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miércoles, octubre 29, 2025

Introducción inconclusa a la trilogía maldita de Deathspell Omega (enero de 2024) 

 


Mi hijo me preguntó hace poco: “Papá, ¿tú crees que cuando seas viejito te va a gustar la misma música que estás escuchando ahora?”. Tuve que contener la risa para responder tan gracioso cuestionamiento, y le dije que yo creía que sí: “Rara vez me ha dejado de gustar totalmente algo que antes escuchaba, e incluso cuando he creído que eso ha pasado, por lo general luego me reencuentro con el material”. Su curiosidad le lleva a preguntar: “¿Por ejemplo qué cosas ya no te gustan?”. Respuesta rápida: “El hardcore de los 90. Me volvía loco y ahora lo encuentro super fome y engrupido y no soporto escucharlo más”. -“¿Y qué cosas te dejaron de gustar y luego te gustaron de nuevo?”. -“Obvio: ¡El heavy metal!”.

Anoche se sorprendió de verme escuchando a Darkthrone, pues pensaba que mi grupo favorito del momento era Deathspell Omega. ¡Y tiene razón! Tal como les anunciaba al señalar el listado de Bill Peel, estaba bien ocupado digiriendo la trilogía de DsO, y recién ahora me gustaría decir unas palabras al respecto, tratando de centrarme en el álbum Paracletus.

Vamos en orden: no tenía ni la más remota noticia acerca de la existencia de esta formación, hasta que releí en mayo del 2023 la entrevista a Weasel Walter en Paris Transatlantic fechada en el otoño del 2006, donde le preguntan en cierto detalle por su adicción al metal extremo, que según relata este veterano de la no wave/freejazz/punkrock, empezó en 1993 cuando un amigo le mostró el “Legion” de Deicide.  A partir de ahí gastó el resto de la década en escuchar y compilar materiales de la veta death/black metal, que según dice no le interesaba a nadie en Chicago en esos años.  Reproduzco una parte:

PT- ¿Donde se ubica el metal hoy en día para ti, como género o multiplicidad de géneros?

WW- El metal lo está haciendo bien. He escuchado tanto que realmente se necesita algo muy raro, extremo o diferente para llamar la atención de mi oído. La barrera está demasiado alta en cuanto a calidad. Ser excelente realmente no es suficiente para destacarse. Últimamente me ha gustado mucho la banda avant black metal Deathspell Omega, bandas de brutal death metal como Brodequin, Pustulated, Foetopsy y casi cualquier cosa con J. Read en batería. La buena composición ayuda si quieres escuchar algo más de una vez. No me puede interesar menos el stoner metal. La velocidad es definitivamente la gracia”. Y después se pone a despotricar un poco: “Me ofende un poco que la revista The Wire venga a hora a pretender que le importa el metal. Están típicamente atrasados y más despistados que guagüitas. El tipo de oveja que está interesada en comprar todos los listados que esa revista ponga en sus páginas ha creado un nuevo checklist de coleccionistas de bandas en las que no estoy realm ente interesado”. Y bueno, cabe destacar que The Wire publicó un gracioso texto donde se repasa la historia de cómo el despreciado metal de los 70/80 pasó a ser cubierto por las páginas de una publicación que se autopercibe como muy “avantgarde”, y en la conclusión dice que si hay que culpar a alguien de eso, tendrían que ser los Venom.

La cosa es que apenas terminé de leer eso, ya estaba buscando las bandas referidas, y para mi sorpresa me enteré que DsO era bastante conocida pero también muy polémica, y que de hecho se había bajado hace poco toda su obra de bandcamp, aparentemente por petición de antifascistas que encontraban intolerable que la banda use de vocalista a un famoso fascista y pornógrafo finlandés llamado Miko Asppa. Lo de fascista creo que es bastante claro, aunque él se denomina “patriota nórdico”. Lo de pornógrafo no lo tengo muy claro: se supone que además de su sello (Northern Heritage), su “banda” black metal (Clandestine Blaze, que en estudio es él solo, y en vivo suele usar de apoyo a los polacos de Mgla), su banda RAC (Rock Anti Comunista: Vapaudenristi), y proyectos en el plano industrial/power electronics (Nicole 12, Grunt), y pornografía (videos, revistas como Freak Animal y Degenerate). O sea, un tipo fácil de odiar. Y por añadidura ese odio se extiende al objetivo de cancelar a una banda de origen francés, pero que a pesar de su estatus de anonimato, al parecer reconoce que habría usado a Mikko como vocalista al menos desde el inicio de la trilogía que queremos comentar.

Antes de eso lo poco que se conoce de la banda es que surge como derivación de otro proyecto black metal llamado Hirilorn, formado en 1994, cuyos integrantes Shaxul y Hasjarl continuaron con el proyecto paralelo DsO cuando Hirilorn se acabó en 1999. En youtube he podido encontrar un par de cosas de Hirilorn, incluyendo su único LP, “Legends of Evil and Eternal Death” y el compilado de una hora y media “Hymn to the ancient souls”.

Así que DsO empieza más o menos en el cambio de milenio, y sus dos primeros álbums, con Shaxul en voz, son dos buenas muestras de BM francés: “Infernal Battles” y “Inquisitors of Satan”. Personalmente, me gustan mucho ambos discos, desde los que resulta difícil darse cuenta de hacia dónde iban a evolucionar después. Lamentablemente, como gran parte del BM francés, no sólo tenían malas juntas (partiendo por el mismo Mikko, con cuyo Clandestine Blaze editaron un split) sino que realizaron explícitas declaraciones de carácter fascistoide, en una entrevista para el fanzine Northern Heritage.  Por más que el promedio de edad de los integrantes en ese momento debe haber rondado los 20/21, y que cualquier black metalero promedio de esos tiempos daba discursos antihumanos y antivida, resulta inquietante leerlos decir que los campos de concentración de la Alemania nazi les parecen “fantásticos”.

Poco después de esas primeras obras, a las que hay que agregar splits con Mutiilation y Moonblood, Shaxul se retira, y la banda queda reducida al núcleo instrumental. En ese momento es cuando al parecer Mikko Aspa se suma como vocalista, un dato que nunca ha sido oficialmente confirmado. La banda ha dado apenas un puñado de entrevistas, no se saca fotos, no tiene redes, y nunca ha señalado los nombres reales de sus integrantes.

Y en ese momento surge la primera pieza de la trilogía: “Si Monvmentvm Requires, Circvmspice” (2004): un LP doble en cuya portada aparece una especie de ángel demoniaco en estado fetal. Con un sonido marcado por una guitarra que conduce los temas mediante arpegios y líneas melódicas disonantes, alternando silencios, canto gregoriano y la ya típica furia Black Metal de alta intensidad con hipervelocidad a punta de blastbeat, la voz (¡Aspa?) nos va relatando una compleja historia que parte con loas a Satán como gran destructor del universo, los abusos sexuales de los curas católicos, y numerosos extractos del Antiguo testamento. A esto se le llamó BM ortodoxo, o BM disonante, y si por un lado espantó a los reaccionarios el sonido BM de segunda ola, por otro abrió las compuertas del infierno hacia el “ennegrecimiento” de otro tipo de materiales que en la particular forma de arte que practica DsO se vienen a combinar con el sonido del BM más clásico. Así, se entiende perfectamente que Weasel Walter se refiere a ellos en el 2006 como una banda avant black.

Tres años después llega el LP “Fas-Ite, maledicti, in ignemaeternum”, en cuya portada se aprecia a un hombre cayendo, ¿al abismo del fuego eterno? En este disco la deriva experimental de DsO se profundiza, con un sonido aún más abrasivo pero interrumpido por largos momentos de silencio. La guitarra lidera los diversos tránsitos de caos a calma, y como siempre los momentos de hipervelocidad parecen un agujero negro de ruido. Pero cabe detenerse a apreciarlos bien, puesto que donde a primera escucha parece haber solo una enorme Wall-of-noise, en verdad existen estructuras complejas pero nada improvisadas, e incluso melodías y armonías ocultas.

Con esto ya estamos en condiciones de hablar de la tercera parte, el álbum “Paracletus” (2010), en cuya portada el anterior ángel/hombre ya se ha transformado en una bestia que está rodeada del fuego eterno. Seguimos....

(El manuuscrito se interrumpe aquí).

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jueves, octubre 02, 2025

"Remain true to the Earth": observaciones sobre la política del Black Metal (Benjamin Noys) 

Preparando recién ahora una ponencia para el Congreso de Horror y Metal que debo hacer mañana, usé el traductor de google por primera vez en mi boomer vida para entender mejor este excelente texto de Benjamin Noys, presentado aen Hideous Gnosis, el primer simposio de teoría black metal realizado en un bar de Brooklyn (Nue' a York) por ahí por el año 2009 si mi memoria no me traiciona.

Aclaro que nunca me ha gustado mucho Peste Noire pero dejo el link al album que acá se comenta. Démoles una (otra) oportunidad...


¡Manténganse fieles a la tierra!: Observaciones sobre la política del black metal

Der Feind is unsre eigene Frage als Gestalt. 

[El enemigo es nuestra propia pregunta como forma]

Carl Schmitt

Si tuviéramos que definir un grado cero de la política del Black Metal (BM), sería una amalgama inestable de egoísmo stirneriano y aristocratismo nietzscheano: un individualismo antihumanista radical implacablemente hostil a todos los "fantasmas" ideológicos del orden social actual, comprometido con la creación de una "aristocracia del futuro" (Nietzsche) y la autogeneración de una "nada creativa" (Stirner). La inestabilidad reside en la combinación de una hostilidad desengañada hacia los ideologemas liberal-capitalistas con una "gran política" nietzscheana de grados y rangos naturales. Más precisamente, reside en la retención de ciertos "fantasmas" radicalizados —en particular, la nación, la raza, la tradición histórica o contra-tradición, y la guerra— que cumplen la doble función de perturbar los límites del discurso aceptable dentro de las democracias liberales modernas y fundamentar el drenaje abismal de todo contenido ideológico. Por supuesto, estos suelen ser "fantasmas" asociados con la extrema derecha, el nazismo, el fascismo y el ultranacionalismo. Mientras que el individualismo stirneriano podría considerarse anarquista, o en el mejor de los casos indiferente a la política, esta metafísica racial-nacional se utiliza a menudo, aunque no siempre, para reterritorializar y establecer una "gran política".

Por supuesto, es perfectamente posible separar esta política, que a menudo parece, en el mejor de los casos, secundaria o contingente, del BM. Se puede establecer un contraste entre un radicalismo musical traicionado o constreñido por estos «restos» de teopolítica. De esta manera, el crítico de izquierda puede manejar y disfrutar con seguridad del BM y proclamar su propia sofisticación al condescender con la ingenuidad de tales posturas políticas adolescentes que, «desafortunadamente», marcan una estética por lo demás admirablemente radical. También podemos imaginar una versión deleuzoguattariana más sofisticada de este argumento: el efecto desterritorializador o desmaterializador del BM como música requiere una base reterritorializadora, pero solo para producir un lugar necesario de intensificación radicalizada; después de todo, el nómada realiza su desterritorialización permaneciendo en su lugar. En este caso, podríamos argumentar que los diversos «fantasmas» territorializados son meros umbrales o sedimentaciones que, a pesar de su propia territorialidad proclamada, el BM elabora, excede y pone en fuga. En la versión más marxista de Evan Calder Williams sobre este tipo de argumento: «La lección que se extrae del black metal es cómo su expresión sonora concreta desmantela su ideología hablada». Lo que me preocupa es que ambas opciones, por muy tentadoras que sean, se niegan a tomar en serio la coherencia entre estética y política que se defiende desde el BM. En lugar de una división o contradicción entre lugar y música, que debamos resolver política o teóricamente, prefiero tomar el discurso interno del BM al pie de la letra.

Aquí quiero tomar un ejemplo específico de lo que podríamos llamar, en términos que sin duda lo horrorizarían, un "intelectual orgánico" del BM: Sale Famine. Mi elección está dictada por el hecho de que Famine rechaza cualquier noción de la contingencia del vínculo entre BM y la extrema derecha, insistiendo en cambio en la necesidad de tal vínculo. BM es, en esencia, de derecha: "En mi opinión, sin ser necesariamente N[acional] S[ocialista], el verdadero BM siempre es música de extrema derecha, ya sea de Asia o América Latina, ya que la política de extrema derecha no es exclusiva de la raza blanca, y siempre es satánico". (Famine, Zero Tolerance) En una entrevista reciente, se investiga a Famine más a fondo sobre esta declaración, y el entrevistador plantea el caso de una posible banda de BM "de tendencia izquierdista" como Wolves in the Throne Room. Famine es inequívoco en su reiteración: «Nunca he oído hablar de LOBOS EN LA SALA DEL TRONO, pero si alaban la mezcla cultural, la propiedad común y la igualdad de todos los seres humanos, entonces no, no tienen ningún derecho a tocar BM. Solo tienen derecho a hacerme reír».

Para evitar cualquier malentendido, los aspectos negativos de Famine son mis aspectos positivos y, por supuesto, su postura elimina automáticamente cualquier comentario sobre el BM. A continuación, sin embargo, quiero reconstruir la postura de Famine a través de sus declaraciones y de una consideración de la práctica estética de Peste Noire. Quiero destacar, en particular, cómo sus declaraciones y su estética se combinan para construir una postura política particular.

Ctónico y Telúrico

¿Cuál es la razón por la que Famine afirma una articulación esencial entre el BM y la política de la extrema derecha? Porque el BM se articula en la tierra, en lo ctónico y lo telúrico, para establecer su identidad estética:

El Black Metal es la memoria musical de nuestros sanguinarios ancestros, es la unión de la Tradición, del antiguo patrimonio racial con el fanatismo, con la rabia y la temeridad de una juventud perdida. Es una religión CTONIANA: un culto a la TIERRA y un retorno a ella, por lo tanto, un nacionalismo; Un culto a lo que está BAJO la tierra: el Infierno. El adjetivo "ctónico" también se aplica a los dioses infernales. El BM es un fundamentalismo, una música con integridad (del latín "integer", completo) que me ayuda a permanecer completo en un mundo moribundo, en medio de un pueblo en decadencia, indigno de su sangre. Es la apología del oscuro pasado europeo. Es una psicosis que nos ayuda a huir de una realidad que ya no podemos tolerar.

Por lo tanto, un BM auténtico, real o verdadero, solo puede ser, para Famine, un BM esencialmente territorial, selectivo y jerárquico en cuanto a privilegiar un territorio singular e integral. Esto implica que el BM nunca puede existir en abstracto, sino solo como una forma nacional, regional, étnica o racial particular. Esta es una política y estética del Uno, pero que, como veremos, solo puede manifestarse en la forma del Dos.

El resultado es una forma de nacionalismo peculiar, como mínimo; aunque no tan extraña si se observan las influencias ocultistas que se extienden a través del nazismo, el fascismo y las culturas de extrema derecha:

Soy nacionalista, no socialista... Mis dos naciones son:  "France d'Oïl" [se refiere a las lenguas romances habladas en el norte de Francia, de las cuales deriva el francés estándar. El término "oïl" (en francés antiguo) significa "sí", y distingue estas lenguas del grupo de lenguas de oc (o "lenguas del no"), habladas en el sur de Francia] y el Infierno. El BM es un nacionalismo doble: temporal y espiritual, horizontal y vertical. 1° TEMPORAL, ya que siempre es la herencia de una SANGRE y de una TIERRA material que debe venerar. 2° ESPIRITUAL (vertical), ya que metafóricamente es un nacionalismo del Infierno y de las Tinieblas, una lealtad ética y estética al Reino del Mal. Por supuesto, comparto (digo "yo" porque no es necesariamente el caso de los demás miembros) algunos principios del nacionalsocialismo, pero también rechazo otros.

Parafraseando los ejes de lo que dice Famine, el BM articula un eje horizontal de la historia, que establece con precisión una continuidad sinedecócica [quéchucha?!] desde el oscuro pasado europeo, recuperable solo en sus rastros dispersos, y una base espacial vertical, una jerarquía espiritual inversa de estilo neoplatónico, en la que la «escalera» del Ser desciende a la tierra en términos de su participación en grados de oscuridad.

Esta política territorial desempeña un papel explícitamente determinante en la estética del BM. Por muy desarraigado o abismal que parezca este territorio, al estar «bajo tierra», sustenta la resistencia esencial contra cualquier «abstracción» desterritorializadora y/o democratizadora. Las propias contradicciones de la estética de Peste Noire, su propia parataxis fracturada y extraña de elementos culturales, se relacionan precisamente con esta territorialización espacio-temporal.

En cuanto al contraste entre lo tradicional y lo no tradicional, diría que la Belleza, la Grandeza y la Nobleza emanan cuando Peste Noire evoca el PASADO europeo (lo que explica esa melancolía, que es nostalgia) con un Black Metal acorde con la tradición de nuestros antepasados ​​(BURZUM, MÜTIILATION, VLAD TEPES). El odio, el terror, el DESORDEN y la locura estallan cuando evocamos el mundo democrático ACTUAL. Naturalmente, ese desorden se expresa en formas menos convencionales.

La ironía es que los elementos estéticos del BM que más probablemente atraen al crítico cultural de izquierda o de tendencia izquierdista –su uso de “formas menos convencionales”, su evocación del terror o la locura– son simplemente elementos contingentes que resultan del análisis mimético del mundo caído de la modernidad que Famine desprecia.

Evan Calder Williams señala que el álbum Ballade cuntre lo anemi francor (2009) de Peste Noire juega entre el "retorno imposible" a un pasado perdido y "el ruido y el pulso desnudos de un mundo moderno". Esto a menudo se juega en el contraste entre una voz femenina "angelical" y el áspero y sibilante "demoníaco" estilo Gollum de Famine, o, en la canción "La Mesniee Mordrissoire", entre la voz de Famine y la armoniosa voz marcial masculina. A nivel de las letras y la música, se presenta en la provocación deliberada de corromper las canciones militares y monárquicas tradicionales con cantos de alabanzas a Satanás y los elementos reconocibles, aunque inimitables, del black metal. La dificultad es que ¿podemos simplemente suponer esta división como dada? ¿Podemos tener el "ruido y el pulso desnudos del mundo moderno" como la crítica nihilista de lo que Badiou llama "capitalo-parlamentarismo" sin la vergonzosa nostalgia fascista arcaica? Para Peste Noire, o para Sale Famine, esta división es imposible, ya que los elementos del pasado perdido chocan constantemente con el «ruido» representativo de un mundo moderno caído; esta tensión casi «dialéctica» es indivisible. El «satanismo boy scout» de Famine —Sieg Hell en lugar de Sieg Heil, y la sodomía nietzscheana del superhombre— se basa en la conservación de una «unidad fracturada» estética y política.

Partisano cultural

Para precisar más esta imbricación de política y estética, quiero considerar la obra de Carl Schmitt, Teoría del partisano. Schmitt intenta articular la perturbación causada por la figura del partisano en la lógica estatal habitual de la guerra, en la que el partisano crea una indistinción entre el combatiente convencional y el civil. En el análisis de Schmitt, el partisano «bueno» es aquel que conserva su carácter telúrico: «Defiende un territorio con el que tiene una relación autóctona».  Por esta razón, el partisano, aunque perturba el orden habitual de la distinción «amigo-enemigo» con la que Schmitt define el espacio político, permanece dentro de él al tener un «enemigo real». El partisano «malo», que Schmitt, como era de esperar, identifica con la militancia comunista, carece de fundamento telúrico y, en cambio, generaliza su lucha para crear un «enemigo absoluto». En este caso, «el partisano también se volvió absoluto y portador de una enemistad absoluta».

Por supuesto, podría considerarse una adulación indebida considerarlo como un «grupo partisano» de Peste Noire, aunque sería congruente con su propia imagen. Lo que me preocupa, especialmente en el contexto de Ballade Cuntre lo Anemi Francor, es la construcción estética y política de la figura del «enemigo». Schmitt, al estilo nietzscheano, considera la figura del enemigo como la forma o configuración de nuestra propia pregunta: «El enemigo es quien me define. Eso significa en concreto: solo mi hermano puede desafiarme y solo mi hermano puede ser mi enemigo». En Schmitt, la figura del enemigo también tiene una función pacificadora: la política de construcción en torno a la distinción amigo-enemigo es definirnos a nosotros mismos y también considerar a nuestro enemigo como un enemigo, en lugar de como alguien a ser exterminado. Si el partisano amenaza con desvincular esta función, su fundamento telúrico y político en una lucha nacional defensiva es el medio que Schmitt utiliza para retener al partisano dentro del nomos de la tierra.

En el caso de Famine y Peste Noire, podríamos argumentar que su propia identificación telúrica con una lucha cultural nacional defensiva cumple una función similar. La construcción vituperante de la figura de los "enemigos" plurales de Francia otorga una coherencia figurativa a su lucha cultural. Intentan mantenerse partidarios en el sentido positivo que Schmitt le atribuye a esta función, y así "permanecer fieles a la tierra". Sin embargo, este proyecto está en tensión con la fragmentación y dispersión que indica el plural. Aquí, la perturbación reside en aquello contra lo que se lucha: los efectos capitalistas y las fuerzas de la abstracción real. 

Estas dinámicas de desarraigo y vaciamiento, de desarraigo y desterritorialización, son, precisamente, el efecto de las relaciones sociales y resisten la localización en enemigos figurativos particulares. La amenaza no reside aquí en una política abstracta de igualdad, aunque, casi curiosamente, Famine todavía parece considerarla una posibilidad. En cambio, se trata de la política abstracta de igualdad de "un mercado bajo Dios", por usar la acertada frase de Thomas Frank. El resultado es que podemos interpretar este singular ejemplo de la política del BM como un ejemplo de resistencia, pero de un tipo particular. Famine/Peste Negra intenta habitar, metafóricamente, la posición del partidario telúrico de Schmitt para dar forma y figura a sus enemigos. La huida de sus «enemigos», debido a los efectos desfiguradores del capital, vacía constantemente este proyecto de contenido; de ahí la posibilidad, que considero demasiado precipitada, de simplemente ubicar la política de Peste Negra o en BM en alguna categoría de parodia posmoderna o ironía llana. No es que estos efectos no ocurran, sino que son el resultado de operar dentro del marco cultural de abstracciones reales. Si el enemigo que definimos al mismo tiempo nos da autodefinición, entonces la lucha figurativa de Famine/Peste Negra es interminable y fracasa sin cesar. Por lo tanto, sugeriría que hay una angustia real aquí, independientemente de los deseos paródicos de Famine o de los efectos paródicos de las formas socioeconómicas de la ley del valor. La suya es una desesperación política/cultural, aunque una que, sin duda y necesariamente, adopta formas telúricas malignas.

Ciertamente, solo me he centrado en un ejemplo singular de la política del BM. No la considero estrictamente metonímica de todas las posiciones y políticas del BM. Quiero argumentar que es sintomática y reveladora por su forma explícita y su ambición, así como, ¿por qué no?, por su éxito estético. Se trata de una política que se ajusta al análisis de Badiou de la «pasión por lo real» y del siglo XX como el siglo de la guerra y la escisión: una dialéctica estancada de la división del Uno en un Dos antagónico que jamás podrá estabilizarse. 

La estética de Peste Noire no puede separarse de este antagonismo, sino que lo habita como el efecto de la fusión de lo estético y lo político para dar figuración a un «enemigo» siempre esquivo. Por supuesto, en contraposición al deseo de Famine, el deseo figurativo abstracto de su obra la pone al alcance de esos enemigos no telúricos ni ctónicos que profesa odiar; él, por supuesto, despreciaría este análisis. 

No se trata de tomar el camino fácil del posmoderno «cada uno lee a su manera», ni de una política ilimitada de reinscripción que autorice una lectura «para el socialismo». En cambio, he intentado tomar en serio un profundo compromiso, que rechazo políticamente sin reservas, en la articulación cultural de lo político y lo estético. Sin embargo, sigo siendo uno de los enemigos de Francia.



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miércoles, agosto 27, 2025

“EL MUNDO SIN NOSOTROS”: APUNTES SOBRE TEORÍA BLACK METAL 

 


Este texto pretende ser un comentario o más bien una invitación a leer la antología “Teoría Black Metal”, recientemente publicada por Holobionte ediciones, y de la cual han llegado varias copias a la Librería Alma Negra en la comuna de Providencia, un lugar en que he presenciado que se vende como pan caliente un libro editado recientemente sobre el trip-hop.

En primer lugar, debo agradecer al algoritmo de Bandcamp que durante el otoño del 2023 me sugiriera escuchar un disco de la banda noruega Darkthrone. Dos años antes, mientras trabajaba en mi libro “La religión de la muerte” (Tempestades, 2023), había tratado de escuchar black metal en Youtube, y de preferencia de la variedad nacional-socialista, para poder referirlo en la parte en que hablaba de fascismo estético y estéticas fascistas. Lo que encontré en ese momento no me llamó para nada la atención en lo musical, a pesar de que secretamente tenía miedo de que una aberración así me gustara.

El disco de Darkthrone que escuché primero era el no tan inspirado “Astral Fortress” (2022), que no me pareció mal, pero rápidamente busqué en Google más información sobre la banda, y leí que eran responsables de una “trilogía maldita” del black metal escandinavo, fechada entre 1992 y 1994, cuando impactaron al mundo lanzando uno tras otro los LPs “A blaze in the northern sky”, “Under a funeral moon”, y “Transilvanian Hunger”. En 1992 aún eran la banda que inicialmente hacía un death metal bastante técnico inmortalizado en su más que decente álbum debut “Soulside Journey” (1991), pero en medio de la grabación de lo que iba a ser su segundo álbum, se sintieron atraídos por la luz negra del antiguo metal oscuro de los ochenta, con los ingleses Venom, Bathory (Suecia) y Celtic Frost (Suiza) como inspiración directa, abandonando en el camino el proyecto inicial y transformándolo en el legendario “A blaze in the northern sky”, de 1992.

Este destello en el cielo nortino impulsó en gran medida la transformación del heavy metal en una forma superior de arte, sónico, visual y lírico, y resulta imposible exagerar su importancia en el desarrollo de la música actual. La diferencia entre el death metal (técnico y virtuoso, con portadas mórbidas a todo color, una especie de rock progresivo en lenguaje metal) y el black metal (tosco, atmosférico, en blanco y negro y bastante influenciado por el punk) puede ser detectada en esa transformación de estilo que sufrió Darkthrone a inicios de los noventa. Y por cierto, el álbum abandonado no lo fue del todo: años después lo completaron en el estudio bajo el nombre de “Goatlord” (2011) y en el 2023 editaron “Goatlord (original)”: un excelente registro de los viejos ensayos durante los cuales ocurrió la mutación del death al black, que es tal vez donde mejor se aprecia la actividad creativa de una banda adolescente como esta en esos momentos en que el heavy metal, una de las formas musicales y subculturas más despreciadas por la crítica musical y los estudios culturales, se convirtiera en “una forma vanguardista de ruido lo-fi anti-arte” (Andy R. Brown, A manifest for metal studies: or putting the ´politics of metal’ in its place, 2018): una de las últimas formas vivas de Avantgarde, que por su naturaleza totalmente underground casi no necesita de la industria musical para existir.  

El disco de Darkthrone que me llevó por primera vez a este nuevo mundo que se abrió ante mis ojos y oídos fue el segundo de la trilogía: “Bajo una luna fúnebre” (1993), que según ellos fue el primero totalmente black metal. A lo largo de mi vida había escuchado muchas músicas intensas, raras, oscuras e indescifrables, pero nada de lo absorbido en cuatro décadas de fanatismo musical extremo me había preparado para escuchar la verdadera suspensión del tiempo histórico que se produce apenas arranca la batería hipnóticamente monótona de “Natassja in Eternal Sleep” y la guitarra teje una maraña de sonidos etéreos que no se parece en nada a los típicos riffs que siempre habían definido al rock pesado; sobre ese fondo ya de por sí bastante único asoma una voz sufriente y agónica que no parece provenir de una criatura humana. El resto del disco es una maravilla de la música moderna, tal como lo es gran parte de la obra inicial de la banda que para la tercera parte de la trilogía, “Transilvanian Hunger” (1994), ya había quedado reducida al dúo compuesto por el baterista Fenriz grabando todos los instrumentos en Necrohell (su estudio casero), y el guitarrista Nocturno Culto agregando las voces a posteriori. La fidelidad al nuevo estilo y su arcaísmo se hace evidente si comparamos las baterías de “Soulside Journey”, expresivas y virtuosas, con la monotonía minimalista de las que toca en “Transilvanian Hunger”, que en palabras de Hunt-Hendrix “significa un continuo rasgueo de acordes abiertos y blast beat. Este puro blast beat es la eternidad en sí misma, sin figuras articuladas, sin principio ni final, sin pausas, sin rasgo dinámico. Es un pájaro volando sin lugares donde posarse, ni siquiera por un momento. Y lo que al principio parecía un gran clamor va reduciéndose a un zumbido atrofiado. Después de haber subido a la cima, el montañero se tumba y muere congelado”.

Comentando la canción de Natassja, el australiano Bill Peel -autor de “Tonight it´s a world we bury. Black metal, red politics”, Repeater books, 2023, comentado en estas páginas hace dos años- destaca su fetichismo de la muerte, que “oscurece cualquier vida potencial por su obsesión miope con un evento pasado”. El narrador, con un inglés imperfecto, “se consuela a si mismo con alcohol, recordando a su Natassja que ya lleva siglos muerta”. La letra “está escrita en tiempo presente, pero describe un recuerdo del pasado lejano; el narrador presente está completamente subordinado al pasado”, y mantiene a Natassja como “un objeto de devoción perfecta”:

“El verdadero recuerdo con que me dejaste/Es una llave al vino de la melancolía”.

“Nunca te olvidaré/Lo mejor de todo sigue acá”.

“Vives en mí, y te mueves con mi alma

Tu resurrección es tu espíritu instalado en mí

Así que ahora tus pensamientos y tus dolores son mi vino

Y Natassja, dejaré que estos benditos ángeles se emborrachen”.

Podría seguir describiendo las maravillosas canciones y relatando las intensas y polémicas aventuras de esta tropa de vikingos llamada Darkthrone, pero lo dejaré para otra ocasión. En este momento lo que quiero es contarles que en el aún pequeño pero siempre creciente mundo de fanáticos del metal extremo, al parecer existe la fuerte inclinación de algunos a filosofar en relación con su objeto del deseo, lo cual ha gatillado la organización de simposios sobre “teoría black metal”, que ya se han plasmado en tres libros y unas cuantas revistas dedicadas al “oscurecimiento” (blackening) de la teoría, haciendo del black metal una actividad que va mucho más allá de lo estrictamente musical, que se expresa en esta peculiar forma de trabajo reflexivo y discursivo. Porque existen libros por montones sobre cada estilo musical que se te ocurra, y dentro de eso hay algunos buenos libros como el de Matías Gallardo “Nacidos para arder. La historia del black metal” (editado en Argentina, Jedbangers, 2022) e incluso libros como el de Ross Hagen en la colección 33 1/3 que analiza partitura en mano las canciones del “Blaze” de Darkthrone, pero la Teoría Black Metal es otra cosa: es una forma de oscurecer el mundo y con eso tratar de transformarlo, convirtiendo este apocalipsis a fuego lento en “pure fucking armageddon” (como tituló Mayhem a su desastroso demo debut de 1986). 

Que yo sepa, se han realizado tres simposios de Teoría Black Metal hasta el momento. El primero, efectuado en un bar de Brooklyn, Nueva York, en el 2009, dio lugar al libro “Hideous Gnosis”, autoeditado ese mismo año. Después se realizó un segundo encuentro, del que da cuenta el libro “Mors Mystica” (Schism Press, 2015). Y un tercer simposio efectuado en Irlanda se centró en la relación entre black metal y ecología, siendo publicado por la prestigiosa Zero Books en el 2014 bajo la coordinación de Scott Wilson y el título de Melancology.

Lamentablemente estos tres interesantes libros hasta ahora no han sido traducidos al idioma de Cervantes y Barón Rojo, aunque pueden ser encargados en Buscalibre. Supliendo parcialmente esta carencia, la editorial española Holobionte acaba de lanzar este año un libro colectivo sencillamente titulado “Teoría Black Metal” (TBM de acá en adelante) que bajo la coordinación de Oriol Rosell y Federico Fdez. Giordano reúne algunos textos anglosajones que se han seleccionado de algunos de esos libros y revistas, más unos cuantos aportes surgidos en el medio hispano.

En la presentación del libro los editores se encargan de explicar la vinculación entre black metal y filosofía en tiempos de crisis del humanismo y descomposición irreversible de la modernidad. Pues, “a su manera asilvestrada y brutal, el black metal fue la primera manifestación musical basada en (y reactiva a) la quiebra del antropocentrismo”, razón por la cual “la mayor parte de las angustias contemporáneas pueden proyectarse en el black metal sin requerir de excesivos malabarismos hermenéuticos”. La temporalidad del black metal “sucede después del apocalipsis, una vez acontecida la extinción”.

El black metal sería así la banda sonora de un “mundo sin nosotros”, y por eso es que pocas músicas resultan más ad hoc para estos tiempos apocalípticos. Apocalípticos agrego yo, porque como nos recuerda Maurizio Lazzarato en “El capital odia a todo el mundo” (Eterna Cadencia, 2020), “apocalipsis” significa etimológicamente “quitar el velo, descubrir o revelar”, y los tiempos apocalípticos que vivimos “revelan que, bajo la fachada democrática, detrás de las ‘innovaciones’ económicas, sociales e institucionales, está siempre el odio de clase y la violencia de la confrontación estratégica”. 

El black metal (sobre todo en su variedad conocida como war metal) sabe de odios recónditos y de la violencia del enfrentamiento bélico en el peculiar estado de naturaleza en que se escenifican sus rituales sonoros. Toma la señal de la cruz, una herramienta para torturar causando la muerte, y la invierte, simbolizando con ello una espada (lo cual es bastante significativo porque el Nuevo Testamento nos enseña que el mismísimo Jesús dijo que no había venido a traer la paz sino la espada). Sus figuras mitológicas son la bruja y el guerrero, además del culto a las distintas manifestaciones demoníacas, más antiguas y subconscientemente arraigadas que el conjunto de las religiones monoteístas organizadas. Su principal “problema político” es que suele pensar en términos de raza o nación más que de clase social o del género humano-más allá de esporádicos momentos como cuando Darkthrone canta “I am the working class”-, y por eso es que suele sucumbir en los brazos de variadas formas de fascismo esotérico y no tanto, pero ya me estoy dispersando…

La selección de textos incluye a algunos de los pioneros de la Teoría Black Metal: Edia Conole con “La negrura soy yo”, Nicola Masciandaro y Reza Negarestani con “El black metal y el comentario”. Masciandaro, considerado el precursor de la TBM desde su comentario del 2009 a la canción “Black Sabbath” -la primera del primer álbum de la banda del mismo nombre: el momento fundacional del heavy metal, en febrero de 1970-, aparece además con “Reflexiones desde el crisol intoxicológico” y “Metal studies y la escisión de la palabra: una arqueología personal de la exégesis del Headbanging”. Negarestani aparece además con “Subjetividad melanlógica”.

De Timothy Morton se incluye “En la orilla del estanque brumoso de la muerte”, donde se dedica a analizar la obra de la banda norteamericana Wolves in the Throne Room, un interesante ejemplo de black metal ecologista, completamente desfascistizado y vinculado al grupo Earth First!, que sirve de demostración de cómo un género que suele ser asociado a opciones políticas de ultraderecha ha sido objeto de una disputa interna por su resignificación, la que ha sido especialmente notoria en Estados Unidos con el cascadian black metal, además de varias muestras del llamado native black metal, practicado por sujetos ligados a pueblos originarios. Para conocer este curioso abordaje no fascista, ecologista y pro queer de un estilo definido básicamente por su negatividad, recomiendo el libro “Black Metal Rainbows”, editado por Daniel Lukes y Stanimir Panayotov -PM Press, 2023-, que de entrada destaca la paradoja del black metal, en cuyo interior “se despliega nada menos que una batalla cultural entre quienes lo reclaman para fines racistas y nacionalistas y los que dicen Nazi Black Metal fuck off!”.

Scott Wilson, organizador del tercer simposio y editor del libro Melancología aparece en esta antología con un texto del mismo nombre. Juliet Forshaw aporta “El antagonismo en el metal: apuntes sobre Hideous Gnosis”. Daniel Lukes analiza el black metal industrial, y desde España Francisco Jota-Pérez dedica un texto a la banda de black metal experimental Portal: una de las mejores, a mi juicio, dentro de un universo de miles de bandas de las diversas variedades de metal negro que se practican en el planeta Tierra.

Una decisión interesante fue la inclusión de dos textos de la persona que lidera la banda neoyorkina Liturgy: “Black metal trascendental”, ponencia originalmente presentada por Hunter Hunt-Hendrix en el Primer simposio el año 2009. “Black metal trascendental: ideas para un humanismo apocalíptico” -de donde tomé la descripción del “Transilvanian Hunger” referida más arriba-  fue un texto bastante original y siempre al borde de lo intelectualmente pretencioso, como cuando afirma que “El black metal representa la superación de la Contracultura y el auge de lo Es(t)ético”.

Hunt-Hendrix en su famoso manifiesto hacía una distinción entre el black metal trascendental y el black metal nórdico o “hiperbóreo”, y explicaba la propuesta de su banda Liturgy como la necesidad de una “autosuperación” capaz de crear un tipo de black metal que definía como “afirmativo”: solar, hipertrófico, audaz, finito y anteúltimo, en oposición a lunar, atrófico, depravado, infinito y puro. Su técnica sería el burst beat, “una variación mutante y extasiada del blast beat” (técnica de batería ultrarrápida propia del black metal), y su verdadero acontecimiento fundacional no sería el asesinato de Euronymous (Mayhem) por Varg Vikernes (Burzum) en 1993, sino el suicidio de Dead (el cantante sueco de Mayhem) en 1991.

En el otro texto, “La pericóresis de música black metal, arte y filosofía”, presentado en el segundo simposio, Hunt-Hendrix relata el bullying despiadado que obtuvo como resultado de haberse atrevido a plantear dichas ideas, que fuera de ese círculo fueron muy mal recibidas por un medio tan machista y reaccionario que no se demoró nada en clasificar lo suyo como una forma falsa o posera de “hípster black metal”.

En esta ocasión los textos vienen atribuidos a Ravenna Hunter Hunt-Hendrix, uno de los nombres adoptados por la guitarrista/vocalista tras su transición de hombre a mujer a partir del 2020, quien nos dice sentirse “atada de por vida a una personalidad imaginaria con la que no puedo identificarme, la de un detestable instigador de polémicas que vive en la mente de muchos fans y periodistas musicales, y cuya única misión es ser un grano en el culo para ellos”.

La española Clara Ramas (ex Nacional-Socialista según me dijo un amigo, cosa que no he podido comprobar, a diferencia del hecho de que se define como “marxista heterodoxa, antiliberal ortodoxa” y es diputada por un partido de izquierda) contribuye al cierre del libro con “Black metal: trauma y signo”, un texto que repasa los aportes estilísticos del género, y especula sobre su futuro, que consistiría en “encontrar formas musicales cada vez mejores, metáforas más precisas, estéticas más convincentes”, refiriendo varias de las formas más novedosas e incluso vanguardistas de black metal que se están produciendo recientemente. Pues en este sentido, creo que el black metal más que un género musical es una especie de agujero negro que puede alimentarse de distintos géneros y subgéneros musicales, transformándolos profundamente desde dentro.

Claudio Klesko escribe sobre la “Insurrección gótica”, un texto extraído de la publicación italiana Demonologia Rivoluzionaria (2020), Bogna M. Konior sobre “Deep-learning metal y la música de la máquina”, y Zareen Price aporta con “Dilatación”, su introducción al primer número de la revista Helvete. A journal of black metal theory (2013).

Se echan de menos algunos textos esenciales de los tres simposios y revistas afines, por ejemplo “Remain True to the Earth!: Remarks on the Politics of Black Metal” de Benjamin Noys, donde se atreve a enfocarse en uno de los ejemplares más fascistas de este estilo, la banda francesa Peste Noire, a través de entrevistas a su líder explícitamente neonazi.

Pero por algo hay que empezar, y este bello artefacto parece ser el mejor punto de partida en español hasta el momento. Como dicen en el prólogo los editores, el libro es “una invitación a pensar en el black metal. ‘En él’ en tanto que dentro de él y desde él. No propone un acercamiento al black metal, sino habitarlo”.

Post-scriptum: Me informan que este libro se está vendiendo bastante rápido, superando incluso al del trip hop (de RJ Wheaton en la Colección 33 1/3, editado en Chile por Club de fans). Vaya por su copia y vea si por mencionar este reseña le hacen el descuento especial de $ 666.   

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lunes, julio 07, 2025

Métodos de Tortura 

 


Brodequin, Instrumentos de tortura (2018).

La tortura antes de 1973

Al contrario de lo que se ha llegado a creer, la tortura y otros abusos institucionales se practicaban en Chile desde mucho antes que el inicio violento de la última dictadura (1973-1990), e incluso de antes de la Independencia y creación de la República de Chile, siendo una práctica sistemática de indagación judicial (o parajudicial), ya en tiempos de la Colonia. Así que tal vez la mayor diferencia que marca el golpe de Estado de 1973 con las formas habituales de represión que operaban previamente en Chile, es que la aplicación de la tortura ya no estuvo reservada a sujetos marginales, delincuentes comunes o subversivos solitarios, sino que a amplias capas de la población que incluso desde posiciones sociales acomodadas participaron del gobierno de la Unidad Popular y de sus partidos políticos.  

No olvidemos que en esos tiempos el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición funcionó regularmente en el Nuevo Mundo a partir del segundo viaje de Cristóbal Colón, estableciéndose por real cédula en 1569, creándose los tribunales de México, Lima, y luego Cartagena de Indias. La Inquisición funcionó también en Chile. 

Según declara José Toribio Medina, “durante los siglos XVI y XVII -tiempos de gran fervor religioso- el Santo Oficio no sólo era aceptado sino aplaudido por los súbditos de la Corona de España en Indias. Fue esa la ‘época de oro de la inquisición americana’”.  En su estudio, Medina señala que “para apremiar al reo a la confesión de su delito, disponían los Inquisidores del tormento, que podían aplicar aunque mediase el denuncio de un sólo testigo, acompañado de algunos indicios vehementes”. La sentencia que decretada la aplicación de tortura debía ejecutarse “a presencia del Ordinario y, al menos, de uno de los jueces”, a los que estaba permitido excusarse por enfermedad u otro impedimento, aunque en el año de 1640 se ordenó a los ministros de Lima que no podían usar de esta excepción”. En cuanto a los métodos de tortura, Medina da la siguiente descripción:

“Los preliminares de la diligencia de tortura se reducían a amonestar al paciente, a medida que se la iba desnudando, para que dijese la verdad. Los instrumentos que consta se usasen en el Tribunal cuya historia hacemos, fueron el potro, las vueltas de mancuerda, la garrucha y el agua, que se echaba por la boca a los reos, teniéndolos tendidos para arriba. No contamos la mordaza ni los grillos, porque éstos de ordinario los cargaban los acusados en su viaje a la capital cuando eran aprehendidos en otra parte, y en las cárceles no se les solían quitar ni para dormir. El tormento se aplicaba in caput propium o in caput alienum. Acontecía lo primero, como denota su título, por hechos tocantes al delincuente; el segundo tenía lugar casi siempre cuando después de condenado éste, se pretendía que declarase sus cómplices. Otras veces se aplicaba por la intención, esto es, cuando se quería dejar constancia de la que el reo había tenido en mira al cometer su delito”.  

Si a pesar de los tormentos y demás trámites “no llegaban a acumularse pruebas que se estimasen suficientes, el detenido era absuelto, pero nunca declarado inocente, a fin de que jamás pudiera alegar, si llegaba el caso de formarle nuevo proceso, la absolución que hubiere obtenido”. Si como era habitual, el acusado moría en prisión estando pendiente su causa, “se le enterraba secretamente, y si al fin era absuelto, en el auto de fe se sacaba su estatua, se leía su declaración de inocencia, y se mandaba a dar noticia a los parientes del sitio en que yacía el cadáver para que se le diese sepultura conveniente. Pero, si por el contrario, resultaba culpable, sus huesos eran exhumados y quemados”.  

El interés de esta Inquisición americana como modelo de toda la represión estatal posterior -y el sistema inquisitivo de los primeros códigos de procedimiento penal- no podría ser exagerado, pues tal como destacó Solange Alberro, fue “una de las primeras máquinas represivas modernas”, situada en “los orígenes de todas las formas de control que de un modo ora brutal, ora insidioso, hacen estragos por todas partes en nuestra época” .

Para hacernos una idea de las prácticas de tortura aplicadas por la policía chilena hace un siglo, resulta de crucial importancia un curioso librito llamado “La Inquisición chilena 1925-31”, publicado en 1932 por los Talleres Gráficos Augusta de Valparaíso atribuyendo su autoría al enigmático nombre de Townsend y Onel, que -según señalan Lira y Loveman- podría corresponder al seudónimo de un ex-agente de policía. En efecto, en la presentación el autor declara que escribe motivado por “el deseo de que se corrija de una vez por todas un estado de cosas que constituye una amenaza y un motivo de vergüenza para el país, y que no es posible que siga por más tiempo”. Pero también que espera “que su lectura ayude a desvanecer prejuicios que existen en contra del personal de la Sección de Investigaciones”, pues “en su mayoría no son tan malos como se les cree”. 

En XVI capítulos breves distribuidos a lo largo de sus 120 páginas, este documento suministra un conocimiento detallado de diversos montajes y escándalos ligados a la represión política del agitado período de la Dictadura de Ibañez (1927-1931), con el polémico protagonismo del Director de Investigaciones Ventura Maturana (al mando del espionaje político) y -entremedio de sabrosos pelambres y cahuines que sólo podía conocer quien había estado desde dentro de esos ambientes- aprovecha de aclarar diversos sucesos que habían intrigado a la opinión pública de esos años.

Dentro de este valioso libro destacaremos la descripción que se hace en el Capítulo I de diversos tormentos aplicados como técnica investigativa o de castigo, antes de entrar a explicar otros detalles sobre la creación y estilo de funcionamiento de la “Sección Político, Social, Internacional de Informaciones”, agencia especializada cuyo mando se disputaban entre Carabineros e Investigaciones, y que posteriormente fuera transformada en la Comisaría Político Social de Investigaciones.

Su diagnóstico inicial es lapidario, al afirmar que “nuestra policía está, talvez sin excepción, sumamente atrasada en los métodos de investigación del delito”. Sus principales “métodos de investigación” consisten en la utilización de “bomberos”: individuos con cuentas pendientes ante la justicia y profundo conocimiento del hampa, que saben “casi inmediatamente de haberse cometido un delito quiénes lo han llevado”, y a quienes “se asegura la impunidad en algunos robos de más o menos poca importancia que cometan a trueque de las informaciones necesarias”.

El otro medio eficaz de investigación consiste en la tortura y las flagelaciones, que se aplican a los sospechosos de cometer el delito que se investiga, de forma tal que después de pasar algunos días a disposición de la Sección de Investigaciones “¡Es muy difícil que en esta forma no aparezca el verdadero culpable!”. La primera de estas formas de suplicio es descrita en detalle:

“Cuando un detenido es un ‘tragado’ como se les llama y se niega a confesar el delito que se investiga, o a delatar a sus propios compañeros o enemigos, para soltarle la lengua se le lleva al ‘común’ o W.C.

Por medio de una esposa se le sujeta a la reja de una ventana. En seguida se le descalza y se derrama agua sobre el piso de baldosas. Hecho ésto se conecta un alambre de la corriente eléctrica a la ventana y se da vueltas al interruptor o llave.

El choque de la corriente produce fuertes convulsiones al desgraciado, que cae al suelo exánime y arrojando espumarajos por la boca. Los resultados son peores, si cabe, cuando el sujeto se encuentra afectado por alguna lesión al corazón.

En todos estos casos termina la tortura arrojando un balde de agua sobre la víctima y arrastrándola en seguida a su calabozo, donde queda abandonada.

En otra variante de este método se usa un teléfono viejo. Al efecto: en el brazo o en un dedo de la mano del paciente se enrrolla un alambre. Otro alambre, también conectado al teléfono, se le aplica a las partes genitales. Hecho esto, el ayudante del operador hace girar la manivela, dando paso a una fuerte corriente de electricidad.

¡Puede imaginarse los efectos el lector!”.

 Otros métodos descritos por Townsend y Onel destacan por su crueldad y creatividad:

“La ‘tendida’ consiste en arrojar al paciente al suelo. En seguida el operador le coge un brazo torciéndoselo hacia atrás, mientras con el taco del zapato aplica fuertes golpes en los riñones y pulmones del recalcitrante. De acuerdo con la experiencia de los ‘científicos’ jefes de Investigaciones, estas son las partes sensibles por excelencia y cuya aplicación produce pavor en los más avezados y endurecidos delincuentes. Los resultados son fatales. El desgraciado que ha sido víctima de esta clase de torturas, queda afectado para siempre de los pulmones, terminado por morir tuberculoso”.

Otro método es el de comer excrementos, que se aplica a detenidos que se niegan a “echar al agua” a sus amigos o enemigos, obstinación que merece un escarmiento: “Al efecto, se le amarra sólidamente, en forma que no pueda hacer el menor movimiento, y se le arroja al suelo. Mientras uno le abre la boca con un palo, otro le echa en ella el contenido de un recipiente lleno de excrementos, obligándolo a tragarlos. ¡Increíble! Pero cierto”.

Los látigos de goma son el instrumento favorito para practicar flagelaciones a diario, pues “tienen la particularidad de no dejar rastros visibles, con muy pocas excepciones. Sus efectos son, principalmente, internos en forma de hemorragias. Pero como éstas no se producen inmediatamente, la responsabilidad se elude con facilidad”. 

El premio a “la fértil inventiva de los jefes de investigaciones” se lo lleva el método que el autor denomina como “Cooperativa de flagelaciones”: 

“Hay veces, generalmente después de medianoche, que un oficial dá órdenes de  despertar a todos los reos. Se los saca al Hall, donde son puestos de rodillas.

Ya listos se ordena al primero, que se levante y dé de puntapiés a sus compañeros hasta llegar al fin de la fila, donde se arrodilla nuevamente. A continuación le toca el turno al que estaba en segundo lugar, y así sucesivamente, hasta que todos han cumplido con parte que les corresponde. El que no golpea a sus compañeros con fuerza, es castigado duramente por los jefes”.

La ventaja de este método es clara: “si alguna de las víctimas queda muy lesionada y reclama, el castigo lo sufrirían sus compañeros y no los jefes de investigaciones”. 

Por último, el autor relata el caso de un anciano denunciado por “andar con proclamas subversivas”, que es detenido y llevado al cuartel de Investigaciones, donde es registrado y se le encuentra una proclama en el bolsillo. Interrogado al respecto, se niega a decir quien se las suministró. Ante su negativa a colaborar, el oficial Alfredo Baraona saca su pistola y le dice: 

“-Mientes. Arrodíllate, y cierra los ojos, porque vas a morir.

Y colocándose a espaldas del infeliz le aproxima la pistola a la oreja, al mismo tiempo que disparada un balazo. Un coro de carcajadas de los circunstantes celebró esta ‘gracia’ de su jefe, mientras el pobre anciano rodaba sin sentido por el suelo.       

El proyectil fue a incrustarse en el techo”.

Townsend y Onel termina este capítulo afirmando que “el maltrato a los detenidos es cosa corriente, a pesar de que los altos jefes de Carabineros han estado impartiendo instrucciones al respecto”. A modo de ejemplo, menciona una Orden del Día 20 de marzo de 1927 del Prefecto José A. Díaz Marfull, donde recomendaba que “toda vez que en ejercicio de sus atribuciones se efectuara una detención no debe imponerse al reo más molestias que las necesarias para evitar su fuga, ni será lícito emplear un lenguaje o tratamiento que signifique vejamen”. 

Así y todo, el prefecto parecía estar más preocupado de evitar escándalos a vista del público, pues a continuación dispone: “Cuando el detenido presentare resistencia a la acción, o provocare desorden o escándalo, el aprehensor tomará inmediatas medidas para evitar que el incidente tome proporciones en la calle y arbitrará los medios de conducirlo al cuartel, en todo caso con la previsión necesaria para asegurar la acción airosa de la policía”. 

Tortura en dictadura (1973-1990)

Se ha estudiado y documentado bastante acerca de la práctica de la tortura durante la última dictadura, aunque en tiempos de negacionismo y avance de la ultraderecha a nivel global se hace necesario insistir en afirmar y difundir la memoria histórica. Al respecto bastaría con ver los Informes de las Comisiones Rettig y Valech I y II, para dimensionar la naturaleza organizada y sistemática de estas prácticas por parte de las distintas instituciones represivas del momento.

Citamos a modo de ejemplo las conclusiones del Informe Rettig, para el período de septiembre a diciembre de 1973:

“Casi universalmente se presentaron en estos meses, los malos tratos y las torturas, en distintos grados y formas. (...) Los métodos de tortura fueron variadísimos. Los golpes violentos y continuados hasta producir fracturas y derramamiento de sangre se usaron casi universalmente. También el agravar, hasta constituir tortura, la rigurosidad de la detención. Por ejemplo: permanecer los detenidos tendidos boca abajo en el suelo, o al revés de pie, largas horas sin moverse; permanecer horas o días desnudos, bajo luz constante o, al contrario, enceguecidos por vendas o capuchas, o amarrados; alojar en cubículos tan estrechos, a veces fabricados ad hoc, que era imposible moverse; incomunicación en alguna de estas condiciones, o varias; negación de alimentos o agua, o de abrigo, o de facilidades sanitarias. Asimismo fue común el colgar a detenidos de los brazos, sin que sus pies tocaran suelo, por espacios de tiempo prolongadísimo. Se emplearon diversas formas de semiasfixia, en agua, en sustancias malolientes, en excrementos. Las vejaciones sexuales y violaciones son denunciadas con frecuencia. Igualmente la aplicación de electricidad y quemaduras. Muy usado fue el simulacro de fusilamiento. En algunos centros se empleaban refinamientos de torturas, como el pau de arará, perros y apremios de los detenidos ante sus familiares, o viceversa”.  

Los lugares que destacan por la aplicación de torturas a los detenidos son el Campamento de Prisioneros de Pisagua, donde todos los detenidos fueron interrogados con electricidad; el Campamento de Prisioneros N°2 de la Escuela de Ingenieros Militares del Regimiento de Tejas Verdes y la Escuela misma, en la zona de San Antonio, donde fue característica “la presencia de médicos, también encapuchados, que controlaban la tortura (de modo que no fuese mortal) y atendían de urgencia a las víctimas más dañadas por ella”; el antiguo aeropuerto de Cerro Moreno en Antofagasta; el Estadio Nacional, Estadio Chile y la Academia de Guerra Aérea en Santiago; Isla Mariquina y Fuerte Borgoño en Concepción; Comisaría de Rahue en Osorno, un centro habitual de desapariciones, fusilando detenidos en el puente sobre el río Pilmaiquén y arrojando los cadáveres a sus aguas; la Base Aérea de Maquehua en Temuco y “diversos regimientos, comisarías, retenes y centros aéreos y aeronavales en todo el país”. 

En el Tomo 2 el Informe Rettig refiere en mayor detalle la práctica de la  tortura en la forma en que fue aplicada principalmente por la DINA y tambien por otros organismos como el Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea (SIFA) y el Comando Conjunto. El propósito principal de la tortura era obtener información de parte de la víctima, “sea que se aplicara para doblegar su resistencia o para asegurarse de la veracidad de lo que ya había declarado”. Un segundo propósito era “quebrar su resistencia o su entereza física o moral, así como para atemorizar directamente a otros que presenciaban u oían las torturas e intimidar a personas que eventualmente supieran de ellas”. 

Además de las sesiones de tortura, los malos tratos (golpes, vejámenes, insultos) y las condiciones degradantes de detención “complementaban la tortura en la consecución de los mismos propósitos”, y aunque no se trate directamente de tortura, la Comisión Rettig señala que “cabe calificarlos de otros tratos crueles, inhumanos o degradantes, los que están prohibidos de forma igualmente categórica por las normas internacionales de derechos humanos”.

Según el Informe, en algunos casos la tortura y los malos tratos “se practicaron no con un propósito de interrogación determinado sino como una expresión de la crueldad o de las bajas pasiones de un agente o guardia”, y “a veces también se aplicó como modo de dar la muerte o de castigar a un detenido”.

En cuanto a los métodos de tortura más usuales en la práctica de la DINA, se refieren: la “parrilla”, aplicación de electricidad a un prisionero en las partes más sensibles del cuerpo, mientras se encontraba amarrado a un catre metálico; colgamientos, amarrando a la víctima de las muñecas y/o rodillas por largos períodos de tiempos, agravados a veces por el peso de los guardias, “que se colgaban, a su vez, de los detenidos”, y aplicando descargas eléctricas y golpes mientras la víctima estaba en suspensión; “submarino líquido” (sumergir la cabeza del detenido en un recipiente con agua sucia, hasta el punto de la asfixia, repitiendo luego la operación), “submarino seco” (metiendo la cabeza del detenido en una bolsa plástica para producir la privación de aire) y el “teléfono” (golpes en el oído con la mano ahuecada, causando varias víctimas con lesiones auditivas permanentes). 

Una modalidad “particularmente cruel” de aplicación de la “parrilla” consistía en utilizar un camarote de dos pisos: “se colocaba al interrogado en el de abajo y en el de arriba se torturaba a un pariente o amigo suyo, como modo de presionarlo aún más”. Esta modalidad se aplicó bastante hacia 1974, motivado por “el mayor desorden del período inicial de la DINA”, en que “se detenía no sólo al sospechoso, sino a parientes y personas relacionadas con él”, y se presionaba a los detenidos “con sus parientes cercanos, sea deteniéndolos, torturándolos y aún sometiéndolos a vejaciones sexuales en su presencia”.

El SIFA y el Comando Conjunto empleaban habitualmente la privación de agua y alimentos. También se detectaron casos de interrogatorios con inyección de drogas para inducir a declarar, e incluso intentos de utilizar la hipnosis. Una práctica llamativa era la “actitud ambivalente” del director del SIFA, “alternando los malos tratos con períodos de descanso, conversaciones sobre puntos teóricos e incluso prodigándoles diversas atenciones a los detenidos”. Cabe señalar adicionalmente que en su fuerte rivalidad con la DINA el SIFA intentó durante 1974 negociar directamente con Miguel Enríquez que el MIR entregara las armas y reconociera su derrota política, a cambio de la liberación y salida al exilio de una cantidad importante de miembros del Comité Central y la Comisión Política que estaban presos en las instalaciones de la Academia de Guerra Aérea. La propuesta, transmitida por el coronel Edgar Ceballos con la intermediación de Laura Allende (hermana de Salvador) y monseñor Carlos Camus (obispo de Linares), fue discutida y rechazada por la dirección del MIR (incluyendo a los prisioneros en la AGA, que pudieron hablar brevemente con Laura). El rechazo fue comunicado oficialmente por la Comisión Política del MIR el 10 de septiembre de ese año. Poco después, el 4 de octubre, Miguel cae acribillado en la comuna de San Miguel, tras ser interceptado y quedarse combatiendo solitariamente contra la DINA.

Otros métodos de tortura, también frecuentes pero que suponían un recurso extraordinario decidido por el oficial operativo a cargo del interrogatorio, cuando los anteriores métodos no daban resultados, fueron los siguientes: tortura de carácter psicológico consistente en secuestrar a un pariente del detenido y torturarlo o vejar sexualmente delante suyo; traumatismos provocadas por bala, cortes, e incluso en un caso pasar un vehículo por encima de un detenido para romperle las piernas; violación; quemadura del cuerpo con líquidos hirvientes; actos aberrantes con empleo de animales.

Curiosamente, en el período de la historia reciente en que más masiva y sistemáticamente se practicó la tortura  -las víctimas de tortura según los dos Informes Valech ascienden a más de 40.000- el Derecho Penal vigente no daba cuenta de la gravedad de este delito, que vino a tipificarse recién en noviembre del año 2016, mediante la Ley 20.968, y que onbvimente no resulta aplicable a los delitos cometidos antes de su entada en vigencia. De este modo, los crímenes de la dictadura no son juzgados en tanto delitos de tortura, sino que con la figura de aplicación de tormentos al reo, contemplada en el art. 150 N° 1 del Código Penal de 1874. 

Esta disposición penalizaba con presidio o reclusión menor y suspensión en cualquiera de sus grados a “los que decretaren o prolongaren indebidamente la incomunicación de un reo, le aplicaren tormentos o usaren con él de un rigor innecesario”. “Si de la aplicación de los tormentos o del rigor innecesariamente empleado resultaren lesiones o la muerte del paciente” las penas se aplicarán en sus grados máximos. 

Es decir, la pena en principio podía ir desde los 61 días hasta 5 años de presidio o reclusión, e incluso en caso de resultado fatal, la pena aplicable sólo iba de 3 años y 1 día a 5 años, es decir, una pena de simple delito y no de crimen.   

Para referir un caso concreto de juzgamiento de este tipo de hechos, tenemos el de Beatriz Castedo Mira, que reside actualmente en México, y que 5 de diciembre de 1974, siendo una estudiante de enseñanza media que militaba en el MIR, fue detenida en la vía pública por el Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea (SIFA) y trasladada a la Academia de Guerra de la Fuerza Aérea, donde fue sometida a torturas.

La causa fue sustanciada por el Ministro Mario Carroza, con el Rol 262-2012, quien dictó sentencia definitiva el 4 de mayo de 2017. Posteriormente fue apelada por las defensas de los condenados (Campos Poblete, Contreras Mejías y Wilkens Recart), ante la Corte de Apelación de Santiago, bajo el Rol 1018-2017, la que confirma la sentencia en lo medular, modificando parcialmente la determinación de las penas pero rechazando la aplicación de la figura de media prescripción. En el aspecto civil, la Corte confirma la indemnización de $50.000.000.- por concepto de daño moral.

La sentencia de primera instancia detalla los hechos en el Considerando Décimo, en cuya letra e) señala que “es trasladada al Centro de detención clandestino que la Fuerza Aérea utilizaba para los interrogatorios, la Academia de Guerra, donde la ingresan le vendan la vista y luego la someten a intensos interrogatorios bajo diversos métodos de tortura, que detalla circunstanciadamente en su declaración de Ciudad de México, en el mes de mayo de 2005 (…) para obtener con ello información acerca de sus contactos y actividades”.

En los dos literales siguientes del mismo considerando se detalla en que consistió la práctica de tortura sobre esta estudiante:

“f.- Que parte de las torturas a las que fue sometida, consistieron fundamentalmente en golpes de puño en la cabeza y en el estómago, golpes en los oídos con las palmas abiertas, fue desnudada y sometida al método llamado Pau de Arara, que radicaba en colgar su cuerpo de un palo que ubicaban entre sus manos y los pies, los que a su vez se encuentran amarrados entre ellos, luego en ese estado procedían a aplicarle corriente en sus partes íntimas, también la privaron de alimentos y de agua y la sometieron a presión psicológica al saber que su silencio acarrearía la muerte de otros militantes;

g.- Que los tormentos sufridos por la víctima, conforme a las normas del llamado Protocolo de Estambul, hacen concordante su historia de los síntomas físicos con las incapacidades agudas y crónicas de sus alegaciones de abusos recibidos durante su encierro, particularmente los dolores lumbares, también las cicatrices en la muñeca derecha, atribuibles al método de tortura conocido como “el pau de arara”. La víctima presenta un daño psicológico, con sintomatología angustiosa y depresiva que se relaciona con su experiencia de prisión y tortura “.

La calificación jurídica de estos hechos es abordada en los considerandos undécimo a decimotercero:

“UNDÉCIMO: Que hemos sido enfáticos en señalar que la Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes, si bien se trata de un tratado internacional en materia de derechos humanos que solamente entra en vigor en junio de 1987, su aplicación universal conforme al derecho internacional de los derechos humanos no es hoy objeto de discusión, toda vez que las normas que prohíben los crímenes de lesa humanidad deben ser consideradas como normas definitivas del Derecho Internacional con carácter absoluto, y por lo mismo no podemos evitar considerar el concepto de tortura que nos entrega referido a “…todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves sean físicos o mentales, con el fin de obtener de éste o un tercero información o una confesión (…) cuando dichos dolores sean infringidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia”;

DUODÉCIMO: Que en tal sentido, la represión ideológica que se vivió con posterioridad al 11 de septiembre de 1973, llevó a integrantes de los Servicios de Inteligencia y Policiales de la época a privar de libertad a personas, para luego encerrarlas sin derecho e interrogarlas para obtener información y/o para descubrir a aquellos que en su concepto intentaban infiltrar las Fuerzas Armadas, infringiéndoles dolores y sufrimientos físicos y mentales como en este caso, cuando se confabulan un grupo de funcionarios de la Fuerza Aérea con el propósito de detener a una menor de edad, encerrarla y crearle sufrimientos adicionales intencionalmente, al ser objeto de tratos deshumanizados, lo cual nos lleva a pensar y concluir racionalmente que hubo privación de libertad e interrogatorios por parte de funcionarios públicos, donde no solamente participan aquellos que la infringieron sino también aquellos que la instigaron y más aún, aquellos que actuaron en privarla de libertad y la entregaron a estos actos deshumanizados;

DÉCIMO TERCERO: Que los hechos así descritos son constitutivos del delito de aplicación de tormentos, previsto y sancionado en el artículo 150 N° 1 y 2 del Código Penal, toda vez que terceros revestidos de la calidad de funcionarios públicos, procedieron a privarla de libertad para ocasionarle intencionadamente tratos crueles, inhumanos y degradantes, mediante apremios físicos y mentales, a la víctima Beatriz Aurora Castedo Mira, que le provocaron secuelas traumáticas y trastornos psicológicos”.

Como se puede apreciar, el razonamiento judicial amalgama el tipo penal de 1874 con consideraciones propias del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, para dotarlo de contenido. 

En otros casos, como el de Bárbara Uribe Tamblay, se aprecian los límites de la figura penal aplicable a este tipo de hechos, pues una violación utilizada como tortura sexual se subsume dentro del deltio de secuestro.

Detenida por agentes de la DINA el 10 de julio de 1974, quienes horas antes habían detenido a su esposo, Edwin Van Jurick. Ambos fueron llevados a Londres 38, donde fueron torturados, aplicándole a ella formas de violencia sexual. Bárbara fue trasladada después al recinto de detención de 4 Álamos. Actualmente ambos están desaparecidos.

El año 2005 su padre interpuso una querella por aplicación de tormentos, secuestro y asociación ilícita genocida. Pese a que la acusación en esta causa fue por los delitos de secuestro y apremios, la sentencia de primera instancia (Rol 24.649-2005, Ministro Jorge Zepeda) corrige lo que entiende como un error, y subsume los apremios ilegítimos en la figura de secuestro calificado. De este modo, mediante sentencia dictada el 16 de noviembre de 2015 se condena a Miguel Krassnoff Martchenko, Basclay Zapata Reyes y  Ricrado Lawrence Mires por secuestro calificado, y se absuelve a Basclay Zapata, alias “El Troglo”, por los apremios ilegítimos. 

Cabe destacar que en la sentencia dictada en la causa Rol 808-2014 de la Corte de Santiago, que revoca una resolución que había rechazado una solicitud de reapertura del sumario y de procesamiento de Basclay Zapata, una prevención de la Ministra Marisol Rojas destaca la “violencia de carácter sexual” a la que fue sometida la víctima, que configuraría el delito de apremios ilegítimos.

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