lunes, julio 07, 2025
Métodos de Tortura
Brodequin, Instrumentos de tortura (2018).
La tortura
antes de 1973
Al contrario de lo que se ha llegado a
creer, la tortura y otros abusos institucionales se practicaban en Chile desde
mucho antes que el inicio violento de la última dictadura (1973-1990), e
incluso de antes de la Independencia y creación de la República de Chile,
siendo una práctica sistemática de indagación judicial (o parajudicial), ya en
tiempos de la Colonia. Así que tal vez la mayor diferencia que marca el golpe
de Estado de 1973 con las formas habituales de represión que operaban
previamente en Chile, es que la aplicación de la tortura ya no estuvo reservada
a sujetos marginales, delincuentes comunes o subversivos solitarios, sino que a
amplias capas de la población que incluso desde posiciones sociales acomodadas
participaron del gobierno de la Unidad Popular y de sus partidos
políticos.
No olvidemos que en esos tiempos el
Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición funcionó regularmente en el Nuevo
Mundo a partir del segundo viaje de Cristóbal Colón, estableciéndose por real
cédula en 1569, creándose los tribunales de México, Lima, y luego Cartagena de
Indias. La Inquisición funcionó también en Chile.
Según declara José Toribio Medina,
“durante los siglos XVI y XVII -tiempos de gran fervor religioso- el Santo
Oficio no sólo era aceptado sino aplaudido por los súbditos de la Corona de
España en Indias. Fue esa la ‘época de oro de la inquisición americana’”.
En su estudio, Medina señala que “para apremiar al reo a la confesión de su
delito, disponían los Inquisidores del tormento, que podían aplicar aunque
mediase el denuncio de un sólo testigo, acompañado de algunos indicios
vehementes”. La sentencia que decretada la aplicación de tortura debía
ejecutarse “a presencia del Ordinario y, al menos, de uno de los jueces”, a los
que estaba permitido excusarse por enfermedad u otro impedimento, aunque en el
año de 1640 se ordenó a los ministros de Lima que no podían usar de esta
excepción”. En cuanto a los métodos de tortura, Medina da la siguiente
descripción:
“Los preliminares de la diligencia de
tortura se reducían a amonestar al paciente, a medida que se la iba desnudando,
para que dijese la verdad. Los instrumentos que consta se usasen en el Tribunal
cuya historia hacemos, fueron el potro, las vueltas de mancuerda, la garrucha y
el agua, que se echaba por la boca a los reos, teniéndolos tendidos para
arriba. No contamos la mordaza ni los grillos, porque éstos de ordinario los
cargaban los acusados en su viaje a la capital cuando eran aprehendidos en otra
parte, y en las cárceles no se les solían quitar ni para dormir. El tormento se
aplicaba in caput propium o in caput alienum. Acontecía lo
primero, como denota su título, por hechos tocantes al delincuente; el segundo
tenía lugar casi siempre cuando después de condenado éste, se pretendía que
declarase sus cómplices. Otras veces se aplicaba por la intención, esto es,
cuando se quería dejar constancia de la que el reo había tenido en mira al
cometer su delito”.
Si a pesar de los tormentos y demás
trámites “no llegaban a acumularse pruebas que se estimasen suficientes, el
detenido era absuelto, pero nunca declarado inocente, a fin de que jamás
pudiera alegar, si llegaba el caso de formarle nuevo proceso, la absolución que
hubiere obtenido”. Si como era habitual, el acusado moría en prisión estando
pendiente su causa, “se le enterraba secretamente, y si al fin era absuelto, en
el auto de fe se sacaba su estatua, se leía su declaración de inocencia, y se
mandaba a dar noticia a los parientes del sitio en que yacía el cadáver para
que se le diese sepultura conveniente. Pero, si por el contrario, resultaba
culpable, sus huesos eran exhumados y quemados”.
El interés de esta Inquisición
americana como modelo de toda la represión estatal posterior -y el sistema
inquisitivo de los primeros códigos de procedimiento penal- no podría ser
exagerado, pues tal como destacó Solange Alberro, fue “una de las primeras
máquinas represivas modernas”, situada en “los orígenes de todas las formas de
control que de un modo ora brutal, ora insidioso, hacen estragos por todas
partes en nuestra época” .
Para hacernos una idea de las prácticas
de tortura aplicadas por la policía chilena hace un siglo, resulta de crucial
importancia un curioso librito llamado “La Inquisición chilena 1925-31”,
publicado en 1932 por los Talleres Gráficos Augusta de Valparaíso atribuyendo
su autoría al enigmático nombre de Townsend y Onel, que -según señalan Lira y
Loveman- podría corresponder al seudónimo de un ex-agente de policía. En
efecto, en la presentación el autor declara que escribe motivado por “el deseo
de que se corrija de una vez por todas un estado de cosas que constituye una
amenaza y un motivo de vergüenza para el país, y que no es posible que siga por
más tiempo”. Pero también que espera “que su lectura ayude a desvanecer
prejuicios que existen en contra del personal de la Sección de
Investigaciones”, pues “en su mayoría no son tan malos como se les cree”.
En XVI capítulos breves distribuidos a
lo largo de sus 120 páginas, este documento suministra un conocimiento detallado
de diversos montajes y escándalos ligados a la represión política del agitado
período de la Dictadura de Ibañez (1927-1931), con el polémico protagonismo del
Director de Investigaciones Ventura Maturana (al mando del espionaje político)
y -entremedio de sabrosos pelambres y cahuines que sólo podía conocer quien
había estado desde dentro de esos ambientes- aprovecha de aclarar diversos
sucesos que habían intrigado a la opinión pública de esos años.
Dentro de este valioso libro
destacaremos la descripción que se hace en el Capítulo I de diversos tormentos
aplicados como técnica investigativa o de castigo, antes de entrar a explicar
otros detalles sobre la creación y estilo de funcionamiento de la “Sección
Político, Social, Internacional de Informaciones”, agencia especializada cuyo
mando se disputaban entre Carabineros e Investigaciones, y que posteriormente
fuera transformada en la Comisaría Político Social de Investigaciones.
Su diagnóstico inicial es lapidario, al
afirmar que “nuestra policía está, talvez sin excepción, sumamente atrasada en
los métodos de investigación del delito”. Sus principales “métodos de
investigación” consisten en la utilización de “bomberos”: individuos con
cuentas pendientes ante la justicia y profundo conocimiento del hampa, que
saben “casi inmediatamente de haberse cometido un delito quiénes lo han
llevado”, y a quienes “se asegura la impunidad en algunos robos de más o menos
poca importancia que cometan a trueque de las informaciones necesarias”.
El otro medio eficaz de investigación
consiste en la tortura y las flagelaciones, que se aplican a los sospechosos de
cometer el delito que se investiga, de forma tal que después de pasar algunos
días a disposición de la Sección de Investigaciones “¡Es muy difícil que en
esta forma no aparezca el verdadero culpable!”. La primera de estas formas de
suplicio es descrita en detalle:
“Cuando un detenido es un ‘tragado’
como se les llama y se niega a confesar el delito que se investiga, o a delatar
a sus propios compañeros o enemigos, para soltarle la lengua se le lleva al
‘común’ o W.C.
Por medio de una esposa se le sujeta a
la reja de una ventana. En seguida se le descalza y se derrama agua sobre el
piso de baldosas. Hecho ésto se conecta un alambre de la corriente eléctrica a
la ventana y se da vueltas al interruptor o llave.
El choque de la corriente produce
fuertes convulsiones al desgraciado, que cae al suelo exánime y arrojando
espumarajos por la boca. Los resultados son peores, si cabe, cuando el sujeto
se encuentra afectado por alguna lesión al corazón.
En todos estos casos termina la tortura
arrojando un balde de agua sobre la víctima y arrastrándola en seguida a su
calabozo, donde queda abandonada.
En otra variante de este método se usa
un teléfono viejo. Al efecto: en el brazo o en un dedo de la mano del paciente
se enrrolla un alambre. Otro alambre, también conectado al teléfono, se le
aplica a las partes genitales. Hecho esto, el ayudante del operador hace girar
la manivela, dando paso a una fuerte corriente de electricidad.
¡Puede imaginarse los efectos el
lector!”.
Otros métodos descritos por
Townsend y Onel destacan por su crueldad y creatividad:
“La ‘tendida’ consiste en arrojar al
paciente al suelo. En seguida el operador le coge un brazo torciéndoselo hacia
atrás, mientras con el taco del zapato aplica fuertes golpes en los riñones y
pulmones del recalcitrante. De acuerdo con la experiencia de los ‘científicos’
jefes de Investigaciones, estas son las partes sensibles por excelencia y cuya
aplicación produce pavor en los más avezados y endurecidos delincuentes. Los
resultados son fatales. El desgraciado que ha sido víctima de esta clase de
torturas, queda afectado para siempre de los pulmones, terminado por morir
tuberculoso”.
Otro método es el de comer excrementos,
que se aplica a detenidos que se niegan a “echar al agua” a sus amigos o
enemigos, obstinación que merece un escarmiento: “Al efecto, se le amarra
sólidamente, en forma que no pueda hacer el menor movimiento, y se le arroja al
suelo. Mientras uno le abre la boca con un palo, otro le echa en ella el
contenido de un recipiente lleno de excrementos, obligándolo a tragarlos.
¡Increíble! Pero cierto”.
Los látigos de goma son el instrumento
favorito para practicar flagelaciones a diario, pues “tienen la particularidad
de no dejar rastros visibles, con muy pocas excepciones. Sus efectos son,
principalmente, internos en forma de hemorragias. Pero como éstas no se
producen inmediatamente, la responsabilidad se elude con facilidad”.
El premio a “la fértil inventiva de los
jefes de investigaciones” se lo lleva el método que el autor denomina como
“Cooperativa de flagelaciones”:
“Hay veces, generalmente después de
medianoche, que un oficial dá órdenes de despertar a todos los reos. Se
los saca al Hall, donde son puestos de rodillas.
Ya listos se ordena al primero, que se
levante y dé de puntapiés a sus compañeros hasta llegar al fin de la fila,
donde se arrodilla nuevamente. A continuación le toca el turno al que estaba en
segundo lugar, y así sucesivamente, hasta que todos han cumplido con parte que
les corresponde. El que no golpea a sus compañeros con fuerza, es castigado
duramente por los jefes”.
La ventaja de este método es clara: “si
alguna de las víctimas queda muy lesionada y reclama, el castigo lo sufrirían
sus compañeros y no los jefes de investigaciones”.
Por último, el autor relata el caso de
un anciano denunciado por “andar con proclamas subversivas”, que es detenido y
llevado al cuartel de Investigaciones, donde es registrado y se le encuentra
una proclama en el bolsillo. Interrogado al respecto, se niega a decir quien se
las suministró. Ante su negativa a colaborar, el oficial Alfredo Baraona saca su
pistola y le dice:
“-Mientes. Arrodíllate, y cierra los
ojos, porque vas a morir.
Y colocándose a espaldas del infeliz le
aproxima la pistola a la oreja, al mismo tiempo que disparada un balazo. Un
coro de carcajadas de los circunstantes celebró esta ‘gracia’ de su jefe,
mientras el pobre anciano rodaba sin sentido por el suelo.
El proyectil fue a incrustarse en el
techo”.
Townsend y Onel termina este capítulo
afirmando que “el maltrato a los detenidos es cosa corriente, a pesar de que
los altos jefes de Carabineros han estado impartiendo instrucciones al
respecto”. A modo de ejemplo, menciona una Orden del Día 20 de marzo de 1927
del Prefecto José A. Díaz Marfull, donde recomendaba que “toda vez que en
ejercicio de sus atribuciones se efectuara una detención no debe imponerse al
reo más molestias que las necesarias para evitar su fuga, ni será lícito
emplear un lenguaje o tratamiento que signifique vejamen”.
Así y todo, el prefecto parecía estar
más preocupado de evitar escándalos a vista del público, pues a continuación
dispone: “Cuando el detenido presentare resistencia a la acción, o provocare
desorden o escándalo, el aprehensor tomará inmediatas medidas para evitar que
el incidente tome proporciones en la calle y arbitrará los medios de conducirlo
al cuartel, en todo caso con la previsión necesaria para asegurar la acción airosa
de la policía”.
Tortura en
dictadura (1973-1990)
Se ha estudiado y documentado bastante
acerca de la práctica de la tortura durante la última dictadura, aunque en
tiempos de negacionismo y avance de la ultraderecha a nivel global se hace
necesario insistir en afirmar y difundir la memoria histórica. Al respecto
bastaría con ver los Informes de las Comisiones Rettig y Valech I y II, para
dimensionar la naturaleza organizada y sistemática de estas prácticas por parte
de las distintas instituciones represivas del momento.
Citamos a modo de ejemplo las
conclusiones del Informe Rettig, para el período de septiembre a diciembre de
1973:
“Casi universalmente se presentaron en
estos meses, los malos tratos y las torturas, en distintos grados y formas.
(...) Los métodos de tortura fueron variadísimos. Los golpes violentos y
continuados hasta producir fracturas y derramamiento de sangre se usaron casi
universalmente. También el agravar, hasta constituir tortura, la rigurosidad de
la detención. Por ejemplo: permanecer los detenidos tendidos boca abajo en el
suelo, o al revés de pie, largas horas sin moverse; permanecer horas o días
desnudos, bajo luz constante o, al contrario, enceguecidos por vendas o
capuchas, o amarrados; alojar en cubículos tan estrechos, a veces fabricados ad
hoc, que era imposible moverse; incomunicación en alguna de estas condiciones,
o varias; negación de alimentos o agua, o de abrigo, o de facilidades
sanitarias. Asimismo fue común el colgar a detenidos de los brazos, sin que sus
pies tocaran suelo, por espacios de tiempo prolongadísimo. Se emplearon
diversas formas de semiasfixia, en agua, en sustancias malolientes, en
excrementos. Las vejaciones sexuales y violaciones son denunciadas con
frecuencia. Igualmente la aplicación de electricidad y quemaduras. Muy usado
fue el simulacro de fusilamiento. En algunos centros se empleaban refinamientos
de torturas, como el pau de arará, perros y apremios de los detenidos ante sus
familiares, o viceversa”.
Los lugares que destacan por la
aplicación de torturas a los detenidos son el Campamento de Prisioneros de
Pisagua, donde todos los detenidos fueron interrogados con electricidad; el
Campamento de Prisioneros N°2 de la Escuela de Ingenieros Militares del
Regimiento de Tejas Verdes y la Escuela misma, en la zona de San Antonio, donde
fue característica “la presencia de médicos, también encapuchados, que
controlaban la tortura (de modo que no fuese mortal) y atendían de urgencia a
las víctimas más dañadas por ella”; el antiguo aeropuerto de Cerro Moreno en
Antofagasta; el Estadio Nacional, Estadio Chile y la Academia de Guerra Aérea
en Santiago; Isla Mariquina y Fuerte Borgoño en Concepción; Comisaría de Rahue
en Osorno, un centro habitual de desapariciones, fusilando detenidos en el
puente sobre el río Pilmaiquén y arrojando los cadáveres a sus aguas; la Base
Aérea de Maquehua en Temuco y “diversos regimientos, comisarías, retenes y
centros aéreos y aeronavales en todo el país”.
En el Tomo 2 el Informe Rettig refiere
en mayor detalle la práctica de la tortura en la forma en que fue
aplicada principalmente por la DINA y tambien por otros organismos como el
Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea (SIFA) y el Comando Conjunto. El
propósito principal de la tortura era obtener información de parte de la víctima,
“sea que se aplicara para doblegar su resistencia o para asegurarse de la
veracidad de lo que ya había declarado”. Un segundo propósito era “quebrar su
resistencia o su entereza física o moral, así como para atemorizar directamente
a otros que presenciaban u oían las torturas e intimidar a personas que
eventualmente supieran de ellas”.
Además de las sesiones de tortura, los
malos tratos (golpes, vejámenes, insultos) y las condiciones degradantes de
detención “complementaban la tortura en la consecución de los mismos
propósitos”, y aunque no se trate directamente de tortura, la Comisión Rettig
señala que “cabe calificarlos de otros tratos crueles, inhumanos o degradantes,
los que están prohibidos de forma igualmente categórica por las normas internacionales
de derechos humanos”.
Según el Informe, en algunos casos la
tortura y los malos tratos “se practicaron no con un propósito de interrogación
determinado sino como una expresión de la crueldad o de las bajas pasiones de
un agente o guardia”, y “a veces también se aplicó como modo de dar la muerte o
de castigar a un detenido”.
En cuanto a los métodos de tortura más
usuales en la práctica de la DINA, se refieren: la “parrilla”, aplicación de
electricidad a un prisionero en las partes más sensibles del cuerpo, mientras
se encontraba amarrado a un catre metálico; colgamientos, amarrando a la
víctima de las muñecas y/o rodillas por largos períodos de tiempos, agravados a
veces por el peso de los guardias, “que se colgaban, a su vez, de los
detenidos”, y aplicando descargas eléctricas y golpes mientras la víctima
estaba en suspensión; “submarino líquido” (sumergir la cabeza del detenido en
un recipiente con agua sucia, hasta el punto de la asfixia, repitiendo luego la
operación), “submarino seco” (metiendo la cabeza del detenido en una bolsa
plástica para producir la privación de aire) y el “teléfono” (golpes en el oído
con la mano ahuecada, causando varias víctimas con lesiones auditivas
permanentes).
Una modalidad “particularmente cruel”
de aplicación de la “parrilla” consistía en utilizar un camarote de dos pisos:
“se colocaba al interrogado en el de abajo y en el de arriba se torturaba a un
pariente o amigo suyo, como modo de presionarlo aún más”. Esta modalidad se
aplicó bastante hacia 1974, motivado por “el mayor desorden del período inicial
de la DINA”, en que “se detenía no sólo al sospechoso, sino a parientes y
personas relacionadas con él”, y se presionaba a los detenidos “con sus
parientes cercanos, sea deteniéndolos, torturándolos y aún sometiéndolos a
vejaciones sexuales en su presencia”.
El SIFA y el Comando Conjunto empleaban
habitualmente la privación de agua y alimentos. También se detectaron casos de
interrogatorios con inyección de drogas para inducir a declarar, e incluso
intentos de utilizar la hipnosis. Una práctica llamativa era la “actitud
ambivalente” del director del SIFA, “alternando los malos tratos con períodos
de descanso, conversaciones sobre puntos teóricos e incluso prodigándoles
diversas atenciones a los detenidos”. Cabe señalar adicionalmente que en su
fuerte rivalidad con la DINA el SIFA intentó durante 1974 negociar directamente
con Miguel Enríquez que el MIR entregara las armas y reconociera su derrota
política, a cambio de la liberación y salida al exilio de una cantidad importante
de miembros del Comité Central y la Comisión Política que estaban presos en las
instalaciones de la Academia de Guerra Aérea. La propuesta, transmitida por el
coronel Edgar Ceballos con la intermediación de Laura Allende (hermana de
Salvador) y monseñor Carlos Camus (obispo de Linares), fue discutida y
rechazada por la dirección del MIR (incluyendo a los prisioneros en la AGA, que
pudieron hablar brevemente con Laura). El rechazo fue comunicado oficialmente
por la Comisión Política del MIR el 10 de septiembre de ese año. Poco después,
el 4 de octubre, Miguel cae acribillado en la comuna de San Miguel, tras ser
interceptado y quedarse combatiendo solitariamente contra la DINA.
Otros métodos de tortura, también
frecuentes pero que suponían un recurso extraordinario decidido por el oficial
operativo a cargo del interrogatorio, cuando los anteriores métodos no daban
resultados, fueron los siguientes: tortura de carácter psicológico consistente
en secuestrar a un pariente del detenido y torturarlo o vejar sexualmente
delante suyo; traumatismos provocadas por bala, cortes, e incluso en un caso
pasar un vehículo por encima de un detenido para romperle las piernas;
violación; quemadura del cuerpo con líquidos hirvientes; actos aberrantes con
empleo de animales.
Curiosamente, en el período de la
historia reciente en que más masiva y sistemáticamente se practicó la
tortura -las víctimas de tortura según los dos Informes Valech ascienden
a más de 40.000- el Derecho Penal vigente no daba cuenta de la gravedad de este
delito, que vino a tipificarse recién en noviembre del año 2016, mediante la
Ley 20.968, y que onbvimente no resulta aplicable a los delitos cometidos antes
de su entada en vigencia. De este modo, los crímenes de la dictadura no son
juzgados en tanto delitos de tortura, sino que con la figura de aplicación de
tormentos al reo, contemplada en el art. 150 N° 1 del Código Penal de
1874.
Esta disposición penalizaba con
presidio o reclusión menor y suspensión en cualquiera de sus grados a “los que
decretaren o prolongaren indebidamente la incomunicación de un reo, le
aplicaren tormentos o usaren con él de un rigor innecesario”. “Si de la
aplicación de los tormentos o del rigor innecesariamente empleado resultaren
lesiones o la muerte del paciente” las penas se aplicarán en sus grados
máximos.
Es decir, la pena en principio podía ir
desde los 61 días hasta 5 años de presidio o reclusión, e incluso en caso de
resultado fatal, la pena aplicable sólo iba de 3 años y 1 día a 5 años, es
decir, una pena de simple delito y no de crimen.
Para referir un caso concreto de
juzgamiento de este tipo de hechos, tenemos el de Beatriz Castedo Mira, que
reside actualmente en México, y que 5 de diciembre de 1974, siendo una
estudiante de enseñanza media que militaba en el MIR, fue detenida en la vía
pública por el Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea (SIFA) y trasladada
a la Academia de Guerra de la Fuerza Aérea, donde fue sometida a torturas.
La causa fue sustanciada por el
Ministro Mario Carroza, con el Rol 262-2012, quien dictó sentencia definitiva
el 4 de mayo de 2017. Posteriormente fue apelada por las defensas de los
condenados (Campos Poblete, Contreras Mejías y Wilkens Recart), ante la Corte
de Apelación de Santiago, bajo el Rol 1018-2017, la que confirma la sentencia
en lo medular, modificando parcialmente la determinación de las penas pero
rechazando la aplicación de la figura de media prescripción. En el aspecto
civil, la Corte confirma la indemnización de $50.000.000.- por concepto de daño
moral.
La sentencia de primera instancia
detalla los hechos en el Considerando Décimo, en cuya letra e) señala que “es
trasladada al Centro de detención clandestino que la Fuerza Aérea utilizaba
para los interrogatorios, la Academia de Guerra, donde la ingresan le vendan la
vista y luego la someten a intensos interrogatorios bajo diversos métodos de
tortura, que detalla circunstanciadamente en su declaración de Ciudad de
México, en el mes de mayo de 2005 (…) para obtener con ello información acerca
de sus contactos y actividades”.
En los dos literales siguientes del
mismo considerando se detalla en que consistió la práctica de tortura sobre
esta estudiante:
“f.- Que parte de las torturas a las
que fue sometida, consistieron fundamentalmente en golpes de puño en la cabeza
y en el estómago, golpes en los oídos con las palmas abiertas, fue desnudada y
sometida al método llamado Pau de Arara, que radicaba en colgar su cuerpo de un
palo que ubicaban entre sus manos y los pies, los que a su vez se encuentran
amarrados entre ellos, luego en ese estado procedían a aplicarle corriente en
sus partes íntimas, también la privaron de alimentos y de agua y la sometieron
a presión psicológica al saber que su silencio acarrearía la muerte de otros
militantes;
g.- Que los tormentos sufridos por la víctima,
conforme a las normas del llamado Protocolo de Estambul, hacen concordante su
historia de los síntomas físicos con las incapacidades agudas y crónicas de sus
alegaciones de abusos recibidos durante su encierro, particularmente los
dolores lumbares, también las cicatrices en la muñeca derecha, atribuibles al
método de tortura conocido como “el pau de arara”. La víctima presenta un daño
psicológico, con sintomatología angustiosa y depresiva que se relaciona con su
experiencia de prisión y tortura “.
La calificación jurídica de estos
hechos es abordada en los considerandos undécimo a decimotercero:
“UNDÉCIMO: Que hemos sido enfáticos en
señalar que la Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles,
inhumanas o degradantes, si bien se trata de un tratado internacional en
materia de derechos humanos que solamente entra en vigor en junio de 1987, su
aplicación universal conforme al derecho internacional de los derechos humanos
no es hoy objeto de discusión, toda vez que las normas que prohíben los
crímenes de lesa humanidad deben ser consideradas como normas definitivas del
Derecho Internacional con carácter absoluto, y por lo mismo no podemos evitar
considerar el concepto de tortura que nos entrega referido a “…todo acto por el
cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves
sean físicos o mentales, con el fin de obtener de éste o un tercero información
o una confesión (…) cuando dichos dolores sean infringidos por un funcionario
público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación
suya, o con su consentimiento o aquiescencia”;
DUODÉCIMO: Que en tal sentido, la
represión ideológica que se vivió con posterioridad al 11 de septiembre de
1973, llevó a integrantes de los Servicios de Inteligencia y Policiales de la
época a privar de libertad a personas, para luego encerrarlas sin derecho e
interrogarlas para obtener información y/o para descubrir a aquellos que en su
concepto intentaban infiltrar las Fuerzas Armadas, infringiéndoles dolores y
sufrimientos físicos y mentales como en este caso, cuando se confabulan un
grupo de funcionarios de la Fuerza Aérea con el propósito de detener a una
menor de edad, encerrarla y crearle sufrimientos adicionales intencionalmente,
al ser objeto de tratos deshumanizados, lo cual nos lleva a pensar y concluir
racionalmente que hubo privación de libertad e interrogatorios por parte de
funcionarios públicos, donde no solamente participan aquellos que la
infringieron sino también aquellos que la instigaron y más aún, aquellos que
actuaron en privarla de libertad y la entregaron a estos actos deshumanizados;
DÉCIMO TERCERO: Que los hechos así
descritos son constitutivos del delito de aplicación de tormentos, previsto y
sancionado en el artículo 150 N° 1 y 2 del Código Penal, toda vez que terceros
revestidos de la calidad de funcionarios públicos, procedieron a privarla de
libertad para ocasionarle intencionadamente tratos crueles, inhumanos y
degradantes, mediante apremios físicos y mentales, a la víctima Beatriz Aurora
Castedo Mira, que le provocaron secuelas traumáticas y trastornos
psicológicos”.
Como se puede apreciar, el razonamiento
judicial amalgama el tipo penal de 1874 con consideraciones propias del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos, para dotarlo de contenido.
En otros casos, como el de Bárbara
Uribe Tamblay, se aprecian los límites de la figura penal aplicable a este tipo
de hechos, pues una violación utilizada como tortura sexual se subsume dentro
del deltio de secuestro.
Detenida por agentes de la DINA el 10
de julio de 1974, quienes horas antes habían detenido a su esposo, Edwin Van
Jurick. Ambos fueron llevados a Londres 38, donde fueron torturados,
aplicándole a ella formas de violencia sexual. Bárbara fue trasladada después
al recinto de detención de 4 Álamos. Actualmente ambos están desaparecidos.
El año 2005 su padre interpuso una
querella por aplicación de tormentos, secuestro y asociación ilícita genocida.
Pese a que la acusación en esta causa fue por los delitos de secuestro y
apremios, la sentencia de primera instancia (Rol 24.649-2005, Ministro Jorge
Zepeda) corrige lo que entiende como un error, y subsume los apremios
ilegítimos en la figura de secuestro calificado. De este modo, mediante
sentencia dictada el 16 de noviembre de 2015 se condena a Miguel Krassnoff
Martchenko, Basclay Zapata Reyes y Ricrado Lawrence Mires por secuestro
calificado, y se absuelve a Basclay Zapata, alias “El Troglo”, por los apremios
ilegítimos.
Cabe destacar que en la sentencia
dictada en la causa Rol 808-2014 de la Corte de Santiago, que revoca una
resolución que había rechazado una solicitud de reapertura del sumario y de
procesamiento de Basclay Zapata, una prevención de la Ministra Marisol Rojas
destaca la “violencia de carácter sexual” a la que fue sometida la víctima, que
configuraría el delito de apremios ilegítimos.
Etiquetas: bellezas de la mierda de estado burgues policiaco, brutal death metal, la historia no se repite pero rima
lunes, abril 28, 2025
Un recuerdo de Joshua Clover
Me acabo de enterar que falleció el compañero Joshua Clover, un comunista de esos de a de veras (o sea, antiestatal) que anduvo por acá hace como un año y medio.
Rescato del archivo este resumen de un Encuentro con él en el Espacio Laura Allende. Un par de días después me lo topé en el Metro.
Aprovecho de recordar que en el 2019 Joshua causó algo de polémica cuando fue señalado por haber dicho que "Alguna gente cree que hay que reformar a la policía. Yo creo que hay que matarlos". En respuesta a la polémica así generada dijo: "El día que los policías tengan tanto miedo de un profesor de Literatura como los niños negros le tienen a la policía, definitivamente me voy a pronunciar. Hasta entonces, no tengo nada más que agregar".
Un domingo nublado de
finales de septiembre en Santiago, en que de repente se asoma el sol, recuerdo
de golpe mientras almuerzo que los colectivos Vamos hacia la vida y Vitrina
Dystópica convocaron a las 17 un encuentro en el Espacio Laura Allende,
para conversar con Joshua Clover acerca de “Revueltas y perspectiva comunista”.
Me sumerjo algo atrasado en la estación del Metro más cercana, para combinar, cambiar
de línea, salir y llegar al lugar justo cuando el invitado estaba comenzando a
hablar, diciendo algo sobre lo aburridos que le resultan los eventos académicos
y lo interesado que está en aprender acerca de la revuelta chilena del 2019.
Joshua es un tipo delgado
y canoso, con lentes, bordeando los 60 años. Sé poco de él: que participó en
las revistas Commune y Endnotes, y que se considera comunista
en el sentido fuerte y profundo del término. O sea, como los que en nuestro
medio somos llamados “comunistas raros”, por no tener nada que ver con el
partido actualmente en el gobierno que usurpa oficialmente el nombre. No tengo
muy claro cómo llegó Joshua por estos lados, pero sé que está invitado a las
jornadas organizadas en Filosofía de la Universidad de Chile bajo el título de
“La Comuna planetaria”, con la ponencia “Hacia unas estructuras para la comuna”
(miércoles 27 de septiembre a las 15:00).
Anuncia una exposición
muy breve y arranca de inmediato, con un compañero traduciendo. Esto es lo que
recuerdo, expresado muy sintéticamente, en base a mis notas:
Existe
una multitud de opresiones que son mucho más antiguas que el capitalismo:
género, raza, colonialismo…Pero el capitalismo es exitoso en subsumirlas todas
e integrarlas a su estrategia de
valorización.
Desde
hace medio siglo el capitalismo se ha volatilizado y no logra disciplinar a la
clase a través del trabajo. En este contexto, las otras opresiones parecen
autonomizarse; en Estados Unidos se ven disturbios que tienen que ver con esos
otros aspectos, sobre todo con la cuestión racial.
Es
importante no ver estas revueltas como algo separado de las luchas del
proletariado, sino que como parte de ellas. Hoy en día el comunismo no lo harán
los comunistas. La gente entra a estas luchas por distintas razones, pero no en
primera instancia como luchas obreras.
Nuestro
trabajo, la tarea de un comunista, es seguir estos movimientos, pues la
posibilidad del comunismo está en esas luchas.
En este punto, tras una
intervención de no más de 8 minutos, Joshua dice: “Y eso es todo. Ahora quiero
aprender”. Y ahí comienzan algunas preguntas e intervenciones de los alrededor
de 40 asistentes.
Por mi parte, aproveché
de celebrar que hablara abiertamente de comunismo, explicando que por tener un
fuerte Partido “Comunista” en Chile, muchos compañeros -sobre todo anarquistas-
reniegan del concepto y prefieren
regalárselo a los nietos de Stalin. Y en cuanto al estallido del 2019, mencioné
que ahí parecían confluir desde el inicio todas las luchas contra las distintas
opresiones, pero que eso duró un mes, y luego del acuerdo del 15 de noviembre,
pudimos ver que todo se separaba de nuevo, expresándose las diferentes luchas
en el lenguaje de la reforma institucional. Así, las feministas querían una
Constitución feminista, los indigenistas una Constitución plurinacional, etc. Para
peor, los mismos que en ese momento nos decían que lo más importante era
quitarse de encima la constitución actual, ahora estaban llamando a defenderla
en contra de la propuesta de nueva constitución que se está redactando ahora en
un Consejo Constitucional con mayoría de derecha. Por último señalé que en su
momento, más allá de oponernos con rabia a la canalización institucional de la
revuelta, desde nuestro bando no supimos ofrecer mucho más que “riot porn”
todos los viernes a la misma hora y en el mismo lugar, lo cual a mi juicio deja
la planteada la cuestión de cómo combinar el aspecto negativo de la revuelta con
la afirmación positiva de otras formas de relación social.
En ese punto un
anarquista me preguntó “¿Y cuál sería la pregunta?”, lo que me dejó una
sensación algo amarga puesto que yo pensaba que se trataba de una conversación.
En fin: Joshua respondió que
siempre es preferible el “riot porn” a la pornografía electoral, que nunca
jamás las elecciones son algo bueno para nosotros (¡totalmente de acuerdo en
eso!, y es curioso que en Chile tantos anarquistas insistan en buscar pretextos
para ir a votar), y que creer que hay una dicotomía entre “riot porn” versus
“la lucha real” es pura mierda, pues todo disturbio expresa una negatividad que
debemos apoyar y potenciar.
Luego siguieron más
intervenciones que no anoté en detalle, pero dialogando con ellas Clover dijo
cosas como que no existe una forma de lucha que se dé por fuera del terreno del
capitalismo; que en cada conflicto hay aspectos que podrían parecer menos
centrales que otros, pero que en cada lucha por ejemplo por cuestiones
salariales se dan al mismo tiempo luchas por la reproducción de la vida, y así
el tener que hacernos cargo de cosas como la comida y los cuidados nos plantea
algo que debe mantenerse incluso después del capitalismo. Así, un “bloqueo” es
importante, pero es parte del capitalismo, no así la cocina y la guardería que
se instalan para poder mantener una huelga, aunque no estén en el primer plano
del conflicto. Y todas estas cuestiones son parte de la misma lucha. Justo ahí
Joshua señaló que era una lástima que sólo hombres hayan hecho intervenciones
hasta ese momento. A pesar de la presencia de varias mujeres, sólo en ese punto
una habló, profundizando la cuestión de los cuidados y realizando una crítica a
la mantención de la división sexual del trabajo incluso en estos espacios y
luchas.
A lo largo de la
conversación, nuestro invitado realizó sinceras y agudas declaraciones como
“odio la democracia”, “soy por sobre todo un materialista”, “las políticas
pre-figurativas son un ‘fake’” o “no soy un buen anarquista porque no creo que
podamos eliminar completamente la representación”. Finalmente, insistió en que
la revolución es un proceso “más de sustracción que de adición”, y que la
comunización debe abolir inmediatamente la división entre el trabajo
manual/intelectual, y la división del trabajo por sexo/género, además de
abordar cuestiones relativas a la “infraestructura”, pues no basta con que el
proletariado sepa usar los barcos, oleoductos y carreteras, sino que se debe
apuntar sobre todo al “desarrollo de habilidades”, en momentos en que sabemos
que de aquí a treinta años varias ciudades quedarán sumergidas en el agua.
La cuestión del “poder”
debería plantearse de forma negativa: “el poder de destruir el poder”, y también aclaró ante una consulta que para él
la comunización no es tanto una cuestión teórica, sino que el proceso de
aplicación de “medidas comunistas”. Ante otra pregunta que ya no recuerdo bien,
Joshua dijo que como muchxs camaradas él tiene amigos muertos y amigos en
prisión, y que por eso entiende que sea atractivo para varixs tratar de hacer
cambios sociales profundos sin acudir a la lucha o el enfrentamiento armados.
Pero él cree que eso no es posible, y que el conflicto armado será inevitable.
Hasta ahí mis apuntes y
recuerdos. Mucho más preciso va a resultar escuchar el podcast de lxs compas de
Vitrina Dystópica, que se encargaron
de registrar en audio todo el evento.
Antes de irme del lugar
conversé brevemente con el invitado y adquirí dos folletos recién traducidos y
circulados por el ambiente “comunista raro” metropolitano: “Transición: fin del
debate”, de Joshua Clover, editado por Vamos
hacia la vida, que una semana antes de este encuentro lo discutió
colectivamente en una reunión virtual, y “Los fines del Estado”, de Joshua con
Jasper Bernes, editado por Reyerta &
Revolución. En el primero se aborda la superación de la idea del socialismo
como fase intermedia entre el capitalismo y el comunismo, algo que ya
resultaría imposible en las actuales condiciones del modo de producción. El
segundo texto fue publicado en la revista comunista Viewpoint el 2014,
respondiendo a una invitación colectiva para abordar algunas cuestiones del
siguiente tenor: “¿Cómo sería hoy una postura propiamente revolucionaria hacia
el poder estatal y cuáles serían las consecuencias concretas de esta postura
para una estrategia política? ¿Tiene todavía algún significado la ‘captura del
poder estatal’? ¿Tiene todavía el partido un lugar en estas preguntas más
amplias?”.
Cuando el sol ya caía, varixs
nos dirigimos a conseguir cervezas para disfrutar el inicio de la primavera en
la Plaza Brasil. Durante la breve pero intensa celebración colectiva que se
armó, mientras circulaba un enorme cigarro de marihuana armado con generosos aportes
de varixs de los presentes, un muchacho al que no conozco decía: “súper buena
conversa, súper buen invitado, pero siempre me quedo con la misma sensación de
impotencia después de estos eventos. Nos tomamos unas chelas y nos vamos para
la casa, ¿y la revolución social, cuando?”. Lo mismo me preguntaba hoy al
despertar temprano para salir al trabajo dejando a mi hijo camino a la escuela.
Etiquetas: Chantiago, comunismo, psicogeografía
domingo, abril 20, 2025
La negrura soy yo (Edia Connole) + 6 discos favoritos de Black Metal
Acaba de salir el volumen colectivo "Teoría Black Metal", por Holobionte ediciones, Barcelona. Los editores, Oriol Roseell y Federico Fdez. Giordano tomaron algunos textos en inglés que habían sido publicados en los compendios de los encuentros de BMT, o en otras fuentes, y agregaron algunas aportaciones hispanas. El volumen se ve muy bien, pero recién empecé a leerlo. Por mientras, para promocionarlo, los dejaré con el fragmento del texto de Edia Connole, "La negrura soy yo", que habían subido a la página de la editorial a la espera del lanzamiento.
Al final del texto les dejo un listado de los 6 artefactos Black Metal que más me gustan, aunque se trata de una lista que va cambiando cada semana.
La
negrura soy yo
Edia Connole
Como dijo The Scapegoat, un participante anónimo de un foro
de música metal: «La primera regla del black metal es que NADIE HABLA UN CARAJO
SOBRE EL BLACK METAL».[1]
«Sobre» [about, del inglés antiguo onbutan] significa «por
fuera, alrededor», y sugiere una «asociación teorética», un modo de
interrogación que indica una asociación pero no está dentro de ella.
¿Qué es el black metal? Según declaró no hace mucho Jason J.
Wallin, esta es una pregunta que «los propios creadores de música black metal
suelen rechazar».[2] Y yo, como teórica del black metal, también la rechazo.
Metodológicamente hablando, no voy a decir que lo lamento por los lectores y
los editores de este texto, porque realmente creo que el rechazo de esta simple
pregunta (tanto de como en sí misma) no podría ser más adecuado. ¿Queréis un
rebelde? Yo seré vuestra rebelde:
«No se habla sobre el black metal. Los que lo hacen ni
siquiera saben de qué están hablando. Perdónalos, porque no saben lo que dicen.
El discurso sobre el black metal es una blasfemia, una herejía, un sacrilegio…
No hablamos sobre el black metal. Por eso nosotros vamos a hablar con el black
metal, comoquiera que el black metal ya es el secreto de sí mismo. ‘Into the Infernal Regions of
the Ancient Cult’. Porque el black metal es amor.»[3]
La «teoría black metal» es un movimiento metalectual que se
inició en 2009 con el simposio Hideous Gnosis, y no debe confundirse con la
sociología, ni con la crítica musical, ni con los estudios etnográficos. Desde
entonces, la teoría black metal se ha desarrollado como un foro distribuido (y
controvertido) dedicado al trabajo intelectual transdisciplinario, que intenta
pensar con el black metal y no sobre este. Porque, por mucho que los relatos
sobre el género puedan ser una orientación útil acerca de su historia o sus
características estéticas, lo que tales relatos no logran explicar es la
cuestión de qué hace el black metal.
Por mi parte, he querido aproximarme al tema desde el
Realismo Especulativo o nuevo realismo —es decir, un realismo filosófico que
está en consonancia con las ciencias naturales y que rompe con las
representaciones antropocéntricas del mundo—; pero también desde la obra de
escritores como Jean Genet o H.P. Lovecraft, que comparten con el black metal
la «creación de mundos que a menudo son considerados “crudos” por su manera de
suspender los velos apaciguadores y las grandes construcciones socio-simbólicas
humanas». El objetivo es concebir una ecología del black metal que requiere,
por un lado, el surgimiento de una subjetividad «nemocéntrica», y por el otro
un modelo de deseo radicalmente desvinculado de la imagen del mundo tal como
nos es dado; todo ello en favor de una imagen científica que, a pesar de ser
horrorosa, nos permite entrever una objetividad lógica absoluta.
Como se sugiere en el análisis de Wallin, pensar con o «a
través»[4] del black metal implica rechazar la noción de que la «negrura» del
black metal es representativa de algo, y abogar, en cambio, por una explicación
lógica más dilatada que apunta hacia una ecología inhumana o antihumana.
Entonces, la negrura soy yo
El black metal se fusiona con fenómenos tan complejos y
multifacéticos como el género de terror. Al trascender una definición
categórica o compositiva estrecha, y al apelar, igual que ocurre en las
ficciones de Lovecraft, al enigmático pensamiento de lo desconocido, el black
metal puede entenderse como un intento no-filosófico por pensar filosóficamente
el «mundo-sin-nosotros». O al menos esto es lo que sostiene Eugene Thacker en
su ensayo «Three Questions on Demonology».[5] Al preguntarse por el significado
de la palabra black en el black metal, Thacker analiza tanto las variantes
satánicas como paganas del género (las cuales todavía conservan un hilo
antropocéntrico), e introduce una tercera posición, la de lo cósmico, con la
que se intentaría renunciar incluso al antropocentrismo. De este modo, dice
Thacker, encontramos «el anónimo e impersonal “en-sí” del mundo, indiferente a
nosotros como seres humanos, a pesar de todos nuestros esfuerzos para cambiar,
dar forma, mejorar o incluso salvar el mundo».[6] Este «ocultismo noumenal» o «hermetismo
abismal» es lo que Thacker, basándose en la tradición apofática, postula de
manera vigorosa como «un extraño misticismo del mundo-sin-nosotros».[7] A
partir de algunos de los experimentos formales del black metal contemporáneo,
como The Grimm Robe Demos de Sunn O))) (2000), o quizá más proféticamente
Stratification de Wold (2008) («horror de los horrores», como lo describió un
crítico en la Encyclopaedia Metallum), Thacker sostiene que el
mundo-sin-nosotros es en efecto un «Planeta», pero un planeta situado entre el
«mundo» y la «tierra». Es decir, entre el mundo-para-nosotros y el
mundo-en-sí.[8]
Como concepto límite, el mundo-sin-nosotros es distinto del
mundo que habitamos y con el que nos relacionamos, el mundo refractado a través
de nuestra imagen y nuestras preocupaciones; pero también es diferente del
mundo como algo ya dado. En definitiva se trata de un mundo que, aunque
completamente indiferente a las necesidades y los deseos humanos, de alguna
manera, y paradójicamente, todavía puede ser intervenido a través del
conocimiento científico y los medios técnicos. A veces este mundo «contraataca»
(en forma de desastres naturales, y cada vez más a la luz del cambio
climático), y aquí es donde encontramos el concepto límite de un mundo-sin-nosotros.
Aunque esencialmente sigue siendo el mundo-en-sí el que estamos tratando, la
designación «sin nosotros» permite eludir la paradoja lógica que parecería
sugerir que este mundo (es decir, el Planeta) es de alguna manera proporcional
a la existencia humana. De lo que se trata aquí es de la verdadera sustracción
del mundo-para-nosotros humano, una sustracción que ya está en marcha
furtivamente en los campos filosóficos del Realismo Especulativo o nuevo
realismo, en los enfoques intelectuales relacionados con las extinciones
masivas inducidas por el ser humano, o en las reformulaciones surgidas de la
«nueva síntesis evolutiva» a mediados del siglo XX, y que coagulan hoy bajo el
nombre del Antropoceno: antinatalismo, aceleracionismo, xenofeminismo, posthumanismo,
etc —todos los cuales se adentran en el pensamiento impersonal, horroroso y
profundamente perturbador (pero aparentemente inevitable) de un
mundo-sin-nosotros. Una especie de invocación cthulhoide a la oscura materia
negentrópica que fluye a través de la filosofía, y que, como afirma Thacker, se
manifiesta culturalmente en todo un bestiario de formas de vida imposibles que
cabalgan en el horror cósmico, alternándose desde sus inicios con el territorio
estético del black metal.[9]
En uno de sus relatos tempranos, Hechos tocantes al difunto
Arthur Jermyn y su familia, Lovecraft escribió: «La vida es una cosa espantosa,
y desde su trasfondo llegan los indicios demoníacos de una verdad que la hace
ser mil veces más espantosa.»[10] Y, en la primera frase de la primera canción
del primer álbum de heavy-metal de la historia, ya se nos planteaba la
siguiente pregunta: «¿Qué es esto que hay delante de mí?»[11] La respuesta es
inmediatamente verbalizada por el narrador de la canción, y que parece hacerse
eco del mismo sentimiento de Lovecraft: «Una figura de negro que me señala.» En
el comentario de Nicola Masciandaro, y que famosamente inauguró la teoría black
metal, se dice que esta figura es
«LO DESCONOCIDO QUE ME SEÑALA… [porque] la cuestión no es
determinar la identidad de la figura de negro, sino sentir su señal,
experimentar la traición implícita en la pregunta a medida que se vuelve sobre
sí misma y abre todavía más espacio negro dentro de ella, dentro del término
entintado que el acto de señalar repite y refleja dentro de mí».[12]
Entonces, la negrura soy yo. El comentario de Masciandaro ilustra
hábilmente las implicaciones cosmológicas a la vez inmanentes e inminentes de
un mundo-sin-nosotros que, de manera importante y como dice Thacker, «no se
encuentra en un “gran más allá” exterior al mundo (el mundo-para-nosotros) ni
exterior a la tierra (el mundo-en-sí); sino más bien en las mismas fisuras, en
los lapsos o lacunae que hay en el mundo y en la tierra».[13] Reafirmando así,
como se expresa en el libro Cold War de Dominic Fox (otro texto precursor de la
teoría black metal relacionado con las nociones de «mundo» y «mundialización»,
con las «construcciones del mundo» ficticias y artísticas), la medida en que
esta «agencia oculta, concebida casi siempre como supernatural dado que se
encuentra fuera del ámbito de la acción y la simbolización humanas, [es] de
hecho la naturaleza en sí, la naturaleza como el inconsciente de la realidad
humana: el “ello” atravesando el “yo” derrotado».[14] (…)
En palabras de Scott Wilson:
«Al romper con todas las encarnaciones anteriores del rock y
el metal para producir, en relación con este último, un ruido que es
singularmente disonante, el black metal (…) se sitúa en el espacio entre la
humanidad y su falta de acuerdo con el entorno (…), resonando alrededor de un
punto central de no-conocimiento con un sonido amusical que exulta y exacerba
esta falta de acuerdo (…). Propagándose por un vector de existencia amusical
que se extiende hacia un entorno radicalmente otro, no antropomórfico».[15]
Wilson está indicando aquí la estrategia estética
característica del black metal: denominada por los formalistas rusos como
«extrañamiento» o «desfamiliarización» (y de manera notable por Víctor
Schklovsky en su ensayo de 1917 El arte como técnica), se trata de lo que en
términos del realismo especulativo o nuevo realismo se traduce como «proyectar
la no-razón en las cosas mismas»,[16] un proceso que tiene a su antecesor
literario en el horror cósmico de Lovecraft, pero también en el romanticismo de
Novalis y en el pesimismo filosófico de Schopenhauer, en cuyo Parerga y
Paralipomena leemos: «Para tener ideas originales, extraordinarias, y puede que
incluso inmortales, uno no tiene otro remedio que aislarse del mundo por unos
minutos, de forma tan completa que los hechos más cotidianos aparezcan como
nuevos y desconocidos, de manera que revelen su verdadera esencia.»
Esta búsqueda de la verdad (asociada a menudo con la
aspiración de autenticidad, honestidad e integridad en el heavy-metal) converge
con las diversas expresiones nemocéntricas comprometidas con aquello que
Novalis describía como «educar los sentidos para ver lo ordinario como
extraordinario, lo familiar como extraño, lo mundano como sagrado, y lo finito
como infinito». Thacker se hace eco de esta práctica proto-lovecraftiana cuando
retoma los comentarios de Ray Brassier sobre el nemocentrismo, según el cual,
aquellos que buscan la verdad deberían dejar de preocuparse por sus propias
experiencias y perseguir «aquello que, en las sombras, se encuentra retraído de
toda posible experiencia».[17] Una «huida irreflexiva de lo posible hacia el
corazón de lo imposible que lo rodea»,[18] y que suele concederse como un
desafío ético en el black metal, por ejemplo en Mogens Davidsen y Timothy
Morton, para quienes la renuncia a nuestra visión antropomórfica nos permitiría
cuidar mejor del medioambiente.[19] Sin embargo, estos enfoques suelen olvidar
que, «puesto que el medioambiente es el lugar del mal absoluto [para el black
metal], no hay bienes que distribuir o redistribuir (…), excepto el “bien”
soberano de la música en sí misma». Una pulsión sónica «en la que, o en
relación con la cual, podríamos encontrar en el no-conocimiento la exterioridad
de la propia (no)relación con uno mismo (…) Y esto es así porque en el black
metal vislumbramos algo que es radicalmente distinto y que se encuentra más
allá del ser; de hecho, se trata de la posibilidad misma de lo que hay más
allá».[20] (…)
Concebida precisamente como una «ciencia sin objeto»,[21] una
disciplina cuyos métodos ordenados hacia su propio fin inacabable son el único
fruto legítimo de su práctica, así como el método mismo de su acontecer (una
ciencia nacida muerta, «un movimiento “metalectual” que es a la vez naciente y
moribundo»),[22] invirtiendo «el problema de la alienación del lenguaje con
respecto a su propio acontecer, o de la palabra con respecto a su ser
fáctico»,[23] y «confrontando lo desconocido con una mirada lúcida y apasionada»,[24]
la teoría black metal señala el camino de una crítica consciente que, «girando
sobre sí misma como una cruz invertida»,[25] perversamente traiciona su
surgimiento de (y su alineamiento con) el proyecto más amplio del humanismo:
constituyéndose como un humanismo apofático, un humanismo de lo desconocido.
Notas
[1] Citado en Edia Connole y Nicola Masciandaro: Floating
Tomb: Black Metal Theory, Milán, Mimesis, 2015, p. 102.
[2] Jason J.
Wallin: «The Dark Ecology of Black Metal», en Vivek Venkatesh, Jason J. Wallin,
Juan Castro Jason Lewis, eds., Educational, Psychological, and Behavioural
Considerations in Niche Online Comnmnities, Hershey, Information Science
Reference, 2014, p. 389.
[3] Edia Connole y Nicola Masciandaro, Op. cit., pp. 102-3.
[4] Jason J.
Wallin, Op. cit., p. 390.
[5] Eugene
Thacker: «Three Questions on Demonology», en Hideous Gnosis, Nicola
Masciandaro, ed., Nueva York, 2010, pp. 179-221.
[6] Eugene
Thacker, In the Dust of This Planet: Horror of Philosophy, vol. 1, Winchester y
Washington, Zero Books, 2011, pp. 1-21, p. 17. Publicado en español como En el polvo de este planeta,
Madrid, Materia oscura, 2015.
[7] Ibíd., p. 17.
[8] Ibíd., pp. 4-7.
[9] Cfr.
Donna Haraway, «Anthropocene, Capitalocene, Plantationocene, Cthulucene: Making
Kin», 2015, pp. 159-65; Carl H. Sederholm, «H. P. Lovecraft, Heavy Metal, and
Cosmicism», Rock Music Studies, 3:3, 2016, pp. 266-80; Ray Brassier, Nihil
Unbound, 2007; Quentin Meillassoux, Après la finitude, 2006, etc.
[10] H.P.
Lovecraft: «Facts Concerning the Late Arthur Jermyn and His Family», en S.T.
Joshi, ed., The Call of Cthulhu and Other Weird Stories, Londres y Nueva York,
Penguin, 2011, pp. 14-23.
[11] Black
Sabbath, «Black Sabbath», Black Sabbath (1969).
[12] Connole y Masciandaro, Op. cit., p. 39.
[13] Eugene
Thacker: In the Dust of This Planet: Horror of Philosophy, vol. 1, Op. cit., p.
8.
[14] Dominic
Fox: Cold War: The Aesthetics of Dejection and the Politics of Militant
Dysphoria, Zero Books, 2009, p. 69.
[15] Scott
Wilson: Melancology: Black Metal Theory and Ecology, Scott Wilson, ed., Zero
Books, 2014.
[16] Quentin
Meillassoux: After Finitude, p. 82.
[17] Eugene
Thacker: In the Dust of This Planet: Horror of Philosophy, vol. 1, Op. cit., p.
8.
[18] Citado en Edia Connole y Nicola Masciandaro: Floating
Tomb: Black Metal Theory, Milán, Mimesis, 2015, p. 102.
[19] Timothy
Morton: Ecology without nature, 2007. Mogens Davidsen: «The Appeal of
Nemocentric Aesthetics», ponencia en Extreme Music: Hearing and Nothingness,
University of Southern Denmark, diciembre2016.
[20] Scott
Wilson, Op. cit., p. 21.
[21] Giorgio
Agamben, Stanzas: Word and Phantasm in Western Culture, Mineápolis, University
of Minnesota Press, 1993.
[22] Edia
Connole, Paul J. Ennis y Nicola Masciandaro, (2014): «A Spell to Ward Of the
Darkness: Live II», con Ben Russell, Darklight Film Festival, The Generator,
Smithfield Square, Dublín, 27/04/14.
[23] Nicola
Masciandaro, «Conjuring the Phantasm», en Theory & Event, vol. 13, 3, Johns
Hopkins University Press. «El verdadero conocimiento destruye al yo, ese yo que no puede conocerse
a sí mismo. Esa es la Verdad. Eso es el Ser. Tú eres Eso» (Chandogya Upanisad,
VI.8.7.).
[24] Raoul
Vaneigem, The Movement of the Free Spirit, Nueva York, Zone, 1998.
[25] Nicola
Masciandaro, «Metal Studies and the Scission of the Word: A Personal Archaeology
of Headbanging Exegesis», Journal of Cultural Research, 15. 3, 2011.
2.- Burzum, s/t-Aske
3.- Darkthrone, A blaze in the northern sky
4.- Blasphemy, Fallen angel of doom
5.- Deathspell Omega, Fas-Ite, Maledicti, in Igne, Aeternum
6.- Conqueror, War.Cult.Supremacy
DISFRUTEN, LEAN, VOLUMEN EN 11, Y A SACUDIRSE LA MIERDA DE LA SEMANA CHANTA!!!!!!
Etiquetas: black metal