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viernes, enero 28, 2022

Doronco Old Punks/Movedores de Montañas/Jewlia (RIP)/Proto-Residents rules OK? 

 


1.- De vez en cuando aparecen discos así de buenos: Old Punks, de Doronco Gumo, en discos Holy Mountain es uno de esos. Ex bajista de Les Rallizes Denudes y Keiji Haino entre otros, lo que Doronco ofrece acá tiene algunas similitudes con los primeros en algunos temas, pero en general el resultado es bastante único. Temas lentos con capas de ruido de guitarra, una base minimalista de bajo y percusión, con algo de piano y vientos. Se hizo acompañar por miembros de Maher Shalal Hash Baz. Entremedio hay varios recitados además de coros. Uno que otro tema rápido de sensibilidad garage/psicodélica. Un disco tan profundo que deja gusto a poco.

¿Art punk cabaret del lejano oriente? Algo así. Ideal para punks viejos. Si a Ud. No le gusta esto, jamás seremos buenos amigos. Editado en el 2009.




2.- No importa que Neil Young ya casi no haga discos con sus Caballo Loco. No importa porque ahora tenemos a los Mountain Movers que suenan parecido sin ser copia, y pueden invitarte a esos largos solos de guitarra antipichulera en que uno logra viajar al otro lado del espejo gracias a la electricidad bien entendida y aplicada. Los dejo con su último album: Mundo, qué mundo




3.- Seguimos con las necrológicas: mientras re-escuchaba tras mucho tiempo el maravilloso “Trilectic”, un homenaje a Walter Benjamin, de la cantante Jewlia Eisenberg, me puse a buscar más información y supe que murió el año pasado.  Encontré en bandcamp a su banda Charming Hostess tocando una versión gamelán de “Iron Man” en un tributo a Black Sabbath.

Trilectic fue editado por el sello Tzadik, de John Zorn, en la serie Cultura Judía Radical. No tengo problema pues soy antisionista y anti-antisemita. 




4.- Por último, no importa que los Residents ya no existan y que toda su obra posterior a la trilogía Mole (¿o eran cuatro partes?) sea bastante aburrida: las buenas almas de Galería Klang editaron “Delta Nudes”, que compila material e los cuatro discos inéditos realizados cuando el ensamble aún no tenía nombre: Ur-Residents o proto residentes, o pResidents. Como quieran. Acá aparecen temas que luego llegaron a estar en joyas discográficas como Santa Dog, Meet the Residentes, ye incluso diría que uno del Not Available. Hasta se aprecia una re-versión de King Kong de Zappa.

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jueves, enero 20, 2022

En memoria de Alberto Velásquez, el "Tata" (1971/2022) 

 


Desde el centro social At Atoja de la muy querida ciudad de Punta Arenas me informan que encontraron al Tata fallecido en su casa, de muerte natural.

Alberto tenía la misma edad que yo. No lo conocí cuando viví allá entre 1980 y 1985, en la dirección que aún recuerdo: Mardones 0409, esquina con Punta Dungenes, una casa pareada con la casa esquina donde vivía la familia de Jaime Font (abuelo materno del presidente electo, que en ese entonces aún no nacía).

Lo conocí en el 2016, cuando tres décadas después de haber abandonado la ciudad volví a estar ahí cerca de un mes por motivos laborales. Una tarde en que me desplazaba hacia la población Archipiélago de Chiloé por una denuncia de violencia policial contra adolescentes vi desde el colectivo los carteles rojinegros del At Atatoja, justo al lado de la Parroquia Nuestra Señora de Fátima, que en 1984 sufrió un atentado explosivo perpetrado por la CNI, donde murió uno de los instaladores, teniente del Ejército de Chile. 

Al otro día, sábado en la tarde, me presenté ahí a ver qué pasaba.

Para mi sorpresa, el Centro había sido fundado por un viejo amigo, compañero de Liceo y de andanzas juveniles socialistas: Iván Muñoz, el “Pelito”, que luego de vivir mucho tiempo en Santiago murió hace unos cuantas años en su ciudad natal. En el At Atoja pude conocer a un puñado de compañeros de mi generación, entre ellos el Tata, además de todo el cabrerío anarco de generaciones posteriores que nutría sus actividades en la Población 18 de septiembre.

Apenas tuve ocasión un día de ese mes de mayo me quedé conversando largamente con Alberto. Yo estaba sufriendo de mal de amores, como lo denominó el viejo Malatesta en un tremendo artículo, y él me llevó a tomar algo en un boliche que creo se llamaba el Rincón Piurano, cerca de mi antiguo liceo San José. Me dijo que todos esos bares tenían nombres de localidades chilotas.  

Pedimos unas Austral, que según él no eran la mejor opción de la zona; pero no había otra. En verdad, esta cerveza que se vende como más lujosa en la RM es una cerveza de las más baratas en el extremo austral. Conversamos varias horas. No sólo de penas de amor y la "crítica de la economía política del copete" sino que más bien de todo un poco, puesto que entre otras cosas, Alberto no solo era un “viejo ultrón” como uno sino que también era colega de la profesión jurídica.

Un día después de mi regreso fui con él en auto donde otras personas, a las afueras de la ciudad, una villa habitada por descendientes kawéskar, y apareció de la nada entre los contertulios un ex compañero de curso del San José que me reconoció de inmediato, pese a los años, kilos, canas y barbas transcurridos en 31 años. El Tata fue tan amable que le había pedido a sus amigos que tuvieran una botella de fernet para mí. 

No dejamos nada, y apenas recuerdo como llegué al Hostal. Solo sé que temprano en la mañana me avisaron que el taxi ya me estaba esperando para ir al aeropuerto y yo no tenía nada preparado. Fue caótico pero lo logré. Apenas…

Después mirando mi libreta de notas me fijé que es anoche había apuntado la expresión “Renault/Fuego”. Resulta que durante esa junta mientras buscaba en youtube el disco del 2001 de la banda argentina Dios, que me habían presentado un mes antes en Rosario (Argentina), apareció ese tema de Las Ligas Menores, a quienes no conocía y que me imaginé que por el nombre hacían alusión a quemar autos o algún tipo de violencia por el estilo. Nada que ver, pero finalmente la banda era bastante buena, y cuando vinieron a tocar a Chile pude contrales esa anécdota mientras conseguía una copia del disco. 

Volví a verlo en una nueva visita laboral el mismo año 2016, ahora con mi familia. Y en la mini-gira que hicimos con Manual de Combate en septiembre de 2019. Yo me quedé una semana más, pero tras un concierto el sábado en el Club Hípico, la tocata en el At Atatoja el domingo se hizo contra el tiempo, y fue gracias a su amabilidad de ofrecer llevarlos en auto que la banda alcanzó a llegar justo a tiempo al aeropuerto.

Estuvimos juntos en una protesta nacional convocada el día jueves de esa semana por la CUT y “Unidad Social”. No fue tan impresionante, excepto la pelea con los “rábanos” al final, luego de la cual nos fuimos a la costanera a un homenaje a Marcelo Barrios, otro compañero socialista que a fines de 1984 fue expulsado del San José a 30 años de su asesinato en los cerros de Valparaíso a manos de un comando de infantes de marina. Al otro día nos vinimos a Santiago, alcanzado una vez más justo a tiempo a pasar a la instalación de la placa conmemorativa por Marcelo afuera del Liceo de Hombres -donde cursó su Cuarto medio-.

Seguimos en contacto por mail, whatsapp, y hablamos por teléfono un par de veces, y durante el año 2021 me invitó a un programa que tenía en la radio Presidente Ibañez, donde junto a un par de personas más hablamos varias cosas sobre el estallido, las violaciones de derechos humanos, abolición de la policía, etc. Curiosamente, el programa fue seleccionado para ser subido a internet por un grupo facho, como demostrativo de “apología de la violencia anarquista”.

No supe más del Tata hasta esta última y tristísima noticia. 

Supe que estaba tratando de venirse a vivir a Santiago. La pena me toma y no sé qué más decir, salvo que: No importa, compañero. La muerte acecha todos los días.

Viviste medio siglo dando todas las luchas que creíste justo y necesario dar. En ese proceso te encontraste con muchos compañeros y hermanos que jamás te olvidaremos. En algún mundo paralelo seguimos los dos juntos en el Rincón Piurano, pidiendo más cervezas aunque no fueran tan ricas, y logrando comunicarnos en medio de una fría noche de mal de amor.

 

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domingo, enero 16, 2022

Musica Elettronica Viva: 1967-2007 

 


Una vez conocí a un supuesto “gurú” de la escena de la “música electrónica” en Chile. El tipo no conocía a Musica Elettronica Viva, y tampoco a ninguno de los artistas sonoros incluidos en un artefacto titulado “Early gurus of electronic music” (DVD más 2 o 3 CDs, desde los pioneros del theremin a MEV pasando por montones de muestras más que ya ni recuerdo porque se lo presté a Ervo de Colectivo No. Si estás leyendo: devuélvelo que lo extraño).   

MEV se formó en Roma, Italia, a mediados de los años 60. Los integrantes eran: Allan Bryant, Alvin Curran, Jon Phetteplace, Carol Plantamura, Frederic Rzweski, Richard Teitelbaum e Ivan Vandor. Al menos uno de ellos, F. Rzewski, participaba también en el Ensamble Nueva Consonanza, del que les hablé alguna vez acá pero hace un par de años (comentando el libro de David Toop en Caja Negra sobre la improvisación).

Además, Rzewski es famoso por su obra consistente en 36 versiones al piano de “El pueblo único jamás será vencido” (Ver acá, interpretada por él mismo y con partitura, tomada de Rzewski plas Rzewski, Piano Works 1975-1999).

El sello New World publicó el 2008  una caja de 4 CDs conmemorando los 40 años de MEV: 1967-2007.

Vale la pena escucharla con mucha atención y de corrido. Se va medio día en eso pero vale la pena. (A ver, estoy durmiendo como 6 hora y media de noche más una de siesta, pero gasto como 1:30 cada día en pasear al perro, actividad que se puede realizar con audífonos pero por lo general uno anda medio dormido todavía, o a punto de irse al sobre).

Desde “Spacecraft” (apenas la puse abrí la ventana para que entre el aire frío de este domingo y además entró el sonido de una decena de golpes de campana de alguna parroquia cercana) y “Detengan la guerra”, a conciertos en Berna, Amsterdam y Ferrara, se trata de piezas bastante largas (entre media hora y una hora), registrando conciertos/intervenciones completas (la de Amsterdam se dividió en dos tracks de aprox. 45 minutos). La última pieza, “Mass. Pike”, dura 10 minutos. El material fue seleccionado por Curran, Rzewski y Teitelbaum.

Alvin Curran dice:

La música de MEV fue desde el inicio totalmente abierta, permitiendo a todo y a todos venir y buscar de todos los modos posibles ir más allá de las convenciones sin corazón de la música contemporánea.

Tomando la idea de Tudor y Cage, MV empezó a poner micrófonos de contacto en todo lo que sonara, amplificando sus sonidos crudos: resortes de colchón, vidrios, latas, elásticos, vibradores sexuales, basura metálica seleccionada;  una abollada y vieja trompeta, un cello y un saxo tenor nos daban aún cierta credibilidad musical, mientras un sintetizador casero con 48 osciladores y el primer Moog de Europa le daban a nuestro sonido en principio neoprimitivista  un toque inimitable. En nombre de la colectividad, abandonamos las partituras y liderazgos, reemplazándolos con improvisación y audición crítica.

Ensayos y conciertos comenzaban en el momento adecuado por un tipo de combustión espontánea y continuaban hasta que llegaba el agotamiento total. Importaba poco quien tocaba qué en qué momento y cómo, pero el frágil lazo de la confianza humana que nos vinculaba a todos en todo momento nunca se quebró.

La música podía ir a cualquier parte, deslizándose en una unidad auto-regeneradora, o tambaleándose en un caos irrevocable – ambos eran objetivos valiosos.

En la euforia general de los tiempos, MEV pensaba que había re-inventado la música. En cualquier caso, ciertamente la re-descubrimos.

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viernes, enero 14, 2022

MX-80 (Bruce Anderson RIP)/Edward Lear y el Sinsentido 

 

Apenas iniciado el año 2022 se nos fue Bruce Anderson: talentoso y único guitarrista, que desde 1974 se expresaba principalmente a través de la banda MX-80 (aka MX-80 Sound). Sonidos difíciles de clasificar, en una zona en que confluyen el noise, avant/free rock y no wave. Post punk diría que no, porque la formación  es más bien previa a la revolución de 1977.

En homenaje a Bruce los dejo con los dos albums editados a inicios de los 80 por Ralph Records, sello vinculado a los Residents, que por esos años también editó discos clásicos de Tuxedomoon.

 


Fuera del túnel (1980)


Control de multitudes (1981).


No tenía idea de que Pepitas de Calabaza había publicado unas traducciones de los “Sinsentidos” de Edward Lear.

Una vez me compré un libro suyo por la sencilla razón de que me gustó la portada (en la foto arriba) y la traducción la había hecho Leopoldo María Panero para la colección Visor de poesía, bajo el título de “Omnibús sin sentido”. Luego conseguimos con mi hijo una edición inglesa titulada “Comple Nonsense”, llena de cuentos, versos e ilustraciones (incluyendo el hueaso chileno que se ve acá abajo), que no sé cuánto tiempo tomará para que exista una edición completa en castellano, pero por de pronto están las ediciones de Visor y Pepitas para entretenerse mientras tanto.

Los dejo con la presentación de una de las traductoras de la edición Pepitas.



EDWARD LEAR, MAESTRO DEL NONSENSE

En un autorretrato dibujado a los veinte años, Edward Lear se veía a sí mismo como un joven larguirucho y desgarbado, corto de vista y con una nariz tremenda: “Tengo las rodillas torcidas, le decía a un amigo en una carta, mi cuello es singularmente largo, mi nariz, elefantina y tengo tendencia a tropezar con las cosas ya que estoy medio ciego…” Conforme fue cumpliendo años, el joven larguirucho se acabó convirtiendo en otro.

Un anciano circunférico, con piernas muy delgadas y panza redonda, que en sus autorretratos nos recuerda siempre a un pájaro con las plumas huecas o incluso a un insecto con caparazón. Parece ser que de mayor, Edward Lear seguía tropezando con el mundo.

Pero ¿Quién era Edward Lear?

El dibujante de pájaros y ruinas.

El amigo en permanente bancarrota.

El viajero incansable que buscaba climas cálidos que aliviaran los rigores de su salud maltrecha.

El “hijo adoptivo” de la Hermandad Pre-Rafaelita.

El artista que frecuentaba los salones de la aristocracia asombrando a todos con sus ocurrencias.

El bufón que lloraba a escondidas.

El corresponsal divertidísimo que en sus cartas intercalaba sus idas y venidas, sus preocupaciones económicas y sus poemas…con una retahíla de dibujos absurdos.

El Profesor de Dibujo de la reina Victoria.

El vejete simpático que dibujaba monigotes y garabateaba versos en los manteles para hacer reír a los chiquillos.

Todo eso era Edward Lear.

Y más cosas.

Curiosamente, lo que no pretendió nunca fue ser escritor.

Edward Lear nació en Londres, en 1812, el mismo año en que nació

Charles Dickens y Lord Byron publicaba los dos primeros cantos de Childe Harold's Pilgrimage.

Ann Lear, su madre, tuvo veintiún hijos. Edward fue el penúltimo.

Fue un niño solitario y enfermizo y vivió una infancia marcada por las dificultades económicas de la familia, en la que siempre echó en falta el afecto de su madre. Fue su hermana Ann, veinte años mayor que él, quien verdaderamente crió a Edward Lear y fue la muerte de Ann y no la de sus padres la que verdaderamente lo convirtió en huérfano muchos años después.

El talento de Edward Lear para el dibujo se reveló pronto y pronto empezó a ganarse la vida como ilustrador.

Fue un artista autodidacta, más dotado para la pintura paisajística que para el retrato, lo que hizo que se denominara a sí mismo, no sin cierta amargura, “artista topográfico”.

Sus primeros dibujos, sin embargo, los encontramos en Tratados de Zoología, así como en los Catálogos de aves y animales exóticos tan típicos de aquellos años, cuando aún estaba de moda entre ciertos aristócratas mantener pequeños zoológicos privados en los que convivían especies procedentes de todos los rincones del Imperio.

Gracias a sus primeros trabajos, Lear comenzó a ganarse una reputación como ilustrador.

En 1837 instaló su estudio en Roma y estableció la costumbre que, a partir de entonces, marcaría su existencia: pasar en Inglaterra la primavera y el verano e instalarse en el Mediterráneo durante los meses de otoño e invierno.

Así dieron comienzo sus años de “peregrinaje”. Lear fue un viajero incansable; cargado con sus cuadernos y sus pinceles recorrió medio mundo. Sus andanzas por Italia, Egipto, Grecia, Oriente Próximo o la India, produjeron seis lujosos libros de viajes, además de miles de acuarelas, estampas y grabados.

Fascinado por la luz y los colores del Mediterráneo, Lear disfrutaba de su vida nómada aunque en ocasiones también echaba en falta una existencia más convencional. En sus viajes en pos de nuevos paisajes con los que atraer a sus clientes, ávidos de viñetas exóticas con las que adornar sus salones, Lear nunca dejó de buscar, también, un lugar donde poder asentarse definitivamente. Lo encontró por fin en San Remo, donde pasó sus últimos años en compañía de su gato Floss y de su cocinero albanés.

Aunque nunca fue pobre, Edward Lear jamás estuvo libre de preocupaciones económicas. Esta inseguridad fue constante motivo de inquietud para él, aunque es verdad que tuvo un círculo de clientes fieles y amigos con los que siempre pudo contar.

A pesar de no formar parte de la alta sociedad, Lear, como muchos otros artistas, se movía con soltura en los ambientes aristocráticos. Era un buen conversador, un invitado ingenioso y divertido. Cuando se cansaba de los mayores, lo que sucedía a menudo, buscaba la compañía de los niños con los que siempre se entendió bien pues compartía con ellos una visión de la realidad más libre de prejuicios y ajena a las convenciones que constreñían el mundo de los adultos. Sin embargo, a pesar de su vitalidad y su sentido del humor, Lear era también un hombre propenso a la melancolía. A menudo rehuía la compañía de sus amigos y prefería la soledad de su habitación al bullicio de los salones.

Así pues, Lear, el encantador de serpientes, el viajero entusiasta, el vejete simpático que entretenía a niños y mayores con sus ocurrencias, podía ser también el hombre más triste del mundo.

Puede que sus poemas, sus Nonsense, fueran uno de sus remedios contra la melancolía, como lo eran, sin duda, su afición a la música o su afán por perseguir orugas en el jardín de su casa, acompañado por el gato Floss.

A pesar de la fama y el prestigio con los que contó entre sus contemporáneos, su nombre no hubiera sido sino uno más en los catálogos de paisajistas victorianos de no haber sido por sus poemas.

No está claro cómo el pintor e ilustrador Lear llegó al Nonsense, ni porqué empezó a escribir versos, ni porqué, años después, se decidió a publicarlosEdward Lear no “inventó” el nonsense, ni fue el primero en utilizar el limerick, pero es indudable que su contribución marcó un punto de inflexión en la literatura del absurdo.

Su primer libro de versos se publicó en 1846. Lo tituló A book of Nonsense y lo firmó con un seudónimo, como era costumbre en la época. Tuvo un éxito fulgurante. Curiosamente, o tal vez como correspondía a un autor de sin sentidos, Lear apenas obtuvo beneficios de las ventas de sus libros de poemas.

Desde su primera edición, en las páginas de A book of nonsense los versos aparecen ilustrados con dibujos del propio autor. Al observarlos uno se pregunta ¿qué fue antes: el texto o el dibujo? Es difícil de decir. Lo que sí podemos afirmar es que uno y otro se complementan.

Ambos, poemas y dibujos, nos permiten visitar el universo absurdo que Lear creó para sus viejitos, poblado por damas que tocaban el arpa con la barbilla y pescaban peces sin escamas y por atolondrados vejetes que portaban pelucas imposibles, leían a Homero a la pata coja o bailaban valses con moscardones.

En sus poemas, a los que llamaba sus Nonsense, sus Old people, Lear se ríe del mundo con el mismo entusiasmo con que se ríe de sí mismo.

En efecto, todos los autorretratos de Lear, tanto los escritos como los dibujados, son caricaturas. Y muchos de los protagonistas de sus poemas tienen narices kilométricas, piernas de grulla y barbas pobladas…y no solo tropiezan con el mundo, lo tienen definitivamente en contra.

El Nonsense no busca la carcajada, los limericks de Edward Lear son muy a menudo un catálogo de calamidades y desgracias, contadas, eso sí, en un tono ligero y saltarín, como el propio ritmo del poema. La música del limerick es esencialmente alegre y contrasta con las barbaridades que acaecen a sus protagonistas; ahí, precisamente, es donde está la gracia.

Los limericks de Lear no fueron sus únicos escritos, creó también Abecedarios, y Botánicas, cuentos y poemas largos; algunos como La historia del Búho y la Gatita son clásicos de la literatura infantil. En todos ellos descubrimos el mismo aire burlón, los mismos toques subversivos y rebeldes que caracterizaron la obra del autor, donde las convenciones y las ideas preconcebidas desaparecen para dar paso a un universo excéntrico y absurdo, en el que puede pasar cualquier cosa.

Cuando Julián (Pepitas) nos propuso la tarea de traducir sus versos nos proporcionó también la excusa perfecta para entrar de su mano en ese mundo patas arriba en el que uno podía viajar en tortuga y las magdalenas eran el mejor remedio contra las pesadillas.

La tarea de la traducción era nueva para los dos. Comenzamos avanzando despacio y un poco a tientas, más bien a gatas, y, después, nos fuimos atreviendo a saltar y a bailar y a jugar con las palabras como jugaba Lear. Poco a poco fuimos desentrañando los versos y tratando de darles forma en español y disfrutamos tanto que nos hemos quedado con ganas de más.

En los últimos meses hemos aprendido que berrendo, adjetivo, significa: Manchado de dos colores por naturaleza o por arte, nos hemos reído (mucho), hemos desesperado(un poco) y nos hemos vuelto locos buscando las palabras adecuadas, las que sonaban mejor, las que rimaban, las que entraban en la medida…

Finalmente, después de varios meses de trabajo, nos encontramos hoy aquí con este libro en las manos y no estamos descontentos. Hasta pensamos que, por usar una de las palabras inventadas de Lear, nos ha quedado una traducción bastante runcible. Esperamos que ustedes y los demás lectores estén de acuerdo y lo pasen tan bien con Edward Lear como lo hemos pasado nosotros.

Elvira Valgañón


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jueves, enero 06, 2022

This is not AFRO POP! 

En el origen, estuvo África.

Los que están conscientes de eso, los que no lo han olvidado, eran originalmente los “rastas” (antes de transformarse en religión reaccionaria y moda capilar o musical).

Una vez que estaba deprimido le conté a mi amigo Cerebro que estaba algo obsesionado escuchando cosas depresivas  como el  “Pornography” de The Cure. Me recomendó salir de ahì, y “volver a África”.

Yo consideraba que mi dieta usual de Free Jazz y Dub Reggae ya era bastante africana, pero claro: estas son músicas hechas fuera de Africa, aunque apuntando hacia ella.

Hay varias formas de estar musical y mentalmente en Africa.

1.- MÚSICA HECHA ALLÁ MISMO:



En este momento escucho atentamente el álbum “Assume Crash Position” de Konono Nª 1 y su ya bien conocido y clásico trance congotrónico basado en kalimbas gigantes electrificadas, con algo de guitarra y bajo. Cuando estuvieron de moda hace década y media no los escuché mucho porque bueno….ya se sabe: soy contreras.


En el mismo sello, Crammed discs, donde tienen hermosas obras de Tuxedomoon y Aksaq Maboul, me topé con Jagwa Music y su álbum Bongo Hotheads. Directo desde Tanzania. Decir que tienen actitud street punk al ofrecer su rap sería desmerecer la tremenda originalidad minimalista de este combo.


El mismo sello belga nos ofrece un clásico afro de 1983, aunque hecho en Europa, que surge de la colaboración de belga Hector Zazou y el congolés Bony Bikaye: “Noiret blanc”, por Zazou Bikaye. Descrito por Melody Maker como "el resultado inicial de una colaboración imaginaria entre DAF y Fela Kuti" y por Internacional Musician como "Fela Kuti con Kraftwerk en la pista de baile". 


En el rubro colaboraciones/reconstrucciones recomiendo los dos volúmenes de Kinzasha 1978. Trance eterno para meditar, bailar e incluso dormir la siesta.

2.- VIAJES A ÁFRICA:

Algunos músicos occidentales han ido a Africa en busca de conocimiento e inspiración, desde Brian Jones y Ornette en Marruecos, a estas dos colaboraciones que traigo acá:


Pharoah Sanders con los músicos Gnawa de Marrakesh. Creo que en esta ocasión le recomendaron que para que tocar juntos funcionara no decirles que lo que él hacía era “jazz”. En el penúltimo texto de “1-2-3-4” cuento una anécdota que no tengo a mano ahora.


Yusef Lateef , respetado instrumentista (saxo, flauta y otros vientos) de jazz, hizo clases en el Centro de estudios culturales de la Universidad Ahmadu Bello en Nigeria. De esos eventos salió el disco Hikima (Creatividad), de una belleza exuberante, frenética, radical.

3.- EXILIOS DESDE SUDÁFRICA:

El tercer tipo de música africana puede ser el más triste, al menos atendiendo a su origen. En el caso que presento ahora, Chris McGregor y sus Blue Notes, una gira europea en 1964 culminó con la banda de jazz africano autoexiliándose en Inglaterra. La razón era simple: McGregor, que era hijo de un predicador y maestro escocés,  tenía prohibido por el Apartheid tocar con músicos negros.

Se quedaron allá McGregor, Mongezi Feza, Johnny Dyani, Louis Moholo y varios más. Colaboraron con la naciente escena de free jazz/improvisación inglesa y europea. (En daily bandcamp Piotr Orlov hizo un completo recuento de discos y actividades: "Como los Blue Notes de Sudáfrica ayudaron a inventar el free jazz europeo").

Una de las bandas más representativas fue la Brotherhood of Breath. Cuneiform records editó unas cuantas joyas discográficas de esta graciosa y enérgica Big Band.


Los dejo con el disco doble "Bremen to bridgewater", donde el nucleo sudafricano se mezcla con músicos ingleses como Evan Parker, Gary Windo y Elton Dean (de Soft Machine) en conciertos efectuados en 1971 y 1975.

Y además este registro en 3 partes de un concierto en Alemania en 1989, un año antes de que Chris muriera de cáncer, a los 53 años de edad. Aparece como invitado Archie Shepp: gran estilo visual y sonoro. Un gentlemen del free jazz. 

“La música es la fuerza sanadora del universo” (Albert Ayler).

 

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domingo, enero 02, 2022

Folk (des)comunal: Tyrannosaurus Rex en vivo el 1 de enero de 1970 

Una vez conversé con Tetuzi Akiyama, versátil y talentoso guitarrista japonés, y me dijo que en sus inicios tocaba guitarra en los parques, generalmente de noche, y que solía acudir como repertorio a las viejas canciones de Marc Bolan, antes de T.Rex. O sea...estas canciones. Según decía Tetuzi, y he leído por ahí, existía toda una escena hippie de recitales acústicos en parques. Mientras explicaba se puso a cantar "Hot rod mama", y no dejaba de toser, aunque así y todo seguía prendiendo cigarrillos.

Cuesta encontrar los discos de Tiranosaurio, el dúo acústico que formó Marc Bolan de regreso en Inglaterra tras una gira con los John´s Children en la que tuvo ocasión de ver tocar a Ravi Shankar. 

En el bandcamp Bolan Boogie hay tres registros, pero de 1970, cuando Steve Peregrin Took había sido reemplazado por Mickey Finn. 

Los dejo con una grabación del dúo en un concierto en el Teatro París, organizado por John Peel el 1 de enero de 1970 (Bolan era íntimo amigo de Peel, y el éxito del dúo en gran medida se debió al incesante apoyo del famoso DJ), y con este extracto de Simon Reynolds.


“Lo que hizo Pink Floyd en términos electrónicos, nosotros lo hacemos en versión acústica”, dijo alguna vez Bolan sobre Tyrannosaurus Rex. Esto es cierto en términos de las letras y el canto, pero en términos de sonido resulta un poco forzado. El paralelismo es más claro con el folk hipnótico y rasgado de Richie P. Havens o con The Incredible String Band, si estos artistas se hubieran decantado por el rock más que por el folk.  El sonido de Bolan y Took tenía menos bajos, carecía de acentos en contratiempo y estaba dominado por tonos de alta frecuencia: una guitarra acústica brillante, voces agudas y un espectro de exóticos instrumentos de percusión, entre los que se contaban tambores parlantes africanos, chinchines (platillos de dedos) y el Pixiephone, un “pequeño xilofón de juguete” comprado en Harrod`s.

Además de la percusión de mano, Took estaba a cargo de improvisar las voces de fondo, haciendo coros, pero también intercalando cánticos e interjecciones. Su colección de relinchos, hurras, siseos, suspiros, jadeos y ráfagas de percusión vocal encuentra su máxima expresión en “Scenes of Dinasty”, un registro grabado solo con voces y palmas que marcan el pulso de manera bastante libre. “Nunca me entusiasmó tanto la percusión de Steve”, confesaría más tarde Bolan. “Lo que de verdad hacóa bien era cantar (…) Tenía un verdadero sentido de la armonía”.  

Las canciones de Tyrannosaurus Rex parecen improvisaciones espontáneas captadas por el micrófono escondido debajo de un hongo venenoso en un claro del bosque. No hay en ellas prácticamente nada que recuerde a ciertos efectos psicodélicos de moda como el phasing u otros que los ingenieros de Abbey Road aportaron en The Piper at the Gates of Dawn. Una de las pocas excepciones a esta regla se encuentra en un tema de su segundo disco, Prophets, Seer & Sages, The Angels of the Ages (1968): “Deboraarobed”. Como permite entrever el título, se trata de un palíndromo de audio: exactamente a la mitad, comienza a sonar al revés hasta terminar de nuevo al principio de la canción. Al oyente le lleva un segundo caer en cuenta de lo que está ocurriendo: al principio, parece como si Bolan estuviera cantando en una lengua perdida o inventada.

Las canciones de Tyrannosaurus Rex tiene algo de músico callejero cósmico, un estilo donde el rasgueo de la guitarra y el gorjeo de la voz encuentran un punto medio justo entre el folk y el rockabilly. Las más recargadas de percusión evocan las estruendosas improvisaciones hippies que de pronto comenzaban a sonar en los festivales gratuitos o en las fiestas organizadas en terrenos baldíos, el clamor de una multitud drogada que tomaba en sus manos bongós, panderetas, botellas, sartenes y cualquier otra cosa de la que pudiera sacar algún sonido”.

(Extracto de “El poeta del boogie: Marc Bolan y T. Rex”, capítulo 1 de Simon Reynolds, Como un golpe de rayo. El glam y su legado, de los setenta al siglo XXI, Buenos Aires, 2017, Caja Negra).    


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