Delirio Místico: "A mon seul désir" (Según mi solo deseo)
"La discusión sobre el comunismo no es académica. No es un debate sobre lo que se hará mañana.
Desemboca en, y forma parte de un conjunto de tareas inmediatas y lejanas de las que no es más que un aspecto, un esfuerzo de comprensión teórica" (Gilles Dauvé)
martes, diciembre 31, 2019
31 de diciembre. Revuelta/revolución. Lambi.
“Toda revuelta es batalla, pero una batalla en que se elige participar
deliberadamente (…) El concepto de revolución permanente revela –más que una
duración ininterrumpida de la revuelta en el tiempo histórico- la voluntad de
poder suspender en cualquier momento el tiempo histórico para encontrar refugio
colectivo en el espacio y en el tiempo simbólicos de la revuelta” (Furio
Jesi, Spartakus. Simbología de la
revuelta).
Revuelta, insurrección, rebelión,
revolución….conceptos técnicos harto mejores que el “estallido” o “crisis
social”.
El fascista Kast dice en una
entrevista reciente (¿notaron que tras dos meses de susto ahora todos los
fascistas y reaccionarios están sacando la voz y amenazando por redes sociales?)
que esto no fue un “estallido social” sino que un “estallido de violencia”. En
eso el despreciable burgués que es José Antonio (vaya nombre más facho) tiene
razón. Y es lo que no quieren reconocer ninguno de los sectores políticos
oficiales, ni los bienpensantes ciudadanos constituyentes/constituidos e instituciones
burocráticas de “derechos humanos”, que nos insisten en que sólo es legítima y
protegida por el Derecho la “protesta pacífica”.
Un panfleto anarquista que vi en
la zona cero la segunda semana de la revuelta lo decía bien claro: “¡sólo con
violencia revolucionaria la hicimos temblar!” (entiendo que se refería a la
burguesía).
Llegará un momento en que sus
libros de historia nos van a tratar de hacer olvidar que el plebiscito de abril
del 2020 sólo fue posible como respuesta urgente al estallido de violencia
revolucionaria proletaria/popular que
empezó el 17/8 de octubre y que todavía no se ha agotado.
No hay mucho más que decir sobre
el tema de la violencia revolucionaria. Si quieren perder su tiempo vean el
debate entre el veterano autonomista italiano “Bifo” y la filósofa Lucy Oporto,
que nos trata a todos de “lumpenconsumistas” y “escoria”.
Más interesante para un balance
provisional de todo lo que hemos vivido me parece profundizar la comparación
que ya algunxs han destacado entre este proceso y mayo/junio del 68 en Francia.
La Internacional Situacionista en
el último N° de su revista, publicado en septiembre de 1969, hace ese balance,
en un texto titulado “El comienzo de una época”.
En primer lugar, explican en
breve qué fue y significó el proceso:
“La mayor huelga general que haya
paralizado nunca la economía de un país industrial avanzado y la primera huelga
general salvaje de la historia, ocupaciones revolucionarias y esbozos
de democracia directa, la eliminación cada vez más completa del poder estatal
durante más de dos semanas, la verificación de toda la teoría revolucionaria y
el principio de su realización parcial aquí o allá, la experiencia más
importante del movimiento proletario moderno que está en vías de constituirse en
todos los países de forma acabada y el modelo a superar a
partir de entonces -todo esto fue
esencialmente el movimiento francés de mayo del 68, esta fue ya su
victoria”.
Este proceso se vivió también en
Primavera, y también se dijo que vino a hacer historia luego de 30 años de puro
estancamiento:
“En marzo de 1966 escribimos en el nº 10 de Internationale Situationniste: ‘lo
que hay de aparentemente osado en muchas de nuestras afirmaciones lo enunciamos
con la seguridad de ver a continuación una demostración histórica de irrecusable
peso’. No puede decirse mejor.
Naturalmente, nosotros no profetizamos nada. Señalamos lo que estaba ya allí: las condiciones
materiales de una nueva sociedad se daban desde hacía tiempo, la vieja sociedad
de clases se mantenía en todas
partes modernizando considerablemente su opresión y desarrollando
cada vez más contradicciones,
el movimiento proletario vencido volvía para lanzar un segundo asalto más
consciente y total. Muchos pensaban todo esto que la historia y el presente
ponían en evidencia, y algunos lo decían, pero de forma abstracta y por tanto
en el vacío: sin eco, sin posibilidad de intervención. El mérito de los
situacionistas consistió sencillamente en reconocer y designar los nuevos
puntos de aplicación de la revuelta en la sociedad moderna (que no excluyen en
absoluto, sino que por el contrario restablecen los antiguos): urbanismo,
espectáculo, ideología, etc. Debido a que esta tarea se cumplió radicalmente,
estuvo en disposición de suscitar a veces, o de reforzar bastante al menos,
ciertos casos de revuelta práctica. Ello no quedó sin eco: la crítica sin concesiones había tenido
escasos portadores en los izquierdismos de la época anterior. Si muchas
personas hicieron lo
que nosotros escribimos,
es porque nosotros habíamos escrito esencialmente lo negativo que habíamos
vivido nosotros y muchos otros antes. Lo que salió así a la luz de la conciencia
en primavera de 1968 no fue otra cosa que lo que dormía en esa noche de la
"sociedad espectacular" cuyos Sonidos y Luces mostraban un eterno decorado positivo.
Nosotros "cohabitamos con lo negativo" según el programa que
formulamos en 1962 (cf. I.S. 7).
No detallamos nuestros méritos para ser aplaudidos, sino para clarificar en la
medida de lo posible a otros que vayan a actuar en el mismo sentido.
Quienes cerraban los ojos a esta "crítica en lucha" no
contemplaban en la forma inquebrantable de la dominación moderna más que su
propia renuncia. Su "realismo" antiutópico no era más real que una
comisaría de policía, como tampoco los edificios de la Sorbona son más reales
que lo que hacen con ellos los incendiarios o los "katangais". Cuando
los fantasmas subterráneos de la revolución total se alzaran y extendieran su
poder por todo el país, todos los poderes del viejo mundo parecerían ilusiones
fantasmáticas disipándose en el gran día. Sencillamente,
después de treinta años de miseria que en la historia de las revoluciones no
han contado más que un mes, llegó ese mes de mayo que resume treinta años”.
Acá en Chile tampoco hubo que “profetizar”
nada, pero es evidente ahora a la luz de los hechos que había anticipaciones
importantes, como los dos textos de Comunidad de Lucha destacados en la edición especial sobre Revueltas en Chile y Ecuador del boletín rosarino La Oveja
Negra.
La IS discute además el tema de
si mayo del 68, movimiento cuya derrota proclaman abiertamente, había sido o no
una revolución, teniendo para eso en cuento diversas experiencias de los siglos
XIX y XX.
“Tras la derrota del movimiento de las ocupaciones, tanto los que
participaron como los que tuvieron que padecerlo se han planteado a menudo la
pregunta: "¿Fue una revolución?". El empleo extendido, en la prensa y
en la vida cotidiana, de un término cobardemente neutral -"los
acontecimientos"- señala precisamente el retroceso ante la respuesta, ante
la formulación siquiera de la cuestión. Hay que enfocar tal cuestión en su
verdadera perspectiva histórica. El "éxito" o el "fracaso"
de una revolución, referencia trivial de periodistas y gobernantes, no puede
servir de criterio por la simple razón de que aparte de las burguesas nunca ha triunfado ninguna revolución:
no ha abolido las clases. La revolución proletaria no se ha hecho hasta ahora
en ninguna parte, pero el proceso práctico a través del cual se manifiesta su
proyecto ha producido ya al menos una decena de momentos revolucionarios de
extremada importancia histórica a los que se reconoce el nombre de
revoluciones. Nunca se ha expresado en ellos el contenido total de la revolución proletaria, pero se trata
en cada ocasión de una interrupción esencial del orden socioeconómico dominante
y de la aparición de nuevas formas y nuevas concepciones de la vida real,
fenómenos diversos que sólo pueden comprenderse y juzgarse en su significación
de conjunto, inseparable ella misma del devenir histórico que pueda tener. De
todos los criterios parciales utilizados para reconocer o no el nombre de
revolución a un período problemático del poder estatal, el más perverso es
seguramente el que juzga en base a si el régimen político vigente cayó o se
mantuvo. Este criterio, muy utilizado después de mayo por los pensadores de
izquierdas, es el mismo que permite a los informativos calificar día a día de
revolución cualquier putsch militar
que haya cambiado en un año el régimen de Brasil, de Ghana, de Irak o de donde
sea. Pero la revolución de 1905 no derribó al poder zarista, que sólo hizo
algunas concesiones provisionales. La revolución española de 1936 no suprimió
formalmente el poder político existente: surgía por lo demás de un alzamiento
proletario comenzado para defender la República contra Franco. Y la revolución
húngara de 1956 no abolió el gobierno burocrático-liberal de Nagy. Si tenemos
en cuenta otras limitaciones dignas de ser señaladas, el movimiento húngaro fue
en muchos aspectos una sublevación nacional contra una dominación extranjera, y
ese carácter de resistencia nacional, aunque menos importante en la Comuna,
tuvo sin embargo un papel en sus orígenes. Ésta no suplantó el poder de Thiers
más que en la afueras de París. Y el soviet de San Petersburgo en 1905 no llegó
siquiera a controlar la capital. Todas estas crisis, inacabadas en sus
realizaciones prácticas e incluso en sus contenidos, aportaron sin embargo
muchas novedades radicales y pusieron seriamente en jaque a las sociedades a
las que afectaron, por lo que pueden ser calificadas legítimamente como
revoluciones. En cuanto a pretender juzgar las revoluciones por la magnitud de
la matanza que entrañan, esta visión romántica no merece ser discutida.
Revoluciones incontestables se han afirmado con choques poco sangrientos,
incluso la Comuna de París que acabaría en masacre, y muchos enfrentamientos
civiles han acumulado miles de muertos sin ser en absoluto revoluciones.
Generalmente no son las revoluciones las que son sangrientas, sino la reacción
y la opresión que se han opuesto a ellas en un segundo momento. Es sabido que
el número de muertos en el movimiento de mayo dio lugar a una polémica sobre la
cual los mantenedores del orden, provisionalmente tranquilos, no dejan de
insistir. La verdad oficial es que no hubo más de cinco muertos que fallecieron
instantáneamente, entre ellos sólo un policía. Todos los que lo afirman añaden
que es una suerte inverosímil. Lo que aumenta bastante la inverosimilitud
científica es que no se admitió nunca que uno solo de los numerosos heridos
graves pudiese morir en los días siguientes: esta suerte singular no se debió
sin embargo a la rapidez del socorro quirúrgico, sobre todo durante la noche de
Gay-Lussac. Por otra parte, si era muy conveniente en aquel momento una sencilla manipulación para subestimar
el número de muertos para un gobierno en situación desesperada, lo ha seguido
siendo después por
razones diferentes. Pero finalmente, en conjunto, las pruebas retrospectivas
del carácter revolucionario del movimiento de las ocupaciones son tan
incuestionables como lo que arrojó al rostro del mundo existiendo: la prueba de que llegó a
esbozar una legitimidad nueva es que el régimen restablecido en junio nunca osó
perseguir, para lograr la seguridad interior del Estado, a los responsables de
acciones manifiestamente ilegales que le habían despojado parcialmente de su
autoridad, o sea de sus edificios. Pero lo más evidente, para aquellos que
conocen la historia de nuestro siglo, es esto: todo lo que los estalinianos
hicieron por combatir sin descanso el movimiento demuestra que la revolución estaba
allí”.
Y por último, el paralelo más
evidente. La explosión de creatividad en las calles:
“El movimiento de ocupaciones era el retorno repentino del proletariado
como clase histórica, extendido a
la mayoría de los asalariados de la sociedad moderna y apuntando siempre a la
abolición efectiva de las clases y del salariado. Este movimiento era el
redescubrimiento de la historia colectiva e individual, la asunción de una intervención posible sobre la historia y de un
acontecimiento irreversible, con la sensación de que "nada sería ya como
antes". La gente contemplaba divertida la existencia extrañada que había llevado ocho
horas antes, su supervivencia superada. Era la crítica generalizada de todas las alienaciones, de todas
las ideologías y del conjunto de la antigua organización de la vida real, la
pasión por la generalización, por la unificación. En ese proceso se negaba la
propiedad, cada uno se sentía en todas partes en su casa. El deseo reconocido de diálogo,
de expresión integralmente libre, el placer de la verdadera comunidad habían
encontrado su terreno en los edificios abiertos al encuentro y en la lucha
común: el teléfono, que figuraba entre los escasos medios técnicos que aún
funcionaban, y el ir y venir de tantos mensajeros y viajeros, en París y en
todo el país, entre locales ocupados, fábricas y asambleas, comportaban este uso
real de la comunicación. El movimiento de ocupaciones era evidentemente el
rechazo del trabajo alienado; y por tanto la fiesta, el juego, la presencia
real de los hombres y del tiempo. Era también el rechazo de toda autoridad, de
toda especialización, de toda desposesión jerárquica; rechazo del estado, y por
tanto de los partidos y de los sindicatos, así como de los sociólogos y de los
profesores, de la moral represiva y de la medicina. Todos aquellos a los que el
movimiento había despertado con una cadena fulminante de acontecimientos
-"Rápido", decía uno de los eslóganes, tal vez el más bello, escritos
en los muros- despreciaban radicalmente sus antiguas condiciones de existencia,
y por tanto a quienes habían procurado mantenerlas, las estrellas de la televisión
y los urbanistas. A medida que se desmoronaban las ilusiones estalinianas con
sus edulcorantes diversos, de Castro a Sartre, todas las mentiras rivales y
solidarias de la época caían en ruinas. La solidaridad internacional volvió a
aparecer espontáneamente, muchos trabajadores extranjeros se lanzaron a la
lucha y gran cantidad de revolucionarios de Europa acudieron a Francia. La participación de las mujeres en todas
las formas de lucha es un signo esencial de su profundidad revolucionaria. La
liberación de las costumbres dio un gran paso. El movimiento era también la
crítica, todavía parcialmente ilusoria, de la mercancía (en su inepto disfraz
sociológico de "sociedad de consumo") y un rechazo del arte que no se
reconocía todavía como su negación histórica
(en la pobre fórmula abstracta "la imaginación al poder", que
ignoraba los medios para poner en práctica ese poder, para reinventarlo, y que
al carecer de poder, carecía también de imaginación). El odio a los recuperadores declarado en todas
partes no llegaba todavía el conocimiento teórico-práctico del modo de
eliminarlos: neoartistas y neodirigentes políticos, neoespectadores del
movimiento que les reclamaba. Aunque la crítica del espectáculo de la no-vida
no era todavía su superación revolucionaria, la tendencia "espontáneamente
consejista" de la sublevación de mayo se anticipó a casi todos los medios
concretos, entre ellos la conciencia teórica y organizacional, que le hubiesen
permitido traducirse en poder y ser el único poder”.
(Foto: FFEE reprimen homenaje a Mauricio Fredes y rompen la animita instalada en Irene Morales con Alameda)
Mauricio Fredes, el Lambi, fue sepultado hoy, en un hermoso y masivo funeral. Hasta siempre Lambi. Hoy el fuego de la noche se encenderá por tí, por Abel, por Alex y por todxs los que ya no están. Nada ha terminado. La lucha sigue.
Todos quienes hemos visto y sufrido la acción terrorista del
Estado en las calles a través de su policía militarizada sabemos lo que es
correr por tu vida, por tu integridad, para que no te atrapen, para que no te
golpeen, para que no te lleguen perdigones ni bombas lacrimógenas en la cabeza.
Ese día viernes, segundo de “copamiento preventivo”, la
cantidad de pacos era impresionante, con un despliegue hecho para intimidar.
Pero la juventud llegó en masa, y finalmente conquistó el espacio de Plaza
Dignidad, ganándole cada esquina y metro cuadrado a la policía.
Los pacos incendiaron el Cine Arte Alameda, ubicado estratégicamente
justo al frente de su base de operaciones: el espacio entre el Hotel Crowne
Plaza, el horrible monumento a los “mártires de Carabineros”, y la Iglesia de
los pacos, al lado del Parque San Borja. Es un cuadrilátero del horror. Desde
ahí han salido la mayoría de los disparos que han causado lesiones oculares.
Los pacos no podía soportar la presencia del cine, el exNormandie,
donde tantas veces fui a ver películas, donde tantas veces toqué o presencié a
otros tocando, y donde a veces hubo ferias de fanzines y autogestión.
Desde la gran rebelión del 18 de octubre el espacio central
del Cine funcionaba como puesto de voluntarios de la salud y la Cruz Roja.
No es el primer incendio causado por sus bombas de mierda.
Pero los imbéciles se obstinan en negar la evidencia.
Esa tarde la represión fue dura desde un inicio, pero se le
hizo frente. Los medios de la prensa burguesa se quejan del ataque a dos
patrullas. Pero estaba totalmente merecido y justificado. Ellos recibieron a la
masa de gente con lacrimógenas, lumazos y chorros de agua.
Mauricio luchaba junto a miles de hermanos de clase. Cuando
se hizo de noche y el ataque de la jauría uniformada recrudeció, al huir de una
siniestra encerrona cayó a una fosa electrificada justo en la esquina de
Alameda con Irene Morales.
Ayer la policía reprimió el acto de homenaje en el lugar en
que Mauricio cayó. Agua y gases contra quienes querían sencillamente estar ahí
en silencio. Los malditos pacos se atrevieron incluso a destruir completamente la
animita que se había instalado.
Malditos pedazos de mierda inhumana. Son zombies, muertos en
vida, el enemigo absoluto.
Y después no se quejen, porque ninguna de sus acciones está
olvidada y vamos a vengar a todas y cada una de las víctimas de su terror.
Mauricio: no te conocí. Pero siento tu fuerza, tu alegría,
tu espíritu de lucha.
No serás olvidado, compañero.
Descansa tranquilo. Los que mueren luchando siguen vivos en
la lucha.
La revolución de octubre. Presxs, heridxs, libros.
-La Revolución de Octubre. Jazz. En
vivo, 22 de octubre de 1994. Rashied Ali en batería, Myra Melford en piano y
varios más.
Revolución de octubre en el
jazzera el nombre de un evento musical realizado
en octubre de 1964 por obra del trompetista Bill Dixon, en al Café Cellar de
Nueva York.
Se ha conmemorado y re-organizado
varias veces. Incluso en este enorme 2019 que ya se acaba:
-La gran insurrección. Linton
Kwesi Johnson. Entiendo que acá LKJ estaba homenajeando la rebelión juvenil de
1981, iniciada en Brixton por confrontaciones raciales (skins contra negros yasiáticos y luego todos ellos contra la policía en gran parte del país). Ver también a Hiatus feat. LKJ: Insurrección. Misma idea pero con sensibilidad más "trip hop" (por decir algo...no soy nada experto en estos nuevos ritmos juveniles).
-Barricada Sonora. 20 de
diciembre en Parque Bustamante. El “copamiento preventivo” del ahorcador
feminicida frustrado del Intendente Guevara obligó al ejército de ruidistas a
reunirse en el Café Literario de Bustamante.
El ataque sonoro duró 3 horas y
media. Sólo se interrumpió cuando se difundió el video del criminal atropello
de Oscar Pérez por dos zorrillos de las FFEE. Primero pensamos que había muerto.
Fuerza para él, y ya se les devolverá a los pacos y sus jefes todo el horror
que han causado.
Hasta la próxima barricada sonora.
-
Algunxs presxs han salido en
libertad. Pero siguen dentro de las mazmorras alrededor de dos mil personas
acusadas por delitos en el contexto de la revuelta (no sólo “saqueos”, que es lo
que quieren que creamos, sino que los delitos con que reprimen a quienes son
capturados en combate callejero: incendio, ley de control de armas, daños, atentados
a la autoridad, desorden público).
Hay que visibilizar esta
situación y fortalecer las redes de apoyo.
Lo mismo en relación a la gran
cantidad de personas heridas con perdigones que han tenido consecuencias en
cuanto a plomo en la sangre, baja de defensas, e infecciones de las heridas. La salud pública no da cuenta de esto, y en la
mayoría de los casos los perdigones no se han extraído.
--
En líbrerias, justo antes de
Navidad, se apilan en la sección de “novedades” varios libros sobre el “estallido”.
Uno de fotos de las paredes (Ceibo), otro de fotos de las protestas (Ocho
Libros), uno de Matamala y otro de Mayol. Me imagino que luego se viene un libro
con las abundantes y delirantes columnas de Mario Waissbluth, las supinas e
insulsas colecciones de idioteces de Warnken. Y de ahí en adelante cada “intelectual”
tendrá su libro sobre “la revolución de Octubre”.
Una excepción en este mar de
oportunismo y opinología es “El provenir se hereda: fragmentos de un Chile sublevado”,
libro breve con escritos de Rodrigo Karmy, redactados al calor de la revuelta.
Fragmentos de una entrevista a RK
en El Desconcierto:
RK–Eso que Piñera quiso llamar
“normalidad” no es más que una confiscación de nuestro tiempo por el tiempo del
capital. La revuelta destituye ese tiempo de los vencedores, si se
quiere, y abre un terreno exento del cálculo donde múltiples voces, asonadas y
batallas se juegan intempestivamente.
Más profundamente: la revuelta es
aneconómica porque siempre va a pérdida. En esto quisiera detenerme: nunca
una revuelta “gana”, pero tampoco “pierde” en el sentido habitual del término
(como aquella acción que debe cumplir un objetivo preciso como, por ejemplo, la
toma del poder estatal). Está más allá del bien y el mal, del éxito y el
fracaso.
Tal como ocurrió en la intifada
palestina de 1987 o en la propia Primavera árabe de 2011, tiene lugar solo como
invención de formas y nuevas prácticas y no en base a una receta preconstituida
o mucho menos, como una determinada “filosofía de la historia” que pueda
ilusionarnos con una suerte de futuro garantizado al que llegar. La impureza de
la revuelta la vuelve una tensión permanente sobre sí: en esa tensión surgen
creativamente estrategias pero entendidas no como caminos trazados de antemano
en abstracción del proceso, sino como fuerzas rítmicas en las que los cuerpos
descubren nuevos usos: por ejemplo, LasTesis introdujeron otro ritmo, otra
marcha a la revuelta que permitió sustraerla de la campaña de criminalización
operada desde el gobierno.
La revuelta es conjunción
imaginal: por un lado, desde un análisis vertical nos encontramos con la
jerarquía de clases en la que encontramos una alianza clave entre capas medias
y populares (cuya conjunción sensible lucha contra el 1% de la oligarquía
financiera); por otro, horizontalmente se han desplegado cuatro potencias
actuando en estos 60 días: la irrupción secundaria, los movimientos feministas,
la asonada encapuchada (primera línea) y la ciudadanía en general que se ha
integrado a uno de estas potencias y que, en conjunto han configurado una
constelación que baila a sus propios ritmos y que los ha ido modificando a
medida que el poder intenta imponer los suyos, sustrayéndose, cada vez, a la
posibilidad de su captura y consecuente parálisis.
La revuelta muestra nuestra
fragilidad, la condición de que en nosotros nada ni nadie está detrás
dirigiendo el mundo. El carácter aneconómico de la revuelta hace que
los ciudadanos se junten de otro modo, que sus cuerpos se toquen de otra manera
y que todos, de una u otra forma, devengamos otros.
ED–¿Cómo este movimiento nos
ha devuelto el poder por sobre nuestros cuerpos?
RK–No diría que nos ha devuelto
“poder” sino más bien, que ha restituido la “potencia” de los cuerpos. Frente a
las estrategias de separación de la vida, la revuelta no hace más que
restituirla a sus múltiples e inmanentes formas. Eso es justamente lo que el
poder no puede soportar. Porque no entiende que los pueblos pueden hacer uso de
su potencia, que sus cuerpos pueden abrazar las superficies en las que se juega
la sensibilidad común. Y entonces, los poderosos inventan “detrás”: “detrás” de
la revuelta estaría la estupidez del castro-chavismo, el anarquismo, los
narcos, en suma, los alienígenas. En la intifada palestina de 1987 –y la
nuestra hoy en 2019 es una intifada porque la intifada se ha vuelto paradigma
de subversión mundial– los israelíes no dejaron de perseguir a los “líderes”,
con la consecuencia de que la sublevación se mantuvo y persistió por casi cinco
años. El poder siempre se abalanza sobre “alguien” a quien la asonada policial
del pensamiento intenta identificar y apresar. Pero justamente una revuelta no
tiene nada más que la superficie de sus cuerpos, su vida sensible. No lleva
nada “detrás” de sí más que la sensibilidad por la que fluye la imaginación
popular.
El Barón Haussman
rediseñó la ciudad de París para impedir nuevas luchas de barricadas (ver como describe
ese proceso Walter Benjamin en uno de los capítulos de “París, capital del siglo XIX”). Pese a ello se produjo la Comuna de París en 1871.
En Santiago de Chile el Intendente Güevara celebra el éxito
provisional de su estrategia de “copamiento” policial en la Plaza de la
Dignidad. Veamos cuanto le dura. Qué terrible…a mí me gustaba pasear por ahí
por las tardes conversando con la gente y tomarme una cervecita en lata, y
ahora va a estar lleno de violentísimos usuarios de Mentolatum…
El estado policial se normaliza. La burguesía está dispuesta
a todo con tal de volver a su “orden” y garantizar la libre explotación de la
mercancía humana. El % de borregos ciudadanos que los apoya puede ir aumentando
de a poco.
"Ayer por primera vez no hubo ni un civil en la Plaza
Italia y se logró con gran contingente carabineros. Hubo gente transitando,
pero fuera de la plaza".
Según el intendente de la RM, Felipe Guevara, esto se debe a una estrategia de
"copamiento" del espacio por parte de Carabineros con el objetivo de
evitar protestas que no estén autorizadas y así recuperar dicho espacio.
"Lo que se busca es copar el espacio, y en la medida que no exista
manifestación autorizada, lo mantendremos (…) el que quiere manifestarse, que
se dirija a las autoridades a pedir las autorizaciones".
El intelectual orgánico de la
burguesía más o menos “progre”, Mario Waissbluth, ahora nos advierte que si la
derecha no suelta algo de dinero y/o su ideología neoliberal fundamentalista,
el panorama es muy oscuro: “Esta explosión social es en realidad
el último aviso. Si el Presidente Piñera no atina de verdad, si no les dobla la
mano a los partidos de su propia coalición para recaudar y gastar más y en
serio, si no emprende un rumbo radicalmente diferente para esta nación en
dirección a la OCDE –no a Corea del Norte o Cuba–, la explosión de la próxima
vez no dejará piedra sobre piedra”.
Para validar su temor, refiere a su ídolo Desbordes, ex paco
y actual jefe de Renovación Nacional: “Por Dios que cuesta que se muevan
algunos, si no hacemos los cambios ahora, nosotros, en seis, siete meses más,
vamos a tener dos millones de personas de nuevo en la calle (...) para los de
mi lado, los de más a la derecha uno es traidor, se vendió al marxismo
internacional mundial, soy trotskista, leninista, maoísta y no sé cuántos
‘istas’ más”.
De paso insiste en su teoría de mierda sobre la alianza de
narcos y anarcos. Pese a la evidente fuerza del “bloque negro” en Chile, la
mayoría de los pontificadores no tiene mucha idea de qué es en realidad el
anarquismo. Si antes le atribuían características de “asociación ilícita sui generis”,
desconociendo totalmente las formas que adopta la organización antiautoritaria,
ahora le inventan aliados que en rigor los anarquistas siempre han visto como
enemigos: los capitalistas de la droga, y su presencia territorial en la
periferia.
Unos “científicos” en Ciper logran por lo menos hacer estos
dos interesantes gráficos de violencia estatal:
Otro experto hace un cuadro analítico sobre la “violencia en
la primera línea”, volcando todo su conocimiento en “teoría sistémica”.
“La Primera Línea tiene una organización en 4 “capas”.
En la primera capa, están los que usan escudos hechizos, alineados al frente,
recibiendo los perdigones y bombas lacrimógenas que Carabineros lanza a la
altura de los cuerpos. En la segunda capa, están los que neutralizan las bombas
lacrimógenas (lanzándolas de vuelta, o alejándolas). En la tercera capa, están
los que van en defensa de los que son atrapados por grupos de Carabineros. En
la cuarta y última capa, donde hay más presencia de mujeres, están quienes
asisten a las capas anteriores con agua con bicarbonato o leche de magnesia
(que atenúan los efectos de las lacrimógenas) y reúnen peñascos y objetos
lanzables a Carabineros. Las cuatro capas, en paralelo a sus funciones
específicas, lanzan a Carabineros todo cuanto puedan lanzarles. El peak de
violencia en la batalla ocurre alrededor de las 20:00-20:30, pero continúa más
o menos hasta las 21:00-22:00, cuando ya la mayoría de los manifestantes de la
zona “central” se ha ido. Y así, cada día. Ya van 45 días”.
Por nuestra parte, suman y siguen lxs heridxs y presxs. Duele
ver a tantxs amigxs, conocidxs, y hermanxs de clase sufriendo directamente en
manos del Estado. Pero sabíamos que esto es así. Y es un proceso que sólo se
irá incrementando de aquí en adelante. La burguesía querrá aterrorizarnos para
impedir el “verano caliente” y/oel “super
marzo” que se les viene para el 2020.
Desde el lunes 16 ya es casi imposible agruparse en la Plaza
de la Dignidad. La prueba de fuerza más decisiva será mañana: un nuevo día
viernes, donde la convocatoria siempre ha sido masiva. Como sea, haber estado construyendo comunidad de lucha por 60 días consecutivos desde el corazón de la ciudad ya es en sí mismo un hecho histórico, y es
necesario ir variando la estrategia para evitar el cansancio y la rutina.
Las intervenciones “artísticas” oficiales, con escenarios,
dirigentes y “músicos” profesionales recibiendo el aplauso de las masas y posando de combativos no son un avance, son un retroceso. Si
Emma Goldman decía que “si no se puede bailar no es mi revolución”, debemos
agregar que no es nuestra revolución si es que tocan Inti Illimani y los
Bunkers!
Nuevo boletín, con reflexiones desde y sobre la revuelta.
Tal vez la sigla más presente en las calles de Chile hoy, me
ha sorprendido un poco que casi nadie sepa de donde proviene.
All coppers are bastards…
“Todos los pacos son bastardos” -que no es exactamente lo
mismo que “hijos de puta” pero por ahí va- es una sigla popularizada desde que
la banda de Oi! 4-Skins lanzara la canción “A.C.A.B" en su álbum de 1982 “El
bueno, el malo y los 4-Skins”. El oi! es la variedad de punk callejero disfrutada
sobre todo por los skinheads de fines de los 70 y los 80. Los 4-Skins (juego de
palabras que mezcla 4 skinheads –los miembros de la banda- con los escrotos: foreskin),
como muchas otras bandas de ese subgénero (Last Resort, Blitz, Business, Combat
84) bordeaban peligrosamente la línea del fascismo, a veces más por sus
seguidores que por ellos mismos, pero la ambigüedad política del oi! siempre ha
sido evidente.
En fin: este cuarteto británico logró meter en una canción
de poco más de minuto y medio el odio lumpen/prole contra los pacos, de manera
magistral (el oi! suele ser bastante simple y eficaz).
Por si no quieren escucharla en la versión original, hay también
una de los Oppressed, banda skin pero notoriamente antifascista y antirracista.
La expresión ACAB sería en todo caso mucho más antigua que
eso. Según informa Wikipedia: “Eric Partrige en su libro “Dictionary of Catch
Phrases” estima que las primeras apariciones datan de 1920, siendo usado en la
jerga de delincuentes, pero no fue hasta el año 1977 cuando un periodista de un
periódico local de Newcastle (Reino Unido), después de una visita a la cárcel
local, mencionó en un artículo que dicho término se encontraba en las paredes
de las celdas”.
Lo más interesante el día de hoy, 13 de diciembre, es esto: “el
número 1312 se utiliza como sinónimo de A.C.A.B. el cual resulta de la
sustitución de las letras por el número que ocupan en el abecedario, siendo
utilizado este término en ocasiones con el fin de utilizarlo visiblemente con
cierta impunidad, al ser este término ligeramente menos conocido.
El día 13 de diciembre se considera el día
“A.C.A.B.”, y todos los años se pueden ver en las redes sociales (como Twitter
y Facebook) o incluso en carteles y pegatinas en las ciudades multitud de
mensajes con dicho término”.
Ayer le pegaron a un paco entre varios proles juveniles de
1ra línea. La indignación de Rozas y Ubilla es tal, que resulta ofensiva. No se
vió la misma indignación para informar ni menos condenar el apaleo masivo que
le dieron a Alex Nuñez en Maipú los primeros días de la insurrección, que la causaron la muerte, por dar
un solo ejemplo. Y lo más grotesco es que según estos genocidas no se explican
el por qué alguien podría llegar a hacer algo así…¿En verdad que no lo saben? ¿Qué harías
tú si a tu amigo, hijo o hermano los pacos les sacaran los ojos a perdigonazos?
Veamos lo que dice emol hoy:
“El incidente en cuestión ocurrió en la intersección de las
calles Irene Morales con Merced, cuando encapuchados atacaron por sorpresa a
una sección completa de carabineros de la Escuela de Suboficiales. Fue ahí
cuando Matamala quedó desprotegido y recibió diversas agresiones de parte de
los manifestantes”.
O sea:
-no fue un “cobarde ataque” de varios contra uno, sino que
-los “valientes” compañeros de armas del pobre desgraciado
lo dejaron tirado, solo, ergo, arrancaron.
Otra cosa digna de resaltar es que el OS-9 de los pacos "encontré" de inmediato a algunos atacantes y los detuvo. Mientras tanto, aún no se sabe quien dejó ciegos a Gustavo Gatica y Fabiola Campillay...
En otro frente, dado que ya han usado granadas de aturdimiento
y amenazan con amas acústicas, aparentemente algunxs proles juveniles estarían dándoles
a priori de probar de su propia medicina:
"Tenemos otro funcionario que recibió el estallido de
un fuego artificial y en estos momentos se está viendo. Tiene un trauma
acústico con pérdida casi total de la audición", manifestó.
Siguiendo esa misma idea, el sonido como arma, el otro día un grupo de
entusiastas trataron de atacar a las Fuerzas Especiales escondidas bajo el
metro con ruido de bronces (2 saxos tenores, 2 saxos altos, y 1 trompeta). He aquí un breve registro para
que se hagan una idea y ojalá la práctica cunda por el territorio.
La periodista Mónica González acaba de responder una
antipática carta que le envió el Alto Mando de Carabineros. Les dejo la primera
parte, muy notable, y recomiendo leerla entera en CIPER Chile.
“Santiago, 11 de
diciembre de 2019
Señor Mario Rozas
General Director de
Carabineros:
Me dirijo
directamente a usted en relación con la carta que en su representación le envió
al director de CIPER, Pedro Ramírez, la persona individualizada como Jorge Parra Aguilar, de la “Defensoría Jurídica del Personal (J.2.) de
Carabineros de Chile”. En ella se intenta desmentir los hechos
que aparecen consignados en el artículo “Furia desatada en Carabineros: sin control y
sin piloto”, publicado por CIPER el 12 de noviembre pasado
y del que soy la autora, acusándome de “falta de rigurosidad
periodística” y de hacer imputaciones “sin fundamento alguno”.
Al respecto, quisiera
punto por punto mostrarle a usted que ninguno de los hechos que en el citado
artículo se mencionan carece de sustento. Y que, releído con atención hoy, a la
luz de los hechos de público conocimiento -y de otros que yo misma he
continuado recabando desde el 12 de noviembre-, debo afirmar que la ausencia de
respeto al mando que usted ejerce sobre los 60 mil hombres que componen su
institución, constituye un problema mucho más grave que hace un mes para la
seguridad del país y la integridad física de los ciudadanos que lo habitan.
La afirmación que
vengo a sostener se sustenta en varios hechos que paso a consignar:
1-. En el informe
entregado el 26 de noviembre por la ONG internacional Human Rights Watch, tras
dos semanas de trabajo en terreno en el país, junto con denunciar que “Chile enfrenta una situación de extrema
gravedad en el orden público”, y
que los efectivos de Carabineros que son los encargados de restaurar el orden
público cometen en el desempeño de esta función,“graves violaciones a los derechos humanos”, se
recomienda -y con urgencia- una
profunda reforma a Carabineros.
El director de Human
Rights Watch, José Miguel Vivanco, concluyó sobre el contenido de ese informe
que en Carabineros existe “una
cultura de abusos sin que haya ninguna consecuencia”. Y dio
ejemplos: “uso indiscriminado e indebido de armas y escopetas antidisturbios,
abusos contra personas detenidas y sistemas de control interno deficientes,
facilitaron que se produjeran graves violaciones de los derechos de muchos
chilenos”.
Y respecto de la
responsabilidad del general director de Carabineros en estos hechos, aludiendo
directamente a su responsabilidad, José Miguel Vivanco afirmó:
“No es posible que
la máxima autoridad de Carabineros no conozca, no sepa, cuál es la composición
material de los perdigones. Me parece que es elemental de cualquier fuerza pública
en el mundo que por lo menos conozca con mayor precisión no solo las
consecuencias que tenga el uso de estas escopetas (antidisturbios), sino la
composición y las reglas del juego para usarlas”.
No solo a José Miguel
Vivanco le pareció impresentable su primera declaración pública al respecto, en
la que desmintió el estudio de la Universidad de Chile que indica que los
perdigones que dispara en las manifestaciones el personal bajo su mando
contienen plomo, entre otros componentes que provocan daño importante en las
personas, y que incluso puede ser letal; para luego tener que reconocerlo y
deslindar responsabilidad en el proveedor de los perdigones, diciendo que usted
desconocía su composición.
Esa actitud habla por
sí sola del desconocimiento que tiene de protocolos, procedimientos y
adquisiciones en áreas clave de una institución que debe garantizar el orden
público y la seguridad de los habitantes de este país. Sus dos declaraciones
fueron escuchadas por los cientos de miles de personas que en estos 54 días han
comprobado personalmente, o a través de los testimonios de sus familiares y
amigos, la violencia sin control que despliegan sus hombres contra quienes se
manifiestan en forma pacífica, en contraste con la inacción que se percibe
frente a grupos organizados de delincuentes o del narcotráfico.
Su actitud fue leída
por muchos como la vía para endosar la responsabilidad por las más de 1.550
personas que han sido heridas y atendidas en hospitales a causa de la violación
de los protocolos del uso de estas armas antidisturbios. Una actitud muy poco
digna de la investidura que aún lleva.
El mismo día que se
conoció el informe de Human Rights Watch, el gobierno informó -a través de su
ministro del Interior- que le había solicitado al general director de Carabineros
-es decir, a usted- un informe que debía ser entregado en el plazo de una
semana. Y lo hizo. En ese informe de 36 páginas, usted intentó refutar los
graves hechos que consigna el documento de Human Rights Watch.
Se cuestionan las
cifras, específicamente la de la cuantía de heridos entre el 18 de octubre y el
22 de noviembre, que en esos días llegaba a 11.564 personas, de los cuales “más de 1.100 presentaban
lesiones moderadas o graves” y “al menos 1.051 personas resultaron
heridas por impacto de perdigones”. Para Carabineros, en el informe
refrendado por usted, sus registros indicaban un total de 1.195 civiles
lesionado hasta el 2 de diciembre, de los cuales solo 376 presentaban heridas
de perdigones “cuya autoría aún no se encuentra determinada por los
órganos persecutores”. También refutaron las cifras de abusos
sexuales.
Sobre este último
punto, en el informe de Carabineros que usted firmó, se lee: “Agrega el
informe HRW (Human Rights Watch), la existencia de 74 casos
relacionados con abusos sexuales en que los detenidos fueron obligados a
desvestirse y hacer ‘sentadillas’ en las comisarías, sin que existan elementos de convicción que
permitan sostener la efectividad de esos relatos”. Y
agregó: “Por lo demás, varios de ellos han podido desvirtuarse en sede
administrativa con la sola exhibición de cámaras de televigilancia existente en
los cuarteles”.
Es decir, usted no
reconoce ni una sola “sentadilla” en total desnudez a las que han sido
obligadas menores en sus retenes, ni una sola tocación violenta en los
genitales de detenidos hombres y mujeres y ni una sola violación. Y ello, a
pesar de que, tal como le refutó José Miguel Vivanco el 5 de diciembre, las
querellas por abusos sexuales desde el 18 de octubre llegaban en esos días a
74, las que incluyen testimonios estremecedores. No hubo ni una sola
información sobre sumarios en curso. José Miguel Vivanco lo dejó en silencio. Y
se entiende.
Después del informe
de Human Rights Watch vino el segundo pronunciamiento sobre el uso excesivo de
la fuerza policial que hizo la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
(CIDH) desde que se iniciara el estallido social el 18 de octubre pasado. En él
se expresa la preocupación por el alto número de denuncias de violaciones a los
derechos humanos, las que presentan un patrón de conductas de violencia en
contra de manifestantes que se repiten. Junto con llamar al gobierno al “cese
inmediato del uso desproporcionado de la fuerza por parte de las fuerzas de
seguridad del Estado”, el organismo de la OEA expresó su alarma por el alto
número de acciones judiciales por abusos sexuales contra menores que se
manifestaban. Usted, señor general director, guardó silencio.
También guardó
silencio cuando pese a la orden que emanó del gobierno prohibiéndole al
personal bajo su mando disparar perdigones, debido al alto número de heridos
que habían dejado esas armas antidisturbios en el país, se siguieron
registrando heridos por la misma causa. Cientos de imágenes captadas por equipos
de documentalistas que recorren el país registrando cada manifestación,
muestran cómo sus hombres desobedecieron las órdenes de las autoridades. Y
también se aprecia como efectivos policiales bajo su mando continuaron
disparando bombas lacrimógenas directo al cuerpo y a corta distancia contra
personas que manifestaban de forma pacífica.
El 6 de diciembre
pasado el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), cuyas cifras se han
constituido en el registro de la verdad sobre la vulneración de derechos en
Chile desde el 18 de octubre, ya que su sustento son las cifras oficiales que
sus funcionarios recogen en hospitales y comisarías en todo el país, entregó su
último recuento:
Personas heridas y atendidas en hospitales: 3.449, de las cuales 254 corresponde a niños,
niñas y adolescentes.
Heridos por lesión ocular: 352.
Heridos por disparos: 1.983, de los cuales 1.554 corresponden a perdigones, 180 a balines y 51
heridos por bala.
Denuncias por Tortura: 405
Denuncias por violencia sexual: 192.
El balance del INDH
fue un duro golpe. Si a esa cifra se le suman las al menos 26 víctimas fatales
que se registran desde el 18 de octubre, la dimensión de las violaciones a los
derechos humanos cometidas principalmente por efectivos policiales bajo su
mando adquiere una dimensión inédita en estos 30 años desde la recuperación de
la democracia.
Pero eso no fue todo.
Al finalizar la tarde del pasado 10 de diciembre, Día Internacional de los
Derechos Humanos, cuando miles de chilenos se reunieron pacíficamente a
denunciar la violación de los Derechos Humanos que tiene lugar en estos días en
Chile, sus hombres volvieron a violar los protocolos dejando en el centro de
Santiago a 14 personas heridas por el impacto de bombas lacrimógenas, dos de
ellas -una menor de 15 años y un hombre de 35 años- con riesgo vital al haber
recibido el impacto directo en la cabeza.
Esa noche, el
director del INDH, Sergio Micco, después de constatar el estado de salud de los
heridos y la violación de los protocolos por parte de los efectivos policiales
sin que nadie responda por ello, afirmó: “Exigimos que se cumplan los
protocolos. Es público y notorio que estas situaciones siguen sucediendo, el
dolor y el miedo se expanden y esto le hace más daño a la sociedad chilena. Hay
cientos de testimonios que indican que esto sigue ocurriendo (disparo al
cuerpo)”.
Horas antes se había
reunido la comisión constituida por el gobierno para diseñar la reforma de
Carabineros, la que ya no habló de “modernización”, sino que se sumergió en la
“reestructuración urgente” de la institución debido a la gravedad y dimensión
de las reiteradas violaciones a los derechos humanos provocados por efectivos
de Fuerzas Especiales de Carabineros. Y se dio un plazo de 50 días para ello.
Usted nuevamente guardó silencio. En los precisos momentos en que se está
ejecutando una reingeniería profunda a su institución por las graves
violaciones y delitos cometidos, el hombre que está al mando guarda absoluto
silencio. Y sigue en su puesto.
El mismo silencio que
usted mantuvo -aunque parezca increíble- cuando en la tarde de ayer miércoles
11 de diciembre el Senado aprobó la acusación constitucional en contra de quien
fuera ministro del Interior hasta el 28 de noviembre, Andrés Chadwick. Y el
fundamento de esa condena política es la responsabilidad que ese ministro tiene
al no haber sido capaz de parar los graves abusos que han cometidos los
efectivos policiales bajo su mando.
Lo hasta aquí
relatado y ocurrido en estos 54 días transcurridos desde que el 18 de octubre
se iniciara el estallido social protagonizado por millones de chilenos en las
calles de distintas ciudades del país, indica que su permanencia y su actitud a
la cabeza de Carabineros se ha constituido en la constatación de que en Chile
se violan los derechos humanos en democracia, y sin costos para sus autores.
Esta suerte de impunidad representa un problema grave no solo por la violencia
ejercida sobre más de tres mil ciudadanos, sino por los juicios que mantendrán
ocupado al Estado de Chile en los años que vienen. En esto, ya no hay vuelta
atrás”.
Así que ya saben: que tengan un muy feliz 13 de diciembre, y no se olvide a de apoyar a lxs
prsxs de la revuelta (van más de 2000, mientras a los pacos asesinos solo los llaman a retiro).
-Disturbio Menor en La Calera (vea la interpretación de “Armado
y sin cerebro” con nuevo coro inicial: Uno tres!! Uno dos!!!).
-Manual de Combate, Aparcoa (single diciembre 2019).
1.- Con ustedes, el Presidente-Delincuente (Infractor cuya carrera
delictiva lo ha llevado de ser un simple ladrón de bancos y especulador financiero a todo un criminal de lesa humanidad) en entrevista reciente a un medio español:
“Hace casi siete semanas, se dieron dos situaciones
simultáneas, pero de muy distinta naturaleza. Lo primero fue que surgió fue una
demanda muy fuerte de toda la ciudadanía por hacer de Chile un país más justo,
más inclusivo, con menos tolerancia a los abusos, con mayor igualdad ante la
ley y con mayor respeto por los ciudadanos. Eso es una cosa que yo estimo como
muy positiva”, aseguró Piñera.
“Pero, simultáneamente, se desató una ola de
violencia brutal en la que pequeños grupos ejercieron una violencia
sin dios ni ley, quemaban todo lo que se ponía en su camino, las estaciones del
metro, los hospitales y los supermercados, tratando de causar daño para
destruir el sistema”, expresó.
Tras esto, el jefe de Estado chileno confesó que esta crisis
social “no lo vi venir” y que hasta el momento de las protestas habían buenas
cifras de crecimiento económico y empleo.
“Estábamos preparándonos para ser la sede de la APEC y de la
COP25, que iban a celebrarse en Chile en noviembre y en diciembre,
respectivamente. Un 18 de octubre que nunca lo voy a olvidar, se desató una ola
de violencia sistemática, profesional, organizada con tecnología punta que
buscaba destruirlo todo. Querían incendiar el país“, expresó.
Sobre la responsabilidad en la violencia generada tras el 18
de octubre, Piñera dijo que “eso está en estudio por nuestras agencias
de inteligencia que debo reconocer que no estuvieron a la altura por
lo que las estamos renovando íntegramente. También ha habido mucha información
de países amigos que indican que aquí hubo algo no fue casual y que fue
deliberado. Definitivamente aquí vimos algo que nunca habíamos visto”.
2.- Ante el carácter marcadamente anarco-feminista del canto
de Las Tesis que señala que “El Estado represor en un macho violador”, varios “intelectuales”
se han visto necesitados de salir a aclarar que a pesar de lo “simpático” de la
acción, es peligroso ir y atacar directamente al Estado, aunque sea de esta
forma.
Vean lo que dijeron Daniel Mansuy con Gabriela Caviedes en
una columna mercuriana reciente:
“La política es un
campo de brocha gruesa, donde las sutilezas propias del mundo académico —que es
la fuente de Lastesis— no pueden ser detalladas ni bien explicadas. En la
academia es posible puntualizar cuál es el sentido y el alcance de una crítica
al “Estado opresor”, tratado acá como “macho violador”. En política, en cambio,
esas prevenciones no son posibles. Así, el joven manifestante que tararea en su
mente “el Estado opresor es un macho violador” no necesita preguntarse por el
significado de tal figura simbólica, ni mucho menos poner en marcha su
pensamiento crítico al respecto. Solo se le otorgan aceleradores para extender
su ira contra instituciones suficientemente frágiles. Es más, necesitaremos
esas mismas instituciones si acaso algún día queremos combatir el abuso,
proteger a los débiles y, en definitiva, rehabilitar nuestra vida común. Sin
embargo, el Estado opresor, macho y violador no tendrá legitimidad alguna para
ayudarnos en esas tareas.
La paradoja no deja de
ser tan llamativa como preocupante. Tesis doctrinarias convertidas en panfletos
pueden tener resultados muy distintos a los originalmente buscados. En el éxito
de Lastesis puede estarse incubando también su principal peligro”.
Brillante. Aplausos cerrados. Aún tenemos intelligentsia, ciudadanes!!!. Así que
para ellos está bien ser medio “anarco”
en las salas y pastos académicos , y con buenas bases teóricas. Pero no en la
primera línea de la calle, donde se es inmediatamente sospechoso de terrorismo
y nadie tiene un buen “aparato crítico” más allá de la crítica armada de voluntad,
palos y piedras.
Y si tienen un estómago a prueba de asco extremo, también
cabe destacar lo que dijo el abogado Hernán Corral, también en El Mercurio:
“Volviendo a la
manifestación de Lastesis, hay que señalar que al fundamentalismo se añade una
incoherencia selectiva, ya que no defiende a todas las mujeres. Muchas de las
que realizan la performance portan el pañuelo verde, emblema del aborto libre.
Se reclama por la violencia contra mujeres ya nacidas, pero para las criaturas
de sexo femenino en gestación se promueve su eliminación discrecional. Se
protesta por la impunidad de los femicidios mientras se alienta el femicidio in
utero. ¿No se aplica a estas mujeres por nacer lo de que “la culpa no era mía,
ni dónde estaba ni cómo vestía”?
Tampoco se incluye a las mujeres uniformadas; al término de la actuación, se
suele corear con un entusiasmo digno de mejor causa: “puta, maraca, pero nunca
paca”.
Lo más complejo es que se llama a desconfiar de las instituciones del Estado de
Derecho, como la justicia, el gobierno y las fuerzas encargadas del orden
público: “Son los pacos, los jueces, el Estado, el Presidente”, dice la
canción. Se llega al extremo de sugerir burdamente que los carabineros son
pedófilos, al repetir, con torcida intención, la estrofa del himno
institucional que alude a una niña que duerme tranquila porque por su sueño
vela su amante carabinero.
Queremos creer que la mayor parte de las mujeres que se han sentido
interpretadas por la performance o han participado en ella no comparten el
feminismo amenazador que trasunta el cántico. Pero no estaría de más que se
reflexionara sobre la responsabilidad que cabe en la divulgación de un mensaje
que, además de desestabilizador, presenta la imagen de una mujer en guerra
contra todo y contra todos”.
Excelente. Sin comentarios.
3.- Se recomienda imprimir, difundir, leer y discutir este
texto tomado del blog Hacia la Vida(cabe en 4 planas):
La manera de hacer es ser
“Si no cambias la dirección, puedes terminar donde has
comenzado”
Lao Tse
El mando capitalista de la
producción social requiere que los proletarios se sometan voluntariamente a las
condiciones que hacen de su explotación algo inexorable. El objetivo de todo
capitalista es preservarse como capitalista en un medio hostil de competición
entre empresas, lo cual exige que su tasa de ganancia sea lo suficientemente
provechosa para seguir invirtiendo. Este dinamismo obligatorio no puede darse
si no es en las condiciones del libre mercado, condiciones que sólo pueden
existir cuando hay igualdad formal entre quienes venden su fuerza de trabajo y
quienes la compran. Sin este tácito consentimiento a la desigualdad real que
está en la base de la relación de explotación, no puede haber capitalismo.
Este es el motivo de que la
represión abierta por parte de la burguesía sea más bien la excepción que la
regla. El recurso a la fuerza bruta constituye una medida de su debilidad más
que de su fuerza. Siempre que la burguesía desata la violencia coercitiva para
mantener disciplinada a la fuerza de trabajo, lo hace a sabiendas de estar
contraviniendo el fundamento de la relación social de explotación. Cuando
desata la furia represiva de sus cuerpos armados, lo hace temblando de pies a
cabeza. Cuando promulga leyes para amordazar y maniatar a una clase trabajadora
sublevada, lo hace con el desasosiego de quien se amputa un miembro para evitar
la propagación de una gangrena, sospechando que la podredumbre puede haber
alcanzado ya un punto sin retorno.
Puede que los patricios romanos
hayan sido más fuertes cuando enviaban a sus legiones a aplastar las rebeliones
de esclavos, y puede que la alianza entre la nobleza y el clero haya expresado
su fuerza en la carnicería que desató contra los campesinos anabaptistas. Pero
esa correlación entre el ejercicio de la fuerza armada y el poder social no se
aplica a la burguesía. No porque la burguesía sea menos brutal y despiadada que
las clases explotadoras que la precedieron, sino porque su poder tiene una base
muy diferente. El poder de las clases dominantes del pasado descansaba en gran
medida sobre la base fija e inmutable de sus lazos territoriales y sanguíneos,
mientras que el poder de la burguesía depende casi exclusivamente de la
valorización del valor, un dinamismo ciego en continua aceleración que tiende
cada vez más hacia una creciente fluidez y desarraigo. El poder de los
capitalistas es el poder de generar entropía a través de la valorización,
entropía que a su vez no hace más que disolver progresivamente los fundamentos
sociales de su poder.
Esta dinámica tiene la
consecuencia, por otra parte, de que la clase a la que el capital explota
difiere en un aspecto crucial de las clases explotadas del pasado. En el caso
del proletariado su posición no depende de atavismos inamovibles, sino del
proceso dinámico-entrópico de la valorización, proceso que disuelve sin cesar
cualquier base objetiva de un posible poder político y económico del
proletariado. Pero al mismo tiempo que la producción capitalista le niega al
proletariado la posibilidad de fundar su poder en factores externos a él mismo,
le obliga a convertirse en una potencia productiva de primer orden, siendo la
reproducción ampliada de su propia actividad social la condición sine qua non
de su existencia física. El proletario que no amplía continuamente su potencia
subjetiva en relación con los otros tiende a la inexistencia social, del mismo
modo que la vida subjetiva tiende a cero en ausencia de actividad social. La
producción de la Gemeinwesen, de la comunidad humana como realidad
material y espiritual, no es para los proletarios una elección libre en el
sentido en que podría serlo escoger una ocupación o un pasatiempo en compañía
de otros. Es, en cambio, la condición misma de su vida y lo que su propia
actividad va haciendo de ellos en el transcurso de su existencia. De pronto una
masa de proletarios se descubre capaz de organizar de manera espontánea una
insurrección, empleando en ello recursos psicoafectivos, culturales, técnicos y
materiales que sólo ayer nadie imaginaba que pudiesen aplicarse a ello. La
revelación sublime consiste en esto: en esta masa que hasta ayer parecía ser
puro automatismo y pasividad, habita una potencia capaz de desplegarse sin freno.
Ahora bien: esta potencia, que es capaz de convulsionar un país y al mundo
entero mostrándose como un poder real, no depende de ninguna forma exterior, de
ninguna implementación material o institucional dispuesta previamente al
estallido; proviene exclusivamente de una interioridad, de una fuerza del todo
inmaterial, del ser subjetivo y social del proletariado. Su poder emana de su
sociabilidad, de su vida misma, y no de equipamiento o institución alguna. No
es otra cosa lo que expresa el grito: “Somos choros, peleamos sin guanaco”.
Es la iniciativa, creatividad e
ingenio, es la fuerza comunicativa y la expresividad, la empatía, lo que funda
el poder social de los proletarios, y lo saben. Quienes no lo saben aún lo
suficiente, temen que todo ello pueda sucumbir frente a las aventuras
represivas emprendidas por la burguesía. Pero lo único que queda comprometido
en ese caso son las formas exteriores en que se manifiesta la potencia del
proletariado: ciertas modalidades prácticas de su lucha, cierta técnica,
ciertos hábitos ligados a una fijación excesiva en las formas y por ello a una
fijación excesiva en lo que le ata a las reacciones de sus enemigos. Quienes sí
saben que para el proletariado el poder es sólo un efecto colateral del
ejercicio de la potencia de su ser, saben que la libertad no es jamás un
objetivo a alcanzar. La libertad es ante todo la libertad de autodeterminarse
en el transcurso mismo de la acción, de la vida y de la lucha. Los alardes
represivos del enemigo son exactamente el negativo opuesto de nuestra potencia:
lo único que nos muestran es que estamos obligados a amar la libertad y que si
no obedecemos a este mandato estamos perdidos.
Los seres humanos a menudo
ignoramos nuestra propia potencia y por diversas razones tendemos a perseverar
en esa ceguera. Esto nos hace a veces capitular a un paso de la victoria,
creyendo que debíamos medirnos con la vara del enemigo y viéndonos a nosotros
mismos, de esta forma, más débiles de lo que somos. Pero todo aquel que haya
librado una batalla sabe que en determinado momento es inevitable imponernos
nuestra propia medida con independencia de quienes siendo menos que nosotros
pretenden ser más. Por otro lado, estando ya instalados en la experiencia de un
despertar telúrico, son tantas las libertades que nos hemos tomado que sería
por decir lo menos extraño que no nos tomemos ahora la libertad de
reinventarnos, a nosotros y a nuestra lucha, justo en el momento en que la
burguesía pretende habernos inmovilizado maniatándonos con unas cuantas leyes.
Es necesario sopesar esto con cuidado: ellos esperan que reaccionemos
ciegamente a su reacción. Que nos abstengamos de seguir luchando o que nos
arrojemos desesperados contra la valla que nos han puesto por delante, yendo en
masa a la carnicería o propinando golpes aislados que sin detener la
megamáquina le dan brío a su violencia represiva. Cualquiera de estas
reacciones nos mantendría presos de, precisamente, el juego de reacciones a que
el enemigo quiere reducirnos. Pero nosotros no estamos determinados por la
forma exterior de nuestras acciones, ni por nuestros hábitos, ni por las
reacciones que hemos suscitado en el enemigo, ni por las que nosotros mismos
hemos tenido: estamos determinados por nuestras relaciones internas en tanto
humanidad en contradicción consigo misma. La contradicción es el campo de la
libertad, y esto significa que no estamos peleando para ser libres, sino que
estamos peleando porque ya somos libres. No usar esta libertad para proseguir
la lucha bajo nuestros propios términos es la única derrota posible. Seguir
haciendo lo mismo con la esperanza de obtener resultados diferentes sería
perpetuar la contradicción sin superarla.
A nuestros hermanos de clase
asesinados, mutilados, torturados y hechos prisioneros, el Estado no les hizo
eso por lo que sus acciones son en sí mismas, sino por lo que representan. Las
barricadas no han sido prohibidas con penas de cárcel porque hayan paralizado
la economía nacional, sino porque son el signo visible de una potencia que
podría llegar a paralizarla si se lo propone, y que no lo haría precisamente
con barricadas. A Rodrigo Campos no lo procesaron para compensar la rotura de
un torniquete, sino para hacer audible ante todos el latigazo como símbolo. No
han disparado a los ojos porque sí. Todo esto lo sabemos. Lo que no está tan
claro es si hemos sacado las conclusiones correctas y necesarias. EVADIR:
quizás no hemos prestado suficiente atención al hecho de que esta consigna haya
estado en el centro de la explosión. Evadir es negar el fundamento metafísico
de esta sociedad y el mecanismo que le da vida: “se paga por vivir”. Todo lo
que vino después no ha sido otra cosa que esa impugnación acrecentada. La
exigencia de salarios más altos y tarifas más bajas, de un sistema previsional
que no sea un robo, de mejores servicios sociales, responde al anhelo de “pagar
menos por vivir”. Pero este anhelo no es sólo eso: expresa aun embrionariamente
la revelación de que “no hay que pagar por vivir”. Esta revelación ya se ha
manifestado, sólo necesita ser expresada como necesidad para convertirse en un
imperativo práctico capaz de cambiar las reglas del juego. Las evasiones en el
transporte público podrían continuar y masificarse sin que nadie transgreda
ninguna de las leyes represivas vigentes. Podrían extenderse -tal como fueron
las “autorreducciones” en la Italia de los años setenta- a los servicios de
agua potable, electricidad, gas y conectividad. Podría convertirse en una
oleada imparable de robos hormiga hechos en masa en todas partes sin pausa.
Podría derivar en un movimiento de desobediencia social y económica efectuado
por millones de personas de mil maneras diferentes, transgrediendo muchas
normas, pero ninguna ley. Podría suceder que las relaciones de comercio
habituales lleguen a verse tan perturbadas que no haya otra forma de
proporcionar alimentos y suministros a la población que mediante una política
de racionamiento. Pero un capitalismo de barracas es una imposibilidad
práctica.
En condiciones así, la necesidad
de apropiación directa de los bienes de consumo no podría llegar muy lejos
adoptando la forma acostumbrada del saqueo. Pero eventualmente podría llevar a
los choferes de camiones a sumarse a la desobediencia masiva y a entregar esos
bienes a las asambleas en vez de a los supermercados. Esa misma tendencia
podría terminar imponiendo a quienes producen los bienes la necesidad de
liberarlos sin la mediación del comercio. La interrupción del ciclo de
valorización que ello supondría haría inviable la adquisición mediante el
salario, abriendo la vía hacia la distribución directa. Sería un bucle de
retroalimentación tendiente a la comunización progresiva de todo. En el
transcurso, el Estado estaría obligado a prohibir prácticamente todo con
excepción de los actos de compraventa, erosionando así la libertad formal que
es su propio fundamento.
No cabe imaginar un proceso tal
sin que tenga lugar una proliferación de violencias, que en cualquier caso
sería el despliegue cinético de la enorme violencia potencial ya contenida en
la propia forma social capitalista. De lo que se trata no es tanto de evitar la
violencia estatal, que es inevitable, sino de cómo hacerle frente desde la
posición de ventaja que nos brinda la masividad y sobre todo la potencia social
que nos habita. Todo depende de cuán capaz sea el proletariado de determinar
por sí mismo la dinámica de la lucha, fijando él las reglas del juego. Allí
donde se le quiera imponer el enfrentamiento directo en condiciones donde sólo
puede salir herido de muerte, tendrá que evitarlo llevando la desobediencia a
un plano diferente. Allí donde se le quiera arrastrar a un callejón sin salida
tendrá que saber crear una vía imprevista; tendrá que animarse a detener
aquello que se suponía no podía parar de moverse, a movilizar aquello que se
suponía indefectiblemente quieto, a crear un vacío en el que se precipite cada
golpe dirigido contra él. Tendrá que sorprender al enemigo privándole de cada
superficie sobre la que esperaba apoyarse para seguir golpeándole, imponiéndole
un desgaste progresivo. Cansarlo, agotar sus fuerzas, hasta que le resulte más
costoso seguir luchando que abandonar. Todas las armas y recursos materiales no
son nada sin el ánimo que hace falta para ponerlos en acción.
Tiene una importancia clave que
la lucha sea no sólo en pos de objetivos económicos y políticos, sino que su
propio desenvolvimiento sea la demostración práctica de que vivir sin pagar es
una forma de vida superior que la actual, y hacerlo con una elocuencia tal que
cada vez sean menos los que quieren seguir malviviendo como lo hacían. Esto
supone para el proletariado dejar atrás todo aquello a lo que estaba
acostumbrado, desaferrarse de la forma de vida que le constituye como
proletariado. Pues bien, si algo ha quedado claro en estas semanas es que esto
no sólo es posible, sino que se ha vuelto hasta cierto punto inevitable y es,
si se lo piensa bien, lo mejor que podría pasarnos. Asumirlo implicaría, para
empezar, que dejemos de pedirle respeto a quienes han demostrado no ser en
absoluto respetables; y que llevemos nuestra dignidad recién recobrada hasta su
última consecuencia: la autodeterminación total.