Creo en la liberación humana, lo que incluye la de las mujeres y niños/as por cierto. Y creo que esa autoliberación nos impone deberes hacia el mundo animal.
Gilles Dauvé se ha referido a esas cuestiones en varios de sus escritos. Pero este que dejo acá no lo conocía, aunque algo me lo habían referido creo que unos compas en Rosario. ¡Los compas de Rosario! Qué buenos recuerdos. Había uno que nunca supe como se llamaba, que usaba una polera (aka remera) de parálisis permanente. Algún día nos toparemos de nuevo...Bueno: no perdamos el hilo: Dauvé se refiere a las críticas de Federici a Marx, en este interesante texto tomado de alasbarricadas.
La mejor compañía sonora creo que es
la última grabación de Kaoru Abe, el 29 de agosto de 1978.
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Federici contra Marx
Por Gilles Dauvé.
Calibán y la bruja (1)
presenta un interés innegable: un análisis de los movimientos sociales y de la
crisis de la Europa medieval, una puesta en evidencia de la dimensión sexual y
de trato de las mujeres en la formación del capitalismo, y el rol de la
maquinización de los cuerpos masculinos y femeninos, principalmente. Pero este
libro expone también una visión del pasado y del presente capitalistas tan
criticable como la perspectiva política de la que deriva.
Los orígenes del capitalismo
según Silvia Federici
Numerosos lectores encuentran en Calibán
y la bruja una mejora de El Capital, concretamente de su
VIIIª sección. Federici escribe:
“Mi descripción de la
acumulación originaria incluye […] una serie de fenómenos que están ausentes en
Marx y que, sin embargo, son extremadamente importantes para la acumulación
capitalista. Éstos incluyen: i) el desarrollo de una nueva división sexual del
trabajo que somete el trabajo femenino y la función reproductiva de las mujeres
a la reproducción de la fuerza del trabajo; ii) la construcción de un nuevo
orden patriarcal, basado en la exclusión de las mujeres del trabajo asalariado
y su subordinación a los hombres; iii) la maquinización
del cuerpo proletario y su transformación, en el caso de
las mujeres, en una máquina de producción de nuevos trabajadores.” (p.20)
Pero nos equivocaríamos al no ver
aquí más que lagunas (graves e insalvables para unos, menores para otros) que
la autora se empeñaría en subsanar. Federici hace mucho más: su análisis de la
acumulación originaria expresa nada menos que una concepción del capitalismo en
definitiva opuesta a la de Marx.
Para explicar el surgimiento del
capitalismo, ella privilegia la opresión específica soportada por unos grupos
sociales, las mujeres en particular. Ahí está su sujeto de estudio y su
aportación, pero la autora no se queda ahí. Ya que da preeminencia a ciertos
factores y desprecia otros:
En el siglo XVII, se tasaba el
coste del trabajo en las manufacturas de algodón en las Indias a 1/7 del que
era en Europa. La Compañía de las Indias Orientales importaba y revendía en
Europa tales volúmenes de tejidos indios que los industriales ingleses del
textil, incapaces de resistir a esa competencia, reclamaban políticas de
aranceles proteccionistas.(2) A mediados del siglo XIX, la mitad de los algodones
producidos en el mundo provenían del norte de Inglaterra, y los más atentos se
maravillaban o se alarmaban con el apogeo de Manchester, apodada Cotonnopolis, tanto
como nuestros contemporáneos lo hacen con la zona de Shenzhen o Shanghai hoy.
Durante este tiempo,“los huesos de los tejedores de algodón hacen blanquear
las llanuras de la India”.(3)
¿Cómo, en dos siglos los burgueses
ingleses habían invertido la correlación de fuerzas? Reduciendo los costes de
trabajo en su país. Incluso militarmente, la superioridad europea no se
convierte en efectiva hasta el siglo XIX, gracias a la revolución industrial
que da a Occidente para mucho tiempo la ventaja de las armas, la cuál supone el
advenimiento de la manufactura y del trabajo asalariado modernos. Las causas
históricas del proceso son múltiples. Entre ellas, la desposesión
-particularmente la relegación de las mujeres al hogar- es una condición
necesaria y no suficiente. El hecho decisivo, es el establecimiento
del trabajo productivo.
Al contrario, para Federici, sin
el trabajo “mitificado” (oculto, invisible) de las mujeres, no hay acumulación
posible, no hay capitalismo. Lejos de completar El Capital, la
explicación de la acumulación originaria expuesta en Calibán y la bruja está
en las antípodas, y se mueve en otra definición del capitalismo.
El capitalismo según Silvia
Federici
Calibán y la bruja: bonito
título, que resume la tesis: el capitalismo se construiría sobre la esclavitud
y la subordinación de las mujeres y desde entonces, bajo otras formas, se
perpetuaría. En este marco, el esclavo y la mujer ocupan un lugar más
importante que el obrero o la obrera, y la obrera un rol más crucial por su rol
en casa que por el que tiene en el taller. Desposesión y disolución de
prácticas comunes tendrían prioridad cronológica y lógica sobre el trabajo
asalariado propiamente dicho, que no sería más que un efecto. Federici
convierte una condición histórica necesaria en la naturaleza profunda del
capitalismo. La prioridad otorgada a la esclavitud y a la subordinación de las
mujeres no se corresponde a los hechos. La esclavitud comienza a finalizar en
el momento en que se desarrolla la industrialización, e Inglaterra, corazón de
la revolución industrial, es un país de los más activos en la abolición de la
trata de esclavos que, aunque sigue existiendo, se convierte en muy marginal (4).
En cuanto a la desigualdad sexual, sin desaparecer, declina en los países más
modernos. Mientras continúa discriminando a las mujeres, el capitalismo las
introduce cada vez más en el mundo del trabajo, incluidos los empleos
tradicionalmente masculinos, y los puestos dirigentes. Que el capitalismo no
emancipa a la mujer, es cierto, pero de los sistemas sociales, es en el que
parece haber menos desigualdad entre hombres y mujeres.
El análisis histórico de Federici
reposa sobre una presuposición. Necesita situar la emergencia del modo de
producción capitalista en la transición entre la Edad Media y el Renacimiento,
así que antes de la revolución industrial, ve el nacimiento del capitalismo en
la exclusión de las mujeres del trabajo, del trabajo llamado productivo,
valorizado, y su relegación a la esfera “reproductiva” alrededor de los siglos
XV-XVI, y finalmente al trabajo industrial peor pagado.
La autora pretende comprender el
trabajo asalariado no a partir de lo que es, sino de lo que le es exterior y lo
haría posible, método justificado por ella por su tratamiento de la reproducción,
concepto completamente pertinente pero que pierde su pertinencia cuando se
extiende a todo, mezclando reproducción de la población, del capital a través
de sus ciclos, de la relación capital/trabajo asalariado, y de la reproducción
de toda la sociedad.
“[…] las mujeres
han producido y reproducido la mercancía capitalista más esencial: la fuerza de
trabajo […] el trabajo no-pagado de las mujeres en el hogar
fue el pilar sobre el cual se construyó la explotación de los trabajadores
asalariados, “la esclavitud del salario”, así como también ha sido el secreto
de su productividad.” (pp. 10-11)
¿Qué es en definitiva para ella
el capitalismo? Desposesión y sometimiento. Al igual que el movimiento de los
enclosures (cercamientos) privaba a los campesinos de los medios de
subsistencia, las mujeres eran desposeídas de sus saberes y destrezas
tradicionales. Pero esta condición indispensable no da la definición de
capitalismo.
El trabajo según Silvia
Federici: la teoría del trabajo “reproductivo”
Calibán y la bruja fue
escrito para probar históricamente una tesis. La primera versión (1984) “se
esforzaba en repensar el análisis marxiano de la acumulación originaria desde
una perspectiva feminista” (p. 12). En la segunda (2004), ya
disponible en francés, Silvia Federici explica querer “fundar teóricamente e
históricamente la idea de que el trabajo doméstico no es la herencia o el
residuo de una era precapitalista, sino una actividad específica en la que las
relaciones sociales han sido forjadas por el capital. […] el
trabajo de cuidados, el trabajo doméstico y en conjunto las actividades
complejas vía las cuales la vida se reproduce, constituyen de hecho un trabajo
esencial en la organización capitalista de la producción. […] [se
trata de] el trabajo más productivo en el seno del capitalismo. Sin
este trabajo, ninguna otra forma de producción sería posible. […]Queríamos
mostrar que se trataba de un trabajo central […]”(5)
“[…] uno de los mayores
aportes de la teoría y de la lucha feminista es redefinir el trabajo, y
reconocer el trabajo reproductivo no pagado de las mujeres como una fuente
determinante de la acumulación capitalista. Redefiniendo el trabajo de cuidados
como TRABAJO […] las feministas han actualizado un nuevo terreno
esencial de explotación completamente ignorado por Marx y la teoría marxista.”(6)
Esta posición fundó una de las
bases de la Autonomía y del feminismo radical italianos en los años 1960-80,
expuesta desde 1970 por Revolta femminile en su Manifiesto:
“Identificamos en el trabajo doméstico no retribuido la prestación que
permita al capitalismo, privado o de Estado, subsistir.”(7)
Según esta tesis, el trabajo
doméstico hace bajar el coste de la fuerza de trabajo: si el obrero tuviera que
cenar en un restaurante o comprar platos preparados, llevar su ropa a la
lavandería, etc., gastaría más que si una mujer hiciera en su casa y para él
comida, colada, etc. Gracias a la actividad no pagada de esta mujer, el patrón
hace realidad la economía. De donde viene la idea de considerar esta actividad
como un trabajo del que se beneficia gratuitamente el capital
para el cual es una de sus fuentes vitales y permanentes de valorización.
Si esto fuera cierto, el obrero
(o la obrera) soltero costaría más caro y el patrón debería pagarle más que al
obrero (o la obrera) que viva en pareja. No es el caso. Es odioso que el marido
ponga los pies sobre la mesa, pero una familia no es asimilable a un taller de
fábrica. Se puede llamar a muchas cosas trabajo, pero el único que
reproduce el capital es el trabajo asalariado efectuado por una empresa.
Que las tareas de cuidados sean
igualmente compartidas (el caso menos frecuente), o que el marido se
“beneficie” de su mujer, no cambia en nada la reproducción del capital, ya que
no asistimos aquí a un beneficio empresarial. La pareja no es por lo demás más
que una de la diversas formas de existencia del asalariado, hombre o mujer, que
puede vivir en familia, solo o sola, en dormitorio compartido, en un inmueble o
conviviendo con parejas y solteros, etc. Fueran los hombres o los robots los
que hicieran las faenas cotidianas, el beneficio del patrón no se vería modificado.
El trabajo doméstico femenino no es una estructura necesaria sin la cual el
capitalismo no podría existir.(8)
En el fondo, Federici desdobla la
teoría del valor: la plusvalía no resulta solamente del trabajo productivo en
la empresa (hecho tratado por Federici como algo adquirido a lo que no otorga
más que un rol secundario), sino también (y sobre todo) del trabajo de
cuidados.
Todo reside en el cambio de
sentido de las palabras, en particular producción y reproducción.
“La producción de plusvalía es
de entrada social. No es nunca el producto de una actividad o de una persona en
particular. […] la producción de valor nunca es exactamente
fruto de una unidad social particular, es un producto social. En otros
términos, podemos imaginar como una gran cadena de montaje la escala social,
donde todos los eslabones son necesarios para producir plusvalía. Existe una
fábrica social que va más allá de la fábrica misma. […] para
las mujeres, la casas constituye la fábrica, es ese el lugar de la producción.
Por ello queremos que se pague como tal.”(9)
“[…] el cuerpo ha sido
para las mujeres en la sociedad capitalista lo que la fábrica ha sido para los
trabajadores asalariados […]” (p.28).
Las mujeres produciendo niños sin
los cuales no habría ni sociedad ni capitalismo, se ven atribuidas por esta
teoría a un rol productivo de igual modo que todo factor de (re)producción
social, y de hecho un rol determinante. Reproducción engloba a
todos y cada uno, el capital, las clases, la población, la fuerza de trabajo,
la burguesía, el y la proletaria… concepto útil pero, contrariamente a lo que
cree Federici, toda reproducción no es una “fuente de creación de
valor” (p.10). Su razonamiento por analogía funciona por extensión
sistemática de conceptos. Ella amplia elplustrabajo (la parte de la
jornada de trabajo que va más allá del trabajo necesario para la reproducción
de la fuerza de trabajo, por tanto “gratuita” y origen del beneficio patronal)
al“trabajo de cuidados no pagado”. Producción, trabajo, explotación,
valor, salario, cada vez el concepto se extiende hasta el punto de recibir
todos los sentidos posibles: todo es explotación, todo es trabajo, todo crea
valor.
Todo, pero primeramente el
trabajo “reproductivo” femenino. Esto que quiere demostrar Calibán y la
bruja ayudándose de cambiar el sentido de los términos, es que el modo
de producción capitalista reposa sobre la subordinación de las mujeres.
Federici feminiza el marxismo, lo que sin duda le agrada.
El “salario doméstico”,
eslogan político
Si un movimiento social fuera lo
suficientemente fuerte para lograr que las mujeres fueran de una manera u otra
pagadas por su actividad doméstica, lo celebraríamos como un éxito de toda
reivindicación que mejore la condición proletaria, femenina o masculina. Pero
los defensores del “Salario para el trabajo doméstico” no se quedan ahí.
Para algunos, el pago del trabajo
doméstico es un tipo de posicionamiento radical. Los autónomos italianos lo
encontraban como algo que, mejor que las reivindicaciones salariales stricto
sensu, unificaría y movilizaría todas las categorías de explotados más allás
del “mundo del trabajo”. Militar por el “salario político”, era pedir que fuera
pagado el parado, el ama de casa, el estudiante o el enfermo como el trabajador
con empleo. Frente a un capitalismo que no da los medios para vivir más que a
la minoría a la que paga un salario, esta reivindicación supuestamente
revelaría lo absurdo del capitalismo: como este sería incapaz de satisfacer
semejante demanda, la presión social para obtenerlo haría estallar al sistema.
Inventar la palanca que levantará a las masas es una constante del
comportamiento militante… condenada al fracaso. Puesto que si millones se
echaran a la calle para exigir ser remunerados, estarían ya más allá de pedir
dinero para todos y todas, y empezarían a formular la pregunta: ¿cómo pasar a
un mundo sin dinero?
Para otros, asalariar a
los/as no asalariadas se inscribiría por encima de todo en una lucha
feminista, a veces radical, a veces reformista, como la de Selma James, que
desde hace mucho tiempo interviene ante la ONU y los gobiernos con el fin de
obtener el reconocimiento oficial y el pago del trabajo doméstico.(10)
Silvia Federici teórica de los
“comunes”
Calibán y la bruja expone
un programa político. Federici establece explícitamente el vínculo entre su
visión de la historia y su aportación a las teorías de los “bienes comunes”.
Para ella, la resistencia de los “comunes” contemporáneos contra la
mundialización enlaza con la lucha de los “comunes” en otro tiempo vencidos por
los enclosures.
Uno de los objetivos de Calibán
y la bruja es restaurar el rol de la violencia en la historia,
subestimado por Marx según Federici: en la transición al capitalismo, la fuerza
y el sometimiento habrían sido más decisivas que la capacidad de la burguesía
de organizar las fuerzas productivas: “la violencia misma se convierte
en la principal fuerza productiva” (p. 30). (Nosotros diríamos más
bien que la violencia estaba al servicio de esta transformación histórica.) Lo
que subyace en el libro, es el postulado de que la evolución humana sería antes
que nada una cuestión de poder, ya sea con el control de unos sobre
otros, o al contrario con la autoorganización colectiva, y por tanto que el
cambio social consiste en crear o recrear nuevos espacios y formas de poder.
Poco importa la naturaleza profunda del capitalismo: a nada que fueran
gestionados colectivamente, el dinero, el trabajo o el valor cambiarían
completamente.
Si el capital es sometimiento,
basta salir de él y actuar libremente. Si el capital es desposesión,
reapropiémonos juntos de lo existente, y esta reposesión común lo transformará (11).
Cuando Federici habla de clase,
la noción es tan elástica que ya no existen proletarios, solamente seis mil
millones de comuneros, es decir, de seres humanos oponiendo al
capitalismo (¿pero qué sentido le queda a este término?) su solidaridad y
necesidades colectivas.
La revolución es sustituida por la
alternativa, supuesta ya a lo largo de toda la obra bajo la progresión de
viejas prácticas comunitarias todavía no asimiladas por el capitalismo, o que
escaparían de él gracias a nuevas formas de trabajo (software libre,
mutualización…).
¿Superación del marxismo?
Si el marxismo ha sido la teoría
del movimiento obrero que afirma el trabajo en el capitalismo, ya
sea en cogestión con la burguesía (versión socialdemócrata), ya se sustituyendo
a la burguesía (versión leninista), el marxismo se ha encontrado desarmado en
los años 70 bajo la lucha de rechazo al trabajo de los proletarios, o más bien
de ciertas minorías definidas. Aún no terminamos de sufrir los efectos de esta
crisis teórica. La sacudida social del momento reveló las carencias del
pensamiento revolucionario sin tener la fuerza suficiente para superarlo, y no
pudo más que hacer brechas en ciertas certidumbres obsoletas.
Silvia Federici forma parte del
amplio abanico de semi-críticos que prosperan sobre estas carencias,
especialmente sobre lo que inevitablemente falta en Marx. El
autor de El Capital insistía en el hecho esencial de la
acumulación originaria: la separación del productor respecto a los medios de
producción. Ingoraba a la mujer, la sexualidad, la racionalización y
mecanización de la naturaleza y de la sociedad, la desposesión del cuerpo, el
rol del lenguaje, el trato de los animales…(12)
Hay una crítica por hacer a Marx.
No la podemos esperar de Federici, que prolonga una de las expresiones más
blandas de la profunda contestación social de los años 70 en Italia. En vez de
profundizar lo que este entendía por trabajo, y especialmente de
volver al comienzo de El Capital (13), las feministas de la
Autonomía han dilatado el concepto para exigir un reconocimiento de la mujer
como trabajadora. Es decir, ser un verdadero trabajador, como
el obrero (hombre), que está verdaderamente asalariado, verdaderamente explotado,
como si fuera un privilegio o un título de nobleza por ser un sujeto
revolucionario. En lugar de criticar el trabajo, se generaliza, creyendo sin
duda que reivindicar para todos la condición de trabajador acabaría con el
trabajo. En vez de críticar la fábrica, se la extiende a la sociedad, y como
vemos también al hogar. Era un límite de la época, y la deriva actual de Silvia
Federici hace pensar que esta época no ha finalizado.
G.D., octubre de 2015
(1) Silvia Federici, Caliban
et la Sorcière. Femmes, corps et accumulation primitive, coedición
Senonevero-Entremonde, 2014. Los números de página remiten a esta obra.
(2). J. Darwin, After Tamerlan. The
Rise & Fall of Global Empire 1400-2000, Bloomsbury Press, 2008,
capítulos 3 y 4.
(3) El Capital,
Sección IV, capítulo XV, § 5
(4) O. Peté-Grenouilleau, Les
Traites négrières. Essai d’histoire globale, Gallimard, 2004.
(5) Aux origines du
capitalisme patriarcal: entretien avec Silvia Federici (Contretemps,
traduit du podcast Black Sheep, 2013).
(6) Silvia Federici, extraido de Precarious
Labor and Reproductive Work, 2006 (caring labor: an archive, 2010). El
subtítulo del sitio (Power to the caregivers adn therefore to the class)
explica el programa político: la clase es asimilada a ellos, o más bien a ellas
que se ocupan del care.
(7) M. Tari, Autonomie!
Italie les années 1970, La Fabrique, 2011, p.138 (texto completo en inglés:
columbia-edu/itc/architecture/ockman/pdfs/feminism/manifesto.pdf)
(8) Si Engels escribió: “Dans
la famille, l’homme est le bourgeois; la femme joue le rôle du prolétariat”
(L’Origine de la famille, de la proprieté et de l’État, 1884, capítulo
II, § 4), no hay ninguna razón para transformar en teoría lo que no era más que
una analogía, reanudación de Flora Tristan: la femme “est le prolétaire
du prolétaire” (Les Pérégrinations d’une paria, 1837).
(9) Aux origines du
capitalisme patriarcal…, op. Cit.
(10) S. James & Mariarosa Della Costa: The
Power of Women & the Subversion of the Community, 1972. S.
James: Sex, Race & Class, 1975, disponibles en libcom.org:
“género+clase+raza”, fórmula mágica de la radicalidad del siglo 21, ya era
expuesta hace cuarenta años. Estas dos autoras son las mayores referencias de
Federici (p.10), que no expresa ninguna objeción a las actividades de S. James.
Hay que precisar que reformismo no es para nosotros un insulto, sino
simplemente una constatación, y una constatación necesaria, salvo para aquellos
que consideran la diferencia reforma/revolución como una antigualla.
(11) Federici, Feminism & the
Politics of the Commons, 2011 (thecommoner.org).
(12) Sin hablar de Engels, para
el que la salarización masiva contendría el germen del fin de la jerarquía
sexual.
(13) Como lo hace Bruno Astarian
en el primer capítulo de su Feuilleton sur la valeur.
Etiquetas: acumulación originaria del capital, autoliberación integral, Kaoru Abe, pomo, teoría revolucionaria
# posted by Metal Guru : 10/19/2016 12:33:00 p.m.