En estos días de calor y confusión mental generalizada, nada mejor que no tomar sol, y quedarse a la sombra de lo que se pueda estudiando las antiguas revistas COMUNISMO para manejar bien el ABC de todo anticapitalismo serio: la crítica de la economía política. Siguiendo el ejemplo de los grandes maestros, recomiendo refrescarse el gaznate con cerveza. Si Ud. no sigue a los grandes maestros (Engels, Marx, Bakunin...) y es abstemio o "straight edge", puede leer igual (aunque dudo de que vaya a comprender todo bien: demasiadas neuronas estorban), pero tómese entonces un buen jarro de agua de la llave. Es más barato, y además las bebidas y jugos sintéticos son pura mierda y hacen peor que una cerveza, por más degradada que esté la mayoría de las marcas que se consiguen hoy en día. Como banda sonora de esta exploración, nada mejor que
"Mort á crédit", el album doble de grabaciones solistas de Kaoru Abe en saxo alto y sopranino, producido por el gran Aquirax Aida en 1975.
CO21.1.2 Contribuciones a la crítica de la economía: Primera serie
de textos: delimitación de nuestra crítica de la economía: Objeto y método, su
relación dialéctica.
Economía política y economía vulgar: Definición
En este parte de nuestro trabajo
realizamos un conjunto de definiciones necesarias, en cuya contraposición se
define la crítica de la economía política y que como tales son sus
presupuestos. Se trata de precisar las grandes concepciones acerca de la
realidad económica (de la «economía») que la sociedad presente produce como su
propia afirmación (economía política y economía vulgar), y de especificar sus
características principales: su objeto, su método y su función social (8).
Por las mismas razones ya
expuestas en el primer texto, acerca de las dificultades de la exposición, la
que se realiza en esta parte del texto sólo adquiere su significado total y por
lo tanto se comprende su necesidad con la definición de la crítica a la
economía.
2.1. Distinción entre economía
política y economía vulgar
Hace más de un siglo Marx
establecía la distinción fundamental entre economía política y economía vulgar,
definiendo a una en oposición a otra:
«Entiendo por economía política
clásica toda la economía que desde W. Petty investiga la concatenación interna
del régimen burgués de producción, a diferencia de la economía vulgar que no
sabe más que hurgar en las concatenaciones aparentes, cuidando tan sólo de
explicar y hacer gratos los fenómenos más abultados, si se nos permite la
frase, y mascando hasta convertirlos en papilla para el uso doméstico de la
burguesía los materiales suministrados por la economía científica desde mucho
tiempo atrás y que por lo demás se contenta con sistematizar, pedantizar y
proclamar como verdades eternas las ideas banales y engreídas que los agentes
del régimen burgués de producción se forman acerca de su mundo, como el mejor
de los mundos posibles.» (9)
La distinción sigue siendo
totalmente válida, pertinente y de gran utilidad en la crítica de las doctrinas
económicas, aunque ella no se traduzca en absoluto por una separación neta de
«escuelas» (10) como se ha pretendido. Aunque hoy, como el propio Marx lo había
explicado y pronosticado (11), la economía política haya dejado de existir como
expresión orgánica con características totalmente propias y diferentes como
habían sido los escritos de Smith, Ricardo y otros, dado que incluso sus
mejores expresiones actuales (keynesianos, neoricardianos, marxistas) oscilan
permanentemente y se inclinan hacia la economía vulgar, sin que se pueda
básicamente distinguir en tal o tal autor a que concepción de base pertenece;
la distinción entre éstas sigue siendo fundamental, dado que no se trata de
encasillar a tal o tal autor, sino comprender el tipo de concepción posible y
la determinación de éstas como producto de las relaciones de producción. Así
por ejemplo es fundamental comprender el cambio necesario de concepción que
debe realizar el economista estalinista y postestalinista que pasa de la
economía política a la vulgar. En efecto, este define la economía como lo hacía
la economía política, tiene básicamente su misma teoría del valor (teoría que
denomina del “valor trabajo”), busca el mismo tipo de leyes en la economía (objetivas,
sociales...), incluso acepta la lucha de clases... pero olvida todo esto cuando
se trata de analizar su propia sociedad mercantil. Si bien no llega hasta la
religiosa fórmula trinitaria, niega la lucha de clases pretendiendo que ha
desaparecido a pesar de la existencia inocultable del salario, del dinero...;
sustituye la búsqueda de leyes objetivas y sociales por una lógica de la
elección; considera incluso que el valor de una mercancía puede determinarse
por la utilidad social, aceptando por lo tanto una concepción subjetivista del
valor en una sociedad mercantil. Realiza además la apología del mundo de la
mercancía y su armonía («Ley de desarrollo armonioso de la economía nacional»),
redefine la economía, como cualquier economista vulgar, como una ciencia al
servicio de la optimización en la utilización de ciertos medios escasos para la
realización de fines múltiples.
Para caracterizar adecuadamente
las diferencias básicas entre economía política y economía vulgar, se requiere
exponer brevemente el objeto y el método de cada una de las dos grandes
concepciones. Sin embargo una aclaración previa se impone. Varios autores han
intentado clasificar las escuelas de economía y cuando se dicen marxistas
tienen necesariamente que hablar de la «economía política» y de la «economía
vulgar». Pero lo que termina desnaturalizando totalmente ambas categorías, como
concepciones totalizadoras, es cuando a esas dos «corrientes» se le agrega una
tercera «escuela»... ¡y hasta una cuarta!
Es el ejemplo de Oskar Lange,
en La economía en las sociedades modernas, que en la explicación de
las teorías económicas burgueses, luego de exponer la economía política y la
economía vulgar, agrega primero lo que llama escuela histórica, que a su vez
divide en «vieja escuela histórica» (Rocher, Hildebrandt, Knies...), joven
escuela histórica (de Schomoller, Bucher y Lujo Brentano...), más otros autores
como Sombar y Weber; y segundo el institucionalismo (Veblen, Mitchell,
Comons... y más tarde Hobson).
Con esto lo único que hace Lange
es demostrar que no comprendió en absoluto lo que es una concepción general en
«economía», dado que las categorías «economía vulgar» y «economía política» no
existen para enumerar las tendencias, las opiniones, las escuelas, sino que
caracterizan una real concepción del mundo y que como tales, y al interior de
la economía política, sólo hay dos concepciones posibles.
Así, se puede tener una teoría
objetiva del valor, se puede adoptar una subjetiva y en la mayoría de los casos
las doctrinas económicas mezclan ambas, pero la pretensión de inventar una
teoría del valor de un tipo esencialmente diferente es un absurdo y
necesariamente recurrirá a los elementos objetivos del valor
(independientemente de la voluntad de los hombres) y/o se reconocerá en la
ideología subjetivista (dependiente de la utilidad que un objeto brinda).
Escuelas, opiniones, tendencias,
existirán decenas, cientos o miles, según el criterio de clasificación
utilizado, pero la contradicción economía vulgar-economía política no puede
tener tres polos, ni cuatro, sino necesariamente dos, aunque (y esto constituye
el abc de la dialéctica) la síntesis de ambos constituya una tesis que dé
origen a una nueva antítesis (crítica de la economía). En realidad es tan
absurdo pretender encontrar una nueva concepción, una tercera concepción en
economía, como pretender que además del idealismo y del materialismo podría
existir en la filosofía otra concepción. El hecho de que tal o tal tendencia,
escuela, autor... no mantenga todas las características de las concepciones de
base, y que se vea que ellas oscilan entre una y otra, y hasta a veces toman lo
peor de cada una (por ejemplo el idealismo lógico-formal), lejos de suponer la
inutilidad o la superación de la contradicción fundamental de concepciones, confirma
toda su validez.
Claro está que para
caracterizarlas brevemente como haremos aquí es necesario referirse a las
escuelas más representativas de cada una de las concepciones. Por lo dicho
anteriormente para caracterizar la economía política debemos referirnos a los
economistas clásicos y para caracterizar la concepción vulgar de la economía
tomaremos a los subjetivistas (que son algo así como los vulgarizadores de la
economía vulgar) en su variante dominante: la escuela neoclásica.
2.2. Objeto y método de la
economía política
La economía política parte del
análisis de la realidad económica, de la existencia y de las contradicciones de
clase, y a partir de esto delimita su objeto. Su máximo exponente, David
Ricardo, delimita así el objeto de la economía política: «Los productos de la
tierra, es decir todo lo que se retira de su superficie a través de los
esfuerzos combinados del trabajo, de las máquinas y de los capitales, se
reparten entre las siguientes tres clases de la comunidad, a saber: los
propietarios terratenientes, los poseedores de fondos de los capitales
necesarios para el cultivo de la tierra y los trabajadores que la cultivan.
Cada una de estas clases tendrá sin embargo, según el estado de la
civilización, una parte muy diferente del producto total de la tierra bajo el
nombre de renta, ganancia del capital y salarios, y esta parte dependerá en
cada época de la fertilidad de la tierra, del crecimiento del capital y de la
población, del talento, de la habilidad de los cultivadores, en fin de los instrumentos
empleados en la agricultura. Determinar las leyes que rigen esta distribución,
he ahí el principal problema de la economía política.» (12)
Sin embargo, teniendo en cuenta
el conjunto de la obra de todos los autores clásicos, nos parece totalmente
pertinente considerarlos también parte del objeto de la economía política,
determinar las leyes que rigen la producción de lo que será distribuido. En
efecto, de hecho estudian las leyes que regulan la producción y distribución en
la sociedad. Esto último concuerda con la definición que da Engels de la
economía política: «La economía política [...] es la ciencia de las leyes que
rigen la producción y el cambio de los medios materiales de subsisten en la
sociedad humana» (13).
Lo más decisivo e importante de
la economía política, lo que la hacía erigirse en tanto que ciencia, en la
época del apogeo del materialismo y el positivismo, es ese reconocimiento de
que la realidad objetiva obedece a determinadas regularidades, que pueden ser
investigadas, analizadas y enunciadas en tanto que leyes de la economía
política (14). El análisis propiamente dicho de esa realidad económica llevó a
la economía política, como paso analítico primero y fundamental a establecer
que el trabajo es la fuente de todas las riquezas de las naciones y a
considerar la teoría del valor-trabajo como la piedra principal de la economía
política.
En cuanto al método del
conocimiento de la economía política es el resultante de trasladar el de las
ciencias naturales al de las ciencias sociales, es básicamente materialista y
positivista, parte de la observación experimental para el estudio de la
realidad y procede en base a la descomposición analítica de la realidad, a la
que intenta reproducir por vía del pensamiento. Utiliza la abstracción, el aislamiento
de las categorías fundamentales, la concretización e intenta verificar la
teoría en la realidad. Intenta por lo tanto elaborar leyes objetivas, en tanto
que reproducción de las existentes en la realidad económica (en el objeto) y
social. Como tal es propiamente una ciencia social.
Para terminar esta breve
exposición acerca del objeto, el método y la función social de la economía
política mencionaremos algunas características centrales que sólo podremos ir
especificando cuando vayamos abordando la crítica a la economía política:
- es esencialmente ahistórica;
- corresponde fundamentalmente a
la burguesía y específicamente a las fracciones que se denominan normalmente
como «progresistas», es decir a las que intentan reformas profundas.
2.3 Objeto y método de la
economía vulgar
Para llegar a los economistas
vulgares actuales, los neoclásicos monetaristas, entre los cuales Friedman hace
figura de representante, los economistas hicieron un largo camino, en el que se
fueron separando idealmente, en nombre de la armonía y la libertad de elegir
(15), de toda explicación de la sociedad capitalista cuyo desarrollo se
manifestaba objetivamente como sinónimo del desarrollo de sus contradicciones y
de sus catástrofes: «Cuanto más se va acercando la economía a su pleno
desarrollo y más se va revelando como un sistema hecho de contradicciones, más
va levantándose frente a ella su elemento vulgar, nutrido con las materias que
a su manera se va asimilando, hasta convertirse en un sistema especial que
acaba encontrando su expresión más genuina en una amalgama desprovista de todo
carácter. A medida que la economía va ganando en profundidad tiende a expresar
sus propias contradicciones y paralelamente con ello se va perfilando la
contradicción con su elemento vulgar, a la par que las contradicciones reales
se desarrollan en el seno de la vida económica de la sociedad. Al paso con
esto, la economía vulgar, deliberadamente va volviéndose más apologética y
pugna por hacer que se esfumen a todo trance las ideas en que se manifiestan
aquellas contradicciones». (16)
La economía vulgar, cuyos
orígenes pueden encontrarse en la economía política vulgarizada, ha tenido un
conjunto de representantes hasta llegar a sus formulaciones propias. En este
eslabón intermedio encontramos por ejemplo a los economistas J.B. Say, Th. Malthus, Carey, Bastiat, Dühring, J.
Mill, J.S. Mill, Senior, Jevons y otros. Menger, que es conceptuado como
el fundador de la concepción subjetivista, define como objeto de la economía
«la utilidad como significación del objeto para el bienestar». Sus
representantes más conocidos en esa época son Walras, Pareto, Böhm-Bawerk...
Con Alfred Marchall la concepción toma la forma precisa de la escuela
neoclásica actual, que pregonan L. Robins, E. Scheider, P. Samuelson y tantos
otros.
Todos los neoclásicos modernos se
identifican con esta definición de Lionel Robbins del objeto de la economía:
«La ciencia que estudia la conducta humana como una relación entre fines y
medios limitados que tiene diversa aplicación» (17). Así, la de E. Schneider,
aunque trata de ser más completa, no contiene ningún cambio sustancial: «El
dominio de la ciencia económica es aquel sector de la actividad del hombre
consistente en actos de disposición de medios escasos para la realización de
fines humanos que resultan de necesidades y deseos».
Como resulta de estas
definiciones, no se trata de estudiar una esfera particular de la sociedad
(esfera económica: producción, distribución... como es el caso en la economía
política) tal como ésta es, sino de situarse en la toma de decisiones y de
determinar cual sería la más «racional» en la asignación de recursos con el
objetivo de obtener fines alternativos.
De ello se desprende ya que el
tipo leyes que intentará determinar esa doctrina económica no son objetivas,
sociales (de hecho se desconoce todo carácter social de la economía), sino
subjetivas y praxeológicas, y que la economía así entendida puede ser aplicada
a cualquier tipo de conducta humana que suponga la renuncia a algunas cosas
para obtener tales y tales fines: puede aplicarse tanto a decisiones
económicas, como religiosas, políticas, ideológicas, de utilización del tiempo
libre, etc.
Dicha búsqueda de la decisión
racional parte de un postulado especulativo fundamental, a saber que el hombre
por naturaleza (en cualquier tipo de sociedad) busca maximizar cierta cosa
(cuya denominación moderna es la utilidad). Esta concepción antropológica que
se encontraba ya presente en la economía clásica, especialmente en David
Ricardo, según el cual la naturaleza humana se movería por el interés personal
que llevaría a la maximización de la ganancia, es el verdadero principio
económico de dicha escuela. Con Senior dicho principio es definido como la
obtención de riquezas suplementarias con el mínimo de sacrificio posible (o
maximización de ingresos con minimización de esfuerzos), mientras que con
Jevons la relación se cosifica totalmente y se define el objetivo del hombre
como la obtención del máximo placer en su relación con los objetos con el mínimo
de desplacer. Marshall considera que el hombre busca maximizar el bienestar
material, que según él se logra mediante la posesión de bienes.
A la economía, tal como estos
señores la entienden, no le interesa en absoluto el explicar dicho principio
económico. El cómo es posible que el hombre tenga como objetivo dicha
maximización le tiene sin cuidado, queda totalmente fuera del objeto de la
economía, de ahí el carácter de postulado especulativo. Con más fuerte razón
aún el hombre mismo, la génesis histórica de ese hombre que imaginan esos
señores como eterno y universal, constituye un dato a priori que la economía no
debe tratar. El Hombre, con gran H, es el homus economicus, el que busca
maximizar la utilidad.
La utilidad es toda magnitud
susceptible de ser realizada en diversos grados por lo que es susceptible de
ser maximizada. Esta magnitud cuando posee contenido religioso se denomina
salvación, cuando tiene contenido político se llama poder, cuando su contenido
es material se transforma en ganancia, salario o ingreso, y cuando su contenido
es psicológico se denomina placer... La economía se transforma por consiguiente
en una ciencia formal, que se ocupa de la actividad racional encaminada a
maximizar cualquier especie de magnitud.
Se renuncia por completo a la
teoría del valor trabajo, y la concepción subjetiva del valor y de los precios
como resultante de la teoría del consumidor y de la demanda de un lado y de la
teoría de la empresa y la oferta del otro toma su lugar. En todos los casos,
dado que se trata de darle la espalda a las reales y contradictorias relaciones
sociales-económicas, considerando exclusivamente la relación hombre-cosa (o la
relación del hombre consigo mismo en tanto que diferentes alternativas de
utilidad), es exactamente lo mismo que ese «hombre» sea un agricultor medieval,
un empresario industrial, un obrero explotado, un especulador de bolsa o un
desocupado. Pero como cuando el economista vulgar está en pleno proceso
deductivo con su homus economicus, con su hombre ideal, no quiere ser molestado
por la bajeza de la realidad cotidiana del hombre real (18), imagina siempre al
hombre aislado, fuera de la sociedad haciendo «la economía», lo que como Marx
ha señalado es tan absurdo como imaginarse el lenguaje sin la sociedad. De ahí
las robinsoneadas, que siguen incursionando con tanto éxito en las
universidades y que constituyen la quintaesencia de las teorías del equilibrio.
Ya Bastiat en sus Armonías
económicas escribe: «Las leyes económicas actúan según el mismo
principio, bien se trata de una numerosa aglomeración de hombres, de dos
individuos o incluso de uno solo, condenado por la fuerza de las circunstancias
a vivir aisladamente. Este individuo si pudiera subsistir al lado durante algún
tiempo sería a la vez capitalista, empresario, obrero, productor y consumidor.
Toda la evolución económica se cumpliría en él» (19). La sociedad es siempre
esa sociedad fantasma que resulta de la suma de «hombres» económicos, de
«hombres» esencialmente aislados. Bujarin hace una rápida recapitulación de los
ejemplos de esos «Robinsones económicos» (20), que aparecen en los economistas
vulgares más conocidos en su época: Bühm-Bawerk y Menger. Dice así (citando en
cada caso la referencia correspondiente):
«Böhm-Bawerk elige sus ejemplos
para exponer sus puntos de vista: "Un hombre se encuentra cerca de una
fuente de la que mana en abundancia una excelente agua potable". Con esas
palabras comienza el análisis de la teoría del valor de Böhm-Bawerk. Después
aparecen en escena un viajero en el desierto, un agricultor aislado del mundo
entero, un colono "en su cabaña aislado en medio de la selva virgen",
etc. Pueden encontrarse en Menger ejemplos del mismo tipo: "los habitantes
de un oasis", "un individuo que padece de miopía en una isla
desierta", "un agricultor trabajando aisladamente", etc.»
Incluso en nuestros días, los más
claros representantes de la economía vulgar, no sienten ningún inconveniente en
proclamar el carácter natural y universal de su ciencia; así por ejemplo
Samuelson presentará los «problemas fundamentales de toda sociedad económica»
en la siguiente forma:
«Toda sociedad, sea un Estado
comunista (sic-sic-sic) totalmente colectivizado, sea una tribu de polinesia,
sea una nación industrial capitalista, sea una familia de Robinsones suizos o
Robinsones Crusoes (y hasta casi podríamos agregar un panal de abejas) debe
resolver de alguna manera tres problemas económicos fundamentales, a saber:
1. ¿Qué bienes ha que producir y
en qué cantidades? O dicho de otra forma: ¿Cuáles de las múltiples mercancías
(21) y servicios deben ser producidos y en qué proporciones?
2. ¿Cómo deben ser producidos
esos bienes? O dicho de otra forma: ¿Por quién, con qué recursos y con qué tipo
de procedimientos técnicos?
3. ¿Para quién esos bienes deben
ser producidos? O dicho de otra forma: ¿Quién será habilitado para beneficiarse
con las mercancías y servicios procurados por el aparato de producción? O para
expresar la cuestión en términos diferentes: ¿Cómo el producto nacional total
debe ser repartido entre los diferentes individuos y familias? (22)
Estas tres cuestiones son
fundamentales y comunes a todos los sistemas económicos».
El método de la economía vulgar
está totalmente determinado en tanto que lógica formal de la elección. Sus
procedimientos principales son los de la lógica formal, la inducción y la
deducción (con claras preferencias por el aspecto matemático de esta última).
Pero en todos los casos el verdadero punto de partida es un conjunto de
postulados especulativos que en forma inconsciente o consciente son el
resultado de inducir, generalizar ahistórica y asocialmente, una cierta
observación. La observación, la experimentación... no constituyen nunca lo que
le da vida a la exposición, sino que en todos los casos se parte de supuestos
(23), postulados, y luego a través del procedimiento lógico deductivo se
elaboran las leyes a las que el comportamiento de los sujetos económicos
debiera amoldarse. La economía vulgar no se preocupa de explicar cómo llega a
aquellos supuestos, ni siquiera es totalmente consciente del proceso
observación-inducción que sin embargo opera, sino que tanto la investigación
como la exposición comienzan con el razonamiento deductivo, y considera la
ciencia como sinónimo de la deducción, y la verificación como idéntico a la
coherencia interna del modelo, «verificación» a la que la matemática, la
econometría, etc. le daría mayores garantías. Es bastante conocida esa
religiosidad cuantitativa ‑lógico formal‑ que domina la «ciencia económica
contemporánea»; ha sido también criticada la irrealidad de los supuestos que
asume; pero ha sido menos criticado el método inductivo de elaboración de tales
supuestos, lo que objetivamente le hace el juego a la economía vulgar, al
criticar sólo la parte que ésta decide exponer. Por otra parte es precisamente en
este procedimiento donde aparece más claramente la real vinculación de la
economía con la realidad, en tanto que teoría de una clase social específica,
la burguesía; en la defensa de un modo de producción especifico, el
capitalismo.
Basta preguntarse de dónde salen
todos los supuestos especulativos de los economistas vulgares para encontrar en
este mundo su respuesta. ¿De dónde sale ese postulado que recorre toda la
economía vulgar en más de un siglo de existencia, de que el objetivo del hombre
es el de maximizar la utilidad, el de poseer el máximo bienestar material,
etc.? Ni más ni menos que del capitalista real, de carne y hueso. La inducción
opera precisamente en general en forma inconsciente, tanto para el capitalista
como para su economista, que se imaginan que el mundo funciona y funcionó
siempre a su imagen y semejanza, que él es la naturaleza del hombre
realizándose. Con ese salto de lo particular a lo general, de ese tipo
particular y limitado, de una sociedad particular y limitada, se construye el
hombre general, el hombre por naturaleza, y la sociedad general y natural.
De la misma manera se procede con
todos y cada uno de los otros grandes postulados especulativos: la existencia
de un determinado marco institucional jurídico político, la existencia de una
escala de preferencias para el consumidor (denominada también función de
utilidad), las estructuras técnicas dadas (sobre la base de las cuales se
elaboran lo que se denominan funciones de producción). Por lo tanto los
postulados especulativos no son solamente ideales e incapaces de reflejar la
realidad, como se ha insistido muchas veces, sino que expresan esa realidad
caricaturizada como resultado de la idealización que hace el capital de sí
mismo.
Las leyes de la economía vulgar
son pues básicamente formales y praxeológicas, obtenidas por la idea y la razón
pura, no admiten ninguna contrastación con la realidad económica; son
asociales, ahistóricas y como además se obtienen básicamente a partir de
postulados especulativos son especulativas. La función social es básicamente la
de trasladar al lenguaje de la ciencia las ideas que los agentes de la
producción burguesa se hacen de la sociedad, ocultar los antagonismos reales,
realizar la apología de la misma al igualarla a su polo positivo (24) y representa
básicamente los intereses de la fracción de la burguesía que se considera
conforme con el statu quo, con la que se denomina normalmente conservadora,
reaccionaria (25). Es a esta fracción propietaria de empresas «públicas y
privadas» que esta economía brinda sus mejores servicios, no sólo como
justificación, defensa, apología, sino también como instrumental técnico
deductivo para la asignación de recursos en forma coherente con la maximización
de la tasa de ganancia y en general para la administración de los negocios.
Este último punto es demasiadas veces despreciado por la economía política, que
contenta de poder ridiculizar por su desvinculación total con la realidad
social a los economistas neoclásicos, no comprende la validez técnica (precisamente
no como ciencia, sino como lógica formal de la elección) de la economía
neoclásica. Sin embargo esta última se sigue demostrando como mucho más apta
para la toma de decisiones empresariales y estatales en coherencia con las
necesidades del capital (lo que constituye su verdadero objetivo), mientras que
la economía política como concepción prosigue su plena decadencia y termina
siempre haciendo entrar por la ventana lo que expulsa por la puerta: critica
hasta el cansancio a la economía vulgar hasta que le toca administrar al
capital y en este caso se vulgariza totalmente. Una confirmación irrefutable de
dicha tesis es la importancia siempre creciente de la enseñanza de una
«economía» cada vez más neoclásica en los países cuya doctrina de Estado es la
economía política: Rusia, Polonia, Cuba...
2.4. Oposición fundamental
entre economía política y economía vulgar
Esquemáticamente y sin pretender
ser exhaustivos podríamos señalar los siguientes aspectos como los
fundamentales de la oposición economía política y economía vulgar, lo que
servirá al mismo tiempo de síntesis del capitulo:
1. Mientras la economía política
estudia la realidad trata de poner al descubierto las leyes sociales que
regulan la producción, la distribución y el consumo, lo que la lleva a aceptar
la existencia de contradicciones sociales y de la lucha de clases en su propia
teoría; la economía vulgar ni siquiera tiene por objeto el estudiar el ser de
las cosas, sino que estudia las reglas que debiera adoptar la actividad humana
para maximizar cierta magnitud considerada el fin de la actividad económica
(utilidad). Cuando se refiere a la realidad económica y a la lucha de clases,
lo hace saliéndose de su propio objeto de estudio y considera dichas realidades
no como algo inherente a la sociedad del capital, sino como ciertas
alteraciones (es así que se introducen los monopolios ‑«competencia imperfecta»‑,
los sindicatos, etc.) con respecto a ese mundo de Robinsones y competencia
perfecta donde elabora sus categorías y realiza sus elucubraciones deductivas.
2. El tipo de leyes que elabora
la economía política pretenden ser objetivas ‑sociales e históricas (26)‑ en un
doble sentido, en el de reflejar las leyes que existen en la realidad misma de
las cosas (27) y en el de reconocerlas como ajenas a la voluntad de los
hombres; mientras que por el contrario las de la economía vulgar parten
precisamente de la voluntad de los hombres, de la motivación individual (28) e
intentan «racionalizar» el comportamiento económico de los hombres, es decir
asegurar la maximización del fin perseguido; esas leyes son por lo tanto
praxeológicas.
3. Esta oposición en el carácter
de objetivo y subjetivo de ambas concepciones en sus categorías y en la
concatenación de esas categorías, es decir en las leyes, aparece notablemente
concentrada en esa piedra fundamental de toda doctrina económica que es la
teoría del valor de las mercancías: la economía política tiene una concepción
objetiva del valor, mientras que para la economía vulgar el valor es una
magnitud íntegramente subjetiva. Es decir para la economía política el valor
está básicamente determinado por el tiempo de trabajo incorporado en las
mercancías (29), magnitud social objetiva que no depende en absoluto de la
voluntad, el placer, el desplacer, la motivación de los individuos; para la
economía vulgar, que desconoce el estudio de las relaciones objetivas entre
hombres y lo suplanta por las relaciones subjetivas entre hombre y cosa, el
valor se va a confundir con el precio confluencia entre oferta y demanda,
determinadas a su vez subjetivamente por su valor de uso, por la utilidad que
experimenta un hombre de poseer esa cosa.
4. Las diferencias metodológicas
están implícitas en los puntos anteriores: la economía política es
esencialmente materialista y positivista, parte de la observación y la
experiencia, estudia la realidad, la descompone analíticamente, vuelve a
comparar esas conclusiones con la realidad, tratando siempre de aproximarse
asintóticamente a la realidad por vía del pensamiento; mientras que por el
contrario la economía vulgar es esencialmente idealista-especulativa, la
realidad como tal no entra en el análisis, ni éste trata de reflejar aquélla
(aunque sea en última instancia esa realidad la que le dicta al apologista las
hipótesis, los supuestos), sino que éste procede a partir de un conjunto de
postulados especulativos a partir de los cuales se opera la deducción y por lo
tanto dicha economía no es más que una lógica de elección en donde se procura
definir lo «racional» en concordancia con lo que se define como el principio
económico.
5. Mientras que la economía
política puede criticar la sociedad presente en muchos de sus aspectos y
critica también su visión idealizada, la economía vulgar es básicamente una
proposición de administración eficiente.
He aquí expresada sintéticamente
la oposición. En los textos siguientes veremos hasta qué punto ambos polos
forman una unidad, contra la cual se levanta la crítica a la economía.
****
«La religión, la familia, el
Estado, el derecho, la moral, la ciencia, el arte... no son otra cosa que
formas especiales de la producción, hallándose sometidas a su ley general. Por
tanto la superación positiva de la propiedad privada apropiándose de la vida
humana (es decir el comunismo NDR) es superación positiva de toda enajenación,
o sea el retorno del hombre desde la religión, la familia, el Estado... a su
existencia humana, es decir social».
Marx, 1844
****
Notas
8. El conjunto coherente de estos
elementos esenciales, objeto, método, función social, es lo que llamamos
concepción. El hecho de que esos elementos sean asumidos o no como una
totalidad por los autores o que estos lo ignoren totalmente no nos interesa
aquí.
9. K. Marx, El capital,
FCE I, p. 45. Ver también «Teorías de la plusvalía»,Comunicación T.
II, p. 392 a 398.
10. Marx señalaba ya en su tiempo
que los economistas clásicos caían seguido en las aberraciones de la economía
vulgar, incluso en su expresión más caricatural: la fórmula trinitaria. Ver por
ejemplo El capital, FCE III, p. 768.
11. Ver «De Ricardo a la economía
vulgar», en «Teoría de la plusvalía», Comunicación, T. II, p. 97 a
398.
12. Ricardo, David, Des
principes de l'economie politique et de l'impot.
13. Engels, F., Anti-Dühring.
14. Es cierto, sí, que este
materialismo, como todo el materialismo vulgar, estaba a su vez basado sobre un
conjunto de ideas cuya relación con la realidad no se intentaba establecer,
sino que se consideraba como postulado previo al análisis. Es el caso de la
«visión clásica» (que fuera por primera vez expuesta sistemáticamente por Adam
Smith), que consiste en concebir la economía como un mecanismo ordenado
resultante de un conjunto de decisiones individuales que operan en base al
mecanismo de prueba, error y rectificación y según la cual a pesar de que cada
individuo al tomar tales decisiones actúa movido por su propio interés (lo que
constituye el principio económico-antropológico de toda la concepción clásica)
éstas se compatibilizan en el mercado como si una mano invisible orientara esas
decisiones individuales en el sentido de la totalidad. Esta visión no forma
arte del análisis de la realidad económica propiamente dicha, no deriva de una
contrastación minuciosa teoría-realidad, no deriva de forma exclusiva de la
observación de la realidad misma, sino que es un acto cognoscitivo
preanalítico.
15. «Libertad de elegir» es el
nombre de la última apología panfletaria efectuada por Friedman.
16. Marx, «Teorías de la
plusvalía», op. cit., T. III, p. 394.
17. Robbins, L., Naturaleza
y significación de la ciencia económica.
18. La economía vulgar es así el
correspondiente a un hegelianismo sin dialéctica.
19. Citado por Bujarin, N.,
en Economía política del rentista.
20. Es curioso constatar que
incluso ese «hombre económico», que es capaz de decisiones económicas, de la
libertad de elegir de un Friedman, que pretende representar a todos los hombres
y hasta el «H»ombre en general, sea siempre y sistemáticamente Robinson y no
Viernes. He aquí la pista de la verdadera vinculación con la realidad de la
economía vulgar, es una economía de los que son «libres para elegir», es una
«economía de los capitalistas» y se trata de buscar las mejores formas de
administrar.
21. Obsérvese bien hasta que
punto la universalización y la naturalización no tiene ningún punto de partida
natural y universal, sino el limitado y estrecho horizonte del burgués medio,
es decir que todo parte de imaginarse como eterno, general y hasta más
universal que la especie humana (¡las abejas!) lo que no es más que una forma
social e histórica especifica: la producción de mercancías.
22. Obsérvese de pasada que para
el economista vulgar su mundo universal y natural contiene siempre: individuo,
familia, nación, y porqué no, Estado nacional.
23. Los postulados fundamentales
de la concepción (como por ejemplo la concepción antropológica del hombre en
cualquier época y de cualquier clase buscando la máxima utilidad) se encuentran
en general implícitos y ni siquiera se considera necesario explicarlos. Sólo se
hacen explícitos algunos postulados de segunda categoría (no por esto más
próximos de la realidad, como por ejemplo la competencia perfecta).
24. «Idealización que hace el
capital de si mismo» e «igualar la sociedad en la idea a su polo positivo» son
expresiones que adquirirán todo su significado en el transcurso posterior de la
exposición.
25. Sin embargo no nos parece
pertinente la tesis de Bujarin que la asocia exclusivamente a la fracción del
capital que se retira de la actividad empresarial para vivir de rentas.
26. Sin embargo nunca lo son en
su totalidad. La economía política renuncia permanentemente al carácter
histórico de las leyes económicas. Marx observará que para los economistas
clásicos hubo historia pero ya no la hay más. El capitalismo (o mejor dicho el
polo positivo del capitalismo) es para la economía política la estación final
de la historia, y para defender esa posición la economía política no renuncia
sólo al carácter histórico del análisis del capitalismo, sino al análisis del
pasado: todas las categorías actuales parecen existir desde siempre en la economía
política. Por lo tanto si señalamos aquí que las leyes pretenden ser históricas
es para señalar una contraposición real con la economía vulgar, pues la
economía política se ocupa de la evolución histórica de la sociedad, pero
téngase presente que este objetivo es siempre traicionado en la práctica, que
en el análisis histórico se liquida siempre la historia como globalidad aunque
se mantenga a veces algunos de sus episodios (por ejemplo la crítica a la
sociedad feudal).
27. A estas leyes se las denomina
generalmente «leyes de la economía política». Para la economía vulgar esta
distinción, dado que no se trata de reproducir la realidad por vía del
pensamiento, no tiene sentido: todas las leyes son leyes de la economía.
28. Sombart, resumiendo el
subjetivismo, dice: «La motivación del acto económico ‑individual‑ se halla
siempre en el centro mismo del sistema». Citado por Bujarin, N.
29. El hecho de que los clásicos
incluso Ricardo, D., renuncien seguido a esa posición y se aproximen, a través
de la teoría del «costo de producción» y de la oferta y la demanda, a las
concepciones subjetivistas sólo confirma lo que señalábamos al principio del
capítulo: incluso los clásicos se salen de su propia concepción, la economía
política, y adoptan aspectos fundamentales de la economía vulgar.
Etiquetas: a desalienar, alcoholes, critica de la economía política, GCI, Kaoru Abe, queca queca que calor
# posted by Metal Guru : 12/28/2016 03:43:00 p.m.
Habría que estudiar todo el año y más o menos eso uno hace, en la medida de lo posible. Pero el verano suele dar oportunidades de aprender junto a más camaradas, y eso siempre es enriquecedor y debe ser estimulado y ampliado.
El viernes pasado ya fue la primera sesión de esta iniciativa. Y ahora viene la segunda patita: Introducción a la crítica de la Economía Política, más una exposición sobre el concepto de Subsunción.
Si tuviera que rehacer mi vida, o fuera preceptor de alguna persona joven, recomendaría leer estos textos de Karl Marx en el siguiente orden:
-Contribución a la crítica de la Economía Política
-Grundrisse 1 y 2
-El Capital, Libro I.
-El Capital, Capítulo VI inédito.
Como ya no lo hice así, ni soy preceptor ni educador de nadie, recomendaría ir este viernes, y tratar de leer previamente por lo menos la serie que en su momento (mediados de los 80) publicaba la revista
COMUNISMO del GCI, partiendo por esto (recomendando encarecidamente escuchar mientras se lee este notable album solista del gran saxofonista japonés
Kaoru Abe: Partitas, de 1973, que en sí mismo opera como una poderosa crítica de la alienación):
CO21.1.0 Presentación de la rubrica
"Contribuciones a la crítica de la economía"
«Toda la mierda de la economía
política desemboca en la lucha de clases.»
Marx
Los escritos que siguen inauguran
en Comunismo una sección específica con el objetivo de
contribuir a la crítica de la economía. Hasta el momento en Comunismo,
al lado de los artículos sobre distintos aspectos de la lucha de clases, de
afirmación programática, hemos tendido –con mayor o menor regularidad– a ir
creando un conjunto de rúbricas como «Memoria obrera», «Subrayamos», «Perlas de
la burguesía»...
En qué medida la problemática de
la crítica de la economía no es algo separado de la lucha revolucionaria contra
el capital, en qué medida no es algo teórico en oposición a la práctica de la
guerra social, quedará sumamente clarificado en la primera serie de
textos de esta rúbrica, que tienen por objeto la delimitación de nuestra
crítica de la economía: objeto y método, su relación dialéctica. Quedará
también claro que todas las tentativas de hacer una «economía marxista» son
parte de la ideología contrarrevolucionaria, que la praxis de la crítica de la
economía es la lucha revolucionaria en su conjunto y que el sujeto de la misma
no es tal o tal teórico o reformador del mundo, sino el proletariado en su
contraposición práctica con la economía; o mejor dicho aún, el proletariado en
tanto que fuerza de abolición del orden social capitalista mundial, es decir en
tanto que partido.
Pero ello no implica en absoluto
desconocer la importancia de la fase teórica de la crítica de la economía, ni
la de las principales contribuciones a dicha crítica (que para nosotros siguen
siendo fundamentalmente las obras de Marx y Engels al respecto), sino asumir la
misma como parte indisociable de la guerra revolucionaria de nuestro partido
histórico contra toda la sociedad actual (lo que incluye muy especialmente la
crítica de todas las doctrinas económicas, de toda la economía política, y
particularmente de la parte de la misma que se autodenomina economía marxista).
Que se desengañe pues el lector
que pretenda encontrar en nuestra revista textos de economía, o de polémicas
acerca de la «teoría de las crisis», pues es exclusivamente en el sentido que
hemos expuesto que consideramos válida la realización de una rúbrica particular
sobre la crítica de la economía, en la que subrayaremos la importancia de las
contribuciones fundamentales de nuestro partido al respecto e iremos publicando
textos elaborados por nuestro grupo (GCI) o por compañeros que hoy se sitúan
objetiva, pero también voluntaria y conscientemente, en nuestra misma línea
histórica de organización de la comunidad internacional de lucha del
proletariado contra el capital mundial.
Antes que nada en esta rúbrica
publicaremos textos que retoman el ABC de la crítica iniciada por Marx y
Engels, como por ejemplo esta primera serie de textos que definirán los
elementos claves de la crítica de la economía, para luego comenzar en la forma
mas sistemática y sintética posible a exponer una comprensión –totalmente
contrapuesta a todas las doctrinas económicas– global, histórica y substancial
de la economía mundial en tanto que totalidad, es decir en tanto que capital
como modo exclusivo de producción y de reproducción mundial. Dichos ejes son
decisivos en la necrología de la sociedad actual, necrología que
constituye a la vez el punto nodal de nuestra crítica y la clave general de la
ruptura con el análisis que hace el capital de sí mismo: la economía política
no es ni más ni menos que la ciencia del capital autoanalizándose, como iremos
sucesivamente poniendo en evidencia.
Además, y/o conjuntamente, con
contribuciones que consisten principalmente en subrayar o revalorizar aspectos
ya expuestos, anteriormente a nosotros, de ese ABC (para lo cual el criterio
central es siempre lo que las mayores fases de revolución y contrarrevolución,
de afirmación práctica del programa revolucionario y de revisionismo
reformista, han determinado como centrales), en esta rúbrica habrá aportes, es
decir clarificaciones y análisis teóricos que pongan en evidencia elementos del
programa nunca antes tratados a fondo. Al respecto, tal vez con mayor necesidad
que en otras rúbricas, debemos destacar que este tipo de materiales de partido
no pueden considerarse como materiales cerrados, acabados, sino que por las
características mismas de su elaboración (exposición efectuada por uno, a lo
máximo un equipo pequeño de compañeros en un momento histórico dado, pero
resultante de la lucha y el esfuerzo colectivo de toda la lucha histórica
contra el trabajo) muchos de ellos serán esbozos, bosquejos... En efecto, en
todas las épocas una parte esencial, decisiva, del trabajo de restauración
programática ha adoptado esta forma de contribuciones inacabadas, textos
semielaborados, que, a pesar de ello, lejos de caer en el inmediatismo han sido
fundamentales en la comprensión histórica del programa comunista como
totalidad. Pensamos evidentemente en materiales como los de Marx y Engels, que
si hubieran esperado a publicar su obra cuando la hubiesen terminado no
conoceríamos nada de ellos porque, casi sin excepción, todos los textos
decisivos quedaron en el estado de notas, manuscritos o publicaciones de partes
de textos que nunca se terminaron, pero también en los de muchos otros
militantes revolucionarios menos conocidos.
Ello implica desde el punto de
vista de nuestro grupo el asumir explícitamente, contra toda visión
democratista, que en la prensa revolucionaria deben reproducirse textos no
asumidos aún por el conjunto de compañeros, contribuciones particulares sobre
problemas aún no discutidos o incluso –dentro del cuadro programático global–
posiciones contradictorias sobre una misma cuestión, que reflejan las
discusiones existentes en el seno del grupo (¡y si no hay ese tipo de
posiciones contradictorias no se trata de un organismo vivo de la clase
revolucionaria, sino de un cadáver!).
Si bien desde el origen del GCI
esto forma parte de nuestra comprensión, en las primeras fases de nacimiento y
conformación de nuestro grupo, en las de elaboración y confección de nuestras Tesis
de orientación programática (que traducen siete años de trabajo y la
existencia de más de una decena de versiones sucesivas y en distintos idiomas),
hemos tendido a que los materiales publicados sean el resultado más colectivo
posible de nuestro grupo (1) pues la prensa era un elemento decisivo de nuestra
centralización efectiva (interna y en relación a otros compañeros próximos de
nuestras posiciones). En efecto, la publicación de materiales no asumidos por
todos los compañeros del grupo o de materiales contradictorios puede constituir
un elemento de descentralización, de desorganización, si no va acompañado de
una centralización política más profunda. Es decir que es la centralización
política efectiva, la solidez en la defensa de las mismas posiciones globales
–especialmente en una organización como la nuestra que publica en varios países
e idiomas diferentes y que busca la máxima descentralización geográfica
posible– la que permite asumir correctamente la publicación de textos
semielaborados, de contribuciones puntuales de un compañero, o equipo de
compañeros, sin pretender que todos ni una mayoría de los compañeros del grupo
asimilen, y/o acuerden con la totalidad de aportes y posturas contenidos en
ellos. Internamente hemos dado pasos importantes en la homogenización y
centralización política y por lo tanto creemos poder asumir la publicación de
ese tipo de materiales en buenas condiciones. Con relación a nuestros lectores,
simpatizantes, colaboradores... nos parece fundamental que la publicación de
ese tipo de materiales sea comprendida como simultánea y convergente con la de
otros que reflejan nuestra unicidad de posiciones internacionales e
internacionalistas, nuestra centralización política efectiva. Al respecto en
forma creciente hemos tendido a que todas nuestras publicaciones reflejen ese
centralismo efectivo existente en base a afirmaciones programáticas idénticas
en todas las lenguas o países en los que actuamos: mismo epígrafe en todas las
publicaciones internacionales indicando sintéticamente nuestro programa
(“Dictadura del proletariado para la abolición del trabajo asalariado”),
publicación de una pequeña síntesis de nuestras posiciones en todas las
revistas centrales (ver Comunismo nº 19, pág. 22), y sobre
todo un gran esfuerzo en la traducción cada vez más frecuente de diferentes
textos entre nuestras revistas centrales (francés, español, árabe, inglés,
portugués). Con esa misma inquietud realizaremos una unificación de los títulos
de nuestras publicaciones (todas las revistas centrales se llamarán de la misma
manera y habrá una homogeneización de los títulos de las revistas locales),
seguiremos multiplicando las traducciones y además daremos a conocer
públicamente en todas las lenguas que podamos la versión que hemos alcanzado de
nuestras Tesis de Orientación Programática (2).
Específicamente en cuanto a
nuestra sección de «Crítica de la economía» usamos el mismo criterio. Por un
lado es el resultado global y general del desarrollo de nuestro grupo y en
especial de un conjunto de clarificaciones operadas en función de la crítica
colectiva al texto aparecido en francés “La nature catastrophique du
capitalisme”, que hoy consideramos no sólo que tuvo más errores que aportes,
sino que globalmente no supo delimitar la ruptura con la economía política y
que resta aún prisionero de una visión economicista de la obra de Marx. Por el
otro, los materiales disponibles existentes, en esa misma línea, en los
distintos idiomas (principalmente francés y español) no son simples
traducciones, sino contribuciones de diferentes compañeros que escriben en su
lengua materna. Hemos decidido pues empezar con la publicación de algunas
contribuciones de base en este sentido. Aunque los temas y los textos no
coincidan en francés y en español, en una etapa posterior habrá, como es
lógico, traducciones en ambos sentidos.
La mayoría de los materiales de
base con los que se realiza esta primera serie de textos en español, que
explican lo que es la crítica de la economía y delimitan el objeto y el método
de la misma, se lo debemos a nuestro simpatizante y colaborador R.A., quien
desde Argentina nos hiciera llegar el borrador de parte de su libro (creemos
que aún inédito): El capital y su necrología.
Para terminar esta presentación
de nuestra rúbrica de crítica de la economía queremos subrayar que nuestra
contribución a este eje invariante de la lucha revolucionaria lo comenzamos
modestamente, porque nuestras fuerzas son modestas, pero el trabajo que tenemos
por delante es inmenso e indispensable. Por lo tanto, esto debe considerarse
como un llamado más a contribuir a nuestro esfuerzo. Toda contribución real a
la crítica de la economía será muy bienvenida.
Notas
1. Ello no ha impedido sin
embargo que la publicación de ciertos textos planteara interna y externamente
problemas muy grandes por los desacuerdos evidenciados tanto antes como después
de su publicación. De las distintas publicaciones de nuestro grupo, nuestra
revista central en francés Le Communiste es la que ha
concentrado más este tipo de problemas (hay que tener en cuenta que dicho
idioma es por el momento, con respecto a otros idiomas, el comprendido por el
número mayor de compañeros), en especial en los primeros números. Fueron
necesarios varios años de polémicas, de fortificación de la centralización, de
rupturas contra resabios leninistas y con la ideología de la economía política
para que se hayan criticado abiertamente algunos textos publicados en esa época
y que hoy el GCI no reconoce como suyos, como «Pour un front de classe» (Le
Communiste nº 3) o «La nature catastrophique du capitalisme» (Le Communiste nº
7).
2. Si insistimos tanto en las
versiones sucesivas y las que todavía vendrán es para luchar por anticipado
contra el mito de tomar este tipo de plataforma como un texto sagrado. Se
trata, ni más ni menos, de una presentación global y sintética del conjunto de
posiciones fundamentales que orienta nuestra actividad y como tal refleja un
momento del trabajo colectivo permanente de restauración programática en la
línea invariante: de profundizar cada vez más precisamente las implicaciones
programáticas de las determinaciones permanentes de la lucha comunista.
Etiquetas: anarquia, autoliberación integral, Chantiago, comunismo, critica de la economía política, Kaoru Abe, materialismo histórico, revolución social
# posted by Metal Guru : 12/21/2016 11:34:00 a.m.