<$BlogRSDUrl$>

viernes, octubre 22, 2021

CXXI/Odiforma/Folly Bololey/Holográfico: Richard Youngs, Raincoats y homenaje a Robert Wyatt 

 


Leí algunos elogiosos comentarios sobre “CXXI”,  disco nuevo de un tal Richard Youngs. Resultó que estaba en el sello Black Truffle (Trufa negra?) del maestro Oren Ambarchi (baterista en el power trío con O´Rourke y Hainosan que les recomendara hace poco).

Excelente material, en efecto, y lo más parecido en espíritu del siglo XXI a lo que hizo Robert Wyatt en el siglo XX.

¿Que qué hizo RW? Bueno, es difícil resumir pero…esta británico era baterista en Soft Machine, y la primera versión de Gong, alcanzó a hacer unos discos solistas y tocar en bandas como Matchin´Mole, hasta que durante un carrete en el depto. de Lady June cayó por las escaleras y quedó paralizado de la cintura abajo. No dejó de tocar y cantar. Militó en el Partido Comunista de Gran Bretaña (nadie es perfecto, pero no nos veamos la suerte entre estalinistas: yo tambien estoy marcado por el pecado original), hizo versiones desde Elvis Costello y Chic hasta Violeta Parra y “Guantanamera”.   

Buen amigo de lxs punks, repartió labores en percusión junto a Charles Hayward (de This Heat) en el excelente y único “Odyshape”, segundo álbum de las Raincoats, que se habían quedado sin la baterista Palmolive.  


Justo ayer me topé con que el veterano bajista de Henry Cow, John Greaves, junto a Annie Barbazza y la Orquesta de Radio del Mar del Norte, hicieron un hermoso homenaje a Wyatt tocando varias canciones de su obra maestra “Rock Bottom” (Tocar fondo?) , el disco con el que reapareció luego de su accidente, junto a canciones de antes y después: “Folly Bololey”. Está en el sello italiano Dark Companion records dedicado a las “excelencias musicales en sus más variados campos”. Ya lo creo. Por eso me gusta derivar de un sello a otro explorando sus decisiones.

Otro muy buen álbum de Ricardo Jóvenes es “Holograph”, en el sello Glass Modern (2020). Tal como se explica en la portada, alguien del sello le pidió un viernes si podían hacer un álbum, y él no creía tener mucho que decir. Pero se inspiró el domingo, tocando instrumentos con los pies, y siguió el lunes y para el martes ya estaba listo este hermoso disco que les recomiendo escuchar con y sin calcetines.



Etiquetas: , , , , ,


jueves, octubre 21, 2021

Lanzamientos: "Evade" (Tren en Movimiento) // "Prendió" (nuevo EP de Disturbio Menor) 

Se lanzará en Santiago de Chile la publicación trasandina "Evade", basado en texto de Julio Cortés con gráfica de Gustako Cornejo. Va a ser este sábado en la Plaza 4 de septiembre, Villas Unidas (Grecia con Longitudinal). En el marco de un gran encuentro de Asambleas Territoriales, en que a las 18 se lanzará un libro de Quimantú sobre la brutalidad policial. Traiga su feria. 

Dos horas antes de eso (qué ingenuidad mi creencia en la puntualidad) tocará Disturbio Menor en una actividad en La Victoria. Si quieren hacerlas todas, acompáñeme a la tocata y luego nos vamos desde Metro Lo Valledor hasta Estadio nacional y lo logramos. 



Los dejo con el EP "Prendió" que contiene tres temas nuevos de DM y su new wave antiyuta: "Capital" (la última que hicimos, poco antes de que el baterista histórico abandonara el país), "Sala de espera" (en la que estábamos trabjando justo para cuando prendió todo, y difundimos -en otra versión- en youtube el 21 de octubre de 2019), "Como antes" (la primera nueva que hicimos, y que alcanzamos a estrenar en el extinto Bar Playa para el desastre de Valparaíso por ahí por marzo del 2019). 

Y además los dejo con el Epílogo que se incluyó en el libro "Evade", pensando en el público trasandino:

EVADE: SOBRE LA REBELIÓN POPULAR EN CHILE 2019/2020

Octubre. Despertar. La pesadilla de la realidad se rompe bajo el peso de un empobrecimiento vuelto insoportable. Todo el pueblo responde al llamamiento de sus jóvenes. Los patrones envían a sus mercenarios” (Evade Chile, Reporte de una Insurrección).

A inicios de octubre del 2019, en medio de un encarecimiento general de las condiciones de vida, un “panel de expertos” decidió aumentar en 30 pesos la tarifa del Metro (tren subterráneo) de Santiago.  La respuesta espontánea de grupos de estudiantes secundarios fue comenzar a saltar los torniquetes bajo la consigna: “¡Evadir, no pagar, otra forma de luchar!”.

La evasión fue en ascenso a partir del lunes 14, para llegar el viernes 18 a un nivel de masividad inesperado, respondido por el gobierno con un grotesco despliegue de violencia policial, causando enfrentamientos y muchxs estudiantes heridxs. Al atardecer, miles de personas salieron a las calles, agrupándose alrededor de las estaciones del Metro, que por primera vez en toda su historia había dejado de funcionar por completo. El Gobierno anunció que se presentarían querellas por Ley de Seguridad del Estado en contra de quienes resulten responsables de las evasiones y desórdenes, calificándolas como “delincuencia pura y dura”.  

Hacia la medianoche, cuando las barricadas iluminaban todas las comunas, fue decretado el estado constitucional de emergencia. Los militares en camiones y tanquetas se desplegaron por toda la Región Metropolitana reprimiendo las barricadas y saqueos de supermercados y multitiendas.  La protesta no sólo no disminuyó ante una presencia militar, que no se daba desde los tiempos de la dictadura (1973-1990), sino que se intensificó y durante el fin de semana se fue extendiendo a todo el país, instalando la consigna: “No son 30 pesos, son 30 años”, en alusión a los 30 años transcurridos desde el inicio de la transición pactada entre la dictadura militar y la democracia neoliberal.

Tras decretar toques de queda y extender el estado de excepción constitucional a 12 regiones, el domingo 20 el presidente multimillonario Sebastián Piñera declaró por cadena nacional estar “en guerra contra un enemigo poderoso e implacable que no respeta a nada ni a nadie y está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite”.

Para el lunes 21, cuando ya se contaban al menos 8 muertos y cientos de heridos,  se convocó a huelga general. Miles de personas se tomaron las calles desde el mediodía, confluyendo en el corazón del centro de Santiago: la Plaza Italia, luego rebautizada popularmente como Plaza Dignidad. En ese momento y espacio se centra el relato “La batalla de Santiago”, publicado en carcaj.cl e incluido en “Reporte de una insurrección”.

El viernes 27 de octubre se realizaron masivas marchas en todo Chile, reuniéndose en Santiago más de un millón y medio de personas. Tras diez días de estado de excepción la intensidad de la rebelión popular no decreció. El gobierno estuvo a punto de caer, y tuvo que cancelar dos importantes cumbres internacionales que se iban a realizar en Chile: APEC y COP25. Ante la enorme y violenta protesta nacional del 12 de noviembre Piñera estuvo a punto devolver a sacar los militares a las calles, reconociendo que la policía estaba totalmente superada. Por esos días se filtró un audio en que la “primera dama” decía sentirse como ante una “invasión alienígena” y concluía que iban a tener que “renunciar a algunos privilegios”.

Descartada la opción del “autogolpe”, la casi totalidad de la “clase política” reunida en el Congreso firmó el 15 de noviembre un acuerdo por la paz social y una nueva constitución, iniciando así un largo proceso de plebiscitos y elecciones con los que de a poco la protesta fue bajando de intensidad, sin desaparecer del todo hasta el 18  marzo de 2020, cuando se inició un nuevo estado de excepción del que aún no se ha salido, ahora con el pretexto de la pandemia de covid-19. El 25 de octubre de 2020 ganó por un 80% de votos la opción de aprobar una nueva constitución que reemplace a la actualmente vigente, impuesta por la dictadura en 1980 y reformada varias veces en democracia. En la elección de constituyentes en mayo de 2021 la derecha alcanzó sólo el 20% de los votos.

En total murieron entre el 18 de octubre y el 18 de marzo del año siguiente más de 30 personas, en la mayoría de los casos por acción de agentes del Estado y también en confusos incidentes durante incendios y saqueos. Miles fueron torturadas o quedaron heridas o mutiladas, incluyendo más de 50 casos de estallido ocular con pérdida de visión, y los casos de Fabiola Campillai y Gustavo Gatica, que fueron cegados  completamente por acción de Carabineros. Un estudio publicado de la revista Eye comparó estos datos con episodios de traumas oculares por acción policial en otros países. La mayor cifra comparada de trauma ocular se situaba en el conflicto palestino-israelí, donde se registraron 154 casos en un período de seis años (1987 a 1993). En Chile se registraron 182 casos de lesión ocular por proyectiles de impacto cinético sólo entre el 18 de octubre y el 30 de noviembre de 2019 en el Hospital del Salvador. Luego de eso el total de casos ascendió a cerca de 500.

Más de 30 mil personas, en su mayoría jóvenes, fueron detenidas por su participación en las protestas, quedando cerca de 2 mil en prisión preventiva, de las que al menos un centenar sigue privada de libertad, mientras la clase política discute muy lentamente un posible indulto o amnistía general, lo que contrasta con la velocidad demostrada al aprobar en enero del 2020 -con algunos votos de izquierda- la “ley antibarricadas”. En contrapartida, de las casi 8 mil 500 denuncias recibidas por la Fiscalía por violaciones de derechos humanos, sólo 5 policías han sido condenados, aplicándose a todos ellos penas de cumplimiento en libertad. Casi la mitad de estas causas han sido cerradas sin determinar culpables. Con esto se materializa la impunidad que en noviembre de 2020 anunció el General Director de Carabineros de Chile durante una arenga a los grupos antimotines: “a nadie voy a dar de baja por procedimiento policial. Aunque me obliguen, no lo voy a hacer”.

A pesar de la canalización de la revuelta hacia el proceso constituyente, la profundidad de la crisis y la conflictividad social no se han calmado totalmente. La grieta que se abrió el 18 de octubre sigue ahí, abierta, tal como la oleada de revueltas que ha recorrido el globo desde Francia a Hong Kong, Estados Unidos, Ecuador, Colombia y un largo etcétera.  

“Toda revuelta puede describirse como una suspensión del tiempo histórico, como una batalla en la que se elige participar deliberadamente y en que la mayor parte de aquellos que participan eligen comprometer su individualidad en una acción cuyas consecuencias no pueden conocer ni prever” (Furio Jesi, Spartakus. Simbología de la revuelta).


Etiquetas: , , , ,


sábado, octubre 16, 2021

La historia no se repite pero rima (parte 1): El debate sobre la revolución (x Engels, 1848) 

 


EL DEBATE DE BERLÍN SOBRE LA REVOLUCIÓN

[F. Engels ]

COLONIA, 13 DE JUNIO. 

Por fin, la Asamblea del Pacto se ha manifestado sin ambages. Ha desautorizado la revolución y se ha manifestado en favor de la teoría del pacto (1).

La situación de hecho acerca de la cual debía pronunciarse era la siguiente:

El 18 de marzo, el rey prometió una Constitución, introdujo la libertad de prensa con fianzas y, en una serie de propuestas, se manifestó en el sentido de que la unidad de Alemania debía llevarse a cabo mediante la absorción de Alemania por Prusia.

Tales fueron las concesiones del 18 de marzo, reducidas a su verdadero contenido. El hecho de que los berlineses se declararan contentos con estas concesiones y se congregasen ante el Palacio para dar las gracias al rey, demuestra con palpable claridad la necesidad de la revolución del 18 de marzo. Era necesario revolucionar no sólo al Estado, sino también a sus ciudadanos. Sólo en una sangrienta lucha de liberación podían éstos despojarse de su condición de súbditos.

Fue el consabido “malentendido” el que provocó la revolución. Y no cabe duda de que hubo un malentendido. El ataque de los soldados, la prolongación de la lucha por espacio de dieciséis horas y la necesidad en que se vio el pueblo de obligar a las tropas a replegarse, demuestran sobradamente que el pueblo estaba completamente equivocado con respecto a las concesiones del 18 de marzo.

Los resultados de la revolución fueron: de una parte, el armamento del pueblo, el derecho de asociación, la soberanía del pueblo, arrancada de hecho; de otra parte, el mantenimiento de la monarquía y el ministerio Camphausen-Hansemann, es decir, el gobierno de los representantes de la alta burguesía.

Así pues, la revolución llegaba a dos resultados necesariamente contradictorios. El pueblo había vencido, había conquistado libertades de carácter claramente democráticas; pero el poder inmediato no estaba en sus manos, sino en las de la gran burguesía.

En una palabra, la revolución no había terminado. El pueblo había consentido la formación de un gobierno de grandes burgueses, y los grandes burgueses revelaron inmediatamente sus tendencias ofreciendo una alianza a la vieja nobleza prusiana y a la burocracia. Entraron en el ministerio Arnim, Kanitz y Schwerin.

Por miedo al pueblo, es decir, a los obreros y al sector democrático de la población, la alta burguesía, siempre antirrevolucionaria, selló una alianza ofensiva y defensiva con la reacción.

Los partidos reaccionarios coaligados comenzaron su lucha contra la democracia al poner en tela de juicio la revolución. Se negó la victoria del pueblo; se fabricó la famosa lista de los “diecisiete militares muertos” (2) y se hizo todo lo posible por desacreditar a los combatientes de las barricadas. Pero las cosas no pararon ahí. El gobierno reunió realmente a la Dieta que había sido convocada antes de la revolución y construyó a posteriori el paso legal del absolutismo a la Constitución. Con ello, negaba en redondo la revolución. Inventó, además, la teoría del pacto, con la que volvía a negar la revolución, negando al mismo tiempo la soberanía del pueblo.

Se ponía, pues, realmente en tela de juicio la existencia de la revolución, cosa que podía hacerse porque ésta no era más que una revolución a medias, el comienzo de un largo movimiento revolucionario.

No podemos entrar aquí a examinar por qué y hasta qué punto la dominación momentánea de la alta burguesía constituye en Prusia una fase necesaria de transición hacia la democracia y por qué la alta burguesía se inclinó hacia la reacción inmediatamente después de entronizarse en el poder. Nos limitamos, por el momento, a registrar el hecho.

Ahora, la Asamblea del Pacto tenía que manifestar si reconocía o no la revolución.

Pero, en estas condiciones, reconocer la revolución equivalía a reconocer el lado democrático de la revolución, frente a la alta burguesía, que trataba de confiscarla.

Reconocer la revolución significaba cabalmente, en este momento, admitir que la revolución se había llevado a cabo a medias, reconociendo por tanto el movimiento democrático, dirigido contra una parte de los resultados de la revolución. Significaba reconocer que Alemania se halla impulsada por un movimiento revolucionario, en el que el ministerio Camphausen, la teoría del pacto, las elecciones indirectas, el poder de los grandes capitalistas y los productos emanados de la Asamblea misma, aun pudiendo ser puntos inevitables de transición, no son en modo alguno, los resultados finales.

Ambas partes llevaron el debate abierto en la Cámara en torno al reconocimiento de la revolución con gran amplitud y gran interés, pero manifiestamente con poco ingenio. Resultaría imposible leer algo más aburrido que estos difusos debates, interrumpidos a cada paso por rumores o por sutilezas reglamentarias. En vez de las grandes pasiones de la lucha de partidos, una fría tranquilidad de espíritu, que amenaza con caer a cada paso en el tono de la plática; en vez del tajante filo de la argumentación, una prolija y confusa cháchara sobre minucias; en vez de una respuesta categórica, aburridas prédicas éticas sobre la naturaleza y la esencia de la moral.

Tampoco la izquierda se ha distinguido gran cosa en este debate. (3) La mayoría de sus oradores se repiten unos a otros; ninguno se atreve a ir directamente al problema y a manifestarse abiertamente en un sentido revolucionario. Todos temen escandalizar, herir, espantar. Mal estarían las cosas en Alemania si los combatientes del 18 de marzo no hubiesen dado pruebas de mayor energía y pasión en la lucha que los señores de la izquierda en su debate.

[Neue Rheinische Zeitung, núm. 14,14 de junio de 1848]



NOTAS (del traductor Wenceslao Roces):

1.- Teoría del Pacto: la burguesía, representada por Camphausen y Hansemann, trataba, mediante un pacto con la Corona, de justificar su traición a la revolución. Este pacto consistía en que la Asamblea Nacional prusiana, “manteniéndose en el terreno de la legalidad”, se limitara en lo posible a la instauración de un orden constitucional. (Notas del traductor Wenceslao Roces).

2.- Además de la cifra oficial de quince soldados y dos suboficiales muertos, se sabía de bastantes más soldados caídos en lucha, sepultados en secreto, tratando así de negar importancia a los enfrentamientos del 18 de marzo.

3.- Formaban parte de la izquierda en la Asamblea Nacional prusiana, entre otros, Waldeck, Jacoby, Georg Jung y J. Berends. La Nueva Gaceta Renana criticaba con frecuencia su actitud vacilante, animándola a proceder con mayor energía y a recurrir a la lucha extraparlamentaria.

Etiquetas: , , , ,


miércoles, octubre 13, 2021

Niú Musick 

 


Aún recuerdo cómo a pesar de su desprecio general por el punk rock J. Chandía y A Recart, los dueños de Zëbëhn discos, me mostraron entusiasmados el entonces recién aparecido álbum de Tom Cora con The Ex: “esto es música nueva”, me dijeron mientras le ponían play al “Scrabbling at the lock”. (1991).

Cora provenía de la escena de vanguardia europea,  y había formado parte del curioso y hermoso duo ochentero Skeleton Crew, junto a Fred Frith, tocando montones de instrumentos cada uno, al mismo tiempo. Luego del álbum “Aprende a hablar” se incorporó a la arpista norteamericana Zeena Parkins, y como trío grabaron “El país de los ciegos”.

Pero, ¿qué es nuevo en el 2021? Me resulta difícil responder a eso, pero cada cierto tiempo me topo con artefactos que parecen ser la cresta de la ola de un nuevo tipo de música que surge por los rincones del mundo inmundo.

En algunos incluso participan viejos veteranos que a la vez que siguen siendo fieles a sus raíces, no paran de imaginar y practicar nuevas formas de interacción sonora, entrando y saliendo de lo que John Cage llamaba “la anarquía del silencio”.



Un proyecto así de renovador y potente es el trío que encarnan el japonés Keiji Haino junto al norteamericano Jim O´Rourke, y el australiano Oren Ambarchi. En cierta forma vienen a llenar el vacío que dejaron Last Exit y Fushitsuha.

No es nada extraño que recuerdan a estos últimos si está Keiji Haino, aunque así y todo el parecido me ha dejado pegado en el cielo por varios minutos cuando irrumpen en su formato más “free rock”, dejándote al igual que Fushitshusha al borde del vacío en un agujero negro de distorsión y electricidad, sonido puro.

A Last Exit se parecen más bien en cuanto se trata de un “supergrupo” internacional.   Acá no hay saxo: KH toca guitarra y canta mientras JO toca un bajo de seis cuerdas y OA la batería. La “banda” toca al menos una vez al año desde hace una década y entiendo que ya va por su disco número 10. En cada encuentro exploran formatos algo diferentes, acompañándose instrumentos adicionales como una armónica contrabajo, viejos instrumentos de cuerda o  diversos efectos electrónicos.  

Siempre he sido un fan de KH. No así de JO, a quien conozco poco y solía odiar cuando veía a mis amigos del “post- rock” tan ocupados en venerarlo. Ya se sabe: soy un reaccionario.  Siempre me pareció pretencioso que un piño de pretenciosos postpunks derivados en artistas serios a fines del siglo XX proclamaran estar “superando el rock” si nunca llegaron más lejos de lo que -sin tanta proclamación ni pretensiones- habían hecho décadas antes las buenas viejas bandas del avant rock como Faust o la Magic Band. Sí, esas mismas formaciones que en esos tiempos nadie pescaba y ahora todos, todas y todes adoran.  Como profetizó Ayler: “no les gusta, por ahora….”. [Curiosamente, recordaba a OA por haber tocado en el famoso disco negro de Sunno)))) Pero me confundía acerca de si es un guitarrista o baterista. ¡Es ambos dos!]



En fin, da lo mismo rabiar por esas minucias cuando por los parlantes está atronando el disco “En el pasado sólo los genios manejaban el crimen perfecto conocido como revolución…”.



Tampoco se pierde el tiempo de vida escuchando “Me pregunto si notaste que decir “Lo siento” es una amorosa forma de evitar que las cosas se pongan peor”. No sé si hay muchos más discos con alguien explorando una armónica contrabajo. Yo no conozco.



Y para dosificar e ir con paciencia, recomendaría en tercer lugar por ahora su “Imikuzushi”, el titulo más breve que han usado hasta ahora en su imponente discografía que está lejos de terminar.

De ahí me cuentan qué les pareció.

Y para terminar por ahora, dado que hablamos de Zeena, hay que decir que Zina en su adolescencia era una bailarina a la que se le daba muy bien tocar el piano, razón por la cual entró a una Escuela Pública de Arte.  En la escuela estaban convencidos de que un buen pianista joven tenía talento suficiente como para estudiar un segundo instrumento, y así fue como a Zeena le asignaron un número y fue a dar a una sala donde tenía que escoger entre 8 ejemplares de arpas de orquesta, con pedales y todo. Se enamoró para siempre.  Y electrificó su instrumento. Lo desarrolló en un sentido muy personal, de manera similar a lo que su amiga Ikue Mori ha hecho en el mundo de las percusiones.



Mi heroína, ZINA, a quien amo desde que la escuché en la escasa e impresionante obra de la banda News from Babel (junto a Dagmar Krause de Slapp Happy y Chris Cutler de Henry Cow, con Robert Wyatt de Soft Machine en algunos temas), acaba de lanzar el disco “Triángulo de vidrio”, junto a Ryan Sawyer -un percusionista que no conocía- y a la gran heroína del saxo libre escandinavo, Mette Rasmussen, una fuerza con la cual identificarse.

No hay desperdicios en estos encuentros humanos.

Música nueva. Nueva música. Niú Musick-SICK.



Etiquetas: , , , ,


lunes, octubre 11, 2021

Poder sin rostro (x Pasolini 1974) 

 


EL VERDADERO FASCISMO Y POR LO TANTO EL VERDADERO ANTI- FASCISMO*

Pier Paolo Pasolini (“Escritos Corsarios”, 1975)

¿Qué es la cultura de una nación?

Corrientemente se cree, también por parte de las personas cultas, que es la cultura de los científicos, de los políticos, de los profesores, de los literatos, de los cineastas, etc.: es decir que es la cultura de la inteligencia. En cambio no es así. Y no es siquiera la cultura de las clases dominantes que, precisamente, a través de la lucha de clases, trata de imponerla al menos formalmente. No es finalmente tampoco la cultura de la clase dominada, es decir la cultura popular de los obreros y de los campesinos. La cultura de una nación es el conjunto de todas estas culturas de clases: es la media de ellas. Y sería por lo tanto abstracta si no fuese reconocible -o, para decirlo mejor, visible- en lo vivido y en lo existencial y si no tuviese en consecuencia una dimensión práctica. Durante siglos, en Italia, estas culturas fueron distinguibles aunque estuvieran históricamente unificadas. Hoy -casi de golpe, en una especie de Adviento- distinción y unificación histórica han dejado lugar a una homologación que realiza casi milagrosamente el sueño interclasista del viejo Poder. ¿A qué se debe esta homologación? Evidentemente a un nuevo Poder.

Escribo «Poder» con P mayúscula -cosa que Maurizio Ferrara tacha de irracionalismo en «L'Unità» (12-6-1974)- sólo porque sinceramente no sé en qué consiste este nuevo Poder y quien lo representa. Sólo sé, simplemente, que existe. No lo reconozco más en el Vaticano, ni en los Poderosos democristianos, ni en las Fuerzas Armadas. No lo reconozco siquiera en la gran industria, porque ella no está más constituida por un cieno número limitado de grandes industriales; para mí, al menos, aparece más bien como un todo (industrialización total) y, además, como un todo no italiano (trasnacionales).

Conozco también, porque lo veo y lo vivo, algunas características de este nuevo Poder todavía sin rostro; por ejemplo su rechazo del viejo sanfedismo (1) y del viejo clericalismo, su decisión de abandonar la Iglesia, su determinación (coronada por el éxito) de transformar campesinos y subproletarios en pequeños burgueses y, sobre todo su manía, por así decir cósmica, de realizar hasta el final el «Desarrollo»: producir y consumir.

El identikit de este rostro del nuevo Poder todavía en blanco atribuye vagamente a él rasgos «modernos», debido a la tolerancia y a una ideología hedonística perfectamente autosuficiente: pero también rasgos feroces y sustancialmente represivos. La tolerancia es, en efecto, falsa, porque en realidad ningún hombre ha debido ser jamás tan normal y conformista como el consumidor; y en cuanto al hedonismo, esconde evidentemente una decisión de reordenar todo con un carácter despiadado tal que la historia no ha conocido jamás. Por lo tanto este nuevo Poder no representado todavía por nadie y debido a una «mutación» de la clase dominante es, en realidad -si queremos conservar la vieja terminología- una forma fatal del fascismo. Pero este Poder ha «homologado» también culturalmente a Italia; se trata por lo tanto de una homologación represiva, aunque obtenida mediante la imposición del hedonismo y de la joie de vivre. La estrategia de la tensión es una espía, aunque sustancialmente anacrónica, de todo esto.

Maurizio Ferrara, en el artículo citado (como por otra parte Ferrarotti, en «Paese Sera», 14-6-1974) me acusa de esteticismo, y tiende con esto a excluirme, a recluirme. Está bien: la mía puede ser la óptica de un «artista», es decir, como quiere la buena burguesía, de un loco. Pero el hecho, por ejemplo, de que dos representantes del viejo Poder (que sirven sin embargo ahora, en realidad, aunque interIocutoriamente, al Poder nuevo) hayan chantajeado recíprocamente a propósito de las financiaciones a los Partidos y del caso Montesi, puede ser también una buena razón para enloquecer: es decir desacreditar de tal modo una clase dirigente y una sociedad ante los ojos de un hombre, hasta hacerla perder el sentido de la oportunidad y de los límites, arrojándolo en un verdadero estado de «anomia».

Queda dicho además que la óptica de los locos es digna de ser tomada en cuenta: a menos que se quiera progresar en todo salvo en el problema de los locos, limitándose cómodamente a mantenerlos lejos.

Hay ciertos locos que miran las caras de la gente y su conducta. Pero no porque sean epígonos del positivismo lombrosiano (como groseramente insinúa F errara), sino porque conocen la semiología. Saben que la cultura produce códigos; que los códigos producen la conducta; que la conducta es un lenguaje; y que en un momento histórico en el cual el lenguaje verbal es completamente convencional y estéril (tecnificado) el lenguaje de la conducta (física y mímica) asume una importancia decisiva.

Para regresar así al comienzo de nuestro discurso, me parece que tenemos buenas razones para sostener que la cultura de una nación (en este caso Italia) está hoy expresada sobre todo a través del lenguaje de la conducta o el lenguaje físico, más una cierta cantidad -completamente convencional y extremadamente pobre- del lenguaje verbal.

Es a este nivel de comunicación lingüística que se manifiestan: a) la mutación antropológica de los italianos; b) su completa homologación con un único modelo.

Por lo tanto: decidir dejarse crecer los cabellos sobre la espalda, o cortarse los cabellos y dejarse crecer las patillas (en una evocación predecimonónica); decidir colocarse una venda en la cabeza o encasquetarse un sombrerito hasta los ojos; decidir si se sueña con un Ferrari o un Porsche; seguir atentamente los programas televisivos; conocer los títulos de algunos bestseIIers; vestirse con pantalones y mallas prepotentemente a la última moda; tener relaciones obsesivas con muchachas mantenidas al lado como un adorno, pero al mismo tiempo, con la pretensión de que sean «libres», etc., etc., etc.: todo esto constituye actos culturales.

Ahora todos los italianos jóvenes cumplen estos actos idénticos, tienen este mismo lenguaje físico, son intercambiables; cosa vieja como el mundo, si es limitada a una clase social, a una categoría: pero el hecho es que todos estos actos culturales y este lenguaje somático son interclasistas. En una plaza llena de jóvenes, nadie podrá distinguir, por su cuerpo, un obrero de un estudiante, un fascista de un anti-fascista; cosa que todavía era posible en 1968.

Los problemas de un intelectual perteneciente a la inteligencia son distintos de los de un partido y de un hombre político, aunque la ideología sea la misma. Quisiera que mis actuales opositores de izquierda comprendiesen que estoy en situación de darme cuenta que, en el caso de que el Desarrollo sufriese una detención y hubiese una recesión, si los Partidos de Izquierda no apoyasen al Poder vigente, Italia simplemente se derrumbaría; si en cambio el desarrollo continuase como ha comenzado, sería sin duda el llamado «compromiso histórico» el único modo de tratar de corregir aquel Desarrollo, en el sentido indicado por Berlinguer en su informe al Comité Central del Partido Comunista (ver «L'Unità, 4-6-1974). De todas formas, como a Maurizio Perrara no le competen las «caras», a mí no me compete esta maniobra de práctica política. Más bien, tengo cuando mucho, el deber de ejercitar sobre ella mi crítica, quijotescamente y quizás de manera extrema.

¿Cuáles son por lo tanto mis problemas?

He aquí, por ejemplo, uno. En el artículo que ha Suscitado esta polémica («Corriere della sera», 10-6-1974) decía que los responsables reales de los atentados de Milán y de Brescia son el gobierno y la policía italiana: porque si gobierno y policía hubiesen querido, tales atentados no hubieran ocurrido. Es un lugar común. Y bien, en este momento puedo decir que responsables de estos estragos somos también nosotros, progresistas, antifascistas, hombres de izquierda. Efectivamente, en todos estos años no hemos hecho nada:

1) porque hablar de «Atentados políticos» no se convirtiese en un lugar común y todo se detuviese allí;

2) (y más grave) no hemos hecho nada porque los fascistas no existieran. Los hemos condenado solamente para gratificar nuestra conciencia con nuestra indignación; y cuanto más fuerte y petulante era la indignación más tranquila estaba la conciencia.

En realidad nos hemos comportado con los fascistas (hablo solamente de los jóvenes) de manera racista: apresurada y despiadadamente hemos querido creer que ellos estaban predestinados racialmente a ser fascistas y, frente a esta decisión de su destino, no había nada que hacer. Y no nos engañemos: todos sabíamos, en nuestra verdadera conciencia, que cuando uno de aquellos jóvenes decidía ser fascista, ello era puramente casual, no era más que un gesto, inmotivado e irracional; hubiera bastado quizá una sola palabra para que ello no sucediese. Pero ninguno de nosotros nunca habló con ellos o a ellos. Los hemos rápidamente aceptado como representantes inevitables del Mal. Y quizás eran adolescentes y adolescentes de dieciocho años, que no sabían nada de nada, y que se habían arrojado de cabeza en la horrenda aventura por simple desesperación.

Pero no podíamos distinguirlos de los otros (no digo de los otros extremistas: sino de todos los otros). Y esta es nuestra espantosa justificación.

El Padre Zosima (¡literatura por literatura!) supo en seguida distinguir, entre todos aquellos que se amontonaban en sus celdas, a Dimitri Karamazov, el parricida. Entonces se levantó de su silla y fue a prosternarse delante de él. Y lo hizo (como diría más tarde al Karamazov más joven) porque Dimitri estaba destinado a hacer la cosa más horrible y a soportar el mis inhumano de los dolores.

Pensad (si tenéis el coraje) en aquel muchacho o en aquellos muchachos que fueron a poner las bombas en la plaza de Brescia. ¿No sería necesario levantarse e ir a prosternarse delante de ellos? Pero eran jóvenes con los cabellos largos, o con bigotes tipo comienzos de siglo, tenían en la cabeza venda o quizás un sombrerito encasquetado hasta los ojos, eran pálidos y presuntuosos, su problema era vestirse a la moda, todos de igual manera, tener Porsche o Ferrari, o motocicletas para guiarlas como pequeños arcángeles idiotas con las muchachas ornamentales detrás, sí, pero modernas, y a favor del divorcio, de la liberación de la mujer, y en general del desarrollo...

Eran, en suma, jóvenes como todos los demás: nada los distinguía. Aunque hubiésemos querido no habríamos podido prosternarnos delante de ellos. Porque el viejo fascismo, aunque fuera a través de la degeneración retórica, distinguía: mientras que el nuevo fascismo -que es completamente distinto- no distingue más: no es humanísticamente retórico, es pragmático a la americana. Su fin es la reorganización y la homologación brutalmente totalitaria del mundo.

* En el «Corriere della Sera» con el título «El Poder sin rostro». 24 de junio de 1974

1. Deriva de «santa fade» y significa una tendencia reaccionaria, antiliberal y clerical, con raíces históricas muy concretas. (Nota del Traductor.)

Etiquetas: , , ,


jueves, octubre 07, 2021

2 actividades: @ y ACAB 

Esto es el próximo miércoles 13 (me gusta esa cifra):



"Estamos contentxs de invitarles al lanzamiento oficial de nuestro fanzine "CÓMO ACABAR CON LA POLICÍA". Aprovecharemos esta ocasión para hacer la previa de la conmemoración del 18 de octubre y nos reuniremos con la intención de conversar en torno a policiamiento, represión y criminalización de la protesta, abolición y resistencias, con cuatro amigxs que se han relacionado con estos temas desde sus respectivos trabajos investigativos y compromisos políticos: Javiera Campos y Luciano Sáez (integrantes del colectivo Desclasificación Popular), Julio Cortés (autor del libro "¿Patria o Caos?") y Patricio Azócar Donoso (integrante del colectivo Vitrina Dystópica). La cita es el miércoles 13 de Octubre a las 18:00 hrs. El evento se trasmitirá en vivo a través de las cuentas de /revistacarcaj en las plataformas de Facebook y Youtube. Esperamos que puedan asistir y participar de la conversación por el chat de la transmisión. 

Puedes encontrar una copia gratuita de este fanzine en la librería de LOM Ediciones en Concha y Toro #29, Santiago (Metro República). 

Puedes acceder al especial completo "Cómo ACABar con la policía", realizado en octubre del 2020, en nuestra página:

Estaremos informando sobre más detalles de este evento y otros puntos de difusión del fanzine gratuito en nuestras cuentas: 

Y estotro vendría siendo mañana. Curiosa invitación: el alumnado de dicha casa de estudios votó por temas para futuros foros, y salio entre ellos "anarquismo":






Todos los números de Anarchy. A journal of anarchist ideas, en LIBCOM









"Soy anarquista. No sé si de forma pura o simple, o filosófica, o qué, pero no me gusta el gobierno. Tampoco me gustan las instituciones. No tengo ninguna confianza en las instituciones, ni siquiera en las buenas" (John Cage, 1985).


Etiquetas: , , , ,


martes, octubre 05, 2021

Gesto destituyente (x Rodrigo Karmy) 

 


Aún estamos habitados por la revuelta. Como una extraña ciudadana que se resiste a la ciudad, un “alienígena” –como señalara la primera dama-  que aún abraza nuestro tiempo, sus destellos menores, proliferación destituyente en diferentes grados, tramas y formas, caracteriza el singular momento al que asistimos. No solo a nivel mundial en que las formas de control se han intensificado de manera inversamente proporcional a la irrupción de las resistencias, sino también en Chile donde éstas asumen un largo y discontinuo proceso anti-neoliberal en el que, para Octubre de 2019, convergen estudiantes, pueblos originarios y movimientos feministas.

La aceleración de las formas de control, implican la producción de simulacro. Pues, no hay poder sin simulacro dado que ejercer el poder significa producir una forma de simulación precisa. Forma que puede llamarse “democracia”, “crecimiento”, “bienestar” o “seguridad”. En cualquier caso, los planos de producción de simulacros son múltiples como múltiples la interrupción destituyente que los revoca. Por ahora, no es necesaria la protesta multitudinaria en las calles. Una protesta por aquí y por allá signan el devenir destituyente del presente, pues el octubrismo reverbera y los simulacros agónicos, apenas pueden respirar.

Lo cierto, lo profundamente cierto, es que todo naufraga en la grieta abierta por la revuelta. El simulacro se expresa de dos formas: algunos hacen “como si” nada hubiera pasado, otros “como si” todo hubiera quedado en el pasado. Los primeros tratan de ver el acontecimiento octubrista como una demanda de más de lo mismo –que es exactamente como no verlo; los segundos como si hubiera sido un “hecho” histórico y no el acontecimiento por el que despunta la independencia de los pueblos de Chile –las formas-de-vida, sus gestualidades, sus expresiones. Los primeros ponen “emprendimiento” para tapar el agujero del acontecimiento; los segundos establecen una solución de continuidad entre el “hecho” octubrista y su ¿necesaria? deriva institucional. Con intensidades variables, para ambos el acontecimiento octubrista queda subsumido, sea al simulacro del capital, sea al de la institucionalidad estatal.

En esta vía, nadie toca el vórtice sobre el cual gira nuestra siniestrada época: la revuelta del 18 de octubre de 2019. Una ¿fecha?, cifra histórica, más bien, que pugna con la otra cifra –simulacro, “fantasme Pinochet” según calificaba Uribe- que aún amenaza con los Hawker Hunter sobre las cabezas. Pues, lo cierto es que aún hay presos de la revuelta, el terrorismo que el Estado sigue en Wallmapu y las AFPs continúan siendo una realidad en la que, sin embargo, autorizan a pensar la coexistencia de dos fórmulas antinómicas en un mismo momento: nada ha cambiado, pero todo ha cambiado. Se trata de un presente aún desgarrado de sí cuya intempestividad reclama al secreto índice de una verdadera fiesta popular.

Todo y nada a la vez, el naufragio de las formas de 1973 fue el naufragio de 1492 como la cifra decisiva, de la que aún pende el tortuoso devenir de nuestra contemporaneidad: estatuas de militares, colonizadores y próceres sangrientos cayeron estrepitosamente por todo el país. Signos del capital, en suma, sucumbieron a la simbología de las revueltas. El suspenso persiste, su indecidible permanece, la suspensión de la violencia golpista se mantiene. Todo gira sobre sí, desorientado, sin norte ni sur, sin rumbo, aunque intentando flotar –sobrevivir- en los océanos levantados. 

Pero ¿qué fue lo que la revuelta no deja de destituir hoy? Ante todo, la Constitución de 1980, es decir, toda la matriz del Estado subsidiario chileno, última expresión de la matriz portaliana, forma última del “fantasme”. Como pocas veces, en la historia de esta perdida República, la irrupción popular interrumpió la pétrea estructura de la República, llevando la episteme transicional a su máxima inoperatividad. En este difuso escenario abierto por la destitución radical de las formas políticas, el presidente, parece haber ganado nuevamente en la derecha.

Pero –nuevamente- él y su sector han perdido al país. El candidato oficialista se esfuma, y los pivotes fácticos que lo apoyan quedan al desnudo. El candidato fascista queda jugando casi solo. Lejos de requerir una primaria o de un grupo de choque, solo tuvo que esperar a que sus rivales se derrumbaran junto a las estatuas. Sin embargo, la permanencia del fascista no habría que leerla como triunfo, sino como su derrota: pues su  sobrevivencia fue gracias al gesto de la revuelta que logra destituir todo el simulacro de la derecha para exponerla directa y crudamente en los contornos de la lucha de clases: tras la derecha no había nada ni nadie, tan solo el conjunto de violencias condensadas en la cifra histórica de 1973, un “fantasme” cristalizado ominosa y económicamente en la candidatura del fascista. Con el fascista en alza, la derrota consiste en que la derecha ha quedado despojada de simulacro, salvo del fascismo como el último –y el más fundamental- de todos los simulacros.

No se trata del liberalismo que anda en motoneta naranja, ni de recomponer la relación telúrica del pueblo con sus instituciones, menos de enfocarse en la “seguridad” vendiendo un celular con pendrive.

Los poderes fácticos y sus mayordomos de lo que eufemísticamente se llama “centro” político lanzan a un candidato con mucha vocación de poder, pero exento de una mínima inteligencia política, cuya campaña consiste nada más que en hablar de sí mismo. Pero de un sí mismo difuminado, complicado respecto de sus lealtades paternas. Un “sí mismo” frágil, débil, siniestrado por la irrupción octubrista. El fascista promete fortaleza, el centrista, la debilidad de sí mismo. Pero ambos son síntomas de que aún la derecha –ni ningún otro sector político- ha podido ir más allá del momento destituyente abierto por la revuelta.

Entre el fascista y el Robinson Crusoe, el sí mismo “fuerte” y el sí mismo “débil”, expresan la imposibilidad de todo simulacro. El fascista “fuerte” no necesita esconderse. Ha permanecido incólume y, sin demora, ha reanudado su cacería electoral. Renovación Nacional y la Unión Demócrata Independiente lo desean, en el fondo, fervientemente. La utopía de la Restauración se cristaliza en el fascista.  

Quienes creen que la revuelta nunca fue pues no habría sido más que lo que ellos llaman “violencia” o aquellos que sostienen que ésta se inscribe en el pasado porque la sociedad chilena habría decidido canalizar su conflicto institucionalmente, parecen completamente ciegos al no ver que este conjunto de procesos, esa labilidad sobre la que giran los acontecimientos hoy que hacen que toda encuesta devenga meme, no es otra cosa que el gesto destituyente aún tiene tomado al país.

Puede que no haya millones de personas en las calles, puede que el terror pandémico haya paralizado, en parte, las esperanzas o, incluso, que la carrera presidencial haya funcionado como un dispositivo disciplinante para la neutralización de la revuelta; pero el gesto destituyente sigue en pie y por eso nadie logra estar completamente en pie. Hoy es más fácil tropezar, hacer zancadillas y multiplicar sus efectos. Si no fuera por la mascarilla que prolifera como un habitante extraño en la ciudad o un par de grafitis que aún sobreviven a la campaña de “purificación” de grupos fascistas que golpean de vez en cuando, todo estaría muy normal. Todo sería 1990. Pero no lo es.

La “nueva normalidad” –ese término proveniente de otros lares, pero que el presidente parece haberlo hecho suyo- porta consigo la anomalía que pretende conjurar: “nueva” ¿por qué “nueva”? Justamente porque algo de la simple “normalidad” fue destituida y requiere hoy de un pluscuya fuerza se imprime bajo el término “nueva”. “Nueva normalidad”, por tanto, es el nombre que hoy asume el capital que, si bien, puede aceptar un espectro de múltiples colores transformados en abstractas “equivalencias”, no puede aceptar de ningún modo la interrupción de su circuito.

Justamente, estos dos años, han sido años en los que el capital ha funcionado a tropezones. No en virtud de alguna de sus cíclicas “crisis” –que siempre le fortalecen – sino en razón de la irrupción destituyente que desplomó al “fantasme” republicano desenvuelto en la episteme transicional. Sus máximos representantes –los mayordomos de la escena noventera-, están invisibles con una candidata presidencial devorada por el vórtice que hunde a los partidos que la respaldan y viendo el peligro que implica que el nuevo candidato de izquierda pueda, simplemente, sustituir su lugar o transfigurarlo: he ahí el desafío de la nueva ¿coalición?

Que los politólogos hagan sus profecías, que las encuestas marquen lo que sea, que los sociólogos sigan viendo “anomia” en todos lados, que los economistas nos anuncien el apocalipsis por cada peso recuperado y los juristas hagan pasar quórums transicionales por democracias participativas. Lo profundamente cierto es que todo naufraga en la grieta de la revuelta y es su gesto el que aún nos acecha.

Etiquetas: ,


viernes, octubre 01, 2021

Revuelta en la región chilena (Octubre de 2019 – Marzo de 2020) 

 (Fragmento de la ponencia “Revuelta en la región chilena: un balance histórico-crítico”, de Pablo Jiménez C.)

 


El 18 de octubre de 2019 se terminó un ciclo histórico en Chile que comenzó el 11 de septiembre de 1973. 46 años después de la “derrota histórica” del proletariado en la región chilena (Prieto, 2014), el estallido de la revuelta marca el fin de una forma de articulación del capitalismo en Chile, así como marca el comienzo de un nuevo ciclo de luchas que expresa -en el plano local- la crisis mundial de la relación de explotación entre las clases (Jiménez, 2021).

En este sentido, es necesario profundizar en algunas características de la revuelta en la región chilena. La revuelta tuvo una naturaleza contradictoria en la que se encuentran simultáneamente un fuerte contenido negativo -anticapitalista- y reivindicaciones ciudadanas que abogan por una reforma del orden social capitalista dentro de los marcos de la democracia. Ambas dimensiones se encuentran en estrecha relación, y expresan el carácter contradictorio de la lucha de clases en la región chilena, puesto que los anhelos de transformación profunda que se han expresado abiertamente bajo la consigna de “Dignidad” no tienen cabida ni pueden ser cumplidos dentro de los marcos del orden social capitalista, aunque, por otro lado, el imaginario colectivo se encuentra paralizado en la creación de una nueva constitución.

Sin embargo, es la dimensión negativa, subrepticia, anticapitalista de la revuelta la que más desconcierta a los diferentes portavoces oficiales y mediáticos de la elite política y empresarial. Esta dimensión negativa es sistemáticamente mistificada con las más diversas denominaciones que encubren de manera simultánea tanto su potencial negador del orden existente, sus raíces históricas y sus alcances o posibilidades últimas. De hecho, el estallido mismo de la revuelta tomó por sorpresa al gobierno nacional, quienes no daban de asombro ante el surgimiento de una rebelión generalizada que no sólo se enfrentó masivamente contra los cuerpos policiales, sino que prendió fuego a las calles, buses de transporte, hipermercados, locales de comida rápida y, en general, todo tipo de establecimientos identificados como grandes empresas. Aquí, se expresa de manera evidente carácter de las revueltas en este nuevo ciclo de luchas mundiales que ha sido bien descrito por Katerina Nasioka:

“Los estallidos sociales recientes, sobre todo en espacios urbanos, devienen cada vez más violentos, alejándose del canon dominante de las formas de lucha obrerista. Su carácter no se determina por las demandas sistematizadas del viejo movimiento obrero; sus prácticas son una combinación entre formas reivindicativas, enfrentamientos generalizados contra la policía y el Estado, ocupaciones de espacios públicos, saqueos y expropiaciones populares, incendios, destrucción de elementos del capital (…). La reconciliación por medio de formas políticas democráticas y negociadoras sí existe como posibilidad de recomposición de la acumulación capitalista; sin embargo, se encuentra frente a grandes contradicciones” (Nasioka, 2017, pág. 26).


Y es que la crisis de valorización del capitalismo mundial supone también un nuevo fundamento histórico para el desarrollo de las luchas sociales actuales, e impone objetivamente condiciones históricas que socavan el antiguo cimiento de las luchas de clases de los siglos XIX y XX: la disputa por la repartición de la masa de plusvalía social y la redistribución de la riqueza (Jappe, 2018). Ha llegado a su fin la era de la negociación, la época en que era posible mejorar de forma duradera las condiciones de vida de las clases subalternas mediante una redistribución de la plusvalía en la sociedad. El aumento global de una población superflua para las necesidades de la valorización del capital -y la generalización de la miseria, la precarización y el desempleo que son algunas de sus principales consecuencias-, modifican el carácter del conflicto social en general: “Mientras la vida “sin futuro” se vuelve una regla, la lucha social tiende a convertirse desde su principio en lucha antisistémica” (Nasioka, 2017).

Icónico fue, a este respecto, el audio filtrado de Cecilia Morel, esposa del presidente, quien describía cuerpos policiales sobrepasados por una especie de “invasión alienígena” que “estaba por todas partes” y señalaba que a largo plazo la elite iba a tener que compartir sus privilegios con los demás.  “No los vimos venir” son las palabras que condensan la actitud y el cinismo de la burguesía en el poder estatal (Sanhueza, 2019). Ya lo auguraba la Internacional Situacionista, la descomposición -la incapacidad de aprehender la totalidad del movimiento histórico- es el estadio supremo del pensamiento burgués (Debord, 2005).

Es necesario destacar un hecho inédito hasta ese entonces, y es que la presencia de militares en las calles no sirvió inicialmente como un freno a la insurgencia colectiva (Waissbluth, 2020).  En la primera noche de revuelta, es decretado el toque de queda y el estado de excepción en la capital, el que posteriormente se extendería a las demás grandes ciudades o centros urbanos neurálgicos del país. Es en este contexto que se despliega -evocando la misma estrategia de los primeros días de la dictadura- una represión masiva e indiscriminada, cuyo propósito fue poner freno a la revuelta -o al menos intentarlo-. La estrategia de terrorismo estatal por parte del gobierno de Piñera dejó varios muertos/as y mutilados/as como víctimas de la represión armada de agentes del Estado (Instituto Nacional de Derechos Humanos 2019). Se reportaron, además, secuestros, tortura sexual -abusos y/o violaciones- y una serie de casos de tortura que aún permanecen estancados en las oficinas del poder judicial como parte de una decisión de dicho poder de no perseverar en la persecución penal de crímenes de lesa humanidad. Más aún, Piñera y el General de Carabineros en entonces en ejercicio Hermes Soto declararon abiertamente la promesa de impunidad a los efectivos policiales en el marco de su acción represiva. Por ello, es posible afirmar que Carabineros devino abiertamente durante el curso de la revuelta lo que ya era en esencia: una policía política que ha demostrado sucesivamente su apego total al gobierno de Piñera en general, y al orden político legado de la dictadura en general.


En los barrios y comunas periféricos -o en aquellos vinculados históricamente a la lucha de clases- se desata una revuelta salvaje que ataca directamente comisarías y grandes locales comerciales, en los barrios de las clases medias la protesta tomó un carácter ciudadano que evitaba la confrontación violenta, aunque de todas maneras se reportaron en dichas comunas saqueos, barricadas y enfrentamiento con la represión estatal (Waissbluth, 2020).

La revuelta en Chile testimonia que la civilización actual está amenazada por el retorno de lo reprimido (*). Las primeras semanas de la revuelta estuvieron marcadas por una recuperación de la facultad de encuentro y de ruptura del aislamiento. Durante un periodo tan breve como intenso se disolvió la comunidad alucinatoria del trabajo y del comercio, para dar paso a encuentros reales entre personas anónimas al ritmo de la revuelta que era, en su esencia, la unión entre fiesta y protesta. Pero fiesta en su sentido verdadero, es decir, un espacio donde quedaban suspendidas todas las prohibiciones, y en las cuales las personas se permitieron no sólo destruir los odiados símbolos de una vida alienante, sino que tomaron directamente las mercancías que antes compraban y, algunas como los televisores, fueron lanzadas al fuego en medio de gritos de festejo.

Los saqueos masivos, por su parte, constituían una dialéctica de competencia v/s solidaridad, entre apropiación individual de productos y un potlatch festivo propiciado por la revuelta y el carácter colectivo de los saqueos a hipermercados o locales de grandes empresas. Si bien desde el gobierno argumentaron que los saqueos eran obra del crimen organizado (Waissbluth, 2020), la realidad es que dichas organizaciones tuvieron un rol marginal. No tuvieron ni un efecto determinante ni tampoco estuvieron detrás de los saqueos como entes organizadores. Por el contrario, los saqueos masivos surgieron de manera espontánea desde el 18 de octubre, y se dieron en la mayoría de las comunas de Santiago. Hacia el 2 de noviembre se habían registrado 175 eventos de saqueos masivos, de los cuales 115 fueron a supermercados, 34 en tiendas comerciales, 13 en farmacias, 6 en estaciones de metro y cinco en Mall (La Tercera, 2019). Sin embargo, lo más relevante en cuanto esta temática en particular es el potlatch festivo del saqueo masivo, en el cual las personas que saqueaban regalaban pañales, leches y otros productos de primera necesidad y alto costo a sus vecinos, así como también se repartía y compartía el alcohol y la comida en medio de las barricadas.


Es mi apreciación personal -teóricamente fundada, por cierto- pero la ciudad y el tránsito nunca habían sido tan seguras como cuando no había semáforos. El ritmo frenético del trabajo y de los largos trayectos en vagones y microbuses, fue reemplazado por una especie de turismo del disturbio, en el que familias enteras salían a la calle para ver qué pasaba en sus barrios, reunirse con vecinos, o marchar hacia el centro de la ciudad. Lo más potente, sin duda, fue la ruptura del silencio que caracteriza la vida moderna, en el que el ruido de la ciudad contrasta con el silencio abrumador que se impone en los espacios públicos. A ello se suma el encuentro en las diferentes asambleas territoriales que surgieron espontáneamente como forma de autoorganización de la revuelta. Sin embargo, desde su comienzo, estuvieron infectadas por el germen de la política de partidos -tanto parlamentarios como extraparlamentarios pero que aspiraban al poder estatal-, así como por el imaginario social institucional que ve en el establecimiento de una nueva constitución -escrita y aprobada masivamente por el pueblo- el nec plus ultra de todo movimiento histórico. En este sentido, eran una contradicción en actos, porque por un lado permitían el encuentro y el diálogo con el objetivo de organizar e imaginar una acción en común, pero su forma y contenido negaban las expresiones más altas de contenido anticapitalista expresadas por el accionar práctico de la revuelta.

Aunque durante sus primeras semanas -y mucho menos después cuando perdió impulso- la praxis social de la revuelta fue incapaz de transformar efectivamente y de manera duradera las relaciones de producción que constituyen la fuerza de inercia del capitalismo, su verdadera importancia para nuestro presente y futuro no radica tanto en sus reivindicaciones particulares de corte soberanista y redistributivo, sino en su práctica efectiva y real, en aquello que realmente hizo y no en lo que dijo de sí misma o se imaginaba que hacía.  

Ya en un ciclo anterior de lucha de clases, J. Camatte y G. Collu de Invariance habían advertido que la derrota del movimiento de mayo de 1968 se debía a su “poder oculto”: 

“Hoy en día, más que nunca, el capital encuentra su propia fuerza real en la inercia del proceso que produce y reproduce sus necesidades específicas de valorización como necesidades humanas en general” (Camatte & Collu, 1969)

El límite más importante de la revuelta reside justamente en este punto, y desde ahora en adelante sólo podrá superarlo a través de una autocrítica colectiva o hundirse en las disputas electorales de fracciones de la burguesía nacional.

 




 *: En psicoanálisis, la expresión retorno de lo reprimido viene a significar el “proceso en virtud del cual los elementos reprimidos, al no ser nunca aniquilados por la represión, tienden a reaparecer” (Pontalis, 2004, pág. 388). En el marco de este escrito, retomamos esa expresión para ilustrar la dimensión subterránea de la revuelta, compuesta de un universo de deseos reprimidos que constituyen uno de los fundamentos de la dimensión explosiva y negativa de la revuelta.

Etiquetas: , , ,


This page is powered by Blogger. Isn't yours?