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domingo, febrero 25, 2018

Da-da-dandy (Dadásofo meets I.S. hacia 1966) 




Hausmann y Debord

La cita de esta carta también estuvo en el origen de una correspondencia entre Raoul Hausmann y Guy Debord, en aquella época director de la revista Internationale Situationniste. El 24 de marzo de 1963, Raoul Hausmann escribe a Guy Debord: “…(el) letrismo, que sólo es una impostura. Si Isidore Isou cree haber sido el primero en hacer poemas letristas, que se ponga al día con los relatos de Ball en su Journal de 1916 y con las declaraciones de 1923 de Schwitters en G.  En cuanto al Sr. Lemaitre, en 1947 éste publicó en UR un dibujo sencillamente calcado del dibujo de un indio norteamericano publicado en 1912 en un libro de Danzel que poseo: Anfänge der Schrift (Los orígenes de la escritura). La pintura de los letristas es una mera imitación de mis poemas-carteles y de mis pinturas-escrituras de 1918 a 1923”.

El interés de la correspondencia entre Debord y Hausmann va más allá de estas dos únicas cuestiones y cabe señalar que el 17 de abril de 1966, el Dadásofo señaló su satisfacción tras la lectura del artículo de Khayati acerca de “Las palabras cautivas” (I.S., núm. 10, marzo de 1966). Además de su manifiesto interés por los situacionistas, Hausmann también tradujo al alemán De la miseria en el medio estudiantil. En respuesta a nuestra curiosidad, Guy Debord nos precisó: “En cualquier caso puedo confirmarle el hecho de que Raoul Hausmann nos envió enseguida y de forma espontánea una traducción alemana de La miseria…hacia finales de 1966. Esta traducción, de cuyo peso histórico éramos conscientes, no se utilizó y, por desgracia, se perdió enseguida. En efecto, después de haber sido normalmente comunicada a un tal Holl, nuestro situ bilingüe encargado de las publicaciones alemanas, éste desapareció unos días después, englobado, justamente, en la proscripción de la tendencia ‘garnautine’ [N. de la T.: Nombre escogido para designar a los estrasburgueses excluidos en enero de 1967 del movimiento situacionista]. Todo, en suma, bastante dadaísta”. (Carta a Marc Dachy, 7 de septiembre de 1988).

[Extracto de la nota 57 a Raoul Hausmann, Correo Dadá (Una historia del movimiento dadaísta contada desde dentro), a cargo de Marc Dachy, edición española de Acuarela & A. machado, 2011. Imagen: Da-dandy, Hannah Höch, 1919].

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miércoles, febrero 21, 2018

Abajo el "situacionismo", parte 8 1/2///M. Amorós contra el "pensamiento débil" 


Huyendo del calor entré a la librería de la casa central de la Universidad de Chile. Recordaba haber visto en esos estantes una interesante edición/reedición de la traducción chilena de “La sociedad del espectáculo” que hizo en los 90 Rodrigo Vicuña,  directo del francés, y traté de pillarla, pero no. Tampoco pregunté por ella: si aparece bien, y si no…por algo será.

Mis ojos se toparon con un libro sobre el “encuentro pifiado” entre Lacan y “un situacionista”.

Lacan…Lacan…hace una década me dio por estudiar a Freud. Leí bastante y fue una experiencia muy instructiva. Sólo leyendo a Freud pude comprender mejor a Reich. Y a Marcuse. En fin: cuando traté de leer a Lacan, la experiencia fue muy distinta. Si leer a Freud era en parte similar a leer a Marx, a Durkheim o a otros “clásicos” (buen estilo, y explicaciones complejas pero sólo cuando resultan inevitables, y en general, muy por el contrario, uso de un lenguaje directo y claro), leer a lacan era bastante crítico, y muchas veces abiertamente incomprensible.

El “situacionista”. Mmmmmm. Hice memoria de cuando en la extinta web hommodolars subieron un video de un estudiante que trataba de boicotear una clase de Lacan, y en que lo que más llamaba la atención era la forma en que champurreaba a alta velocidad un rosario de conceptos “pro-situ”, muy graciosamente dada su juventud, y la expresión de Jacques L. y las risas del público….Lo que me parecía bastante claro es que se trataba del típico estudiante pro-situ que se puso de moda después del 68, una de las formas más conocidas de “fans del ‘situacionismo’ (sic)”pero en ningún caso de un situacionista genuino, es decir, un miembro de la Internacional Situacionista. Por lo demás, dicho grupo estaba en sus tiempos finales reducido básicamente a Debord y el italiano Sanguinetti, y de hecho fue disuelto en 1972. O sea,  durante este tan famoso “encuentro”  ya no existía.

Pero todos se apresuraron a calificar a dicho pajarón (Jean-Louis Lippert se llamaba) como “situacionista” y la anécdota del boicot a Lacan se hizo famosa. Tan famosa que en Chile editaron un libro dedicado a ella, y que tras hojearlo brevemente mientras capeaba el calor esa tarde de verano en Santiago centro no me dieron ganas ni de comprarlo ni de leerlo. Muy por el contrario, tanto en la presentación como en el texto mismo abunda una pesada jerga academicista posmoderna post-psicoanalítica/post-filosófica que hace que a su lado Debord parezca Jonathan Swift y Marx o Benjamin  verdaderos “educadores populares” en la senda de Paulo Freire.

Veamos como lo presentaron en un sitio web, como para que se hagan una idea:

“el autor más que inscribirse en una u otra disciplina, atiende a la acción singular de la situación o, incluso, se podría decir que se deja accionar por la situación misma, como otro participante más de la producción de este “encuentro pifiado”; “para el autor, este episodio no finaliza con la conferencia, ni tampoco en su reproducción, sino que, en rigor, el “encuentro” seguirá aconteciendo en la obra de Lacan. El intempestivo carácter de este libro radica en que cada vez que pareciera describir la escena en sus insignificantes realizaciones, esta se transforma en una clave que permite entender una exterioridad histórico-política de la escena, para comunicarla contingentemente con otros encuentros”; “de esta manera, el libro permite redefinir un potencial de acción del situacionismo más allá de la dialéctica hegeliano-marxista, conectándolo con la performance y una perspectiva objetualista” (http://www.elmostrador.cl/cultura/2018/02/03/performatividad-politica-a-proposito-de-lacan-y-un-situacionista-de-rodrigo-gonzalez/).

Y un extracto escogido del libro, tomado de ahí mismo:

“En la escena de Lovaina, entre Lippert, los objetos, el conferencista, el público y auditorio, no hay un sentido común, o dicho concisamente, el punto referencial de lo común se desestabiliza respecto a la figura de un Otro ordenado que garantiza la intersubjetividad de la escena, y se visibiliza el fuera-de-sentido entre los distintos participantes de la escena” (págs. 73 y 74).

Me recuerda un gracioso texto extractado de un libro de espíritu similar, y que fuera destacado por la revista Resquicios bajo el título (tomado del susodicho libro) “esquizofrenizar los códigos, ¿qué dirían los anti-edípicos?”.

Ay señor…hace una década creía que estábamos saliendo del pantano posmodernista. Ahora veo que no: nos hemos hundido aún más en su arena movediza.

Salgo rápido de la librería y camino por A. Prat, hasta que encuentro cervezas de medio litro en lata. He desarrollado el arte de beberlas en dos o tres sorbos, en la calle, para eludir la acción de las policías. Además, la verdad es que ya no hay mucho que degustar...

Antídoto: este breve texto de Amorós que un camarada recomendó (gracias!). Los subrayados son nuestros.

PS: His hero: avisaré por esta vía cuando lleguen los 1-2-3-4!!!



En proa al mal francés.
Crítica al posmodernismo filosófico y a sus efectos en el pensamiento crítico y la práctica revolucionaria
M. Amorós

El retroceso teórico originado por la desaparición del movimiento obrero clásico ha permitido la hegemonía de una curiosa filosofía, la primera que no nace del amor a la verdad, objeto primordial del saber. El pensamiento débil (o filosofía de la posmodernidad) relativiza este concepto, que hace derivar de una mezcla de convenciones, prácticas y costumbres inestable en el tiempo, algo “construido”, y, por consiguiente, artificial, sin ningún fundamento. Y junto con él, toda idea racional de realidad, naturaleza, ética, lenguaje, cultura, memoria, etc. Es más, diversas autoridades del mundillo posmoderno no han dudado en calificar algunas de ellas de “fascistas.” En verdad, tal demolición sistemática de un pensamiento que nace con la Ilustración y clama por la constitución de la libertad, y que, más adelante, al producirse la lucha de clases moderna, dará lugar a la crítica social, tiene toda la apariencia de una desmistificación radical llevada a cabo por verdaderos pensadores incendiarios, cuya finalidad no sería otra que el caos liberador de la individualidad exacerbada, la proliferación de identidades y la derogación de cualquier norma de conducta común. Al día siguiente de tal bacanal deconstructiva, no quedaría ningún valor ni ningún concepto universal en pie: el ser, la razón, la justicia, igualdad, solidaridad, comunidad, humanidad, revolución, emancipación… serán tachados todos de “esencialistas”, o sea, de pecados nefandos “pro natura.” Sin embargo, el extremismo negador de los posfilósofos muestra a nivel espiritual sospechosas coincidencias con el capitalismo de ahora. Un radicalismo de tal magnitud contrasta no solamente con las vidas y opciones políticas de sus autores, harto académicas las unas, y convencionales las otras, sino que se acopla perfectamente a la fase actual de globalización capitalista, caracterizada por la colonización tecnológica, el presente perpetuo, la anomia y el espectáculo. Es un complemento para el que todo son facilidades. Nadie les molestará en sus cátedras. Gracias a la prioridad otorgada por la dominación al conocimiento instrumental, y en consecuencia, gracias a la escasa importancia que la mentalidad dominante concedía a las “humanidades”, en la universidad pudieron darse sin trabas “burbujas especulativas” trasgresoras totalmente ajenas a la realidad.

La loa posmoderna a la trasgresión normativa se corresponde en cierto modo con la desaparición de la sociabilidad en los aglomerados urbanos. De acuerdo con la nueva debilidad en materia filosófica, nada es original, todo está construido, y por consiguiente todo se asienta en un pedestal de barro. La economía política, las clases, la historia, el tejido social, la opinión… todo. Entonces, si no hay relación social que valga, ni liberación colectiva verdadera, ni dialéctica, ni criterio definitivo a tener en cuenta a ese respecto ¿qué sentido tienen las normas, los medios y los fines? Se parte de la nada para llegar a la nada. Tampoco debe extrañar que el encomio de la deshumanización típico de los deconstructores corra parejo con la apología de la técnica. El pensamiento débil, entre otras cosas, celebra la hibridación del hombre con la máquina. ¿Acaso no es superior una naturaleza mecánica, libre de constricciones, que una naturaleza humana, esclava de las leyes naturales? El nihilismo inherente a la lógica mecánica refleja y responde a la abolición de la historia, la supresión de la autenticidad y la liquidación de las clases; es pues un producto de la cultura tardocapitalista, si es que a eso todavía se le puede llamar cultura, y su función no sería otra que la adaptación ideológica al mundo de la mercancía tal como éste ha llegado a ser. La filosofía posmoderna es en relación con lo existente una filosofía de la legitimización.

Aquello que había nacido como reacción a la revuelta de Mayo del 68, fue recibido en las universidades americanas como paradigma de la profundidad crítica, y desde allá la “French Theory” irradió a todos los laboratorios pensantes de la sociedad capitalista, descendiendo a los guetos juveniles en forma de moda intelectual rompedora. Dado su carácter ambivalente y maleable, los silogismos líquidos de la posmodernidad han llenado el cajón de las herramientas y el utillaje de toda clase de ideólogos nuevaoleros, tanto de los ciudadanistas más camaleónicos, como de los anarquistas más al día en lo que respecta a las novedades. Incluso un nuevo tipo de anarquismo, nacido de la quiebra de los valores burgueses históricos, centrado en la afirmación subjetivista, el activismo sin objeto ni plan y la desmemoria, sustituye en la mayoría de espacios al antiguo, hijo de la razón, originado en la lucha de clases, forjador de una ética universal y cuya labor revolucionaria estaba fuertemente anclada en la historia. En la French Theory, o mejor, en el “morbus gallicus”, del que el posanarquismo es hijo bastardo, las referencias no cuentan; revelan nostalgia del pasado, algo muy condenable en un deconstructivista. La cuestión social se disuelve en una multitud de cuestiones identitarias: cuestiones de género, sexo, edad, religión, raza, cultura, nación, especie, salud, alimentación, etc., que ocupan el centro del debate y dan lugar a una peculiar corrección política que se traduce en una ortografía torturada y un discurso relleno de latiguillos y barullos gramaticales. Un muestrario de identidades fluctuantes sustituye al sujeto histórico, pueblo, colectivo social o clase, su afirmación absolutista obvia la crítica de la explotación y la alienación y, por consiguiente, un juego “interseccional” de minorías oprimidas desplaza la resistencia colectiva al poder establecido. La liberación vendrá de una trasgresión lúdica de las reglas que traban aquellas identidades y oprimen a dichas minorías, y no de una “alternativa” global o un proyecto revolucionario de cambio social, algo tenido sin duda por totalitario, puesto que una vez “constituido” originaría nuevas reglas, más poder y por lo tanto, más opresión. El comunismo libertario, desde ese punto de vista, no sería sino la plasmación de una dictadura. El análisis critico y el mismo anticapitalismo, gracias a la anulación de cualquier referencia histórica, ceden el sitio al cuestionamiento de la normatividad, a la contorsión del idioma y a la obsesión por la diferencia, la multiculturalidad y la singularidad. Que no se traiga a colación la coherencia porque la categoría de la contradicción ha sido relegada. Construir o deconstruir, esa es la cuestión.

Definitivamente, el proletariado no “realizó” la filosofía, tal como deseaba Marx, es decir, no llevó sus anhelos liberadores a la práctica y hoy pagamos las consecuencias. Cierto que, en el desarrollo de la lucha de clases, se manifestó un pensamiento crítico que situaba a la clase obrera en el centro de la realidad histórica, y que fue calificado de marxista, anarquista o simplemente socialista. Realmente, se trataba de captar la realidad con la mayor exactitud, para así elaborar las estrategias con las que derrotar al enemigo de clase. Se suponía que la victoria final estaba inscrita en la historia misma. A pesar de todo, los asaltos proletarios a la sociedad de clases no llegaron a buen puerto. Y a medida que el capitalismo superaba sus crisis, las contradicciones devoraban los postulados de dicho pensamiento y se requerían nuevas formulaciones. Las aportaciones fueron múltiples y no ha lugar a enumerarlas. Lo que caracterizaría a todas ellas sería la claridad añadida en la perspectiva del combate liberador, pero inmersa en un contexto de retroceso, luego distanciada progresivamente de la práctica. No obstante, su lectura reforzaba la convicción de que una sociedad libre era posible, que la lucha servía para algo y no había que doblegarse nunca, que la solidaridad entre resistentes nos hacía mejores y la formación nos volvía lúcidos… La lucha de las minorías, lejos de desmantelar la crítica social, contribuía a enriquecerla. Las cuestiones de identidad, lejos de ser secundarias, adquirían una importancia cada vez mayor conforme el capitalismo penetraba en la vida cotidiana y dinamitaba las estructuras tradicionales. Denunciaban aspectos de la explotación hasta entonces poco tenidos en cuenta. En un primer momento, universalidad e identidad convergían; no se concebía la solución a la segregación racial, la discriminación sexual, el patriarcado, etc., separadamente, sino en la perspectiva de una transformación revolucionaria global. Nadie podría imaginar deseable un racismo negro, una sociedad de amazonas, un capitalismo gay o un estado de excepción vegetariano. La revolución social era el único lugar donde todas las cuestiones podían realmente plantearse y resolverse. Fuera de ella, no quedaba otra que la especialización elitista, el sectarismo del gueto, el narcisismo activista y el estereotipo militante. Esa fue la vía abierta por los posmodernos.

El pensamiento débil explotaba igualmente el filón de la crisis ideológica, recuperando autores e ideas, pero con efectos y conclusiones opuestas. Una vez neutralizado el sujeto revolucionario en la práctica, había que suprimirlo en la teoría, con lo que las luchas permanecerían aisladas, marginales e incomprensibles, envueltas en una verborrea cretinizante y autorreferencial apta solamente para iniciados. Esa ha sido la tarea de la French Theory. Se iniciaba una escalada en la confusión sofisticada y críptica que consagraba como magos privilegiados a la casta intelectual y como pueblo elegido a las huestes seguidoras, principalmente universitarias. El “mal francés” ha sido la primera filosofía ligada a un modo de vida pasablemente remunerado y con razón: su revisión de la crítica social del poder y la impugnación de la idea revolucionaria han prestado magníficos servicios a la causa de la dominación. La noción de poder como una éter omnipresente que lo abarca todo, condena cualquier práctica colectiva en pos de un ideal por considerarse renovación o reconstrucción del mismo poder, una especie de pez que se muerde la cola. El poder no está al parecer encarnado en el Estado, el Capital o los Mercados como cuando el proletariado era la clase potencialmente revolucionaria. El poder ahora lo somos todos; es el todo. La revolución quedaría así redefinida como añagaza del poder para rehacerse en casos extremos a partir de nuevos valores y normas tan arbitrarios como los que ella misma relegaría. El descrédito de la revolución social resulta más útil para el poder real en tiempos de crisis, por cuanto una oposición subversiva organizada que trate de formarse (un sujeto social que intente constituirse) se verá denunciada inmediatamente como poder excluyente. En definitiva, un mal “relato”, igual que el de la lucha de clases. El rechazo de la noción de clase trasluce involuntariamente también un odio de clase, herencia de la dominación pasada activa en el imaginario posracional. En fin, se abandona toda veleidad comunista revolucionaria por la trasmigración de géneros, el poliamor, la transversalidad y el régimen vegano. Solucionada de este modo la problemática individual, el camino queda entonces despejado para una oposición colaboradora y participativa, dispuesta entrar en el juego y por supuesto a votar, a ocupar espacios de poder y a gestionar desde ellos el orden vigente con un discurso radicalmente identitario, y de rebote, un discurso radicalmente ciudadanista que hace furor no sólo en la neoizquierda, sino en la izquierda integrada de toda la vida.

El panorama crítico, presa del morbo galo, es pues desolador, como desoladora es la vida en el mundo occidental y urbano plagado de capitalismo. Es el fin de la razón, la clausura espiritual de un mundo periclitado donde la resistencia al poder era posible, la evaporación de la conciencia histórica de clase, la apoteosis de la relatividad, el triunfo absoluto del bluff, el reino acabado del espectáculo… Al fenómeno se le podrá llamar como se guste, pero es ante todo el efecto intelectual de la derrota histórica del proletariado durante los setenta y ochenta, y, en consecuencia, de la desaparición de un par de generaciones enteras de combatientes sociales y de la incapacidad de éstos de trasmitir sus experiencias y conocimientos a las nuevas generaciones, librándolos a la psicosis posmodernista y a su jerga ininteligible. Existe una línea de ruptura generacional clara que coincide más o menos con la aparición del “milieu” o gueto juvenil a finales de los ochenta y una relación de ésta con los procesos de gentrificación de los centros urbanos; por último, puede establecerse con total evidencia una relación entre la extensión del morbo posmoderno con el desarrollo de las nuevas clases medias. El descalabro del movimiento social revolucionario y la catástrofe teórica son dos aspectos de un mismo desastre, y, por consiguiente, del doble triunfo, práctico e ideológico, de la dominación capitalista y estatista. A pesar de todo, la debacle nunca es definitiva, porque los antagonismos proliferan mucho más que las identidades, y la voluntad de liberarse en común es más fuerte que el deseo narcisista de destacarse. La lucha de clases reaparece en la crítica al mundo de la tecnología y en la defensa del territorio, en los proyectos comunitarios de salida del capitalismo y en las batallas que las clases campesinas libran contra la agricultura industrial y la mercantilización de la vida. Probablemente, en los países turbocapitalistas estos conflictos no consigan zafarse de enfoques “interseccionales”, tratamientos “de género” y demás reduccionismos identitarios, perfectamente compatibles con una casuística reformista originada en la “economía social”, pero allá donde cristalice un auténtico frente de lucha de masas, tales nimiedades darán vueltas sobre sí mismas y se consumirán en el fuego de la universalidad.

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viernes, febrero 16, 2018

1-2-3-4: presentación. 


1-2-3-4!!! (o UN-DOS-TRES-CUÁ!)
x J.C.


Apuntes rescatados desde la libreta, tras la presentación del libro en la Feria del Libro Punk de Buenos Aires, en noviembre de 2017. El libro ya se agotó, pues eran sólo 50 copias. Luego llegarán las 5 últimas para distribuir por estos lares.

En primer lugar, es un placer estar en esta ciudad que pude conocer bien en  el año 1998 -cuando vinimos a tocar con Disturbio Menor y me quedé dos o tres semanas más- y ver que muchxs de lxs que allí pude conocer y con quienes hemos compartido de una u otra manera a lo largo ya de dos décadas,  varias cuestiones decisivas y proyectos  vitales, sigan por acá, haciendo cada unx lo suyo, con la misma pasión de siempre.

En relación al libro, y en honor al tiempo: primero tendría que explicar de dónde viene su extraño título…1-2-3-4

Cuando mi viejo amigo Monkey (el sublime derretidor) me invitó a inaugurar una serie de publicaciones de bolsillo que estaba ideando,  le envié 4 textos.

A saber:

1.- BARRICADAS A GO-GO

El 1er texto era uno que escribí a solicitud del mismo Monkey/aka T. Spicolli, y que fue publicado en una primera versión dentro del zine Escena Obscena, y en una segunda forma como el cuadernillo N° 2 de la serie Excursos de lxs compañerxs de 2&3 DORM (Busquen su sitio en la web). (EL N° 1 de esta serie era la famosa entrevista a Henri Lefebvre sobre los situacionistas).

Ese texto se llama “Barricadas A-Go-Go”. Todos sabemos lo que es una barricada, pero  lo de “a-go-go” tal vez requiera de mayor explicación….en verdad, según he podido investigar, viene tanto de “go! go!”,expresión tan típica del hardcore o sea algo que en español sería algo así como “Dale!” o mejor, “ándale”, o como diría el famoso ratón mexicano Speedy González “ándale ándale arriba arriba!”. A la vez esa expresión, aplicable también a bailarines/as a go go, tomaría del francés algo que vendría siendo una forma de decir “en abundancia”. O sea, ándale arriba con las barricadas en abundancia, o algo así. Lo cierto es que fue el nombre que se le dio al festival universitario de fines de los 60 en que la banda Les Rallizes Denudes debutó.

El texto trata de la “escena japonesa”. Discutimos con sus editores acerca de si calificar dicha escena como “musical” o dejarlo abierto…En todo caso, aclaro de entrada que  a mi juicio es imposible analizar la música solamente como “música”, como parcela separada, puesto que es una actividad humana que a pesar de todos los esfuerzos de la industria capitalista en el plano de la cultura, se niega a morir, y sigue brotando espontáneamente del terreno social, histórico y concreto en que habitamos. Así, de la misma manera en que algunos han visto y señalado un vínculo evidente entre las insurrecciones socio-políticas de hace 100 años y su expresión en el terreno cultural con vanguardias como dadá, el expresionismo, y los primeros momentos del futurismo y el surrealismo, entre varios otros movimientos que se dieron en los tiempos del llamado Primer asalto del proletariado contra la sociedad de clases (1917/23: de dadá a los consejos obreros), en los tiempos del Segundo asalto, 1968/1977: el período que analiza este texto, se dio también una vinculación profunda y compleja entre las esferas que tradicionalmente se han separado para confinar algunas expresiones vitales al Arte y otras a la Política (así, con Mayúsculas).

Acá por el contrario tratamos de barrer con esas separaciones, para entender la relación real entre las expresiones musicales del período y el amplio y combativo movimiento de protestas encabezadas por la famosa Zengakuren, que llevaron a algunas de las confrontaciones y estallidos más notables de la lucha de clases de ese tiempo, y que  las mismas fuerzas que han trabajado para hacer olvidar lo que en realidad fue 1968 (Una rebelión global, o una “gran ola revolucionaria y creativa, política y existencial” como reza el subtítulo del libro La Horda de oro, centrada en lo que pasó en Italia del 68 al 77) han operado también más o menos efectivamente suprimiendo de raíz la memoria de todos estos hechos.

Con ese fin nos adentramos en la manera en que desde ese terreno se expresaron musicalmente bandas de rock y psicodelia específicamente japonesas como la Flower Travellin´ Band y Les Rallizes Denudes, hasta la impresionante explosión de un free jazz también específicamente nipón que aflora desde los tugurios de Shinjuku, donde está la estación de trenes más usada del mundo y donde también se desenvolvían por ese entonces las guerrillas folk y los disturbios entre jóvenes y policías (o, lo que es lo mismo, entre el partido de la humanidad y el partido de la cosificación). En esta historia los héroes principales son  el guitarrista Masayuki Takayanagi y el saxofonista Kaoru Abe.

2.- FREEJAZZPUNKROCK

El texto anterior está dedicado a la memoria del camarada Cristóbal Cornejo (1983/2015). El 2do texto de este libro fue publicado en Fakxión, la revista en que participaba Cristóbal en la primera década de este siglo mientras vivía en la ciudad de Rancagua (famosa por sus desastres ya desde los tiempos de la Guerra de Independencia),  en dos partes.  En él se trataba de dar a conocer un clásico olvidado escrito por Lester Bangs en 1979 para la revista Musician: Free Jazz Punk Rock, donde se dedicaba en su mejor estilo a explorar el surgimiento de “la fusión menos probable de todas” tal como se estaba dando en ese momento, que a diferencia de los 70 en general le parece uno de los más excitantes que haya presenciado.


A estas alturas en que la forma punk parece haber triunfado de la mano de su banalización y pérdida casi total de contenidos, sigue llamando la atención que no se hable casi nada acerca de la influencia del free jazz en el punk rock, a pesar de que la evidencia es bastante notoria: las explosiones de “ruido blanco” y saxo libre en Stooges y MC 5, las epopeyas sonoras de Velvet Underground en varias partes de sus dos primeros discos (aclaro que hay un error en este texto que recién pude advertir: en una parte digo que “Sister Ray” está en el primer álbum de VU….craso error. En realidad, creo que quería referir “European son”….en fin, todas ellas sirven como muestras tempranas de esta “fusión”), y de hecho, en uno de los libros de memorias Patti Smith cuenta que estuvo en las calles de NY. Donde vivía por ese entonces, cuando fue el funeral de Coltrane, y escuchaba el “Lamento de Amor” de Ayler en un ambiente que parecía el entierro de un santo.

Bangs se refiere en su escrito sobre todo al estallido de la llamada “no wave”, una de las formas favoritas del llamado “post punk” que tanto publicitan hoy -y que en rigor muchas veces es coetáneo o incluso previo al punk 77, así que me parece una etiqueta bastante exitosa pero equívoca-. Cuando habla de los Teenage Jesus, dice que la guitarra de Lydia Lunch suena como las cámaras de tortura en Chile. Todo un referente.

En fin: este valioso texto de Lester donde explica que tanto en el punk rock como en el free jazz no hay reglas explícitas y en momentos se pierde totalmente la noción de estructura, y que por eso es posible que puedan dialogar muy bien un viejo maestro del saxofón con dos pelotudos que aprendieron a tocar guitarra antier….este valioso y querido texto, del cual existe una traducción al mexicano, y que yo considero haber traducido más bien al chileno en un folleto que circulamos hacia el año 2007 y que por ahí quedó, no aparece en ninguna de las dos antologías de textos de Lester que existen en inglés, y que ahora se están traduciendo al español para salir en Malpaso, y apostaría mi riñón izquierdo que este texto no será agregado a ninguna de las ediciones oficiales en nuestro bello idioma. Ojalá me equivoque.

Como sea, en mi propio “freejazzpunkrock” no me limito a homenajear a Bangs, sino que agrego informaciones y reflexiones de mi propia cosecha, condimentando con una especie de revisión de diversas manifestaciones históricas de este no-estilo, desde Blue Humans y Lost Aaraaf a Black Flag instrumental y Flipper.

3.- RUINA O ESBOZO

El tercer texto es el más breve, y consiste en un breve artículo publicado anónimamente en la revista Antagonismo N° 0, por ahí por el año 2002. “Ruina o esbozo” analiza las potencialidades de cierto uso liberador de las tecnologías en materia musical, en la línea de sus posibilidades plagiarias (sobre todo en manos de John Oswald y sus “plunderfónicos”), en las que tenía bastante interés en esos tiempos pero considerablemente menos hoy en día. Puede ser que ya esté muy viejo, o que los límites de la época en que estamos finalmente me aparezcan hoy como más opresivos…En fin, habría que discutirlo.

4.- ARTE, CAPITALISMO Y VIDA COTIDIANA

Finalmente, se incluyó un texto que data más o menos del 2004/5, pero que en el 2007 con ocasión de unas actividades por los “30 años del punk” circuló como un folleto con diseño del camarada Víctor Jaque, repartiéndose gratuitamente por donde se pudiera. Se llama “Reflexiones sobre arte, capitalismo y vida cotidiana”, y es de seguro el más pretencioso de todo el paquete que se nos presenta tan bellamente como un libro de bolsillo.

Se trata de analizar acá una serie de problemas de la experiencia, o de la relación entre arte y vida cotidiana, mediatizados por el tipo de sociedad en que vivimos, y recurriendo tanto a la llamada “Escuela de Frankfurt” (Teddy Adorno y también Walter Benjamin, aunque este último la verdad es que no se dejó “escolarizar” tanto) como a la Internacional Situacionista, articulando una especie de constelación en base a 3 momentos o actitudes que pueden prevalecer en el terreno “estético”: arte popular/arte autónomo/negación del arte, y tratando de aplicársela al free jazz y al dub reggae, pasando por el Rock In Opposition y otras yerbas.
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Bueno, y tal como les iba diciendo,  el caso es que cuando adjunté estos 4 archivos y los envié a los compas de Ercilla ediciones, no tenía un título en mente. Ni siquiera sabía si iban a usarlos todos o sólo algunos. De repente me puse a pensar en que, dado que eran cuatro textos, y que en uno de ellos (freejazzpunkrock) en una parte se concluye diciendo: “1-2-3-4”, tal vez ése sería un buen título, que homenajearía de paso a lo que tal vez fue el más famoso grito de batalla del punk rock (“One-two-three-four!”) , eso que en español chileno por lo general traducimos a: “Un-dos-tres-cuá!” y que expresa muy bien tanto la inmediatez de nuestras formas de expresión como la tendencia a aprisionarlas en el formato de 4/4. Es ni más ni menos que el llamado-a-tomar-las armas que expresó y nos legó aquello que aún preferimos llamar punk-rock.

No alcancé a comunicar dicha idea a nadie, cuando me enviaron por mail la propuesta de portada, y pude comprobar con sorpresa (¿o no tanta?) que ellos habían dado con exactamente el mismo título, sin necesidad de hablar nada.

“Nada es causal” (Freud), y bueno: disfruten la lectura (aunque, como dijo una vieja amiga esa tarde, parece que hay más punk rockers escribiendo que leyendo en estos tiempos).

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