejar su colección de LPs allá, pero copió todo o casi todo en casets y los prestaba generosamente (bueno, era comunista, en el buen sentido del término). Gracias a él conocimos a Black Flag, Die Haut, Nick Cave, Leonard Cohen, Birthday Party, Sonic Youth y Big Black, entre varios otros.
La primera vez que tuve un trabajo remunerado, cuando tenía como 22 años, en un sofocante subsuelo de un edificio en Nataniel con Santa Rosa desde cuya ventana podía mirar a la gente caminando arriba en la vereda, apenas me pagaron el primer sueldo de 40 mil pesos fui corriendo a una disquería que duró poco tiempo en Providencia a comprar el “Hits” de Birthday Party. Por esos mismos años me llegó una vez de regalo el “Tender Prey” de Nick Cave sin Birthday Party pero con los Bad Seeds aún en plena forma, incluyendo a Kid Congo Powers (ex Cramps).
En 1994, viajando en la extinta aerolínea “soviética” Aeroflot por 3 días (itinerario: Santiago, Miami, Irlanda, Luxemburgo, Moscú, Copenhague) para de ahí cruzar en barcaza a Malmö (Suecia) donde una gran cantidad de parientes, mezcla de exilio político de los 70 y económico de los 80, ví en las paredes que los Bad Seeds iban a tocar en Christiania en unas semanas más. Cuando traté de conseguir entradas desde Suecia, ya se habían agotado. Era la gira del “Let love in”, a mi juicio, el último disco realmente bueno de Nicolás Cuevas y las Malas Semillas, aunque las “Baladas asesinas” y “The Boatman´s call” tienen aún varios buenos momentos.
En esos años MTV todavía era un canal de música, y en Europa daban una vez a la semana el programa 120 minutos, con invitados. Cuando estuvieron Nick Cave y Blixa Bargeld mostraron entre otras joyas a los australianos Saints, tocando “I´m stranded” (o "estoy varado"). Aún les agradezco eso.
Ya de regreso en Chile, en 1996, fuimos junto a Lautaro (guitarra de Disturbio Menor) y otros amigos de madrugada a El Mercurio a buscar invitaciones para el festival Crazy Rock (o “rock loco”), convocado por helados Crazy, donde tocarían, en este orden: Aterciopelados, Los Tres, Nick Cave and the Bad Seeds, Love & Rockets y Cypress Hill, en el Caupolicán. El resultado fue famoso: ¾ de la audiencia eran puros entusiastas del hip hop, que hostilizaron a tal punto a Aterciopelados que le arrojaron una lluvia de escupos a la vocalista (que con actitud bastante punk decía: “por lo menos apúntenme bien a la boca”) y lanzaron un enrome petardo al baterista en el pie, momento en el cual se retiraron de escena. A continuación, salen Los Tres, haciendo gala del peor chovinismo, con una bandera tricolor (sí, la misma que según Piraña está en el corazón de la bandera gringa, lo cual me llena de alegría pues por dada bandera de EEUU incinerada en estos tiempos se ha quemado también, lo sepan o no los quema-banderas, nuestra buena mierda tricolor). Esa tropa de giles comandada por Titae y Alvarito-transplante-de-hígado Henríquez, a quienes siempre he detestado profundamente, juntos o por separado, llamaron a apoyar la música nacional (“si es chileno es bueno”) y fueron tolerados por las hordas de raperos durante todo su set.
Luego salieron los Bad Seeds, y la hostilidad llegó a los niveles más altos, al punto que en rigor casi no pudieron tocar, Nick Cuevas se mosqueó y se retiró del escenario cuando la lluvia de pollos ya era intolerable, y costó unos buenos minutos de darlo todo entre el puñado de fanáticos que habíamos para que saliera de mala gana a ofrecer un par de temas más, en versión resumida, incluyendo “The mercy seat” y “From her to eternity”. Uno de los conciertos más tensos e intensos en que he estado.
De hecho, en un momento en que un piño de raperos avanzaba a puro escupitajo hacia el escenario, junto a mi hermana chica tratamos de encararlos, y pude aplicarle un buen gargajo en el rostro al que venía primero. Cuando se disponían a darme un severo tratamiento masivo de patadas, una chica karateca surgió de la nada, golpeó al primero en el hombro con un pie, y retrocedieron. Entre mi hermanita y yo le agradecimos como pudimos, y disfrutamos los últimos minutos del accidentado set.
Unos amigos fueron a dejarle a los Bad Seeds al hotel unas botellas de pisco, a modo de desagravio. Al otro día mi hermana y una amiga fueron al aeropuerto pro no los encontraron. En cambio, estuvieron un rato compartiendo con Cypress Hill. Los amigos de las botellas de pisco sí que se toparon con Nick Cave, que les ofreció vino, acusó recibo de una tremenda resaca de pisco, y les regaló un retrato de cada uno de ellos al lápiz en pequeñas hojas de papel. Cuando un guardia del aeropuerto Pudahuel le dijo a Nick que no podía beber vino en ese recinto, éste bajó la cabeza y dijo “sí señor”. Apenas se fue, descorchó otra. Uno de esos amigos, Orlando, ya falleció.
No voy a ir a verlos este viernes 5 de octubre (30 aniversario de la masiva validación de la Constitución de 1980 por un pueblo desesperado que se conformaba con sacarse de la presidencia a Pinochet. Jaime Guzmán y Pinocho mismo todavía se deben estar riendo desde su sitial a la derecha de Dios Padre) por dos sencillas razones:
1.- Mientras más conozco a los nuevos Bad Seeds más me gustan los antiguos Birthday Party, y
2.- ese día vamos a tocar, tras 21 años, con lo que considero la formación única y original de Disturbio Menor.