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martes, julio 02, 2024

Último lanzamiento y Entrevista sobre Barricadas a go-go 

 


El lanzamiento de “Barricadas a go-go” en Taller 55/Esqueleto libros el viernes 28 de junio terminó siendo un gran evento, inolvidable, gracias al apoyo de tantas personas que me llego a emocionar. La tristeza por el cierre del local fue sublimada en fiesta y música en vivo (Nawito Seudónica Dúo, Sin Asilo, y cuatro temas de Disturbio Menor), comentarios (Marisol García, Tomás Pacheco y Cristóbal Durán), vino tinto a destajo con maní salado, y hasta la confederación de pinchadiscos. Se asomó la policía en un momento, pero se fue luego y creo que no regresó. Me fui de ahí a las 3 AM y la fiesta no concluía.

El día anterior los compañeros de Carcaj subieron la introducción a la cuarta edición, bajo el título de “Cascos, garrotes y bombas molotov: el 68 japonés”, con un collage en que se ve a los Zengakuren, los Rallizes y Kaoru Abe en medio de un paisaje urbano tomado de las barricadas parisinas de 1848: ¡notable!

Y el día posterior, apareció en La Jornada de México esta excelente nota/entrevista por Hernán Muleiro.

A continuación los dejo con la entrevista completa con Hernán.

Banzai!



1.      ¿Cómo diste con el tema del libro? No sé exactamente como fue la historia entre movimientos revolucionarios y rock en Chile, pero siempre me llamó la atención como en Argentina rock y revolución, en un contexto de la dictadura de los 70s, fueron considerados asuntos separados, cuando la versión gringa, también vista a la distancia de la historia, parece unir a las dos.

La idea de armar un texto dedicado a ese cruce entre agitación social y cultural, y entre subversión política y musical, provino de un amigo argentino que me lo pidió para su fanzine Escena Obscena después de visitarme en Santiago de Chile y escuchar un conjunto de grabaciones de rock y jazz hecho en Japón.

Pero mi encuentro con el tema tiene una historia más larga, pues ya desde 1984, al cumplir 13 años en plena dictadura, confluían en mi la pasión por el heavy metal con la militancia izquierdista y posteriormente anarquista. Tal como dices, en el Chile de los 70 y los 80 el grueso de los izquierdistas eran tan anti-gringos que no querían saber nada de guitarras eléctricas ni canciones en inglés: pura alienación proimperialista según ellos. Así y todo, y tal como explico en un texto reciente sobre el black metal (1), una minoría de jóvenes izquierdistas amábamos esos sonidos, y seguimos explorando otros: progresivo, sicodelia, punk, dub, noise…De todos modos, hay que destacar que antes de 1973 Víctor Jara alcanzó a grabar “El derecho de vivir en paz” junto a la banda sicodélica nacional Los Blops y que artistas como Angel Parra usaron guitarra eléctrica en algunos discos, así que los prejuicios contra el volumen y la electricidad no los tenían todos sino que sólo los izquierdistas más amargados.

La música japonesa de ese turbulento período que más o menos encaja entre 1968 y 1977 la conocí recién a inicios de este siglo, tras leer un texto de Alan Cummings en la revista The Wire donde se explayaba en torno a esa escena de Shinjuku, y presentaba a artistas impresionantes que no conocía, como el saxofonista Kaoru Abe y el guitarrista Masayuki Takayanagi. De ahí en adelante estuve un buen rato dedicado a descargar discos japoneses en soulseek.

Las luchas callejeras de los estudiantes japoneses y su agrupación Zengakuren las conocí a inicios de los noventa, por la observación casual en la TV de un curioso documental llamado “Días de Furia”, donde entremedio de varias cosas bien bizarras muestran mostraban imágenes de la lucha en Sanrizuka contra la construcción del aeropuerto de Narita en las afueras de Tokio, hacia 1970, y la violenta resistencia y represión que se generaban (2). La voz en off del conductor presentaba el dramático registro como una confrontación entre el mañana (construir un moderno aeropuerto) y el ayer (la lucha de los campesinos y estudiantes por impedirlo). Poco después di casualmente con el librito de Bernard Beráud sobre “La izquierda revolucionaria en el Japón” (edición mexicana de 1971), donde entremedio de las detalladas explicaciones sobre las tácticas de combate callejero y la evolución de los distintos grupos de la ultraizquierda japonesa me hice una clara idea del tipo de lucha antiimperialista y a la vez antiestalinista que se llevaba a cabo por allá.

2) ¿Qué te interesó particularmente de la historia en Japón relacionada al Rock? Creo que por un lado está el choque que causaba la figura del rockero-hippie en la sociedad nipona, era directamente una figura fuera de la sociedad convencional. Por el otro el quiebre que tienen cuando pasan de los 60s más a-go go a una expresividad más propia.

Claro: la sola posibilidad de que existiera un “rock japonés”, y lo mismo con el jazz, es el núcleo del problema. Porque es cierto que al inicio se produce un fenómeno de imitación, primero con la manía que causan las guitarras eléctricas y su imagen y sonido futurista, ya desde las exitosas giras de los Ventures y los Shadows a inicios de los sesenta, los imitadores de Elvis y luego de los Beatles, pero finalmente se aprecia el surgimiento de una verdadera contracultura japonesa, con mucha fuerza desde el 68, que por un lado incorpora creativamente estas influencias occidentales generando un material genuinamente nipón, y que al mismo tiempo estaba profundamente ligado al movimiento estudiantil contra la guerra de Vietnam, y a un cúmulo de luchas sociales que se dieron en Japón como parte de la revuelta global de los sesenta. Esa misma adaptación del rock -que a su vez derivaba del blues- a otros territorios y psicogeografías se da en varios lugares: los alemanes con su “krautrock”, bandas francesas muy difíciles de encasillar como Magma y Etron Fou Leloublan, o el movimiento abiertamente político del “Rock In Opposition”, cuyas principales bandas producían formas totalmente únicas de “rock”, muchas veces dialogando con el folclore, el avantgarde y lo que ahora todos llaman “post-punk”.   

En el caso de una de las formaciones más famosas del rock japonés, la Flower Travellin’ Band, se canta en inglés y el vocalista había participado en la versión nipona de la ópera rock “Hair”, pero la guitarra eléctrica toca escalas orientales…incluso cuando están versionando a Black Sabbath o a King Crimson. Por cierto, en el arte del interior de su primer disco “Anywhere” (1970) se aprecia a dicho vocalista en la calle, tocando armónica con su pinta de rockero y cabellera afro, mientras es observado con una gran sonrisa por una señora de aspecto tradicional.  

Muchos de los protagonistas del “free jazz japonés” se preguntaban si era posible crear propiamente “jazz” en esas condiciones, o si más bien se trataba de una creación propia, imposible de clasificar bajo los parámetros usuales de la industria musical occidental. Para un detalle de estas discusiones y actividades (no solo musicales) recomiendo el libro de Teruto Soejima sobre el free jazz en Japón (disponible en inglés, pero aún no en español).

3) ¿Cuál es la importancia de Rallizes en esta historia? En un punto la historia de un grupo de rock que secuestra un avión en nombre del comunismo revolucionario es la materialización de las pesadillas de los padres gringos, el mito de un rock que altera las facultades políticas de la juventud hecha realidad.

Difícil no enamorarse de una banda como Les Rallizes Denudes…que con su sonido e imagen, mito y leyenda, concentran casi todo lo que fue la revuelta global del 68 y sus “vidas posteriores” (por usar la expresión de un interesante libro de Kristin Ross). Junto a la Flower Travellin’ Band son tratados en mi libro como los ejemplos superiores del rock nipón. Ambas ya han alcanzado hace rato un merecido estatus de culto, en gran medida gracias al libro de Julian Cope sobre el Japrock (editado hace poco en español).

Y sí: hoy en día nos resulta difícil imaginar que los rockeros hippies (o “futen” como se les llamó en Japón) fueron en efecto vistos como un peligro enorme para el partido del orden, en el momento en que pasaron a politizarse. Por eso la leyenda dice que la CIA tuvo que intervenir enérgicamente para lograr desviar el movimiento hacia las drogas y el entusiasmo por chamanes orientaloides y gurúes de la búsqueda interior.  

En Japón, la afluencia de melenudos en las calles fue primero tolerada, para pasar a ser fuertemente reprimida a contar de 1969. Sus tácticas de “guerrilla folk”, basados en los Panteras Negras, los estudiantes radicales alemanes y la experiencia de distintos grupos de acción y teatro callejero como los Hi-Red Center, fueron demasiado lejos a los ojos de la clase política, aunque curiosamente contaron con la simpatía de un “tradicionalista” como Yukio Mishima, que incluso se atrevió a ir a discutir con los estudiantes de ultraizquierda que mantenía tomado el campus de la Universidad de Tokio (3).

Y unos meses después del secuestro del avión Yogodo en que participó el bajista de los Rallizes, Mishima intentó tomarse un cuartel militar para hacer una proclama incitando un golpe de Estado tradicionalista, fracasando en el intento y siendo decapitado ritualmente por sus acompañantes.

Creo que al escuchar cualquier disco de los Rallizes, toda esa aura está presente, y por eso su obra es tan poderosa y sigue cautivando hasta el día de hoy. Parafraseando las últimas clases del malogrado Mark Fisher, seguimos cautivados por las formas culturales de esa época por “los deseos no realizados que eran inherentes a esas formas y a los que esas formas todavía les hablan”.

4) ¿Y cuál la importancia del free-jazz? Siento que está unido a la música de rock experimental en la historia pero que fueron movimientos que no siempre se cruzaron, más allá de los paralelos entre la deconstrucción del jazz y del rock.

Acaba de salir un libro del argentino Mariano Peyrou sobre el free jazz, al que califica como “la música más negra del mundo”. En esa perspectiva el free jazz, que considero una auténtica revolución cultural del siglo XX, aparece como indisociable de la experiencia de vida de los afroamericanos en Estados Unidos. Pero tal como el rock terminó siendo un lenguaje universal, el movimiento del jazz libre también se fue adaptando a distintos contextos que a la vez que lo alejan de su origen afroamericano, enriquecen esa tradición al hacerla dialogar con otros elementos, tal como ya era posible apreciar en la música libre hecha en Inglaterra por gente como John Stevens y Derek Bailey, en Alemania por Peter Brötzmann, y en Japón por una considerable cantidad de artistas que supieron usar y desarrollar este idioma musical.

Sobre la ligazón (o falta de ligazón) con el rock, diría dos cosas. Primero, que muchas de las bandas que llevaron el rock a sus límites en esa época estaban acusando recibo de la poderosa influencia de la obra de Coltrane, Taylor, Coleman y Ayler: es notorio en los casos de MC5, los Stooges y Velvet Underground, pero -curiosamente, ¿o no tanto’- esta es algo que no suele mencionarse al hablar de las influencias directas del punk. Y en segundo lugar, sólo agregaría que en el caso del guitarrista Masayuki Takayanagi -un conocido guitarrista que practicaba formas más tradicionales de jazz e incluso bossa nova- fue el encuentro con el ruidoso y expresivo feedback de Terry Kath en “Free Form Guitar” (pieza de 6 minutos 50 segundos incluida en el álbum debut de Chicago Transit Authority de 1969: ¡la muy exitosa banda de Peter Cetera!) lo que lo llevó a radicalizar su estilo abrazando la forma tan peculiar y radical de free jazz/noise que pasó a materializar con su New Direction Unit. Así que en base a todo eso, siempre he creído que el jazz y el rock deben seguir cruzándose, aunque no en la horrible versión “fusionera” de los setenta, un pastiche con que la industria lucra bastante, sino que uniéndolos en  torno a la gran marea de “ruido horrible” en que ambos son capaces de surfear.

5) ¿Hay una continuidad de esta historia en la actualidad? ¿Encontraste historias de grupos de otros lugares que se asemejaran a las historias de los grupos en Barricadas a go-go?

No mucho en verdad. O sea, en relación a ese período de tiempo (68-77) creo que la vinculación entre subversión política y estética sí existía, era propia de la contracultura, y no ha sido muy estudiada. Muchos de sus mejores productos apenas los hemos conocido o quizás no dejaron artefacto alguno tras de sí. Pero hablando desde la actualidad, me temo que los dos planos se han vuelto a separar: los artistas se creen artistas que a veces opinan de política o apoyan determinadas causas, y los subversivos políticos parecen poco interesados en el arte en sí mismo. Veo poca conciencia de que, como decía el poeta Maiakovsky, el arte revolucionario requiere formas revolucionarias. Por dar un ejemplo, durante la revuelta chilena del 2019 había muchas expresiones de arte callejero. Con unos amigos, incluyendo a dos músicos libres mexicanos, fuimos a la calle con saxofones, trompeta y otros instrumentos acompañando un hermosos viernes de diciembre los enfrentamientos como “Primera Línea Arkestra” (4). Poco después se organizó la “Barricada sonora” (5), que se repetía todos los viernes en el centro de Santiago, pero la convocatoria ya hablaba de “músicos que hablen el lenguaje de la improvisación” (yo participé al inicio, aunque no me considero “músico”), y la última vez que los vi (a inicios del 2020) iban tocando mientras marchaban hacia el Museo de Arte Contemporáneo…¡Y no precisamente para prenderle fuego! Después se vino la pandemia…

6) ¿Que parte del proceso de escribir el libro te causó más dificultad?

Aunque parezca paradójico, lo que más me costó fue escribir sobre los aspectos musicales. No es fácil, y a veces creo que es más difícil referirse a lo que te gusta, que escribir criticando lo que te disgusta (un problema que dicen que también sufría el gran Lester Bangs). Recuerdo que cuando creía que el texto ya estaba listo se lo envié a un buen amigo amante (y practicante) del noise, que tras leerlo me hizo ver que casi dos tercios del contenido se referían al contexto sociopolítico…Así que me vi forzado a trabajar un poco más la cuestión estrictamente musical, que se supone era el foco de la investigación. Creo que por eso el final queda un poco abrupto, y hasta anuncia una posible parte dos, en la que recién ahora estoy trabajando.

7) Aún no tengo en mis manos la edición mexicana del libro, ¿Qué es lo que agregaste respecto a las otras ediciones?

¡Debieras conseguirla! Acá en Chile ya se agotó, y hubo que hacer una reimpresión. Diría que esta es la edición definitiva, pues además de correcciones formales del texto original del 2017 se agregaron dos nuevas presentaciones: la de la editorial, que profundiza en aspectos culturales de la relación oriente/occidente, y la mía, donde entre otras cosas refiero el origen de esta combativa construcción que llamamos barricada, y la manera en que se expandieron una vez más por Chile y el mundo en las revueltas del 2019, antes de la pandemia y la tempestad reaccionaria y neofascista que vemos ahora.  

Además, esta edición trae una hermosa portada, 12 fotografías cuidadosamente seleccionadas que cubren desde las protestas callejeras hasta los principales héroes musicales de esta historia, y un listado de libros, discos y películas sobre el 68 japonés y su escena musical.



NOTAS:

[1] https://carcaj.cl/el-mundo-que-enterramos-una-mirada-anticapitalista-al-black-metal/

[2] Un fragmento del documental puede ser visto en Youtube bajo el título de “Siege of the Red Fort!”.

[3] El registro fílmico se creía perdido, pero apareció y fue editado hace poco como “Mishima: The Last Debate”.

[4] Acá se puede escuchar un breve fragmento: https://templosagital.bandcamp.com/track/primera-l-nea-arkestra-ataque-sonoro-2-contra-las-fuerzas-especiales-de-carabineros

[5] https://rkrause.cl/web/?page_id=5808

 

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jueves, junio 20, 2024

Reporte, Tur, Invierno y Lanzamiento 

Agradezco a lxs camaradas que han apoyado y trabajado en la circulación de materiales impresos en formato libro, que desde el 2013 en adelante se han ido editando en diversos esfuerzos editoriales.

En lo que va de este terrible año 2024, tenemos en este haber la cuarta edición (ampliada) de Barricadas a go-go, publicada por primera vez en el 2017, y en esta ocasión lanzada casi  simultáneamente en Santiago, Ciudad de México y Barcelona. Gracias a todxs por todo eso: Banzai, 2&3 Dorm, Archivo Situacionista Hispano, a los comentaristas acá y allá y especialmente a quienes acompañaron con su arte sonoro los eventos mexicanos. Aún quedan un par de lanzamientos pendientes: avisaremos a tiempo.

(el manuscrito se interrumpe aquí)...




Durante fines de abril de inicios de mayo hubo lanzamientos en Argentina: 1-2-3-4 (edición 2023) se lanzó en la galería Masao, junto a dos libros más editados por Tren en Movimiento: Canción del cardumen rancio Vol. II (Ilustraciones de Tomás Spicolli), y Banco de imágenes (poemas de Gastón Carrasco y collages de Caro Lagos). Hubo dub e improvisaciones en vivo, harta cerveza y poquita canabis. Después, varixs nos fuimos a una excelente pizzería que aún estaba funcionando en la madrugada de martes/miércoles.

Un poema de Carrasco me llamó inmediatamente la atención, logrando que se me erizara la piel recordando los días de revuelta en Santiago hace menos de cinco años y que tan lejanos me parecen ahora:

La fotografía como documento social

La imagen cobra vida, la vida te la cobra. Asciende una columna de humo que parte en dos el horizonte. Un hombre pintado de selk’nam pasa frente a nosotros. Esquivo el daño, a centímetros, más de las veces que quisiera. El ojo es un animal que salta en las imágenes para cruzar el río de luz. Una molotov revienta en la mano en el peor momento. Intento armar un mapa de guerra de imágenes.  Hace días que no busco hacer fotografías, la realidad me esquiva. Respiro y reconozco el espacio que cambia día a día. Hay pegatinas de ángeles barrocos con frases contra el gobierno. Una chica se mancha las manos con tinta negra pintando un stencil. El arte de prender y fotografiar el fuego, ritual y barricada, humareda y aire enrarecido. Banderas rojinegras. El paisaje urbano como trinchera. Un encapuchado lleva en el pecho un tatuaje de Malcolm X. En el parque Forestal una banda toca en vivo covers de Rage Against The Machine. Un prócer, irreconocible, está envuelto en plástico alusa. En el parque Forestal un trío de chicas, megáfono en boca, toca “Viva la Revolution” de los Adicts. Las camillas con heridos cruzan la escena como en las películas de guerra. La piel arde. La garganta y los ojos se cierran. Nos desplazamos como animales ciegos movidos por el instinto.  El odio brota de manera orgánica en el cuerpo. Los láseres se extienden como enredaderas hacia el cielo. Reconozco a alguien por los ojos, escondida en una kufiya, como guerrera kurda. La miré aturdido mientras ella tomaba del brazo a su compañero en dirección contraria a la represión. Los piquetes se tomaron el espacio como hormigas o chaquetas amarillas un trozo de carne. Grupos de diez o doce caínes. En un segundo todos apuntaron sus armas, láseres, cámaras. La imagen queda en suspenso.

La religión de la muerte en versión de Lazo ediciones se lanzó el jueves 2 de mayo en Biblioteca La Caldera, y el sábado 4 en la Biblioteca Ghiraldo de la ciudad de Rosario. De esta última circula el audio por ahí.

Regresando a Santiago, hice un set solista bajo la denominación de JC Anti Ensamble en una tocata en que además estuvo mi viejo amigo Luciérnaga, poco después con el amigo Rodrigo Karmy hicimos un conversatorio sobre “Sionismo y fascismo” en el acampe de la casa central de la Universidad de Chile.

El próximo lanzamiento de Barricadas a go-go será el viernes 28 de junio en Esqueleto libros. Comentan: Cristóbal Durán y Marisol García. Apenas tenga el afiche lo comparto.

YA: acá está toda la información sobre el lanzamiento de este viernes.

Denle likes, promocionen, vayan, lleven amigos/amigas/amantes. 

Hace frío: así que lleve vino también (repartiremos un poco pero mejor que sobre).

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lunes, mayo 20, 2024

Free jazz en Anagrama: Comentario y Nota preliminar 

 


Comentario de Free jazz. La música más negra del mundo, de Mariano Peyrou (Editorial Anagrama, 2024).

Por Quim Casas (RdL 16. 05. 2024)

De este ensayo sobre el free jazz me gusta mucho el esfuerzo de su autor por explicar de manera lo más directa y transparente posible un concepto tan complejo e inextricable. En un cuaderno más de Anagrama –no tan breve como otros, son 154 páginas, aunque en formato pequeño–, Mariano Peyrou (Buenos Aires, 1971), profesor de Historia del Jazz en el Centro Superior Música Creativa de Madrid, lanza varias definiciones que ayudan tanto al conocedor como al profano a contextualizar y concretar. 

Algunas de ellas: “El free jazz es un enfoque musical, más que una serie de rasgos estilísticos”; “Combina dos estéticas a las que el público no está acostumbrado: la de las vanguardias y la de las culturas africanas”; “El free jazz destruye oposiciones binarias en las que se basan muchos discursos estéticos, como las que enfrentan lo primitivo a lo moderno, lo popular a lo culto, lo emocional a lo cerebral, lo intuitivo a lo reflexivo, lo material a lo espiritual y lo individual a lo colectivo”; “El free jazz también refleja una tensión entre lo blanco y lo negro que va más allá de lo musical, que forma parte de la sociedad norteamericana y que en esta época está muy exacerbada”; “Es un deseo, que no siempre se realiza, de prescindir de ciertos elementos restrictivos del jazz anterior, y un impulso hacia una mayor libertad”; “El rechazo del free jazz a considerar la música fundamentalmente a partir de la melodía y la armonía y el deseo de darle un lugar central a las texturas, las densidades y los timbres” (en relación a las semejanzas del free jazz con obras de compositores europeos como Karlheinz Stockhausen, György Ligeti o Iannis Xenakis); “El free jazz, dando voz a la parte negra del jazz, deja de lado ‘violentamente’ la melodía y la armonía, como Kandinski o Mondrian dejan de lado violentamente la representación”; “No tiene por qué haber una melodía, y las relaciones entre los distintos instrumentos no son siempre las mismas, sino que van variando”; “En el free jazz, el bajo adopta funciones más melódicas. La sección rítmica contribuye tanto como los solistas a proporcionar variedad tímbrica, texturas, dinámicas; a moldear el sonido, dosificar la energía y crear atmósferas. Y eso, no las melodías –ni quien se hace cargo de ellas–, es lo fundamental en este estilo”. En una nota a pie de página, Peyrou remite al trombonista George Lewis cuando habla del jazz como una especie de cárcel conceptual que encasilla a los músicos. El free jazz –como el punk o el noise en el rock– se rebeló contra ello.

“Free jazz. La música más negra del mundo” comienza remontándose a 1959, año en el que aparecieron varios discos que ponían en crisis los modelos del bebop y el hard bop sin impugnarlos: “Kind Of Blue” (1959) de Miles Davis, “Giant Steps” (1960) de John Coltrane, “The Shape Of Jazz To Come” (1959) de Ornette Coleman, y“Mingus Ah Um” (1959) de Charles Mingus. Peyrou escribe que estas obras representan el agotamiento de aquellos estilos que dominaron en los años cuarenta y cincuenta y la necesidad de pasar página. El de Davis representa al jazz modal, el de Coltrane eleva a lo máximo el concepto de bebop a la vez que lo finiquita. El de Mingus, sin ser free jazz, “presenta el gusto por el ‘desorden’, la interacción espontánea y la creación colectiva que van a caracterizar este estilo”. Peyrou explica, en relación con “Mingus Ah Um”, que ahí están las disonancias, los juegos con la afinación, la liberación métrica o el interés por el sonido en sí mismo, aspectos que esbozan lo que estaba por llegar. Cita a Charlie Haden, contrabajista de Coleman –“cuando empiezas a pensar, la música se detiene”–, y a Joseph Jarman, saxofonista del Art Ensemble Of Chicago –“intento eliminar la razón”–, para refrendar esa sensación explícita de libertad, en todos los sentidos, que incorporaría el free jazz, primero llamado New Thing y bautizado de esa forma tras la aparición de un disco de, precisamente, Ornette Coleman, “Free Jazz. A Collective Improvisation” (1961).

El discurso de Peyrou reivindica la importancia en el género de determinados aspectos de la música africana, de ahí su subtítulo, en abierta oposición con la música tradicional africana, menos reivindicativa y de autoafirmación según el autor. A partir del citado disco fundacional del doble cuarteto de Coleman, define ideas esenciales: “Los ocho instrumentistas improvisan por turnos y unos interludios de improvisación colectiva separan sus solos. Es bastante evidente que hay aquí elementos africanos. Muchas veces una frase se ve interrumpida por otra, los músicos se pisan; en la pieza que nos ocupa esto ocurre multiplicado por mil (…). Y la música, además de colectiva, es anónima en un nivel poco habitual: resulta difícil saber quién toca qué”.

Pero nada como la comparación entre "Mohawk", tema de Charlie Parker registrado en 1950 con Dizzy Gillespie y Thelonious Monk, y la versión grabada en 1965 por el New York Art Quartet (Roswell Rudd, John Tchicai, Milford Gaves y Reggie Workman). “En sus solos, Parker y Gillespie ‘cumplen’ con la armonía, la respetan, la obedecen; son, desde luego, dos improvisaciones extraordinarias, llenas de feeling bluesero y bebopero. Sin embargo, visto desde el filtro del free jazz, incluso el bebop parece ‘peinado’. En la versión original de ‘Mohawk’ se oye la melodía dos veces, un solo de saxo, un solo de trompeta, un solo de piano, un solo de bajo y la melodía de nuevo para terminar”. El método clásico, universal. “Da la sensación de que los solistas desfilan en orden, sometidos a una disciplina que no han elegido (…). En la versión de NYAQ, tras la exposición de la melodía los solos son dialogados: no se improvisa de acuerdo con una progresión armónica preestablecida, sino en función de lo que toquen los demás, de lo que ocurra en el momento (…). La melodía no está únicamente al principio y al final, como es preceptivo: no desaparece nunca, o mejor dicho, desaparece y reaparece”. El jazz y dos mundos (casi) equidistantes. Peyrou invoca a Ornette Coleman, cuando este decía que su idea era que dos o tres músicos tuvieran una conversación con sonidos sin tratar de dominarla, para refutar a Gillespie y su opinión de que un buen batería es aquel que se olvida de sí mismo para someterse al solista.

Es un ejemplo más del análisis pormenorizado y clarificador que propone el ensayo, que ahonda igualmente en la espiritualidad del saxo tenor, en la transformación de Coltrane tras escuchar en directo la música de Coleman, el cambio que supone el vibráfono en vez del piano en la obra de Eric Dolphy o la obra total de Cecil Taylor como encuentro entre las culturas africanas y la vanguardia occidental.

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Nota preliminar

«Si quieres aprender, enseña», recomienda Marco Tulio Cicerón. Tras pasar dos décadas y media escuchando, estudiando y tocando esta música, comencé a dar clases de Historia del Jazz. Apenas unos años después, sentí la necesidad o el deseo de estructurar un poco lo que sabía y encajar algunas ideas propias. Este libro es resultado de esa necesidad o ese deseo. Me imagino que el constante autocuestionamiento que supone la enseñanza me llevó a intentar sistematizar las relaciones entre músicos de distintas épocas, entre los músicos y otros artistas y entre las innovaciones de ciertos músicos y su contexto sociopolítico.

Siempre tuve claro que el libro tenía que ser breve, quizá para resultar más didáctico, o más contundente: una introducción al free jazz, un intento de estimular a los oyentes primerizos a que se acerquen a una música que me parece apasionante y de proporcionar a los aficionados a este estilo un marco para entender mejor por qué estos músicos tocan como tocan, de dónde vienen estos sonidos y hacia dónde van. El subtítulo se me presentó de repente y me gustó, pero al principio no me pareció adecuado: pensé que la música tradicional africana, sin influencia blanca de ningún tipo, era en realidad más negra. Luego me di cuenta de que «la música más negra del mundo» aludía a dos cosas que justificaban la frase. Por un lado, precisamente esa convivencia con lo blanco (el contexto, los instrumentos, los conceptos musicales procedentes de las tradiciones de la música europea) producía un contraste que realzaba el carácter negro del free jazz. Por otro lado, el free jazz intenta activamente suprimir ciertos rasgos musicales blancos y potenciar algunos rasgos negros, mientras que la música tradicional africana carece de ese elemento reivindicativo y de autoafirmación.

Quiero dedicar este libro a mis alumnos del Centro Superior Música Creativa. Ellos son, en buena medida, mis compañeros de trabajo y de estudios.

El año 1959 es un punto de inflexión en la historia de la música afroamericana. En marzo y abril, Miles Davis graba Kind of Blue; en mayo, John Coltrane, que había participado en ese disco, graba Giant Steps. Se trata de dos álbumes fundamentales en la evolución del jazz. Cada uno a su manera, representan el agotamiento del bebop y el hard bop, y muestran la necesidad de pasar página y asumir un nuevo planteamiento estético. El bebop, un estilo surgido a comienzos de la década de 1940, rechaza el swing de las big bands, preponderante en la época anterior, porque a los músicos les parece que, con ese enfoque tan centrado en los arreglos, la orquestación, la escritura y la precisión rítmica, el jazz se ha blanqueado demasiado, y propone un enfoque orientado principalmente hacia el solista. En el plano musical, lo importante es la improvisación, no la composición. En el plano sociológico, lo importante es expresar la sensibilidad, el estado de ánimo y las capacidades artísticas de la comunidad negra, no hacer bailar a la gente. En los años cincuenta se produce un movimiento semejante, aunque mucho menos radical, cuando los músicos de hard bop rechazan el estilo cool, con su estética más contenida y representado sobre todo por blancos, y recuperan el blues y el gospel combinándolos con algunas de las aportaciones del bebop. Pero las estructuras fijas y la complejidad armónica todavía dificultan la interacción de los músicos, un elemento fundamental del primer jazz que había pasado a un segundo plano desde que el inmenso talento de Louis Armstrong, en los años veinte, colocó en primer plano la improvisación individual.

Kind of Blue representa el jazz modal, que, explicado brevemente, se basa en tocar una única escala sobre un único acorde durante mucho más tiempo de lo que se había hecho nunca en el ámbito del jazz. La improvisación melódica estaba muy constreñida por una serie de reglas y costumbres que consistían en tener en cuenta, ante todo, los acordes que tocan los acompañantes; la simplificación armónica supone una mayor libertad. «Miles estaba evolucionando hacia el empleo de cada vez menos acordes en las canciones», dice Coltrane. Las ideas de los solistas, con este sistema, «fluían libremente», pues cada uno podía «decidir si quería tocar melódica o armónicamente», es decir, centrándose en la armonía, como se hacía en la época del bebop, o en las melodías, como suele hacerse en las músicas folclóricas. Kind of Blue elimina las enrevesadas progresiones de acordes particularmente en «So What» y «Flamenco Sketches», temas en los que se emplea una sola escala durante varios compases. El free jazz irá más lejos y eliminará la obligación de emplear acordes y, sobre todo, acabará con la posición central de las progresiones armónicas en la improvisación.

Giant Steps, por su parte, representa a un tiempo la apoteosis del bebop y su final. En cierto aspecto, este disco es lo contrario de Kind of Blue, ya que en él se hace hincapié en los rasgos fundamentales del bebop: en «Giant Steps», el tema que le da título, hay una gran complejidad armónica, la improvisación se basa en arpegios y se toca a mucha velocidad. Desde el punto de vista del solista, las cosas nunca habían sido tan complejas y exigentes: Coltrane necesita recurrir a frases hechas, estudiadas previamente, para poder solear. Resulta tan difícil improvisar sobre la armonía que el pianista Cedar Walton, en una primera sesión, no había querido hacer un solo, y Tommy Flanagan, en la grabación que se publicó, fue incapaz de improvisar con éxito. Ni siquiera Coltrane logra realmente improvisar: en todas las tomas que grabó, y en distintos momentos de esas tomas, repite las frases que llevaba preparadas. Al igual que el disco de Davis, Giant Steps sirve para constatar que una verdadera improvisación melódica no puede llevarse a cabo con tantos acordes y a esa velocidad. Siendo una obra maestra, lo máximo a lo que se puede llegar con el sistema de valores del bebop es también una demostración muy contundente de los límites de este estilo, cuyos rasgos imponen un grado relativamente bajo de improvisación y unas posibilidades de interactuar casi nulas. Creo que vale la pena señalar que estos dos discos se grabaron sin ensayar, para fomentar las interpretaciones más espontáneas que fuera posible. En cualquier caso, Giant Steps supone el final de un camino. Coltrane empezará a recorrer otro en los años sesenta.

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En Anagrama puedes acceder a una Selección de temas:

En esta lista de reproducción exclusiva se incluyen todas las piezas que el autor cita y comenta en el libro y están disponibles en Spotify. Las que no lo están pueden encontrarse en YouTube y Bandcamp: «Mohawk», de New York Art Quartet; «Metamorphosis 1962-1966», de The Bill Dixon Orchestra; «Voices», de The Bill Dixon Orchestra; «Beloved’s Reflection», del Indigo Trio; «Lonely Woman», de Naked City; y «Theme from a Symphony (Variation One)», de Ornette Coleman.

bit.ly/FreeJazzPeyrou


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domingo, abril 07, 2024

Otro Día Perfecto 


Una cosa lleva a la otra, y si no fuera por un amigo, estuve escuchando el "Otro día perfecto" (1983, aunque mi CD pirata ruso dice 1982)  de los Mötörhead sin caer en cuenta que el guitarrista que ahí usaron -y que les duró un sólo álbum- era nada menos que Brian "Robbo" Robertson, que había estado aportado una de las dos guitarras gemelas en Thin Lizzy desde el album "Vida Nocturna" (1974) hasta el doble en vivo de 1978 que comenté al final de la entrada anterior.

Robbo fue llamado a terminar el tour gringo del "Iron Fist" cuando el Rápido Eddie Clarke los abandonó.

La gráfica del disco muestra al "Animal Sucio" de la batería y Lemmy burlándose de la musicalidad sofisticada de este nuevo guitarrista. -"¿Muy musical no?" -"Lindas piernas eso sí".

La historieta era bastante real: las pintas de los rockeros Phil y Lemmy contrastaban radicalmente con el estilo de trajes de satin de Robertson. Como dijo Lemmy: "Las zapatillas de ballet y Mötörhead no pegan".

Pero vamos a la música. Coincido con Fenriz: "si a alguien no le gusta Another Perfect Day, tiene problemas serios".

El album es brillante de principio a fin, y por si fuera poco, trae las canciones "Danzando en tu tumba" y "Tuve lo mío". Me hace regresar a 1983. Y en fin: siempre amé a los Cabeza de motor (escuché este disco también en 1986 gracias al profe de música), y aunque se puede decir de ellos que el estilo nunca cambió mucho, la mezcla Motor-Lizzy o Thin-Head (en proporción de 2 contra 1) en este documento lo hace hermoso y valioso. 

Por lo mismo, además de los albums que todo el mundo aplaude hoy en día ("As de espadas" y, el en vivo "No se duerman hasta Hammersmith"), y la dupla inmejorable que tengo en otro pirata ruso: "Overkill" y "Bomber", ambos de 1979,  más el single de "No class", Otro Día perfecto está grabado en la memoria como el espacio de encuentro de dos estilos diferentes que permitían soñar con un nuevo POP metalero y punketa, retomado entre otros casos por los buenos de Leatherface (ayer vi a otro amigo, que se acababa de topar de bruces con un album legendario de dicha formación, a solo 3 lucas: 500 más y le alcanzaba para una Heineken de a litro en el Restaurant El Parrón de Santa Rosa). 

Dado que la revolución no ha hecho sino seguir fracasando, podemos seguir soñando en un otro mundo perfecto, finalizar diciendo "Muere bastardo".

¿Quien sería el bastardo? No lo sé. Pero la relación con el nuevo guitarrista fue bastante mala. En palabras del propio Lemmy:

"Grabar este disco fue una tortura. Brian se echaba 17 horas en grabar una pista de guitarra. Tomó mucho más tiempo que grabar cualquier otro álbum, y cuando finalmente salió, todos lo odiaban" "Disfruté todas las formaciones, pero esa no. Fue el punto más bajo de nuestra carrera". Tan bajo que el baterista y Robbo dejaron abandonado a Lemmy, para formar la banda Operator.

Así y todo, Lemmy dice que esa caída en picada fue paradójica, porque el disco en sí era bastante bueno, ha pasado la prueba del tiempo, y a los fans llegó a gustarles. Pero no en ese momento. Aunque tan mal no le fue: llegó al lugar 20 en los rankings británicos


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miércoles, marzo 27, 2024

LA ÚLTIMA GRAN BANDA DE ROCK AND ROLL 

 


He estado escuchando como loco el álbum Black Rose (1978) de Thin Lizzy, al punto que mi hijo ya se aprendió de memoria dos temas: Toughest Street in Town, rebautizada según la ocasión  como “Brigid Street in town” o “Flaitest sreet in town”, y Waiting for an alibi.

Al principio no me gustaron tanto un par de temas: S&M (sobre su enamoramiento con una prostituta), Sarah (dedicada por Phil Lynott a su hija recién nacida), y Roisin Dubh (Black Rose) a rock legend. Pero a las finales, es un álbum perfecto, redondo, aunque nada se te queda más pegado por días y semanas que los dos temas favoritos que señalé en el párrafo anterior.

El primer tema, “Haz lo que quieras”, tiene un toque como de Suzi Quatro con Gary Glitter, así de glam, pero en versión hard rock: una maravilla, y de ahí enlaza de inmediato La calle más Brígida del pueblo, que tiene unos power chords que podrían haberlos hecho los Cockney Rejects, y de hecho hay todo un toque pub/oi! cuasi punk que lo hace adorable. Leí por ahí que Lynott apoyó totalmente el punk cuando surgió, pero que en la era punk de algún modo su banda se vio como algo anticuada: dinosaurios del rock, aunque dentro del linaje degenerado del rock and roll sostengo que Thin Lizzy debe haber sido la última verdadera gran banda, justo después del eclipse de T. Rex.

De hecho, el productor de Rosa Negra es el gran Tony Visconti, de la fama de T.Rex y Bowie, y se nota su toque mágico.


“Esperando una coartada” es pura poseía callejera típica de Phil, la que ha hecho que en allmusic lo definan como especie de Dylan/Springsteen cantando a la clase obrera en formato de rock pesado. Porque claramente la banda debe haber influenciado a gran parte del heavy metal de fines de los 70, sobre todo por esa twin guitar que es una influencia evidente en Iron Maiden. Las dos guitarras, incluyendo acá al luego muy famoso Gary Moore, se lucen y le dan un toque único. Por cierto: el solo de Moore en el segundo tema es una maravilla.

Al igual que Lemmy y Mötörhead, Phil y Lizzy pueden ser del gusto de punks y metalheads, porque lo que hacen finalmente es ni más ni menos que Maximum Rock and Roll.

Hace poco también leí que Phil y algunos miembros de Sex Pistols armaron una banda ad hoc, The Greedies, que lanzó un single navideño en 1979.


De todos modos, sólo conozco una pequeña parte de la amplia discografía de Thin Lizzy, que creo alcanza la cifra de 14 LPs (incluyendo dos dobles en vivo).   

Cuando tenía 15 años, en 1986, el profesor de música del Liceo, que además me enseñaba guitarra eléctrica, me prestaba harta música, y entremedio una vez me pasó el “Renegade”, de un par de años antes. Era el último álbum, que muchos consideran de lejos el peor. A mi me gusta todavía, con canciones como la que le da título, y “Mexican Blood”. No era el mejor momento de Lizzy, y Phil murió poco después, pero sigue siendo superior a casi todo el “rock” posterior y actual. Según un querido y viejo amigo, en este album Lizzy suena como un Dire Straits más lumpenproletario

Y por ahí por el 2014 tuve que ir varias veces por trabajo a unas audiencias judiciales en la localidad costera de Pichilemu, aún bastante averiada por el maremoto del 2010. La copada agenda del tribunal nos dejaba algunos días libres entremedio, y así casi de causalidad llegué a ver varios conciertos de Lizzy en You Tube matando el tiempo en la habitación del hostal mientras juntaba ánimo para ir pasear por la playa. Me encantaron, y después en el Persa Biobío me compré el CD del Jailbreak (no confundir con la obra de AC/DC del mismo nombre, también excelente), de 1976, producido por John Alcock, y que justo ayer cumplió 48 años.



Para muchos esa es la obra cumbre de la banda. No podría confirmarlo porque me falta escuchar como 10 discos más por lo bajo. Pero sí: es un disco maravilloso, de principio a fin. Todo el mundo debería tener una copia en su casa para homenajear al mulato irlandés. Desde “Jailbreak” hasta “Emerald” el álbum te pasea por el mundo de Lynott, hijo del fugaz encuentro de su madre irlandesa con un marinero de Martinica, anunciando un estallido del que no todos saldrán vivos, paseando entremedio por el oscuro romanticismo de “Romeo y la chica solitaria”, y en el tema seis con lo que Greil Marcus dice que es por definición un verdadero hit veraniego: “The boys are back intown”, o "los chicos están de vuelta en el pueblo",que creo hasta hoy es su canción más exitosa y conocida.   

Greil comenta:

Noten la letra cuando dice “El verano no está muy lejos ahora que los cabros están aquí de vuelta”, con la sorprendente sugestión de que con su mera presencia Los Cabros causan un cambio de estaciones!

Y concluye:

Esta canción no es el producto de la realidad sino que del mito del rock; por medio de encantamientos busca restaurar el lenguaje del rock a la simple realidad capturada sin esfuerzo por los Beach Boys en “I get around”.

That´s right, Greil, y en homenaje a todo esto, voy a abrir una lata de cerveza (siendo justo las 12 en punto; soy un hombre de principios, y (casi) nunca bebo alcohol antes de mediodía).

ADDENDUM I:

Un amigo me hizo ver que en este entrada faltaba un dato importante: esas dos portadas de TL (junto a varias más) las hizo el artista irlandés Jim Fitzpatrick, famoso por su retrato del Che Guevara, y que hizo la portada del glorioso Underground Resistance de los gloriosos Darkthrone.



ADDENDUM II:

Buenos días. Ya mataron a Jesus Christ, pero entiendo que está arreglado que mañana va a resucitar en gran estilo.

Yo tampoco.

Me di cuenta de un par de errores que cometí en mi escrito sobre el poeta Philip Lynott y su vehículo expresivo, la banda de rock pesado Thin Lizzy.

Podría ir y arreglarlos, pero no soy un nazi/estalinista en el uso de la publicidad de masas.

Prefiero ir y asumir mis errores derechamente, y ver si de ello algo se aprende.

"Rosa Negra (una leyenda del rock" no es de 1978 (cuando yo iba en tercero básico) sino de 1979 (cuarto básico, Colegio San Antonio de La Serena. dado que en nuestra insignia decía C.S.A., cuando niños/as de colegios rivales nos veían aparecer espetaban: "¡Ahí vienen los Calzones Sucios Amarillos!". Gran anécdota de infancia en La Serena).

El otro error CRASSo en que incurrí es que dije de memoria que "Renegado" era el último álbum de Thin Lizzy. la verdad es que no: es de 1981, y en 1983 salió el doble en vivo Life y su verdadero último album de estudio: "Rayo y trueno".

Otra cosa interesante es que si bien la crítica no ha tratado muy bien al "Life", y yo tendría que analizarlo antes de opinar (por lo general no me gusta hablar de cosas que no sé), conseguí hace poquito el otro album doble en vivo (me gusta ese formato algo excesivo: Kiss Alive, Gong Live etc., Double Live Gonzo!, etc.) , "Live and Dangerous", de 1978.

Muy buen documento del rock, con una banda legendaria en un buen momento, producción de Toni Visconti, último album con el guitarra Brian Robertson, esta selección de 17 temas vendió 600.000 copias en Inglaterra y llegó al número 2 de los rankings, sólo superado por la banda sonora de "Grease" (o Grease brillantina como recuerdo que le decían por acá).  

Pero así y todo, el disco suena algo cansado, y se dice que es solo 75% en vivo, y la cuarta parte restante es trabajo de retoque en estudio. Nada mal en todo caso. Como se puede apreciar en esta presentación en Australia de "Waiting for an Alibi", hacia 1978 la banda tenía un seguimiento MASIVO: Qué curioso que luego Los Cabros de Thin Lizzy hayan sido casi olvidados.

Y esta versión creo que la mejor representación visual del glamour de esta banda, interpretando, sí, una vez mas, Waiting for an Alibi, en el show de Kenny Everett (1979)..


(Mis paseos por la ciudad me hacen concluir que, dejando de lado lo que pueda o no aparecer en los galpones y pavimentos del Persa Bío Bío, los discos más variados y baratos se encuentran en las diversos locales que aún subsisten de la disquería Punto Musical: donde este CD me costó 7500. A un amigo le costó 9.900, misma edición, en la disquería Billboard. Con los 2.400 de diferencia te puedes comprar al menos dos latones de cerveza Quilmes, Cusqueña o Budweiser. Coors: no. muy aguada y con mal sabor)). 



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domingo, marzo 10, 2024

Deathspell Omega y sus influencias: fragmentos de dos entrevistas 

 


1.- Entrevista de no se sabe qué integrante de DsO con Northern Heritage (2000)

NH: Tú eres de los que generalmente escuchan solo metal. ¿Cuánto de eso es black metal y cuanto pesa el mensaje detrás de la música?¿Qué opinan de mover la cabeza con el heavy metal tradicional y su ideología: música fuerte, un montón de copete y minas para culear?

DsO: Black Metal es como el 95% de lo que escucho. El resto es viejo Death Metal satánico y un poquito del Thrash Metal más crudo también, y quizás 2 o 3 discos de Heavy Metal. El mensaje tras la música es extremadamente importante, y bandas que hacen buena música con estúpidos mensajes alabando la vida (como es a menudo el caso con el Death/Thrash/Heavy Metal) es algo que yo no escucho. Todo debe ser bueno y extremo. Y en relación a la actitud tradicional del Heavy Metal, creo que la gente que esté en eso y yo no vivimos en el mismo terreno, y no tengo mucho respeto por ellos. Yo también consumo alcohol, pero escuchando solo Black Metal y mutilándome hasta que mis brazos estén llenos de sangre. Nada muy lindo ni buena onda como puedes ver.

2.- Entrevista de no se sabe qué integrante de DsO con Bardo Methodology (2019)

BM: ¿Cuánto del proceso de composición ocurre en lo que llaman “estado-de-flujo” (Flow-state)? Esto es especialmente interesante considerando el enfoque intelectual -que es lo que presumo que la gente encuentra “matemático”- hacia los riffs, patrones de batería, y estructura general de las canciones. ¿Pueda esta música ser compilada sin una influencia consciente?

DsO: La verdad es que hay un montón de trabajo duro en el viejo estilo detrás de todo lo que hacemos y esos momentos de gracia – cuando la música y los textos parecen canalizarse casi de manera mágica – suelen ser el resultado de una rumiación que puede durar por días, o meses, en un nivel subconsciente. No descansamos, y todo esto es un llamado y está mucho más allá de la obsesión. Es tanto la traducción de una Weltanschauung (Cosmovisión) como la elección meticulosa de un set de herramientas.

Por ejemplo -los trabajos microtonales, música muy inusual para los estándares occidentales, nos impacta por su habilidad para transmitir la sensación de un malestar inminente. La Neue Musik también forjó la comprensión de que uno no necesariamente tiene que razonar en términos de melodías, riffs y escalas tradicionales sino que la música puede ser expresión de pura emoción abstracta; que en el momento en que transformas los instrumentos orgánicos en animales gritándole a la muerte, como hizo Penderecki en su “Treno por las víctimas de Hiroshima”, has alcanzado un cierto lenguaje musical que produce una verdad no adulterada. Añade a eso la pasión absoluta que sentimos por gran parte de la música radical surgida desde los 60 -dentro de la que el metal extremo y específicamente el Black Metal son, desde lo más primitivo a lo más ambicioso, por esencia un género revolucionario y sin límites- y terminas contando con un amplio set de herramientas disponibles en el proceso de escribir canciones. Una vez que la narrativa conceptual está a nuestra disposición, tenemos fuertes imágenes y conceptos que debemos transmitir.  Aquí, nuestra visión de mundo juega un rol puesto que tenemos un sentido de responsabilidad en lo que hacemos.  Déjanos referir de nuevo a Paul Celan para propósitos ilustrativos: ritmos complejos o patrones numéricos, ciertos patrones de acordes, el uso o el rechazo de la melodía son solo un lenguaje que ocurre naturalmente como formas de expresión de individuos como nosotros que no tienen un entrenamiento musical formal. Las bases de nuestras canciones están siempre escritas en una guitarra Gibson desenchufada, para no esconderse detrás de distorsión o efectos. Sólo la verdad desnuda de un instrumento orgánico. Podría añadir que nuestro equipamiento es en verdad muy cercano al de la típica banda hard-rock de los 70.  Entonces lo que escuchas y lees es la proyección de una visión.

Mientras el black metal constituye nuestras amadas raíces, el cemento, y la manera en que definimos nuestra música, ciertamente reconocemos a cada artista con la capacidad y a veces el coraje para ser un faro de luz en un océano de conformismo -aunque lo sea por unos pocos años. A veces nos gusta creer que existe un diálogo entre lo que hacemos y obras seleccionadas de John ColtraneBLACK SABBATHDiamanda GalásKING CRIMSONJUDAS PRIEST, el primer DEAD CAN DANCECELTIC FROST, el primer KREATORNAPALM DEATH, el primer CARCASS – esas malditas “Peel Sessions”… MAGMAYACØPSÆIMMOLATIONOXBOWAMEBIXScelsi, early AUTOPSYGENOCIDE ORGANBRIGHTER DEATH NOW e IN SLAUGHTER NATIVESPORTISHEADAllan Holdsworth y el primer Nick CaveTom Waits y Scott WalkerWyschnegradskyPenderecki y LigetiJOY DIVISION… Y hay muchos más. Nombrar todos estos artistas en una sola bocanada de aire, como si fuera una entrevista en un fanzine en 1993, fue un raro placer!  

3.- Fragmento de ensayo del tema "Los fuegos de la frustración" (del album The furnaces of palingenesia, 2019)

4.- Video clip del tema "Ad arma" del (mismo album). 

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domingo, marzo 03, 2024

Se apareció marzo 

No me di ni cuenta de como avanzaron los días y semanas.

Pensé en varias cosas para escribir, y finalmente no escribí nada de nada.

A principios de febrero estuve con los compañeros de El Porteño en una nueva invitación a su programa Mate al Rey.

Pocos días después murió Sebastián Piñera al caer en su helicóptero al Lago Ranco, y los compañeros de Kalewche me pidieron un artículo al respecto. Sólo debo complementarlo señalando que pocas horas después de haberlo enviado quedó claro que las últimas palabras del especulador no fueron "Salten ustedes primero" como dijo su hermana, sino "¿Qué pasó?" (versión del empresario que lo acompañaba y su hijo).

Apareció el "Worship Him" de Samael a 6 lucas en el Persa, edición argentina, en la dirección que ya señalé unas entradas atrás. Y por segundos no me llevé el "Show no mercy" de Slayer al mismo precio, pues fue capturado por un adolescente con polera de Sadistik Exekution, así que quiero creer que quedó en buenas manos. Como premio de consuelo me traje el "Hell awaits", que no escuchaba desde que iba en segundo medio (y créanme que eso fue hace bastante tiempo). Tom Araya es manifiestamente un pelmazo reaccionario, pero qué le vanos a hacer...Lo mismo le pasó a King Buzzo y no por eso renunciaré a escuchar los discos antiguos de los Melvins.

El otro día iba caminando por las inmediaciones del Metro Tobalaba y unos periodistas me entrevistaron en relación a mi estatura (física, no moral). Lo bueno es que la polera de Deathspell Omega que lleva puesta apareció en el noticiero central de 24 horas en todo el país (y no olvidemos la señal internacional: gracias a eso me vieron mis parientes en Suecia). Mi hijo cumplió 13 y es apenas un poquito más bajo que yo.



NO tengo más que decir y lo estoy diciendo.

Deprime mucho no saber qué hacer para detener el genocidio en Gaza.

Aaron Bushnell tomó medidas extremas y se inmoló afuera de la  Embajada de Israel en Washington DC.

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Casi lo olvidaba: del paso por Neltume lanzando "La religión de la muerte" quedó este bello registro hecho por el compañero Javier.

La edición argentina del libro ya está en imprenta. Y en Chile está en imprenta la cuarta edición -aumentada- de Barricadas a go-go.

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