martes, abril 01, 2025
CONTRACULTURA Y REVOLUCIÓN
UNAS NOTAS BREVES SOBRE EL 68 GLOBAL Y EL 68 JAPONÉS
Un texto de un tal Miguel Ángel Cerdán subido a El Porteño hace poco se inscribe en la ya larga y lamentable
tradición de escupir sobre las revueltas de 1968 afirmando que “Mayo del 68
mató a la izquierda”. No es nada casual que dicha diatriba haya sido publicada
en España por El Viejo Topo, editorial que desde hace ya un tiempo se ha
dedicado a difundir literatura fascista rojiparda como la del nefasto
“filósofo” italiano Diego Fusaro, autodeclarado discípulo del comunista Gramsci
y del fascista Gentile, at the same time!
Para que vean lo grave y decadente
de esta deriva neofascista y “trumputinista”, debo destacar que EVT publicó una
entrevista al confusionista Fusaro realizada por Carlos X Blanco, autor
de “El marxismo no es de izquierdas”, publicado nada menos que en la Editorial
EAS, donde al igual que Fusaro y Costanzo Preve (otro rojipardo) trata de
vendernos a un Marx idealista, “más conectado e identificado con la tradición
de pensamiento de Aristóteles, del Bien Común y de lo Social, siendo más
un realista aristotélico que un idealista hegeliano”. Por supuesto la Editorial
EAS se dedica a publicar a la crema del neofascismo en versión “Nueva Derecha”.
Basta con ver su catálogo online para reconocer la fina selección de fascistas
que ahí publican.
Como varios antes que él, Cerdán (un
“Catedrático de Enseñanza Secundaria en la especialidad de Geografía e
Historia”) reduce la revuelta global de los sesenta al “mayo francés”, y
confunde el proceso revolucionario con la contrarrevolución que se activó para
neutralizarlo. En su defensa invoca a Passolini (sic) y advierte que si estás
de acuerdo con su análisis “serás un facha o un putinista o un trumpista o un
prochino, según marque la ocasión”. ¡A confesión de parte!
No tengo tiempo ni ganas de refutar
en detalle a este Catedrático anti-sesentayochista, pero además de
desenmascararlo he decidido liberar dos fragmentos iniciales de un trabajo
sobre la escena musical del 68 japonés, en un afán por situar esos agitados
tiempos en perspectiva y con altura de miras.
“Lo que guiaba a estas energías era
en parte la fuerza de la contracultura, y en ese entonces el motor de la
contracultura era principalmente la música, aunque no sólo la música. Y
podríamos decir que esa música, al igual que la política, ofrecía esta visión
de un mundo liberado. Había una especie de bucle de retroalimentación positiva.
La música alimentaba las luchas; la lucha retroalimentaba la música” (Mark
Fisher)
Premisa: el largo 68 como una revuelta global
La gran revuelta global de los sesenta ha quedado hace ya
bastante tiempo reducida a algunas manifestaciones estudiantiles en el Barrio
Latino de París en mayo de 1968, que luego inspiraron imitaciones en otras
partes del mundo. Se trata de un proceso bastante evidente de manipulación de
la memoria que quedó bien instalado ya en los años ochenta y que se ha seguido
afianzando posteriormente, logrando casi anular el acontecimiento a través de
una amnesia colectiva que se ha esforzado en eliminar de la memoria todo lo que
la revuelta de los sesenta tuvo de intempestivo y revolucionario.
En esta labor, las voces de los “ex líderes” más visibles del
movimiento -que a posteriori han destacado por su exitosa adaptación a los
nuevos roles que les depararon sus biografías cuando el 68 ya era un recuerdo
borroso- confluyen con los esfuerzos de la academia por vaciar esos eventos de
todo contenido radical, eliminando el análisis de clase para imponer una
lectura sociobiológica y culturalista de la rebelión juvenil (o estudiantil),
convirtiendo no sólo al mayo francés sino que a todo ese largo y profundo ciclo
de luchas en el mundo en una mera expresión de deseos de integración que en
cierta forma prefiguraron la gestión neoliberal de la vida que se impuso a
partir de entonces.
Al someter el proceso global a este conjunto de
reduccionismos, se oculta la dimensión global de la revuelta, para fijarse
obsesivamente sólo en el acontecimiento “mayo francés” en su expresión
parisina/estudiantil. Pero no fue por casualidad que tanto en Francia como en
el resto del mundo las protestas masivas que en varios lugares devinieron en
insurrecciones hayan sido detonadas por la oposición masiva a la guerra de
Vietnam. Por supuesto, en la versión
triunfante de este relato, a lo Lipovetsky, esta “revolución sin programa”,
hedonista e individualista, no tiene mucho que ver con las banderas rojas
(anticapitalistas), negras (antiautoritarias) y del Viet Cong (como símbolo de
la lucha anti colonial y anti imperialista) que en mayo/junio de 1968 adornaron
todas las ocupaciones de edificios, en un movimiento contestatario que estuvo
lejos de confinarse a la capital y las principales ciudades y que llegó a su
máxima intensidad con la huelga general de más 10 millones de personas en el
mes de junio.
En contra de esa versión, que sigue siendo la dominante, acá
partimos de la premisa de que lo que llamamos “68” designa una especie de
revolución mundial, a la vez cultural, social y política, que se produjo en la
segunda mitad de la década de los sesenta y reverberó incluso varios años
después de la contrarrevolución también global iniciada hacia 1973 y
consolidada plenamente a inicios de los ochenta y hasta el día de hoy (1). A partir de esa comprensión es que
intentaremos reconstruir la escena musical del 68 en Japón.
Un breve repaso a lo poco que sabemos del 68 japonés
En mi caso, tuve conocimiento de la intensidad de las
protestas japonesas de los sesenta por dos hechos fortuitos. El primero fue
toparme en la televisión abierta de trasnoche a inicios de los noventa con el
documental “Días de furia” (Fred Warshofsky, 1980), que dentro de su variopinto
y exótico contenido mostraba imágenes de la lucha de Sanrizuka contra la
construcción del aeropuerto de Narita en las afueras de Tokio, y la violenta
resistencia y represión que se generaban (2).
La voz en off del conductor Vincent Price presentaba el dramático
registro como una confrontación entre el mañana (construir un moderno
aeropuerto) y el ayer (la lucha de los campesinos y estudiantes por impedirlo).
Poco después di casualmente con el librito de Bernard Beráud sobre “La
izquierda revolucionaria en el Japón” (edición en español de 1971), donde
entremedio de las detalladas explicaciones sobre las tácticas de combate
callejero y la evolución de los distintos grupos de la ultraizquierda japonesa
me pude hacer una idea del tipo de lucha antiimperialista y a la vez
antiestalinista que se llevaba a cabo por allá. Pero no es de extrañar que en
los relatos más conocidos sobre el 68, Japón casi no aparezca. Así, en el
famoso libro editado con motivo del vigésimo aniversario del evento por una de
las estrellas más conocidas del movimiento, Daniel Cohn-Bendit, viaja a
sostener conversaciones con distintas figuras de las luchas de los sesenta, en
Nueva York, Río de Janeiro, Roma, París, Amsterdam, Saint-Nazaire, Francfort
del Meno, País Vasco, y según explica estuvo a punto de incluir a Polonia y
Chile. Pero no menciona a Japón.
Otro ejemplo son las quinientas páginas del best seller
de Mark Kurlansky sobre 1968 como “el año que estremeció al mundo”. Sólo
encontramos en el índice temático dos alusiones a Japón, aunque significativas:
en una se explica a grandes rasgos en qué consistía el movimiento estudiantil
de la Zengakuren, y en la segunda el autor refiere que el Partido Comunista
japonés (de los más grandes en esa época, junto al italiano, francés y chileno)
fue uno de los que se opuso a la invasión rusa de Checoslovaquia (3).
Ambos factores sólo son esbozados en el relato de Kurlansky, pero son
fundamentales para entender el contexto social y político de la “banda sonora”
que nos hemos propuesto describir, donde confluye esta amplia contracultura
juvenil con las posiciones de una nueva izquierda radical, anticapitalista y
antiautoritaria, que se desarrolló con fuerza en países como Japón, donde los
partidos autoritarios de la izquierda tradicional aparecían claramente como
parte del “viejo orden” a combatir. Además, la Nueva Izquierda se oponía a las
formas culturalmente reaccionarias asociadas a la vieja izquierda.
Kristin Ross tampoco dedica mucho espacio en “Mayo del 68 y
sus vidas posteriores” al contexto japonés, pues está centrada en Francia, pero
insiste en recordarnos que gran parte del movimiento ahí y en el resto del
mundo estaba centrado en la oposición a la guerra de Vietnam, lo cual tres
décadas después ya había sido suprimido de la memoria, junto con todo el
contenido anticapitalista de la revuelta, para destacar únicamente su aspecto
cultural, de liberación de las costumbres, movimiento “generacional” e incluso
como una especie de “revolución sexual”.
Ross destaca la influencia que tuvo especialmente en el
movimiento estudiantil de Estados Unidos y Francia el ejemplo de la Zengakuren,
que había aprendido en las calles que “la policía no siempre gana”. La
especificidad japonesa radicaba en que las protestas estudiantiles enlazaban
con todo un movimiento previo de oposición a las bases militares que mantenía
Estados Unidos en el archipiélago, cuya importancia geopolítica y logística
convertía a Japón en un territorio involucrado directamente en la guerra. Como
indica Ferran de Vargas, la “larga década de los 60” en Japón duró por lo menos
de 1958 a 1972, y hacia 1968/9 la relación del movimiento social con la
violencia ya había pasado por varias etapas y aprendizajes.
En el momento más álgido de esas luchas por todo el orbe, lo
que caracterizó a la “escena japonesa” fue en efecto la masividad, creatividad
y combatividad de sus luchas callejeras, que en distintas oleadas y formas
venían produciéndose desde fines de la década anterior. La novedad tecnológica
que aportó 1968 fue la incorporación en los medios de comunicación de las
transmisiones en directo por televisión satelital, lo que dio al público global
un sentido de simultaneidad de los eventos y luchas que se estaban dando en ese
momento. De esta forma, se pudo apreciar en directo escenas como las que ya en
1960 había registrado el periodista Walter Cronkite y un equipo de la CBS,
cuando el presidente Eisenhower decidió finalmente no aterrizar en Japón, dada
la presencia de decenas de miles de manifestantes de la Zengakuren en las
inmediaciones del aeropuerto. Cronkite luego relató que cuando trató de salir
del lugar no tuvo más remedio que acercarse a las filas de los manifestantes, y
unirse a ellas tomándose del brazo y gritando “Banzai! Banzai!”. “Lo estaban
pasando magníficamente”, declaró después, así que tras participar un momento y
despedirse de sus desconocidos anfitriones, recién pudo llegar al automóvil
para dirigirse al aeropuerto.
No cabe duda de la gran fascinación que causó en occidente la
transmisión televisiva y los registros fotográficos de tácticas como la “danza
de la serpiente” (4), la
construcción de fortalezas de madera por parte de los estudiantes y la comunidad
de Sanrizuka como parte de la gran lucha sostenida a partir de 1963 para
combatir contra la construcción del aeropuerto de Narita (5),
así como la llamativa indumentaria usada por los estudiantes radicales
japoneses en las manifestaciones callejeras: cascos de colores y garrotes, que
en verdad habían sido implementados primero en las peleas entre distintas
tendencias dentro de los campus universitarios antes de ser usados masivamente
para la lucha contra la policía.
John Lennon y su pareja japonesa, la artista de vanguardia
Yoko Ono, usaron los típicos cascos Zengakuren en presentaciones en vivo y, así
mismo (con casco y puño en alto) aparece el cantante en el arte de su single
“Power to the people”, lanzado en marzo de 1971. Incluso un artista en apariencia poco
politizado como Jimi Hendrix hizo en 1970 comparaciones entre la lucha de los
estudiantes norteamericanos, caracterizadas por la no-violencia al extremo de
“dejarse abrir la cabeza” por las porras de la policía, y las tácticas de lucha
callejera de los estudiantes japoneses. Mientras el comportamiento de los
jóvenes gringos le parece “masoquista”, Hendrix lo contrasta con el de “los
muchachos en Japón” que “se compran cascos, forman escuadrones y van en
bloques, así. Tienen todo lo necesario. Tienen sus escudos. Llevan soportes de
acero. Tienes que tener todas esas cosas”. Y no deja dudas acerca de sus
simpatías cuando remata con un “me gustaría ver a todos esos chavales
estadounidenses con cascos y grandes escudos romanos para hacer lo que van a
hacer. ¡Juntos de verdad! Si te vas a meter en eso, mejor que lo hagas con
otros. Toma nota, porque estoy harto de ver estadounidenses con la cabeza
abierta sin ningún motivo”.
¿Por qué todas estas anécdotas y eventos parecen hoy
totalmente olvidados?
A fines de los sesenta a nivel global la cultura musical de
los jóvenes florecía en una compleja relación entre la creación artística más o
menos genuina y la difusión comercial, explotación y “recuperación” de esas
expresiones por parte de la industria cultural, las radios y las discográficas.
Empleo esta expresión en el sentido que le daba la Internacional Situacionista,
es decir, como un proceso a través del cual el capitalismo espectacular intenta
extraer del movimiento social las energías contestatarias para neutralizarlas y
usarlas a su favor.
Si es posible advertir en las formas musicales y estéticas de
la contracultura de fines de los sesenta cómo se produce un cruce no siempre
pacífico entre alta y baja cultura, música eléctrica y acústica,
experimentación y tradicionalismo, alienación y concientización, en el caso de
Japón se sumaba a eso el hecho de que la ocupación norteamericana generaba
también una mezcla de fascinación y rechazo hacia las formas culturales propias
de la cultura percibida como invasora. Una buena demostración de este rechazo
fueron las airadas protestas de grupos nacionalistas tradicionalistas contra la
gira japonesa de los Beatles en 1966, que obligó a una fuerte presencia
policial con custodia permanente del cuarteto durante todo el evento.
Esta desconfianza hacia las formas occidentales o
norteamericanas también se producía desde la izquierda. Por esos mismos años en
Estados Unidos Bob Dylan era abucheado en el Newport Folk Festival de 1965
y tratado de “judas” por haber “traicionado”
el folk tradicional de protesta e incorporar guitarra eléctrica y banda de rock (6),
mientras en Brasil el cantante Caetano Veloso era abucheado estruendosamente
por el izquierdizado público del Tercer Festival de la Canción Popular en Sao
Paulo en junio de 1968, por haber tenido la idea de presentar la canción “E
proibido prohibir” compartiendo escenario con el conjunto sicodélico Os
Mutantes, que además de su curiosa apariencia personal también portaban
batería, guitarra y bajo eléctricos (7).
Más significativo aún en este desencuentro es lo que contó el
poeta norteamericano Allen Ginsberg en una entrevista del año 1973 con la
revista Gay Sunshine, cuando explica que entre las razones por las que
fue expulsado durante una visita a Cuba en 1965 estuvo el haber propuesto a la
cúpula del partido hacer las gestiones necesarias para que los Beatles tocaran
en la isla. La respuesta que obtuvo de Haydée Santamaría fue: “No tienen
ideología; tratamos de construir una revolución con ideología”. Sumado a su
defensa de la marihuana y la homosexualidad, además de señalar públicamente que
“había rumores de que Raúl Castro era gay y que el Che Guevara era guapo”, el
desencuentro le costó la expulsión de la isla, siendo sacado a la fuerza del
Hotel en que se encontraba ante la mirada atónita del poeta chileno Nicanor
Parra. Lo que le hizo concluir a Ginsberg que la ideología a la que se refería
Santamaría era “la ideología de una burocracia policial que persigue a los
maricas” (8).
Más allá de lo anecdótico, lo cierto es que el desencuentro
entre la izquierda y la contracultura fue clave en el desenlace
contrarrevolucionario de los setenta, pues tal como señaló Mark Fisher en su
inconcluso texto Comunismo ácido, “el fracaso de la izquierda después de
los sesenta tuvo mucho que ver con su repudio hacia los sueños desatados por la
contracultura, y con su incapacidad para implicarse en ellos”, lo que facilitó
que las “nuevas corrientes” fueran capturadas por la nueva derecha.
(El
manuscrito se interrumpe aquí)
1.- Algunxs autorxs se pronuncian en este mismo sentido, o al menos en uno similar.
El ejemplo más conocido es el de Wallerstein con Arrighi y Hopkins, que señalan
a 1968 y a 1848 como los dos únicos ejemplos de revoluciones globales, que
“fracasaron históricamente” a la vez que “transformaron el mundo”. Los
italianos Nanni Ballestrini y Primo Moroni se refieren al período 1968-1977
como una “gran ola revolucionaria y creativa, política y existencial”, y el
británico Mark Fisher -siguiendo a Ellen Willis- habla abiertamente de las
aspiraciones de la contracultura de esos años como “una revolución social y
psíquica de magnitud casi inconcebible”. Sobre el 68 latinoamericano como parte
de esa extraña “revolución mundial” que fracasó, podemos referir los trabajos
del uruguayo Raúl Zibechi. Destaquemos de paso que tanto en relación a 1848
como a 1968, la mirada ha estado hasta ahora centrada casi exclusivamente en la
dimensión europea/occidental del proceso. Así, podemos ver en pleno año 2021 a
Matt Colquhoun en su introducción a “Deseo Post-Capitalista” (publicación como
libro de las últimas clases del malogrado Mark Fisher), comentando cosas como
que el álbum “Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band” de los Beatles (1967),
celebrado por muchos como un momento revolucionario en el pop, para otros se
volvió inmediatamente redundante por “las revueltas sociopolíticas que se
sucedieron en Europa el año siguiente, en mayo de 1968” (el destacado es
mío).
2.- Un fragmento del documental puede ser visto en Youtube bajo el título de “Siege of the Red Fort!”. Sobre la lucha de Sanrizuka existen una serie de films
documentales realizados por Shinsuke Ogawa, varios de ellos disponibles online
en la plataforma MUBI.
3.- No así el PC chileno que, muy lejos de las sensibilidades de la “nueva izquierda”
inventó la pedagógica consigna de: “¡Checo, entiende, los rusos te defienden!”
4.- Esta “danza” consistía en un avance serpenteante mediante bloques de hileras
organizadas de manifestantes tomados de los brazos (el “estilo francés”) y bajo
la dirección de un encargado usando altavoz y silbato. Llegado el momento, la
columna podía aprovechar un punto débil en las líneas de la policía
antidisturbios para abrirse paso por la fuerza rompiendo el cerco represivo. La
táctica fue considerada por los Weathermen en la planificación de los “días de
furia” en Chicago en octubre de 1969.
5.- Existen varios documentales al respecto, como los de Shinsuke Ogawa disponibles
en MUBI
6.- Se
trata de la “Electric Dylan controversy”.
7.- Hay registro de eso: el track “Ambiente do festival (E proibido prohibir)”
(1968). Incluido en el compilado Caetano (Série grandes nomes Vol. 1), 1995.
8.- V/A
(1982), Cónsules de Sodoma Volumen 1. Entrevistas de Gay Sunshine a Allen
Ginsberg, John Giorno y otros, Barcelona,Tusquets editores.
Etiquetas: 1968, fascistología, Japo, perlas de la estupidez humana, revolución social
miércoles, febrero 19, 2025
TRUMP, THOMPSON Y PIÑERA COMO PERSONIFICACIONES DEL CAPITAL
I.-
DONALD TRUMP
“To trump significa
vencer, superar, abrumar, pero el sustantivo trump también
significa pedo, pedo apestoso” (Franco “Bifo” Berardi).
Para este especial F.O.R.B.E.S. pensé escribir algo sobre
Trump el apestoso, aprovechando lo que dijo Bifo en vísperas de la elección en
que el “hombre pedo” aplastó sin dificultades a Kamala Harris. No es por
casualidad que el sitio FORBES.cl se promocione como: “Noticias de negocios y
estilo de vida para los líderes de Chile”; esos líderes están disponibles para
hacer América, Argentina o Chile grandes de nuevo, en sintonía con su héroe
Donald Trump.
Su prepotente figura de viejo de mierda resulta un desagradable
dato de la realidad que nos obliga a preguntarnos sobre la relación entre el Capital
como algo impersonal (la relación social capitalista), y su encarnación en
personajes que como el difunto Piñera o Elon Musk parecen personificar el
espíritu del capitalismo en monstruosas personas de carne, hueso y botox,
respecto a las cuales es difícil no pensar con horror, y cuyas imágenes
mediáticas me hacen siempre recordar el grito de Johnny Rotten en 1977 diciendo
de la Reina de Inglaterra que “¡Ella no es un ser humano!” (1).
En “Querida arma humeante” (2) el italiano Bifo nos recuerda que Félix
Guattari en un texto fechado en 1989 (para muchos, “el 68 al revés”) ya
describía las aventuras mercantiles de hombres como el Peo Apestoso (3) “que se apoderan de barrios enteros de Nueva York, de Atlantic City,
etcétera, para ‘renovarlos’, en cuyo proceso aumentan los alquileres y expulsan
de paso a miles de familias pobres, cuya inmensa mayoría se halla condenada a
perder su hogar, siendo este caso el equivalente, a nuestros efectos, al de los
peces muertos de la ecología medioambiental” (Les trois écologies (4)).
Apenas me empezó a quedar claro que Kamala Harris y el
partido demócrata estaban haciendo todo lo posible por perder esta elección,
recordé no a Guattari sino que a Mark Fisher, que alcanzó a presenciar el
primer triunfo de Trump en el 2016, y se refirió al fenómeno esbozando una
explicación en las últimas clases que estaba dando ese fin de año y de las que
sólo alcanzó a completar 5 de 15. Las clases fueron desgrabadas y editadas en
español por Caja Negra, bajo el título de Deseo Postcapitalista. Las últimas
clases (5).
Por desgracia, Mark falleció a inicios del 2017, tras no
recibir atención médica oportuna durante una crisis depresiva. La clase 7, que
no alcanzó a hacer, iba a tratar sobre “La destrucción del socialismo
democrático y los orígenes del neoliberalismo: el caso de Chile”. Como en cada
sesión, Mark escogía dos textos para que el alumnado los leyera previamente y
algunxs voluntarixs los comentaran al inicio de la clase. Los de la clase sobre
la contrarrevolución chilena de 1973 eran un capítulo de La doctrina del
shock, de Naomi Klein, y otro del libro Revolucionarios cibernéticos,
de Éden Medina, centrada en el proyecto Synco de la Unidad Popular, escrito en
inglés y editado en español por LOM el 2013.
En sintonía con su texto inconcluso Comunismo ácido,
Fisher entendía la revuelta global desatada a partir de 1968 como la irrupción
de una verdadera interseccionalidad a partir de la lucha de clases, que se
expresa sobre todo en una contracultura que aún nos fascina, y que la izquierda
tradicional no supo valorar ni menos potenciar (6).
Fisher se pregunta: “¿Por qué todavía nos importan los sesenta? ¿Por qué deben
importarnos los sesenta? ¿Por qué nos acechan en el nivel de la iconografía y
por qué persisten sus formas culturales?”. Y responde en voz alta: “Diría que
tiene que ver con los deseos no realizados que eran inherentes a esas formas y
a los que esas formas todavía les hablan…No me gusta esta expresión, ‘hablarle
a’…Mejor dicho: los deseos no realizados para los cuales esas formas culturales
todavía son relevantes” (Clase 2: “Una revolución social y psíquica de magnitud
casi inconcebible”: la bohemia contracultural como prefiguración).
En la Clase 4 (“Poder sindical y poder del alma”) Fisher y
sus alumnxs se dedican a aplicar los conceptos lukácsianos sobre clase y
conciencia de clase estudiados en la clase anterior al contexto del escenario
abierto en 1968, cuya expresión más álgida se da en el tipo de lucha
“interseccional” desarrollado en Italia y Estados Unidos, en que por un breve
momento la lucha de clases se unió a las luchas basadas en el género y la raza,
alcanzando una inusitada intensidad. Fisher sitúa en ese momento, inicios de
los setenta, la irrupción de lo que denomina la “clase trabajadora
reaccionaria”, que le dio el triunfo a Nixon cuando los sindicatos
norteamericanos le dieron la espalda a la contracultura y la Nueva
Izquierda.
Esta clase fue efectuada el 28 de noviembre de 2016. 20 días
antes Trump había derrotado a su rival Hillary Clinton (apoyada por el grueso
de la “izquierda progresista” o “woke”), y ese dato hace a Fisher afirmar una
tesis muy interesante: Si después de la contrarrevolución neoliberal iniciada
en Chile en 1973 y extendida al resto de occidente -aunque no siempre usando
tanta violencia directa- la interseccionalidad excluyó su dimensión de clase,
pasando a centrarse en lo que ahora llamamos “política de las identidades”
(precisamente una característica definitoria de la izquierda posmoderna), lo
que se estaría viendo entonces con el triunfo de Trump era ni más ni menos que
“el retorno de la clase”, pero precisamente de esa clase trabajadora reaccionaria,
sin conciencia de clase.
Así la paradoja es que Trump “fuera capaz de jugar la carta
de la clase (de manera grotesca, en más de un sentido)”:
“¿Cómo podría hablar de clase un millonario como él? Bah, es multimillonario,
¿no? Lo que sea, Trump es un desarrollador inmobiliario, alguien que heredó su
dinero; no es que se haya hecho desde abajo… ¿Cómo podría un desarrollador
inmobiliario multimillonario ser un ventrílocuo verosímil de las preocupaciones
y angustias, de la subjetividad de los miembros de la clase trabajadora? Es una
buena pregunta, pero el hecho es que logró serlo”.
Una posible explicación que arriesga Fisher en ese momento es
“fantasmática”: la supresión de la conciencia de clase opera en parte “a través
del reclutamiento fantasioso de los subordinados en la identificación con una
carrera”, y cita un artículo del Harvard Business Review según el cual “muchos
miembros de la clase trabajadora están resentidos con los profesionales
-abogados, médicos, profesores, etc.- pero se identifican con los ricos”. Esta
operación funciona en parte porque “se alienta a las personas a creer que ya
son ricas, solo que aún no tienen dinero (…) No es que sea una tara de su
parte, o una ilusión. Se los alienta a esta identificación”.
En otras palabras, estamos acá frente al problema de lo que
en Chile suele denominarse “facho pobre”, que en el fondo remite a la aguda
observación de Wilhelm Reich en 1933, cuando hizo ver a la izquierda que el
fascismo no se le impone a la gente, sino que hay un momento en que la gente
“desea el fascismo”.
Mi impresión es que tras la derrota nunca asumida de Trump a
manos de Biden, con el consiguiente intento de sus partidarios de impedir el
cambio de mando asaltando el capitolio a inicios del 2021, y el despliegue abiertamente
guerrerista de Biden/Harris en el plano internacional, incluyendo su entusiasta
apoyo al genocidio sionista en Gaza, todo estaba servido para la inevitable
segunda venida de Trump, que logró de una manera aún más contundente que en el 2016
captar el apoyo popular a su figura y la de los multimillonarios con que ha
llenado su gabinete. El resentimiento anti-profesional de la clase trabajadora
reaccionaria/facho pobre tiene a la izquierda “woke” en su peor momento,
representando casi exclusivamente a elites con buena formación académica, en
una redefinición de la clásica dicotomía izquierda/derecha en que ahora es la
nueva extrema derecha y no la izquierda quien mejor capta y representa los
deseos y el resentimiento de los sectores populares.
En este sentido, además de tener en cuenta a W. Reich y su “Psicología
de masas del fascismo” (1933), debemos recordar el análisis que en su momento
hiciera Georges Bataille.
En “La estructura psicológica del fascismo” (también de 1933 (7)
Bataille realiza una distinción entre la parte homogénea de la sociedad: su
parte productiva o útil, de la cual “cualquier elemento inútil está excluido”,
aunque “no de la sociedad total, sino de su parte homogénea”, y las
“fuerzas heterogéneas”, que son “elementos imposibles de asimilar” (violencia,
delirio, desmesura, locura), siendo excluidas incluso del campo de la atención
científica. Este proceso de exclusión de los elementos heterogéneos por la
parte homogénea de la conciencia “recuerda de una manera formal la de los
elementos descritos (por el psicoanálisis) como inconscientes, que la censura
excluye del yo consciente”. Pese a esta
censura o represión, “los elementos heterogéneos provocan reacciones afectivas
de intensidad variable, según las personas”, pues “a veces hay atracción y
otras repulsión, y todo objeto de repulsión puede convertirse en determinadas
circunstancias en objeto de atracción, y viceversa”.
Como ejemplo de elementos heterogéneos Bataille incluye “sin
lugar a dudas” a los líderes fascistas: “enfrentados a los políticos
demócratas, que representan en los diferentes países la banalidad homogénea,
Mussolini o Hitler aparecen inmediatamente, a bulto, como enteramente
distintos”. Es más, “sean cuales fueren los sentimientos que provoca su
existencia actual en tanto que agentes políticos de la evolución, es imposible
no tener conciencia de la fuerza que les sitúa por encima de los hombres, de
los partidos e incluso de las leyes”.
Tal vez ahí está una de las claves para entender este segundo
triunfo inapelable de Donald Trump. Heterogeneidad, resentimiento,
identificación.
II.-
BRIAN THOMPSON
“Golpear a uno para educar a cien”
(Brigadas Rojas).
Di por concluidas las reflexiones sobre Donald Trump apenas
supe de un acontecimiento imprevisto que capturó la imaginación de muchxs. La
primera semana de diciembre nos enteramos de la noticia del atentado a balazos
en Estados Unidos contra un ejecutivo de la industria de los seguros de salud:
Brian Thompson, de 50 años de edad, director ejecutivo de UnitedHealthcare, compañía
filial del grupo controlador de Isapres Banmédica y Vida Tres en Chile.
La consigna de las Brigate Rosse vino a mi mente
cuando leí que varias empresas habían eliminado de sus páginas web los nombres
de los ejecutivos, y al ver que varias autoridades gringas se mostraban
indignadas por el hecho de que muchas personas no sólo no se apenaran sino que
se alegraran abiertamente por la ejecución de este agente del Capital. En pocos
días, nos enteramos de que es un CEO, y supimos que la consternación por el
hecho se vio acotada a los pares del finado, es decir, gerentes y miembros de
la clase empresarial. BBC informó acerca de “Cómo el asesinato en Nueva York de
Brian Thompson, director de la mayor aseguradora de EE.UU., revela la ira
contra el sistema de salud privado”.
De acuerdo al Network Contagion Research Institute de las
diez publicaciones más populares en X que mencionan a Thompson o UnitedHealth,
seis de ellas eran publicaciones que apoyaban implícita o explícitamente el
asesinato o criticaban a Thompson: “Algunas resaltaron comentarios que pedían
más asesinatos de directores ejecutivos y una guerra de clases; un investigador del instituto dijo que el
asesinato fue enmarcado como "un golpe inicial en una guerra de
clases" y que los elogios por el asesinato vinieron de todo el espectro
político. Después de la muerte de Thompson, la empresa matriz de
UnitedHealthcare, UnitedHealth Group, publicó una declaración en Facebook
detallando la muerte y sus condolencias oficiales. Aunque la sección de
comentarios de la publicación fue desactivada, aproximadamente 90.000 usuarios
de Facebook respondieron a la publicación con una reacción "Jaja" (o
"riendo") con solo 2.200 reacciones "Triste" al 6 de
diciembre”.
Los medios ahora informan con fingida sorpresa acerca de “la
oscura fascinación que despierta el acusado del asesinato del director de la
mayor aseguradora sanitaria de EE.UU.”. No lo señalan en ninguno de sus
reportajes, pero la solidaridad con acción del acusado Luigi Mangione nos
remite a los tiempos de los buenos y viejos magnicidios y tiranicidios, que
siempre gozaron de una amplia simpatía popular e incluso de justificaciones
morales y jurídicas en el Derecho antiguo. En el escrito que Mangione portaba
al ser detenido en un MacDonalds decía “Estos parásitos se lo merecían”.
Pero si menos del 2,4% de los usuarios de Facebook que
opinaron sobre el evento lo lamentaron, ¿cómo se puede explicar a la abrumadora
mayoría de casi 98% que lo celebraba? ¿Conciencia de clase o resentimiento? Tal
vez la situación de la salud privada en EE.UU. y el gran malestar que genera en
la población explican esta reacción anti-elite que se da al mismo tiempo que el
candidato ganador, Trump, con la ayuda de Elon Musk, repleta de multimillonarios
su gabinete.
Thompson no era exactamente un miembro de la clase
capitalista, sino una especie de profesional dedicado a la administración del
capital en uno de los sectores más inútiles y obscenos del sistema actual: la
industria que lucra con la enfermedad y la muerte de los seres humanos proletarizados
en una época en que no hay conciencia de clase entre los de abajo y la guerra
de clases suele asestar golpes exclusivamente desde arriba. Por eso sería
necesario ver a Thompson y otros agentes como un apéndice humano del Capital,
un enemigo sin duda alguna, un soldado de su numeroso ejército de capataces y
gestores, pero no al Capital en sí mismo, que según Marx es un vampiro de
trabajo muerto alimentándose de trabajo vivo.
Esta precisión es importante para no darle más espacio a
formas populistas de anti-elitismo fascistizante, cuyo anticapitalismo selectivo (como el viejo
“socialismo para imbéciles” que prontamente derivó en socialismo nacional y
nacional socialismo) es incapaz de apuntar a la superación de la totalidad de
la relación social capitalista, para entretenernos en cambio con el odio a
categorías completas de personas de carne y hueso que en cada momento son
identificadas como “parasitarias” y enemigas de la nación o el pueblo, y que
llegado el caso siempre es posible usar como chivos expiatorios para ejercer
una violencia sacrificial que jamás cuestione al capitalismo mismo.
Nancy Fraser ha explicado que el populismo de derechas y el
de izquierda tienen elementos comunes y diferencias. Así, “ambos brindan una
especie de mapa que define quiénes están arriba y quiénes abajo, quiénes pisan
las cabezas de quiénes”. Pero “en el caso del populismo de izquierda, tal como
muestra el 99% contra el 1%, se afirma que existe una oligarquía elitista o un
pequeño grupo de gente que parasita a todo el resto. Entonces la idea es
intentar movilizar a todo el mundo en contra de ese pequeño grupo”. En cambio,
“el populismo de derecha no tiene esta estructura dual. Tiene una estructura
tripartita. Hay una élite parasitaria y luego una clase baja parasitaria que ‘nos
roba lo que es nuestro’. En el populismo de derecha, al ‘pueblo’ lo conforman
quienes están atrapados en el medio. Por lo tanto, el populismo de derecha
se alza contra el 1% pero también contra los inmigrantes, contra la gente de
color, contra las minorías sexuales, etc.”.
A su vez, “el populismo de derecha define al enemigo en
términos concretos, identitarios o sustantivos. Por lo tanto, cuando definen a
quienes están arriba, siempre se trata de una conspiración internacional judía
o, si están abajo, de inmigrantes sucios o negros vagos, etc. Son distinciones
identitarias concretas que definen una categoría de persona —el enemigo— en
términos de sus características culturales o sustantivas”. Por el contrario, “el
populismo de izquierda como mucho define las características del enemigo, es
decir, no define a nadie en términos de su cultura, su identidad ni nada
concreto, sino en términos de la función que ocupa en el sistema”. El
problema es que cuando desde la izquierda se apunta a ‘Wall Street’, “históricamente
la frase puede desplazarse hacia los banqueros judíos”, porque en verdad “no
hay una barrera absoluta entre los dos populismos” (8).
Fraser agrega que desde su punto de vista “la identificación
del mundo de las finanzas con ‘el sistema’ es correcta”, pues “hoy existe una
forma de capitalismo en la cual las finanzas juegan un rol muy importante, muy
distinto del que jugaban en otras formas de capitalismo anteriores”. Y podemos
agregar que justo aquí reside el riesgo de resurgimiento de formas ya clásicas
de confusionismo fascista, que al criticar al sistema capitalista sólo por su
componente “parasitario” hacen posible pasar por anticapitalismo sus soluciones
autoritarias y posiciones racistas (hoy en día más culturales que biológicas).
Un buen ejemplo de este oportunismo es el inflado filósofo
italiano Diego Fusaro, que según informa su editorial en Chile “se considera
discípulo de Hegel, Marx, Gramsci y Gentile (9)”,
y que publica tanto en la prensa del grupo abiertamente fascista CasaPound, como
en editoriales españolas “de izquierda” tales como El Viejo Topo. En “Lucha de
clases en el siglo XXI. El señor globalista contra el siervo
nacional-populista” Fusaro se esfuerza en presentar sus posiciones neofascistas
usando una jerga marxiana e incluso pontificando con “la sociedad del
espectáculo”, pero centrándose siempre en la crítica a los “parásitos”, a “la
nueva alquimia bancaria, que cambia el papel impreso en oro”, calificándola como
una “segunda acumulación originaria, de matriz financiera”. En esta
configuración que asumiría hoy en día la lucha de clases, mientras la “elite
globalista” que está arriba tendría valores de izquierda (globalismo,
libertinismo, radicalismo libertario, eliminación de fronteras) e ideas de
derecha (competitivismo, desregulación, privatización, despolitización), el
siervo nacional-popular, desde abajo, “debería serle antitético, asumiendo
valores de derecha (arraigamiento, patria, honor, lealtad, trascendencia,
familia, eticidad) e ideas de izquierda (emancipación, derechos sociales, igual
libertad material y formal, dignidad del trabajo, socialismo democrático en la
producción y en la distribución)” (10).
O sea, el fascista Fusaro en el fondo está proponiendo esta
indigesta ensalada como la fórmula actualizada de “Tercera posición” para el
siglo XXI. Al igual que pasa con
Aleksander Dugin, estas palabras son especialmente aptas para seducir a
izquierdistas “realistas”, necesitados de “enemigos concretos”.
III.-
SEBASTIÁN PIÑERA
“Yo me muero como viví” (El necio, Silvio
Rodríguez)
En su momento, el odio a Piñera concentró el grueso de la
energía movilizada en la revuelta de octubre.
Se le insultaba de una manera muy significativa. El “hit del
verano” 2020 rezaba así: “Piñera conchetumadre, asesino, igual que
Pinochet”.
Como yo lo veo, en Chile le decimos “conchetumadre” (o en las
redes: “ctm”) a alguien de quien desearíamos que no existiera. Ese es el
sentido sublimado y profundo de la expresión “ándate a la concha de tu madre”.
Al revés de lo que cree el macho chileno tradicional, no es un insulto a la
madre, sino un deseo de aniquilación total, planteado radicalmente como para
decir: “desaparece”, “vete por donde viniste”.
El canto, que se escuchó masivamente no sólo en las calles,
sino que incluso de forma atronadora en la versión de ese año del Festival de
Viña del Mar, que por primera vez en su historia contó con barricadas y
enfrentamientos entre manifestantes y carabineros en las inmediaciones de la
Quinta Vergara, el Hotel O´Higgins y el centro de Viña, decía en su conclusión
-tras el insulto más fuerte de nuestra jerga (“ctm”)- que, al igual que
Pinochet, Piñera era un asesino.
Esta verdad es innegable y no se nos puede olvidar: el 20 de
octubre de 2019 el empresario-presidente Piñera le declaró la guerra al pueblo
por cadena nacional. Los militares y policías lo escucharon, y actuaron en
consecuencia. Esa intervención fue determinante como origen directo de las
muertes y mutilaciones que ensangrentaron las calles en esos días de revuelta,
cuyos patrones de conducta policial/militar ciertamente demuestran un nivel de
sistematicidad en su accionar. Por eso era totalmente legítimo, justo y
necesario, coronar la insurrección erótica derrocándolo. Y por es que Boric
cometió un acto criminal al evitar esa consumación natural de la revuelta mediante
el acto de estampar su firma a título individual en el documento en que se
consagró el acuerdo de toda la clase política esa madrugada del viernes 15 de
noviembre.
Pero la afirmación de la equivalencia entre Pinochet y
Piñera, entre la violencia represiva de la dictadura militar y de la democracia
capitalista, que es en esencia correcta, se ha prestado también para lecturas
bastante erróneas en las filas de la izquierda realmente existente.
Mucha gente de izquierda que no ha hecho la crítica de la
democracia necesitó decir que Piñera era un dictador, para así poder combatirlo
digamos “democráticamente”, perdiendo de vista que el régimen de los 30 años se
salvó en el momento más terrible apelando a la negociación parlamentaria y no a
la declaración de un nuevo estado de excepción. Es como si la burguesía hubiera
rectificado la historia, y en esta ocasión nos derrotaran no con tanques sino
que con negociaciones y urnas: la contrarrevolución democrática-institucional,
que tras una “vuelta larga” con dos procesos constituyentes fracasados nos dejó
más o menos donde mismo estábamos antes del 18 de octubre de 2019.
La mirada izquierdista nostálgica ni siquiera es capaz de
entender bien la especificidad del momento represivo utilizado para enfrentar
la revuelta. Muchxs sostienen que la represión “fue igual que en dictadura”,
perdiendo de vista que en esta ocasión no necesitaron romper del todo con las
reglas procedimentales de la democracia, y que el aparato represivo del Estado
no necesitaba desarticular a partidos y estructuras clandestinas como en los 70
sino que a una insurrección acéfala. La situación se parecía un poco más a las
jornadas de protesta nacional de los 80, pero acá no hubo ni MIR ni FPMR, y
tampoco CNI o DINA. La forma específica que asumió la represión del escenario
inédito que era una insurrección generalizada y permanente en todo el país fue
el uso de la mutilación masiva mediante el armamento “menos letal” de
Carabineros de Chile.
En fin, más allá del análisis de las formas represivas, quiero
destacar que el odio a Piñera tenía un doble motivo: además de su odiada gestión
política en tanto Presidente, se le odiaba también como ricachón o “piraña”,
pues en tanto empresario siempre jugó al límite de la delincuencia. Con motivo
de las filtraciones wikileaks en 2010, pudimos saber que de acuerdo a informes
de la Embajada de EE.UU. en Chile “Piñera maneja la política y sus negocios al
límite de la ética y la ley". O sea, teníamos en él a un “innovador” puro y
duro de acuerdo a la tipología de las adaptaciones con que Robert Merton
intentó explicar el “comportamiento desviado”: para acceder a las metas u
objetivos culturales (prestigio, estatus, riqueza) se saltó siempre los medios
institucionalizados (legítimos o lícitos) (11),
y en la medida que lograba el éxito económico, nadie le reprochó mucho más
después del famoso escándalo del Banco de Talca en los 80. En definitiva, como
señala Merton, “la admiración expresada a menudo en privado y a veces en
público hacia estos individuos ‘astutos, vivos y prósperos’ es producto de una
estructura cultural en que el objetivo sacrosanto justifica virtualmente todos
los medios”.
Por lo anterior es que resulta bastante ambigua una consigna
usual en el estallido, que vi hace poco grafiteada en una pared que quedó como
recuerdo de esos días de rebelión: “Evade como Piñera”. Esta invitación a evadir
el pago del transporte público imitando las “transgresiones” del
empresario/presidente puede ser leída como humorística, pero en rigor me temo
que está operando ahí también una bastante neoliberal mezcla de resentimiento e
identificación.
La muerte de Piñera fue el mejor resumen de su vida: tras
insistir en pilotear un helicóptero para un viaje de pocos minutos entre el
fundo de un amigo y el suyo propio, a pesar de las advertencias sobre las malas
condiciones climáticas, cayó sobre las aguas del Lago Ranco para salir de ahí
muerto por asfixia por inmersión. A diferencia de la leyenda que trataron de
crear sus cercanos, no salvó a nadie diciendo “salten ustedes primero” ni mucho
menos. No tuvo tiempo para nada de eso, y sus últimas palabras al parecer
fueron: “¿Qué pasó?”.
En fin: Murió como vivió. Y tuvo mucha suerte pues se mató
solo, cuando todo indica que estuvo muy cerca de haber matado también a sus
tres acompañantes. Como se dijo en esos días, las aguas del lago resultaron
milagrosas pues esta verdadera encarnación humana del Capital que era Piñera
“entró como delincuente y salió como un santo”.
Para concluir, solo diré que las personificaciones del
capital y el poder tienen un indudable valor como imágenes movilizadoras en
contra de “los de arriba”. Por eso la acción de Luigi Mangione ha suscitado
tanta admiración y apoyo, y por eso fue posible movilizarse contra Pinochet en
los 90 y contra Piñera en el 2019. Pero la lucha anticapitalista no puede
conformarse con la idea de que “bastará con derrocar al gobierno capitalista y
poner otro en su lugar” (Rosa Luxemburgo (12)),
ni limitarse a “conquistar los símbolos del poder” y a derribar cabezas como en
un tiro al blanco.
Luchar contra el capital es luchar por otras formas de vida.
(3) Quedará para otra ocasión explorar por qué de entre todos los países
hispanohablantes la lengua chilena es al parecer la única en que a esta
expresión se le extirpa la letra d, quedando sencillamente en “peo”, una
expresión que si bien no es considerada muy elegante, todo el mundo emplea
cuando se refiere al lanzamiento de gases, o en derivaciones como “irse a puro
salto y peo” o cuando se califica algo como “al peo”. En países cercanos como
Argentina y Uruguay “estar en pedo” designa la borrachera etílica. Para otras
expresiones derivadas, consultar el https://diccionariochileno.cl/
Y para una interesante exploración de la “obsesión excrementicia” y la doble
acepción original de la escatología (proveniente de éskhata y skatós)
consultar la presentación de Oyarzún a los “Poemas sucios” de Swift (Jonathan
Swift, Tulipas radiantes. Una introducción a la escatología. Ensayo de
presentación, traducción y notas de Pablo Oyarzún R., LOM, 2016).
(4) Bajo el mismo nombre de Las tres ecologías existe una conferencia en
Chile el 24 de mayo de 1991 incluida en su momento en El devenir de la
subjetividad (1998) y actualmente en el volumen titulado Las luchas del
deseo. Capitalismo, territorio, ecología, de Pólvora editorial, 2020,
Colección puntos singulares, dirigida por Cristóbal Durán. En esta versión no
se menciona a Trump al describir los procesos de gentrificación urbana.
(5) Editado en el 2024 y que ya va en su segunda edición. Alguien debería liberar
el pdf.
(6) Muy ilustrativo de este desencuentro es lo que contó el poeta norteamericano
Allen Ginsberg en una entrevista del año 1973 con la revista Gay Sunshine,
cuando explica que entre las razones por las que fue expulsado durante una
visita a Cuba en 1965 estuvo el haber propuesto a la cúpula del partido hacer
las gestiones necesarias para que los Beatles tocaran en la isla. La respuesta
que obtuvo de Haydée Santamaría fue: “No tienen ideología; tratamos de
construir una revolución con ideología”. Sumado a su defensa de la marihuana y
la homosexualidad, además de señalar públicamente que “había rumores de que
Raúl Castro era gay y que el Che Guevara era guapo”, el desencuentro le costó
la expulsión de la isla, siendo sacado a la fuerza del Hotel en que se
encontraba ante la mirada atónita del poeta chileno Nicanor Parra. Lo que le
hizo concluir a Ginsberg que la ideología a la que se refería Santamaria era
“la ideología de una burocracia policial que persigue a los maricas”.
(7) Publicado
en 1933 en “La Critique sociale”. Incluido en: Obras escogidas, Barcelona, Barral, 1974.
(9) Notable mescolanza: Giovanni Gentile fue “el filósofo” del fascismo italiano.
(11) Diego Fusaro, Lucha de clases en el siglo XXI. El señor globalista contra el
siervo nacional-populista, Ediciones Ignacio Carrera Pinto, 2021.
(11) Robert K. Merton, Estructura social y anomia: revisión y ampliación (1949). En
Fromm, Horkheimer, Parsons y otros, La familia. Introducción de Ralph Linton,
Ediciones Península, 1970.
(12) Citada por Furio Jesi, Spartakus. Simbología de la revuelta, Adriana Hidalgo
editora, 2014.
Etiquetas: fascist pigs, fascistología, lumpen burguesía, mierda humana, olor a mierda
domingo, enero 19, 2025
LOS MISTERIOS DEL ORGANISMO, O ¿QUIÉN FUE WILHELM REICH?
Este texto fue leído el miércoles 8 de enero de 2025, tras la
exhibición de la película yugoslava “WR: los misterios del organismo” (Dusan
Mayavejev, 1971) en la Cafebrería de Santiago, junto a los Comentarios de
Paloma Castillo y Nicolás Castañeda.
A Camila Farías G.
I.-
En una parte de mi libro “La religión de la muerte” (2023), que trata sobre
“viejos y nuevos fascismos”, digo lo siguiente:
A mediados del
siglo pasado el doctor Wilhelm Reich, un personaje tan creativo e iconoclasta
que tuvo el doble mérito de ser expulsado del Partido Comunista y de la
Internacional Psicoanalítica, señaló que existían en ese momento dos formas
rivales de fascismo: el fascismo negro y el fascismo rojo, anticipando así en
cierta forma el escenario de la Guerra Fría como un gran y velado conflicto
mundial inter-fascista que duró varias décadas. Tras escapar del nazismo, Reich
terminó por establecerse en Estados Unidos, donde le estaba yendo bastante bien
en sus investigaciones sobre la energía cósmica (el “orgón”), el bombardeo de
nubes para hacer llover, la orgonterapia y la función del orgasmo entre otros
audaces temas, hasta que el fascismo en versión norteamericana anticomunista se
dejó caer en su domicilio y laboratorio denominado Orgonón, en la localidad de
Maine, para encarcelarlo bajo acusaciones de fraude, por ejercer como terapeuta
sin estar autorizado oficialmente para ello y por fabricar y distribuir cajas
acumuladoras de orgón. Murió en la cárcel de Lewisburg, Pensilvania, el 3 de
noviembre de 1957. No lo olvidemos nunca.
NOTA: La cantante inglesa Kate Bush homenajeó a Reich en un
videoclip de su canción “Cloudbusting”, de 1985, que alcanzó el puesto 20 en
los rankings de Inglaterra. La canción está basada en el “Libro de los sueños”
escrito por el hijo de W.R., Peter, y en el clip se representan los
experimentos de su padre (representado por Donald Sutherland [R.I.P. 2024]: ¡el
mismo actor que interpretó al fascista Atila en la serie “Novecento”!) haciendo
llover y el momento en que aparece el FBI y se lo lleva. Peter fue enviado a un
hogar de menores y soñaba recurrentemente que su padre llegaba a rescatarlo a
bordo de un platillo volador.
En otras partes
del libro aludo a algunas de sus teorías sobre el fascismo, además de a su
caracterización del estalinismo como un fascismo rojo. Pero en lo que puse
arriba es donde trato de hacer una breve descripción del personaje lo
suficientemente interesante como para motivas a los/as lectores a conocer y
estudiar la obra de este importantísimo camarada.
II.- Hay dos formas básicas de abordar a
WR: Primero, como una interesante especie de “marxista disidente”, pionero de un marxismo
libertario en versión “freudomarxista”, dudosa etiqueta que supuestamente el
mismo WR inventó, y que en sentido amplio podría aplicarse a Fromm, Adorno y
Marcuse, a cierto Lyotard que hace “derivas a partir de Marx y Freud” y luego
escribe su “Economía libidinal”, y también a ciertos aspectos de la obra de Guattari/Deleuze
-aunque sea por la negativa-, e incluso si nos ponemos generosos podríamos
incluir al Althusser de “Freud y Lacan”, Slavoj Zizek y un largo etc. De hecho,
acabo de darme cuenta de que dentro de las cinco últimas clases que Mark Fisher
alcanzó a hacer antes de morir y que están reunidas en el libro “Deseo
post-capitalista” (2024) la clase 2 en tanto habla sobre Marcuse, y la 5, sobre
Lyotard y su “marxismo libidinal”, son buenas introducciones al
“freudomarxismo” (o marxismo freudiano).
Este Reich “marxista
heterodoxo” es el que re-aparece hacia 1968, y el que en cierta forma provee el
sustrato de uno de los niveles en que funciona la película de Mayavejev,
realizada según entiendo en un lapso de tiempo que va de 1968 y 1971 (por
cierto: el año en que nací).
Entre los más
“marxistas”, se dice que su obra fundamental y “mayor aporte al marxismo” es
“Psicología de masas del fascismo” (1933), pero en aras de promocionar al WR
marxista que todos necesitamos estudiar, yo creo que también podríamos referir o
más bien recomendar varios trabajos que datan de entre fines de los 20 y mediados
de los 30: su periodo comunista más activo en Viena y Berlín, con una intensa
actividad a la vez teórica y práctica (en este caso, una falsa dicotomía) e
incluso de poco después, cuando ya había roto con el Partido Comunista pero no
con el marxismo. Estos textos de combate son, entre otros: “La lucha sexual de
los jóvenes” (1933), “Materialismo dialéctico y psicoanálisis” (1934), y “La
revolución sexual” (que reúne textos de 1930 con otros posteriores sobre la
Unión Soviética).
Un detalle a
tener en cuenta es que la casi totalidad de la obra de WR fue editada por él
mismo, que en el frenesí de su actividad no se molestaba en hacer “ediciones
críticas” ni mucho menos: iba editando y reeditando como podía, y al hacer
nuevas ediciones de viejos clásicos como “La función del orgasmo” (1927)
modificando y agregando contenidos de manera bastante monstruosa. Por eso es
que en relación a la confusa procedencia de los textos que componen las dos
partes de “La revolución sexual” Paul A. Robinson advierte que esa obra de WR
es una verdadera “pesadilla editorial”.
En español
existen varias ediciones de todos estos trabajos, y así por ejemplo su ya
referido clásico de 1934 “Materialismo dialéctico y psicoanálisis”, un
documento que marca una ruptura con parte de lo que había venido haciendo hasta
entonces, fue editado masivamente (5.000 ejemplares) por siglo XXI de México en
1970, aparece también bajo el título de “Marxismo y psicoanálisis” en una
versión argentina de 1971 (Ediciones del siglo, 1971) y se había incluido mucho
antes en el libro “La crisis sexual”, publicado en 1936 por Pax ediciones
(Santiago de Chile, 1937). Por su parte, “La revolución sexual. Por una
estructura de carácter autónoma del hombre” existe en al menos dos ediciones: la
de Ruedo ibérico en 1978, y en la colección Obras Maestras del Pensamiento
Contemporáneo por Planeta-Agostini en 1985 (basada totalmente en la edición
anterior). También “La lucha sexual de los jóvenes” tuvo ediciones setenteras
en español cuyo detalle no conozco. Sólo sé que hace mucho tiempo tuve una en
préstamo que a su vez presté y jamás regresó. Cosas que pasan no sólo con los
libros, sino que también con la amistad de algunas personas. Ojalá lo hayan
leído en serio.
¡Consiga su
copia!
En toda la obra
de esa década WR trabaja sobre la compatibilidad y complementareidad entre las
perspectivas marxista y psicoanalítica, anticipándose a muchas de las
preocupaciones que luego serían retomadas en distintas maneras por Marcuse, los
situacionistas y el movimiento del 68. Debo decir que cuando primero oí hablar
de Wilhelm Reich debe haber sido por ahí por 1989, cachureando libros por calle
Merced junto a unos amigos trotskistas algo mayores que yo, cuando uno de ellos
llamó la atención sobre una biografía del doctor Reich señalando: “este era un
marxista que predicaba (y practicaba) el sexo libre”. Mmmm: algo imprecisa la
definición, pero no se me olvidó el nombre: tomé nota.
III.- La segunda opción es ver a WR como
un discípulo raro de Freud: un “psicoanalista herético”, un terapeuta
iconoclasta, junto a otros especímenes raros, desde Sandor Ferenczi a Georg
Groddeck (inventor de la categoría de “Ello”: ver su correspondencia con Freud
y “El libro del Ello”) y Otto Gross (toda una leyenda del anarco-comunismo más
radical y bohemio). Un texto clave para esta mirada es el “Análisis del
carácter” (originalmente publicado en 1933, con varias re-ediciones).
En esta
versión, el “WR bioenergético”, se tiende a suprimir del todo o pasar
suspicazmente por alto el “marxismo” de WR, a pesar de que se topó con él a una
edad bastante temprana y que la influencia de Marx en WR nunca cesó, y es una
parte esencial de su visión de la “economía sexual”. De hecho, más que ver a WR
como un discípulo libre de Marx y Freud, lo ven como el maestro del famoso
terapeuta Alexander Lowen (uno de los protagonistas de la parte más documental
de la película “WR: los misterios del organismo”).
Finalmente, esta
segunda visión suele dar paso a una tercera, bastante detestable: la de WR como
un estafador chiflado, charlatenesco gurú precursor de la new age y las
“terapias alternativas”. Aunque en honor a la verdad, la trayectoria de las dos
últimas décadas del doctor WR facilita este uso que muchos le dan (algunos de
formas bastante lucrativas, ya sea en dinero u otras contra-prestaciones). De
hecho, a modo de digresión recuerdo que hace década y media había una especie
de grupo reichiano con su propio gurú en torno a la carrera de Psicología de la
extinta Universidad ARCIS, que hacía unos encuentros bastante exóticos en el
campus Libertad. Qué tiempos aquellos.
Como sea, lo
importante es entregarse a la experiencia de conocer a WR sin olvidar ninguno
de sus dos polos: el marxista y el freudiano, unificados en la
“economía-sexual”.
IV.- Los datos biográficos nos dicen que
WR nació en 1897 en una parte del Imperio austro-húngaro que ahora pertenece a
Ucrania. Vivió y trabajó en Viena y en Berlín, saliendo de ahí tras el triunfo
de los nazis para residir brevemente en Dinamarca, Suecia y Noruega, antes de
pasar como tantos al Nuevo mundo en 1939. Murió en 1957 en Estados Unidos, en
las lamentables circunstancias que ya señalé al inicio, antes de las cuales
alcanzó a beneficiarse de una muy lucrativa actividad como médico y terapeuta.
La mejor
biografía que conozco es la de Myron Sharaf, “Fury on Earth”, publicada en 1983
por St. Martin´s Press/Marek, Nueva York, de 548 páginas, que una vez encontré
a siete mil pesos en un puesto del Parque Almagro, y en la que me basé para
esta presentación. Aún no ha sido traducida al español. Existe otra “Biografía
personal” escrita por su segunda esposa, Ilse Ollendorff, que aún no he
conseguido.
Un resumen
breve pero sólido de la obra de WR aparece en el libro “La izquierda freudiana.
Reich - Roheim - Marcuse”, de Paul A. Robinson (1971). A propósito de la fase
“orgonómica” del último WR, este autor dice algo que bien podría aplicarse a la
figura de Reich en sí misma:
“Prometía al
mismo tiempo una interpretación total de la realidad y una terapia total para
los males individuales”.
Además de la
destacable y curiosa película yugoslava que exhibimos hoy existen otras como
“Wilhelm Reich en el infierno” (Lance Bauscher, 2005) y los dos films del
austríaco Antonin Svoboda (“¿Quién le tiene miedo a Wilhelm Reich” de
2009 y “El extraño caso de Wilhelm Reich” de 2012).
V.- En la amplia obra de WR, que no
paró de publicar sus trabajos desde 1920 hasta el final, primero en editoriales
del movimiento psicoanalítico y del Partido Comunista y a partir de la ruptura
con ambos hacia 1933/4 en su propia casa editorial, destacan algunas ideas
centrales y aportes básicos que trataré de resumir aquí.
Desde el inicio
en su obra tiene un rol central lo que podríamos llamar su “teoría del
orgasmo”. WR pone a la sexualidad como centro de la vida social e individual, y
en eso coincide en ese momento inicial con el movimiento psicoanalítico. Como
parte del más estrecho círculo de colaboradores de Freud en los años 20,
destaca por su trabajo terapéutico, pero rápidamente se aleja de la idea
freudiana de “curación por las palabras”, para centrarse en la resistencia a la
terapia, que lo lleva a formular el concepto de “coraza” o “armadura”: que primero
WR entiende como “caracterológica” (en sus libros en inglés se le llama
“character armor”), y luego pasa a concebirla como física e incluso muscular
(en el caso de un paciente que presentaba fuertes resistencias a la terapia, tras observar un
movimiento con la pierna WR terminó alentándolo a descargarse a gritos y
patadas, lo cual resultó exitoso; en otros casos identificaba bloqueos o
tensiones musculares en la zona de la pelvis).
Veamos la
definición de “coraza” que da mi amiga Javiera Mondaca en su traducción al
español del “Libro de los placeres” de Raoul Vaneigem, editada por Traficantes
de Sueños y disponible online:
Conviene ofrecer en este punto una
breve explicación de la noción de coraza porque el autor volverá a ella a lo
largo de la obra. El término, ya sea en el reino animal o humano, apunta a
cierto mecanismo defensivo. Tal y como surgió el concepto en el terreno del
psicoanálisis de la mano de uno de sus pioneros, Wilhelm Reich, la coraza es la
suma de rasgos del carácter y tensiones musculares que forman una especie de
armadura físico-psicológica destinada a proteger al individuo de estímulos,
interiores o exteriores, que se perciben como peligrosos o amenazantes. De este
modo, inhibe, no obstante, la libre circulación de la energía sexual en el
cuerpo. Podría decirse, por tanto, que la coraza actúa como una especie de
filtro que mediante un proceso de insensibilización nos impide percibir la
realidad, interna y externa, en su totalidad.
La paradoja central
de todo este análisis freudo-reichiano es que la represión resulta en principio
necesaria para la vida social, pero tiene inevitablemente el efecto de enfermar
sistemáticamente a sus integrantes, coartándoles la “potencia orgásmica”. De
ahí que el objetivo de la terapia sea atacar al “carácter”, desbloqueando y
haciendo posible la liberación la potencia orgásmica del individuo, para que
surja el auténtico “carácter genital” propio del individuo sano, dejando atrás
el “carácter neurótico”.
A WR lo separa drásticamente
de Freud su oposición total a la teoría del “instinto de muerte”, que ve como
un pretexto del maestro para negar la dimensión revolucionaria del
psicoanálisis, y justificar un cierto conservadurismo social y político.
WR es un reformador
social, además de un revolucionario consciente, que se une al Partido
Socialdemócrata de Austria y luego al PC de Alemania, acometiendo el estudio de
la obra de Marx y encontrando grandes paralelos con el psicoanálisis freudiano:
Ambas son teorías del conflicto: una sociológica y la otra psicológica. Mientras
una estudia la lucha de clases, la otra se centra en la lucha a nivel de los
instintos. Ambas son dialécticas, y se complementan mutuamente pues mientras el
marxismo hace la crítica de la economía capitalista el psicoanálisis realiza la
crítica de la moral burguesa.
El trabajo
teórico de WR durante su fase comunista se centra en la crítica de la familia
autoritaria. Tiene una concepción antropológica algo simplista basada en
Bachofen y Malinowski, en que valora e idealiza el Matriarcado que habría
existido hasta 4 mil años antes de Cristo, e identifica en el Patriarcado el
origen de la represión sexual y el orden social autoritario (en eso se parece
al Otto Gross que analiza la simbólica comunista del paraíso). Se aleja así de
Freud en lo relativo al Complejo de Edipo, que para él no sería universal, sino
que propio de las sociedades patriarcales.
Además, muestra
ya desde ahí y hasta el final de su vida un profundo interés en la Infancia/adolescencia.
De hecho, pese a todos los cambios que ocurrieron durante su trayectoria, hay
un claro hilo conductor desde “La lucha sexual de los jóvenes” y los escritos
con Vera Schmidt sobre “Psicoanálisis y educación” a “Los niños del futuro” y
“Escucha hombrecito”. La concepción de la infancia que sostiene WR está a años
luz incluso de las tímidas reivindicaciones de los “derechos del niño” que
comenzaron a ocurrir varias décadas después. Por algo el situacionista belga
Raoul Vaneigem en alguna parte de su voluminoso Tratado del saber vivir para
uso de las jóvenes generaciones (1967) lo define como “un gran educador de la
juventud”.
Todo ese
trabajo teórico iba de la mano con una incansable actividad militante que se
expresaba en la creación de una amplia red de locales en que se otorgaba
atención gratuita en higiene sexual y salud reproductiva a los miembros de la
numerosa y empobrecida familia proletaria, así como la instalación de “jardines
de la infancia socialista”. Hacia 1930 Reich logra unificar a los grupos de
orientación comunista que trabajaban estos temas, dando lugar a la Asociación Alemana
por una Política Sexual Proletaria (Sex-Pol). Además de estas actividades
propias de su militancia marxista, WR participaba activamente en la Liga
Mundial por la Reforma Sexual, que durante la República de Weimar buscaba
aprobar reformas legales progresistas en materia de sexualidad y control de la
natalidad.
En el primer
Congreso de Sex-Pol, en Düsseldorf 1931, concurrieron representantes de ocho
organizaciones que reunían a 20.000 personas. WR presentó un programa de siete
puntos que incluía:
1.-
Distribución gratuita de anticonceptivos y propaganda masiva para el control de
la natalidad.
2.- Abolición
de las leyes contra el aborto. Aborto gratuito en clínicas públicas; resguardos
médicos y financieros para madres embarazadas y criando niños.
3.- Abolición
de toda distinción legal entre los casados y no casados. Libertad de divorcio.
Eliminación de la prostitución a través de transformaciones económicas y de
economía-sexual que erradiquen sus causas.
4.- Eliminación
de las enfermedades venéreas a través de una educación sexual integral.
5.- Prevención
de las neurosis y problemas sexuales mediante una educación afirmadora de la
vida. Estudio de los principios de la pedagogía sexual. Instalación de clínicas
terapéuticas.
6.-
Entrenamiento de doctores, profesores, trabajadores sociales y otros oficios en
todas las materias relevantes de higiene sexual.
7.- Tratamiento
antes que castigo en casos de delitos sexuales. Protección de niños y
adolescentes contra la seducción por adultos.
Poco después
del primer congreso la Sex-Pol aumentó sus afiliados a 40.000.
VI.- Entre 1930 y 1934 las intensas
actividades culminan en la ya aludida doble ruptura: primero con el Partido
Comunista alemán en 1933, y luego con la Internacional Psicoanalítica en el
Congreso de Lucerna de 1934, donde sólo se le permitió exponer como invitado su
ponencia “Contacto psíquico y corriente vegetativa”, incluido en el libro
“Análisis del carácter”.
Creo que este
período es el más merecedor de análisis, sobre todo desde nuestro tiempo,
porque en primer lugar WR llega al límite de la radicalidad que logra extraer
de ambos movimientos (psicoanálisis y marxismo), y porque es en ese momento que
realiza su peculiar análisis del fascismo.
La teoría del
fascismo que construye WR tiene alguna similitud con la que realiza por esos
años Georges Bataille en Francia, puesto que a ambos les interesa su estructura
psicológica. WR identifica la familia autoritaria y el tipo de sujeto que en
ella se forma como la raíz del fascismo, anticipándose en una década al Eric
Fromm de “El miedo a la libertad” y en dos décadas a los hallazgos de Adorno y
Horkheimer en sus estudios sobre “La personalidad autoritaria”.
Según WR, la
izquierda alemana no se tomó en serio el fenómeno de masas que era Hitler. Por
el contrario, lo menospreciaban e interpretaban como una señal de un pronto
ascenso de la revolución proletaria. Pero tal como en la terapia analítica no
necesariamente los pacientes se curaban cuando lo inconsciente se hacía
consciente, los trabajadores no necesariamente incrementaban su consciencia de
clase al enfrentar la crisis económica. Su estructura caracterológica se los
impedía, y la familia autoritaria, como el mini aparato de Estado que es, los
entrenaba en la sumisión. En “La familia autoritaria como aparato de educación”
WR dice:
“El padre es,
por así decirlo, el portavoz y representante de la autoridad estatal en la
familia. Es una especie de sargento: subordinado en el proceso de producción,
jefe en su función familiar; mira desde abajo a los superiores, se impregna de
la ideología dominante (de aquí su tendencia a la imitación) y es todopoderoso
con sus inferiores; no se limita a transmitir las ideas de la jerarquía y la
sociedad, las impone”.
El miedo a la
sexualidad se traducía en el miedo a la revolución social. Como hábil
propagandista, Hitler y su partido aprovecharon el contexto apoyando la familia
tradicional alemana pero al mismo tiempo acogiendo varias de las demandas
juveniles en contra de los mayores; así, estableció centros de reunión y de
vida colectiva para la juventud aria, y su discurso sobre la Madre Alemania y
el Padre Hitler pudo transferir los sentimientos familiares a la mística del
Jefe de la Supernación. Basta ver los documentales de Leni Riefensthal para
comprobar la satisfacción orgiástica de la gente reunida para escuchar los
discursos de Hitler: la primera estrella de rock de la era moderna.
A la vez, las
políticas raciales del nacional-socialismo movilizaban los temores sexuales de
la gente proveyéndoles un conveniente chivo expiatorio. En este sentido, la “política
sexual” de la propaganda nazi fue mucho más exitosa que la de la izquierda, donde
muchos veían con malos ojos iniciativas como las de WR y el programa de la
Sex-Pol, que en cierta forma eran el único antídoto posible contra el ascenso
del fascismo alemán.
De hecho, por
ahí empezaron los problemas de WR con el PC. Hacia 1932, WR y su esposa Annie
estaban dedicados a elaborar material de política sexual para publicar
masivamente en la prensa del partido. Trabajaron en el libro “La lucha sexual
de los jóvenes”, un panfleto escrito por Annie Reich llamado “Si tu hijo te
pregunta” (hay una edición en español en Anagrama) y un folleto de educación
sexual para niños titulado “El triángulo de tiza”. El libro iba a ser publicado
por el comité juvenil del PC alemán, pero fue revisado en Moscú, donde fue
aprobado pero se sugirió que era más efectivo que se publicara por alguna
organización o frente más amplio que el partido. El proceso de publicación fue
tan largo, que finalmente WR prefirió establecer su propia editorial: Verlag
für Sexualpolitik. A partir de ese año, todos los textos posteriores de WR
fueron auto-ediciones.
Si bien el PC
ayudó en un primer momento a distribuir estos materiales, WR cayó en desgracia
cuando en una Conferencia juvenil en Dresden a fines de 1932 apoyó una
resolución que relevaba la importancia de estimular la sexualidad juvenil
dentro del movimiento revolucionario. La reacción de los jefes del partido fue
inmediata: se le acusó de ser un contra-revolucionario que quería “convertir
nuestras asociaciones en organizaciones para promover la fornicación”, además
de sustituir la lucha de clases por la lucha entre jóvenes y adultos. A inicios
del año siguiente, tras la designación de Hitler como canciller y el amplio
triunfo electoral de los nazis, WR y su familia se fueron a Viena, y poco
después a Copenhagen.
La expulsión de
las filas del comunismo oficial no alejó a WR del marxismo. Durante algún
tiempo se mantuvo como un comunista independiente, y trató de vincularse a la
Oposición de izquierda, aunque luego concluyó que los trotskistas tampoco se
tomaban en serio la “política sexual”.
VII.- En cuanto a la ruptura con Freud y
el movimiento psicoanalítico, esta fue algo más lenta pero muy intensa. El
propio WR la he relatado en gran detalle en el volumen de entrevistas titulado
“Reich habla de Freud”, uno de los libros más “sabrosos” que he leído y que
también tuvo edición castellana en Anagrama. Sólo reiteraré acá que la
principal divergencia se dio porque WR siempre se opuso a “El malestar en la
civilización” y la teoría freudiana del “instinto de muerte”, a la que intentó
refutar en artículos y conferencias. Cabe destacar que a pesar del señalado
autoritarismo de Freud al interior de su propio movimiento, en este debate WR
no sólo no fue censurado, sino que sus textos fueron publicados en la prensa
del movimiento, aunque fuera a regañadientes. Así, se dice que para acceder a
publicar en su revista Internationale Zeitschrift “El carácter
masoquista”, Freud quería acompañarlo de la siguiente advertencia:
“Dentro del
marco del psicoanálisis, esta publicación otorga a todo autor que entrega un
trabajo para su publicación, plena libertad de opinión, y por su parte no
acepta responsabilidad alguna por tales opiniones. Pero en el caso del doctor
Reich el lector debe quedar informado de que el autor es miembro del partido
bolchevique”.
Finalmente
Freud fue convencido por psicoanalistas socialistas de no hacerlo. Según su
biógrafo Jones, Freud declaró que el artículo de Reich sobre el masoquismo
“culmina en la insensata afirmación de que lo que he denominado instinto de
muerte es un producto del sistema capitalista”.
En su
monumental biografía Myron Sharaf destaca que “en la ruptura psicoanalítica,
tal como antes en la ruptura con los comunistas, Reich sentía que no podía ser
excluido científicamente porque él representaba la verdadera tradición. Para
él, tanto los psicoanalistas como los comunistas habían abandonado el núcleo
vivo de su legado. Él quería mantenerse en el centro del mismo”.
La extensión
que ha alcanzado este texto me impide entrar en más detalles acerca de la
trayectoria posterior de nuestro héroe. A modo de resumen me remito a lo que
señalé al inicio, agregando solamente que desde la huida de Alemania y Austria,
a partir de su breve estadía en países escandinavos desde 1934 hasta 1939 la
presencia de WR nunca dejó de alertar a las autoridades ni de movilizar a su
amplio elenco de viejos y nuevos enemigos.
Lo cual parece haberle causado una fuerte dosis de paranoia, que es
fácil advertir en sus últimos escritos como “El asesinato de cristo. Primer
volumen de La plaga emocional de la humanidad” (1952).
VIII.- Culmino esta no tan breve exposición
haciendo un brevísimo punteo sobre la influencia de WR en el pop y la
contracultura del 1968/77.
Las
circunstancias de la caída en desgracia de WR y su posterior fallecimiento
privado de libertad lo convirtieron en una figura de la que se hablaba poco a
nada. A tal punto fue así, que en el Prefacio de Albert Lamb al libro “El nuevo
Summerhill” del educador alternativo A.S. Neill, se explica que a pesar de la
amistad e influencia directa de WR en Neill, en la primera edición de este
trabajo fue suprimido todo un capítulo dedicado a Reich, porque el editor
Harold Hart “lo consideraba una cuestión demasiado espinosa para los Estados
Unidos de los años sesenta”. Tres décadas después, a Lamb también le
recomendaron eliminar “la totalidad del capítulo sobre Reich (dado que este
autor es en Estados Unidos un asunto considerablemente polémico)”, sugerencia
que decidió no aceptar, en respeto a la libertad de expresión que siempre fue
defendida por Neill, quien consideraba a WR como su amigo y maestro.
Ante semejante
leyenda negra, no es de extrañar que las primeras reivindicaciones entusiastas
de la figura y obra de WR provinieran de la contracultura juvenil de fines de
los cincuenta e inicios de los sesenta, con sus primeros estandartes
norteamericanos que fueron los escritores beatniks. En particular su
influencia se hizo notar en Allen Ginsberg y muy fuertemente en William S.
Burroughs. Lo curioso es que en esta versión WR era una mezcla de científico
loco con precursor del amor libre y la experimentación con drogas, cosas por
las cuales nunca abogó. A propósito de amor libre, si me excusan una nueva
digresión, recordé que en un documental sobre el poeta y cantante Leonard Cohen
un par de testigos/sobrevivientes de los setenta decían algo así como: “en esos
años todos trataron de probar algunas formas de amor libre. Nadie lo pasó muy
bien con eso”. Ya lo creo.
En la cultura rockera post-68 el doctor
WR tiene algunas interesantes apariciones, como en la canción “Orgone acummulator” de la banda-comuna Hawkwind (Space Ritual, 1973), cuya letra no
puedo evitar referir acá, para que se hagan una idea:
Tengo un acumulador de orgones
Me hace sentir mejor
Te veré un poco después
Cuando esté con mi acumulador
No es un integrador social
Es un aislante para el sujeto solitario
Es un estimulador del cerebro posterior
Un vibrador cerebral
Este estimulador de energía
OK: ¿cierto que dan ganas de salir a
conseguirse un acumulador de orgones? De hecho, tengo un folleto en inglés que
dice ser un manual de instrucciones para construirse uno, pero cuando se lo
mostré a mi padre -que es ingeniero electrónico- me dijo: “parece una broma”.
Mejor entender que el mejor rock and roll es en sí mismo un buen acumulador de
orgones.
Otro nivel de registro más pop de WR lo
tenemos en las canciones “Birdland” de Patti Smith (Horses, 1975) y “Cloudbusting”
de Kate Bush, (Hounds of love, single, 1985 ¡Vean el video clip!). Ambas canciones
fueron inspiradas en la lectura del “Libro de los sueños” escrito por Peter
Reich (1973), que por desgracia aún no he podido conseguir. Por su parte, en el
folleto de Generic (1982), album debut del cuarteto noise-punk de California
llamado Flipper, hay alusiones a WR y una larga cita tomada de “Escucha
hombrecito” (1945).
Como se puede ver, arrinconado y
correteado por el marxismo y el psicoanálisis oficiales, fueron los “Children
of the revolution” de los sesenta y setenta quienes estuvieron en mejor
condición para apreciar el legado de WR, tal como se aprecia en la película que
acabamos de ver. Tras medio siglo de contra-revolución neoliberal, debemos volver
a rescatarlo.
IX.-
Eso es todo por hoy: muchas gracias.
Etiquetas: contra-represión, memoria negra, nada mas práctico que una buena teoría, reich, represión, sexpol