lunes, abril 28, 2025
Un recuerdo de Joshua Clover
Me acabo de enterar que falleció el compañero Joshua Clover, un comunista de esos de a de veras (o sea, antiestatal) que anduvo por acá hace como un año y medio.
Rescato del archivo este resumen de un Encuentro con él en el Espacio Laura Allende. Un par de días después me lo topé en el Metro.
Aprovecho de recordar que en el 2019 Joshua causó algo de polémica cuando fue señalado por haber dicho que "Alguna gente cree que hay que reformar a la policía. Yo creo que hay que matarlos". En respuesta a la polémica así generada dijo: "El día que los policías tengan tanto miedo de un profesor de Literatura como los niños negros le tienen a la policía, definitivamente me voy a pronunciar. Hasta entonces, no tengo nada más que agregar".
Un domingo nublado de
finales de septiembre en Santiago, en que de repente se asoma el sol, recuerdo
de golpe mientras almuerzo que los colectivos Vamos hacia la vida y Vitrina
Dystópica convocaron a las 17 un encuentro en el Espacio Laura Allende,
para conversar con Joshua Clover acerca de “Revueltas y perspectiva comunista”.
Me sumerjo algo atrasado en la estación del Metro más cercana, para combinar, cambiar
de línea, salir y llegar al lugar justo cuando el invitado estaba comenzando a
hablar, diciendo algo sobre lo aburridos que le resultan los eventos académicos
y lo interesado que está en aprender acerca de la revuelta chilena del 2019.
Joshua es un tipo delgado
y canoso, con lentes, bordeando los 60 años. Sé poco de él: que participó en
las revistas Commune y Endnotes, y que se considera comunista
en el sentido fuerte y profundo del término. O sea, como los que en nuestro
medio somos llamados “comunistas raros”, por no tener nada que ver con el
partido actualmente en el gobierno que usurpa oficialmente el nombre. No tengo
muy claro cómo llegó Joshua por estos lados, pero sé que está invitado a las
jornadas organizadas en Filosofía de la Universidad de Chile bajo el título de
“La Comuna planetaria”, con la ponencia “Hacia unas estructuras para la comuna”
(miércoles 27 de septiembre a las 15:00).
Anuncia una exposición
muy breve y arranca de inmediato, con un compañero traduciendo. Esto es lo que
recuerdo, expresado muy sintéticamente, en base a mis notas:
Existe
una multitud de opresiones que son mucho más antiguas que el capitalismo:
género, raza, colonialismo…Pero el capitalismo es exitoso en subsumirlas todas
e integrarlas a su estrategia de
valorización.
Desde
hace medio siglo el capitalismo se ha volatilizado y no logra disciplinar a la
clase a través del trabajo. En este contexto, las otras opresiones parecen
autonomizarse; en Estados Unidos se ven disturbios que tienen que ver con esos
otros aspectos, sobre todo con la cuestión racial.
Es
importante no ver estas revueltas como algo separado de las luchas del
proletariado, sino que como parte de ellas. Hoy en día el comunismo no lo harán
los comunistas. La gente entra a estas luchas por distintas razones, pero no en
primera instancia como luchas obreras.
Nuestro
trabajo, la tarea de un comunista, es seguir estos movimientos, pues la
posibilidad del comunismo está en esas luchas.
En este punto, tras una
intervención de no más de 8 minutos, Joshua dice: “Y eso es todo. Ahora quiero
aprender”. Y ahí comienzan algunas preguntas e intervenciones de los alrededor
de 40 asistentes.
Por mi parte, aproveché
de celebrar que hablara abiertamente de comunismo, explicando que por tener un
fuerte Partido “Comunista” en Chile, muchos compañeros -sobre todo anarquistas-
reniegan del concepto y prefieren
regalárselo a los nietos de Stalin. Y en cuanto al estallido del 2019, mencioné
que ahí parecían confluir desde el inicio todas las luchas contra las distintas
opresiones, pero que eso duró un mes, y luego del acuerdo del 15 de noviembre,
pudimos ver que todo se separaba de nuevo, expresándose las diferentes luchas
en el lenguaje de la reforma institucional. Así, las feministas querían una
Constitución feminista, los indigenistas una Constitución plurinacional, etc. Para
peor, los mismos que en ese momento nos decían que lo más importante era
quitarse de encima la constitución actual, ahora estaban llamando a defenderla
en contra de la propuesta de nueva constitución que se está redactando ahora en
un Consejo Constitucional con mayoría de derecha. Por último señalé que en su
momento, más allá de oponernos con rabia a la canalización institucional de la
revuelta, desde nuestro bando no supimos ofrecer mucho más que “riot porn”
todos los viernes a la misma hora y en el mismo lugar, lo cual a mi juicio deja
la planteada la cuestión de cómo combinar el aspecto negativo de la revuelta con
la afirmación positiva de otras formas de relación social.
En ese punto un
anarquista me preguntó “¿Y cuál sería la pregunta?”, lo que me dejó una
sensación algo amarga puesto que yo pensaba que se trataba de una conversación.
En fin: Joshua respondió que
siempre es preferible el “riot porn” a la pornografía electoral, que nunca
jamás las elecciones son algo bueno para nosotros (¡totalmente de acuerdo en
eso!, y es curioso que en Chile tantos anarquistas insistan en buscar pretextos
para ir a votar), y que creer que hay una dicotomía entre “riot porn” versus
“la lucha real” es pura mierda, pues todo disturbio expresa una negatividad que
debemos apoyar y potenciar.
Luego siguieron más
intervenciones que no anoté en detalle, pero dialogando con ellas Clover dijo
cosas como que no existe una forma de lucha que se dé por fuera del terreno del
capitalismo; que en cada conflicto hay aspectos que podrían parecer menos
centrales que otros, pero que en cada lucha por ejemplo por cuestiones
salariales se dan al mismo tiempo luchas por la reproducción de la vida, y así
el tener que hacernos cargo de cosas como la comida y los cuidados nos plantea
algo que debe mantenerse incluso después del capitalismo. Así, un “bloqueo” es
importante, pero es parte del capitalismo, no así la cocina y la guardería que
se instalan para poder mantener una huelga, aunque no estén en el primer plano
del conflicto. Y todas estas cuestiones son parte de la misma lucha. Justo ahí
Joshua señaló que era una lástima que sólo hombres hayan hecho intervenciones
hasta ese momento. A pesar de la presencia de varias mujeres, sólo en ese punto
una habló, profundizando la cuestión de los cuidados y realizando una crítica a
la mantención de la división sexual del trabajo incluso en estos espacios y
luchas.
A lo largo de la
conversación, nuestro invitado realizó sinceras y agudas declaraciones como
“odio la democracia”, “soy por sobre todo un materialista”, “las políticas
pre-figurativas son un ‘fake’” o “no soy un buen anarquista porque no creo que
podamos eliminar completamente la representación”. Finalmente, insistió en que
la revolución es un proceso “más de sustracción que de adición”, y que la
comunización debe abolir inmediatamente la división entre el trabajo
manual/intelectual, y la división del trabajo por sexo/género, además de
abordar cuestiones relativas a la “infraestructura”, pues no basta con que el
proletariado sepa usar los barcos, oleoductos y carreteras, sino que se debe
apuntar sobre todo al “desarrollo de habilidades”, en momentos en que sabemos
que de aquí a treinta años varias ciudades quedarán sumergidas en el agua.
La cuestión del “poder”
debería plantearse de forma negativa: “el poder de destruir el poder”, y también aclaró ante una consulta que para él
la comunización no es tanto una cuestión teórica, sino que el proceso de
aplicación de “medidas comunistas”. Ante otra pregunta que ya no recuerdo bien,
Joshua dijo que como muchxs camaradas él tiene amigos muertos y amigos en
prisión, y que por eso entiende que sea atractivo para varixs tratar de hacer
cambios sociales profundos sin acudir a la lucha o el enfrentamiento armados.
Pero él cree que eso no es posible, y que el conflicto armado será inevitable.
Hasta ahí mis apuntes y
recuerdos. Mucho más preciso va a resultar escuchar el podcast de lxs compas de
Vitrina Dystópica, que se encargaron
de registrar en audio todo el evento.
Antes de irme del lugar
conversé brevemente con el invitado y adquirí dos folletos recién traducidos y
circulados por el ambiente “comunista raro” metropolitano: “Transición: fin del
debate”, de Joshua Clover, editado por Vamos
hacia la vida, que una semana antes de este encuentro lo discutió
colectivamente en una reunión virtual, y “Los fines del Estado”, de Joshua con
Jasper Bernes, editado por Reyerta &
Revolución. En el primero se aborda la superación de la idea del socialismo
como fase intermedia entre el capitalismo y el comunismo, algo que ya
resultaría imposible en las actuales condiciones del modo de producción. El
segundo texto fue publicado en la revista comunista Viewpoint el 2014,
respondiendo a una invitación colectiva para abordar algunas cuestiones del
siguiente tenor: “¿Cómo sería hoy una postura propiamente revolucionaria hacia
el poder estatal y cuáles serían las consecuencias concretas de esta postura
para una estrategia política? ¿Tiene todavía algún significado la ‘captura del
poder estatal’? ¿Tiene todavía el partido un lugar en estas preguntas más
amplias?”.
Cuando el sol ya caía, varixs
nos dirigimos a conseguir cervezas para disfrutar el inicio de la primavera en
la Plaza Brasil. Durante la breve pero intensa celebración colectiva que se
armó, mientras circulaba un enorme cigarro de marihuana armado con generosos aportes
de varixs de los presentes, un muchacho al que no conozco decía: “súper buena
conversa, súper buen invitado, pero siempre me quedo con la misma sensación de
impotencia después de estos eventos. Nos tomamos unas chelas y nos vamos para
la casa, ¿y la revolución social, cuando?”. Lo mismo me preguntaba hoy al
despertar temprano para salir al trabajo dejando a mi hijo camino a la escuela.
Etiquetas: Chantiago, comunismo, psicogeografía
domingo, abril 20, 2025
La negrura soy yo (Edia Connole) + 6 discos favoritos de Black Metal
Acaba de salir el volumen colectivo "Teoría Black Metal", por Holobionte ediciones, Barcelona. Los editores, Oriol Roseell y Federico Fdez. Giordano tomaron algunos textos en inglés que habían sido publicados en los compendios de los encuentros de BMT, o en otras fuentes, y agregaron algunas aportaciones hispanas. El volumen se ve muy bien, pero recién empecé a leerlo. Por mientras, para promocionarlo, los dejaré con el fragmento del texto de Edia Connole, "La negrura soy yo", que habían subido a la página de la editorial a la espera del lanzamiento.
Al final del texto les dejo un listado de los 6 artefactos Black Metal que más me gustan, aunque se trata de una lista que va cambiando cada semana.
La
negrura soy yo
Edia Connole
Como dijo The Scapegoat, un participante anónimo de un foro
de música metal: «La primera regla del black metal es que NADIE HABLA UN CARAJO
SOBRE EL BLACK METAL».[1]
«Sobre» [about, del inglés antiguo onbutan] significa «por
fuera, alrededor», y sugiere una «asociación teorética», un modo de
interrogación que indica una asociación pero no está dentro de ella.
¿Qué es el black metal? Según declaró no hace mucho Jason J.
Wallin, esta es una pregunta que «los propios creadores de música black metal
suelen rechazar».[2] Y yo, como teórica del black metal, también la rechazo.
Metodológicamente hablando, no voy a decir que lo lamento por los lectores y
los editores de este texto, porque realmente creo que el rechazo de esta simple
pregunta (tanto de como en sí misma) no podría ser más adecuado. ¿Queréis un
rebelde? Yo seré vuestra rebelde:
«No se habla sobre el black metal. Los que lo hacen ni
siquiera saben de qué están hablando. Perdónalos, porque no saben lo que dicen.
El discurso sobre el black metal es una blasfemia, una herejía, un sacrilegio…
No hablamos sobre el black metal. Por eso nosotros vamos a hablar con el black
metal, comoquiera que el black metal ya es el secreto de sí mismo. ‘Into the Infernal Regions of
the Ancient Cult’. Porque el black metal es amor.»[3]
La «teoría black metal» es un movimiento metalectual que se
inició en 2009 con el simposio Hideous Gnosis, y no debe confundirse con la
sociología, ni con la crítica musical, ni con los estudios etnográficos. Desde
entonces, la teoría black metal se ha desarrollado como un foro distribuido (y
controvertido) dedicado al trabajo intelectual transdisciplinario, que intenta
pensar con el black metal y no sobre este. Porque, por mucho que los relatos
sobre el género puedan ser una orientación útil acerca de su historia o sus
características estéticas, lo que tales relatos no logran explicar es la
cuestión de qué hace el black metal.
Por mi parte, he querido aproximarme al tema desde el
Realismo Especulativo o nuevo realismo —es decir, un realismo filosófico que
está en consonancia con las ciencias naturales y que rompe con las
representaciones antropocéntricas del mundo—; pero también desde la obra de
escritores como Jean Genet o H.P. Lovecraft, que comparten con el black metal
la «creación de mundos que a menudo son considerados “crudos” por su manera de
suspender los velos apaciguadores y las grandes construcciones socio-simbólicas
humanas». El objetivo es concebir una ecología del black metal que requiere,
por un lado, el surgimiento de una subjetividad «nemocéntrica», y por el otro
un modelo de deseo radicalmente desvinculado de la imagen del mundo tal como
nos es dado; todo ello en favor de una imagen científica que, a pesar de ser
horrorosa, nos permite entrever una objetividad lógica absoluta.
Como se sugiere en el análisis de Wallin, pensar con o «a
través»[4] del black metal implica rechazar la noción de que la «negrura» del
black metal es representativa de algo, y abogar, en cambio, por una explicación
lógica más dilatada que apunta hacia una ecología inhumana o antihumana.
Entonces, la negrura soy yo
El black metal se fusiona con fenómenos tan complejos y
multifacéticos como el género de terror. Al trascender una definición
categórica o compositiva estrecha, y al apelar, igual que ocurre en las
ficciones de Lovecraft, al enigmático pensamiento de lo desconocido, el black
metal puede entenderse como un intento no-filosófico por pensar filosóficamente
el «mundo-sin-nosotros». O al menos esto es lo que sostiene Eugene Thacker en
su ensayo «Three Questions on Demonology».[5] Al preguntarse por el significado
de la palabra black en el black metal, Thacker analiza tanto las variantes
satánicas como paganas del género (las cuales todavía conservan un hilo
antropocéntrico), e introduce una tercera posición, la de lo cósmico, con la
que se intentaría renunciar incluso al antropocentrismo. De este modo, dice
Thacker, encontramos «el anónimo e impersonal “en-sí” del mundo, indiferente a
nosotros como seres humanos, a pesar de todos nuestros esfuerzos para cambiar,
dar forma, mejorar o incluso salvar el mundo».[6] Este «ocultismo noumenal» o «hermetismo
abismal» es lo que Thacker, basándose en la tradición apofática, postula de
manera vigorosa como «un extraño misticismo del mundo-sin-nosotros».[7] A
partir de algunos de los experimentos formales del black metal contemporáneo,
como The Grimm Robe Demos de Sunn O))) (2000), o quizá más proféticamente
Stratification de Wold (2008) («horror de los horrores», como lo describió un
crítico en la Encyclopaedia Metallum), Thacker sostiene que el
mundo-sin-nosotros es en efecto un «Planeta», pero un planeta situado entre el
«mundo» y la «tierra». Es decir, entre el mundo-para-nosotros y el
mundo-en-sí.[8]
Como concepto límite, el mundo-sin-nosotros es distinto del
mundo que habitamos y con el que nos relacionamos, el mundo refractado a través
de nuestra imagen y nuestras preocupaciones; pero también es diferente del
mundo como algo ya dado. En definitiva se trata de un mundo que, aunque
completamente indiferente a las necesidades y los deseos humanos, de alguna
manera, y paradójicamente, todavía puede ser intervenido a través del
conocimiento científico y los medios técnicos. A veces este mundo «contraataca»
(en forma de desastres naturales, y cada vez más a la luz del cambio
climático), y aquí es donde encontramos el concepto límite de un mundo-sin-nosotros.
Aunque esencialmente sigue siendo el mundo-en-sí el que estamos tratando, la
designación «sin nosotros» permite eludir la paradoja lógica que parecería
sugerir que este mundo (es decir, el Planeta) es de alguna manera proporcional
a la existencia humana. De lo que se trata aquí es de la verdadera sustracción
del mundo-para-nosotros humano, una sustracción que ya está en marcha
furtivamente en los campos filosóficos del Realismo Especulativo o nuevo
realismo, en los enfoques intelectuales relacionados con las extinciones
masivas inducidas por el ser humano, o en las reformulaciones surgidas de la
«nueva síntesis evolutiva» a mediados del siglo XX, y que coagulan hoy bajo el
nombre del Antropoceno: antinatalismo, aceleracionismo, xenofeminismo, posthumanismo,
etc —todos los cuales se adentran en el pensamiento impersonal, horroroso y
profundamente perturbador (pero aparentemente inevitable) de un
mundo-sin-nosotros. Una especie de invocación cthulhoide a la oscura materia
negentrópica que fluye a través de la filosofía, y que, como afirma Thacker, se
manifiesta culturalmente en todo un bestiario de formas de vida imposibles que
cabalgan en el horror cósmico, alternándose desde sus inicios con el territorio
estético del black metal.[9]
En uno de sus relatos tempranos, Hechos tocantes al difunto
Arthur Jermyn y su familia, Lovecraft escribió: «La vida es una cosa espantosa,
y desde su trasfondo llegan los indicios demoníacos de una verdad que la hace
ser mil veces más espantosa.»[10] Y, en la primera frase de la primera canción
del primer álbum de heavy-metal de la historia, ya se nos planteaba la
siguiente pregunta: «¿Qué es esto que hay delante de mí?»[11] La respuesta es
inmediatamente verbalizada por el narrador de la canción, y que parece hacerse
eco del mismo sentimiento de Lovecraft: «Una figura de negro que me señala.» En
el comentario de Nicola Masciandaro, y que famosamente inauguró la teoría black
metal, se dice que esta figura es
«LO DESCONOCIDO QUE ME SEÑALA… [porque] la cuestión no es
determinar la identidad de la figura de negro, sino sentir su señal,
experimentar la traición implícita en la pregunta a medida que se vuelve sobre
sí misma y abre todavía más espacio negro dentro de ella, dentro del término
entintado que el acto de señalar repite y refleja dentro de mí».[12]
Entonces, la negrura soy yo. El comentario de Masciandaro ilustra
hábilmente las implicaciones cosmológicas a la vez inmanentes e inminentes de
un mundo-sin-nosotros que, de manera importante y como dice Thacker, «no se
encuentra en un “gran más allá” exterior al mundo (el mundo-para-nosotros) ni
exterior a la tierra (el mundo-en-sí); sino más bien en las mismas fisuras, en
los lapsos o lacunae que hay en el mundo y en la tierra».[13] Reafirmando así,
como se expresa en el libro Cold War de Dominic Fox (otro texto precursor de la
teoría black metal relacionado con las nociones de «mundo» y «mundialización»,
con las «construcciones del mundo» ficticias y artísticas), la medida en que
esta «agencia oculta, concebida casi siempre como supernatural dado que se
encuentra fuera del ámbito de la acción y la simbolización humanas, [es] de
hecho la naturaleza en sí, la naturaleza como el inconsciente de la realidad
humana: el “ello” atravesando el “yo” derrotado».[14] (…)
En palabras de Scott Wilson:
«Al romper con todas las encarnaciones anteriores del rock y
el metal para producir, en relación con este último, un ruido que es
singularmente disonante, el black metal (…) se sitúa en el espacio entre la
humanidad y su falta de acuerdo con el entorno (…), resonando alrededor de un
punto central de no-conocimiento con un sonido amusical que exulta y exacerba
esta falta de acuerdo (…). Propagándose por un vector de existencia amusical
que se extiende hacia un entorno radicalmente otro, no antropomórfico».[15]
Wilson está indicando aquí la estrategia estética
característica del black metal: denominada por los formalistas rusos como
«extrañamiento» o «desfamiliarización» (y de manera notable por Víctor
Schklovsky en su ensayo de 1917 El arte como técnica), se trata de lo que en
términos del realismo especulativo o nuevo realismo se traduce como «proyectar
la no-razón en las cosas mismas»,[16] un proceso que tiene a su antecesor
literario en el horror cósmico de Lovecraft, pero también en el romanticismo de
Novalis y en el pesimismo filosófico de Schopenhauer, en cuyo Parerga y
Paralipomena leemos: «Para tener ideas originales, extraordinarias, y puede que
incluso inmortales, uno no tiene otro remedio que aislarse del mundo por unos
minutos, de forma tan completa que los hechos más cotidianos aparezcan como
nuevos y desconocidos, de manera que revelen su verdadera esencia.»
Esta búsqueda de la verdad (asociada a menudo con la
aspiración de autenticidad, honestidad e integridad en el heavy-metal) converge
con las diversas expresiones nemocéntricas comprometidas con aquello que
Novalis describía como «educar los sentidos para ver lo ordinario como
extraordinario, lo familiar como extraño, lo mundano como sagrado, y lo finito
como infinito». Thacker se hace eco de esta práctica proto-lovecraftiana cuando
retoma los comentarios de Ray Brassier sobre el nemocentrismo, según el cual,
aquellos que buscan la verdad deberían dejar de preocuparse por sus propias
experiencias y perseguir «aquello que, en las sombras, se encuentra retraído de
toda posible experiencia».[17] Una «huida irreflexiva de lo posible hacia el
corazón de lo imposible que lo rodea»,[18] y que suele concederse como un
desafío ético en el black metal, por ejemplo en Mogens Davidsen y Timothy
Morton, para quienes la renuncia a nuestra visión antropomórfica nos permitiría
cuidar mejor del medioambiente.[19] Sin embargo, estos enfoques suelen olvidar
que, «puesto que el medioambiente es el lugar del mal absoluto [para el black
metal], no hay bienes que distribuir o redistribuir (…), excepto el “bien”
soberano de la música en sí misma». Una pulsión sónica «en la que, o en
relación con la cual, podríamos encontrar en el no-conocimiento la exterioridad
de la propia (no)relación con uno mismo (…) Y esto es así porque en el black
metal vislumbramos algo que es radicalmente distinto y que se encuentra más
allá del ser; de hecho, se trata de la posibilidad misma de lo que hay más
allá».[20] (…)
Concebida precisamente como una «ciencia sin objeto»,[21] una
disciplina cuyos métodos ordenados hacia su propio fin inacabable son el único
fruto legítimo de su práctica, así como el método mismo de su acontecer (una
ciencia nacida muerta, «un movimiento “metalectual” que es a la vez naciente y
moribundo»),[22] invirtiendo «el problema de la alienación del lenguaje con
respecto a su propio acontecer, o de la palabra con respecto a su ser
fáctico»,[23] y «confrontando lo desconocido con una mirada lúcida y apasionada»,[24]
la teoría black metal señala el camino de una crítica consciente que, «girando
sobre sí misma como una cruz invertida»,[25] perversamente traiciona su
surgimiento de (y su alineamiento con) el proyecto más amplio del humanismo:
constituyéndose como un humanismo apofático, un humanismo de lo desconocido.
Notas
[1] Citado en Edia Connole y Nicola Masciandaro: Floating
Tomb: Black Metal Theory, Milán, Mimesis, 2015, p. 102.
[2] Jason J.
Wallin: «The Dark Ecology of Black Metal», en Vivek Venkatesh, Jason J. Wallin,
Juan Castro Jason Lewis, eds., Educational, Psychological, and Behavioural
Considerations in Niche Online Comnmnities, Hershey, Information Science
Reference, 2014, p. 389.
[3] Edia Connole y Nicola Masciandaro, Op. cit., pp. 102-3.
[4] Jason J.
Wallin, Op. cit., p. 390.
[5] Eugene
Thacker: «Three Questions on Demonology», en Hideous Gnosis, Nicola
Masciandaro, ed., Nueva York, 2010, pp. 179-221.
[6] Eugene
Thacker, In the Dust of This Planet: Horror of Philosophy, vol. 1, Winchester y
Washington, Zero Books, 2011, pp. 1-21, p. 17. Publicado en español como En el polvo de este planeta,
Madrid, Materia oscura, 2015.
[7] Ibíd., p. 17.
[8] Ibíd., pp. 4-7.
[9] Cfr.
Donna Haraway, «Anthropocene, Capitalocene, Plantationocene, Cthulucene: Making
Kin», 2015, pp. 159-65; Carl H. Sederholm, «H. P. Lovecraft, Heavy Metal, and
Cosmicism», Rock Music Studies, 3:3, 2016, pp. 266-80; Ray Brassier, Nihil
Unbound, 2007; Quentin Meillassoux, Après la finitude, 2006, etc.
[10] H.P.
Lovecraft: «Facts Concerning the Late Arthur Jermyn and His Family», en S.T.
Joshi, ed., The Call of Cthulhu and Other Weird Stories, Londres y Nueva York,
Penguin, 2011, pp. 14-23.
[11] Black
Sabbath, «Black Sabbath», Black Sabbath (1969).
[12] Connole y Masciandaro, Op. cit., p. 39.
[13] Eugene
Thacker: In the Dust of This Planet: Horror of Philosophy, vol. 1, Op. cit., p.
8.
[14] Dominic
Fox: Cold War: The Aesthetics of Dejection and the Politics of Militant
Dysphoria, Zero Books, 2009, p. 69.
[15] Scott
Wilson: Melancology: Black Metal Theory and Ecology, Scott Wilson, ed., Zero
Books, 2014.
[16] Quentin
Meillassoux: After Finitude, p. 82.
[17] Eugene
Thacker: In the Dust of This Planet: Horror of Philosophy, vol. 1, Op. cit., p.
8.
[18] Citado en Edia Connole y Nicola Masciandaro: Floating
Tomb: Black Metal Theory, Milán, Mimesis, 2015, p. 102.
[19] Timothy
Morton: Ecology without nature, 2007. Mogens Davidsen: «The Appeal of
Nemocentric Aesthetics», ponencia en Extreme Music: Hearing and Nothingness,
University of Southern Denmark, diciembre2016.
[20] Scott
Wilson, Op. cit., p. 21.
[21] Giorgio
Agamben, Stanzas: Word and Phantasm in Western Culture, Mineápolis, University
of Minnesota Press, 1993.
[22] Edia
Connole, Paul J. Ennis y Nicola Masciandaro, (2014): «A Spell to Ward Of the
Darkness: Live II», con Ben Russell, Darklight Film Festival, The Generator,
Smithfield Square, Dublín, 27/04/14.
[23] Nicola
Masciandaro, «Conjuring the Phantasm», en Theory & Event, vol. 13, 3, Johns
Hopkins University Press. «El verdadero conocimiento destruye al yo, ese yo que no puede conocerse
a sí mismo. Esa es la Verdad. Eso es el Ser. Tú eres Eso» (Chandogya Upanisad,
VI.8.7.).
[24] Raoul
Vaneigem, The Movement of the Free Spirit, Nueva York, Zone, 1998.
[25] Nicola
Masciandaro, «Metal Studies and the Scission of the Word: A Personal Archaeology
of Headbanging Exegesis», Journal of Cultural Research, 15. 3, 2011.
2.- Burzum, s/t-Aske
3.- Darkthrone, A blaze in the northern sky
4.- Blasphemy, Fallen angel of doom
5.- Deathspell Omega, Fas-Ite, Maledicti, in Igne, Aeternum
6.- Conqueror, War.Cult.Supremacy
DISFRUTEN, LEAN, VOLUMEN EN 11, Y A SACUDIRSE LA MIERDA DE LA SEMANA CHANTA!!!!!!
Etiquetas: black metal
miércoles, abril 02, 2025
Trumputinismo // Seminario // Bifo //Futurismo reaccionario.
El futurismo
del siglo XXI, que reaparece como tecno-futurismo transhumanista y supremacista,
es una utopía de Occidente en decadencia.
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El futurismo está de moda. En Italia, cuna del movimiento futurista, desde que
el fascismo está en el gobierno, se han celebrado exposiciones futuristas por
todas partes. Exponen su mercancía, aunque esté vieja y mohosa.
En lo que a mí respecta, estudio el futurismo desde los años 70, cuando la idea
de que los seguidores de Mussolini pudieran gobernar el país era una distopía
difícilmente imaginable.
Una gran retrospectiva sobre el movimiento en la Galería de Arte Moderno y
Contemporáneo de Roma en diciembre de 2024 fue el momento más significativo de
este redescubrimiento. Cien mil personas visitaron la muestra que, hasta donde
puedo juzgar, es de alta calidad. Mercancía algo vieja, pero bien expuesta.
Felicitaciones al curador, Gabriele Simongini.
Despreciando el ridículo, como corresponde a un audaz, el Ministro de Cultura
Alessandro Giuli proclama que el futurismo ha conquistado el corazón de los
italianos. El curador Gabriele Simongini introdujo la exposición con las
palabras: *El futurismo es hoy.*
Lamento decírselo, pero la verdad es otra: el Futurismo es ayer, porque hace
tiempo vivimos en una época que está *después del futuro*, un tiempo en el que
la expansión es suicidio y la civilización tiende a la extinción.
El futurismo del siglo XXI, que reaparece como tecno-futurismo transhumanista y
supremacista, es una utopía de Occidente en decadencia.
Hoy, el culto al tecno-futuro es una reacción contra la conciencia subterránea
de agotamiento que ha invadido la cultura occidental. La retórica anti-*woke*,
tan central en la revolución reaccionaria estadounidense, está dirigida contra
la conciencia feminista y contra la misma conciencia ética.
En 2024, Marc Andreessen lanzó un manifiesto del tecno-futurismo, retomando la
retórica de Marinetti. Es un texto patético, inflado de ridícula exaltación que
no puede ocultar la realidad de un panorama de agotamiento psíquico, económico
y, sobre todo, demográfico en Occidente. La tecnología puede funcionar como
prótesis y como *Ersatz*, pero no puede devolver la vida a un cuerpo
moribundo.
En estos cien años ha cambiado algo decisivo: en 1909, cuando Marinetti publicó
su *Manifiesto*, la civilización europea era joven, enérgica y expansiva,
mientras que la de hoy es una sociedad senil en términos demográficos,
psico-sexuales y geopolíticos. El nacionalismo de hoy no persigue la expansión
civilizadora y colonialista, sino la defensa de los límites de la *fortaleza
blanca* frente a la migración y la *sustitución étnica*.
El futuro se ha dado vuelta como un guante, y lo que hace cien años parecía una
enérgica amenaza de los dominadores del mundo ahora aparece como la rabiosa (y
vagamente demencial) venganza blanca contra la inevitabilidad del
declive.
El cuerpo flácido de la sociedad occidental no puede resistir la presión que
viene del sur del mundo (y de su propia implosión demográfica) sino usando la
técnica del genocidio y la destrucción.
El *trumputinismo* interpreta el oscuro sentimiento de venganza de una
civilización moribunda.
Y sin embargo, debemos reconocer que no es fácil imaginar quién podrá detener
la ofensiva reaccionaria *trumputinista*.
La democracia liberal no volverá, está enterrada. La clase trabajadora ha sido
derrotada, disgregada y sometida al nazismo, como ocurrió en la Alemania de
Hitler.
Pero eso no significa que el trumpismo haya ganado, porque su enemigo no es la
resistencia política, sino la vejez, el declive físico y mental, el *Alzheimer
sistémico*. Su enemigo es el caos mental y geopolítico que provoca y explota, y
que, al final, está destinado a hundirlo.
La raza blanca, esa entidad mitológica a la que el *trumputinismo* da una
identidad agresiva, está desapareciendo, y no será el orgullo racista lo que la
salve, porque las microplásticos reducen la capacidad reproductiva, porque la
sexualidad heterosexual está desapareciendo y porque las mujeres ya no quieren
engendrar víctimas del horror que se cierne sobre el planeta.
Patético es el futurismo de los viejos que se pavonean con sus misiles
gigantescos.
---
### **El *trumputinismo*, reacción impotente ante el declive
demográfico**
El declive demográfico de Occidente (y del hemisferio norte en general,
incluida Rusia) es al mismo tiempo un síntoma y un factor de agotamiento. En
siglos pasados, los ancianos constituían una pequeña minoría de la población
global y eran considerados con cierto respeto como portadores de sabiduría.
Gracias a los avances de la medicina, hoy los ancianos representan una parte
cada vez más importante de la población. Aunque siguen al margen de la vida
cotidiana, son el símbolo de una catástrofe social inminente: el fin de la
energía psíquica mina la maquinaria social.
El agotamiento del agua y el aire es solo una parte de la historia de nuestro
tiempo. La otra parte es el agotamiento de la energía humana: este es el
corazón del movimiento reaccionario que arrasa Occidente.
Hemos entrado en una era de mutación post-antropocéntrica: el dominio humano
sobre el planeta físico y social se está desintegrando, mientras la mente
humana pierde la capacidad de gobernar la complejidad del entorno en el que
vive y se comunica.
Un conjunto de automatismos tecno-lingüísticos toma el control de la vida social,
pero la supervivencia de los organismos conscientes se vuelve cada vez más
frágil y precaria.
**El autómata gobierna el mundo moribundo,
mientras el ser vivo se hunde en el caos.**
Los seres humanos se mueven como alienígenas en un planeta desconocido cuyas
dinámicas no comprenden completamente: cataclismos climáticos, aumento del
nivel del mar, escasez de agua, guerras devastadoras con un trasfondo
psicótico.
---
### **El joven simulacro y el cuerpo senescente**
En un ensayo de Laura Preston sobre las futuras aplicaciones de la inteligencia
artificial, encuentro una escena conmovedora que resume bien el sentido del
futurismo contemporáneo:
*"Tu madre es anciana y debes recordarle constantemente que tome su
medicina. ¿Por qué no dejarle esa tarea a un avatar?"*
[...]
No hay mejor descripción del futuro que nos preparan los futuristas que han
tomado el poder en Occidente.
**La verdad es senil, pero el simulacro es joven.
El autómata controla el caos del cerebro blanco en descomposición.**
La mitología supremacista blanca se agota, porque la energía psíquica se está
agotando.
Franco "Bifo" Berardi
Etiquetas: Apocalipsis ahora, fascistología
martes, abril 01, 2025
CONTRACULTURA Y REVOLUCIÓN
UNAS NOTAS BREVES SOBRE EL 68 GLOBAL Y EL 68 JAPONÉS
Un texto de un tal Miguel Ángel Cerdán subido a El Porteño hace poco se inscribe en la ya larga y lamentable
tradición de escupir sobre las revueltas de 1968 afirmando que “Mayo del 68
mató a la izquierda”. No es nada casual que dicha diatriba haya sido publicada
en España por El Viejo Topo, editorial que desde hace ya un tiempo se ha
dedicado a difundir literatura fascista rojiparda como la del nefasto
“filósofo” italiano Diego Fusaro, autodeclarado discípulo del comunista Gramsci
y del fascista Gentile, at the same time!
Para que vean lo grave y decadente
de esta deriva neofascista y “trumputinista”, debo destacar que EVT publicó una
entrevista al confusionista Fusaro realizada por Carlos X Blanco, autor
de “El marxismo no es de izquierdas”, publicado nada menos que en la Editorial
EAS, donde al igual que Fusaro y Costanzo Preve (otro rojipardo) trata de
vendernos a un Marx idealista, “más conectado e identificado con la tradición
de pensamiento de Aristóteles, del Bien Común y de lo Social, siendo más
un realista aristotélico que un idealista hegeliano”. Por supuesto la Editorial
EAS se dedica a publicar a la crema del neofascismo en versión “Nueva Derecha”.
Basta con ver su catálogo online para reconocer la fina selección de fascistas
que ahí publican.
Como varios antes que él, Cerdán (un
“Catedrático de Enseñanza Secundaria en la especialidad de Geografía e
Historia”) reduce la revuelta global de los sesenta al “mayo francés”, y
confunde el proceso revolucionario con la contrarrevolución que se activó para
neutralizarlo. En su defensa invoca a Passolini (sic) y advierte que si estás
de acuerdo con su análisis “serás un facha o un putinista o un trumpista o un
prochino, según marque la ocasión”. ¡A confesión de parte!
No tengo tiempo ni ganas de refutar
en detalle a este Catedrático anti-sesentayochista, pero además de
desenmascararlo he decidido liberar dos fragmentos iniciales de un trabajo
sobre la escena musical del 68 japonés, en un afán por situar esos agitados
tiempos en perspectiva y con altura de miras.
“Lo que guiaba a estas energías era
en parte la fuerza de la contracultura, y en ese entonces el motor de la
contracultura era principalmente la música, aunque no sólo la música. Y
podríamos decir que esa música, al igual que la política, ofrecía esta visión
de un mundo liberado. Había una especie de bucle de retroalimentación positiva.
La música alimentaba las luchas; la lucha retroalimentaba la música” (Mark
Fisher)
Premisa: el largo 68 como una revuelta global
La gran revuelta global de los sesenta ha quedado hace ya
bastante tiempo reducida a algunas manifestaciones estudiantiles en el Barrio
Latino de París en mayo de 1968, que luego inspiraron imitaciones en otras
partes del mundo. Se trata de un proceso bastante evidente de manipulación de
la memoria que quedó bien instalado ya en los años ochenta y que se ha seguido
afianzando posteriormente, logrando casi anular el acontecimiento a través de
una amnesia colectiva que se ha esforzado en eliminar de la memoria todo lo que
la revuelta de los sesenta tuvo de intempestivo y revolucionario.
En esta labor, las voces de los “ex líderes” más visibles del
movimiento -que a posteriori han destacado por su exitosa adaptación a los
nuevos roles que les depararon sus biografías cuando el 68 ya era un recuerdo
borroso- confluyen con los esfuerzos de la academia por vaciar esos eventos de
todo contenido radical, eliminando el análisis de clase para imponer una
lectura sociobiológica y culturalista de la rebelión juvenil (o estudiantil),
convirtiendo no sólo al mayo francés sino que a todo ese largo y profundo ciclo
de luchas en el mundo en una mera expresión de deseos de integración que en
cierta forma prefiguraron la gestión neoliberal de la vida que se impuso a
partir de entonces.
Al someter el proceso global a este conjunto de
reduccionismos, se oculta la dimensión global de la revuelta, para fijarse
obsesivamente sólo en el acontecimiento “mayo francés” en su expresión
parisina/estudiantil. Pero no fue por casualidad que tanto en Francia como en
el resto del mundo las protestas masivas que en varios lugares devinieron en
insurrecciones hayan sido detonadas por la oposición masiva a la guerra de
Vietnam. Por supuesto, en la versión
triunfante de este relato, a lo Lipovetsky, esta “revolución sin programa”,
hedonista e individualista, no tiene mucho que ver con las banderas rojas
(anticapitalistas), negras (antiautoritarias) y del Viet Cong (como símbolo de
la lucha anti colonial y anti imperialista) que en mayo/junio de 1968 adornaron
todas las ocupaciones de edificios, en un movimiento contestatario que estuvo
lejos de confinarse a la capital y las principales ciudades y que llegó a su
máxima intensidad con la huelga general de más 10 millones de personas en el
mes de junio.
En contra de esa versión, que sigue siendo la dominante, acá
partimos de la premisa de que lo que llamamos “68” designa una especie de
revolución mundial, a la vez cultural, social y política, que se produjo en la
segunda mitad de la década de los sesenta y reverberó incluso varios años
después de la contrarrevolución también global iniciada hacia 1973 y
consolidada plenamente a inicios de los ochenta y hasta el día de hoy (1). A partir de esa comprensión es que
intentaremos reconstruir la escena musical del 68 en Japón.
Un breve repaso a lo poco que sabemos del 68 japonés
En mi caso, tuve conocimiento de la intensidad de las
protestas japonesas de los sesenta por dos hechos fortuitos. El primero fue
toparme en la televisión abierta de trasnoche a inicios de los noventa con el
documental “Días de furia” (Fred Warshofsky, 1980), que dentro de su variopinto
y exótico contenido mostraba imágenes de la lucha de Sanrizuka contra la
construcción del aeropuerto de Narita en las afueras de Tokio, y la violenta
resistencia y represión que se generaban (2).
La voz en off del conductor Vincent Price presentaba el dramático
registro como una confrontación entre el mañana (construir un moderno
aeropuerto) y el ayer (la lucha de los campesinos y estudiantes por impedirlo).
Poco después di casualmente con el librito de Bernard Beráud sobre “La
izquierda revolucionaria en el Japón” (edición en español de 1971), donde
entremedio de las detalladas explicaciones sobre las tácticas de combate
callejero y la evolución de los distintos grupos de la ultraizquierda japonesa
me pude hacer una idea del tipo de lucha antiimperialista y a la vez
antiestalinista que se llevaba a cabo por allá. Pero no es de extrañar que en
los relatos más conocidos sobre el 68, Japón casi no aparezca. Así, en el
famoso libro editado con motivo del vigésimo aniversario del evento por una de
las estrellas más conocidas del movimiento, Daniel Cohn-Bendit, viaja a
sostener conversaciones con distintas figuras de las luchas de los sesenta, en
Nueva York, Río de Janeiro, Roma, París, Amsterdam, Saint-Nazaire, Francfort
del Meno, País Vasco, y según explica estuvo a punto de incluir a Polonia y
Chile. Pero no menciona a Japón.
Otro ejemplo son las quinientas páginas del best seller
de Mark Kurlansky sobre 1968 como “el año que estremeció al mundo”. Sólo
encontramos en el índice temático dos alusiones a Japón, aunque significativas:
en una se explica a grandes rasgos en qué consistía el movimiento estudiantil
de la Zengakuren, y en la segunda el autor refiere que el Partido Comunista
japonés (de los más grandes en esa época, junto al italiano, francés y chileno)
fue uno de los que se opuso a la invasión rusa de Checoslovaquia (3).
Ambos factores sólo son esbozados en el relato de Kurlansky, pero son
fundamentales para entender el contexto social y político de la “banda sonora”
que nos hemos propuesto describir, donde confluye esta amplia contracultura
juvenil con las posiciones de una nueva izquierda radical, anticapitalista y
antiautoritaria, que se desarrolló con fuerza en países como Japón, donde los
partidos autoritarios de la izquierda tradicional aparecían claramente como
parte del “viejo orden” a combatir. Además, la Nueva Izquierda se oponía a las
formas culturalmente reaccionarias asociadas a la vieja izquierda.
Kristin Ross tampoco dedica mucho espacio en “Mayo del 68 y
sus vidas posteriores” al contexto japonés, pues está centrada en Francia, pero
insiste en recordarnos que gran parte del movimiento ahí y en el resto del
mundo estaba centrado en la oposición a la guerra de Vietnam, lo cual tres
décadas después ya había sido suprimido de la memoria, junto con todo el
contenido anticapitalista de la revuelta, para destacar únicamente su aspecto
cultural, de liberación de las costumbres, movimiento “generacional” e incluso
como una especie de “revolución sexual”.
Ross destaca la influencia que tuvo especialmente en el
movimiento estudiantil de Estados Unidos y Francia el ejemplo de la Zengakuren,
que había aprendido en las calles que “la policía no siempre gana”. La
especificidad japonesa radicaba en que las protestas estudiantiles enlazaban
con todo un movimiento previo de oposición a las bases militares que mantenía
Estados Unidos en el archipiélago, cuya importancia geopolítica y logística
convertía a Japón en un territorio involucrado directamente en la guerra. Como
indica Ferran de Vargas, la “larga década de los 60” en Japón duró por lo menos
de 1958 a 1972, y hacia 1968/9 la relación del movimiento social con la
violencia ya había pasado por varias etapas y aprendizajes.
En el momento más álgido de esas luchas por todo el orbe, lo
que caracterizó a la “escena japonesa” fue en efecto la masividad, creatividad
y combatividad de sus luchas callejeras, que en distintas oleadas y formas
venían produciéndose desde fines de la década anterior. La novedad tecnológica
que aportó 1968 fue la incorporación en los medios de comunicación de las
transmisiones en directo por televisión satelital, lo que dio al público global
un sentido de simultaneidad de los eventos y luchas que se estaban dando en ese
momento. De esta forma, se pudo apreciar en directo escenas como las que ya en
1960 había registrado el periodista Walter Cronkite y un equipo de la CBS,
cuando el presidente Eisenhower decidió finalmente no aterrizar en Japón, dada
la presencia de decenas de miles de manifestantes de la Zengakuren en las
inmediaciones del aeropuerto. Cronkite luego relató que cuando trató de salir
del lugar no tuvo más remedio que acercarse a las filas de los manifestantes, y
unirse a ellas tomándose del brazo y gritando “Banzai! Banzai!”. “Lo estaban
pasando magníficamente”, declaró después, así que tras participar un momento y
despedirse de sus desconocidos anfitriones, recién pudo llegar al automóvil
para dirigirse al aeropuerto.
No cabe duda de la gran fascinación que causó en occidente la
transmisión televisiva y los registros fotográficos de tácticas como la “danza
de la serpiente” (4), la
construcción de fortalezas de madera por parte de los estudiantes y la comunidad
de Sanrizuka como parte de la gran lucha sostenida a partir de 1963 para
combatir contra la construcción del aeropuerto de Narita (5),
así como la llamativa indumentaria usada por los estudiantes radicales
japoneses en las manifestaciones callejeras: cascos de colores y garrotes, que
en verdad habían sido implementados primero en las peleas entre distintas
tendencias dentro de los campus universitarios antes de ser usados masivamente
para la lucha contra la policía.
John Lennon y su pareja japonesa, la artista de vanguardia
Yoko Ono, usaron los típicos cascos Zengakuren en presentaciones en vivo y, así
mismo (con casco y puño en alto) aparece el cantante en el arte de su single
“Power to the people”, lanzado en marzo de 1971. Incluso un artista en apariencia poco
politizado como Jimi Hendrix hizo en 1970 comparaciones entre la lucha de los
estudiantes norteamericanos, caracterizadas por la no-violencia al extremo de
“dejarse abrir la cabeza” por las porras de la policía, y las tácticas de lucha
callejera de los estudiantes japoneses. Mientras el comportamiento de los
jóvenes gringos le parece “masoquista”, Hendrix lo contrasta con el de “los
muchachos en Japón” que “se compran cascos, forman escuadrones y van en
bloques, así. Tienen todo lo necesario. Tienen sus escudos. Llevan soportes de
acero. Tienes que tener todas esas cosas”. Y no deja dudas acerca de sus
simpatías cuando remata con un “me gustaría ver a todos esos chavales
estadounidenses con cascos y grandes escudos romanos para hacer lo que van a
hacer. ¡Juntos de verdad! Si te vas a meter en eso, mejor que lo hagas con
otros. Toma nota, porque estoy harto de ver estadounidenses con la cabeza
abierta sin ningún motivo”.
¿Por qué todas estas anécdotas y eventos parecen hoy
totalmente olvidados?
A fines de los sesenta a nivel global la cultura musical de
los jóvenes florecía en una compleja relación entre la creación artística más o
menos genuina y la difusión comercial, explotación y “recuperación” de esas
expresiones por parte de la industria cultural, las radios y las discográficas.
Empleo esta expresión en el sentido que le daba la Internacional Situacionista,
es decir, como un proceso a través del cual el capitalismo espectacular intenta
extraer del movimiento social las energías contestatarias para neutralizarlas y
usarlas a su favor.
Si es posible advertir en las formas musicales y estéticas de
la contracultura de fines de los sesenta cómo se produce un cruce no siempre
pacífico entre alta y baja cultura, música eléctrica y acústica,
experimentación y tradicionalismo, alienación y concientización, en el caso de
Japón se sumaba a eso el hecho de que la ocupación norteamericana generaba
también una mezcla de fascinación y rechazo hacia las formas culturales propias
de la cultura percibida como invasora. Una buena demostración de este rechazo
fueron las airadas protestas de grupos nacionalistas tradicionalistas contra la
gira japonesa de los Beatles en 1966, que obligó a una fuerte presencia
policial con custodia permanente del cuarteto durante todo el evento.
Esta desconfianza hacia las formas occidentales o
norteamericanas también se producía desde la izquierda. Por esos mismos años en
Estados Unidos Bob Dylan era abucheado en el Newport Folk Festival de 1965
y tratado de “judas” por haber “traicionado”
el folk tradicional de protesta e incorporar guitarra eléctrica y banda de rock (6),
mientras en Brasil el cantante Caetano Veloso era abucheado estruendosamente
por el izquierdizado público del Tercer Festival de la Canción Popular en Sao
Paulo en junio de 1968, por haber tenido la idea de presentar la canción “E
proibido prohibir” compartiendo escenario con el conjunto sicodélico Os
Mutantes, que además de su curiosa apariencia personal también portaban
batería, guitarra y bajo eléctricos (7).
Más significativo aún en este desencuentro es lo que contó el
poeta norteamericano Allen Ginsberg en una entrevista del año 1973 con la
revista Gay Sunshine, cuando explica que entre las razones por las que
fue expulsado durante una visita a Cuba en 1965 estuvo el haber propuesto a la
cúpula del partido hacer las gestiones necesarias para que los Beatles tocaran
en la isla. La respuesta que obtuvo de Haydée Santamaría fue: “No tienen
ideología; tratamos de construir una revolución con ideología”. Sumado a su
defensa de la marihuana y la homosexualidad, además de señalar públicamente que
“había rumores de que Raúl Castro era gay y que el Che Guevara era guapo”, el
desencuentro le costó la expulsión de la isla, siendo sacado a la fuerza del
Hotel en que se encontraba ante la mirada atónita del poeta chileno Nicanor
Parra. Lo que le hizo concluir a Ginsberg que la ideología a la que se refería
Santamaría era “la ideología de una burocracia policial que persigue a los
maricas” (8).
Más allá de lo anecdótico, lo cierto es que el desencuentro
entre la izquierda y la contracultura fue clave en el desenlace
contrarrevolucionario de los setenta, pues tal como señaló Mark Fisher en su
inconcluso texto Comunismo ácido, “el fracaso de la izquierda después de
los sesenta tuvo mucho que ver con su repudio hacia los sueños desatados por la
contracultura, y con su incapacidad para implicarse en ellos”, lo que facilitó
que las “nuevas corrientes” fueran capturadas por la nueva derecha.
(El
manuscrito se interrumpe aquí)
1.- Algunxs autorxs se pronuncian en este mismo sentido, o al menos en uno similar.
El ejemplo más conocido es el de Wallerstein con Arrighi y Hopkins, que señalan
a 1968 y a 1848 como los dos únicos ejemplos de revoluciones globales, que
“fracasaron históricamente” a la vez que “transformaron el mundo”. Los
italianos Nanni Ballestrini y Primo Moroni se refieren al período 1968-1977
como una “gran ola revolucionaria y creativa, política y existencial”, y el
británico Mark Fisher -siguiendo a Ellen Willis- habla abiertamente de las
aspiraciones de la contracultura de esos años como “una revolución social y
psíquica de magnitud casi inconcebible”. Sobre el 68 latinoamericano como parte
de esa extraña “revolución mundial” que fracasó, podemos referir los trabajos
del uruguayo Raúl Zibechi. Destaquemos de paso que tanto en relación a 1848
como a 1968, la mirada ha estado hasta ahora centrada casi exclusivamente en la
dimensión europea/occidental del proceso. Así, podemos ver en pleno año 2021 a
Matt Colquhoun en su introducción a “Deseo Post-Capitalista” (publicación como
libro de las últimas clases del malogrado Mark Fisher), comentando cosas como
que el álbum “Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band” de los Beatles (1967),
celebrado por muchos como un momento revolucionario en el pop, para otros se
volvió inmediatamente redundante por “las revueltas sociopolíticas que se
sucedieron en Europa el año siguiente, en mayo de 1968” (el destacado es
mío).
2.- Un fragmento del documental puede ser visto en Youtube bajo el título de “Siege of the Red Fort!”. Sobre la lucha de Sanrizuka existen una serie de films
documentales realizados por Shinsuke Ogawa, varios de ellos disponibles online
en la plataforma MUBI.
3.- No así el PC chileno que, muy lejos de las sensibilidades de la “nueva izquierda”
inventó la pedagógica consigna de: “¡Checo, entiende, los rusos te defienden!”
4.- Esta “danza” consistía en un avance serpenteante mediante bloques de hileras
organizadas de manifestantes tomados de los brazos (el “estilo francés”) y bajo
la dirección de un encargado usando altavoz y silbato. Llegado el momento, la
columna podía aprovechar un punto débil en las líneas de la policía
antidisturbios para abrirse paso por la fuerza rompiendo el cerco represivo. La
táctica fue considerada por los Weathermen en la planificación de los “días de
furia” en Chicago en octubre de 1969.
5.- Existen varios documentales al respecto, como los de Shinsuke Ogawa disponibles
en MUBI
6.- Se
trata de la “Electric Dylan controversy”.
7.- Hay registro de eso: el track “Ambiente do festival (E proibido prohibir)”
(1968). Incluido en el compilado Caetano (Série grandes nomes Vol. 1), 1995.
8.- V/A
(1982), Cónsules de Sodoma Volumen 1. Entrevistas de Gay Sunshine a Allen
Ginsberg, John Giorno y otros, Barcelona,Tusquets editores.
Etiquetas: 1968, fascistología, Japo, perlas de la estupidez humana, revolución social
miércoles, febrero 19, 2025
TRUMP, THOMPSON Y PIÑERA COMO PERSONIFICACIONES DEL CAPITAL
I.-
DONALD TRUMP
“To trump significa
vencer, superar, abrumar, pero el sustantivo trump también
significa pedo, pedo apestoso” (Franco “Bifo” Berardi).
Para este especial F.O.R.B.E.S. pensé escribir algo sobre
Trump el apestoso, aprovechando lo que dijo Bifo en vísperas de la elección en
que el “hombre pedo” aplastó sin dificultades a Kamala Harris. No es por
casualidad que el sitio FORBES.cl se promocione como: “Noticias de negocios y
estilo de vida para los líderes de Chile”; esos líderes están disponibles para
hacer América, Argentina o Chile grandes de nuevo, en sintonía con su héroe
Donald Trump.
Su prepotente figura de viejo de mierda resulta un desagradable
dato de la realidad que nos obliga a preguntarnos sobre la relación entre el Capital
como algo impersonal (la relación social capitalista), y su encarnación en
personajes que como el difunto Piñera o Elon Musk parecen personificar el
espíritu del capitalismo en monstruosas personas de carne, hueso y botox,
respecto a las cuales es difícil no pensar con horror, y cuyas imágenes
mediáticas me hacen siempre recordar el grito de Johnny Rotten en 1977 diciendo
de la Reina de Inglaterra que “¡Ella no es un ser humano!” (1).
En “Querida arma humeante” (2) el italiano Bifo nos recuerda que Félix
Guattari en un texto fechado en 1989 (para muchos, “el 68 al revés”) ya
describía las aventuras mercantiles de hombres como el Peo Apestoso (3) “que se apoderan de barrios enteros de Nueva York, de Atlantic City,
etcétera, para ‘renovarlos’, en cuyo proceso aumentan los alquileres y expulsan
de paso a miles de familias pobres, cuya inmensa mayoría se halla condenada a
perder su hogar, siendo este caso el equivalente, a nuestros efectos, al de los
peces muertos de la ecología medioambiental” (Les trois écologies (4)).
Apenas me empezó a quedar claro que Kamala Harris y el
partido demócrata estaban haciendo todo lo posible por perder esta elección,
recordé no a Guattari sino que a Mark Fisher, que alcanzó a presenciar el
primer triunfo de Trump en el 2016, y se refirió al fenómeno esbozando una
explicación en las últimas clases que estaba dando ese fin de año y de las que
sólo alcanzó a completar 5 de 15. Las clases fueron desgrabadas y editadas en
español por Caja Negra, bajo el título de Deseo Postcapitalista. Las últimas
clases (5).
Por desgracia, Mark falleció a inicios del 2017, tras no
recibir atención médica oportuna durante una crisis depresiva. La clase 7, que
no alcanzó a hacer, iba a tratar sobre “La destrucción del socialismo
democrático y los orígenes del neoliberalismo: el caso de Chile”. Como en cada
sesión, Mark escogía dos textos para que el alumnado los leyera previamente y
algunxs voluntarixs los comentaran al inicio de la clase. Los de la clase sobre
la contrarrevolución chilena de 1973 eran un capítulo de La doctrina del
shock, de Naomi Klein, y otro del libro Revolucionarios cibernéticos,
de Éden Medina, centrada en el proyecto Synco de la Unidad Popular, escrito en
inglés y editado en español por LOM el 2013.
En sintonía con su texto inconcluso Comunismo ácido,
Fisher entendía la revuelta global desatada a partir de 1968 como la irrupción
de una verdadera interseccionalidad a partir de la lucha de clases, que se
expresa sobre todo en una contracultura que aún nos fascina, y que la izquierda
tradicional no supo valorar ni menos potenciar (6).
Fisher se pregunta: “¿Por qué todavía nos importan los sesenta? ¿Por qué deben
importarnos los sesenta? ¿Por qué nos acechan en el nivel de la iconografía y
por qué persisten sus formas culturales?”. Y responde en voz alta: “Diría que
tiene que ver con los deseos no realizados que eran inherentes a esas formas y
a los que esas formas todavía les hablan…No me gusta esta expresión, ‘hablarle
a’…Mejor dicho: los deseos no realizados para los cuales esas formas culturales
todavía son relevantes” (Clase 2: “Una revolución social y psíquica de magnitud
casi inconcebible”: la bohemia contracultural como prefiguración).
En la Clase 4 (“Poder sindical y poder del alma”) Fisher y
sus alumnxs se dedican a aplicar los conceptos lukácsianos sobre clase y
conciencia de clase estudiados en la clase anterior al contexto del escenario
abierto en 1968, cuya expresión más álgida se da en el tipo de lucha
“interseccional” desarrollado en Italia y Estados Unidos, en que por un breve
momento la lucha de clases se unió a las luchas basadas en el género y la raza,
alcanzando una inusitada intensidad. Fisher sitúa en ese momento, inicios de
los setenta, la irrupción de lo que denomina la “clase trabajadora
reaccionaria”, que le dio el triunfo a Nixon cuando los sindicatos
norteamericanos le dieron la espalda a la contracultura y la Nueva
Izquierda.
Esta clase fue efectuada el 28 de noviembre de 2016. 20 días
antes Trump había derrotado a su rival Hillary Clinton (apoyada por el grueso
de la “izquierda progresista” o “woke”), y ese dato hace a Fisher afirmar una
tesis muy interesante: Si después de la contrarrevolución neoliberal iniciada
en Chile en 1973 y extendida al resto de occidente -aunque no siempre usando
tanta violencia directa- la interseccionalidad excluyó su dimensión de clase,
pasando a centrarse en lo que ahora llamamos “política de las identidades”
(precisamente una característica definitoria de la izquierda posmoderna), lo
que se estaría viendo entonces con el triunfo de Trump era ni más ni menos que
“el retorno de la clase”, pero precisamente de esa clase trabajadora reaccionaria,
sin conciencia de clase.
Así la paradoja es que Trump “fuera capaz de jugar la carta
de la clase (de manera grotesca, en más de un sentido)”:
“¿Cómo podría hablar de clase un millonario como él? Bah, es multimillonario,
¿no? Lo que sea, Trump es un desarrollador inmobiliario, alguien que heredó su
dinero; no es que se haya hecho desde abajo… ¿Cómo podría un desarrollador
inmobiliario multimillonario ser un ventrílocuo verosímil de las preocupaciones
y angustias, de la subjetividad de los miembros de la clase trabajadora? Es una
buena pregunta, pero el hecho es que logró serlo”.
Una posible explicación que arriesga Fisher en ese momento es
“fantasmática”: la supresión de la conciencia de clase opera en parte “a través
del reclutamiento fantasioso de los subordinados en la identificación con una
carrera”, y cita un artículo del Harvard Business Review según el cual “muchos
miembros de la clase trabajadora están resentidos con los profesionales
-abogados, médicos, profesores, etc.- pero se identifican con los ricos”. Esta
operación funciona en parte porque “se alienta a las personas a creer que ya
son ricas, solo que aún no tienen dinero (…) No es que sea una tara de su
parte, o una ilusión. Se los alienta a esta identificación”.
En otras palabras, estamos acá frente al problema de lo que
en Chile suele denominarse “facho pobre”, que en el fondo remite a la aguda
observación de Wilhelm Reich en 1933, cuando hizo ver a la izquierda que el
fascismo no se le impone a la gente, sino que hay un momento en que la gente
“desea el fascismo”.
Mi impresión es que tras la derrota nunca asumida de Trump a
manos de Biden, con el consiguiente intento de sus partidarios de impedir el
cambio de mando asaltando el capitolio a inicios del 2021, y el despliegue abiertamente
guerrerista de Biden/Harris en el plano internacional, incluyendo su entusiasta
apoyo al genocidio sionista en Gaza, todo estaba servido para la inevitable
segunda venida de Trump, que logró de una manera aún más contundente que en el 2016
captar el apoyo popular a su figura y la de los multimillonarios con que ha
llenado su gabinete. El resentimiento anti-profesional de la clase trabajadora
reaccionaria/facho pobre tiene a la izquierda “woke” en su peor momento,
representando casi exclusivamente a elites con buena formación académica, en
una redefinición de la clásica dicotomía izquierda/derecha en que ahora es la
nueva extrema derecha y no la izquierda quien mejor capta y representa los
deseos y el resentimiento de los sectores populares.
En este sentido, además de tener en cuenta a W. Reich y su “Psicología
de masas del fascismo” (1933), debemos recordar el análisis que en su momento
hiciera Georges Bataille.
En “La estructura psicológica del fascismo” (también de 1933 (7)
Bataille realiza una distinción entre la parte homogénea de la sociedad: su
parte productiva o útil, de la cual “cualquier elemento inútil está excluido”,
aunque “no de la sociedad total, sino de su parte homogénea”, y las
“fuerzas heterogéneas”, que son “elementos imposibles de asimilar” (violencia,
delirio, desmesura, locura), siendo excluidas incluso del campo de la atención
científica. Este proceso de exclusión de los elementos heterogéneos por la
parte homogénea de la conciencia “recuerda de una manera formal la de los
elementos descritos (por el psicoanálisis) como inconscientes, que la censura
excluye del yo consciente”. Pese a esta
censura o represión, “los elementos heterogéneos provocan reacciones afectivas
de intensidad variable, según las personas”, pues “a veces hay atracción y
otras repulsión, y todo objeto de repulsión puede convertirse en determinadas
circunstancias en objeto de atracción, y viceversa”.
Como ejemplo de elementos heterogéneos Bataille incluye “sin
lugar a dudas” a los líderes fascistas: “enfrentados a los políticos
demócratas, que representan en los diferentes países la banalidad homogénea,
Mussolini o Hitler aparecen inmediatamente, a bulto, como enteramente
distintos”. Es más, “sean cuales fueren los sentimientos que provoca su
existencia actual en tanto que agentes políticos de la evolución, es imposible
no tener conciencia de la fuerza que les sitúa por encima de los hombres, de
los partidos e incluso de las leyes”.
Tal vez ahí está una de las claves para entender este segundo
triunfo inapelable de Donald Trump. Heterogeneidad, resentimiento,
identificación.
II.-
BRIAN THOMPSON
“Golpear a uno para educar a cien”
(Brigadas Rojas).
Di por concluidas las reflexiones sobre Donald Trump apenas
supe de un acontecimiento imprevisto que capturó la imaginación de muchxs. La
primera semana de diciembre nos enteramos de la noticia del atentado a balazos
en Estados Unidos contra un ejecutivo de la industria de los seguros de salud:
Brian Thompson, de 50 años de edad, director ejecutivo de UnitedHealthcare, compañía
filial del grupo controlador de Isapres Banmédica y Vida Tres en Chile.
La consigna de las Brigate Rosse vino a mi mente
cuando leí que varias empresas habían eliminado de sus páginas web los nombres
de los ejecutivos, y al ver que varias autoridades gringas se mostraban
indignadas por el hecho de que muchas personas no sólo no se apenaran sino que
se alegraran abiertamente por la ejecución de este agente del Capital. En pocos
días, nos enteramos de que es un CEO, y supimos que la consternación por el
hecho se vio acotada a los pares del finado, es decir, gerentes y miembros de
la clase empresarial. BBC informó acerca de “Cómo el asesinato en Nueva York de
Brian Thompson, director de la mayor aseguradora de EE.UU., revela la ira
contra el sistema de salud privado”.
De acuerdo al Network Contagion Research Institute de las
diez publicaciones más populares en X que mencionan a Thompson o UnitedHealth,
seis de ellas eran publicaciones que apoyaban implícita o explícitamente el
asesinato o criticaban a Thompson: “Algunas resaltaron comentarios que pedían
más asesinatos de directores ejecutivos y una guerra de clases; un investigador del instituto dijo que el
asesinato fue enmarcado como "un golpe inicial en una guerra de
clases" y que los elogios por el asesinato vinieron de todo el espectro
político. Después de la muerte de Thompson, la empresa matriz de
UnitedHealthcare, UnitedHealth Group, publicó una declaración en Facebook
detallando la muerte y sus condolencias oficiales. Aunque la sección de
comentarios de la publicación fue desactivada, aproximadamente 90.000 usuarios
de Facebook respondieron a la publicación con una reacción "Jaja" (o
"riendo") con solo 2.200 reacciones "Triste" al 6 de
diciembre”.
Los medios ahora informan con fingida sorpresa acerca de “la
oscura fascinación que despierta el acusado del asesinato del director de la
mayor aseguradora sanitaria de EE.UU.”. No lo señalan en ninguno de sus
reportajes, pero la solidaridad con acción del acusado Luigi Mangione nos
remite a los tiempos de los buenos y viejos magnicidios y tiranicidios, que
siempre gozaron de una amplia simpatía popular e incluso de justificaciones
morales y jurídicas en el Derecho antiguo. En el escrito que Mangione portaba
al ser detenido en un MacDonalds decía “Estos parásitos se lo merecían”.
Pero si menos del 2,4% de los usuarios de Facebook que
opinaron sobre el evento lo lamentaron, ¿cómo se puede explicar a la abrumadora
mayoría de casi 98% que lo celebraba? ¿Conciencia de clase o resentimiento? Tal
vez la situación de la salud privada en EE.UU. y el gran malestar que genera en
la población explican esta reacción anti-elite que se da al mismo tiempo que el
candidato ganador, Trump, con la ayuda de Elon Musk, repleta de multimillonarios
su gabinete.
Thompson no era exactamente un miembro de la clase
capitalista, sino una especie de profesional dedicado a la administración del
capital en uno de los sectores más inútiles y obscenos del sistema actual: la
industria que lucra con la enfermedad y la muerte de los seres humanos proletarizados
en una época en que no hay conciencia de clase entre los de abajo y la guerra
de clases suele asestar golpes exclusivamente desde arriba. Por eso sería
necesario ver a Thompson y otros agentes como un apéndice humano del Capital,
un enemigo sin duda alguna, un soldado de su numeroso ejército de capataces y
gestores, pero no al Capital en sí mismo, que según Marx es un vampiro de
trabajo muerto alimentándose de trabajo vivo.
Esta precisión es importante para no darle más espacio a
formas populistas de anti-elitismo fascistizante, cuyo anticapitalismo selectivo (como el viejo
“socialismo para imbéciles” que prontamente derivó en socialismo nacional y
nacional socialismo) es incapaz de apuntar a la superación de la totalidad de
la relación social capitalista, para entretenernos en cambio con el odio a
categorías completas de personas de carne y hueso que en cada momento son
identificadas como “parasitarias” y enemigas de la nación o el pueblo, y que
llegado el caso siempre es posible usar como chivos expiatorios para ejercer
una violencia sacrificial que jamás cuestione al capitalismo mismo.
Nancy Fraser ha explicado que el populismo de derechas y el
de izquierda tienen elementos comunes y diferencias. Así, “ambos brindan una
especie de mapa que define quiénes están arriba y quiénes abajo, quiénes pisan
las cabezas de quiénes”. Pero “en el caso del populismo de izquierda, tal como
muestra el 99% contra el 1%, se afirma que existe una oligarquía elitista o un
pequeño grupo de gente que parasita a todo el resto. Entonces la idea es
intentar movilizar a todo el mundo en contra de ese pequeño grupo”. En cambio,
“el populismo de derecha no tiene esta estructura dual. Tiene una estructura
tripartita. Hay una élite parasitaria y luego una clase baja parasitaria que ‘nos
roba lo que es nuestro’. En el populismo de derecha, al ‘pueblo’ lo conforman
quienes están atrapados en el medio. Por lo tanto, el populismo de derecha
se alza contra el 1% pero también contra los inmigrantes, contra la gente de
color, contra las minorías sexuales, etc.”.
A su vez, “el populismo de derecha define al enemigo en
términos concretos, identitarios o sustantivos. Por lo tanto, cuando definen a
quienes están arriba, siempre se trata de una conspiración internacional judía
o, si están abajo, de inmigrantes sucios o negros vagos, etc. Son distinciones
identitarias concretas que definen una categoría de persona —el enemigo— en
términos de sus características culturales o sustantivas”. Por el contrario, “el
populismo de izquierda como mucho define las características del enemigo, es
decir, no define a nadie en términos de su cultura, su identidad ni nada
concreto, sino en términos de la función que ocupa en el sistema”. El
problema es que cuando desde la izquierda se apunta a ‘Wall Street’, “históricamente
la frase puede desplazarse hacia los banqueros judíos”, porque en verdad “no
hay una barrera absoluta entre los dos populismos” (8).
Fraser agrega que desde su punto de vista “la identificación
del mundo de las finanzas con ‘el sistema’ es correcta”, pues “hoy existe una
forma de capitalismo en la cual las finanzas juegan un rol muy importante, muy
distinto del que jugaban en otras formas de capitalismo anteriores”. Y podemos
agregar que justo aquí reside el riesgo de resurgimiento de formas ya clásicas
de confusionismo fascista, que al criticar al sistema capitalista sólo por su
componente “parasitario” hacen posible pasar por anticapitalismo sus soluciones
autoritarias y posiciones racistas (hoy en día más culturales que biológicas).
Un buen ejemplo de este oportunismo es el inflado filósofo
italiano Diego Fusaro, que según informa su editorial en Chile “se considera
discípulo de Hegel, Marx, Gramsci y Gentile (9)”,
y que publica tanto en la prensa del grupo abiertamente fascista CasaPound, como
en editoriales españolas “de izquierda” tales como El Viejo Topo. En “Lucha de
clases en el siglo XXI. El señor globalista contra el siervo
nacional-populista” Fusaro se esfuerza en presentar sus posiciones neofascistas
usando una jerga marxiana e incluso pontificando con “la sociedad del
espectáculo”, pero centrándose siempre en la crítica a los “parásitos”, a “la
nueva alquimia bancaria, que cambia el papel impreso en oro”, calificándola como
una “segunda acumulación originaria, de matriz financiera”. En esta
configuración que asumiría hoy en día la lucha de clases, mientras la “elite
globalista” que está arriba tendría valores de izquierda (globalismo,
libertinismo, radicalismo libertario, eliminación de fronteras) e ideas de
derecha (competitivismo, desregulación, privatización, despolitización), el
siervo nacional-popular, desde abajo, “debería serle antitético, asumiendo
valores de derecha (arraigamiento, patria, honor, lealtad, trascendencia,
familia, eticidad) e ideas de izquierda (emancipación, derechos sociales, igual
libertad material y formal, dignidad del trabajo, socialismo democrático en la
producción y en la distribución)” (10).
O sea, el fascista Fusaro en el fondo está proponiendo esta
indigesta ensalada como la fórmula actualizada de “Tercera posición” para el
siglo XXI. Al igual que pasa con
Aleksander Dugin, estas palabras son especialmente aptas para seducir a
izquierdistas “realistas”, necesitados de “enemigos concretos”.
III.-
SEBASTIÁN PIÑERA
“Yo me muero como viví” (El necio, Silvio
Rodríguez)
En su momento, el odio a Piñera concentró el grueso de la
energía movilizada en la revuelta de octubre.
Se le insultaba de una manera muy significativa. El “hit del
verano” 2020 rezaba así: “Piñera conchetumadre, asesino, igual que
Pinochet”.
Como yo lo veo, en Chile le decimos “conchetumadre” (o en las
redes: “ctm”) a alguien de quien desearíamos que no existiera. Ese es el
sentido sublimado y profundo de la expresión “ándate a la concha de tu madre”.
Al revés de lo que cree el macho chileno tradicional, no es un insulto a la
madre, sino un deseo de aniquilación total, planteado radicalmente como para
decir: “desaparece”, “vete por donde viniste”.
El canto, que se escuchó masivamente no sólo en las calles,
sino que incluso de forma atronadora en la versión de ese año del Festival de
Viña del Mar, que por primera vez en su historia contó con barricadas y
enfrentamientos entre manifestantes y carabineros en las inmediaciones de la
Quinta Vergara, el Hotel O´Higgins y el centro de Viña, decía en su conclusión
-tras el insulto más fuerte de nuestra jerga (“ctm”)- que, al igual que
Pinochet, Piñera era un asesino.
Esta verdad es innegable y no se nos puede olvidar: el 20 de
octubre de 2019 el empresario-presidente Piñera le declaró la guerra al pueblo
por cadena nacional. Los militares y policías lo escucharon, y actuaron en
consecuencia. Esa intervención fue determinante como origen directo de las
muertes y mutilaciones que ensangrentaron las calles en esos días de revuelta,
cuyos patrones de conducta policial/militar ciertamente demuestran un nivel de
sistematicidad en su accionar. Por eso era totalmente legítimo, justo y
necesario, coronar la insurrección erótica derrocándolo. Y por es que Boric
cometió un acto criminal al evitar esa consumación natural de la revuelta mediante
el acto de estampar su firma a título individual en el documento en que se
consagró el acuerdo de toda la clase política esa madrugada del viernes 15 de
noviembre.
Pero la afirmación de la equivalencia entre Pinochet y
Piñera, entre la violencia represiva de la dictadura militar y de la democracia
capitalista, que es en esencia correcta, se ha prestado también para lecturas
bastante erróneas en las filas de la izquierda realmente existente.
Mucha gente de izquierda que no ha hecho la crítica de la
democracia necesitó decir que Piñera era un dictador, para así poder combatirlo
digamos “democráticamente”, perdiendo de vista que el régimen de los 30 años se
salvó en el momento más terrible apelando a la negociación parlamentaria y no a
la declaración de un nuevo estado de excepción. Es como si la burguesía hubiera
rectificado la historia, y en esta ocasión nos derrotaran no con tanques sino
que con negociaciones y urnas: la contrarrevolución democrática-institucional,
que tras una “vuelta larga” con dos procesos constituyentes fracasados nos dejó
más o menos donde mismo estábamos antes del 18 de octubre de 2019.
La mirada izquierdista nostálgica ni siquiera es capaz de
entender bien la especificidad del momento represivo utilizado para enfrentar
la revuelta. Muchxs sostienen que la represión “fue igual que en dictadura”,
perdiendo de vista que en esta ocasión no necesitaron romper del todo con las
reglas procedimentales de la democracia, y que el aparato represivo del Estado
no necesitaba desarticular a partidos y estructuras clandestinas como en los 70
sino que a una insurrección acéfala. La situación se parecía un poco más a las
jornadas de protesta nacional de los 80, pero acá no hubo ni MIR ni FPMR, y
tampoco CNI o DINA. La forma específica que asumió la represión del escenario
inédito que era una insurrección generalizada y permanente en todo el país fue
el uso de la mutilación masiva mediante el armamento “menos letal” de
Carabineros de Chile.
En fin, más allá del análisis de las formas represivas, quiero
destacar que el odio a Piñera tenía un doble motivo: además de su odiada gestión
política en tanto Presidente, se le odiaba también como ricachón o “piraña”,
pues en tanto empresario siempre jugó al límite de la delincuencia. Con motivo
de las filtraciones wikileaks en 2010, pudimos saber que de acuerdo a informes
de la Embajada de EE.UU. en Chile “Piñera maneja la política y sus negocios al
límite de la ética y la ley". O sea, teníamos en él a un “innovador” puro y
duro de acuerdo a la tipología de las adaptaciones con que Robert Merton
intentó explicar el “comportamiento desviado”: para acceder a las metas u
objetivos culturales (prestigio, estatus, riqueza) se saltó siempre los medios
institucionalizados (legítimos o lícitos) (11),
y en la medida que lograba el éxito económico, nadie le reprochó mucho más
después del famoso escándalo del Banco de Talca en los 80. En definitiva, como
señala Merton, “la admiración expresada a menudo en privado y a veces en
público hacia estos individuos ‘astutos, vivos y prósperos’ es producto de una
estructura cultural en que el objetivo sacrosanto justifica virtualmente todos
los medios”.
Por lo anterior es que resulta bastante ambigua una consigna
usual en el estallido, que vi hace poco grafiteada en una pared que quedó como
recuerdo de esos días de rebelión: “Evade como Piñera”. Esta invitación a evadir
el pago del transporte público imitando las “transgresiones” del
empresario/presidente puede ser leída como humorística, pero en rigor me temo
que está operando ahí también una bastante neoliberal mezcla de resentimiento e
identificación.
La muerte de Piñera fue el mejor resumen de su vida: tras
insistir en pilotear un helicóptero para un viaje de pocos minutos entre el
fundo de un amigo y el suyo propio, a pesar de las advertencias sobre las malas
condiciones climáticas, cayó sobre las aguas del Lago Ranco para salir de ahí
muerto por asfixia por inmersión. A diferencia de la leyenda que trataron de
crear sus cercanos, no salvó a nadie diciendo “salten ustedes primero” ni mucho
menos. No tuvo tiempo para nada de eso, y sus últimas palabras al parecer
fueron: “¿Qué pasó?”.
En fin: Murió como vivió. Y tuvo mucha suerte pues se mató
solo, cuando todo indica que estuvo muy cerca de haber matado también a sus
tres acompañantes. Como se dijo en esos días, las aguas del lago resultaron
milagrosas pues esta verdadera encarnación humana del Capital que era Piñera
“entró como delincuente y salió como un santo”.
Para concluir, solo diré que las personificaciones del
capital y el poder tienen un indudable valor como imágenes movilizadoras en
contra de “los de arriba”. Por eso la acción de Luigi Mangione ha suscitado
tanta admiración y apoyo, y por eso fue posible movilizarse contra Pinochet en
los 90 y contra Piñera en el 2019. Pero la lucha anticapitalista no puede
conformarse con la idea de que “bastará con derrocar al gobierno capitalista y
poner otro en su lugar” (Rosa Luxemburgo (12)),
ni limitarse a “conquistar los símbolos del poder” y a derribar cabezas como en
un tiro al blanco.
Luchar contra el capital es luchar por otras formas de vida.
(3) Quedará para otra ocasión explorar por qué de entre todos los países
hispanohablantes la lengua chilena es al parecer la única en que a esta
expresión se le extirpa la letra d, quedando sencillamente en “peo”, una
expresión que si bien no es considerada muy elegante, todo el mundo emplea
cuando se refiere al lanzamiento de gases, o en derivaciones como “irse a puro
salto y peo” o cuando se califica algo como “al peo”. En países cercanos como
Argentina y Uruguay “estar en pedo” designa la borrachera etílica. Para otras
expresiones derivadas, consultar el https://diccionariochileno.cl/
Y para una interesante exploración de la “obsesión excrementicia” y la doble
acepción original de la escatología (proveniente de éskhata y skatós)
consultar la presentación de Oyarzún a los “Poemas sucios” de Swift (Jonathan
Swift, Tulipas radiantes. Una introducción a la escatología. Ensayo de
presentación, traducción y notas de Pablo Oyarzún R., LOM, 2016).
(4) Bajo el mismo nombre de Las tres ecologías existe una conferencia en
Chile el 24 de mayo de 1991 incluida en su momento en El devenir de la
subjetividad (1998) y actualmente en el volumen titulado Las luchas del
deseo. Capitalismo, territorio, ecología, de Pólvora editorial, 2020,
Colección puntos singulares, dirigida por Cristóbal Durán. En esta versión no
se menciona a Trump al describir los procesos de gentrificación urbana.
(5) Editado en el 2024 y que ya va en su segunda edición. Alguien debería liberar
el pdf.
(6) Muy ilustrativo de este desencuentro es lo que contó el poeta norteamericano
Allen Ginsberg en una entrevista del año 1973 con la revista Gay Sunshine,
cuando explica que entre las razones por las que fue expulsado durante una
visita a Cuba en 1965 estuvo el haber propuesto a la cúpula del partido hacer
las gestiones necesarias para que los Beatles tocaran en la isla. La respuesta
que obtuvo de Haydée Santamaría fue: “No tienen ideología; tratamos de
construir una revolución con ideología”. Sumado a su defensa de la marihuana y
la homosexualidad, además de señalar públicamente que “había rumores de que
Raúl Castro era gay y que el Che Guevara era guapo”, el desencuentro le costó
la expulsión de la isla, siendo sacado a la fuerza del Hotel en que se
encontraba ante la mirada atónita del poeta chileno Nicanor Parra. Lo que le
hizo concluir a Ginsberg que la ideología a la que se refería Santamaria era
“la ideología de una burocracia policial que persigue a los maricas”.
(7) Publicado
en 1933 en “La Critique sociale”. Incluido en: Obras escogidas, Barcelona, Barral, 1974.
(9) Notable mescolanza: Giovanni Gentile fue “el filósofo” del fascismo italiano.
(11) Diego Fusaro, Lucha de clases en el siglo XXI. El señor globalista contra el
siervo nacional-populista, Ediciones Ignacio Carrera Pinto, 2021.
(11) Robert K. Merton, Estructura social y anomia: revisión y ampliación (1949). En
Fromm, Horkheimer, Parsons y otros, La familia. Introducción de Ralph Linton,
Ediciones Península, 1970.
(12) Citada por Furio Jesi, Spartakus. Simbología de la revuelta, Adriana Hidalgo
editora, 2014.
Etiquetas: fascist pigs, fascistología, lumpen burguesía, mierda humana, olor a mierda